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SOLAVAYA

| Acogida AAARGH | Acogida española | Archivo Robert Faurisson

 

Texto de Robert Faurisson escrito el 22 de marzo para el 31 de marzo 2001

 

Los dirigentes de los estados musulmanes deberían romper el silencio sobre la impostura del " Holocausto "

Cinco apuntes liminares


Si los dirigentes de los estados musulmanes contemplaran la posibilidad de salir del silencio sobre dicha impostura y si, al hacerlo, desafiaran el lobby judío y sionista, sería preciso a) que tomaran la medida justa del adversario, para b) decidir luego una estrategia adecuada y por fin, c) fijar el lugar preciso donde concentrar sus ataques. Para tratar estos tres puntos, dividiré mi ponencia en tres partes.

En una primera parte, para que no haya confusión sobre el adversario y para que se le mida con acierto, expondré cuáles son, en mi opinión, primero los aparentes puntos flacos de los judíos y sionistas, y luego sus verdaderos puntos débiles. En una segunda parte, en lo que corresponde a la estrategia a escoger, resumiré una parte de las conclusiones a las que he llegado, en noviembre 2000, en Teherán, en presencia de representatntes del Centro de los estudios estratégicos de la República Islámica de Irán. Por fin, en una tercera parte, designaré el blanco preciso al que hay que apuntar : la "mágica cámara de gas" nazi (la fórmula es de Louis-Ferdinand Céline).

I El adversario judío y sionista

Un adversario engañoso puede ostentar temores que no siente verdaderamente. Expone a la vista de todos unos puntos flacos que no son tales, y trata de disimular lo que le preocupa verdaderamente. Así, se le atacará donde no le importa, y se le dejará en paz en los puntos que realmente lo atormentarían. Aquí el adversario es casi indiferentemente judío o sionista. Los judíos son indiscutiblemente muy diversos ("dos judíos, tres sinagogas", afirma el refrán yiddish) y políticamente, nunca han formado un bloque, ni siquiera frente a Hitler; pero, sin judíos, no hay sionismo ("el sionismo es al judío lo que el martillo es al carpintero", piensa Ahmed Rami) y, con muy pocas excepciones, el judío se sentirá solidario del sionista y el sionista del judío si los dos comprueban que su mito común, el del "Holocausto", está en peligro; por eso es que la distinción que conviene hacer generalmente entre judío y sionista no tiene cabida aquí.

b) Los verdaderos temores y los verdaderos puntos débiles del adversario:

II ¿Cómo llevar el combate para salir de este silencio?

III. El blanco principal : "la mágica cámara de gas" (Céline)

Aprendamos a apuntar. No dispersemos nuestros esfuerzos. Entrenémonos a centrar nuestra atención en el centro del dispositivo del adversario. El centro del vasto edificio de imposturas que constituye la religión del "Holocausto" no es más que la mentira de Auschwitz. Y el corazón de la mentira de Auschwitz lo constituye a su vez la prodigiosa "cámara de gas". Ese es el punto al que hay que disparar. Unos carteles llevados por manifestantes árabes o palestinos y con el letrero "El Holocuasto de los judíos es una mentira" o bien "Los seis millones son mentira" seguramente preocuparían a los "extor-sionistas", pero estas formulaciones son aún demasiado imprecisas; nunca acertarán tanto como la fórmula: "las cámaras de gas son mentira" .

Nadie es capaz de enseñarnos, en Auschwitz ni en ninguna otra parte, un solo ejemplar de estos mataderos químicos. Nadie está en condiciones de describirnos la forma exacta y el funcionamiento de una de ellas. No se hallan ni vestigios, ni señal alguna de que hayan existido. Ni un documento, ni un estudio, ni un dibujo. Nada. Nada fuera de algunas lamentables "pruebas" que, cual espejismos, se esfuman en cuanto uno se acerca y que los historiadores judíos mismos, en estos últimos años, se han visto al fin obligados a desechar. A veces, como en Auschwitz, se les hace visitar a los turistas una supuesta cámara de gas "reconstituida" pero los historiadores, así como las autoridades del museo de Auschwitz, saben perfectamente que, según la palabra del historiador francés anti-revisionista Eric Conan, "allí todo es falso" ("Auschwitz, la memoria del mal", en L'Express, 19-25 enero 1995, p. 68). No obstante, los judíos tienen suerte. Se les cree cualquier cosa. Casi nadie pide ver este prodigio tecnológico que hubiera sido la cámara de gas nazi, verdadero matadero químico a gran escala. Imagine Usted que le digan que en algún lado existe un avión capaz de transportar dos o tres mil personas en media hora de París a Nueva York (según la vulgata exterminacionista, en una sola supuesta cámara de gas en Auschwitz, se podía matar una hornada de dos o tres mil judíos en media hora). ¿Quién no exigiría, para empezar a creer, que le enseñen al menos una imagen de lo que resultaría un salto tecnológico descomunal, inédito en la historia de la ciencia? ¿Acaso no es éste el tiempo de las ciencias exactas y el audiovisual? ¿Por qué esta repentina timidez cuando se trata de nuestra cámara de gas? Los propaladores están de lo más tranquilos. Te enseñan el equivalente de tu garaje, o de tu cuarto de baño y te dicen : Este es el lugar donde los alemanes gaseaban a los judíos por paquetes de cien o mil". Y tú te lo tragas. Te restregan en las narices unos cabellos iguales a los que se pueden recoger en una peluquería y te afirman, sin sombra de prueba, que son pelos de gaseados. Te proponen zapatos y te les ponen el cuño de "calzado de gaseados." Te exponen fotografías de muertos, y tú crees ver asesinados. Te dan escalofríos con la visión de hornos crematorios que no son más que algo común y corriente. Existe un medio muy sencillo de demostrarnos que se nos engaña con los rendimientos de los crematorios alemanes de los años cuarenta : oponerles, por comparación, el rendimiento actual de los crematorios más modernos de nuestras ciudades. También conozco un medio imparable de demostrar que las pretendidas cámaras de gas para matar judíos con ácido cianhídrico jamás han podido existir : basta con visitar hoy, como lo hice personalmente en 1979, la cámara de gas de una penitenciaría americana o informarse sobre su naturaleza tan complicada, su estructura tan impresionante así como el procedimiento tan draconianco de una ejecución por gaseamiento, en los años cuarenta o cincuenta, en Carson City (Nevada), en Baltimore (Maryland) o en Parchmann (Mississippi); precisamente, allí las ejecuciones se siguen haciendo con ácido cianhídrico. Son tan temiblemente peligrosas para los ejecutantes que la ejecución de una sola persona exige precauciones drásticas y una tecnología complicadísima (haciendo abstracción de recientes sofisticaciones debidas al progreso científico) con lujo de precauciones).

Sobre este tema, ¡escuchemos a ... Céline!

Considero a Louis-Ferdinand Céline (1894-1961) como el más alto genio de las letras francesas en el siglo XX. Su fuerza, su fineza, su clarividencia eran incomparables. Su existencia, desgraciadamente, fue más que nada un calvario. Desde el día, en 1937, en que empezó a manifestar el temor de ver estallar una segunda guerra mundial, firmó su condena. En la primera guerra mundial, había sufrido heridas graves, y se le espantaban el cuerpo y el alma al divisar que se acercaba otra carnicería. A los judíos no les convenía ese toque de alarma. La mayor parte de sus responsables reclamaba a gritos una cruzada contra Hitler. Lógicamente, Céline había estigmatizado esta gana afiebrada de castigar a Alemania y ese frenético belicismo. Había anunciado la catástrofe, y, como Gran Bretaña y Francia tomaban la iniciativa de entrar en guerra contra Alemania, sólo le había quedado la necesidad de comprobar en qué "camisa de once varas" se había metido Francia. En 1944, se salvó rayando de una justicia expeditiva animada, muy especialmente, por judíos y comunistas. Se refugió en la Alemania agonizante de los últimos meses de la guerra, y después en Dinamarca, país en el que, durante casi año y medio, se le encarceló en las peores condiciones. Cuando al fin pudo volver a Francia, fue para conocer una existencia de réprobo. Francia es un país especialmente cruel para con sus grandes escritores. Lo cierto es que hoy en día, sesenta años después de pulicados respectivamente en 1937, 1938 y 1941, tres de sus obras, magistrales sátiras aborrecidas de los judíos, siguen prohibidas de hecho. Ninguna ley impide en principio que se reediten pero todo el mundo sabe que las organizaciones judías emprenderían la danza del escalpe en caso de que la viuda de Céline, que está viva todavía, autorizara estas publicaciones. Esta es la ley, no escrita, del moderno Talmud.

Se conocen muchos ejemplos más de este privilegio judío; es así, por tomar solamente el ejemplo de un universitario culpable de haber escrito un día una frase revisionista, cómo el economista Bernard Notin, desde 1990, no ha sido autorizado nunca más a impartir clases en su universidad de Lyon. Ninguna ley, ninguna decisión judicial o administrativa ha mediado para significarle tal prohibición. Hoy le toca, en la misma universidad, al profesor Jean-Paul Allard, encontrarse marcado con el signo de Caín por haber presidido una defensa de tesis revisionista. Una verdadera cacería humana se ha organizado en contra de él. Antes, cuando se les hacía notar a los judíos que perseguían a los revisionistas como aves de caza, solían protestar. Osaban pretender que no era así. Pero los tiempos han cambiado. Los judíos ya no se ocultan y se ufanan de sus acciones violentas. El 1 de marzo 2001, el semanario Actualidad judía titulaba " La caza de Jean-Paul Allard está abierta", y el contenido del artículo equivalía a un llamado al asesinato. Las organizaciones prentenden cínicamente darse a temer, e impera hoy, más que nunca, el ancestral "metus regnat Judaeorum". En el caso de J. P. Allard parece que están llegando a sus fines: recientemente, este profesor, extenuado por el toque de acoso, ha sido hospitalizado por un grave accidente vascular cerebral y ha perdido el uso normal de la palabra. Además, los judíos y sus amigos han conseguido que se eche del Centro nacional de la investigación científica (CNRS) a un sociólogo e historiador valioso, el revisionista Serge Thion, y esto según un procedimiento tan arbitrario que el más arrogante de los patronos no podría utilizarlo con el menor empleado sin correr el riesgo de una pesada condena judicial. Y no estoy hablando del calvario que padecen los revisionistas que han peleado sin tapujos, siendo el má s admirable, en mi opinión, tanto por la inteligencia como por el corazón, el alemán Ernst Zündel. Establecido en Canadá desde hace cuarenta años, entabló un combate titánico contra el lobby internacional del "Holocausto" y para que se le haga justicia a su patria difamada. Sin él el revisionismo hubiera seguido en una semi-oscuridad. Pero no se puede remontar la corriente del Niágara a nado, y, frente a una todopoderosa coalición de fuerzas políticas, financieras y judiciales, no le ha quedado más remedio, a pesar de deslumbrantes victorias, que salir de Canadá. En su nuevo exilio, sigue, con ayuda de su esposa germano-americana, Ingrid Rimland, luchando por una justa causa.

Si, al final de esta conferencia, he evocado la alta figura del autor de Viaje al fin de la noche, es por que Céline, por uno de estos relámpagos de genialidad que acostumbraba, sospechaba ya, cinco años después de la guerra, que la supuesta exterminación de los judíos podía no ser más que una fábula, una estafa. Hay que decir que, a partir de 1945, raudales de judíos de Europa central, de los que se creía que habían sido exterminados, habían empezado a abalanzarse sobre Francia, así como sobre otros países occidentales o Palestina; en Francia, se habían venido agregando a una comunidad judía de la cual las cuatro quintas partes se habían salvado de la deportación. En noviembre de 1950, bajo el impacto de la lectura de la primera gran obra de P. Rassinier, La mentira de Ulises , Céline le escribía a su amigo Albert Paraz:

"Rassinier seguramente es un hombre honesto [...] su libro, admirable, va a sonar ¡aún cuando tiende a despertar sospechas acerca de la mágica cámara de gas! ¡Y esto no es poco! ¡Un mundo de odios va a empezar a aullarle al iconoclasta! ¡Todo descansaba en la cámara de gas! ¡Lo autorizaba todo!"

Nos toca ahora a nosotros admirar esta lúcida y fulgurante visión de las cosas, tan premonitoria.

Sí, la cámara de gas es verdaderamente "mágica". Como ya lo he dicho, nadie, a fin de cuentas, se ha mostrado capz de mostrarnos una o de dibujarnos una siquiera en respuesta a mi desafío : "Show me or draw me a Nazi gas chamber!" Nadie ha podido explicarnos el funcionamiento de ella. Nadie ha podido decirnos cómo en Auschwitz, los alemanes habrían podido derramar granulados de Zyklon B, poderoso insecticida a base de ácido cianhídrico, por unos supuestos agujeros abiertos en el techo de la "cámara de gas", ya que tal pretendida cámara de gas (en realidad, un cuarto frío para la conservación de los cadáveres en espera de ser cremados) no ha tenido jamás, lo cual puede ser observado por una mirada atenta entre las ruinas, el más mínimo agujero de estos, lo que me llevó a concluir en cuatro palabras : "No holes, no Holocaust"!". Nadie nos ha revelado por qué misterio unos equipos de judíos hubieran podido, bajo órdenes de los alemanes, penetrar impunemente, apenas concluida la supuesta matanza, en esta amplia cámara de gas para sacar, día tras día, hornadas y más hornadas de varios miles de cadáveres amontonados. El ácido cianhídrico es largo y difícil de ventilar : se incrusta en el yeso, el ladrillo, el cemento, la madera, la pintura, y, sobre todo, en la piel y las mucosas : de modo que uno no puede pues entrar, moverse y trabajar en un océano de veneno mortal y tocar allí unos cuerpos que, impregnados de ese veneno, hubieran contaminado a los manipuladores. Es harto conocido además por los especialistas de la desinfección (o desinfestación) que es imperativo, en semejante atmósfera, evitar el esfuerzo físico pues, cuando semejante esfuerzo se le pide al cuerpo, la respiración se acelera y el filtro de la máscara de gas deja entonces entrar el veneno, que habrá de matar al que lleve la máscara. Por fin, nadie ha podido darnos a conocer cómo esos asombrosos judíos del Sonderkommando, arrastradores de los cadáveres de sus correligionarios, podían realizar tales hazañas sin dejar de comer y fumar (versión de la "confesión" atribuida a Rudolf Höss, el más famosos de los comandantes sucesivos de Auschwitz); pues, si bien hemos entendio bien, no llevaban siquiera una máscara, y fumaban en medio de los vapores mortíferos de un gas explosivo. Esto recuerda la flor imaginaria con la cual soñaba el poeta Mallarmé y a la que llamaba "la ausente de todo ramillete"; la cámara de gas nazi, capaz de proezas delirantes es la "ausente de toda realidad"; sigue siendo verdaderamente mágica, pero portadora de una magia siniestra y maloliente, no es más que una pesadilla que habita cerebros judíos mientras que, por su parte, los sacerdotes mayores de la "religión del Holocuasto" se las arreglan para que esta macabra quimera siga asustando al mundo entero de modo a mantenerlo en estado de sideración; lo que pasa es que para ellos se trata de ganarse el pan con eso...

Céline sigue teniendo la razón, cuando añadía acerca de la mágica cámara de gas que "!no es poco!" En realidad, como lo dice más adelante, es todo y lo permite todo. Sin ella, el edificio holocáustico se derrumbaría en totalidad. Pierre Vidal-Naquet, triste pregonero de la lucha anti-revisionista, lo reconoció él mismo cuando, al comprobar que algunos de sus amigos, hartos ya, estaban a punto de tirar por la borda estas engorrosas cámaras de gas, les suplicó que no lo hicieran y lanzó este grito de alarma : "que me perdonen, pero esto es entregar las armas en plena campaña" ("Le secret partagé", Le Nouvel Observateur, 21 septembre 1984, p. 80). La cámara de gas nazi sería la única prueba tangible pero, en realidad, imposible de encontrar, de una exterminación física que no tuvo lugar jamás y que se nos describe descaradamente como algo concertado, planificado, de naturaleza monstruosamente industrial y con rendimientos dignos de verdaderas "fábricas de muerte".

Céline tuvo razón por fin al concluir :

"Todo un mundo de odios se va a encontrar obligado a aullarle al iconoclasta!". Personalmente, yo añadriría, más de medio siglo después de ese pronóstico o profecía, que este aullido que se hace cada día más ensordecedor, no ha cesado un instante contra los iconoclastas que son los revisionistas. Con un término bárbaro, estos últimos hoy son llamados "negacionistas" cuando en realidad no niegan nada sino que, al llegar al término de sus investigaciones, afirman que vivimos todos cercados por una gigantesca impostura histórica.


Conclusión

Los revisionistas atormentan de día y de noche a los guardianes de la ley judía y de los que Céline una vez más nuestro Céline- llamaba "el trust de los mártires". Contra los revisionistas que buscan protegerse de él, dicho trust se muestra despiadado. Lleva al suicidio, hiere, desfigura, mata u obliga al exilio. Incendia las casas y quema los libros. Se vale de la policía, de los jueces, de la cárcel. Extorsiona, presiona y roba. Suelta contra nosotros a los perros de la prensa, nos saca de nuestros empleos, nos abruma con injurias. Por nuestra parte, ni uno solo de nosotros ha golpeado jamás a ninguno de estos perpetuos justicieros. El 25 de abril de 1995, en Munich, un revisionista alemán terminó por darse muerte prendiéndose fuego. Quería protestar contra el "Niágara de mentiras" derramado sobre su pueblo. Según los términos de su último mensaje, esperaba que la llama que consumaría su cuerpo ardiese como un fanal para las generaciones venideras. La policía alemana procedió al arresto de las personas que habían venido a depositar unas flores precisamente allí donde acababa de inmolarse Reinhold Elstner. El 13 de mayo de 2000, el alemán Werner Pfeiffenberger, profesor de cincias políticas, terminó dándose la muerte al cabo de una larga persecución judicial desencadenada por un periodista judío de Viena, Karl Pfeifer, quien, en un escrito del universitario, había detectado tufillos revisionistas (llamado por supuesto neo-nazismo).

Los revisionistas viven un drama, y los palestinos una tragedia. Un gran número de niños palestinos están destinados a una suerte patética. Los matones israelíes, a una escala modesta, son los dignos sucesores de la US Air Force, el cuerpo de batalla que, en toda la cruenta historia humana, a contribuido a matar, mutilar, desfigurar o hambrear al mayor número de niños, primero en Alemania y en otras partes de Europa, después en Japón, Vietnam y otras tierras de Asia, más adelante en el Próximo y Medio Oriente, y en muchos puntos más del mundo donde, cada vez, se le adjudica al soldado americano la misión de perseguir a un "nuevo Hitler" e impedir un nuevo "genocidio".

¡Ojalá los dirigentes de los estados musulmanes escuchen los llamados de los palestinos y revisionistas! Nuestros tormentos se asemejan y nuestra intifada es idéntica.

¡Ojalá que estos dirigentes salgan al fin de su silencio acerca de la mayor impostura de los tiempos modernos, la del "Holocausto"!

¡Ojalá denuncien especialmente la mentira de las supuestas cámaras de gas nazis! Después de todo, por parte de los vencedores de la segunda guerra mundial, ni uno solo de los grandes dirigentes aliados, a pesar del odio que le tenían a la Alemania hitleriana, se rebajó hasta pretender que las cámaras de gas habían existido. Durante esa guerra, en sus discursos, como después de la guerra, en sus memorias, ni Churchill, ni de Gaulle, ni Eisenhower han mencionado ni por un momento este demoníaco engendro del cual bien podían ver que había sido trabajosamente regado durante la guerra por oficiales de propaganda. Hace un cuarto de siglo ya, en un libro magistral, el americano Robert Butz llamaba la gran impostura "the Hoax of the Twentieth Century", la mistificación del siglo XX. Este siglo ha concluido y su mistificación ha de desaparecer entre la chatarra de la historia.

La tragedia de los palestinos lo exige, el drama de los revisionistas lo impone, y la causa de la humanidad entera nos imparte el mandamiento a la vez histórico, político y moral : la gran impostura debe ser denunciada. Es un fermento de odio y guerra. El interés de todos está en que los dirigentes de los estados musulmanes salgan al fin de su silencio sobre la impostura del "Holocausto".



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