22 Nov 1998
Los pasados días 16 y 17 de octubre tuvo lugar un extenso y maratoniano proceso contra Pedro Varela.
Las organizaciones judías y sus colaboradores convocaron manifestaciones con despliegue de medios pero escaso eco en la sociedad y una movilización de poco éxito. Los participantes se manifestaron ante el edificio de los juzgados con ataudes de cartón y velas en nombre de las víctimas. Se trataba de la "Plataforma Cívica contra la difusión del odio. Nazismo nunca más", que contaba con el apoyo de la logia Bínai Bírith, Comunidad Israelita de Barcelona, Fundación Baruch Spinoza, Liga Antidifamación, Macabi Barcelona, Asociación Judía Atid de Cataluña, Asociación de Relaciones Culturales Cataluña-Israel, Amical de Mauthausen, Coordinadora Gai-Lesbiana, Sos Racismo y Unión Romaní.
La presencia - con escolta de agentes y televisión israelí - de Shimon Samuels, responsable del Centro Simon Wiesenthal, daba a todo el proceso el caracter de acto de venganza del sionismo frente a los revisionistas que les ponen en evidencia.
Se presentó en la manifestación igualmente Carlos Benarroch, de la Asociación Judeo-Cristiana, quien afirmó sin sonrojarse que "No se puede olvidar ni perdonar, sólo pueden perdonar los que murieron, no nosotros".
La pena solicitada
El que suscribe es acusado de "apología del genocidio" e "incitación al odio racial", presuntos delitos por los que la fiscalía representada por la Srta. Ana J. Crespo solicita 4 años de cárcel (dos penas de 2 años de prisión), y una multa de 900.000 Ptas.
Se afirma así mismo que Varela es reo de un "delito continuado de genocidio", discriminación, e incitación al odio y la violencia por motivos racistas.
La acusación particular compuesta por la Asociación Judía ATID de Barcelona, SOS Racismo y su representante letrado Sr. Jordi Galdeano, que solicitó una pena "en los términos más ejemplarizantes", y Comunidad Israelita de Barcelona con el letrado Sr. Ferrer, exigen por su parte penas que suman finalmente 8 años de prisión.
El magistrado encargado de juzgar el caso, Santiago Vidal, tiene un plazo de 30 días a partir de la fecha del juicio para dictar sentencia, en un proceso de notable complejidad jurídica, dada la inexactitud de la legislación sobre el particular, que introduce en un mismo saco, bajo el epígrafe "genocidio", a quien comete un asesinato masivo o lo defiende y a quien duda de que este haya tenido lugar o, como es el caso, a quien venda libros que ni siquiera ha editado o escrito él mismo, sobre la cuestión a debate.
La sentencia que se dicte será la primera de estas características en España.
Interrogatorio y defensa de Varela
La defensa que el letrado Don José María Ruiz Puerta junto a Eduardo Arias llevaron a cabo fue brillante y jurídicamente impecable. Los mismos letrados de la acusación reconocieron que el estudio realizado por la defensa sobre la ley en discusión era magistral.
El juicio empezó con un largo prolegómeno de cuestiones jurídicas previas sobre la vagedad de la nueva legislación y lo peligroso de su aplicación. El abogado defensor solicitó la suspensión y anulación del proceso - lo que no fue atendido -, alegando vulneración de derechosfundamentales. Entre otras cosas, se demostró que los Mossos realizaron un inventario selectivo de volúmenes fuera de su contexto al registrar la librería.
La defensa afirmó que no se debería condenar a una persona por lo que él dice o escribe de no constituir una incitación al crimen. Y mucho menos por vender libros en los que constan las ideas que otros dicen o escriben.
En este sentido parecía declarar el historiador antinazi Xavier Casals (autor del libro Neonazis en España), profesor de la Universidad Ramón Llull, al advertir en un artículo publicado en El Temps, que "aceptar que el sistema político pueda amparar la actuación de antidemócratas (totalitarios y racistas) és difícil, pero precisamente és una garantía de su solidez" (Avui, 15.10.98, p. 59).
El acusado respondió con contundencia a las preguntas y tergiversaciones de los tres juristas de la fiscalía y la acusación particular. Afirmó entre otras cosas que: "Considero necesaria una revisión de la historia, porque no está cerrada y todo debe ser objeto de revisión"". Según el procesado, "todo historiador tiene el deber de dudar de todo y de revisar lo dicho hasta el momento sobre cualquier acontecimiento histórico". "Los revisionistas dudan que sea cierto el número y volúmen de persecuciones que se atribuyen a la Alemania nacionalsocialista".
Pedro Varela agregó que vendía aquello que los clientes buscan y solicitan: "Me limito a proporcionar los libros que me reclama el público, que es quien decide sobre nuestras existencias en libros".
Afirmó que no tiene porqué conocer el contenido de todos los libros que vende por resultar de todo punto imposible y no formar parte de los deberes de un librero.
El procesado recordó a la fiscal que vendía igualmente otros títulos como "El Capital" de Marx o el "Diario de Anna Frank" y similares hasta un total de por lo menos 232 títulos con los que se acompañaba factura de entre cientos de otrós libros al margen de los puramente especializados en la II Guerra Mundial, que nada tienen que ver con la temática de la que se le acusa. Pero que la cantidad de libros vendidos de uno u otro título la decidía el público y no él.
Reconoció la autoría de un estudio en el que se pone en evidencia que Anna Frank murió de tifus y no convertida en pastillas de jabón, lo que no es óbice para lamentar la muerte de esta joven, pero la historia no debe ser tergiversada ni manipulada por intereses políticos y económicos. Dicha información fue distribuída en beneficio de la comunidad de vecinos de la barcelonesa calle Séneca, no conforme con el pretendido cambio de nombre por el de Anna Frank.
La acusación hizo proyectar fragmentos extraídos de su contexto de discutidos documentales históricos alemanes, de los que el acusado no es autor, ni director, ni productor, ni promotor, y cuyo único ejemplar formaba parte del material solicitado a los archivos federales alemanes con el objeto de iniciar su tesis doctoral sobre historia contemporánea.
El inculpado insistió en que los términos se tergiversan, y que "racista" se ha hecho sinónimo de "asesino", pero nadie aborda el verdadero significado de las palabras "fascista", "racista", "revisionista" en su justa y seria acepción, sino en el sentido que los medios de comunicación y parte interesada quieren que tengan, que no se corresponden con la verdad.
Afirmó contundente que "No soy genocida, ni incito al genocidio, me limito a vender las ideas de los autores".
La defensa mantenía el punto de vista de que se trataba de un juicio político en el que se juzga al ex-Presidente de CEDADE por lo que representa, acusando a los Mossos díEsquadra (Policía autonómica) de seleccionar las pruebas contra su cliente y extraerlas de su contexto, puesto que la gran mayoría de los librosque se venden en la Librería Europa proceden de editoriales contrarias a los perdedores de la II Guerra Mundial.
Efectivamente, sigue siendo cierto el axioma de que no hay poder más tirano que aquel que hace de opiniones crímenes.
La defensa invoca el derecho a la libertad de expresión y pide la absolución.
El inculpado finalizó con las palabras que le permitió la presidencia del tribunal, afirmando que "Me ha tocado hacer el papel de malo de esta película como chivo expiatorio de una alarma social expresamente creada al efecto. Se pretende acusar al perro, que precisamente se hace molesto, de tener la rabia y entonces se justifica su detención y encierro con el aplauso público". Añadió que "Combato, repruebo y ataco todo tipo de genocidio. No soy genocida ni he asesinado a nadie. No he propuesto el genocidio de nadie ni el asesinato de ningún tipo de minoría étnica o religiosa".
Se defendió como historiador, por cuanto dijo tener "el deber moral de decir la verdad" del mismo modo que un médico tiene el deber de sanar a cualquier persona aunque esto le suponga problemas. "Como historiador tengo el deber moral de seguir investigando el pasado y si no se me permite dudar, es entonces cuando me asalta la duda".
"Se nos dice que las brujas o los comunistas son malos, pero no se nos permite escuchar sus palabras, leer sus textos, enterarnos de lo que decían y querían, estudiar a sus ministros y lo que hicieron".
Y como librero afirmó que "No queda claro el papel que jugamos los libreros con esta ley (el nuevo Código Penal). ¿Qué libros están prohibidos?. ¿Qué hago el lunes cuando el distribudior me traiga de nuevo ejemplares de "Mi Lucha"? ¿Debo denunciarle, hacerle responsable, decir que se los lleve, venderlos?". En su descargo argumentó que se limita a dar el servicio que quiere su clientela y que "No soy quien para negar a nadie la libre información" y que nunca hubiese imaginado estar "cometiendo un crimen tan execrable" cuando se intervino su librería, que sigue abierta al público. A fin de cuentas, afirmó, las opiniones de los libros que vende corresponden a sus autores y no a él.
"Yo no leo todo lo que vendo -continuó -. Soy un librero, no un genocida". "Vendo libros, no necesariamente las ideas que contienen".
Afirmó a sí mismo que de existir una lista de libros prohibidos, él no los habría vendido, pero que ese índice no existe. Tampoco existe una oficina del censor donde pudiesen realizar consultas los editores ni algo parecido, por lo que todo se reduce a una actuación arbitraria de las fuerzas de represión del Estado, dónde, cuándo y cómo les da la gana, produciendo una clara indefensión e inseguridad en los ciudadanos y libreros. La actuación de los "mossos"en su hogar, confiscando su biblioteca privada, fue calificada por el inculpado de "terrorismo de Estado".
La prensa intentó descalificar a Varela: "Impecablemente vestido de azul marino y con una actitud fría, orgullosa y prepotente, afirmó que se ha de revisar el supuesto genocidio nacionalsocialista porque no es tanto como dicen". "El acusado se permitió decirle a la fiscal cómo formular las preguntas oportunas y apeló a la libertad de expresión" toda vez que la fiscalía pretendía obligar al acusado a responder en su contra y a forzar respuestas ilógicas, lo que no logró en ningún momento. El inculpado opinó que todos los libros sobre el revisionismo "habrían de ser de obligada lectura porque la historia es siempre revisable".
El inculpado explicó que "el holocausto tiene una gran carga política y emocional que todavía hoy perdura. Los alemanes cometieron ciertos crímenes pero no fueron los únicos ni los mayores. Los soviéticos y los aliados también cometieron genocidios".
Los revisionistas, afirmó, se limitan a dudar de las cifras dadas sobre el denominado Holocausto, no a "negar las persecuciones injustas que sufrieron ciertas minorías durante la guerra (llevadas a cabo por todos los bandos)".
Dirigiéndose al Magistrado, afirmó que si este creía que el inculpado era un asesino y un genocida, actuase como profesional y en consecuencia. Pero que si, como era el caso, Pedro Varela no hacía más que vender libros y dudar sobre ciertos dogmas históricos, sería una injusticia declararle culpable. Añadiendo que "Estamos todos condenados a entendernos: El librero y antiguo presidente de CEDADE convertido en "genocida", el pueblo judío perseguido convertido en perseguidor y los amantes de las libertades convertidos en promotores de la represión". "A fin de cuentas - añadió -, en este gran teatro del mundo donde cada cual debe cumplir su papel lo mejor posible, la vida no tiene otro sentido que intentar evitar tener que sonrojarnos ante Dios el día de nuestra muerte".
Precedentes
El librero suizo Aldo Ferraglia, que vende el libro de Robert Garaudy "Los mitos fundadores de la política israelí", ha sido absuelto de los cargos de "discriminación racial" de que había sido acusado a causa del mencionado libro y por el que había sido condenado en primera instancia a 28.000 francos suizos de multa y cuatro meses de prisión. Ferraglia fue absuelto no en base a la libertad de opinión, sino porque dos de los tres jueces eran de la opinión, de que la responsabilidad en lo referente al libro no podía ir más allá del impresor.
Historia y politica
Apoyando nuestra tesis de que a menudo la verdad se contradice con la Historia, Fernandez-Armesto, historiador de Oxford, afirmaba en el ABC (25.8.98) recientemente con razón, que muchas veces, versiones míticas de los acontecimientos, como el hundimiento del Maine, pueden ser mentira, pero, si se tratan con la suficiente fuerza y lo acaba creyendo suficiente gente, acaba convirtiéndose en una verdad absoluta. El curso de la Historia está muchas veces más influido por las percepciones que por los hechos.
A la pregunta de ¿qué es la verdad?, respondía: Es lo que es, no hay más. Es un lenguaje que expresa la realidad. Y esta radica en intentar siempre decir la verdad. Estamos experimentando un mundo que niega la realidad. Para evitar esta negación hay que dedicarse a la búsqueda de la verdad mediante las cuatro técnicas habituales: la verdad sentimental, o percepción de ésta a través de los sentimientos, cuando se está convencido de que algo es cierto. Luego la verdad autorizativa, que surge de una fuente de gran autoridad, como la Iglesia. La verdad científica es otra
"¡Que quede constancia!"
La sentencia contra Pedro Varela ha sido dictada: 5 años de prisión, 750.000 Ptas de multa, pago de las costas del juicio y de las acusaciones privadas, y la incineración de todo el material secuestrado y los 20.900 libros (cuyo importe podría ascender a los 10 millones de pesetas). Entre ellos se encuentran títulos que ni siquiera se hayan en el sumario y ejemplares de la biblioteca privada del acusado, incluyendo fotografías y objetos personales.
Dadas las tergiversaciones, las verdades a medias y las falsedades que se difunden sobre el acusado, se hace necesario ofrecer una visión propia.
¿Genocidio?
Se afirma que Varela es culpable de "genocidio". Pero no se añade que se trata de una perversión del lenguaje llena de mala fe. Se ha creado una ley políticamente correcta por la que debe ser condenado todo aquel que cometa un genocidio, lo que encuentro justo, o a quien incite a que se cometa, lo que también es lícito. Pero se añade bajo el mismo epígrafe a aquellos que duden (minimizen) o nieguen que en algún momento histórico alguien haya perpetrado un genocidio hasta ahora aceptado como cierto. Se refiere, evidentemente, al denominado "Holocausto" de judíos en Europa durante la II Guerra Mundial. Puesto que ningún otro "Holocausto" (los 60 millones de cristianos víctimas del Goulag soviético os saludan, los millones de alemanes víctimas del fuego y la persecución de postguerra claman por un recuerdo y los holocaustos de Dresde, Hamburgo, Hiroshima y Nagasaki están ahí, por no hablar del exterminio masivo de los indios de las praderas por los liberales norteamericanos) será denunciado, ni ningún comunista español será perseguido por lo que pudiera haber hecho Stalin en Sibería hace unas décadas.
Existen historiadores de la escuela denominada revisionista que dudan seriamente y con argumentos más que sólidos de las cifras y el volúmen de la persecución contra los judíos. No niegan los campos de
concentración, como se ha dicho en la prensa. Tampoco niegan la persecución de los judíos, como afirma la misma sentencia contra Varela.
Pero sí niegan que se llegara a la cifra mítica de 6 millones a la que nos parece querer obligar la sentencia dictada. Pero es que incluso la historiografía oficial no revisionista ha dejado de aceptar hace tiempo esa cifra como válida, barajándose las más variadas, pero que en cualquier caso reducen el número de víctimas sustancialmente. Algunos libros de estos autores son los que ofrecía la Librería Europa, como el reciente de Roger Garaudy, Los mitos fundadores de la política israelí. ¿Habrá que calificar a Pedro Varela de genocida por ofrecer esos libros a la curiosidad del lector o el investigador?. He ahí su único "crimen". Y he ahí el verdadero motivo de la intervención policial y el vapuleo mediático.
Ha habido voces inteligentes y libres que han detectado el error judicial y la falsificación del lenguaje. El día de la sentencia, lunes 16 de noviembre de 1998, en un programa de la cadena de radio COPE en el que participa Jiménez Losantos se arremetió con dureza contra la sentencia.
Se vino a decir que el juez no estaba bien.
Se estimó que era una sentencia peligrosísima por establecer un régimen dictatorial que impide la pluralidad.
Uno de los contertulios dijo que un juez al que le cayesen mal los comunistas podría decir que éstos mataron 100 millones de personas y, por lo tanto, todas las librerías comunistas habrían de ser cerradas.
Se preguntaron también que quién es el autorizado para decir cuándo una ideología es criminal y cuándo no lo es.
Asimismo se dijo que lo que debe perseguirse es el delito, no el pensamiento, aunque no nos guste.
También dijeron que cómo iba a poder saber un ciudadano lo malos que eran los nazis si no se le permite ir a una librería y comprar sus escritos.
Se dijo también que era penoso y triste cómo se iba poco a poco haciendo que todo el mundo pensara de la misma forma, penando con la cárcel la heterodoxia.
Por último, los contertulios hicieron votos para que en la apelación se corrija esta locura y se absuelva a Varela.
Los intelectuales allí reunidos añadieron que si alguien defendía que la luna era cuadrada, tenía todo el derecho a afirmarlo, por mucho que esa opinión contrarie las generalmente aceptadas. Otra cosa sería que se incite a robar bancos o asaltar a los transeuntes y a cometer asesinatos, cosas que evidentemente el Sr. Varela no hace.
Parecida fue la posición que defendió Alfonso Rojo en la emisión del programa de Luis del Olmo en Onda Cero, a quien se le sumaría José Oneto, afirmando que "¡Es un disparate; mañana habrá que quemar El poema del Mio Cid y el Quijote, meter en prisión al 80% de los libreros porque venden libros del Marqués de Sade y los autores de La sonrisa vertical...". Respondiendo a otros contertulios, Rojo afirmó que "No se pueden penalizar las ideas", "No se puede penar el hecho de vender libros". Al inquirirle que se condenaba a Varela por difundir el Nacionalsocialismo, Oneto apuntó que "Eso es Inquisición". "Las ideas no delinquen", insistió Rojo. Juan Morano, a pesar de no estar de acuerdo con Rojo, dudó de la fundamentación jurídica de la sentencia. Ante la insistencia de Luis del Olmo contra Varela, Rojo les acusó de "inquisidores", añádiendo "estáis como cabras", después de solicitar "una camisa de fuerza para el juez" (El Periódico, 18.11.98).
En ese mismo sentido se expresaban sendos artículos de Jimenez Losantos y Jaime Campmany en los diarios "El Mundo" y "ABC" del 18.11.98 respectivamente. Campmany afirma con razón que "...las ideas sólo se pueden y deben combatir con otras ideas. No vale tipificar las ideas como delitos, porque las ideas no delinquen. Ni delinquen aquellos que las exponen, predican o defienden, siempre que lo hagan sin abandonar el terreno de las ideas para pasar al campo de la acción. El pensamiento es libre y no cabe en los códigos. Los códigos penales tipifican conductas, y no deben tipificar creencias, doctrinas, teorías, ideas". Añadiendo que "a mi me parece que meter en la cárcel a un librero, a un editor, a un pensador o a un predicador, es igual que quemar a un hereje. ¿Quién será capaz de dictar sentencia sobre las ideas: el Tribunal que condenó a Savonarola, el inquisidor que encarceló a Fray Luis de Leon, los que intentaban detener el movimiento de la tierra sellando la boca de Galileo Galilei, los jueces que condenaron a Jesús a morir en la Cruz?". Continúa, refiriéndose a la decisión del juez Santiago Vidal de quemar los 21.000 libros de Varela, que ahora que "el índice se ha convertido en un anacronismo histórico, vamos a poner a la justicia de nuestra democracia a hacer "donosos escrutinios" como el del cura y el barbero en la biblioteca de Don Quijote. Hay hombres catones que pretenden arreglarlo todo quemando libros".
El valiente artículo de Jaime Campmany finaliza afirmando que "Cuando la democracia encarcela, destierra o amordaza a los que predican la dictadura y el despotismo, se convierte ella misma en un despotismo. Más o menos ilustrado, pero despotismo". Dedicándo una coletilla al juez que condena a Pedro Varela, Santiago Vidal: "En la democracia española... de vez en cuando aparece algún energúmeno, legislador, gobernante o juez, queriendo repartir mordazas como si fueran preservativos. Póntela. Pónsela".
Ya con anterioridad a la celabración del juicio, se alzaron voces desde posiciones claramente democráticas que cuestionaban la eficacia de una condena a Varela y argumentaban que la libertad de expresión está para todos, incluso para aquellos que piensan que el holocausto no existió y que en los campos de exterminio no se asesinó a millones de judíos, como por ejemplo el historiador antinazi Xavier Casals (El Temps y Avui del 15.10.98).
El periodista Xavier Rius-Sant (El Pais, 18.11.98), quien por cierto se felicita de que Varela ingrese en prisión, porque, según él, en los libros que vendía "se llama al exterminio de seres humanos", lo que es absolutamente falso, temía que Varela se convierta en un mártir venerado por los nacionalsocialistas de medio mundo, dudando que este "rectificara sus opiniones sobre Anna Frank o la existencia de las cámaras de gas". "Al menos ahora, continuaba el irónico "especialista en derechos humanos", Varela, aunque piense que tiene la verdad, ya no podrá difundir desde ese local de Barcelona a los cinco continentes ciertos libros...".
Y Martin Prieto, en su artículo de opinión en El Mundo (20.11.98), se podría hacer reo de difusión del genocidio, al recomendar la lectura nocturna del "Mein Kampf", enmarcando el libro en su contexto: la República de Weimar, el Tratado de Versalles, la revolución comunista y la hiperinflación. Anuncia su intención de comprar en la librería Europa "Los protocolos de los Sabios de Sión" y "La mentira de Ulises" de Paul Rassinier (antes de que sean enviados al fuego democrático, al parecer el único lícito). Confiesa la posesión de las memorias del SS Otto Skorzeny, liberador de Mussolini ("Vive peligrosamente"). Puesto que, como afirma, "la curiosidad intelectual no es delictiva ni pecaminosa, hay que conocer al adversario para poder debelarle". Y sigue "la misma vergüenza ajena siento ante la condena de un neonazi español por distribuir la literatura de lo suyo..." "O se pasa el nuevo Código Penal o el juez ha confundido el nabo con los pámpanos porque el pensamiento no delinque aunque esté escrito y se venda por menudo". Y finaliza afirmando que "Lo peor de esta sentencia es que ha sido recibida de buen grado como políticamente correcta, ese extraño código de conducta occidental... Pensar es introducir la duda en lo que se observa".
Incitación al odio racial
La dictadura de los medios de comunicación y la nueva y pésima ley que impone el juez Santiago Vidal (irónicamente socio de "Jueces para la democracia", asociación "progresista" de evidente carácter político), tergiversan nuevamente el lenguaje deduciendo que si alguien vende el "Mi Lucha" de Hitler, forzosamente lo que está haciendo es incitar al odio racial. Contestar a semejante barbaridad supone un insulto a la inteligencia de mi amable lector y le dejo el trabajo a sus propias neuronas.
Apologia del genocidio
Una persona medianamente inteligente comprende que bajo este epígrafe se engloba a alguien que no es genocida en sí, pero que propone, difunde o incita, mediante la palabra o el escrito, a que se asesine y mate a un grupo humano. Por ejemplo, "¡mueran todos los castellanos!" podría entenderse como un cabreo de alguien o como "apología del genocidio", porque se incita al asesinato de ese colectivo. En el caso de Pedro Varela no se ha podido encontrar ni un sólo texto hablado o escrito donde se propusiera semejante barbaridad. Es más, siquiera entre todos los libros históricos encontrados en la Librería Europa se ha podido demostrar que alguien pidiera el asesinato de nadie, y aún así no habría sido responsabilidad del librero.
Pero la mala fe se hace nuevamente patente, porque "ellos" consideran que dudar de la historia tal y como nos la cuentan es lo mismo que hacer apología del genocidio. Y la dictadura mediática se desgañita sin cesar, reproduciendo lo mismo, hasta que una aincongruencia se convierte en verdad absoluta por mera repetición ad absurdum.
Recientemente, el diario ABC (martes 29.9.98) daba a conocer en titulares: "Descubren que uno de los más aplaudidos testimonios sobre el holocausto es falso". Se refería al libro del autor judío Benjamín Wilkomirski, que había corrido paralelo a los clásicos del "Holocausto" en fama, honores, premios internacionales y piedra angular de toda esta "story". "Las revelaciones de la "Weltwoche" han caído como una bomba, en Suiza, en Alemania, en Israel, en Estados Unidos y en toda Europa, donde los más eminentes especialistas han quedado desnudos y desarmados. Varios eminentes estudiosos en la gran literatura producida por el Holocausto se habían atrevido a aventurar, en su día, que muchas páginas del libro de Wilkomirski eran pura literatura. A esas críticas el autor respondió, indignado, en su día, insitiendo en la "veracidad" de su memoria y testimonio infantil. Tras las revelaciones de la "Weltwoche" es imposible continuar defendiendo un "testimonio" sencillamente falso". La noticia fue reproducida por otros diarios como "El País". Según la sentencia dictada contra Varela, el juez Santiago Vidal debería condenar a prisión al director de ABC, al autor del artículo, a la dirección de "Weltwoche" y a todos los kiosqueros que han difundido ese número del periódico, por incitación al "genocidio" al no creer más en las afirmaciones holocausticas de Wilkomirski.
La nueva censura
En el espíritu de la nueva ley, de todo el proceso y de la campaña de prensa existe un clarísimo espíritu censor, característico de enanos intelectuales que ha habido, hay y habrá siempre en todos los sistemas políticos. Pero antes no se apuntaban a "Jueces para la democracia", ni pasaban de "progresistas". Espíritus pequeños, en fin, que sin embargo no tienen el carácter necesario para "pringarse" y decidir cuál es el nuevo índice de libros prohibidos, lo que facilitaría el trabajo a las librerías y a los lectores. Simplemente envían a las fuerzas del Estado a que se lleven de forma arbitraria lo que les de la gana y luego, muy democráticamente, deciden echar al fuego los cerca de 21.000 libros.
¡Admirable!.
A estas alturas, sin embargo, se sigue sin saber qué libros están prohibidos en España y dónde se sienta el Gran Inquisidor a quien consultar qué libros vender y cuáles no, para evitar que inopinadamente uno quede convertido en "genocida".
Un libro debe ser combatido con otro libro, ¡pero no con fuego! y menos en nombre de la justicia.
La oferta de la librería se dice que no es plural, pero eso no constituye un argumento. Hay librerías especializadas en deporte, en pornografía o en aeronáutica. Por lo demás, en la librería Europa se ofrecen títulos como "El Capital" de Marx o el "Diario de Anna Frank", cosa que otros no hacen a la inversa, y títulos de cultura, pensamiento y filosofía en menor cuantía pero solicitados por los clientes. Entonces llegan los intolerantes y deciden que si sólo vendemos una temática queda demostrada nuestra tendenciosidad y que lo demás es "una tapadera". ¿Quién lo decide?. ¡El espíritu censor sigue palpitante!.
Hay librerías que venden manuales de cómo fabricar bombas caseras, cómo envenenar el agua de las ciudades o incendiar bosques. Y se venden en nombre de la libertad de expresión. La cuestión estriba en saber si es lícita la venta de veneno. Pero ¿quién decide qué sustancias son venenosas y cuáles no? ¿"El Capital" de Marx, por ejemplo, del que podría deducirse el "Goulag" soviético?. La difusión de ciertas ideas abyectas puede ser reprobable, pero no está claro que sea un delito, por la vieja razón de que el pensamiento no delinque.
Para personas serias no puede haber libros perniciosos. Cualquier persona culta o curiosa puede tener en su biblioteca el "Libro rojo" de Mao o el "Mi Lucha" de Hitler o "Los protocolos de los Sabios de Sion", "La desigualdad de las razas humanas" del antropólogo francés Conde de Gobineau e incluso "El Mito de los 6 millones" de J. Bochaca o el nuevo libro de Roger Garaudy sobre este tema, ¿por qué no?. Sin sentirse por ello impelidos a despreciar u ofender a nadie. Sin embargo, ahora no habrá tienda donde puedan comprarlos, so pena de que encierren al librero 5 años en la cárcel. El rechazo de un libro deben hacerlo los lectores y no los censores de siempre.
En Suiza, jueces con más luces han decidido absolver al librero Aldo Ferraglia, que vendía igualmente el libro revisionista de Roger Garaudy Los mitos fundadores de la política israelí. Había sido acusado de "genocidio" por las asociaciones militantes judías dado que este libro duda seriamente del Holocausto. En última instancia, declaró el tribunal, la responsabilidad con respecto al libro no va más allá del impresor.
¿Libros prohibidos?
"Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión y a buscar, recibir y difundir las informaciones y las ideas" (Art. 19 Declaración de los Derechos Humanos).
Algunos títulos de los ejemplares secuestrados en la Librería Europa podrían contener opiniones contrarias a los principios básicos del ordenamiento constitucional, como por ejemplo el "Mi Lucha" de Adolf Hitler. Pero eso no supone incitar a nadie a que cometa crímenes de ningún tipo o incitación al odio racial y la discriminación. Nos encontramos nuevamente ante una inequivoca mala fe en la interpretación de la ley. Con su venta no es nuestra intención hacer apología de las ideas que en los mismos se contienen, sino únicamente facilitar su estudio por los especialistas o satisfacer la curiosidad intelectual del lector.
La Librería Europa pide al estimado comprador, una asimilación responsable del contenido del libro y no se hace responsable del mismo, lógicamente. Es un problema con su autor y con la historia.
Se dispone de ejemplares para la investigación y el estudio.
Dado que no existen libros prohibidos en España, no existe un indice de libros a perseguir, no existe una censura, no existe una oficina de consulta de libros que pueden o no pueden ser vendidos, nos consideramos sin el derecho a impedir el conocimiento de la existencia de estos títulos al público.
En definitiva, se nos prohíbe dudar. Y si no obedecemos se nos envía a la carcel por un lustro como a vulgares criminales. Es un argumento brutal pero nada convincente.
Cuando se me prohíbe dudar, me asalta la duda.
¿Como es posible?
La pregunta decisiva es, ¿cómo es posible que se acuse y condene a alguien inocente de algo tan terrible como es un genocidio? La respuesta la encontramos en un análisis amplio y profundo de la verdadera situación política e ideológica del mundo.
Los medios de comunicación no son libres. Y dejo la investigación que fundamente mi aserto al amable lector. La prensa, la TV y la radio proporcionan un acceso a cierta información, pero no a otra (la idea de quemar 21.000 libros corrobora que estos no deben ser leídos). Pero además, la información no es conocimiento. La falta de información no es el problema de la población intelectualmente subdesarrollada. El problema es la falta de entendimiento, decía Noam Chomsky en una reciente entrevista (El País, 3.11.98). Lo importante son los principios.
La justicia está politizada. Lo ha estado con los romanos - Pilatos no hizo sino obedecer al griterio de los mismos que hoy gritan crucificad a Varela -. Lo estuvo con los reinos católicos medievales, con el Absolutismo, con la Revolución Francesa, con Hitler, con Stalin, con Clinton, con Pujol y con Aznar. Hay magistrados y fiscales que buscan perseguir a gobernantes de otros países o a libreros discutidos para seguir chupando cámara cada día (Garzón, Mena, etc.) y "jueces para la democracia" que actúan según sus criterios de grupo y no según un más elevado sentido de la justicia.
Es el poder político el que establece lo que debe y no debe ser condenado. Hoy le llaman "políticamente correcto". Pero no es sino un mal disfraz para lo de siempre, pero con hipocresía. Ningún rey o emperador del pasado pretendía que la "libertad de expresión" era el fundamento del Sistema.
Y es el poder económico en la sombra quien decide el poder político y manipula los medios de comunicación. El principal instigador y beneficiario de todo este asunto ha sido, es y será el Sionismo.
Y esto ya es otra historia.
¿Cual sera la solución?
Lo que los jóvenes tienen que aprender ante la dictadura cibernética que se avecina a nivel planetario, es a relacionarse con los demás seres humanos. Esto implica estar cara a cara con la gente. Cara a cara: ¡es muy importante!. No somos marcianos. Cuando los jóvenes se cuelgan de Internet están participando en mundos imaginarios, donde se relacionan con gente imaginaria. Cuando la gente queda inmersa en el maremagnum de noticias, prensa, televisión y ruido mediático lleno de eslóganes por todas partes, se relacionan con una realidad imaginaria. Es la que el Sistema quiere que creamos. Apenas podemos enfrentarnos con argumentos serios y trabajados a los eslóganes de la prensa. Es así. La dictadura mediática es peligrosa porque crea la ilusión de que estamos muy bien informados. Pero en los asuntos esenciales se nos desinforma muy bien, continuaba Chomsky en la citada entrevista.
Conclusión
Siendo cristiano convencido, las decisiones de los hombres me afectan sólo superficialmente. Dar testimonio de la verdad es a lo más que podemos aspirar como tales, aunque para ello tengamos que pagar un alto precio. Existe un más alto tribunal ante el que todos habremos de comparecer y es al único que hemos de temer.
"Uno sólo es el legislador y el juez, que puede salvar y perder. Pero tú, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?" (Santiago 4-12).
"Porque sin misericordia será juzgado el que no hace misericordia. La misericordia aventaja al juicio" (Santiago 2-13).
La dirección electrónica de este documento es: <http://aaargh-international.org/espa/actualidad/PVjuicio9811.html>