Nunca he creído verdaderamente
que nos dejarían celebrar una conferencia revisionista
en Beirut pero me he comportado como si este encuentro debiera
haberse verificado.
Mi única precaución se ha limitado a confirmar sólo
en el último momento mi viaje en avión. He tenido
razón: he podido ahorrarme gastos en esto.
Se puede comprender a Rafik Hariri, primer ministro de Líbano.
La deuda de su país "asciende hoy a veinticuatro mil
millones de dólares para cuatro millones de habitantes"
(Agnès Levallois, "Líbano se esfuerza por reactivar
su crecimiento y se ataca a la deuda pública", Le
Monde-Économie, 27 de febrero de 2001, p.V). Por otra
parte, no podía razonablemente dejar estallar, muy cerca
del estado de Israel, lo que llamo "la bomba atómica
del pobre". Esta bomba, puesta a punto por los revisionistas,
no mata a nadie pero si se la hace estallar en la escena internacional,
puede, por una sucesión de reacciones en cadena, desintegrar
progresivamente la impostura del "Holocausto". Ahora
bien, dicha impostura ha permitido la creación de Israel
y, de este estado, es a la vez la espada y el escudo.
Los dirigentes de todos los estados del planeta necesitan mucho
dinero y deben, por consiguiente, conciliarse a los judíos.
Los judíos, siempre gimoteantes y siempre amenazadores,
saben dar miedo. Pueden a discreción cortarle a uno los
víveres, lanzar un boicoteo, provocar un embargo. En vista
de las circunstancias presentes, ningún dirigente puede
tolerar en su país la celebración de una conferencia
revisionista. Japón está totalmente enfeudado (
veáse el caso de la revista Marco Polo). China,
en cuanto a ella, juega a fondo la carta judía: quiere
que se mantenga la ficción del "Holocausto" de
los judíos para estar en condiciones de pretender que los
chinos han sido las víctimas de un "holocausto"
comparable, perpetrado por los japoneses; los chinos se presentan
en "judíos" de los nipones y tomando como ejemplo
a los judíos, exigen de Tokio sustanciosas reparaciones
financieras. Además, -- Serge Thion me lo recuerda oportunamente
-- China mantiene buenas relaciones con un estado judío
que le vende importantes secretos militares y tecnológicos
venidos, en parte, de Estados Unidos. En cuanto a los dirigentes
iraníes, temen ellos también, a esos judíos
que odian; han interrumpido la publicación en el Tehran
Times de una serie de artículos revisionistas y se
negaron a facilitar el motivo de esta decisión.
No veo más que tres posibilidades para la celebración
de una próxima conferencia revisionista internacional:
1. Se celebrará en Estados Unidos
con un refuerzo de las precauciones habituales;
2. Se verificará en otro país pero sin anuncio
previo, con un número limitado de participantes y para
una duración que no pase de dos días (una sola
noche en hotel pues); es sólo en el último momento
del encuentro, o aun más tarde, cuando un comunicado anunciará
que tal conferencia se ha verificado efectivamente;
3. Si la situación de los palestinos se agravara considerablemente, provocando al mismo tiempo una viva indignación de los pueblos del Próximo Oriente y del Oriente Medio, un dirigente de un país de la región podría tomar la decisión de pasar el Rubicón: contestando a una completa "sharonización" de la política israelí, se armaría entonces de valor para anunciar la celebración en su país de una conferencia revisionista y decidiría resistir, pasara lo que pasara, las formidables presiones ejercidas por los S.K.K.K. (Serial Kosher Kid Killers: los asesinos en serie de niños y según el ritual casher)
Por ahora, este proyecto de una conferencia en Beirut, llevado
por unos americanos ávidos de publicidad y por unos suizos
un poco demasiado ingenuos no acaba en un fracaso completo. La
resonancia del asunto, sin ser considerable hasta ahora, ha podido
abrirles los ojos a muchos sobre el valor intrínseco y
el alcance internacional del revisionismo histórico. Es
otro tanto ganado para el futuro.
27 de marzo de 2001