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Beirut: la imposible conferencia revisionista

por Robert Faurisson

 

Nunca he creído verdaderamente que nos dejarían celebrar una conferencia revisionista en Beirut pero me he comportado como si este encuentro debiera haberse verificado.
Mi única precaución se ha limitado a confirmar sólo en el último momento mi viaje en avión. He tenido razón: he podido ahorrarme gastos en esto.
Se puede comprender a Rafik Hariri, primer ministro de Líbano. La deuda de su país "asciende hoy a veinticuatro mil millones de dólares para cuatro millones de habitantes" (Agnès Levallois, "Líbano se esfuerza por reactivar su crecimiento y se ataca a la deuda pública", Le Monde-Économie, 27 de febrero de 2001, p.V). Por otra parte, no podía razonablemente dejar estallar, muy cerca del estado de Israel, lo que llamo "la bomba atómica del pobre". Esta bomba, puesta a punto por los revisionistas, no mata a nadie pero si se la hace estallar en la escena internacional, puede, por una sucesión de reacciones en cadena, desintegrar progresivamente la impostura del "Holocausto". Ahora bien, dicha impostura ha permitido la creación de Israel y, de este estado, es a la vez la espada y el escudo.
Los dirigentes de todos los estados del planeta necesitan mucho dinero y deben, por consiguiente, conciliarse a los judíos. Los judíos, siempre gimoteantes y siempre amenazadores, saben dar miedo. Pueden a discreción cortarle a uno los víveres, lanzar un boicoteo, provocar un embargo. En vista de las circunstancias presentes, ningún dirigente puede tolerar en su país la celebración de una conferencia revisionista. Japón está totalmente enfeudado ( veáse el caso de la revista Marco Polo). China, en cuanto a ella, juega a fondo la carta judía: quiere que se mantenga la ficción del "Holocausto" de los judíos para estar en condiciones de pretender que los chinos han sido las víctimas de un "holocausto" comparable, perpetrado por los japoneses; los chinos se presentan en "judíos" de los nipones y tomando como ejemplo a los judíos, exigen de Tokio sustanciosas reparaciones financieras. Además, -- Serge Thion me lo recuerda oportunamente -- China mantiene buenas relaciones con un estado judío que le vende importantes secretos militares y tecnológicos venidos, en parte, de Estados Unidos. En cuanto a los dirigentes iraníes, temen ellos también, a esos judíos que odian; han interrumpido la publicación en el Tehran Times de una serie de artículos revisionistas y se negaron a facilitar el motivo de esta decisión.
No veo más que tres posibilidades para la celebración de una próxima conferencia revisionista internacional:


Por ahora, este proyecto de una conferencia en Beirut, llevado por unos americanos ávidos de publicidad y por unos suizos un poco demasiado ingenuos no acaba en un fracaso completo. La resonancia del asunto, sin ser considerable hasta ahora, ha podido abrirles los ojos a muchos sobre el valor intrínseco y el alcance internacional del revisionismo histórico. Es otro tanto ganado para el futuro.

27 de marzo de 2001



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