La solución al problema israelo-palestino
es muy sencilla, y la vamos a examinar aquí. Ahora bien,
hace falta recordar unos cuantos datos básicos pues ninguna
solución puede ser hallada fuera de los parámetros
que presidieron a la fabricación del problema.
Retomemos la situación en 1917, en vísperas de la
Declaración Balfour : tenemos en Palestina una población
árabe, musulmna y cristiana. Algunos judíos locales
y algunos judíos procedentes de Rusia han venido con el
dinero de los banqueros judíos de Europa occidental. Esta
población árabe vive bajo el régimen otomán,
que le deja la rienda suelta a los notables, con la condición
de que se cobren los impuestos y se respeten algunas reglas sencillas.
Hay que reconocer que el nacionalismo moderno no la moviliza,
y que esta población goza de una autonomía de hecho,
en la medida en que tiene sus ejecutivos, sus recursos, sus intercambios.
La presencia secular de unos pocos judíos orientales nunca
ha planteado el menor problema. La llegada de judíos rusos
y polacos, agitados por el sueño sionista, se percibe como
ago exótico.
Todo cambia cuando llegan los ingleses, al concluir la primera
guerra mundial. Se instalan por la fuerza : se han repartido la
región con otros buitres de la misma ralea, que, a la par
de ellos, codiciaban los restos del imperio otomán.
Entre 1917 y 1948, treinta años de dominación, terror
inglés, ascenso de un sistema judío de adueñamiento
de las tierras, expropiación de las poblaciones palestinas,
en provecho de distintas bandas de ladrones, asesinos, ingenuos
y banqueros procedentes de Polonia, Besarabia, Rumania, Rusia,
Lituania, o sea, judíos desesperados por hacer dinero,
y adquirir tierras y privilegios variados, los cuales vampirizan
el país. Asientan lo que es la dinámica de cualquier
colonización : la transferencia de la riqueza local de
manos de los árabes palestinos a las de judíos,
bajo la mirada cómplice de los ingleses.
Si los franceses quisiesen hacer una comparación que les
aclare el panorama, basta con que imaginen una situación
en la que la Alemania nazi, después de imponer la fuerza
de sus armas, hubiese llevado a varios millones de alemanes, polacos,
rusos y baltos a instalarse en Francia, para ir comprando todas
las tierras, colonizando las ciudades, abriendo escuelas, bancos,
formando sindicatos enteramente reservados a los ciudadanos del
Tercer Reich, mientras creaban milicias étnicas.
En 1948, una asamblea de naciones, llamada "Naciones Unidas",
se atribuyó un derecho que por supuesto no le pertenecía
: el de proclamar un Estado judío en Palestina. Está
claro que en en el estado acutal y presente del derecho, los judíos
no tenían ni tienen todavía el menor derecho a apropiarse
la menor parcela de la tierra palestina, como tampoco la hubieran
tenido en Madagascar, Argentina, Uganda o Birobidjan (donde se
contemplaron proyectos semejantes). Todo cuanto han hecho los
judios en Palestina desde 1948 es nulo desde el punto de vista
del derecho : quiero decir, el derecho tal como la gente lo vive,
el que tiene que ver con el corazón y el alma de los habitantes
de ese país. El derecho legal, el de las instituciones
internacionales es otro : se le puede manosear, torcer, virar
al revés : no tiene mucha importancia. Israel nos ha enseñado
que se pueden proclamar decenas de resoluciones de las Naciones
Unidas, sin que pase gran cosa. Israel es un estado de hecho,
impuesto por la fuerza. Aún las resoluciones inicuas de
las Naciones Unidas de 1947 son caducas ya que preveían
la creación de dos estados en Palestina. El derecho internacional
es pues una ficción que se utiliza según las circunstancias,
y esto es conocido. Pero el derecho de hombres y mujeres a vivir
en la dignidad es absolutamente indeformable. No se le puede arrebatar
a la gente, en todo caso, no más que la propia vida. Palestina
les pertenece a los palestinos. No puede pertenecer, bajo ningún
artificio, ni a moldavos, ni a polacos, ni a ukranianos, ni a
marroquíes ni a yemenitas o iraníes, emigrados y
organizados para robarse la tierra, los árboles, el agua,
las carreteras, las viviendas de la gente que habita allí.
Hubieran tenido que matarlos a todos, sueño que siempre
quisieron realizar gente como Jabotinski, Begin, Samir o Ariel
Sharon. Esa gente que alimentan el fantasma de la exterminación
de los judíos no tienen más que un objetivo : exterminar
a los árabes. Véase lo sucedido en Sabra y Chatila.
Los sionistas siempre han compartido las ideas "volkisch"
de los hitlerianos. Son las circunstancias las que permiten a
veces, y aveces no, ponerlas en práctica. Y esta certeza
es lo que asusta a los israelíes, cuando Ariel Sharon se
acerca al mando : ellos saben que él es el hombre más
capaz de ello.
De modo que, desde 1917, y más aún desde 1948, la
dominación de los judíos se hace por la fuerza (1).
Seamos exactos, no por la amenaza sino por el uso de la fuerza
: arrestos masivos, golpes y torturas en las comisarías,
encarcelamientos por motivos ligeros, asesinatos, tienen lugar
por miles, y millones, desde 1948. Todas las organizaciones humanitarias
tienen expedientes cargados sobre estos horrores cotidianos. A
los policías y soldados judíos les inculcan un racismo
poderoso que les lleva a un sadismo especialmente vicioso, admitido
y celebrado por los oficiales. Racismo y tortura son institucionales
en ese país tan amado por nuestros socialistas.
Toda la prensa se conmueve al ver que la actual guerra israelí
desemboca en la muerte de un niño, en directo, por televisión.
Pero el asesinato de mujeres y niños es una vieja especialidad
de los "combatientes judíos" que se han ilustrado
en ese terreno desde Deir Yasin en 1948. Sin duda merecen el primer
lugar en el Guinness Book of Records en ese rubro. Los viejos
métodos del NKVD y de la Gestapo se han perfeccionado bastante.
Y Palestina no es nada parecido a la España franquista
: después de una guerra atroz y una violenta represión,
el régimen descansaba sobre su propia dictadura. La policía
no llenaba las calles, como si el orden se originara por sí
mismo. En Palestina, la guerra de 1948 no trajo el orden, sino
que expulsó a más de la mitad de la población.
El resto vivió como perros sometidos al capricho de los
militares judíos, a los cuales les importaba mucho demostrar
que los judíos de los ghettos habían sido unos cobardes,
mientros ellos sí eran los machos de verdad.
La guerra, con sus altibajos, dura desde 1948. Israel creyó
que podía hacer diversión en varias oportunidades
atacando a los países árabes aledaños, que
se encontraban abocados a la misma. Para edificar un ejército
poderoso, Israel tuvo que desarrollar una red de aspiración
de recursos a escala internacional. Es la llamada "industria
del Holocausto" (2).
Todas esas guerras las ganó Israel : 1948, 1956, 1967,
1973 e incluso 1982. Pero cada victoria demostraba acto seguido
su vacuidad; ¿Construir un enorme dispositivo termonuclear?
Bueno, ¿y después qué?
El único objetivo militar que pueden perseguir los Israelíes
es lo que llaman demagógicamente la "paz", shalom,
es decir la aceptación de su presencia por los pueblos
árabes de la región, y especialmente por el pueblo
palestino. Ninguna de estas guerras ha permitido a los israelíes
acercarse a la meta. Han conseguido arreglos con los vecinos a
los que habían agredido y de los cuales habían arrebatado
territorios. El hecho de devolver los mismos después de
diez, veinte o treinta años de ocupación no hace
a Israel más "aceptable".
Ante la inanidad de las guerras, la inutilidad de las bombas atómicas,
la ineficacia de los cohetes y submarinos, el coste de las ocupaciones
militares de los territorios sustraídos a los vecinos,
los israelíes han encontrado la suprema astucia : convertir
a las organizaciones palestinas en auxiliares de la policía
israelí. Esto es el resultado de los acuerdos de Camp-David,
Oslo, Washington etc, por los cuales los judíos contratan
a Yaser Arafat como jefe de la policía auxiliar judía,
que tiene a cargo la protección de los judíos a
cambio de concesiones (autonomía, territorios) que siempre
se quedan en la promesa, y la negativa en cuanto a realizaciones
concretas, vueltas a prometer en el próximo "acuerdo
de paz", vueltas a rechazar, a reprometer etc. Los judíos
nunca cumplen su palabra, jamás. ¿Por qué?
Porque quieren que Arafat siga corriendo tras la ilusión
de que algún día se premiarán sus esfuerzos.
Y como los Estados Unidos, que son los grandes maricones de este
cuento, nunca le piden a Israel que cumpla lo que les corresponde
de los acuerdos firmados, pues se vuelve a empezar casi de cero
cada vez.
¿Qué piensan los palestinos de esta farsa? : les
importa tres berenjenas. En el terreno, ven que no solamente las
cosas no mejoran, sino que empeoran notablemente. El grado de
opresión es mucho más elevado ahora de lo que era
hace diez o veinte años. El país está dividido
en centenares de micro-unidades entre las cuales es sumamente
difícil circular, la opresión israelí se
ha reforzado, y se apoya además en el hecho de la neutralización
de una parte de las organizaciones palestinas que se han convertido
a los negocios y a la concusión que engendra el flujo financiero,
procedente de Europa en gran medida, a modo de "apoyo al
proceso de paz". Cuando tuvo lugar el primer incidente fue
lo de Sharon pero pudo ser cualquier otro- se vio a la masa palestina
abalanzarse sobre las implantaciones judías con el grito
de "mueran los judíos". Y ¿que queríais
que hubiesen gritado? : "?Viva Clinton y las papitas fritas?"
¿Quién es el opresor, el asesino, el ladrón,
el que día a día los despoja, prohibe, controla,
golpea, hambrea, viola y tortura? Es el judío, en uniforme,
o sin él. Todos está armados y todos están
listos para participar en pogromes como se practicaron en Francia
cuando las "ratonadas", cacerías de argelinos.
¿Qué hacen los israelíes ante esos jóvenes
que acuden con tirapiedras? Podrían dejar sus asuntos pendientes,
arremangarse, y caerles a trompadas, al cuerpo a cuerpo. Pues
no, son cobardes, tiene material sofisticado, fusiles con mirilla
para snipper, helicópteros lanza-roqueta : de modo que
disparan, y matan, y tienen puntería, y apuntan para matar,
pues no saben hacer otra cosa. Todos los dirigentes del estado
son matadores experimentados, antiguos miembros de los servicios
de inteligencia y del ejército. Barak estaba en los comandos
: en los años setenta, formaba parte de los grupos infiltrados
en Beirut por mar para ir a asesinar a los dirigentes palestinos
en la cama. Y lo hizo. Esa es su biografía oficial y le
enorgullece. Es el reino de los sanguinarios.
No pueden darse a aceptar porque su presencia es inaceptable :
¿a quién, en nuestro planeta, se le podría
pedir que aceptase que unos invasores procedentes de países
lejanos se apoderen de la tierra que es de uno, de la casa de
uno, destrocen la vida social y cultural de uno, confisquen el
poder político, les saquen impuestos como a culíes
chinos, les nieguen la educación? ¿Quién
aceptaría esa esclavitud?
Por eso es que los palestinos se entienden en torno a un objetivo
único, y están dispuestos a anunciarlo ante las
cámaras que han acudido repentinamente : quieren que los
israelíes se vayan. No solamente que se vayan del rincón
donde cada familia tenía su casa; que se vayan los judíos
de su aldea, de su pueblo, de sus ciudades, de cada región,
de todo el país. Como Juana de Arco quería echar
a los ingleses de Francia, eso mismo es lo que desean, con fuerza,
con religión, con una determinación que bien puede
llegar hasta la muerte. Igual que aquella Juanita, que nos parece
fue muy sabia y patriótica.
Hay que reconocer que esta es la única solución.
La enorme suma de transgresiones de los derechos humanos, de crímenes
de guerra y de crímenes contra la humanidad, perpetrados
todos los días desde hace más de cincuenta años
por el aparato represivo israelí es tan enorme que no cabe
ya lugar para la discusión Si el vecino llega a acomodarse
en tu casa y te cae a martillazos para quitarte la comida, ¿qué
clase de "paz" vas a hacer con él, si lo que
él quiere es seguir desollándote y romperte la jeta
a martillazos?
Si esto te sucediera, desearías que se fuera. Exactamente
lo que desean los palestinos hoy. Y para apoyar la expresión
urgente de este deseo, ponen su vida en la balanza, allí
mismo donde apunta la mirilla del soldado judío que no
duda un instante para matarlos a todos, empezando por niños
y mujeres. Las mujeres piden palos, los niños recogen piedras,
los hombres usan las manos para destripar a los ocupantes que
vienen a provocarlos. Hay que comprender estas cosas, comprender
que son la expresión de un derecho legítimo, reconocido
por todas las Cartas Magnas de derechos humanos, el derecho de
rebelarse contra la injusticia y la opresión. Y si no tienen
otras armas más que los brazos, pelearán a brazo
partido. Ya lo saben los judíos de Israel. Por ahora, aún
les queda la libertad de marcharse.
La solución es pues la siguiente : la salida ordenada de
todos los judíos hacia sus tierras de origen, u otras,
si encuentran tierras acogedoras junto con el desmantelamiento
de Iisrael como instrumento de expoliación y terror. Que
los judíos vivan en el Medio Oriente, eso nunca había
molestado a nadie, hasta 1948. Los derechos que hubieran podido
adquirir procurando que las poblaciones locales les aceptaran
no son tales : siempre han preferido acudir al uso de la fuerza,
que no crea el derecho. Siempre habrá más palestinos.
Más pechos desnudos ante los fusiles, siempre más.
En Israel mismo, se asquean los propios judíos de esas
matanzas fáciles. Muchos jóvenes se rajan al extranjero
para no formar parte de los masacradores. Eso no quita que las
comunidades judías, afuera, consideran altísimo
deber asociarse a los crímenes de masa, a las carnicerás
de niños, a la barbarie sistemática de sus correligionarios.
El gran rabino Sitruk siembra el odio y el miedo (3).
Todos están aterrados pensando en los efectos de bumerang
de la violencia con que tienen aplastados a los árabes,
aquí y allá. Todos esos enkipados son cómplices
y deberán un día pasar a ser juzgados ante los futuros
tribunales internacionales. No hay "actos antisemitas"
: hay actos contra cómplices de los criminales contra la
humanidad. Esta cólera popular es perfectamente comprensible.
No se dirige a los judíos en general ni a aquellos, cada
día más numerosos, que se desolidarizan del neo-nazismo
sionista. Es una guerra lo que está cuajando, y nace de
la incapacidad total de los israelíes para hacer lo que
dicen que harán : así la autonomía de los
territorios ocupados ha sido prometida veinte veces desde el encuentro
Begin-Carter-Sadat.
Es el proceso llamado "de paz" lo que hace la vida aún
más insoportable que antes a los palestinos, jóvenes
y mayores. Los países árabes están completamente
domesticados, por lo cual ya no pueden servir de derivativo a
los israelíes, quienes suelen hacer la guerra para ganar
tiempo (una buena guerra les proporciona de cinco a diez años
de respiro). La intifada que está recomenzando es la primera
guerra israelo-palestina. Esta vez, los palestinos tienen algunos
fusiles, y los aprovechan. Cuanto más tiempo pase, los
israelíes, que tienen miedo a pelear en las calles, irán
utilizando medios pesados, blindados y helicópteros de
combate. La respuesta israelí será un endurecimiento
de la política llamada de "separación"
(lo cual se traduce habitualmente por la palabra apartheid).
Pero ¿qué será de la vida de los israelíes
que se sentirán blanco de cien fusiles, de mil navajas,
de diez mil puños cada vez que saquen a pasear al perro?
Octubre 24 del 2000
1
Israel, estado sin constitución, sin fronteras, fundado
sobre una noción imprecisa de religión, reconoce
como ciudadanos potenciales a todos los judíos del mundo.
A los palestinos que se quedaron en su tierra después de
1948, musulmanes, cristianos y druzos, se les ha concedido recién
una ciudadanía incompleta y posiblemente reversible. De
estas extraordinarias anomalías jurídicas resulta
que la única manera correcta de nombrar a los ciudadanos
israelíes es el término "judío".
Esto es lo que quieren las autoridades de ese seudo-estado. Es
también el instrumento conceptual que permite gravar con
pesadas tasas a la diáspora cuya credulidad no tiene límites.
2 Véase el
libro del mismo título de Norman Finkelstein, disponible
en francés in PDF.
3 El Gran Rabino
Sitruk regó la voz de que un niño judío había
sido apuñalado en París, sabiendo que era falso.
Después fue a pedirle audiencia al presidente Chirac, quien
se negó a recibirlo.