Naturalmente el Estado de Israel ha incrementado la rejudaización
física de
Jerusalén, al mismo tiempo que aplica los llamados "Acuerdos
de Paz"
(Madrid-Oslo), que en su momento fueron jubilosamente consensuados
por la
totalidad de la llamada "comunidad internacional" (1).
No es casual, obviamente, que esos hechos coincidan con los mayores
esfuerzos realizados en Occidente para continuar simulando que
la política
del Estado de Israel -y de las organizaciones de la judería
sólidamente
implantadas en muchos países del mundo- se desarrolla en
un plano puramente
angelical, o "celestial" (en el estricto sentido bíblico
de pueblo y Estado
"elegidos").
Desde hace muchos años, en el mundo Occidental es imposible
realizar
cualquier crítica política al Estado de Israel o
al judaísmo en general. En
estas cuestiones toda crítica se transforma en blasfemia,
y el crítico es
sencillamente estigmatizado, demonizado y, finalmente, reprimido.
Ello tiene
una lógica profunda que se explica a partir de la sustitución
de lo político
por lo teológico, que es lo que está ocurriendo
en esta etapa de refundación
ideológica del Estado de Israel. A esta etapa la denominamos
nacional-judía
o hiperjudía (2).
La política del Estado de Israel está ya totalmente
inscrita dentro del
nacional-judaísmo, o del hiperjudaísmo, lo que significa,
en primer lugar,
que la ideología hegemónica de ese Estado tiene
ahora, en un nivel
cualitativamente distinto al de la etapa sionista, un fundamento
religioso,
es decir, bíblico.
Una ideología -única en su caso- basada en una interpretación
sui generis
del Antiguo Testamento, lo que incluye la existencia de un proyecto
de ley
en Israel (aprobado hacia fines del mes de febrero de 1997) que
castiga con
penas de hasta un año de prisión "...la posesión,
la impresión, la difusión
y la importación de informes o materiales que contengan
elementos que
persuadan a un cambio religioso" en el Estado Judío.
La Biblia Cristiana o
Nuevo Testamento entra dentro de esa categoría bibliográfica.
A partir de la
aprobación definitiva de la ley la práctica del
cristianismo devendrá en un
delito en la "Tierra Santa" (3).
En segundo lugar se le asigna -en esa ideología de Estado-
a los patriarcas
y profetas fundadores de los pueblos judíos, cristianos
y musulmanes, un rol
exclusivamente judío. Ellos son considerados por los actuales
dirigentes de
Israel, como los padres exclusivos de la nación judía,
hecho que transforma
a ese Estado y a esa sociedad en algo totalmente diferente del
resto del
mundo (4), y al judaísmo nacional israelí (hiperjudaísmo)
en algo
contradictorio y hasta opuesto a los otros dos grandes monoteísmos
abrahámicos.
El hiperjudaísmo, por ejemplo, es lo que ha convertido
a uno de los profetas
del Antiguo Testamento o Biblia Hebrea, Josué, en el campeón
del
nacionalismo judío. Desde 1990 cada soldado judío
lleva en su mochila un
ejemplar de la Biblia (Antiguo Testamento) donde se ha adjuntado
un mapa del
Eretz Israel que incluye no solamente Judea y Samaria (Cisjordania),
sino
Jordania y el famoso espacio del Nilo al Éufrates. El prefacio
a esa Biblia
Nacional que es para el hiperjudaísmo el Antiguo Testamento
fue redactado
por el rabino general de las fuerzas armadas judías Gad
Navon, quien subraya
que Josué es, por así decirlo, el primer jefe militar
del nacionalismo judío
(5).
Estamos en presencia de una gran complicación teológica
y política. Años
atrás -durante la etapa de la guerra fría- el concepto
sionista era
extremadamente útil, porque servía para caracterizar
una política, la del
Estado de Israel, diferenciada de una religión, el judaísmo.
¿Qué hacer ante
el hecho consumado por el cual el judaísmo -una religión-
ha sido
transformado en ideología oficial de un Estado, es decir,
en una política?
Toda crítica concreta adquiere así las dimensiones
de crítica teológica, que
además afecta decisivamente a los otros dos grandes monoteísmos:
el
cristianismo y el Islam. Las tres religiones aceptan a los mismos
patriarcas
y profetas con excepción de Cristo y Mahoma -los judíos-,
y Mahoma, los
cristianos (6).
De esta forma la política del Estado de Israel pretende
lograr el blindaje
religioso y cultural más invulnerable. ¿Cómo
decir, por ejemplo, que ese
Estado ha cometido y comete acciones criminales? De hecho ya no
estamos
hablando de sionistas sino de judíos, los "hermanos
mayores", como indica
oficialmente la Iglesia Católica Romana desde hace casi
una década, del
monoteísmo del mundo antiguo.
Dentro de la Iglesia Católica la polémica sobre
los "hermanos mayores" es
muy antigua. En determinados momentos ella tuvo relación
con la existencia
de numerosos cuadros eclesiásticos de origen converso.
Julio Caro Baroja, en
el Cap. 10, Vol. 2 de Los Judíos en la España Moderna
y Contemporánea, hace
relación al problema en "los jesuitas y los conversos"
(p.227).
El hecho es que una lectura sin prevenciones -sin "interpretaciones"
previas
- de los principales libros que componen la Biblia Hebrea o Antiguo
Testamento nos muestra a patriarcas y a profetas judíos
sosteniendo
proyectos políticos y métodos de acción que
corresponden exactamente a las
interpretaciones que en la actualidad hace el hiperjudaísmo
en esta
refundación ideológica del Estado de Israel (7).
Y esta realidad es la que
mejor explica la unidad de acción estratégica que
hoy existe entre los
Estados Unidos de América e Israel, que surge y se fundamenta
en dos
lecturas similares del Antiguo Testamento (la judía y la
evangélico-calvinista).
Aunque con diferencia de grado e intensidad, el Estado de Israel
y los
Estados Unidos de América (EUA) son los únicos poderes
fácticos del mundo
cuyas acciones se sustentan en "grandes principios".
Los (norte)americanos
son maestros en proclamar la moralidad perenne de su política
exterior; y
ello emerge de una lectura muy especial -evangélico-calvinista-
de la Biblia
Hebrea (Antiguo Testamento) (8). Por esa razón el mito
del "Holocausto" se
convierte en la piedra angular de la política exterior
norteamericana a
partir de su derrota militar en Vietnam, y en la base de un chantaje
permanente de Israel a Occidente en su conjunto (Ver: Capítulo
7, El Mito
del Holocausto y la Conciencia Occidental).
De una lectura sin interpretaciones del Antiguo Testamento surge
un
indudable sentimiento de superioridad nacional y racial: "Se
es más hombre
en tanto que se es más judío". "Lo judío
es lo que más próximo está de la
humanidad". Y así sucesivamente. El origen de esta
lectura es ciertamente
talmúdico, pero recién en esta contemporaneidad
pos-sionista existen las
condiciones militares para que la misma se transforme en un hecho
estratégico de gravitación extraordinaria.
El Talmud es el gran libro sagrado del judaísmo, donde
se ponen por escrito,
a partir del siglo II d.C., sus tradiciones orales. La Ley oral
es
indispensable en el judaísmo, tanto o más que la
Torah o Biblia Hebrea, ya
que esa tradición (oral) pretende extraer su legitimidad
del propio Moisés.
En los dos libros del Talmud y en la Mishnah (9) es donde se manifiesta
con
toda su claridad la violencia anticristiana del judaísmo.
Jesús es un
traidor que merece eterna condenación ("Cuál
es el castigo de este hombre?:
excrementos en ebullición -B. Guit 56b-57a). Toda la historia
del judaísmo
pos-talmúdica es una militancia anticristiana. Es por ello
que no se debe
entender al cristianismo como "antisemitismo", como
propone la hermenéutica
católica posmoderna, sino a la inversa, al judaísmo
como anticristianismo,
como ya sostuvo Lutero en 1543 (ver nota 33).
Por eso es que hoy todo ataque a la política del Estado
de Israel, se
convierte en una escisión trascendente, en una fractura
teológica entre el
crítico y lo criticado: se abre un foso insalvable entre
un "nosotros" y un
"ellos". El crítico se transforma así
en "extranjero", en el sentido del
Libro de Josué, lo que significa: en enemigo.
La lectura que hoy hace el hiperjudaísmo del Antiguo Testamento
no es una
lectura tribal. En realidad es una lectura imperial acorde con
el papel que
aspira a jugar el Estado de Israel y una gran parte de la comunidad
judío
(norte)americana en la construcción de un nuevo orden mundial
globalizado,
con un cristianismo institucional que ya actúa como el
hermano menor del
judaísmo.
Sólo falta reducir a los núcleos "duros"
del Islam y del nacionalismo árabe.
Y ello está planificado como una operación militar
que puede provocar una
catástrofe irreversible. Invito a los lectores a leer a
Moisés explicando a
sus tribus cómo conquistar la tierra prometida, imaginándolo
de pie sobre un
arsenal nuclear, táctico y estratégico. Imaginemos
la metodología política
de Moisés realizada con las tecnologías militares
actuales, "armas de
destrucción masiva", casi todas a disposición
del ejército judío.
Este proceso de refundación ideológica del Estado
de Israel hace que toda
investigación crítica se convierta en algo "abominable"
que proyecta al
autor hacia la clandestinidad y hacia la "blasfemia"
y, en el campo
puramente terrenal, hacia la cárcel, o por lo menos hacia
la marginalidad
más absoluta. No obstante, Israel sigue siendo un Estado
criminal,
cualquiera sea la ideología con que se recubra, pertenezca
ésta al reino de
lo terrestre o al reino de lo "celeste". Un Estado criminal
desde su misma
fundación sionista -es decir, nacionalista, europea, blanca,
laica,
racionalista y "civilizadora"- en un territorio usurpado
y ocupado a sangre
y fuego. Al mejor estilo "Antiguo Testamento".
La cobertura ideológica de base religiosa (talmúdica)
que hoy explicita ante
el mundo el Estado de Israel es de una gravedad aterradora. Los
otros dos
grandes monoteísmos originariamente pos-judíos quedan,
en principio,
atrapados en la red. Salvo que se sostenga, como lo hacen los
musulmanes a
partir del Corán, que los textos bíblicos en sus
actuales versiones son, en
su mayor parte, apócrifos. Por lo demás resulta
francamente artificial la
anterior pretensión "progresista" -es decir,
infantil- pretender escindir
sionismo y judaísmo, y definir "malo" a uno y
"bueno" a otro.
La Biblia judía es un discurso ideológico que emite
la propia divinidad. Por
lo tanto su texto es un texto sagrado. A partir del propio texto
Dios se
dirige al lector. Él es el destinatario del mensaje. Si
esto es cierto hay,
por lo tanto, en la lectura nacionalista del judaísmo,
un núcleo
irreversible de perversidad. Esa perversidad, esa "abominación"
que produce
"desolación" (San Juan, Apocalipsis), es la que
provoca los sucesivos
choques de la comunidad judía contra el resto del mundo
en estos últimos 32
siglos, si aceptamos como válida la mitológica datación
bíblica por la cual
la aparición de las primeras tribus hebreas en Palestina
(tierras cananeas)
ocurre hacia el siglo XII-XI aC.
Ahora, por primera vez desde sus mismos orígenes, el judaísmo
ha adquirido
una posición geoestratégicamente dominante en la
historia, por lo menos en
las grandes áreas de la política occidental y del
mundo antiguo. Esa
posición dominante comienza con la victoria Aliada en la
"segunda guerra
mundial" y la inmediata fundación del Estado de Israel.
En la actualidad el
poder judío se sustenta internacionalmente desde el control
de los
principales órganos de poder del Estado Norteamericano,
y a partir del lobby
judío-norteamericano, que es hegemónico en el plano
cultural, político y
financiero. El supuesto esplendor de la etapa davidiana de la
prehistoria
mítica de Israel queda totalmente opacado ante la situación
actual, ya que,
supuestamente, el poder político del Rey David sólo
llegó a significar, en
el mejor de los casos, la existencia de un pequeño espacio
geográfico
periférico totalmente ignorado por las grandes civilizaciones
de la época.
El poder fáctico de que hoy dispone el Estado de Israel
-y que en gran parte
le ha sido transferido y conquistado por -y dentro de- esa otra
gran
potencia bíblica que son los Estados Unidos de América,
a través de ese
"Tercer Estado" que es el lobby judío (norte)americano-
tiene como lógica
contrapartida una dimensión ideológica a escala
"religión fundadora". Por
primera vez, la ideología se engancha con el poder y la
palabra con los
hechos. Ahora el judaísmo es una política de Estado,
sustentada por una
potencia que dispone de un poder de alcance global.
De esa confluencia entre poder ideológico y poder fáctico
surge una gran
capacidad de acción, que no se corresponde ciertamente
ni con la cantidad de
judíos que habitan hoy en el planeta -unos 15 millones
de personas, es
decir, una pequeña "mancha" demográfica-
ni con las insignificantes
dimensiones espaciales del Estado de Israel, ni con ninguna otra
medición
fáctica del poder, en términos estrictamente sociológicos,
geopolíticos y/o
económicos.
En definitiva, existe una mutación política, cultural
y estratégica que
sufre el judaísmo en estos tiempos, desde la existencia
del Estado de
Israel. El nacional-judaísmo ha reemplazado al sionismo
(en su versión
nacional-revisionista y/o en su versión socialdemócrata)
como ideología
fundacional de un hecho político. Es esa cosmovisión
ultraviolenta del
judaísmo pos-sionista quien está organizando el
estallido de una guerra
mundial de exterminio con epicentro en Oriente Medio y con proyecciones
sobre Asia Central.
Esta nueva ubicación de Israel en un mundo al que se intenta
globalizar, se
corresponde con la lógica de una guerra civil interior
potencial que está
ocurriendo dentro de la sociedad israelí -incluyendo en
ese concepto
(sociedad israelí), por supuesto, a las ramas más
importantes de la judería
en el mundo. Esta guerra civil potencial tiene, lógicamente,
una relación
muy estrecha con la evolución de lo que se había
llamado hasta este momento
"Plan de Paz".
El asesinato del señor Rabin y las investigaciones que
sobre él se
realizaron y aún se realizan, fueron revelando una trama
increíblemente
compleja. Los sectores judíos que pueden ser definidos
como fundamentalistas
no sólo conspiraron -con prolongada anterioridad al asesinato
propiamente
dicho- contra la concepción original del "Plan de
Paz" ("paz por
territorios"): están asimismo estructurando una fuerza
-ideológica y física-
a escala internacional, con el objeto de desatar una guerra "definitiva",
una guerra de exterminio que tendrá por escenario principal
el Oriente Medio
(Siria, en primer lugar) y "zonas contiguas" del Asia
Central (Irán). Esa
"guerra definitiva" es una "solución final"
para exterminar y/o transferir a
la población palestina y árabe del Eretz Israel
(Gran Israel, o territorio
de Israel, con fronteras definidas -"desde el Nilo al Éufrates"-
a partir de
relatos bíblicos considerados "sagrados" por
los fundamentalistas judíos) y
lograr así una pureza étnica que el nacional-judaísmo
considera
imprescindible para la realización de su Plan Mesiánico.
A partir de esa guerra, el lobby judío (norte)americano
pretende alcanzar un
espacio económico ampliado -en Oriente Medio y Asia Central-
según objetivos
globalizadores. Lo intentó alcanzar bajo gobierno social-sionista,
que
pretendió convertir al Estado de Israel -vía "plan
de paz"- en el cerebro
tecnológico y financiero de un espacio árabe-musulmán
totalmente
domesticado, por medios "pacíficos" (políticos
y diplomáticos) (10). Ese
proyecto social-sionista ya no es viable porque la sociedad israelí
-incluidos los sectores más poderosos de la diáspora
judía- no es una
sociedad occidental normal, como ingenuamente pensó el
propio Occidente
hasta hace muy poco tiempo. En su interior se produjo una mutación
profunda
que tendrá alcances estratégicos trascendentes que
afectarán a la totalidad
del "mundo occidental".
Esa guerra ya está pre-diseñada a partir de numerosos
ensayos sobre el
terreno. El exterminio y la expulsión de grandes masas
poblacionales de
árabes y de musulmanes será un elemento constitutivo
esencial en el nuevo
conflicto que se está diseñando. Habrá asimismo
una fuerte represión en el
interior de la sociedad israelí, en la dirección
de eliminar del mapa
político y físico a todas las versiones del "liberalismo
laico judío".
Este conflicto interior no es nada nuevo en la historia del judaísmo.
Se
planteó en Alemania entre sionistas y "asimilados"
con anterioridad y
durante la "segunda guerra mundial". Fracciones del
sionismo, especialmente
las "revisionistas" (así llamadas posteriormente
porque querían "revisar" el
mapa de Palestina luego de la "partición" de
1947) negocian con la jefatura
del Tercer Reich, por lo menos hasta 1942, la transferencia a
Palestina sólo
de judíos sionistas, dejando a los judíos asimilados
para su posterior
traslado a campos de concentración de la Europa del Este.
Paralelamente
miles de alemanes de origen judío, pero no asumidos como
tales, pelearon
valientemente en la Wehrmacht por la victoria del III Reich.
Como veremos en el capítulo siguiente, la llamada "solución
final" no
consistió en el exterminio físico y planificado
de los judíos europeos. Por
supuesto que hubo asesinatos en masa de judíos y de no
judíos. Ello sucedió
en todos los frentes y en todos los bandos en pugna. Lo que pretendemos
señalar es que todos los documentos existentes hasta el
día de hoy
demuestran con claridad que el objetivo del nacional-socialismo
era excluir
a la población judía del Tercer Reich, y no exterminar
a esa población, como
sostiene la teoría del Holocausto o el Mito de los "seis
millones".
No se niega la existencia de crímenes cometidos por el
nacional-socialismo
alemán. Se sostiene que esos crímenes no son de
naturaleza distinta a otros
crímenes cometidos por otros Estados o grupos humanos a
todo lo largo de la
historia humana, incluyendo la segunda guerra mundial. En ese
sentido no
hubo "Holocausto", es decir, un plan ritual de exterminio
-por parte del
victimario- y una aceptación (necesidad teológica)
de ser exterminados, por
parte de las víctimas.
Posteriormente, la "teoría del Holocausto" se
constituyó en el gran elemento
mítico e ideológico justificativo no sólo
de la creación del Estado de
Israel; sobre todo propició -muy enfáticamente-
la "necesariedad" de los
crímenes continuos, sistemáticos y progresivos cometidos
por ese Estado,
contra Palestina, Líbano y el mundo árabe-musulmán
en general. Se pretendió
fijar en la conciencia mundial la idea de que el "Holocausto"
era superior e
irreductible a cualquier otro sufrimiento o sacrificio humano
en la
historia. Ello permitió sostener que "la creación
del Estado de Israel era
la respuesta de Dios al Holocausto", y que sus crímenes
eran un acto de
fidelidad al "gran elector". Al Dios que señala
e identifica a su pueblo.
Ahora ese "Estado Divino", habitado por un "Pueblo
Elegido", planea y
ejecuta una guerra de destrucción y de exterminio, un verdadero
genocidio
contra los pueblos musulmanes (en principio, árabes y persa),
siempre
protegido por el escudo ideológico del "mito de los
seis millones".
Esa guerra de exterminio, en la escala regional, implicará,
en primer lugar,
al ejército de Siria, y a los movimientos políticos
y militares de
resistencia nacional como Hezbollah (Líbano) (11). El objetivo
de los mandos
fundamentalistas del ejército judío -que en ningún
momento fueron ajenos a
ninguna de las crisis relacionadas con el llamado "Plan de
Paz"- será
destruir con la mayor rapidez posible a las fuerzas de Damasco
y, luego de
tener las manos libres -en un tiempo muy corto- arrasar -utilizando
armas
nucleares, si fuese necesario- a la República Islámica
de Irán. Los
territorios bíblicos del Eretz Israel estarían así
disponibles para el
"pueblo elegido".
El nacional-judaísmo o hiperjudaísmo es, en verdad,
una combinación
sanguinaria entre mesianismo religioso pos-sionista, militarismo
de alta
tecnología y capitalismo globalizante. La realización
plena y efectiva de
cada uno de los elementos de ese trípode pasa inexorablemente
por el
desarrollo de una guerra ya iniciada cuyas líneas principales
podrían ser
las señaladas anteriormente. En estos días estamos
viendo, en Palestina,
algunos aspectos preliminares de esa guerra. Algunos ensayos en
pequeña
escala, como lo son asimismo los bombardeos cotidianos al Líbano.
Que exista ese plan mesiánico-militar orientado a crear
una gran zona de
globalidad capitalista en lo que hoy es uno de los grandes "agujeros
negros"
(12) de la política mundial (grandes "vacíos"
que desestabilizan la
concepción globalista del "Nuevo Orden Mundial");
que exista ese Plan no
quiere decir que el mismo se realizará indefectiblemente.
Son numerosas y
activas las fuerzas resistentes que actuarán en dura oposición
a su
desarrollo.
Shimon Peres vuelve a la carga con una de las ideas más
peligrosas para la
supervivencia del pueblo palestino y, también, para la
del mundo
árabe-musulmán: el proyecto laborista de la "confederación
judío-palestina".
El proyecto pretende constituirse en el núcleo de un programa
de gobierno
alternativo al de la coalición Likud-partidos religiosos,
actualmente
gobernante. Se trata de hacer efectiva la "alternancia en
el poder",
mecanismo común en las llamadas "democracias normales"
occidentales y, con
ello, continuar simulando que la sociedad israelí es una
"sociedad normal",
según parámetros occidentales.
¿En qué consiste la idea de la "confederación
judío-palestina"?
En esencia plantea la necesidad de construir un mercado económico
en todo el
espacio árabe musulmán del Oriente Medio. Ese espacio
económico tendría como
centro o núcleo al propio Estado de Israel, quien sería
el encargado de
suministrar su "capacidad tecnológica", entendida
como motor de la totalidad
de ese espacio económico. La "confederación
judío-palestina" hubiese sido la
conclusión lógica de los Acuerdos de Oslo, de no
haber mediado la victoria
electoral de Netanyahu y la creciente hegemonía del fundamentalismo
judío,
dentro de las fronteras del Estado de Israel. La totalidad del
proyecto está
expuesta en un libro firmado por Shimon Peres cuyo título
en castellano es:
Oriente Medio, Año Cero (Grijalbo, Barcelona, 1993).
Dado que las cuestiones económicas están en el centro
del proyecto, europeos
y norteamericanos siguen convencidos que la "solución"
de la cuestión
palestina está dentro de la idea de "confederación".
Ello significa que la
"confederación" sería el mecanismo adecuado
para impulsar la dinámica de la
paz. Una vez que israelíes, palestinos y árabes
desarrollen la confianza
mutua, a partir de un desarrollo económico concreto y ordenado
dentro de un
mismo espacio, los problemas políticos más espinosos
quedarían resueltos
casi automáticamente.
La "confederación" deberá, naturalmente,
poseer un centro o eje: la unidad
de intereses entre israelíes y palestinos, primero, y entre
israelíes,
palestinos y jordanos, de inmediato. Una especie de Benelux medio-oriental
para el desarrollo de proyectos económicos conjuntos. Así,
la paz será la
consecuencia de un acuerdo sobre cuestiones económicas
de fondo. Una vez
pactada la cooperación económica, todos los demás
problemas (soberanía,
tierra, Jerusalén, Estado Nacional Palestino, etc.) encontrarían
el marco
adecuado de solución.
Para los laboristas israelíes -que cuentan con el apoyo
de los europeos y,
en parte, de los norteamericanos- la idea de la "integración
económica" es
la base y la condición de la "seguridad". Exactamente
lo contrario a como lo
ve Netanyahu. La integración económica es el principal
componente del
proceso de paz. La seguridad de Israel se ampliaría de
esta manera a un
marco regional: se habla de una "seguridad regional"
para combatir al
"terrorismo". La lucha por la reconquista de la dignidad
del hombre es una
cuestión que no puede ser separada del actual combate mundial
de los pueblos
-de todos los pueblos- contra una globalidad indiferenciadora
y
crecientemente perversa. El hiperjudaísmo es una parte
constituyente
esencial del globalismo que separa a la población mundial
trazando una
frontera infranqueable entre "elegidos" y humillados.
Pero dentro de la
"confederación" los palestinos encontrarían,
por fin, un lugar en el mundo,
aceptando la soberanía judía en lo económico,
lo tecnológico y lo político.
Ya no sería necesario desangrarse en esas luchas estúpidas
por la dignidad,
como diría el señor Shimon Peres.
El lobby judío-norteamericano
Por una cuestión de geografía, pero también
de teología, son los palestinos,
los libaneses, los sirios y otros pueblos árabes y musulmanes
los más
próximos y por lo tanto los más afectados por el
gran tigre nuclear israelí.
Que ha sido creado, alimentado y -hasta el día de hoy-
mantenido por los
intereses del capitalismo globalista y por la gran influencia
mundial del
lobby judío-norteamericano, que presiona sobre un gobierno
(social-demócrata) norteamericano crecientemente judaizado
en su estructura
decisional más íntima. No sólo desde el punto
de vista teórico e histórico
existe una total interdependencia entre capitalismo y judaísmo.
El lobby judío-norteamericano no es sólo la "carta
del triunfo" de los
Estados Unidos en toda la región del Oriente Medio y Asia
Central . Entre
los Estados de Israel y de EUA existe en verdad un "tercer
Estado" que es el
lobby judío-norteamericano, quien fue el que realmente
impulsó al actual
gobierno de Netanyahu. Ese Tercer Estado es en verdad una suma
de las
capacidades de los otros dos, ya que está en condiciones
de sintetizar los
poderes fácticos (económico-tecnológicos
de los EUA) con la fuerza teológica
(cultural) del hiperjudaísmo que se ha adueñado
de los resortes del Estado
de Israel (13).
En su último libro (Les États-Unis avant-garde de
la décadence), Roger
Garaudy utilizando datos del "New York Times" y de "Forbes"
estima que el
lobby propiamente dicho -independientemente de la importante presencia
judía
dentro del poder ejecutivo norteamericano- abarca a unos 45 senadores
y a
200 representantes (diputados) de un total de 435. Los judíos
norteamericanos, que sólo son el 2,6% del total de la población,
representan
al 20% de los millonarios de ese país. Ellos están
permanentemente
dispuestos "... a recompensar los votos favorables a Israel
según las
directivas de la AIPAC, American Israel Public Affairs Committee"
(Garaudy,
op. cit).
En los EUA residen actualmente unos 5.500.000 de judíos,
una cantidad casi
igual a los ciudadanos judíos residentes en Israel, luego
del "retorno"
ruso. Refiriéndose al acceso al poder de Netanyahu, Elisabeth
Schemla señala
que los principales responsables, los que financiaron ese hecho,
fueron los
millonarios que integran "...una parte importante de la comunidad
judía de
los Estados Unidos" (L'Express, Nº 2361, 3-9 de octubre
de 1996). El dato
relevante es que el lobby judío norteamericano sigue apostando
tanto por el
Partido Demócrata como por el Partido Republicano en los
EUA (14) . En un
reportaje aparecido en la misma publicación antes mencionada,
Shimon Peres
define a Benjamín Netanyahu como un "...heredero de
Jabotinsky y del
revisionismo". "Pero yo diría -continúa
Peres- que es un revisionista en
edición americana".
En enero de 1998 Netanyahu viaja una vez más a Washington,
pero ahora con la
decisión de apoderarse de casi toda la Cisjordania. Encuentra
a un Clinton
muy debilitado por sus "escándalos sexuales",
a un vicepresidente Gore cada
vez más ansioso de agradar a Israel y a los votantes judíos
en los EUA, pero
sobre todo a un movimiento fundamentalista evangélico en
crecimiento
constante. Parte de la comunidad judía norteamericana es
liberal y está
fuertemente ligada al Partido Demócrata. La otra mitad,
aproximadamente, de
la comunidad judía en los EUA, apoya al fundamentalismo
judío de Jerusalén.
El problema básico de ambos partidos, del demócrata
y del republicano, está
localizado en los votos de la comunidad judía norteamericana.
¿Cómo
compensar una eventual pérdida de votos judíos liberales?
Pues como hizo
Netanyahu, pactando con el "sector sionista" del fundamentalismo
evangélico,
furiosamente opuesto al Partido Demócrata. Este pacto reciente
entre el
fundamentalismo judío y el fundamentalismo evangélico
es una operación
estratégica, pero sobre todo teológicamente lícita:
son dos "pueblos del
Libro" que con más insistencia histórica han
sostenido posiciones
expansionistas e imperialistas.
La nueva forma ideológica del lobby judío-norteamericano
"Sólo los Estados Unidos pueden dirigir el mundo.
Estados Unidos sigue
siendo la única civilización global y universal
en la historia de la
humanidad. En menos de 300 años nuestro sistema de democracia
representativa, libertades individuales, libertades personales
y empresa
libre ha puesto los cimientos del mayor boom económico
de la historia.
Nuestro sistema de valores es imitado en el mundo entero. Nuestra
tecnología
ha revolucionado la forma de vida de la humanidad y ha sido la
principal
fuerza impulsora de la globalización..."
"La revolución política y cultural que está
ahora en proceso en Estados
Unidos -marcada por la llegada de un nuevo Congreso republicano
a
Washington- está encaminada, por encima de todo, a acabar
con la decadencia
de nuestro sistema mediante la renovación del compromiso
con los valores y
principios que han hecho que la civilización norteamericana
sea única en el
mundo".
Senador Newt Gingrich, Los Estados Unidos y los desafíos
de nuestro tiempo.
Una lectura atenta del recorrido de Benjamín Netanyahu
en su última y breve
visita a Washington (enero de 1998, 48 horas) nos muestra un "mapa"
político
del lobby judío-norteamericano muy distinto al habitual.
Sin duda alguna el
"golpe de Estado" que ciertos sectores republicanos
idearon contra el
gobierno de William Clinton no fue en absoluto ajeno a ese "cambio
de
recorrido". El Sheik palestino Ahmed Yasin fue aún
más lejos en esa
suposición: acusó al gobierno israelí de
estar "detrás del escándalo" que
ata las manos del presidente Clinton en un momento crucial en
el desarrollo
del "plan de paz".
Nadie mejor que la inteligencia israelí para saber qué
pasa en los EUA. Para
el Mossad, el "coloso" americano es una casa de cristal.
Es evidente que
Netanyahu sabe muy bien que hay un gobierno débil en Washington:
es un
momento muy oportuno para forzar las reglas del juego, precisamente
cuando
la administración demócrata -plagada de altos funcionarios
judíos- todo lo
que tiene que hacer, hasta el fin de sus días, es cuidar,
meramente, el
cargo. Es el momento para humillar a ese gobierno, que quiso imponer,
con
timidez exquisita, algunas reglas de juego en Oriente Medio (todas
ellas,
naturalmente, orientadas a no perder el apoyo de los gobiernos
árabes
"leales", incluida la ANP).
Una parte de la propia comunidad judía norteamericana quedó
fuera del juego
dentro del nuevo circuito político inaugurado por el fundamentalismo
judío
israelí. Toda la diáspora está ya dividida.
Los judíos laicos-liberales,
comenzando por los judíos laicos-liberales de la propia
Israel, ya no son
auténticos judíos. Fue dentro de ese contexto que
Yehudi Menuhin declaró a
Le Figaro que "el nazismo está progresando en Israel".
Lo sorprendente no es
la declaración en sí de Menuhin, sino la difusión
que la misma tuvo en
medios occidentales que hace pocos meses atrás jamás
la hubiesen siquiera
mencionado. La relación entre el fundamentalismo judío
de Israel, el
gobierno demócrata de los EUA y los judíos liberales
norteamericanos se
venía deteriorando aceleradamente en los últimos
tiempos. Las "nuevas
relaciones" que inaugura Netanyahu en Washington no son más
que la
culminación de ese proceso.
Los judíos liberales norteamericanos lanzan contra Benjamín
Netanyahu una
acusación principal, en su nombre y en nombre de la propia
administración
demócrata, dentro de la cual ellos se habían "infiltrado"
con inusitada
profundidad. Acusan al fundamentalismo judío israelí
de mantener algo así
como relaciones carnales con el fundamentalismo evangélico-calvinista,
los
"cristianos proisraelíes" de los EUA. "El
director de la Liga
Antidifamatoria, Abe Foxman, calificó el comportamiento
de Netanyahu de
`alcahuetería grosera', concretamente en el caso de `tipos'
como el
reverendo Jerry Falwell, con quien Netanyahu se entrevistó
a solas durante
varias horas antes de entrar en la Casa Blanca. Foxman dijo que
`la
principal preocupación de Netanyahu debería ser
Israel, teniendo en cuenta
que los judíos norteamericanos están en total desacuerdo
con los
fundamentalistas cristianos en la mayoría de los temas
sociales'" (The
Jerusalem Post). En realidad el señor Foxman debió
haber dicho que algunos
judíos norteamericanos liberales de la costa este, están
en desacuerdo con
los fundamentalistas cristianos.
De todas formas "ese tipo", Jerry Falwell, uno de los
líderes más agresivos
del movimiento fundamentalista evangélico, anunció
a la prensa y en
presencia de Netanyanhu: "Estamos pidiendo por fax, por teléfono
y por
correo electrónico a los 200.000 pastores evangélicos
de América que
utilicen sus púlpitos y su influencia para apoyar al Estado
de Israel y a su
primer ministro".
Es lógico, no existe nada más afín, desde
el punto de vista teológico, que
el fundamentalismo judío y el fundamentalismo evangélico.
Ambos basan su
accionar sobre un mismo Libro: el Antiguo Testamento. El actual
territorio
norteamericano fue conquistado -ante indígenas e ibéricos
(se empleó un
método diferente ante franceses y rusos)- de la misma manera
que los
antiguos cananeos fueron expulsados de Palestina a partir de 1948:
en nombre
del Israel bíblico y con una metodología extraída
del Libro de Josué. Sobre
esa convergencia teológica operan ahora otros factores
no menos importantes:
el neo-aislacionismo republicano exige un Estado de Israel fuerte
en Oriente
Medio.
Sobre el fundamentalismo evangélico-calvinista.
En Los Estados Unidos de Norteamérica el fenómeno
socio-cultural
contemporáneo más importante es la emergencia de
distintas modalidades de un
fundamentalismo de raíz evangélico-calvinista. La
plena vigencia de esta
realidad tiene múltiples manifestaciones (15).
En el plano político-económico resultan obvias las
relaciones entre
fundamentalismo evangélico-calvinista y neo-aislacionismo
estratégico,
porque la alternativa fundamentalista dentro de los Estados Unidos,
producida en función de factores absolutamente endógenos,
es una situación
en su totalidad indesligable del crecimiento político del
ala más extrema
del "republicanismo" norteamericano. Inclusive la eclosión
de un terrorismo
endógeno (Oklahoma) de raíz fundamentalista en la
tradición del evangelismo
calvinista no pudo haberse manifestado -bajo ninguna circunstancia-
antes de
que se lograra esa hegemonía (no tanto política
cuanto cultural)
conservadora, que es una expresión profunda y crecientemente
hegemónica de
la sociedad norteamericana actual.
Son muy pocos los analistas del sistema político norteamericano
que
relacionan el retorno masivo del conservadurismo republicano a
los más
importantes resortes de poder de ese país, con el largo
y profundo proceso
de transformaciones culturales y religiosas que vienen experimentando
las
bases de la sociedad norteamericana en, por lo menos, las últimas
dos
décadas. La clave de la nueva situación que se avecina
puede ser ilustrada
gráficamente mediante la imagen del iceberg: las escaramuzas
que vemos en la
superficie de la política norteamericana no son más
que reflejos, efectos
casi secundarios de"Un movimiento de fondo que ha llevado
a ciertas capas
de la sociedad estadounidense a formular en categorías
evangélicas o
fundamentalistas el rechazo a los <valores seculares>, que
consideran
dominantes y nefastos, y el anhelo de un cambio profundo de la
ética social"
(Gilles Kepel, La revancha de Dios).
A diferencia de lo ocurrido en la "era Reagan" (que,
vista a la distancia,
puede ser definida como una simple alteración de la política
económica) lo
que hoy se propone la nueva dirigencia evangélico-republicana
es refundar lo
que ellos llaman la civilización (norte)americana.
El programa que contiene los objetivos políticos inmediatos
del Partido
Republicano está contenido en un texto sugestivamente titulado
Contrato con
América. Tal Contrato se basa fundamentalmente en:
* La reducción al máximo del aparato del Estado;
* la supresión de casi todos los programas sociales;
* la rebaja de los impuestos a los sectores superiores de la pirámide
social;
* el endurecimiento de la acción contra la delincuencia;
* el impulso decisivo a los valores religiosos tradicionales (oración
obligatoria en las escuelas);
* la restricción casi absoluta de todo tipo de "ayuda
exterior";
* el endurecimiento de la política hacia Rusia y el aceleramiento
de la
entrada en una OTAN norteamericanizada de los países de
la Europa Central;
* la redefinición del rol de los Estados Unidos en la ONU
(los eventuales
"cascos azules" norteamericanos no actuarán nunca
bajo la conducción de
ningún general extranjero), etc.
Se trata sólo de medidas de corto plazo, muchas de las
cuales ya han sido
adoptadas por el Partido Demócrata. Los principales dirigentes
políticos y
religiosos que avalan el Contrato prevén un lapso de diez
o doce años para
vencer a las "élites progresistas, esa pequeña
facción de liberales
contraculturales que están aterrorizados ante esta gran
oportunidad de
renovar la civilización americana" (Gingrich). La
búsqueda de la nueva
identidad norteamericana pasa hoy por un retorno decidido al individualismo
y al calvinismo radical, con raíces en el valor del colono
(la analogía
entre el colono americano descendiente del Mayflower, y el colono
judío-americano en Palestina es alucinante), en la confianza
en el poder del
individuo, en la fe sobre un sueño de éxito en una
tierra de promisión.
El nuevo conservadurismo norteamericano no es más que la
expresión política
superficial de un movimiento religioso y cultural profundo orientado
a
enterrar la "mentalidad liberal" y el "humanismo
secular". Por debajo de los
movimientos políticos están los movimientos religiosos
y culturales que, por
primera vez, son los que impulsan a los primeros.
Por eso son tan importantes algunas cuestiones como la del rezo
en las
escuelas. A partir de allí los movimientos evangelizadores
de base esperan
lograr una nueva articulación entre la familia y la sociedad
civil,
impugnando la política educativa "sin Dios" que
impulsa el Estado secular
liberal.
Los activistas más destacados del movimiento tras la fachada
política son
los evangélicos, que han realizado en las últimas
décadas una práctica
social y educativa de gran significación en la sociedad
norteamericana.
Hacia finales de los años 60"Esa práctica se
ejercía en diferentes niveles,
de la parroquia a la constitución de redes nacionales que
se valen de los
grandes medios -primero la radio y la prensa, luego la televisión-
para
difundir un mensaje de resocialización, de reconstitución
de comunidades
creyentes que, más tarde, de mediados de los 70 en adelante,
apuntará a la
transformación política de América por medio
de la recristianización".
(Gilles Kepel, op.cit).
No es en absoluto una casualidad que el terrorismo en los Estados
Unidos de
Norteamérica (Oklahoma), endógeno, fundamentalista,
conservador y
aislacionista, eclosione en los espacios tradicionales de la "América
profunda", y se manifieste en contra de las grandes megalópolis
"internacionalizadas" (en verdad, multirraciales, con
altos crecimientos en
la tasa demográfica) de ese mismo país. La estructura
ideológica del
terrorismo fundamentalista norteamericano responde con absoluta
exactitud al
modelo que expone David Rapoport en su Terrorismo sagrado: "La
tarea
fundamental es deshacerse del enemigo interno porque, sin apóstatas,
los
enemigos externos son impotentes".
En este caso el Enemigo Interno Nº1 es un Estado Federal
"globalizado". Ese
Estado Federal -cosmopolita y multirracial (o poliétnico)-,
dada la
evolución actual de su base económica-productiva
no tiene otra alternativa
que erradicar "los elementos fundacionales de los Estados
Unidos" en función
de la globalización internacionalista. Allí aparecen
los "guerreros de la
tradición", quienes representan "el período
fundacional" (de la nación
norteamericana) en el cual Dios (en su versión original
calvinista y, luego,
evangélica) estaba en contacto directo con la comunidad
de los
colonos-peregrinos.
El paralelismo con los colonos judíos fundamentalistas,
proviene de dos
lecturas similares del Antiguo Testamento. Tal la base teológica
y
estratégica común entre un Estado de Israel pos-sionista
y una sociedad
norteamericana en avanzado proceso de "re-cristianización".
Sobre ese
proceso emergen los nuevos "amigos de Israel". Es evidente
que el lobby
judío-(norte)americano, ese Tercer Estado, tiene una influencia
decisiva
sobre la política exterior de un gobierno (norte)americano
asimismo
fuertemente judaizado, y no sólo en lo que atañe
directamente al Oriente
Medio. Sabe de la gran fuerza emocional del Mito del Holocausto,
tanto como
un padre conoce las virtudes y defectos de su hijo. Netanyahu
ha demostrado
que sus alianzas políticas pueden ser establecidas simultánea
o
alternativamente con los dos partidos. Su influencia también
es determinante
sobre hechos que ocurren en otras regiones del mundo que puedan
tener
repercusiones desde y hacia el Oriente Medio. Pero asimismo ese
lobby tiene
una importancia creciente en el control que sobre la política
norteamericana
ha adquirido el gobierno judío de Jerusalén; por
descontado en el plano de
las transferencias financieras y tecnológicas, pero asimismo
a partir de un
componente religioso y territorial de naturaleza fundamentalista,
representado por los colonos judíos de origen (norte)americano,
cuyo modelo
es el famoso asesino, hoy reverenciado como un profeta, Baruch
Goldstein.
El islamismo "radical"
Dentro de este contexto, la resistencia nacional libanesa -Hezbollah-
es
acusada sistemática y periódicamente por la Inteligencia
israelí de ser la
autora de cuanto "atentado terrorista" -real o ficticio-
ocurra en el mundo.
Para comprender y explicar la magnitud del despropósito
es necesario
describir, siquiera someramente, qué es y cómo actúa
el movimiento libanés
de resistencia nacional llamado Hezbollah, o "Partido de
Dios".
En primer lugar hay que decir que Hezbollah es un enemigo temible
para el
Estado judío. Combate duramente, dentro de su propia patria,
la invasión y
el control territorial de Israel en el Líbano, que incluye
el robo, o desvío
de aguas de uno de los principales ríos de la región,
el Litani. Asimismo, y
a diferencia de la OLP que operaba desde el Líbano (precisamente,
hasta su
expulsión por la invasión israelí de 1982),
Hezbollah es un movimiento no
sólo estrictamente libanés, sino además integrado
en su inmensa mayoría, por
chiíes originarios y habitantes actuales del Sur del Líbano
y del Valle de
la Bekaa.
Bruno Étienne (El islamismo radical) sintetiza de la siguiente
manera el
origen libanés de Hezbollah, que es anterior a la irrupción
de la revolución
iraní: "La toma de conciencia de los chiíes
libaneses es imputable en gran
parte al Imam Musa Sadr (desaparecido en 1978 en Libia) y a los
exiliados
iraníes encuadrados por Mustafá Chamram... así
como a Abu Charif,
organizador militar del movimiento AMAL y futuro responsable de
los
Guardianes de la Revolución. En 1967 (es decir, mucho antes
de la revolución
iraní) el Imam Musa Sadr había fundado el Alto Consejo
Islámico y el
Movimiento de los Desheredados, al-Mahrumin. Ese movimiento sería
la base de
Afwat al-muqawuamat al-lubnaniya (cuyas siglas son Amal, que a
su vez quiere
decir "esperanza", en árabe)... En menos de cinco
años, cuando Occidente aún
no se ha enterado de su existencia, el movimiento se escinde en
ramas
antagónicas... En 1980, Hussein Musawi funda el Amal islámico
en la Bekaa;
luego Abbas Musawi crea los `hizbolai' en Baalbek, con Subhi Tufayli
(Étienne, El Islamismo radical, p.225-226).
Hezbollah es asimismo el principal partido político del
Líbano de hoy, por
lo menos en términos de organización, ideología
y capacidad de convocatoria.
Pero sobre todo es un partido legal en el Líbano. Más
aún. Como tal partido
libanés es el único autorizado legalmente a mantener
una milicia, un
ejército, al margen del ejército nacional, pero
en muchos casos colaborando
con él.
La función específica de las fuerzas armadas dependientes
de Hezbollah es
recuperar los territorios ocupados por Israel en el Sur del Líbano.
Sucesivos gobiernos en Beirut, incluido el actual del señor
Rafic Hariri,
comprendieron que la organización militar de Hezbollah
es la única con
capacidad para mantener -al menos como proyecto de futuro- la
soberanía
libanesa sobre un territorio que pretende ser anexado por un Estado
vecino,
el Estado judío.
Junto con su capacidad militar, el movimiento de resistencia nacional
Hezbollah mantiene un bloque muy importante de diputados en el
congreso
nacional, en Beirut. Con los sistemas de alianzas políticas
existentes,
aproximadamente un tercio del total de diputados se encuadra dentro
de la
estrategia de Hezbollah.
Hezbollah es también una especie de Estado dentro del Estado,
en lo que
concierne a salud pública, educación, asistencia
social y otros temas a los
cuales la administración central no puede acceder luego
de 15 años de
destructora guerra civil y de permanentes agresiones militares
exteriores
israelíes.
Finalmente Hezbollah está insertado y en cierta medida
depende de un sistema
de relaciones internacionales y regionales muy complejo y extremadamente
delicado. Mantiene, por supuesto, una relación no sólo
ideológica muy
profunda con Irán desde su origen como movimiento. Pero
además con Siria,
que es un Estado laico, de quien depende en lo que respecta al
suministro de
material militar. Pero sin duda alguna su sistema de relaciones
internacionales es mucho más amplio, en la región
y fuera de ella.
Al ser Hezbollah sólo una pieza -aunque crecientemente
autónoma- de un vasto
sistema de alianzas políticas y militares que funciona
relativamente bien en
una de las zonas más inestables del mundo, es comprensible
que su
comportamiento internacional deba ser necesariamente moderado.
De otra
manera dejaría de ser -para algunos Estados- un aliado
necesario, y se
transformaría en un riesgo inútil.
Es por ello que en la actualidad ha logrado establecer sólidas
relaciones
políticas con por lo menos dos gobiernos europeos de primer
nivel. Francia y
Alemania. Es obvio que en ninguno de los escenarios en los que
actúa la
diplomacia de Hezbollah está ajena la presencia iraní
y, en el caso alemán,
la influencia creciente sobre Bonn de la comunidad chiíta
residente en ese
país. Fue precisamente el jefe del servicio de inteligencia
alemán quien
actuó de intermediario en el intercambio de restos mortales
y de prisioneros
de ambas partes, entre Israel y Hezbollah, en julio de 1996. Esa
presencia,
y otros hechos que sería largo enumerar en este momento,
nos habla de una
madurez creciente en los movimientos internacionales de Hezbollah.
Dentro de ese marco, ¿cómo una organización
de tal envergadura podría
aventurarse a realizar atentados terroristas fuera de su teatro
natural de
operaciones, que es el sur del Líbano, y que no aportan
nada significativo
desde el punto de vista militar a su guerra de liberación
nacional? Dado su
crecimiento político, militar e internacional, lo que arriesga
perder será
siempre mayor de lo que se proponga ganar.
He conversado con muchos observadores y periodistas europeos que
llevan
años, y aún décadas, analizando el Medio
Oriente con base en Beirut. Me
sorprendió que la opinión fuera coincidente, a pesar
de que muchos de ellos
mantenían una relación francamente hostil con Hezbollah.
Las acusaciones de
culpabilidad lanzadas por Israel y sus aliados norteamericanos
sobre
Hezbollah en relación con diferentes acciones terroristas
no provienen de
ninguna "prueba" existente, sino de la intrínseca
peligrosidad que esta
organización representa para el Estado judío, a
partir de su demostrada
capacidad para ejercer una presión militar constante sobre
su frontera norte
(Galilea), a través de la "zona de seguridad".
De allí que, cuanto mayor sea la conflictitividad de toda
la región, y ese
es desgraciadamente el camino, mayores serán las necesidades
de Israel de
eliminar a Hezbollah, quien le causa bajas reales en combates
reales en
operaciones militares cada vez más difíciles de
controlar para el Estado
judío. Sobre esta realidad se fabrican las acusaciones.
Las guerras civiles judías: del social-sionismo al nacional-judaísmo
Yahveh golpeará a Israel como las aguas agitan una caña,
y arrojará a Israel
de esta tierra buena que dio a sus padres, y los dispersará
al otro lado del
río... Y entregará a Israel a causa de los pecados
que cometió Jeroboam e
hizo cometer a Israel.
Libro primero de los reyes (14, 15-16).
La conformación del nacional-judaísmo en tanto
ideología de Estado (del
Estado de Israel, y de vastos sectores de las comunidades judías
de la
diáspora) es un hecho absolutamente nuevo en la historia
del judaísmo, si
exceptuamos los tiempos de los orígenes, en los cuales
la imbricación entre
la religión judía y las políticas nacionalistas
de las tribus hebreas era
total. Más aún, la religión judía
fue la condición de la existencia nacional
de esas tribus.
Pierre Vidal Naquet (Los judíos, la memoria y el presente,
FCE, 1996, p.25 y
ss.) va a los orígenes del Estado judío y constata,
no sin asombro, que las
guerras civiles judías, esto es, los conflictos armados
entre grupos judíos,
están en la naturaleza de todas las proyecciones políticas
del judaísmo. Y
no sólo eso. Constata que esos conflictos interiores, que
se derivan de la
adopción de un mesianismo religioso en tanto ideología
de Estado, cobran
formas extremas en momentos críticos.
En primer lugar está la división de los judíos
sitiados en Jerusalén por la
tropas romanas comandadas por Tito. Pierre Vidal-Naqué
marca una
diferenciación esencial entre el relato de Tácito
y el de Flavio Josefo.
Ambos señalan la existencia de un sangriento conflicto
intra-judío, aún en
el mismo momento del sitio, pero mientras Tácito (Historias,
V, 12) ve una
reconciliación final entre los bandos (que según
él eran tres), Flavio
Josefo no hace referencia en ningún momento a una reconciliación
final:
"Porque no cesaba la sedición y la revuelta dentro
de la ciudad (Jerusalén
sitiada por los romanos), aunque veían el campo de los
romanos estar muy
cerca de los muros; pero el primer asalto e ímpetu que
los romanos quisieron
hacer, ellos se calmaron algún poco; mas luego volvieron
a su antigua
enfermedad, y dividiéndose en partes otra vez, cada uno
por sí peleaba,
haciendo todo lo que los romanos, que los tenían cercados,
deseaban".
Muchos historiadores israelíes fundamentalistas niegan,
naturalmente, esta
interpretación histórica, de la cual surge la idea
de que existe una
relación directa entre el ejercicio del poder político
estatal basado en el
mesianismo religioso y las guerras civiles judías. No hubo
guerra civil
judía entre la caída del Segundo Templo y la fundación
del Estado de Israel
en 1948, por la sencilla razón de que no existió
ningún poder político judío
-Estado- durante ese período.
En este punto conviene recordar a un gran escritor judío,
Ahad Ha'am, uno de
los mayores críticos del sionismo. Se enfrentó con
Theodor Herzl ya en el
Primer Congreso Mundial Sionista (Basilea, Suiza, 1897). Un día
después de
la apertura de ese Congreso escribió: "Ayer, en Basilea,
me encontré
solitario entre mis hermanos, como alguien que guarda luto en
una boda...
Este nuevo entusiasmo es artificial y la consecuencia de esperanzas
traicioneras será la desesperación... La salvación
de Israel (del pueblo
judío) se realizará por los profetas y no por los
diplomáticos... Una cosa
tengo clara: hemos destruido más de lo que hemos construido.
Quién sabe si
esto no ha sido el último gesto de un pueblo que está
muriendo. No puedo
borrarlo de mi mente... Existe un solo objetivo al que podemos
acercarnos
realmente, que es el objetivo moral, nuestra autoliberación
de la esclavitud
interior..."
Muchos años después, cuando Ahad Ha'am se
había establecido en Palestina,
viendo los sangrientos resultados obtenidos por el sionismo, envió
dos
cartas abiertas de protesta al diario Haaretz, de las que transcribimos
algunos fragmentos: "¡Judíos y sangre! ¿Existe
mayor contradicción que
ésta?... ¿Qué hemos rescatado de nuestra
destrucción sino las enseñanzas de
nuestros profetas que hemos llevado en el largo camino de nuestro
exilio
para iluminar nuestra oscura vida? Nuestra sangre fue derramada
en todos los
rincones del mundo a lo largo de miles de años, pero nosotros
no derramamos
la sangre de nadie...¿Qué debemos decir ahora que
estamos asesinando a
árabes inocentes por venganza? Dios mío, ¿Es
este el final? ... ¿Es este el
sueño de un retorno a Sión, manchar su tierra con
sangre inocente? Y ahora
Dios me hace sufrir de haber vivido para ver con mis propios ojos
que estaba
equivocado... si éste es el Mesías entonces no quiero
ver Su llegada".
Moshe Menuhin, que es quien recoge estos textos en su libro
Jewish critics
of Zionism, los comenta de la siguiente manera: "Después
de la Declaración
Balfour (1917) no ha habido jamás ninguna base común
sobre la que sionistas
y críticos judíos del sionismo hayan podido encontrarse
intercambiando sus
pensamientos. La máquina sionista difama, denigra y reprime
a cualquiera que
se atreva a criticar las acciones de los sionistas en la Israel
sionista y
fuera de ella; pero los críticos judíos del sionismo
realmente honrados
siguen atacando frontalmente las injusticias e hipocresías
del sionismo
político. Su número es, por desgracia, trágicamente
pequeño. Los judíos se
casan en su mayoría entre ellos y están asimilándose
a su 'nacionalización',
están, con sus cerebros lavados, soportando la horrible
causa del
nacionalismo 'judío'".
A partir de la caída del Segundo Templo comienza
una polémica muy dura entre
religiosos y secularistas judíos, sobre la cual existe
una extensa
bibliografía que no vamos a repetir aquí. Lo que
sí nos interesa en este
momento -con el objeto de introducirnos en el concepto de nacional-judaísmo-
es señalar brevemente algunas de las dimensiones de esa
polémica a partir
del nacimiento del sionismo, en tanto ideología secular
del judaísmo entre
finales del siglo XIX y el declinar de la llamada guerra fría,
hacia fines
de los años 80 del siglo XX.
Ya hemos dicho, en otro trabajo (16) que la disolución
del sionismo
-entendido como una cosmovisión temporal del judaísmo
y construido según la
óptica estrictamente euro-nacionalista del siglo XIX- es
uno de los
subproductos del fin del mundo bipolar. Pero lo importante es
que dentro de
la sociedad israelí ese macroproceso coincide con una serie
de situaciones
internas que se fueron desencadenando desde los Acuerdos de Camp
David.
El nacionalismo sionista que nace con Jabotinsky es indudablemente
mesiánico; sin embargo, no era, con todo, un nacionalismo
religioso, o un
mesianismo religioso, en el sentido en que ambos conceptos "mesianismo"
y
"religión" se han imbricado en los últimos
tiempos. El de Jabotinsky,
Menahen Beguin, Shamir, etc., era un nacionalismo sionista que
estuvo en
histórica -es decir, en permanente- oposición al
sionismo laborista o
socialsionismo laico. El nacional-sionismo, que termina corporizando
Menahen
Beguin, utiliza muchos conceptos bíblicos, pero como ejemplos
o modelos de
comportamiento político y militar, no como Weltanschauung
fundamentadora.
Para Jabotinsky la religión judía era una institución
pública "... con una
eminente función conservadora... La Torah ha preservado
a la nación a través
de sus múltiples tribulaciones... Las autoridades públicas
tienen el deber
de acondicionar las circunstancias para el ejercicio del culto...
(porque)
la religión es un factor de sedimentación, de unificación
nacional" (17).
Naturalmente Jabotinsky está hablando de una "nación"
sin Estado. Esto
quiere decir que el nacional-sionismo, en la relación entre
Dios y Tierra
Prometida, privilegia la idea de Tierra. Primero la Tierra. El
actual
nacional-judaísmo previlegia la idea de Dios: con Dios
hacia la conquista de
la Tierra Prometida. Del Estado de los Judíos a la Tierra
de Israel.
Los elementos políticos y estratégicos que producen
el empuje desde uno
hacia otro nacionalismo son perfectamente visibles: la entrega
del Sinaí a
Egipto, la destrucción de la OLP en el Líbano y
el surgimiento de las
primeras expresiones de resistencias religiosas en el mundo árabe
(Líbano),
la creciente influencia del hiperjudaísmo (norte)americano,
la crisis del
social-sionismo laborista, etc.
Las distintas corrientes religiosas judías, hasta aproximadamente
los años
80, se manifestaban de manera hostil al nacionalismo sionista
secular, a
excepción del Gran rabino de Palestina Abraham Isaac Kook
(1865-1935), quien
desde los comienzos apoyó la tarea de los pioneros social-sionistas.
"Los
nacionalistas laicos no saben lo que ellos representan. El espíritu
de
Israel se encuentra absolutamente ligado al espíritu de
Dios. De allí que un
judío nacionalista, con sus falsas intenciones seculares,
está, a pesar de
él, imbuido de un espíritu divino, a pesar de su
propia voluntad" (18) .
Dentro del sionismo religioso se produce una seria fractura a
partir de los
Acuerdos de Camp David, representada por el fracaso del grupo
Gush Emunin,
fundado por el hijo de Abraham Isaac, Zvi Yehuda Kook (1891-1980).
Para
muchos israelíes quedó claro que los acuerdos con
Egipto, fundados en la
filosofía "paz por territorios" (en este caso
el Sinaí), constituían un
antecedente de primera magnitud para la construcción posterior
de un Estado
Palestino independiente en Cisjordania (19).
Todos esos acontecimientos, sumados al amargo sabor que produjo
la Guerra de
Yon Kipur, condujo a cada vez más amplios sectores religiosos
a revalorizar
la "tierra prometida", los "espacios bíblicos".
Ello sentó las bases para
una confluencia con los nacionalistas seculares provenientes,
en lo
fundamental, del nacional-sionismo (aunque no pocos se incorporaron
desde el
social-sionismo). No sólo en Israel sino también
en el judaísmo
internacional (diáspora) había emergido una nueva
realidad cultural: el
nacional-judaísmo. Es decir, el judaísmo religioso
como ideología de un
Estado nacionalista y expansivo.
La lucha contra el llamado "Plan de Paz" es decisiva
en este proceso de
convergencia, que ya había fracasado en 1977 con la victoria
electoral del
Likud. Pero en aquella época estaban vigentes los síntomas
del malestar
nacional de 1973 (Yon Kipur), lo que entre otras cosas provocó
la crisis del
Gush Emunin. Pero las ideas de ese grupo han cristalizado en la
actualidad,
con esta nueva victoria del Likud, en medio de la fractura nacional
que ha
provocado el "Plan de Paz" (20).
Con anterioridad a la fundación del Estado de Israel, las
"guerras civiles"
entre las distintas facciones judías tenían como
marco al sionismo, es decir
a las distintas corrientes del sionismo secular. Las corrientes
religiosas
estaban fuera de esas contiendas. Los nuevos conflictos, en cambio,
son de
naturaleza diferente. La actual "frontera" divide los
"territorios" del
judaísmo entre "culturas" no sólo diferentes
sino antagónicas; y no como en
el pasado reciente entre culturas meramente contradictorias, unas
de otras,
aunque todas provenientes de un mismo tronco (nacional-sionismo
versus
social-sionismo). Los antagonismos intrajudíos de la etapa
sionista fueron,
en algunos momentos, de una violencia extraordinaria. Ello nos
puede dar una
pauta de lo que serán los antagonismos de la nueva etapa
entre culturas
pertenecientes a "judaísmos" diferentes.
Durante las décadas anteriores a la creación del
Estado de Israel (Partición
de Palestina) sucesos extremadamente graves ocurren entre diferentes
facciones del sionismo, que en esos momentos era la fuerza hegemónica
del
judaísmo. Esos sucesos terminan en un combate a muerte
entre la Haganá
(fuerza paramilitar socialsionista) y otras organizaciones armadas
judías,
como el Irgún de Menahen Beguin, y el llamado Grupo Stern,
minusvalorizado
por la bibliografía oficial sionista con la denominación
de "Banda Stern".
La línea divisoria de ese combate intrajudío -de
esa guerra civil limitada
anterior a la conformación del Estado- fue trazada alrededor
de la edición
por los británicos del famoso Libro Blanco de 1939. En
lo fundamental, esa
política británica establecía límites
a la migración de judíos hacia
Palestina, hecho que contradecía la misma naturaleza del
sionismo. Sin
embargo, la reacción contra el Libro Blanco fue absolutamente
diferente en
relación a los grupos ya mencionados, y esa diferencia
provocó un claro
enfrentamiento militar entre distintas facciones, cuyo resultado
final
hubiese sido muy distinto si diferente hubiese sido el resultado
final de la
"segunda guerra mundial".
En líneas generales, y sin entrar ni en detalles ni en
particularidades
históricas específicas, la principal agrupación
armada del socialsionismo,
la Haganá, fue el producto de una intensa cooperación
con las fuerzas
británicas de ocupación: "En colaboración
con los británicos..., Ben Gurion
y los socialsionistas moderados pudieron montar un ejército
clandestino muy
rápidamente, bajo la protección del británico,
e incluso armado parcialmente
por éste..." (21). Los grupos armados opuestos al
socialsionismo planteaban
en cambio una guerra abierta contra el imperio británico,
"... guerra que
habría de llegar tanto hasta la propia Inglaterra metropolitana
como hasta
el resto del Imperio" (22). Este pensamiento era en general
sostenido, hasta
el momento de su muerte en 1940, por la línea revisionista
de Zeev
Jabotinsky, padre espiritual de Menahen Beguin, y tenía
como principal
impulsor a un personaje al que hoy la historiografía oficial
israelí
pretende ocultar y hasta ridiculizar: Abraham Stern.
Una vez publicado el Libro Blanco de 1939, no sólo las
fuerzas del grupo
Stern sino la totalidad del revisionismo sionista -incluyendo
a los grupos
que posteriormente conformarían el Irgún de Menahen
Beguin- plantean una
"guerra sin cuartel" contra el Imperio Británico.
En este punto la lógica se
impuso: esa guerra no se podía desarrollar sin el apoyo
de la Alemania
Nacionalsocialista.
Esta cuestión nos vuelve a introducir en el "mito
del antifascismo sionista"
(23), que pretende ocultar que los grupos dirigentes sionistas
alemanes
mantuvieron una permanente negociación y una "política
de compromiso y de
colaboración con Hitler". Esas negociaciones de los
dirigentes sionistas no
se limitan a los alemanes sino que implicaban también a
polacos y a otras
nacionalidades, que para desarrollar esas negociaciones, conformaron
los
"Consejos Judíos" (Judenräte). El objetivo
de esas negociaciones era
desarrollar la salida de los judíos de la Mitteleuropa
hacia Palestina,
política que era muy bien vista no sólo por Hitler
sino también por la
totalidad de la dirigencia nacional-socialista, incluidos Himmler
y
Heydrich. "Una minoría fuertemente organizada de dirigentes
sionistas tenía
la preocupación única de crear un Estado judío
potente" (24). Lo que
representaba en la práctica una cosmovisión racista
similar a la del
nacionalsocialismo. Así, la primera evidencia que surgía
era la existencia
de un enemigo común representado por los británicos.
Y la segunda es el
escaso interés que ambas partes, en estas negociaciones,
tienen en la suerte
de las masas de judíos "integrados". Ambas partes
coinciden plenamente en la
necesidad de trasladar -fuera del Nuevo Orden Europeo Nacional-Socialista-
a
millones de judíos "sionistas", es decir, no
asimilados. Esa gran
movilización demográfica se debería realizar
principalmente desde el Centro
de Europa hacia Palestina.
Un testigo de la época, el escritor sionista Eliahu Ben-Horin,
escribió un
libro cuyo título en español es El Cercano Oriente:
encrucijada de la
historia (25). En él relata detalles hoy ocultados por
el judaísmo, y que
resultan de una importancia extraordinaria para comprender las
relaciones
entre el Tercer Reich y la cúpula sionista en relación
a la inmigración de
judíos alemanes a Palestina. Esas migraciones desde Alemania
hacia Palestina
contó con el apoyo total del nacional-socialismo:
"Un Acuerdo oficial de transferencia fue firmado entre el
Reichsbank y las
instituciones financieras sionistas de Palestina, y se estableció
una
organización especial en Berlín y Tel Aviv para
vigilar el cumplimiento del
acuerdo... La corriente de inmigrantes alemanes a Palestina iba
aumentando a
un ritmo de continuo crecimiento y, en consecuencia, siempre quedaban
más
fondos en Alemania para ser transferidos. De este modo los sionistas
se
convirtieron en los agentes de Alemania para el Medio OrienteLos
emigrantes
con destino a la emigración ilegal a Palestina eran ayudados
por la Gestapo
hasta el punto de que se les permitía llevar consigo cierta
cantidad de
moneda extranjera¿Cuál era la razón de esta
inusitada ayuda por parte de
las autoridades nazis?La inmigración ilegal judía
enfrentaba a los
británicos con los árabes, con los judíos,
con los diversos gobiernos de la
Europa Oriental y con la opinión pública mundial.
Al estimular la
inmigración ilegal en Palestina, la Alemania nazi contribuía
materialmente a
aumentar las dificultades de Gran Bretaña en el Medio Oriente
y en Europa
Oriental".
Posteriormente, el desarrollo militar de la II Guerra Mundial
imposibilita
estos desplazamientos poblacionales, lo que obliga a los alemanes
a elaborar
un proyecto de "solución final" en esencia similar
al que se había pactado
años atrás con la dirigencia sionista, con la única
diferencia de que los
desplazamientos poblacionales -en 1942, y guerra mundial de por
medio- sólo
podían realizarse en la dirección del Este de Europa.
Tal, y no otra cosa,
fue la "solución final". Un cruel desplazamiento
demográfico extremadamente
costoso en vidas humanas. El mito del "Holocausto" corre
por cuenta de los
ideólogos asociados a los fundadores del Estado de Israel.
Garaudy, en la
obra citada, sostiene: "En el film que fue proyectado en
Nuremberg ante el
tribunal y los acusados, la única cámara de gas
que aparece es la de Dachau.
El 28 de agosto de 1960, M. Broszat, en representación
del Instituto de
historia contemporánea de Munich, de obediencia sionista,
escribe en Die
Zeit: "La cámara de gas de Dachau nunca fue terminada,
y por lo tanto jamás
llegó a funcionar". Desde el verano de 1973 una pancarta
sobre las duchas
del campo de Dachau explica: "esta cámara de gas,
camuflada en sala de
duchas, no ha sido nunca puesta en servicio"...La de Dachau
fue la única
cámara de gas que fue presentada en los juicios de Nuremberg
como prueba de
la exterminación masiva..." (26) (Ver Capítulo
7).
Entre la política alemana de expulsión de judíos
fuera del territorio
europeo, primero, y hacia el este de Europa, después, y
su coincidencia con
los Judenräte centroeuropeos, se interponía la estrategia
del Imperio
Británico. Finalmente, entre 1935 y 1943, sólo un
8,5% de los judíos que
huyen del nacionalsocialismo alemán llegan a Palestina,
mientras que los
Estados Unidos limitaron su ingreso al número de 182.000,
e Inglaterra a
67.000 (7 y 2%, respectivamente, del total). La URSS, en la misma
época,
recoge el 75% de todos los judíos europeos prófugos
del nacionalsocialismo
alemán(27). El Estado, en el que ingresan finalmente más
judíos per cápita
durante esa época, es Argentina.
Obviamente la edición del "Libro Blanco" de 1939,
al limitar drásticamente
la inmigración de judíos europeos a Palestina, es
un elemento que perturba
la política de acuerdos y cooperación que llevan
a cabo los Judenräte con
las autoridades del Partido nacional-socialista alemán
(NSDAP). Para colmo
de males Chaim Weizmann, Presidente de la Agencia Judía
y hombre
visceralmente probritánico, el 5 de setiembre de 1939,
dos días después de
que Inglaterra y Francia declararon la guerra a Alemania luego
de la
invasión de Polonia, le envía una carta al primer
ministro británico Mr.
Chamberlain en la que le informa que "... nosotros, los judíos,
estamos del
lado de Gran Bretaña y combatiremos por la democracia".
Y de inmediato
sostiene públicamente -ya que la carta fue reproducida
el día 8 de setiembre
por Jewish Chronicle- que "... los dirigentes judíos
están preparados para
realizar un acuerdo inmediato que permita la utilización
de todas sus
fuerzas, en hombres, técnicas y materiales" en la
guerra contra Alemania
(28). El gobierno de Berlín interpretó esta carta
como lo que realmente era,
una "...auténtica declaración de guerra del
mundo judío a Alemania" (29), y
en consecuencia comienza a plantearse la necesidad de la internación
en
campos de concentración de los judíos, en tanto
pueblo o nación en estado de
guerra con Alemania.
En esta coyuntura comienzan a actuar los dirigentes revisionistas
más duros,
como Abraham Stern, Itzak Shamir y el joven polaco Menahen Beguin,
entre
otros. Shamir remite a la Embajada Alemana en Ankara una carta
en la que
sostiene la necesidad de "...lograr la cooperación
entre el movimiento de
liberación de Israel y el Nuevo Orden en Europa, conforme
a uno de los
discursos del Canciller del Tercer Reich, en el que Hitler subraya
la
necesidad de utilizar todas las combinaciones de coaliciones para
aislar y
vencer a Inglaterra" (30).
Esta división profunda en el seno del sionismo-judaísmo
dentro del entorno
dramático de la Segunda Guerra Mundial, conduce a una guerra
civil judía en
Palestina, en la que los actores principales son los movimientos
armados
Haganá (socialsionista probritánico) el Grupo Stern
y, posteriormente, la
Organización Militar Nacional (Irgun Zevai Leumi), furiosamente
antibritánica. La posterior derrota alemana anula todas
las posibilidades
políticas de las fuerzas armadas judías revisionistas,
y consagra a la
Haganá como elemento fundacional principal del futuro ejército
del Estado de
Israel.
La Segunda Guerra Mundial abrió posibilidades estratégicas
que hasta ese
momento estaban ocultas. La gran mayoría de los judíos
de origen marxista
que ya habitaban Palestina se subordinan a la Agencia Judía
Internacional,
mientras que los movimientos revisionistas, que tienen su origen
en
nacionalismos judíos centroeuropeos, exploran nuevas alternativas
para
lograr el mismo objetivo de crear un Estado Judío exclusor
de los habitantes
no judíos de Palestina, con la misma lógica que
empleó el
nacional-socialismo para excluir a los no arios del espacio vital
alemán.
Ello condujo a una guerra civil intrajudía que no por larvada
y limitada fue
menos sangrienta.
Fractura histórica y fractura teológica
El Estado de Israel hoy vive una situación de preguerra
civil que no es en
absoluto un acontecimiento original, ni en su historia política,
ni en su
historia bíblica. Desde los mismos orígenes del
pueblo judío, la división ha
pasado siempre entre las distintas formas de secularidad estatal
y la
religiosidad del judaísmo, propiamente dicho. Ahora hay
un tercer factor en
discordia: el judaísmo laico quien, en la diáspora,
está en parte
"asimilado" a las sociedades en las que habitan, pero
bajo la forma de
"doble lealtad".
Las exigencias de la Ley (religiosa) y las exigencias del mundo
provocaron
grandes tensiones en todas las épocas y en todas las ramas
de la diáspora.
Se manifestaban apenas algún grupo judío asumía
la dirección de sus asuntos
políticos. "De allí que muchos judíos
piadosos creyesen que era preferible
vivir bajo la soberanía de los gentiles". El sionismo
moderno no nace como
un plan de la teocracia judía sino como un instrumento
de gobierno en los
planos político y militar, dentro del "nuevo orden"
que surge a partir de la
segunda guerra. Desde la fundación del Estado de Israel,
a partir de la
"Partición de Palestina", el conflicto intrajudío
vuelve a plantearse en
forma básicamente similar al conflicto que había
nacido en los tiempos del
profeta Samuel. Una interpretación claramente pro-israelí
sostiene:
"Los israelitas corrieron el peligro de ser exterminados
por los filisteos y
apelaron a la protección de la monarquía para conservar
la vida. Samuel
había aceptado el cambio con dolor y aprensión,
porque percibía claramente
que la monarquía, o más bien deberíamos decir
el Estado, mantenía un
conflicto irreconciliable con el dominio de la Ley (religiosa).
Al final
quedó demostrado que tenía razón. Se desafió
a la Ley, Dios se encolerizó y
llegó el exilio en Babilonia. La Segunda Comunidad tropezó
exactamente con
las mismas dificultades y también pereció. De modo
que los judíos comenzaron
la diáspora. Correspondía a la esencia del judaísmo
que el Exilio terminara
con un acontecimiento metafísico, cuando así le
placiera a Dios, no con una
solución política ideada por el hombre. El Estado
sionista era sencillamente
un nuevo Saúl. Sugerir que era una forma moderna del Mesías
no sólo
implicaba un error, sino que era también una blasfemia".
(Paul Johnson, La
Historia de los Judíos).
Nunca como hoy, a partir del crecimiento de distintas modalidades
del
fundamentalismo judío, es tan cierto el concepto expresado
por Gershom
Scholem, durante la etapa fundacional del Estado Judío:
"El ideal sionista
es una cosa, y el ideal metafísico, otra; y los dos no
se tocan, excepto en
la fraseología pomposa de las grandes asambleas, que a
menudo infunden en
nuestra juventud el espíritu de un nuevo shabbetaísmo
que necesariamente
fracasará".
Apreciar en su debida importancia esta dicotomía profunda
entre sionismo y
religiosidad es una actitud de trascendental importancia no sólo
para
comprender los fenómenos contemporáneos que afectan
al Estado de Israel,
sino además para saber diferenciar la etapa original del
terrorismo
(sionista) secular con la actual, infinitamente más sangrienta,
del
terrorismo judío antisecular, o "sagrado".
Si algo demuestra la etapa del terrorimo judío secular
es el hecho,
históricamente comprobado, de que fueron tan importantes
las confrontaciones
militares contra ingleses y árabes como los combates, crímenes
y delaciones
que eclosionaron entre los distintos grupos armados judíos:
la Haganá, por
un lado, y las distintas bandas del Irgún, por el otro.
Durante la "guerra
de la independencia" muchos judíos mueren por la acción
consciente y
premeditada de otros judíos, en forma paralela al desarrollo
de acciones
militares de los grupos judíos (del Irgún, en especial)
contra los enemigos
no judíos, que llegaron a asumir formas realmente sanguinarias.
Respecto de los conflictos internos judíos de la época
secular se suele
recordar los sucesos del 6 de noviembre de 1944, día en
que la llamada
"banda Stern" asesinó a Lord Moyne, ministro
británico para asuntos del
Medio Oriente. La encargada de represaliar ese asesinato -con
el apoyo
político del propio Ben Gurión- fue la Haganá
(que más tarde se convertiría
en el núcleo de las Fuerzas de Defensa del Estado Judío,
Tsahal). La Haganá
desencadenó de inmediato una campaña de terror tanto
contra el grupo Stern
como contra el Irgún. Capturó, retuvo en cárceles
clandestinas e hizo
"desaparecer" a muchos de sus militantes. Pero realizó
un acto aún mucho más
grave: entregó al servicio de inteligencia británico
los nombres de 700
combatientes y otros militantes del Irgún. Se calcula que
hasta 1.000
personas fueron detenidas y muchas de ellas ejecutadas gracias
a esta
delación del sionismo oficial. Estos sucesos fueron relatados
por el propio
Beguin en su famoso libro Rebelión en Tierra Santa, que
por cierto es de
"lectura obligatoria" para todos aquellos que quieran
entender en
profundidad las contradicciones inherentes a la formación
del Estado de
Israel.
Las acciones del Irgún contra los árabes no eran
menos perversas. Durante el
invierno de 1947/48 el Irgún, comandado por Menahen Beguin
decide realizar
una operación de represalia consistente en destruir la
aldea árabe de Deir
Yassin, con el objeto de quebrar la moral de los combatientes
palestinos que
allí se habían atrincherado. 120 hombres del Irgún
caen sorpresivamente
sobre los palestinos, que deciden luchar. Eran más fuertes
y estaban mejor
armados y el Irgún comienza a retroceder. Beguin solicita
armamento pesado y
de este modo, finalmente, pudo destruir la resistencia árabe.
Lo que sigue
fue relatado por un espía de la Haganá que presenció
los acontecimientos:
"La represión judía fue una `masacre desorganizada'.
Llevaron a los árabes a
una cantera y fusilaron de inmediato a 23 hombres, otros 93 fueron
asesinados directamente en la aldea. Y contando a mujeres y niños,
el total
de víctimas del Irgún llegó, esa noche, a
250 personas". Apenas finalizada
la carnicería, Menahen Beguin, comandante del Irgún
y luego primer ministro
del Estado de Israel al frente de la coalición Likud, emite
una "orden del
día" acorde con el espíritu del Libro de Josué:
"Aceptad mis felicitaciones
por esta espléndida conquista... En Deir Yassin, como en
todas partes,
atacaremos y aplastaremos al enemigo. Yhaveh, Yhaveh, nos has
elegido para
conquistar".
El nuevo terrorismo intrajudío
Las nuevas formas que adopta el terrorismo intrajudío son
hoy decididamente
antiseculares. Más específicamente: se trata de
reacciones antiseculares
contra una historia ideológica anterior laica, que ahora
es considerada como
subordinada a una "modernidad" que es percibida, por
los nuevos sujetos
históricos, como el peligro más letal que existe
para el mantenimiento de la
propia identidad. Es así como surgen, entre otros, los
principales grupos
terroristas judíos (especialmente a partir de la conmoción
que origina la
guerra del Yom Kipur, según ya hemos señalado):
como una reacción violenta
contra una historia anterior del judaísmo que ya había
adoptado la forma de
un sionismo modernizador y globalizante.
Las diferentes corrientes del integrismo religioso judío
asumen actitudes
especialmente agresivas, en particular con las formas "impuras",
"idólatras"
o simplemente laicizantes existentes dentro del propio mundo judío.
El
enemigo del integrismo judío es hoy el sionismo laicizante
y modernizador.
"No han de ser las leyes del Estado (de Israel) las que nos
prescriban qué
podemos o no hacer en la lucha revolucionaria, sino la Torah de
Israel y la
conciencia de la responsabilidad nacional que nos incumbe. Ambas
determinarán el límite de nuestro reconocimiento
de las leyes del Estado"
(Myron J. Aronoff, The Institutionalisation and cooptation of
a charismatic,
messianic, religious/political revitalisation movement, en The
Impact of
Gush Emunin, Politics and Settlement in the West Bank, Edited
by David
Newman).
Los haredíes (creyentes de Dios) israelíes -las
distintas corrientes de la
ortodoxia religiosa judía, en especial aquellas que están
cada vez más
integradas al nacionalismo israelí- utilizan la violencia
de manera
permanente y en varias dimensiones: en primer lugar contra los
grupos judíos
laicos; en segundo lugar, contra otros grupos haredíes
no nacionalistas
("Halcones" contra "Palomas") y, en tercer
lugar, hacia el exterior del
mundo judío. Todas esas dimensiones de violencia, pero
especialmente la
última, tiene un fundamento territorial. El investigador
francés, Ilan
Greilsammer, refiriéndose a las luchas dentro de barrios
ortodoxos o entre
barriadas ortodoxas y laicas dentro de los grandes conglomerados
urbanos que
conforman hoy la casi totalidad del Estado judío, señala:
"Esta brutalidad
se sitúa en los confines del espacio que esos grupos (religiosos
ortodoxos)
ocupan. Ella nace de conflictos por el territorio, por el espacio
vital. El
espacio territorial es un factor dependiente del dinamismo demográfico
de la
población haredim y ello conlleva una fuerte presión
por la extensión del
dominio físico. No se trata solamente de expansionar un
área habitacional y
purificarla de impíos -judíos no religiosos- se
trata sobre todo de crear un
área de dominación cultural" (31).
Esta violencia intrajudía se asemeja a la violencia que
ejercen los judíos
contra los no judíos en el hecho de que en última
instancia ella está
fundamentada sobre la necesidad de ejercer un control territorial
-dominar
un espacio vital. Por lo demás existen numerosos ejemplos
de acciones
violentas entre grupos religiosos judíos a lo largo de
toda la diáspora. Se
sigue recordando el choque que se produjo en Brooklyn entre grupos
hasedines
opositores (Greilsammer, op.cit).
Existe también una dimensión demográfica
de estos conflictos intrajudíos,
fundamentada en la gran diferencia existente entre las tasas de
natalidad de
familias hasedines y las de familias no hasedines. La tasa de
natalidad de
la comunidad religiosa ortodoxa es extremadamente alta. La observancia
de
las leyes religiosas desaniman el control de la natalidad, mientras
la tasa
media del crecimiento demográfico israelí tiende
a decrecer de manera
continua. Entre los ortodoxos no existen prácticamente
solteros
jóvenes/adultos de ninguno de los dos sexos, y el primer
niño nace
generalmente durante el primer año de matrimonio. Las pirámides
de edad
indican un fuerte porcentaje de niños y de jóvenes
en los nuevos barrios
haredíes, de los cuales son expulsadas en forma sistemática
las familias
"laicas". La media de hijos de las familias ortodoxas
en Israel va de los 5
a los 10, un número extremadamente superior a los hijos
de las familias no
religiosas. El público laico se inquieta ante el crecimiento
demográfico de
esta población. Solamente en Jerusalén los habitantes
ultraortodoxos
sobrepasan en la actualidad a las 100.000 personas, sobre una
población
total ligeramente superior a los 500.000 habitantes (nos referimos
a la
ciudad y no al "distrito" de Jerusalén -Yerushalayim-,
con datos de 1992).
Pero es especialmente a partir de la guerra de 1967 que distintos
grupos
religiosos haredim se transforman en movimientos nacionalistas
con gran
capacidad operativa en el plano militar y con programas que giran
todos en
torno a la cuestión territorial. Los nuevos colonos nacionalistas
religiosos
provienen, en gran parte, de las escuelas talmúdicas creadas
por el Partido
Nacional Religioso que había fundado el ya mencionado rabino
judío-norteamericano Zvi Yehouda Kook. La enseñanza
en esas escuelas del PNR
se fundamenta en que el territorio judío tiene una dimensión
trascendente.
No es un mero paisaje geográfico sino el Eretz Israel,
es decir "...Dios
mismo que continúa su obra mesiánica de Redención
a través del milagro de
poner esas tierras bajo la soberanía judía. Todo
el territorio bíblico judío
es un territorio sagrado. Es un mandato divino conservarlo, anexarlo
y
establecer sobre él un máximo de colonias judías".
Como el restablecimiento
de la soberanía judía sobre la tierra es un signo
explícito de la proximidad
de la Redención, todo compromiso territorial tiene como
efecto retardar y
diferir los Tiempos Mesiánicos. El movimiento ortodoxo
judío Gush Emunin (la
experiencia religiosa y territorial que condujo a los primeros
actos
demenciales de terrorismo contra judíos y contra no judíos),
que se puede
traducir como "Bloque de la Fe", creado en 1974 bajo
influencia del ya
mencionado rabino Zvi Yehouda Kook, ha militado y continúa
militando para
que los territorios de la Judea-Samaria (Cisjordania, "West
Bank") no
retorne jamás bajo soberanía no judía, aun
al costo de una guerra civil
dentro del Estado de Israel (The Impact of Gush Emunin, op.cit).
Una posición similar mantiene aun otro grupo religioso
que es también uno de
los principales fundamentos organizativos e ideológicos
de los Halcones: el
grupo Lubavitch. Bajo la directa influencia del antiguo rabino
de Brooklyn
(Nueva York) Eliezer Mizrahi, los "Lubavitch" señalaron
que "...le está
formalmente prohibido al pueblo judío entregar cualquier
porción del Eretz
Israel a los árabes, y asimismo comprometerse a entablar
conversaciones con
ese objetivo" (Greilsammer, op. cit). Esta sentencia se la
expuso el rabino
Mizrahi a Shimon Peres antes de las elecciones de 1988, lo que
nos señala
que la evolución del "Plan de Paz" instrumentada
por el actual gobierno
laborista es percibida por los Halcones como un estado permanente
de guerra
interior. Para el grupo "Lubavitch" esta posición
está basada en un
principio vital del judaísmo: el pikouah' nefech (el peligro
por la vida).
"Entregar los territorios, y aun discutir con el enemigo
esa posibilidad,
significa poner en peligro la vida de los judíos, y ello
significa una
terrible defección desde el punto de vista de la Ley religiosa...
existe la
obligación religiosa de un control estricto y anexativo
sobre los
territorios del Eretz Israel".
"Los Lubavitch, al igual que los Gush Emunim, u otros grupos
religiosos y
nacionalistas con acciones comprobadas y reiteradas de macroterrorismo,
creen que el Mesías va a arribar de un momento a otro,
y que estamos en las
mismas puertas de la revelación del enviado de Dios. Ellos
afirman ver
signos anunciadores, como decadencias y guerras. Y si tal es la
situación,
si el mundo está verdaderamente en las puertas de descubrir
la Gloria de
Dios y la Luz de Israel, no existe ninguna necesidad de comprometerse
en
negociaciones con otras naciones o de hacer concesiones a los
no judíos"
(Greilsammer, op. cit). Los Lubavitch militan activamente por
una política
de colonización intensiva de los territorios ocupados "con
la fe que Dios,
quien ha prometido esas tierras a nuestros padres, no permitirá
que ella nos
cause dificultades". Para el rabino Eliezer Mizrahi toda
concesión
territorial es la verdadera causa que refuerza las posibilidades
de una
nueva guerra.
La actividad de los Halcones fundamentalistas judíos se
verá notablemente
incrementada a partir de la actual crisis del "Plan de Paz".
Y ello lo
señaló con extraordinaria lucidez, antes del asesinato
de Rabin, el escritor
español Juan Goytisolo: "Es en el momento de su victoria
-militar, política
y económica- cuando Israel corre el riesgo de fracasar.
Al mantener los
asentamientos de Gaza y Cisjordania, torpedear a la ANP de Arafat,
aplazar
el calendario electoral fijado y prolongar así la presencia
militar de
Tsahal en las ciudades palestinas, etc., Issac Rabin manifiesta
una
sorprendente falta de clarividencia y de valor político.
El tiempo no juega
necesariamente a su favor, ni la demografía tampoco: la
conversión de
decenas de millares de palestinos en militantes de Hamás
y su disposición a
multiplicar los atentados suicidas no podrán ser combatidas
con cercas
electrificadas ni una separación imposible a causa de la
capilaridad y
mezcolanza creadas por la ininterrumpida colonización de
Cisjordania... La
carencia total de comprensión y respeto a la dignidad de
los palestinos
augura una permanente discordia que perpetuará a su vez
`la Intifada por
otros medios', más duros y sangrientos... Después
del diálogo de Oslo los
israelíes abrigaban la esperanza de haber cumplido su sueño
a costa de la
pesadilla de los palestinos. Dicha esperanza se revela ya totalmente
ilusoria".
Los actuales grupos dirigentes israelíes, judío-americanos
y, ahora,
fundamentalistas evangélicos norteamericanos, piensan que
una versión
nacional, o más bien, nacionalista del judaísmo
es la única alternativa para
unificar cultural y políticamente a una nación demográficamente
fracturada y
físicamente encapsulada en un espacio geográfico
muy pequeño. El
nacional-judaísmo provoca fuertes lealtades pero también
numerosas
exclusiones. Durante los tiempos de la invasión a Líbano
y, luego, durante
la Intifada, el comportamiento internacional (occidental) respecto
de Israel
sufrió importantes alteraciones que ahora se están
repitiendo de manera
ampliada, en la medida en que el nacional-judaísmo tenga
como principal base
de sustentación una política crecientemente militarizada
de naturaleza
terrorista, tanto hacia el interior como hacia el exterior de
las fronteras
del Estado de Israel.
Al ser hoy el nacional-judaísmo una ideología de
Estado -la ideología
constituyente del Estado de Israel en esta época de pos-bipolaridad-
todos
los hechos que se sucedan tanto en el interior cuanto en el exterior
de ese
Estado desencadenarán -a través de diversos canales,
incluidos los
religiosos- una serie de repercusiones en el conjunto de la política
mundial. Cualquier situación que eclosione en el hinterland
de Jerusalén,
origen o referencia mítica de las tres religiones abrahámicas,
hoy en
proceso de judaización por medios militares, afectará
directamente a los
grandes espacios internacionales que cada uno de esos monoteísmos
abarca, lo
que representa una parte sustancial de la población mundial.
En una situación tal, la estabilidad del proyecto globalizador
se verá
seriamente afectada -en lo económico, lo energético,
lo político y lo
religioso- lo que haría peligrar el status y la influencia
no sólo de los
EUA, sino además de las otras grandes potencias, se encuentren
éstas
próximas o geográficamente alejadas del epicentro
de los conflictos. Las
repercusiones más intensas se producirán naturalmente
en Occidente, aunque
si analizamos los mapas de las rutas petroleras marítimas
que nacen en el
Golfo Pérsico, veremos con claridad que otras grandes potencias
-como Japón-
geográficamente alejadas, también se verán
muy duramente afectadas.
Son los musulmanes los únicos que disponen de una verdadera
red de seguridad
teológica y política. Es el mismo Corán quien
sostiene inequívocamente, en
varias Suras y gran cantidad de parágrafos, el carácter
apócrifo del
Pentateuco y de los otros libros (TANAJ, Torah, Niviim, Kthuvim-Pentateuco,
Profetas y Escrituras); su falsificación "por los
perversos (que)
sustituyeron la palabra que les había sido indicada por
otra palabra...(Sura
II, parágrafo 56). "...Alteraron la palabra, después
de haberla comprendido,
y lo sabían muy bien" (II, 71). "La generalidad
de los hombres no conocen el
libro (TANAJ), sino solamente los cuentos engañosos, y
no tienen más que
ideas vagas. ¡Desgraciados los que, al escribir el libro
con sus manos
corruptoras, dicen: He aquí lo que proviene de Dios...!
¡Desgraciados de
ellos, a causa de lo que han escrito sus manos y a causa de la
ganancia que
de ello sacan!" (II, 73). Y un largo etcétera. No
hay duda de que Muhammad
(Mahoma) tenía bien claro el origen histórico-político
concreto de la Torah:
la pequeña élite hebrea "exiliada" en
Babilonia.
Es precisamente ese el sentido que tuvo la redacción de
esos libros por la
élite judía desterrada en Babilonia, luego de la
destrucción del Primer
Templo: construir a sangre y fuego, hacia el futuro, una comunidad
política
hegemónica tal como lo aconseja, entre otros profetas,
Josué.
Con ese objetivo mesiánico (el fin de la historia exige
la previa posesión
de la tierra -Eretz Israel) reconstruyen desde el presente pos-exílico
(del
siglo VI al IV aC.) una falsa historia, un pasado básicamente
mitológico que
tiene como único objeto preparar psicológica y políticamente
al "pueblo
elegido"; primero para resistir una eventual nueva dispersión
en el mundo
(que se vuelve a producir en el año 70 dC.), que era una
experiencia ya
conocida por ellos. Pero sobre todo el Antiguo Testamento constituye
la
ideología perfecta para rehacer un poder político
terrenal, con
características muy similares a las que finalmente instrumentalizó
el
sionismo para la construcción del Estado de Israel, unos
20 siglos después
de la caída del Segundo Templo. "El Antiguo Testamento,
en su conjunto,
corresponde más a la época del Segundo Templo que
a la del primero, a la del
regreso del exilio que a la de la formación y desarrollo
del reino de
Israel. Constituye un caso extraordinario de reinvención
de la historia
pasada y reescrita en función del presente (un presente
muy posterior a la
historia narrada)" (32).
La continuidad teológica, ideológica y estratégica
entre judaísmo y sionismo
es absoluta y, en la práctica, sólo se manifestaron
fisuras menores entre
ambas concepciones. Y ya en la actualidad estamos constatando
una nueva
forma que adopta esa relación, que sólo en apariencia
fue contradictoria
durante cortos períodos de tiempo.
Judaísmo, sionismo, nacional-judaísmo
Todos los soldados de los ejércitos de Israel -originariamente
laico y
concebido como brazo armado de un Estado secular- llevan en sus
mochilas el
Libro de Josué, quien es quien asesina (los ..."pasa
por el filo de la
espada al punto de no dejar ningún superviviente"...-Josué,
X, 34) a todos
los cananeos y a otras tribus de la Palestina histórica,
que fueron los
habitantes originarios de la región antes de la llegada
de las tribus
hebreas. Fue una de las tantas matanzas ordenadas por el "Dios
de los
ejércitos", el mismísimo Yahveh (o Jehová),
según la versión oficial de la
Biblia hebrea o Antiguo Testamento (33).
Así está en verdad relatada una operación
de "limpieza étnica" en el libro
de los Nombres (XXXI, 7-18), que nos informa sobre las hazañas
de los "hijos
de Israel" quienes "... vencedores de los Medianitas,
`como el señor había
ordenado a Moisés matar a todos los hombres', `hicieron
prisioneras a las
mujeres', `incendiaron todos los pueblos'. Retornaron a Moisés,
y éste se
enfurece: `¡Qué, -dice- habéis dejado con
vida a todas las mujeres! Bien,
ahora mismo matad a todos los niños y a todas las mujeres
que hayan conocido
hombre... Pero todas las vírgenes...reservadlas para vosotros"
(14-18). Esa
minoría ilustrada no se propuso redactar la historia original
de las tribus
hebreas en Palestina (pasado), sino señalar el sendero
de su unidad futura,
de su permanencia en el tiempo y en el espacio a partir de una
consolidación
política sustentada en la vigencia sagrada de un Dios Único.
El orientalista italiano Mario Liverani (op.cit.) señala
al respecto: "La
conciencia de unicidad y diversidad de los descendientes del pueblo
de
Israel les ha llevado a resistirse a cualquier tipo de asimilación,
algo que
no tiene igual en un plazo tan largo. Si dejamos a un lado la
explicación
teológica del `pueblo elegido', se impone una explicación
de carácter
histórico". Resulta claro que la "metodología"
empleada por los redactores y
compiladores del Antiguo Testamento está basada en la "...
antedatación
anacrónica... La consecuencia es la congelación
del proceso evolutivo, con
un resultado final preestablecido desde el principio, con sus
caracteres
inmutables".
Los redactores del Libro situaron, bajo una forma mítica,
los hechos
políticos y religiosos de esa época (desde el retorno
del "exilio"
babilónico) nada menos que en el siglo XII, es decir, unos
seis siglos antes
de que verdaderamente ocurrieran. Naturalmente que cuando ocurren
los hechos
carecen en absoluto de la forma mitológica fijada con seis
siglos de
"anticipación". El siglo XII aC. fue la época
de los orígenes étnicos de las
tribus hebreas; en absoluto existía el grado de evolución
religiosa que se
verifica seis siglos más tarde. En el siglo XII aC. Moisés
habría recibido
directamente de manos de Yahvé (Jehová) las "tablas
de la Ley", "... de modo
que el yahavismo no habría evolucionado nada de Moisés
al judaísmo, entre
los siglos XII y IV" (Liverani). La orientación nacionalista
y racista del
judaísmo revelado en la Biblia Hebrea o Antiguo Testamento,
en tanto
monoteísmo religioso, hace innecesaria la recurrencia al
sionismo como
perversión secular muy posterior a la aparición
del Libro.
Es evidente que esta posición conlleva gravísimas
complicaciones teológicas
y políticas. No sólo las Nuevas Escrituras están
unidas al Antiguo
Testamento (incluso por decisión institucional de una Iglesia
Católica
progresista y posmoderna, aunque ambos libros hablen de dioses
distintos);
es muy conocida, además, la preferencia de las diferentes
corrientes del
protestantismo por la lectura sistemática de la Biblia
Hebrea, en detrimento
del Nuevo Testamento, considerado por Lutero como el libro católico
por
excelencia (34). A los protestantes en general habría que
recordarles cuál
fue la opinión final de Lutero sobre los judíos
(35). Próxima, por cierto, a
la doctrina nacional-socialista, y totalmente alejada del pensamiento
del
chiísmo contemporáneo. Los católicos activos
saben muy bien sobre los cismas
terribles de los próximos tiempos, la mayoría de
ellos originarios de una
posmodernización apresurada por las exigencias ideológicas
del capitalismo.
Un análisis contemporáneo competente no puede deslindar
y ubicar en campos
distintos al judaísmo y al sionismo. Desde un punto de
vista no teológico la
posición islámica puede ser aceptable, porque no
cambia el hecho de fondo:
es el propio actor histórico-social -el judaísmo-
quien proclama la
sacralidad de Su Libro. Y a partir de Él proyecta -y sobre
todo justifica-
su accionar sobre su propia comunidad, sobre otras comunidades,
y sobre su
entorno geográfico cercano o lejano. El Libro se transforma
así en el
principal componente ideológico de una política
(que se sacraliza a sí misma
y demoniza a sus oponentes): la que instrumenta el Estado de Israel
y todas
las ramas de la diáspora judía dispersas por el
mundo (occidental).
En sus orígenes, "La fidelidad a un Dios único
nacional es la única
esperanza de salvación". "Cuando David y Salomón
unificaron la región, la
fundación del templo de Yahvé en Jerusalén,
como edificio anejo del palacio
real , conllevó la elección de una divinidad como
centro del panteón oficial
del reino y como divinidad dinástica. El Dios elegido,
Yahveh, no debía ser
nuevo en la religión. Seguramente se trataba de una de
las divinidades
mayores y más cualificadas, más vinculado por tanto
a un ambiente particular
y a un patrimonio mitológico y cultural arraigado"
(Mario Liverani,
op.cit.). En verdad la experiencia política de David, que
convertirá a
Israel en una pequeña potencia política, fue muy
marginal y hasta ignorada
por los grandes Estados de la época. Es la naturaleza de
esta decisión
política -la necesidad vital de un dios nacional único,
epicentro de una
buscada unificación demográfica y geográfica-
lo que se convierte en el nexo
más sólido entre el judaísmo original y el
sionismo, cuyo ciclo de vida es
muy corto: desde mediados del siglo XIX dC. hasta fines de la
"guerra fría".
Lo que origina continuidad entre ambas etapas, después
de casi 20 siglos de
diáspora, es su misma vocación mesiánica:
el laicismo de algunos sionistas
no convierte a éste en algo distinto del judaísmo.
Judaísmo y capitalismo
La Inteligencia y la Contrainteligencia del mundo judío-occidental
(o
judío-cristiano) pretenden hoy ocultar el hecho histórico
de que el chiísmo
libanés es en verdad una expresión originaria del
Sur del Líbano (incluyendo
el sur del Valle de la Bekaa), difundiendo la imagen falsa por
la cual esa
"nueva frontera" es una exportación iraní
hacia el Mediterráneo Oriental
(36). Las dos grandes Iglesias occidentales, el catolicismo y
el
protestantismo, desde un punto de vista estratégico, actúan
hoy como
elementos subordinados del pos-sionismo o del hiperjudaísmo.
Protestantes y
católicos, los primeros desde siempre y los segundos recientemente,
han
aceptado como fundacional la versión del Antiguo Testamento,
es decir la
preeminencia ideológica del judaísmo sobre el cristianismo
en tanto
construcción de un "mismo mundo", el Capitalista-Occidental.
La religión judía, y a partir de ella el cristianismo,
según
interpretaciones posmodernas, "fue construida según
un plan preestablecido;
aparece como la solución fría y calculada de un
problema diplomático. Se
conforma al programa: es preciso asegurar una religión
al pueblo a cualquier
precio. Y otro hecho que no debe perderse de vista para formular
un juicio
adecuado sobre la religión judía es éste:
la misma reflexión fría, la misma
conformidad a un fin preestablecido, presidieron el nacimiento
de las
doctrinas que, unas después de otras, se fueron agrupando
con el correr de
los siglos al núcleo principal" (Werner Sombart, Los
judíos y la vida
económica).
Lo que pone al judaísmo como principal impulsor del capitalismo,
desde sus
orígenes hasta nuestros días es "... la reglamentación
contractual, la
reglamentación comercial... de las relaciones entre Jehová
(Yahvé) e Israel.
Por otra parte todo el sistema religioso judío no es otra
cosa que un
tratado concluido entre Jehová y su pueblo elegido: un
tratado con todas las
obligaciones que se desprenden generalmente de un contrato. Dios
promete
algo y da alguna cosa a cambio de lo cual el hombre justo lo sirve"
(Sombart, op.cit.).
La "ideología" hiperjudía tiene actualmente
dos fuentes de alimentación. Por
un lado prolonga una ya clásica proyección "profética"
del Antiguo
Testamento, es decir de una narración realizada e interpretada
sobre hechos
ya sucedidos, que sacraliza y proyecta hacia el futuro una corta
experiencia
política anterior, y que en verdad fue muy poco exitosa
y de muy corta
duración. A esa historia, deformada y sacralizada a la
vez, se le suma luego
la voluntad política de secularizarse, que fue planteada
inicialmente por el
sionismo, en todas sus ramificaciones. El poder secular (sionista)
sumado a
una proyección sacramental de un texto, es lo que termina
conformando el
hiperjudaísmo de este mundo en creciente desorden político,
cultural y
estratégico.
El nacional-judaísmo y no el sionismo es la ideología
dominante en Occidente
en esta etapa de globalización capitalista, es decir de
neto predominio del
capital financiero. Ello es así por la gran importancia
que le asigna "...
la moral teológica judía a la ganancia pecuniaria
propiamente dicha; cómo
alienta de un modo significativo la tendencia a la acumulación
puramente
cuantitativa de valores desprovistos en sí mismos de toda
calidad, sin
relación con un bien natural cualquiera..." (Sombart,
op.cit).
Es que no sólo el judaísmo está en el origen
del capitalismo. Es asimismo la
auténtica "superestructura" ideológica
del globalismo, ya que: "El judío es
partidario neto de una concepción liberal del mundo, en
el que hay lugar, no
para hombres vivos, para hombres de carne y hueso separados por
diferencias
individuales, sino para ciudadanos abstractos con derechos y deberes,
un
pueblo semejante a otro y constituyendo el conjunto la gran humanidad
que no
es más que la suma de las unidades desprovistas de toda
calidad" (Sombart,
op.cit.).
Los intereses del judaísmo convergen con los del
supercapitalismo global en
un hecho básico y decisivo: en el interés común
por convertir a las naciones
en elementos despojados de propiedades, carentes de poder, incapaces
de
identificarse. Ello refuerza de manera clara la presencia mundial
del único
Estado nacional que importa, del Estado creado "por orden
de Dios", el de
Israel.
Del sionismo al nacional-judaísmo.
Crisis y recomposición de la identidad de la sociedad judío-israelí
El camino que recorre la sociedad israelí entre el sionismo
original y el
nacional-judaísmo (hiperjudaísmo) actual pasa, en
todos los niveles del
análisis, por una crisis de identidad. La utopía
sionista fundadora, que
incluía la construcción de una sociedad laica e
igualitaria, fue perdiendo
su energía movilizadora a partir de sucesos como las guerras
sucesivas, la
distinta naturaleza cultural de las distintas olas inmigratorias
y el propio
proceso de modernización, que hizo que muchos judíos
dejaran de compararse
con Europa y comenzaran a hacerlo con los EUA.
La crisis ideológica que sufre el sionismo -en tanto antiguo
ideal
civilizador- fue conduciendo a tener que definir a la sociedad
de Israel
como a un Estado más dentro de un mundo de Estados. En
esa situación, surge
no solamente el interrogante sobre la identidad judía,
sino que emerge una
cuestión aún más profunda "sobre la
cuestión de la judeidad y del judaísmo"
(36). Ante esta licuación del ser judío emergen
la "ortodoxia y la
ultraortodoxia con respuestas claras a estas cuestiones"
(37), aun con
puntos de vista divergentes entre sí.
Como lo señala el fundador de la sociología israelí,
S.N. Eisenstadt (38),
la ideología sionista había sido un movilizador
muy fuerte, no sólo por su
naturaleza fundacional, sino además por su proyecto de
crear una sociedad
nueva, igualitaria, que representara la ruptura definitiva con
el ghetto,
reinvindicadora de conductas voluntarias y voluntaristas. En esta
sociedad
los elementos religiosos fueron finalmente marginalizados.
Las fuerzas de la historia que fueron creando ese Estado, finalmente,
toman
muy poco en cuenta al proyecto fundacional original. La construcción
política se realiza bajo la presión de sucesivas
olas inmigratorias -de muy
distinto contenido cultural unas de otras-; de guerras continuas
cada una de
ellas percibidas de manera diferente por la sociedad israelí.
Los nuevos
inmigrantes son en su mayoría mesiánicos. Y la guerra
de 1967 -la conquista
de lugares santos judíos como Jerusalén y Hebrón-
produce una unificación
religiosa profunda en la sociedad israelí. Otras guerras
posteriores, como
la del Líbano, produjeron un efecto contrario, de desgaste
y dispersión,
que, sin embargo, no llegan a anular al movimiento religioso que
se postula
como representante de la nueva identidad judío-israelita,
a pesar de sus
profundas diferencias y contradicciones internas que expresa ese
movimiento.
Cada día con más intensidad, el sionismo fundacional
es desplazado por la
nueva cultura identitaria de raíz religiosa. Ella está
capacitada para
legitimar las guerras actuales y futuras de Israel en nombre de
principios
bíblicos: "Las guerras de Israel están ligadas
a la promesa divina
concerniente a la posesión de su tierra, ...el Eretz Israel...
pero su
posesión está estrechamente ligada a la fidelidad
del pueblo de Israel a la
alianza realizada con Dios en el desierto del Sinaí y a
la observancia de
los mandamientos divinos" (39). Guerra y religión
son dos aspectos que se
entrelazan y se complementan mutuamente en estos tiempos que corren.
Ello
nos señala un futuro cada vez más claro en relación
a los rasgos que irá
asumiendo sucesivamente la identidad judío-israelita y
su creciente
preparación -para utilizar una distinción talmúdica-
no sólo para las
guerras prescriptas, sino además para las guerras permitidas
(40).
Las guerras futuras del judaísmo israelí serán
en su mayoría guerras
permitidas (milhemet rechout), según el Talmud. Ello provoca
dos situaciones
que no estaban contempladas en la cultura sionista fundadora.
La alianza del
sector mayoritario (halcones) del movimiento religioso con el
nacionalismo
más intransigente del viejo tronco sionista: los herederos
ideológicos del
revisionista Jabotinsky, y la conexión de ese nacionalismo
con el mesianismo
del Tercer Templo: la urgencia por realizar y definir la próxima
guerra
tiene una estrecha relación con la llegada del Mesías
(41). Ella sólo se
producirá cuando el Eretz Israel llegue a los límites
geográficos
(imprecisos) prescriptos por la Torah.
El hecho es que una gran parte del judaísmo religioso había
quedado fuera
-en la mayoría de los casos, por decisión propia-
de la fundación y de la
construcción del Estado de Israel. Naturalmente esto representaba
un serio
desequilibrio político e inclusive una debilidad ideológica
para grandes
sectores del judaísmo religioso que, con el correr de los
años, comienzan a
pensar en la posibilidad de incorporar al sionismo secular en
la dinámica
del mesianismo judío tradicional u ortodoxo. Esto quiere
decir que las
realizaciones del social-sionismo podían comenzar a re-interpretarse
dentro
del esquema bíblico de "pueblo elegido".
Muchos rabinos, entre ellos Kook, señalaron que el "...sionismo
contiene...
`chispas de santidad' y los pioneros socialistas que llegan a
Palestina para
cultivar la tierra participan, sin saberlo, en un plan colocado
bajo la
égida de Dios, el cual, reanudando los vínculos
entre el pueblo judío y
Eretz Israel, desembocará en la sumisión de todos
los judíos a los
mandamientos de la Ley. Puesto que Dios se reveló, el regreso
físico de los
judíos sólo puede preparar su vuelta espiritual,
es decir, la aceptación por
los judíos de su verdadera naturaleza, que no puede ser
más que religiosa.
El sionismo, tan sacrílego en apariencia (el autor se refiere,
naturalmente,
al social-sionismo. NC.), devuelve de hecho una actualidad inmediata
a una
redención mesiánica que, en adelante, está
al alcance de la mano" (42).
Desde la conquista progresiva del Eretz Israel, tal como las practican
los
ejércitos de Israel, el judaísmo religioso ortodoxo
cree avizorar "el alba
de la redención, es decir, la verdadera puesta en marcha
del proceso
mesiánico" (43). Este acceso al "fin de los tiempos"
(utopía mesiánica) va
transformando "... al mesianismo realista de los precursores
del sionismo,
que habían reservado cierto lugar a la intervención,
prudente, del hombre
judío en su historia, se convirtió en un mesianismo
cada vez más activista,
es decir, en la propia antítesis del mesianismo pasivo...
que había dominado
el judaísmo tradicional. Este cambio está intrínsecamente
vinculado a la
concretización del sionismo que, al llevar a cabo la reterritorización
(parcial) de los judíos sobre una base estatal, reforzaba
la vinculación
material a la tierra de Israel. Por este hecho, la faceta política
del
mesianismo judío, presente en la época asmonea (siglos
II y I aC.), pero que
a continuación había sido edulcurada por los rabinos
deseosos de `fabricar'
un judaísmo más espiritualizado, mejor adaptado
a la nueva situación de
diáspora, se veía reactivada. Reactivación
tanto más fácil cuanto que el
sionismo, en todas sus tendencias, no estaba desprovisto de tonalidades
mesiánicas" (44).
Desde un punto de vista práctico, el hiperjudaísmo
está expresado en la
composición del gabinete del gobierno de Israel encabezado
por el señor
Netanyahu. Allí están los sionistas revisionistas
-como el general Allon-,
algún superviviente ideológico del Grupo Stern (Sharon)
y distintas
versiones religiosas, sobre todo las representantes del fundamentalismo
judío. Muchas de esas líneas se combatieron duramente
entre sí a lo largo de
la historia. Pero ahora se han unificado, fuera de las ideologías
restrictivas de la guerra fría, para proceder a practicar,
entre otras
cosas, y ahora sí, una "solución final"
para dos millones de palestinos
enjaulados en los bantustanes de las "autonomías",
y para expandir el
territorio del Eretz Israel según el "mapa" diseñado
por Moisés en sus
"últimas instrucciones en el Horeb" (Deuteronomio
1, 6-8) (27).
El hiperjudaísmo es la sacralización de la experiencia
de una pequeña, casi
insignificante tribu nómada, que llega y se implanta a
sangre y fuego en una
Palestina ya poblada y dotada de una alta cultura religiosa en
proceso hacia
el monoteísmo. "Cuando hayáis pasado el Jordán
para entrar en la tierra de
Canaán, arrojaréis de delante de vosotros a todos
los habitantes de la
tierra... Porque si no arrojáis de delante de vosotros
a los habitantes de
la tierra, los que de ellos dejéis serán como espinas
en vuestros ojos y
aguijón en vuestra carne. Os hospitalizarán en la
tierra que váis a habitar,
y yo mismo os trataré a vosotros como había pensado
tratar a ellos"
(Deuteronomio). ¿Cómo pensaba tratar Dios, según
el Moisés de la Torah, a
los "habitantes de la tierra"?: de dos maneras, esclavizándolos
o
asesinándolos:
"La conquista de las ciudades"
"Cuando te acerques a una ciudad para combatir contra ella,
le propondrás la
paz. Si ella te responde con la paz y te abre sus puertas, todo
el pueblo
que se encuentre en ella te deberá tributo y te servirá.
Pero si no hace la
paz contigo y te declara la guerra, la sitiarás. Yahvé
tu Dios la entregará
en tus manos, y pasarás a filo de espada a todos sus varones;
las mujeres,
los niños, el ganado, todo lo que haya en la ciudad, todos
sus despojos, los
tomarás como botín" (Deuteronomio, 20, 10-14).
Estamos hablando de una guerra de conquista, de una guerra de
despojo contra
los pueblos ya instalados en el Eretz Israel o "Tierra Prometida".
Y,
naturalmente, estamos hablando no de una historia pasada, sino
de una
historia futura, como ya lo hemos dicho reiteradas veces. Sólo
con la
fundación del Estado de Israel el deseo se convirtió
en realidad.
La alianza integral entre el Estado de Israel y los Estados Unidos
tiene
diversos componentes principales, políticos, militares,
económicos y
estratégicos. Y tiene asimismo un hilo conductor de naturaleza
teológica,
que emerge de dos formas similares de leer e interpretar el Antiguo
Testamento. Esa alianza, entre esos dos Estados, representa la
culminación
de la antigua unidad entre todas y cada una de las fases del capitalismo
y
la etapa correspondiente de elaboración doctrinaria que
iba ofertando el
judaísmo. El judaísmo sirvió al capitalismo
y a Occidente no sólo en su
etapa sionista, es decir, nacionalista-civilizadora.
El componente teológico de la alianza entre Israel y los
Estados Unidos de
América originó el hecho por el cual "La relación
de la sociedad americana
con la comunidad judía (americana) es una relación
de adopción y de
integración. La comunidad judía es considerada como
participante de todos
los valores de la cultura americana dominante" (45). "La
pertenencia
americano-israelí a valores comunes excluye manifiestamente
a los árabes".
"La identificación americana con Israel es aún
más marcada en ciertos
sectores, como los cristianos fundamentalistas y los evangélicos,
para
quienes el Estado de Israel cumple funciones escatológicas"
(Mansur,
op.cit.) (46).
Pero por ser precisamente "profética", la lectura
del TANAJ, Biblia Hebraica
o Antiguo Testamento, justifica las exacciones de hoy, de la misma
manera
que la expoliación y exterminación de los autóctonos
de Canaán es
presentada, en el texto original, como una condición sine
qua non para que
el "pueblo elegido" pueda mantener su "Alianza
Eterna" (con Dios). Ese texto
del Antiguo Testamento es, para las Iglesias de Occidente, el
fundamento de
la civilización judeo-cristiana. Es así como el
cristianismo, luego de su
aventura secular representada en el Concilio Vaticano II, se ha
convertido
hoy en el rehén teológico-estratégico del
hiperjudaísmo, el pueblo elegido,
el único que ha podido establecer una "alianza eterna"
con Dios.
La historia real objetiva de las tribus hebreas asume como propia
la cultura
de Palestina antes de su llegada a esas tierras, e internaliza
integralmente
una cosmovisión preexistente, la Weltanschauung cananea
materializada en lo
que los expertos del mundo antiguo oriental llaman la Biblia Cananea.
En un
momento dado la cultura cananea no es distinta a la cultura de
los hebreos,
es su verdadero origen y fundamento. Sin embargo, éstos
logran "sacralizar"
una experiencia política particular (en su momento, intrascendente)
en
contraposición con aquella cultura preexistente. Luego
de la crisis de los
dos reinos (47), de las guerras civiles judías anejas,
de la caída del
Primer Templo y del exilio, ese plagio y su posterior teologización
(que es
lo que corresponde a la redacción de textos sobre hechos
sucedidos entre
cuatro y seis siglos antes) es lo que mantiene unida a la comunidad
durante
el largo período de la diáspora, luego de la caída
del Segundo Templo (70
dC.)
El Libro es entonces la primera experiencia histórica exitosa
de una
ideologización de hechos ocurridos con mucha anterioridad
al momento de su
recordación y redacción. Desde el punto de vista
político, esos hechos
habían resultado obviamente catastróficos. La "experiencia
del gobierno de
David" termina en una escisión de la sociedad en dos
reinos, en un proceso
complejo de guerra civil, y en la caída de ambos ante las
fuerzas
babilónicas. Todo ello en el tiempo muy corto y en espacios
geográficos tan
increíblemente pequeños que todos esos sucesos pasan
desapercibidos para los
observadores de las grandes culturas circundantes (Egipto y Mesopotamia).
De allí la brutal dureza de Yahvé y la repulsiva
crueldad de los jefes
hebreos en el texto del Antiguo Testamento. Los redactores y compiladores
de
la etapa del exilio babilónico estaban preparando a su
tribu para
acontecimientos futuros, que ciertamente tuvieron lugar. Para
referirnos
sólo a una cuestión puntual reciente, vemos que
la naturaleza de la última
incursión militar de Israel sobre el Líbano es un
calco exacto de las
órdenes de exterminio que Moisés transmite a su
pueblo en el Deuteronomio.
La misma ideología preside la matanza de palestinos hacia
fines de setiembre
de 1996.
Por el momento interesa señalar que una escisión
similar a la de los dos
reinos, incluso con parecidos orígenes míticos e
ideológicos, fractura a la
sociedad judía en los tiempos que corren. Y hay que señalar
desde ya que es
esa fractura la que posibilita el nacimiento de las fuerzas antagónicas
al
hiperjudaísmo. Al igual que la crisis política y
la guerra civil que
desembocó luego en la caída del Segundo Templo e
impulsó a la comunidad
judía a transitar por 20 siglos de diáspora, las
fracturas y las escisiones
"ideológicas" actuales se originan en un núcleo
de teología judía que se ha
proclamado intérprete de los "intereses eternos y
permanentes de la nación".
A ese núcleo teológico se le ha sumado una legitimidad
política originaria
de la "democracia de los gentiles" (sionismo). Es a
esta suma de dos
realidades contradictorias a la que estamos definiendo como hiperjudaísmo,
un producto impensable con anterioridad al actual mundo apolar.
No estamos sosteniendo aquí la clásica banalidad
que señala la existencia de
dos o más políticas diferentes, incluso opuestas,
que disputan su hegemonía
en el seno de la sociedad israelí. Estamos hablando de
una cuestión no
resuelta que es la identidad del Estado de Israel. Más
aún, estamos
señalando la imposibilidad de que esa cuestión pueda
resolverse, es decir,
de la creciente inviabilidad de llegar a consolidar este tercer
intento de
establecer la soberanía judía en Eretz-Israel.
En esencia, la obra del impulsor del sionismo moderno Theodor
Herzl
(1860-1904), se fundamenta en una idea fuerza: el Estado judío
será una
potencia civilizadora allí donde se implante, y se asumirá
como vanguardia
de Europa (occidental) contra la "barbarie". La implantación
del Estado
sionista en Palestina hizo que la relación entre el sionismo
y el mundo
árabe-musulmán haya devenido finalmente en una relación
entre civilización y
barbarie, es decir, entre opresores y oprimidos (48) o, como dice
el Imam
Hussein Fadlallah, entre orgullosos y desposeídos. Sin
embargo, el sionismo
no estuvo nunca antes como lo está ahora, tan furiosamente
fundamentado en
una prescripción teológica.
Por el contrario, en otros tiempos históricos, fueron teólogos
judíos
algunos de los más firmes opositores a la creación
del Estado de Israel. El
"casamiento" entre el judaísmo religioso conservador
y el sionismo secular,
en cualquiera de sus manifestaciones ideológicas, es un
fenómeno
absolutamente contemporáneo, y expresa con toda claridad
una crisis
profunda, tanto en lo ideológico como en lo cultural. Arnold
Toynbee, en su
monumental Estudio de la Historia, analiza con mucho detalle los
"contactos
espaciales y temporales entre civilizaciones", y elabora
conceptos
sorprendentes por su aplicabilidad al Sur del Líbano y
a Palestina, hoy.
"En el mundo moderno los diversos responsables nacionales
de la agresión
cultural de la sociedad de Occidente hicieron una distinción
semejante entre
`Civilización', con mayúscula , y los "bárbaros"
o "salvajes" con los que se
encontraron en su expansión por toda la superficie del
globo... "Los
representantes de una civilización agresiva que ha penetrado
con éxito en un
cuerpo social ajeno tienden a sucumbir a la hybris del fariseo
que da
gracias a Dios porque él no es como los otros hombres.
La última forma de
inhumanidad tienden a mostrarla los representantes de una civilización
agresiva. En su cultura, la religión es -y así se
siente y se reconoce- el
elemento que gobierna y orienta. En una sociedad que no ha secularizado
su
vida, la negación de la humanidad de los inferiores tomará
la forma de una
afirmación de su nulidad religiosa" (Toynbee, Estudio
de la Historia).
________________________________________________
1.- No es cierto que el gobierno judío tergiverse los Acuerdos
de Oslo. Lo
cierto es que la OLP firmó unos documentos plagados de
incoherencias y de
trampas, que en definitiva no obligaban a nada a los israelíes.
Sobre la
claudicación de la dirigencia de la OLP ver: Edward Saíd,
Gaza y Jericó, pax
americana, op.cit. Al texto
2.- La plena vigencia de este proceso re-fundacional -esto es,
el pasaje del
sionismo (en sus versiones revisionista o nacionalista, y laborista)
al
nacional-judaísmo- es lo que explica la creciente intransigencia
del
judaísmo (el de Israel y el de las juderías más
significativas) hacia el
resto del mundo. Todo crítico es definido de inmediato
como antisemita -es
decir, de enemigo del "pueblo elegido". El concepto
de antisemitismo es por
lo demás confuso, ya que se lo utiliza como si se tratara
de una actitud
patológicamente "racista" (o "étnica")
cuando en realidad el concepto
"semita" hace referencia tanto a una realidad lingüística
cuanto a la
naturaleza étnica de la casi totalidad de las tribus y
civilizaciones
antiguas que originaron lo que hoy es el mundo árabe-musulmán.
Al texto
3.- A fines de enero de 1998, el obispo Jacinto Boulos Marcuzzo,
vicario del
Patriarca Latino en Jerusalén, solicitó públicamente
al primer ministro
israelí Benjamín Netanyahu que intervenga a fin
de que el organismo radial
del gobierno israelí "Kool Israel" reestablezca
las transmisiones religiosas
en lengua árabe para los católicos del Medio Oriente,
que se encuentran
suspendidas desde septiembre de 1997. Las emisiones católicas
en lengua
árabe se iniciaron en 1948 y habían venido difundiéndose
regularmente hasta
su suspensión en setiembre de 1997. Estaban dirigidas a
los 12 millones de
católicos del Oriente Medio, residentes, principalmente,
en El Líbano, Irak
y Egipto. El obispo afirma en su carta pública que la medida
representa "una
patente violación de los principios de igualdad de los
ciudadanos y del
respeto a las minorías", además de "una
evidente discriminación", ya que el
ente gubernamental israelí sigue manteniendo las transmisiones
de otras
confesiones religiosas evangélicas (protestantes) de origen
estadounidense".
Fuente: Servicios de Informaciones del Vaticano (SIV). La cursiva
es mía.
Ver, en este mismo capítulo, la nueva conexión ideológica
del lobby
judío-norteamericano. Al texto
4.- La sociedad israelí y el judaísmo en general
es lo esencialmente
diferente, es la diversidad por excelencia, absoluta. Israel no
es un mero
hecho colonial clásico. Autores laicos, "progresistas"
y lúcidos como Edward
Saíd no comprenden la naturaleza de esta diferenciación,
que es
definitivamente teológica. Es por ello que no podrá
haber Paz -algo que se
practica entre iguales- sino sumisión (árabe-musulmana)
o expulsión (judía).
Para los palestinos, específicamente, la ecuación
es fatídica aunque
inexorable: derrota (esclavitud) o victoria (expulsión
del enemigo que se
posesionó de la tierra, convirtiéndola en "prometida").
Al texto
5.- Yaron Ezrahi: El prefacio chauvinista de la Biblia distribuida
a los
soldados israelitas, en Haaretz, Jerusalén, 22 de enero
de 1996. Citado por
Roger Garaudy en Droit de réponse, Samizdat, París
1996. Al texto
6.- Las comunidades judías y cristianas que vivieron durante
siglos bajo
dominación musulmana, fueron siempre reconocidos como "gentes
del libro",
"creyentes de Dios, de los profetas y del juicio... pertenecientes
a la
misma familia espiritual que los musulmanes. En tanto que tales,
ellas
constituían 'pueblos protegidos', a quienes se les acordaban
los derechos a
la vida y a la propiedad, al ejercicio de su religión y
a la preservación de
sus leyes y costumbres, a cambio de su lealtad (política
al Estado) y al
pago de un impuesto especial" (Albert Hourani, La pensée
arabe et
l'Occident, Ed. Groupe Naufal, París 1991). Al texto
7.- Son los musulmanes los únicos que pueden evadir este
gran cerco
teológico que Israel le tiende a la totalidad del mundo
Occidental, ya que
el Corán dice que los textos de la Biblia Hebrea son falsificados.
Al texto
8.- Ni la arqueología ni las investigaciones históricas
contemporáneas han
encontrado ni un sólo vestigio de lo que se considera el
núcleo ético
fundacional del Antiguo Testamento o Biblia Hebrea, el Éxodo.
Al texto
9.- "R. Leví ben Jama, en nombre de R. Shimón
b. Laqish, dice: `¿por qué
está escrito: Y te entregaré las tablas de piedra,
junto con la Ley y los
mandamientos que he escrito, para que sean enseñados?'
Las tablas de piedra
son las del Decálogo; la Ley son los cinco libros de Moisés,
y los
mandamientos son la Mishnah. Las `palabras que he escrito' son
los libros de
los profetas (neviim) y los escritos (ketubim); y las palabras
`para que
sean enseñadas' es la Guemarah. Así queda demostrado
que todo fue entregado
a Moisés en el Sinaí" (Berajot 5a). Al texto
10.- Roger Garaudy, Les Mythes fondateurs de la politique israélienne,
Samiszdat, París 1996; en el "mito del antifascismo
sionista", el autor
explica las negociaciones entre sionistas y nacional-socialistas
realizadas
sobre el interés común de expulsar de Alemania hacia
Palestina a los judíos
alemanes no integrados, es decir, sólo a los sionistas.
"El enemigo
principal, para los dirigentes sionistas, es la asimilación"
(p.68). Un
historiador judío norteamericano de primer nivel, Amos
Perlmutter (Israel.
El Estado repartido, 1900-1985), desarrolla esta cuestión.
Las fuerzas del
sionismo revisionista "querían la guerra total y declarada
contra el Imperio
británico...(para lograr) una entrada masiva de judíos
europeos en
Palestina". Para lograr tal objetivo, una de las ramas del
sionismo
revisionista encabezada por Abraham Stern proponía "firmar
tratados con
todos aquellos que le brindaran una ayuda directa, por lo tanto
su grupo (el
de Stern) trató con polacos antisemitas, fascistas italianos,
e incluso
nazis hitlerianos". En este mismo volumen ya hemos hecho
mención al acuerdo
establecido entre el sionismo y el nacional-socialismo orientado
a facilitar
la emigración de judíos alemanes y este-europeos
a Palestina. Dichos
acuerdos o Convenios de Transferencia (Haavara) surgieron de las
mismas
Leyes de Nuremberg del 15 de setiembre de 1935. Ernst Nolte compara
a la
URSS y a Alemania durante ese período: "¿No
había sustraído (la URSS) al
sionismo todo margen de movimiento y de acción, mientras
que en Alemania las
comunidades judías poseían una animada vida interior
y el sionismo incluso
era promovido?" (Ernst Nolte, La guerra civil europea, 1917-1945;
nacionalsocialismo y bolchevismo). A través de los Acuerdos
de Transferencia
firmados entre las organizaciones sionistas ya afincadas en Palestina
y el
gobierno nacionalsocialista, el III Reich promueve intensamente
la actividad
sionista con destino a Palestina, inclusive a los grupos de migrantes
ilegales, a los "... que se les permitía fletar barcos
de la Donau
Dampfschiffahrtsgesellschaft, controlada por la Gestapo, que les
llevaban
desde Bratislava, en Checoslovaquia, hasta el puerto rumano de
Sulina, en el
delta del Danubio" (Eliahu Ben-Horin, El Cercano Oriente,
encrucijada de la
Historia). Durante un largo período se verifica una extraordinaria
coincidencia entre dos formas extremas de nacionalismo, el
nacional-socialista alemán, y el sionista judío.
Sin embargo, el propio
Nolte señala una diferencia esencial entre ambos: el nacionalismo
(sionista)
judío sólo podía funcionar desplazando y
derramando la sangre de otro pueblo
que estaba ocupando la tierra "prometida". El "derecho"
judío se debió
edificar sobre la tragedia de los palestinos y de otros muchos
pueblos
árabes y musulmanes. La tragedia del nacionalsocialismo
fue en cambio la
expulsión de los judíos, que estaban ocupando espacios
alemanes de poder
(financieros, políticos, culturales, etc.) (Ernst Nolte,
en la Introducción
a Lehrstück oder Tragödie?). Al texto
11.- "En el Líbano, los chiíes han sido siempre
una fuerza importante,
aunque oprimida, tanto por los sunníes como por los cristianos
maronitas. Se
estima hoy que constituyen el 35% o el 40% de la población
libanesa" (Paul
Balta, Islam: Civilización y sociedades, 1993). Yann Richard,
L' Islam
Chi'ite, Librairie Arthème Fayard, París, 1991.
La similitud teológica entre
catolicismo y chiísmo es máxima en el espacio del
Apocalipsis. La idea de
Parusía, en tanto justicia final, es prácticamente
idéntica en ambas
religiones.
Otras obras consultadas sobre el chiísmo son: A shi'ite
Anthology, textos
seleccionados por 'Allamah Tabataba'i, Qom, RII, 1989. El Islam
shiíta,
'Allamah Tabataba'i, Buenos Aires, 1991. La spécificité
chiite, "Pouvoirs",
N62, PUF, 1992. El ser humano en el Corán, Morteza Mortahari,
Teherán, RII,
1982. La vida eterna, Morteza Mortahari, Teherán, RII,
1985. Las cuatro
prisiones del hombre moderno, Alí Shariati, Buenos Aires,
1989. Sociología
del Islam, Alí Shariati, Al Hoda, Londres, 1989. La résurrection,
l'aube de
l'éternité, Mojtaba Moussaoui Lâri, Teherán,
RII, 1985. Las revoluciones
shi'íes en el Islam (660-750), Fouad El-Khoury, Fundación
Argentino-Árabe,
Buenos Aires, 1983. Y, por supuesto, el famoso texto del Imam
Jomeini,
Manifiesto de la Revolución Islámica. A los "desheredados
del mundo" está
dirigido el documento fundacional del Partido de Dios (Hezbollah),
fechado
el 17 de febrero de 1985.Al texto
12.- El otro, el gran espacio ruso, se desmorona asimismo de día
en día,
luego de los estrepitosos fracasos de una liberalización
compulsiva y
salvaje culminada por una operación de ingeniería
política realizada en
torno a un Yeltsin perpetuamente resucitado. Dos grandes agujeros
negros es
mucho contrapeso para el proyecto de globalización. Ambos
afectarán
directamente, y en primer lugar, a la Unión Europea, que
percibe el peligro
y busca un rápido "desmarque". El repudio europeo
a las leyes Helms-Burton y
D'Amato está señalando el comienzo de una "nueva
relación interatlántica"
dentro de la cual cada centro de poder intentará delimitar
nuevas "zonas de
influencia", que es un concepto absolutamente antagónico
al de Nuevo Orden
Mundial Globalizado. Desde Bruselas se señaló con
claridad que nadie
comparte con Washington el tratamiento propuesto por esas leyes
a Irán, a
Libia e, incluso, a Cuba. Pero sobre todo a Irán, que ocupa
-y eso lo saben
especialmente bien los alemanes- una región estratégica
de suma importancia.
Los países comunitarios no pueden permitirse el lujo de
romper con un país
exportador de petróleo e importador de productos industriales
de alta
tecnología que, se quiera o no, ha de desempeñar
un papel decisivo en una
región cuya evolución estratégica es vital
para la totalidad del planeta. Al
texto
13.- Como lo señala, entre otros autores, Camille Mansur
en su libro Israël
et les Etats-Unis. Este Tercer Estado pretende constituirse en
el verdadero
"gobierno" -concentrando el poder político (temporal)
y el poder espiritual
(teológico)- de la civilización judeo-cristiana,
es decir, de Occidente. Al
texto
14.- L'Express, op.cit. Al texto
15.- La palabra "fundamentalismo" nace del sustantivo
inglés
"fundamentalism", acuñado por primera vez en
los Estados Unidos en 1910. The
Fundamentals era el título de una publicación de
doce volúmenes, que
contenían noventa artículos redactados por "diversos
teólogos protestantes
opuestos a todo compromiso con el modernismo predominante. Financiados
por
dos hermanos, ambos hombres de negocios, más de tres millones
de ejemplares
de The Fundamentals se difundieron gratuitamente". La obra
fue reeditada en
1988 bajo un título ya más desarrollado: The Fundamentals.
A Testimony to
Thruth, Nueva York, Garland, 12 volúmenes). Al texto
16.- Norberto Ceresole, El nacional-judaísmo, un mesianismo
pos-sionista,
op.cit. Al texto
17.- Alain Dieckhoff, L'invention d'une nation. Israël et
la modernité
politique, Gallimard, París, 1992. En especial el Capítulo
4: Por el fuego y
la sangre: el nacionalismo intransigente de la derecha sionista.
Pag. 205 y
ss. Al texto
18.- Citado por: Marius Schattner, Histoire de la droite israélienne,
Editions Complexe, Bruselas, 1991. Al texto
19.- Marius Schatter, op. cit, pgs. 327 y ss. Para Yehuda Kook
la victoria
militar de 1967 consolida una idea central: "los tiempos
mesiánicos han
comenzado". Al texto
20.- "Nosotros estamos en el centro del proceso de la Redención.
El Reino de
Israel se construirá de nuevo. El ejército israelí
es sagrado y encarna la
posesión del país por el pueblo... Dejarle a los
no judíos espacios del
Eretz Israel , la tierra de nuestros ancestros, sería un
crimen y un
pecado.. Es el deber de todo ministro, de todo hombre de guerra,
empeñar
todas sus fuerzas con la ayuda de Dios". Marius Schattner,
op.cit. Es el
discurso nacional judaísta absolutamente adecuado para
el actual grupo
dirigente israelí. Al texto
21.- Amos Perlmutter, Israel, un Estado repartido 1900-1985, Espasa
Calpe,
Madrid, 1989. Al texto
22.- Perlmutter, op.cit. Al texto
23.- Roger Garaudy, Les Mythes fondateurs de la politique israélienne,
París, 1996. Al texto
24.- R. Garaudy, op.cit. Al texto
25.- Editorial Claridad, Buenos Aires, 1944, pgs. 164-170. Citado
por Pedro
Catella, El ataque israelí a Irak: 50 años de terrorismo
sionista, op. cit.
Al texto
26.- Garaudy, op.cit. Al texto
27.- Garaudy, op.cit. Al texto
28.- Garaudy, op. cit. Al texto
29.- Garaudy, op.cit. Al texto
30.- Cada vez son más numerosos los analistas serios de
distintas
nacionalidades y confesiones religiosas que ponen en duda el "Holocausto"
como ritual racista-teológico. Cada día aparecen
nuevos hechos concretos que
niegan con contundencia la mitología judía de posguerra.
Varias agencias de
noticias internacionales distribuyeron, desde Londres, el 2 de
diembre de
1996, la documentación expuesta por un historiador norteamericano
que señala
que 77 altos oficiales de la Wehrmacht eran judíos, que
el propio Hitler lo
sabía y que, sin embargo, los había ratificado como
"arios". Entre esos 77
oficiales había 1 mariscal de campo,15 generales y 23 coroneles.
A partir de
estas evidencias encontradas en archivos alemanes por el historiador
norteamericano Bryan Rigg, es posible inferir que fueron miles,
o tal vez
decenas de miles los soldados judíos que "lucharon
como leones" por la
victoria de Alemania a lo largo de toda la segunda guerra mundial.
El mismo
historiador encontró 17 casos documentados en los cuales
a esos soldados a
los que se los conocía como judíos, se les otorgó
la más alta condecoración
militar de la época, la Ritterkreuz. Al texto
31.- Ilan Greilsammer, Israël, les hommes en noir, Ed. Press
de la Fondation
Nationale de Sciences Politiques, París, 1990. Al texto
32.- Mario Liverani, El Oriente Antiguo, op.cit. Grijalbo Mondadori,
Barcelona, 1995. Al texto
33.- Siempre conviene recordar las prevenciones del Corán
sobre la falsedad
de la redacción oficial del Antiguo Testamento, lo que
afectaría muy
duramente al cristianismo posmoderno, que optó por unir
su destino teológico
al judaísmo. Al texto
34.- El "progresismo" católico busca desesperadamente
una conexión histórica
y teológica con el judaísmo. En relación
con la búsqueda de esas conexiones
históricas véase el libro de César Vidal
Manzanares, El judeo-cristianismo
palestino en el siglo I, Ed. Trotta, Madrid, 1995. Sin embargo,
son muy
pocas las conexiones reivindicables, por lo menos desde el punto
de vista
histórico. El historiador romano-judío Flavio Josefo
(La guerra de los
judíos) llamó "bandidos judíos"
a los que se enfrentaban con las armas a los
invasores romanos. Los cristianos contemporáneos, con la
caída del "Segundo
Templo", fueron acusados por los judíos de su tiempo
de "colaboracionismo"
con los romanos. Por lo demás, tal era la política
de Pedro y Pablo, que se
orientaba a la evangelización de los gentiles. Esa política
es la que
posibilita la introducción posterior del cristianismo en
el Imperio, a
cambio de la aceptación por éste de una gran cantidad
de ritos religiosos
romanos pre-cristianos. Al texto
35.- "Acerca de los judíos y sus mentiras" (Von
den Juden und ihren Lügen).
Citado por Hans Küng en: "El Judaísmo" (Das
Judentum), y por Paul Johnson,
Historia de los judíos. Hay coincidencia entre los historiadores,
especialmente entre los anti-católicos- de que "La
Reforma protestante del
siglo XVI constituyó el punto de arranque de una visión
más favorable hacia
los judíos cuanto más firmemente se propugnaba el
principio de separación
de Iglesia y Estado y más se distanciaban los movimientos
reformadores de la
herencia católica, mayor era la tolerancia que podían
esperar los judíos.
Así en 1591 se establecía, en los calvinistas Países
Bajos, en Amsterdam, el
primer enclave judío" (César Vidal Manzanares,
Textos para la historia del
pueblo judío, Cátedra, Madrid, 1995). Acerca de
los judíos y sus mentiras
fue escrito por el gran reformador alemán en 1543, veinte
años después de la
aparición de otro de sus escritos (Jesucristo nació
judío, Wittenberg,
1523). En el escrito de 1523 Lutero proponía la tolerancia
con los judíos,
pero sobre la base de su conversión: "Tengo la esperanza
de que muchos
judíos, si son tratados de manera amistosa e instruidos
en las Sagradas
Escrituras, pasen a ser cristianos dignos". Veinte años
después, la
paciencia original propuesta por Lutero respecto a los judíos
había llegado
a su fin. En Acerca de los judíos y sus mentiras (1543)
propone con toda
vehemencia la expulsión de los judíos de Alemania:
"¿Qué podemos hacer
nosotros, los cristianos, con esa gente rechazada y maldita, los
judíos, a
los que no podemos aguantar, porque se encuentran en medio de
nosotros y
sabemos mucho de sus mentiras, sus perversiones y sus maldiciones
Y no
permiten que los convirtamos Voy a ofrecer una sincera sugerencia:
primero,
prender fuego a las sinagogas y sepultar lo que no pueda quemarse,
para que
nadie pueda ver de las mismas ni piedra ni resto; segundo, hay
que
despojarles de sus casas y destruirlas, porque tal y como hemos
averiguado
realizan en ellas los mismos actos que en las sinagogas, alojándolos
después
bajo alguna techumbre o en un establo de vacas, como si fueran
gitanos, para
que se enteren de que no son señores en nuestro país,
como pretenden, sino
que se encuentran en exilio y cautiverio; tercero, hay que quitarles
los
libros de oraciones y los libros del Talmud; cuarto, prohibir
a los rabinos
que enseñen, so pena de recibir castigos corporales y la
muerte; quinto,
prohibir totalmente a los judíos andar por los caminos;
sexto, prohibir sus
negocios usurarios y arrancarles todo el dinero y los objetos
valiosos de
oro y plata, dejándolos en depósito; séptimo,
dar a los judíos y judías
jóvenes y sanos, mazos, azadas y husos para que se ganen
el pan con el sudor
de su frente Sin duda existen razones para temer que serían
capaces de
hacernos daño si fueran siervos nuestros o trabajaran para
nosotros Seamos
entonces tan sensatos como los pueblos de Francia, de España,
de Bohemia y
expulsémoslos para siempre del país". Al texto
36.- Doris Bensimon, Religion et État en Israël, Editions
L'Harmattan,
París, 1992. Al texto
37.- Doris Bensimon, op. cit, Capítulo 13. Al texto
38.- S.N. Eisenstadt, The transformation of Israeli society, London,
1985.
Al texto
39.- Doris Bensimon, op. cit., especialmente el Capítulo
15: Los religiosos,
la guerra y la paz, p. 222. Al texto
40.- Estrechamente unido a los significados de estos términos
de origen
talmúdico aparece la teoría y la práctica
del terror (de judíos contra
judíos y de judíos contra gentiles) y de los autoatentados.
Para una
historia de los autoatentados terroristas de este siglo (judíos
contra
judíos), comenzando con el hundimiento del buque "Patria"
(24 de noviembre
de 1940), véase el trabajo El ataque israelí a Irak,
50 años de terrorismo
sionista, del investigador argentino Pedro Catella, op. cit. Al
texto
41.- Doris Bensimon, op.cit. Capítulo 16: El Mesías
y el Tercer Templo,
p.239. Al texto
42.- Alain Dieckhoff, Sionismo, mesianismo y tradición
judía. Investigación
patrocinada por la Memorial Foundation for Jewish Culture, de
Nueva York, y
editada por Gilles Kepel en Las políticas de Dios, Editions
du Seuil, París,
1993. Al texto
43.- Dieckhoff, op. cit. Al texto
44.- Ibidem. Al texto
45.- "Yahvé, nuestro Dios, nos habló así
en el Horeb: `Ya habéis estado
bastante tiempo en esta montaña ¡En marcha!, partid
y entrad en la montaña
de los amorreos, y donde todos sus vecinos de la Arabá,
la Montaña, la
Tierra Baja, el Néguev y la costa del mar; en la tierra
de Canaán y el
Líbano, hasta el río grande, el río Éufrates.
Mirad: yo he puesto esa tierra
ante vosotros; id a tomar posesión de la tierra que Yahvé
juró dar a
vuestros padres y a su descendencia después de ellos'".
Al texto
46.- Camille Mansur, Israël et les Etats-Unis, ou les fondements
d'une
doctrine stratégique, Armand Colin Éditeur, París,
1995. Al texto
47.- "La rivalidad no era nueva entre los antiguos reinos
del norte (Israel
y su capital Samaria) y del sur (Judá y su capital Jerusalén).
No se debía
solamente a una composición social diferente, en razón
de que el norte está
urbanizado, y más abierto, por su comercio, a las relaciones
exteriores.
Existía también una vieja rivalidad religiosa: los
`santos lugares'
tradicionales de las tribus, los santuarios de Siquem, de Betel,
de Silo, se
encontraban en el norte, y el desplazamiento autoritario del cetro
y el Arca
a Jerusalén, por una decisión esencialmente política
de David, les había
parecido a los samaritanos una ruptura de la tradición
y un abuso del poder
por parte de David" (Roger Garaudy, Palestina. Tierra de
los mensajes
divinos, Ed. Fundamentos, Madrid, 1987. Al texto
48.- Esta implantación pudo haberse realizado en la Argentina,
"...donde el
millonario barón Maurice de Hirsch (1831-1896) había
instalado a 6.000
judíos en una serie de colonias agrícolas"
(Paul Johnson, La Historia de los
judíos). Hubiese encajado muy bien con la filosofía
de los "ingenieros
sociales" argentinos de las generaciones del 60 y del 80
del siglo XIX,
basada en la dicotomía "civilización"
versus "barbarie". Al texto
[1] [2]
[3] [4]
[5] [6]
[7] [8] [9]
EDICIONES TERCERA POSICION - Ediciones Libertarias-Prodhufi S.A.,
Bravo Murillo 37, 28015 Madrid, España. 1998
ISBN 84-7954-421-X