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LA FALSIFICACIÓN DE LA REALIDAD

La Argentina en el espacio geopolitico del terrorismo judio

1998

Noberto Ceresole 

CAPÍTULO 6

EL ESTADO DE ISRAEL:

ORIGEN DEL TERRORISMO JUDÍO



 Naturalmente el Estado de Israel ha incrementado la rejudaización física de
Jerusalén, al mismo tiempo que aplica los llamados "Acuerdos de Paz"
(Madrid-Oslo), que en su momento fueron jubilosamente consensuados por la
totalidad de la llamada "comunidad internacional" (1).

No es casual, obviamente, que esos hechos coincidan con los mayores
esfuerzos realizados en Occidente para continuar simulando que la política
del Estado de Israel -y de las organizaciones de la judería sólidamente
implantadas en muchos países del mundo- se desarrolla en un plano puramente
angelical, o "celestial" (en el estricto sentido bíblico de pueblo y Estado
"elegidos").

Desde hace muchos años, en el mundo Occidental es imposible realizar
cualquier crítica política al Estado de Israel o al judaísmo en general. En
estas cuestiones toda crítica se transforma en blasfemia, y el crítico es
sencillamente estigmatizado, demonizado y, finalmente, reprimido. Ello tiene
una lógica profunda que se explica a partir de la sustitución de lo político
por lo teológico, que es lo que está ocurriendo en esta etapa de refundación
ideológica del Estado de Israel. A esta etapa la denominamos nacional-judía
o hiperjudía (2).

La política del Estado de Israel está ya totalmente inscrita dentro del
nacional-judaísmo, o del hiperjudaísmo, lo que significa, en primer lugar,
que la ideología hegemónica de ese Estado tiene ahora, en un nivel
cualitativamente distinto al de la etapa sionista, un fundamento religioso,
es decir, bíblico.

Una ideología -única en su caso- basada en una interpretación sui generis
del Antiguo Testamento, lo que incluye la existencia de un proyecto de ley
en Israel (aprobado hacia fines del mes de febrero de 1997) que castiga con
penas de hasta un año de prisión "...la posesión, la impresión, la difusión
y la importación de informes o materiales que contengan elementos que
persuadan a un cambio religioso" en el Estado Judío. La Biblia Cristiana o
Nuevo Testamento entra dentro de esa categoría bibliográfica. A partir de la
aprobación definitiva de la ley la práctica del cristianismo devendrá en un
delito en la "Tierra Santa" (3).

En segundo lugar se le asigna -en esa ideología de Estado- a los patriarcas
y profetas fundadores de los pueblos judíos, cristianos y musulmanes, un rol
exclusivamente judío. Ellos son considerados por los actuales dirigentes de
Israel, como los padres exclusivos de la nación judía, hecho que transforma
a ese Estado y a esa sociedad en algo totalmente diferente del resto del
mundo (4), y al judaísmo nacional israelí (hiperjudaísmo) en algo
contradictorio y hasta opuesto a los otros dos grandes monoteísmos
abrahámicos.

El hiperjudaísmo, por ejemplo, es lo que ha convertido a uno de los profetas
del Antiguo Testamento o Biblia Hebrea, Josué, en el campeón del
nacionalismo judío. Desde 1990 cada soldado judío lleva en su mochila un
ejemplar de la Biblia (Antiguo Testamento) donde se ha adjuntado un mapa del
Eretz Israel que incluye no solamente Judea y Samaria (Cisjordania), sino
Jordania y el famoso espacio del Nilo al Éufrates. El prefacio a esa Biblia
Nacional que es para el hiperjudaísmo el Antiguo Testamento fue redactado
por el rabino general de las fuerzas armadas judías Gad Navon, quien subraya
que Josué es, por así decirlo, el primer jefe militar del nacionalismo judío
(5).

Estamos en presencia de una gran complicación teológica y política. Años
atrás -durante la etapa de la guerra fría- el concepto sionista era
extremadamente útil, porque servía para caracterizar una política, la del
Estado de Israel, diferenciada de una religión, el judaísmo. ¿Qué hacer ante
el hecho consumado por el cual el judaísmo -una religión- ha sido
transformado en ideología oficial de un Estado, es decir, en una política?
Toda crítica concreta adquiere así las dimensiones de crítica teológica, que
además afecta decisivamente a los otros dos grandes monoteísmos: el
cristianismo y el Islam. Las tres religiones aceptan a los mismos patriarcas
y profetas con excepción de Cristo y Mahoma -los judíos-, y Mahoma, los
cristianos (6).

De esta forma la política del Estado de Israel pretende lograr el blindaje
religioso y cultural más invulnerable. ¿Cómo decir, por ejemplo, que ese
Estado ha cometido y comete acciones criminales? De hecho ya no estamos
hablando de sionistas sino de judíos, los "hermanos mayores", como indica
oficialmente la Iglesia Católica Romana desde hace casi una década, del
monoteísmo del mundo antiguo.

Dentro de la Iglesia Católica la polémica sobre los "hermanos mayores" es
muy antigua. En determinados momentos ella tuvo relación con la existencia
de numerosos cuadros eclesiásticos de origen converso. Julio Caro Baroja, en
el Cap. 10, Vol. 2 de Los Judíos en la España Moderna y Contemporánea, hace
relación al problema en "los jesuitas y los conversos" (p.227).

El hecho es que una lectura sin prevenciones -sin "interpretaciones" previas
- de los principales libros que componen la Biblia Hebrea o Antiguo
Testamento nos muestra a patriarcas y a profetas judíos sosteniendo
proyectos políticos y métodos de acción que corresponden exactamente a las
interpretaciones que en la actualidad hace el hiperjudaísmo en esta
refundación ideológica del Estado de Israel (7). Y esta realidad es la que
mejor explica la unidad de acción estratégica que hoy existe entre los
Estados Unidos de América e Israel, que surge y se fundamenta en dos
lecturas similares del Antiguo Testamento (la judía y la
evangélico-calvinista).

Aunque con diferencia de grado e intensidad, el Estado de Israel y los
Estados Unidos de América (EUA) son los únicos poderes fácticos del mundo
cuyas acciones se sustentan en "grandes principios". Los (norte)americanos
son maestros en proclamar la moralidad perenne de su política exterior; y
ello emerge de una lectura muy especial -evangélico-calvinista- de la Biblia
Hebrea (Antiguo Testamento) (8). Por esa razón el mito del "Holocausto" se
convierte en la piedra angular de la política exterior norteamericana a
partir de su derrota militar en Vietnam, y en la base de un chantaje
permanente de Israel a Occidente en su conjunto (Ver: Capítulo 7, El Mito
del Holocausto y la Conciencia Occidental).

De una lectura sin interpretaciones del Antiguo Testamento surge un
indudable sentimiento de superioridad nacional y racial: "Se es más hombre
en tanto que se es más judío". "Lo judío es lo que más próximo está de la
humanidad". Y así sucesivamente. El origen de esta lectura es ciertamente
talmúdico, pero recién en esta contemporaneidad pos-sionista existen las
condiciones militares para que la misma se transforme en un hecho
estratégico de gravitación extraordinaria.

El Talmud es el gran libro sagrado del judaísmo, donde se ponen por escrito,
a partir del siglo II d.C., sus tradiciones orales. La Ley oral es
indispensable en el judaísmo, tanto o más que la Torah o Biblia Hebrea, ya
que esa tradición (oral) pretende extraer su legitimidad del propio Moisés.
En los dos libros del Talmud y en la Mishnah (9) es donde se manifiesta con
toda su claridad la violencia anticristiana del judaísmo. Jesús es un
traidor que merece eterna condenación ("Cuál es el castigo de este hombre?:
excrementos en ebullición -B. Guit 56b-57a). Toda la historia del judaísmo
pos-talmúdica es una militancia anticristiana. Es por ello que no se debe
entender al cristianismo como "antisemitismo", como propone la hermenéutica
católica posmoderna, sino a la inversa, al judaísmo como anticristianismo,
como ya sostuvo Lutero en 1543 (ver nota 33).

Por eso es que hoy todo ataque a la política del Estado de Israel, se
convierte en una escisión trascendente, en una fractura teológica entre el
crítico y lo criticado: se abre un foso insalvable entre un "nosotros" y un
"ellos". El crítico se transforma así en "extranjero", en el sentido del
Libro de Josué, lo que significa: en enemigo.

La lectura que hoy hace el hiperjudaísmo del Antiguo Testamento no es una
lectura tribal. En realidad es una lectura imperial acorde con el papel que
aspira a jugar el Estado de Israel y una gran parte de la comunidad judío
(norte)americana en la construcción de un nuevo orden mundial globalizado,
con un cristianismo institucional que ya actúa como el hermano menor del
judaísmo.

Sólo falta reducir a los núcleos "duros" del Islam y del nacionalismo árabe.
Y ello está planificado como una operación militar que puede provocar una
catástrofe irreversible. Invito a los lectores a leer a Moisés explicando a
sus tribus cómo conquistar la tierra prometida, imaginándolo de pie sobre un
arsenal nuclear, táctico y estratégico. Imaginemos la metodología política
de Moisés realizada con las tecnologías militares actuales, "armas de
destrucción masiva", casi todas a disposición del ejército judío.

Este proceso de refundación ideológica del Estado de Israel hace que toda
investigación crítica se convierta en algo "abominable" que proyecta al
autor hacia la clandestinidad y hacia la "blasfemia" y, en el campo
puramente terrenal, hacia la cárcel, o por lo menos hacia la marginalidad
más absoluta. No obstante, Israel sigue siendo un Estado criminal,
cualquiera sea la ideología con que se recubra, pertenezca ésta al reino de
lo terrestre o al reino de lo "celeste". Un Estado criminal desde su misma
fundación sionista -es decir, nacionalista, europea, blanca, laica,
racionalista y "civilizadora"- en un territorio usurpado y ocupado a sangre
y fuego. Al mejor estilo "Antiguo Testamento".

La cobertura ideológica de base religiosa (talmúdica) que hoy explicita ante
el mundo el Estado de Israel es de una gravedad aterradora. Los otros dos
grandes monoteísmos originariamente pos-judíos quedan, en principio,
atrapados en la red. Salvo que se sostenga, como lo hacen los musulmanes a
partir del Corán, que los textos bíblicos en sus actuales versiones son, en
su mayor parte, apócrifos. Por lo demás resulta francamente artificial la
anterior pretensión "progresista" -es decir, infantil- pretender escindir
sionismo y judaísmo, y definir "malo" a uno y "bueno" a otro.

La Biblia judía es un discurso ideológico que emite la propia divinidad. Por
lo tanto su texto es un texto sagrado. A partir del propio texto Dios se
dirige al lector. Él es el destinatario del mensaje. Si esto es cierto hay,
por lo tanto, en la lectura nacionalista del judaísmo, un núcleo
irreversible de perversidad. Esa perversidad, esa "abominación" que produce
"desolación" (San Juan, Apocalipsis), es la que provoca los sucesivos
choques de la comunidad judía contra el resto del mundo en estos últimos 32
siglos, si aceptamos como válida la mitológica datación bíblica por la cual
la aparición de las primeras tribus hebreas en Palestina (tierras cananeas)
ocurre hacia el siglo XII-XI aC.

Ahora, por primera vez desde sus mismos orígenes, el judaísmo ha adquirido
una posición geoestratégicamente dominante en la historia, por lo menos en
las grandes áreas de la política occidental y del mundo antiguo. Esa
posición dominante comienza con la victoria Aliada en la "segunda guerra
mundial" y la inmediata fundación del Estado de Israel. En la actualidad el
poder judío se sustenta internacionalmente desde el control de los
principales órganos de poder del Estado Norteamericano, y a partir del lobby
judío-norteamericano, que es hegemónico en el plano cultural, político y
financiero. El supuesto esplendor de la etapa davidiana de la prehistoria
mítica de Israel queda totalmente opacado ante la situación actual, ya que,
supuestamente, el poder político del Rey David sólo llegó a significar, en
el mejor de los casos, la existencia de un pequeño espacio geográfico
periférico totalmente ignorado por las grandes civilizaciones de la época.

El poder fáctico de que hoy dispone el Estado de Israel -y que en gran parte
le ha sido transferido y conquistado por -y dentro de- esa otra gran
potencia bíblica que son los Estados Unidos de América, a través de ese
"Tercer Estado" que es el lobby judío (norte)americano- tiene como lógica
contrapartida una dimensión ideológica a escala "religión fundadora". Por
primera vez, la ideología se engancha con el poder y la palabra con los
hechos. Ahora el judaísmo es una política de Estado, sustentada por una
potencia que dispone de un poder de alcance global.

De esa confluencia entre poder ideológico y poder fáctico surge una gran
capacidad de acción, que no se corresponde ciertamente ni con la cantidad de
judíos que habitan hoy en el planeta -unos 15 millones de personas, es
decir, una pequeña "mancha" demográfica- ni con las insignificantes
dimensiones espaciales del Estado de Israel, ni con ninguna otra medición
fáctica del poder, en términos estrictamente sociológicos, geopolíticos y/o
económicos.

En definitiva, existe una mutación política, cultural y estratégica que
sufre el judaísmo en estos tiempos, desde la existencia del Estado de
Israel. El nacional-judaísmo ha reemplazado al sionismo (en su versión
nacional-revisionista y/o en su versión socialdemócrata) como ideología
fundacional de un hecho político. Es esa cosmovisión ultraviolenta del
judaísmo pos-sionista quien está organizando el estallido de una guerra
mundial de exterminio con epicentro en Oriente Medio y con proyecciones
sobre Asia Central.

Esta nueva ubicación de Israel en un mundo al que se intenta globalizar, se
corresponde con la lógica de una guerra civil interior potencial que está
ocurriendo dentro de la sociedad israelí -incluyendo en ese concepto
(sociedad israelí), por supuesto, a las ramas más importantes de la judería
en el mundo. Esta guerra civil potencial tiene, lógicamente, una relación
muy estrecha con la evolución de lo que se había llamado hasta este momento
"Plan de Paz".

El asesinato del señor Rabin y las investigaciones que sobre él se
realizaron y aún se realizan, fueron revelando una trama increíblemente
compleja. Los sectores judíos que pueden ser definidos como fundamentalistas
no sólo conspiraron -con prolongada anterioridad al asesinato propiamente
dicho- contra la concepción original del "Plan de Paz" ("paz por
territorios"): están asimismo estructurando una fuerza -ideológica y física-
a escala internacional, con el objeto de desatar una guerra "definitiva",
una guerra de exterminio que tendrá por escenario principal el Oriente Medio
(Siria, en primer lugar) y "zonas contiguas" del Asia Central (Irán). Esa
"guerra definitiva" es una "solución final" para exterminar y/o transferir a
la población palestina y árabe del Eretz Israel (Gran Israel, o territorio
de Israel, con fronteras definidas -"desde el Nilo al Éufrates"- a partir de
relatos bíblicos considerados "sagrados" por los fundamentalistas judíos) y
lograr así una pureza étnica que el nacional-judaísmo considera
imprescindible para la realización de su Plan Mesiánico.

A partir de esa guerra, el lobby judío (norte)americano pretende alcanzar un
espacio económico ampliado -en Oriente Medio y Asia Central- según objetivos
globalizadores. Lo intentó alcanzar bajo gobierno social-sionista, que
pretendió convertir al Estado de Israel -vía "plan de paz"- en el cerebro
tecnológico y financiero de un espacio árabe-musulmán totalmente
domesticado, por medios "pacíficos" (políticos y diplomáticos) (10). Ese
proyecto social-sionista ya no es viable porque la sociedad israelí
-incluidos los sectores más poderosos de la diáspora judía- no es una
sociedad occidental normal, como ingenuamente pensó el propio Occidente
hasta hace muy poco tiempo. En su interior se produjo una mutación profunda
que tendrá alcances estratégicos trascendentes que afectarán a la totalidad
del "mundo occidental".

Esa guerra ya está pre-diseñada a partir de numerosos ensayos sobre el
terreno. El exterminio y la expulsión de grandes masas poblacionales de
árabes y de musulmanes será un elemento constitutivo esencial en el nuevo
conflicto que se está diseñando. Habrá asimismo una fuerte represión en el
interior de la sociedad israelí, en la dirección de eliminar del mapa
político y físico a todas las versiones del "liberalismo laico judío".

Este conflicto interior no es nada nuevo en la historia del judaísmo. Se
planteó en Alemania entre sionistas y "asimilados" con anterioridad y
durante la "segunda guerra mundial". Fracciones del sionismo, especialmente
las "revisionistas" (así llamadas posteriormente porque querían "revisar" el
mapa de Palestina luego de la "partición" de 1947) negocian con la jefatura
del Tercer Reich, por lo menos hasta 1942, la transferencia a Palestina sólo
de judíos sionistas, dejando a los judíos asimilados para su posterior
traslado a campos de concentración de la Europa del Este. Paralelamente
miles de alemanes de origen judío, pero no asumidos como tales, pelearon
valientemente en la Wehrmacht por la victoria del III Reich.

Como veremos en el capítulo siguiente, la llamada "solución final" no
consistió en el exterminio físico y planificado de los judíos europeos. Por
supuesto que hubo asesinatos en masa de judíos y de no judíos. Ello sucedió
en todos los frentes y en todos los bandos en pugna. Lo que pretendemos
señalar es que todos los documentos existentes hasta el día de hoy
demuestran con claridad que el objetivo del nacional-socialismo era excluir
a la población judía del Tercer Reich, y no exterminar a esa población, como
sostiene la teoría del Holocausto o el Mito de los "seis millones".

No se niega la existencia de crímenes cometidos por el nacional-socialismo
alemán. Se sostiene que esos crímenes no son de naturaleza distinta a otros
crímenes cometidos por otros Estados o grupos humanos a todo lo largo de la
historia humana, incluyendo la segunda guerra mundial. En ese sentido no
hubo "Holocausto", es decir, un plan ritual de exterminio -por parte del
victimario- y una aceptación (necesidad teológica) de ser exterminados, por
parte de las víctimas.

Posteriormente, la "teoría del Holocausto" se constituyó en el gran elemento
mítico e ideológico justificativo no sólo de la creación del Estado de
Israel; sobre todo propició -muy enfáticamente- la "necesariedad" de los
crímenes continuos, sistemáticos y progresivos cometidos por ese Estado,
contra Palestina, Líbano y el mundo árabe-musulmán en general. Se pretendió
fijar en la conciencia mundial la idea de que el "Holocausto" era superior e
irreductible a cualquier otro sufrimiento o sacrificio humano en la
historia. Ello permitió sostener que "la creación del Estado de Israel era
la respuesta de Dios al Holocausto", y que sus crímenes eran un acto de
fidelidad al "gran elector". Al Dios que señala e identifica a su pueblo.

Ahora ese "Estado Divino", habitado por un "Pueblo Elegido", planea y
ejecuta una guerra de destrucción y de exterminio, un verdadero genocidio
contra los pueblos musulmanes (en principio, árabes y persa), siempre
protegido por el escudo ideológico del "mito de los seis millones".

Esa guerra de exterminio, en la escala regional, implicará, en primer lugar,
al ejército de Siria, y a los movimientos políticos y militares de
resistencia nacional como Hezbollah (Líbano) (11). El objetivo de los mandos
fundamentalistas del ejército judío -que en ningún momento fueron ajenos a
ninguna de las crisis relacionadas con el llamado "Plan de Paz"- será
destruir con la mayor rapidez posible a las fuerzas de Damasco y, luego de
tener las manos libres -en un tiempo muy corto- arrasar -utilizando armas
nucleares, si fuese necesario- a la República Islámica de Irán. Los
territorios bíblicos del Eretz Israel estarían así disponibles para el
"pueblo elegido".

El nacional-judaísmo o hiperjudaísmo es, en verdad, una combinación
sanguinaria entre mesianismo religioso pos-sionista, militarismo de alta
tecnología y capitalismo globalizante. La realización plena y efectiva de
cada uno de los elementos de ese trípode pasa inexorablemente por el
desarrollo de una guerra ya iniciada cuyas líneas principales podrían ser
las señaladas anteriormente. En estos días estamos viendo, en Palestina,
algunos aspectos preliminares de esa guerra. Algunos ensayos en pequeña
escala, como lo son asimismo los bombardeos cotidianos al Líbano.

Que exista ese plan mesiánico-militar orientado a crear una gran zona de
globalidad capitalista en lo que hoy es uno de los grandes "agujeros negros"
(12) de la política mundial (grandes "vacíos" que desestabilizan la
concepción globalista del "Nuevo Orden Mundial"); que exista ese Plan no
quiere decir que el mismo se realizará indefectiblemente. Son numerosas y
activas las fuerzas resistentes que actuarán en dura oposición a su
desarrollo.

Shimon Peres vuelve a la carga con una de las ideas más peligrosas para la
supervivencia del pueblo palestino y, también, para la del mundo
árabe-musulmán: el proyecto laborista de la "confederación judío-palestina".
El proyecto pretende constituirse en el núcleo de un programa de gobierno
alternativo al de la coalición Likud-partidos religiosos, actualmente
gobernante. Se trata de hacer efectiva la "alternancia en el poder",
mecanismo común en las llamadas "democracias normales" occidentales y, con
ello, continuar simulando que la sociedad israelí es una "sociedad normal",
según parámetros occidentales.

¿En qué consiste la idea de la "confederación judío-palestina"?

En esencia plantea la necesidad de construir un mercado económico en todo el
espacio árabe musulmán del Oriente Medio. Ese espacio económico tendría como
centro o núcleo al propio Estado de Israel, quien sería el encargado de
suministrar su "capacidad tecnológica", entendida como motor de la totalidad
de ese espacio económico. La "confederación judío-palestina" hubiese sido la
conclusión lógica de los Acuerdos de Oslo, de no haber mediado la victoria
electoral de Netanyahu y la creciente hegemonía del fundamentalismo judío,
dentro de las fronteras del Estado de Israel. La totalidad del proyecto está
expuesta en un libro firmado por Shimon Peres cuyo título en castellano es:
Oriente Medio, Año Cero (Grijalbo, Barcelona, 1993).

Dado que las cuestiones económicas están en el centro del proyecto, europeos
y norteamericanos siguen convencidos que la "solución" de la cuestión
palestina está dentro de la idea de "confederación". Ello significa que la
"confederación" sería el mecanismo adecuado para impulsar la dinámica de la
paz. Una vez que israelíes, palestinos y árabes desarrollen la confianza
mutua, a partir de un desarrollo económico concreto y ordenado dentro de un
mismo espacio, los problemas políticos más espinosos quedarían resueltos
casi automáticamente.

La "confederación" deberá, naturalmente, poseer un centro o eje: la unidad
de intereses entre israelíes y palestinos, primero, y entre israelíes,
palestinos y jordanos, de inmediato. Una especie de Benelux medio-oriental
para el desarrollo de proyectos económicos conjuntos. Así, la paz será la
consecuencia de un acuerdo sobre cuestiones económicas de fondo. Una vez
pactada la cooperación económica, todos los demás problemas (soberanía,
tierra, Jerusalén, Estado Nacional Palestino, etc.) encontrarían el marco
adecuado de solución.

Para los laboristas israelíes -que cuentan con el apoyo de los europeos y,
en parte, de los norteamericanos- la idea de la "integración económica" es
la base y la condición de la "seguridad". Exactamente lo contrario a como lo
ve Netanyahu. La integración económica es el principal componente del
proceso de paz. La seguridad de Israel se ampliaría de esta manera a un
marco regional: se habla de una "seguridad regional" para combatir al
"terrorismo". La lucha por la reconquista de la dignidad del hombre es una
cuestión que no puede ser separada del actual combate mundial de los pueblos
-de todos los pueblos- contra una globalidad indiferenciadora y
crecientemente perversa. El hiperjudaísmo es una parte constituyente
esencial del globalismo que separa a la población mundial trazando una
frontera infranqueable entre "elegidos" y humillados. Pero dentro de la
"confederación" los palestinos encontrarían, por fin, un lugar en el mundo,
aceptando la soberanía judía en lo económico, lo tecnológico y lo político.
Ya no sería necesario desangrarse en esas luchas estúpidas por la dignidad,
como diría el señor Shimon Peres.

 El lobby judío-norteamericano

 Por una cuestión de geografía, pero también de teología, son los palestinos,
los libaneses, los sirios y otros pueblos árabes y musulmanes los más
próximos y por lo tanto los más afectados por el gran tigre nuclear israelí.
Que ha sido creado, alimentado y -hasta el día de hoy- mantenido por los
intereses del capitalismo globalista y por la gran influencia mundial del
lobby judío-norteamericano, que presiona sobre un gobierno
(social-demócrata) norteamericano crecientemente judaizado en su estructura
decisional más íntima. No sólo desde el punto de vista teórico e histórico
existe una total interdependencia entre capitalismo y judaísmo.

El lobby judío-norteamericano no es sólo la "carta del triunfo" de los
Estados Unidos en toda la región del Oriente Medio y Asia Central . Entre
los Estados de Israel y de EUA existe en verdad un "tercer Estado" que es el
lobby judío-norteamericano, quien fue el que realmente impulsó al actual
gobierno de Netanyahu. Ese Tercer Estado es en verdad una suma de las
capacidades de los otros dos, ya que está en condiciones de sintetizar los
poderes fácticos (económico-tecnológicos de los EUA) con la fuerza teológica
(cultural) del hiperjudaísmo que se ha adueñado de los resortes del Estado
de Israel  (13).

En su último libro (Les États-Unis avant-garde de la décadence), Roger
Garaudy utilizando datos del "New York Times" y de "Forbes" estima que el
lobby propiamente dicho -independientemente de la importante presencia judía
dentro del poder ejecutivo norteamericano- abarca a unos 45 senadores y a
200 representantes (diputados) de un total de 435. Los judíos
norteamericanos, que sólo son el 2,6% del total de la población, representan
al 20% de los millonarios de ese país. Ellos están permanentemente
dispuestos "... a recompensar los votos favorables a Israel según las
directivas de la AIPAC, American Israel Public Affairs Committee" (Garaudy,
op. cit).

En los EUA residen actualmente unos 5.500.000 de judíos, una cantidad casi
igual a los ciudadanos judíos residentes en Israel, luego del "retorno"
ruso. Refiriéndose al acceso al poder de Netanyahu, Elisabeth Schemla señala
que los principales responsables, los que financiaron ese hecho, fueron los
millonarios que integran "...una parte importante de la comunidad judía de
los Estados Unidos" (L'Express, Nº 2361, 3-9 de octubre de 1996). El dato
relevante es que el lobby judío norteamericano sigue apostando tanto por el
Partido Demócrata como por el Partido Republicano en los EUA (14) . En un
reportaje aparecido en la misma publicación antes mencionada, Shimon Peres
define a Benjamín Netanyahu como un "...heredero de Jabotinsky y del
revisionismo". "Pero yo diría -continúa Peres- que es un revisionista en
edición americana".

En enero de 1998 Netanyahu viaja una vez más a Washington, pero ahora con la
decisión de apoderarse de casi toda la Cisjordania. Encuentra a un Clinton
muy debilitado por sus "escándalos sexuales", a un vicepresidente Gore cada
vez más ansioso de agradar a Israel y a los votantes judíos en los EUA, pero
sobre todo a un movimiento fundamentalista evangélico en crecimiento
constante. Parte de la comunidad judía norteamericana es liberal y está
fuertemente ligada al Partido Demócrata. La otra mitad, aproximadamente, de
la comunidad judía en los EUA, apoya al fundamentalismo judío de Jerusalén.
El problema básico de ambos partidos, del demócrata y del republicano, está
localizado en los votos de la comunidad judía norteamericana. ¿Cómo
compensar una eventual pérdida de votos judíos liberales? Pues como hizo
Netanyahu, pactando con el "sector sionista" del fundamentalismo evangélico,
furiosamente opuesto al Partido Demócrata. Este pacto reciente entre el
fundamentalismo judío y el fundamentalismo evangélico es una operación
estratégica, pero sobre todo teológicamente lícita: son dos "pueblos del
Libro" que con más insistencia histórica han sostenido posiciones
expansionistas e imperialistas.

 
La nueva forma ideológica del lobby judío-norteamericano

"Sólo los Estados Unidos pueden dirigir el mundo. Estados Unidos sigue
siendo la única civilización global y universal en la historia de la
humanidad. En menos de 300 años nuestro sistema de democracia
representativa, libertades individuales, libertades personales y empresa
libre ha puesto los cimientos del mayor boom económico de la historia.
Nuestro sistema de valores es imitado en el mundo entero. Nuestra tecnología
ha revolucionado la forma de vida de la humanidad y ha sido la principal
fuerza impulsora de la globalización..."

"La revolución política y cultural que está ahora en proceso en Estados
Unidos -marcada por la llegada de un nuevo Congreso republicano a
Washington- está encaminada, por encima de todo, a acabar con la decadencia
de nuestro sistema mediante la renovación del compromiso con los valores y
principios que han hecho que la civilización norteamericana sea única en el
mundo".

Senador Newt Gingrich, Los Estados Unidos y los desafíos de nuestro tiempo.

Una lectura atenta del recorrido de Benjamín Netanyahu en su última y breve
visita a Washington (enero de 1998, 48 horas) nos muestra un "mapa" político
del lobby judío-norteamericano muy distinto al habitual. Sin duda alguna el
"golpe de Estado" que ciertos sectores republicanos idearon contra el
gobierno de William Clinton no fue en absoluto ajeno a ese "cambio de
recorrido". El Sheik palestino Ahmed Yasin fue aún más lejos en esa
suposición: acusó al gobierno israelí de estar "detrás del escándalo" que
ata las manos del presidente Clinton en un momento crucial en el desarrollo
del "plan de paz".

Nadie mejor que la inteligencia israelí para saber qué pasa en los EUA. Para
el Mossad, el "coloso" americano es una casa de cristal. Es evidente que
Netanyahu sabe muy bien que hay un gobierno débil en Washington: es un
momento muy oportuno para forzar las reglas del juego, precisamente cuando
la administración demócrata -plagada de altos funcionarios judíos- todo lo
que tiene que hacer, hasta el fin de sus días, es cuidar, meramente, el
cargo. Es el momento para humillar a ese gobierno, que quiso imponer, con
timidez exquisita, algunas reglas de juego en Oriente Medio (todas ellas,
naturalmente, orientadas a no perder el apoyo de los gobiernos árabes
"leales", incluida la ANP).

Una parte de la propia comunidad judía norteamericana quedó fuera del juego
dentro del nuevo circuito político inaugurado por el fundamentalismo judío
israelí. Toda la diáspora está ya dividida. Los judíos laicos-liberales,
comenzando por los judíos laicos-liberales de la propia Israel, ya no son
auténticos judíos. Fue dentro de ese contexto que Yehudi Menuhin declaró a
Le Figaro que "el nazismo está progresando en Israel". Lo sorprendente no es
la declaración en sí de Menuhin, sino la difusión que la misma tuvo en
medios occidentales que hace pocos meses atrás jamás la hubiesen siquiera
mencionado. La relación entre el fundamentalismo judío de Israel, el
gobierno demócrata de los EUA y los judíos liberales norteamericanos se
venía deteriorando aceleradamente en los últimos tiempos. Las "nuevas
relaciones" que inaugura Netanyahu en Washington no son más que la
culminación de ese proceso.

Los judíos liberales norteamericanos lanzan contra Benjamín Netanyahu una
acusación principal, en su nombre y en nombre de la propia administración
demócrata, dentro de la cual ellos se habían "infiltrado" con inusitada
profundidad. Acusan al fundamentalismo judío israelí de mantener algo así
como relaciones carnales con el fundamentalismo evangélico-calvinista, los
"cristianos proisraelíes" de los EUA. "El director de la Liga
Antidifamatoria, Abe Foxman, calificó el comportamiento de Netanyahu de
`alcahuetería grosera', concretamente en el caso de `tipos' como el
reverendo Jerry Falwell, con quien Netanyahu se entrevistó a solas durante
varias horas antes de entrar en la Casa Blanca. Foxman dijo que `la
principal preocupación de Netanyahu debería ser Israel, teniendo en cuenta
que los judíos norteamericanos están en total desacuerdo con los
fundamentalistas cristianos en la mayoría de los temas sociales'" (The
Jerusalem Post). En realidad el señor Foxman debió haber dicho que algunos
judíos norteamericanos liberales de la costa este, están en desacuerdo con
los fundamentalistas cristianos.

De todas formas "ese tipo", Jerry Falwell, uno de los líderes más agresivos
del movimiento fundamentalista evangélico, anunció a la prensa y en
presencia de Netanyanhu: "Estamos pidiendo por fax, por teléfono y por
correo electrónico a los 200.000 pastores evangélicos de América que
utilicen sus púlpitos y su influencia para apoyar al Estado de Israel y a su
primer ministro".

Es lógico, no existe nada más afín, desde el punto de vista teológico, que
el fundamentalismo judío y el fundamentalismo evangélico. Ambos basan su
accionar sobre un mismo Libro: el Antiguo Testamento. El actual territorio
norteamericano fue conquistado -ante indígenas e ibéricos (se empleó un
método diferente ante franceses y rusos)- de la misma manera que los
antiguos cananeos fueron expulsados de Palestina a partir de 1948: en nombre
del Israel bíblico y con una metodología extraída del Libro de Josué. Sobre
esa convergencia teológica operan ahora otros factores no menos importantes:
el neo-aislacionismo republicano exige un Estado de Israel fuerte en Oriente
Medio.

 Sobre el fundamentalismo evangélico-calvinista.

 En Los Estados Unidos de Norteamérica el fenómeno socio-cultural
contemporáneo más importante es la emergencia de distintas modalidades de un
fundamentalismo de raíz evangélico-calvinista. La plena vigencia de esta
realidad tiene múltiples manifestaciones (15).

En el plano político-económico resultan obvias las relaciones entre
fundamentalismo evangélico-calvinista y neo-aislacionismo estratégico,
porque la alternativa fundamentalista dentro de los Estados Unidos,
producida en función de factores absolutamente endógenos, es una situación
en su totalidad indesligable del crecimiento político del ala más extrema
del "republicanismo" norteamericano. Inclusive la eclosión de un terrorismo
endógeno (Oklahoma) de raíz fundamentalista en la tradición del evangelismo
calvinista no pudo haberse manifestado -bajo ninguna circunstancia- antes de
que se lograra esa hegemonía (no tanto política cuanto cultural)
conservadora, que es una expresión profunda y crecientemente hegemónica de
la sociedad norteamericana actual.

Son muy pocos los analistas del sistema político norteamericano que
relacionan el retorno masivo del conservadurismo republicano a los más
importantes resortes de poder de ese país, con el largo y profundo proceso
de transformaciones culturales y religiosas que vienen experimentando las
bases de la sociedad norteamericana en, por lo menos, las últimas dos
décadas. La clave de la nueva situación que se avecina puede ser ilustrada
gráficamente mediante la imagen del iceberg: las escaramuzas que vemos en la
superficie de la política norteamericana no son más que reflejos, efectos
casi secundarios de"Un movimiento de fondo que ha llevado a ciertas capas
de la sociedad estadounidense a formular en categorías evangélicas o
fundamentalistas el rechazo a los <valores seculares>, que consideran
dominantes y nefastos, y el anhelo de un cambio profundo de la ética social"
(Gilles Kepel, La revancha de Dios).

A diferencia de lo ocurrido en la "era Reagan" (que, vista a la distancia,
puede ser definida como una simple alteración de la política económica) lo
que hoy se propone la nueva dirigencia evangélico-republicana es refundar lo
que ellos llaman la civilización (norte)americana.

El programa que contiene los objetivos políticos inmediatos del Partido
Republicano está contenido en un texto sugestivamente titulado Contrato con
América. Tal Contrato se basa fundamentalmente en:

* La reducción al máximo del aparato del Estado;

* la supresión de casi todos los programas sociales;

* la rebaja de los impuestos a los sectores superiores de la pirámide
social;

* el endurecimiento de la acción contra la delincuencia;

* el impulso decisivo a los valores religiosos tradicionales (oración
obligatoria en las escuelas);

* la restricción casi absoluta de todo tipo de "ayuda exterior";

* el endurecimiento de la política hacia Rusia y el aceleramiento de la
entrada en una OTAN norteamericanizada de los países de la Europa Central;

* la redefinición del rol de los Estados Unidos en la ONU (los eventuales
"cascos azules" norteamericanos no actuarán nunca bajo la conducción de
ningún general extranjero), etc.

 

Se trata sólo de medidas de corto plazo, muchas de las cuales ya han sido
adoptadas por el Partido Demócrata. Los principales dirigentes políticos y
religiosos que avalan el Contrato prevén un lapso de diez o doce años para
vencer a las "élites progresistas, esa pequeña facción de liberales
contraculturales que están aterrorizados ante esta gran oportunidad de
renovar la civilización americana" (Gingrich). La búsqueda de la nueva
identidad norteamericana pasa hoy por un retorno decidido al individualismo
y al calvinismo radical, con raíces en el valor del colono (la analogía
entre el colono americano descendiente del Mayflower, y el colono
judío-americano en Palestina es alucinante), en la confianza en el poder del
individuo, en la fe sobre un sueño de éxito en una tierra de promisión.

El nuevo conservadurismo norteamericano no es más que la expresión política
superficial de un movimiento religioso y cultural profundo orientado a
enterrar la "mentalidad liberal" y el "humanismo secular". Por debajo de los
movimientos políticos están los movimientos religiosos y culturales que, por
primera vez, son los que impulsan a los primeros.

Por eso son tan importantes algunas cuestiones como la del rezo en las
escuelas. A partir de allí los movimientos evangelizadores de base esperan
lograr una nueva articulación entre la familia y la sociedad civil,
impugnando la política educativa "sin Dios" que impulsa el Estado secular
liberal.

Los activistas más destacados del movimiento tras la fachada política son
los evangélicos, que han realizado en las últimas décadas una práctica
social y educativa de gran significación en la sociedad norteamericana.
Hacia finales de los años 60"Esa práctica se ejercía en diferentes niveles,
de la parroquia a la constitución de redes nacionales que se valen de los
grandes medios -primero la radio y la prensa, luego la televisión- para
difundir un mensaje de resocialización, de reconstitución de comunidades
creyentes que, más tarde, de mediados de los 70 en adelante, apuntará a la
transformación política de América por medio de la recristianización".
(Gilles Kepel, op.cit).

No es en absoluto una casualidad que el terrorismo en los Estados Unidos de
Norteamérica (Oklahoma), endógeno, fundamentalista, conservador y
aislacionista, eclosione en los espacios tradicionales de la "América
profunda", y se manifieste en contra de las grandes megalópolis
"internacionalizadas" (en verdad, multirraciales, con altos crecimientos en
la tasa demográfica) de ese mismo país. La estructura ideológica del
terrorismo fundamentalista norteamericano responde con absoluta exactitud al
modelo que expone David Rapoport en su Terrorismo sagrado: "La tarea
fundamental es deshacerse del enemigo interno porque, sin apóstatas, los
enemigos externos son impotentes".

En este caso el Enemigo Interno Nº1 es un Estado Federal "globalizado". Ese
Estado Federal -cosmopolita y multirracial (o poliétnico)-, dada la
evolución actual de su base económica-productiva no tiene otra alternativa
que erradicar "los elementos fundacionales de los Estados Unidos" en función
de la globalización internacionalista. Allí aparecen los "guerreros de la
tradición", quienes representan "el período fundacional" (de la nación
norteamericana) en el cual Dios (en su versión original calvinista y, luego,
evangélica) estaba en contacto directo con la comunidad de los
colonos-peregrinos.

El paralelismo con los colonos judíos fundamentalistas, proviene de dos
lecturas similares del Antiguo Testamento. Tal la base teológica y
estratégica común entre un Estado de Israel pos-sionista y una sociedad
norteamericana en avanzado proceso de "re-cristianización". Sobre ese
proceso emergen los nuevos "amigos de Israel". Es evidente que el lobby
judío-(norte)americano, ese Tercer Estado, tiene una influencia decisiva
sobre la política exterior de un gobierno (norte)americano asimismo
fuertemente judaizado, y no sólo en lo que atañe directamente al Oriente
Medio. Sabe de la gran fuerza emocional del Mito del Holocausto, tanto como
un padre conoce las virtudes y defectos de su hijo. Netanyahu ha demostrado
que sus alianzas políticas pueden ser establecidas simultánea o
alternativamente con los dos partidos. Su influencia también es determinante
sobre hechos que ocurren en otras regiones del mundo que puedan tener
repercusiones desde y hacia el Oriente Medio. Pero asimismo ese lobby tiene
una importancia creciente en el control que sobre la política norteamericana
ha adquirido el gobierno judío de Jerusalén; por descontado en el plano de
las transferencias financieras y tecnológicas, pero asimismo a partir de un
componente religioso y territorial de naturaleza fundamentalista,
representado por los colonos judíos de origen (norte)americano, cuyo modelo
es el famoso asesino, hoy reverenciado como un profeta, Baruch Goldstein.

 
El islamismo "radical"

Dentro de este contexto, la resistencia nacional libanesa -Hezbollah- es
acusada sistemática y periódicamente por la Inteligencia israelí de ser la
autora de cuanto "atentado terrorista" -real o ficticio- ocurra en el mundo.
Para comprender y explicar la magnitud del despropósito es necesario
describir, siquiera someramente, qué es y cómo actúa el movimiento libanés
de resistencia nacional llamado Hezbollah, o "Partido de Dios".

En primer lugar hay que decir que Hezbollah es un enemigo temible para el
Estado judío. Combate duramente, dentro de su propia patria, la invasión y
el control territorial de Israel en el Líbano, que incluye el robo, o desvío
de aguas de uno de los principales ríos de la región, el Litani. Asimismo, y
a diferencia de la OLP que operaba desde el Líbano (precisamente, hasta su
expulsión por la invasión israelí de 1982), Hezbollah es un movimiento no
sólo estrictamente libanés, sino además integrado en su inmensa mayoría, por
chiíes originarios y habitantes actuales del Sur del Líbano y del Valle de
la Bekaa.

Bruno Étienne (El islamismo radical) sintetiza de la siguiente manera el
origen libanés de Hezbollah, que es anterior a la irrupción de la revolución
iraní: "La toma de conciencia de los chiíes libaneses es imputable en gran
parte al Imam Musa Sadr (desaparecido en 1978 en Libia) y a los exiliados
iraníes encuadrados por Mustafá Chamram... así como a Abu Charif,
organizador militar del movimiento AMAL y futuro responsable de los
Guardianes de la Revolución. En 1967 (es decir, mucho antes de la revolución
iraní) el Imam Musa Sadr había fundado el Alto Consejo Islámico y el
Movimiento de los Desheredados, al-Mahrumin. Ese movimiento sería la base de
Afwat al-muqawuamat al-lubnaniya (cuyas siglas son Amal, que a su vez quiere
decir "esperanza", en árabe)... En menos de cinco años, cuando Occidente aún
no se ha enterado de su existencia, el movimiento se escinde en ramas
antagónicas... En 1980, Hussein Musawi funda el Amal islámico en la Bekaa;
luego Abbas Musawi crea los `hizbolai' en Baalbek, con Subhi Tufayli
(Étienne, El Islamismo radical, p.225-226).

Hezbollah es asimismo el principal partido político del Líbano de hoy, por
lo menos en términos de organización, ideología y capacidad de convocatoria.
Pero sobre todo es un partido legal en el Líbano. Más aún. Como tal partido
libanés es el único autorizado legalmente a mantener una milicia, un
ejército, al margen del ejército nacional, pero en muchos casos colaborando
con él.

La función específica de las fuerzas armadas dependientes de Hezbollah es
recuperar los territorios ocupados por Israel en el Sur del Líbano.
Sucesivos gobiernos en Beirut, incluido el actual del señor Rafic Hariri,
comprendieron que la organización militar de Hezbollah es la única con
capacidad para mantener -al menos como proyecto de futuro- la soberanía
libanesa sobre un territorio que pretende ser anexado por un Estado vecino,
el Estado judío.

Junto con su capacidad militar, el movimiento de resistencia nacional
Hezbollah mantiene un bloque muy importante de diputados en el congreso
nacional, en Beirut. Con los sistemas de alianzas políticas existentes,
aproximadamente un tercio del total de diputados se encuadra dentro de la
estrategia de Hezbollah.

Hezbollah es también una especie de Estado dentro del Estado, en lo que
concierne a salud pública, educación, asistencia social y otros temas a los
cuales la administración central no puede acceder luego de 15 años de
destructora guerra civil y de permanentes agresiones militares exteriores
israelíes.

Finalmente Hezbollah está insertado y en cierta medida depende de un sistema
de relaciones internacionales y regionales muy complejo y extremadamente
delicado. Mantiene, por supuesto, una relación no sólo ideológica muy
profunda con Irán desde su origen como movimiento. Pero además con Siria,
que es un Estado laico, de quien depende en lo que respecta al suministro de
material militar. Pero sin duda alguna su sistema de relaciones
internacionales es mucho más amplio, en la región y fuera de ella.

Al ser Hezbollah sólo una pieza -aunque crecientemente autónoma- de un vasto
sistema de alianzas políticas y militares que funciona relativamente bien en
una de las zonas más inestables del mundo, es comprensible que su
comportamiento internacional deba ser necesariamente moderado. De otra
manera dejaría de ser -para algunos Estados- un aliado necesario, y se
transformaría en un riesgo inútil.

Es por ello que en la actualidad ha logrado establecer sólidas relaciones
políticas con por lo menos dos gobiernos europeos de primer nivel. Francia y
Alemania. Es obvio que en ninguno de los escenarios en los que actúa la
diplomacia de Hezbollah está ajena la presencia iraní y, en el caso alemán,
la influencia creciente sobre Bonn de la comunidad chiíta residente en ese
país. Fue precisamente el jefe del servicio de inteligencia alemán quien
actuó de intermediario en el intercambio de restos mortales y de prisioneros
de ambas partes, entre Israel y Hezbollah, en julio de 1996. Esa presencia,
y otros hechos que sería largo enumerar en este momento, nos habla de una
madurez creciente en los movimientos internacionales de Hezbollah.

Dentro de ese marco, ¿cómo una organización de tal envergadura podría
aventurarse a realizar atentados terroristas fuera de su teatro natural de
operaciones, que es el sur del Líbano, y que no aportan nada significativo
desde el punto de vista militar a su guerra de liberación nacional? Dado su
crecimiento político, militar e internacional, lo que arriesga perder será
siempre mayor de lo que se proponga ganar.

He conversado con muchos observadores y periodistas europeos que llevan
años, y aún décadas, analizando el Medio Oriente con base en Beirut. Me
sorprendió que la opinión fuera coincidente, a pesar de que muchos de ellos
mantenían una relación francamente hostil con Hezbollah. Las acusaciones de
culpabilidad lanzadas por Israel y sus aliados norteamericanos sobre
Hezbollah en relación con diferentes acciones terroristas no provienen de
ninguna "prueba" existente, sino de la intrínseca peligrosidad que esta
organización representa para el Estado judío, a partir de su demostrada
capacidad para ejercer una presión militar constante sobre su frontera norte
(Galilea), a través de la "zona de seguridad".

De allí que, cuanto mayor sea la conflictitividad de toda la región, y ese
es desgraciadamente el camino, mayores serán las necesidades de Israel de
eliminar a Hezbollah, quien le causa bajas reales en combates reales en
operaciones militares cada vez más difíciles de controlar para el Estado
judío. Sobre esta realidad se fabrican las acusaciones.

 
Las guerras civiles judías: del social-sionismo al nacional-judaísmo

Yahveh golpeará a Israel como las aguas agitan una caña, y arrojará a Israel
de esta tierra buena que dio a sus padres, y los dispersará al otro lado del
río... Y entregará a Israel a causa de los pecados que cometió Jeroboam e
hizo cometer a Israel.
Libro primero de los reyes (14, 15-16).

 La conformación del nacional-judaísmo en tanto ideología de Estado (del
Estado de Israel, y de vastos sectores de las comunidades judías de la
diáspora) es un hecho absolutamente nuevo en la historia del judaísmo, si
exceptuamos los tiempos de los orígenes, en los cuales la imbricación entre
la religión judía y las políticas nacionalistas de las tribus hebreas era
total. Más aún, la religión judía fue la condición de la existencia nacional
de esas tribus.

Pierre Vidal Naquet (Los judíos, la memoria y el presente, FCE, 1996, p.25 y
ss.) va a los orígenes del Estado judío y constata, no sin asombro, que las
guerras civiles judías, esto es, los conflictos armados entre grupos judíos,
están en la naturaleza de todas las proyecciones políticas del judaísmo. Y
no sólo eso. Constata que esos conflictos interiores, que se derivan de la
adopción de un mesianismo religioso en tanto ideología de Estado, cobran
formas extremas en momentos críticos.

 En primer lugar está la división de los judíos sitiados en Jerusalén por la
tropas romanas comandadas por Tito. Pierre Vidal-Naqué marca una
diferenciación esencial entre el relato de Tácito y el de Flavio Josefo.
Ambos señalan la existencia de un sangriento conflicto intra-judío, aún en
el mismo momento del sitio, pero mientras Tácito (Historias, V, 12) ve una
reconciliación final entre los bandos (que según él eran tres), Flavio
Josefo no hace referencia en ningún momento a una reconciliación final:
"Porque no cesaba la sedición y la revuelta dentro de la ciudad (Jerusalén
sitiada por los romanos), aunque veían el campo de los romanos estar muy
cerca de los muros; pero el primer asalto e ímpetu que los romanos quisieron
hacer, ellos se calmaron algún poco; mas luego volvieron a su antigua
enfermedad, y dividiéndose en partes otra vez, cada uno por sí peleaba,
haciendo todo lo que los romanos, que los tenían cercados, deseaban".

 Muchos historiadores israelíes fundamentalistas niegan, naturalmente, esta
interpretación histórica, de la cual surge la idea de que existe una
relación directa entre el ejercicio del poder político estatal basado en el
mesianismo religioso y las guerras civiles judías. No hubo guerra civil
judía entre la caída del Segundo Templo y la fundación del Estado de Israel
en 1948, por la sencilla razón de que no existió ningún poder político judío
-Estado- durante ese período.

 En este punto conviene recordar a un gran escritor judío, Ahad Ha'am, uno de
los mayores críticos del sionismo. Se enfrentó con Theodor Herzl ya en el
Primer Congreso Mundial Sionista (Basilea, Suiza, 1897). Un día después de
la apertura de ese Congreso escribió: "Ayer, en Basilea, me encontré
solitario entre mis hermanos, como alguien que guarda luto en una boda...
Este nuevo entusiasmo es artificial y la consecuencia de esperanzas
traicioneras será la desesperación... La salvación de Israel (del pueblo
judío) se realizará por los profetas y no por los diplomáticos... Una cosa
tengo clara: hemos destruido más de lo que hemos construido. Quién sabe si
esto no ha sido el último gesto de un pueblo que está muriendo. No puedo
borrarlo de mi mente... Existe un solo objetivo al que podemos acercarnos
realmente, que es el objetivo moral, nuestra autoliberación de la esclavitud
interior..."

 Muchos años después, cuando Ahad Ha'am se había establecido en Palestina,
viendo los sangrientos resultados obtenidos por el sionismo, envió dos
cartas abiertas de protesta al diario Haaretz, de las que transcribimos
algunos fragmentos: "¡Judíos y sangre! ¿Existe mayor contradicción que
ésta?... ¿Qué hemos rescatado de nuestra destrucción sino las enseñanzas de
nuestros profetas que hemos llevado en el largo camino de nuestro exilio
para iluminar nuestra oscura vida? Nuestra sangre fue derramada en todos los
rincones del mundo a lo largo de miles de años, pero nosotros no derramamos
la sangre de nadie...¿Qué debemos decir ahora que estamos asesinando a
árabes inocentes por venganza? Dios mío, ¿Es este el final? ... ¿Es este el
sueño de un retorno a Sión, manchar su tierra con sangre inocente? Y ahora
Dios me hace sufrir de haber vivido para ver con mis propios ojos que estaba
equivocado... si éste es el Mesías entonces no quiero ver Su llegada".

 Moshe Menuhin, que es quien recoge estos textos en su libro Jewish critics
of Zionism, los comenta de la siguiente manera: "Después de la Declaración
Balfour (1917) no ha habido jamás ninguna base común sobre la que sionistas
y críticos judíos del sionismo hayan podido encontrarse intercambiando sus
pensamientos. La máquina sionista difama, denigra y reprime a cualquiera que
se atreva a criticar las acciones de los sionistas en la Israel sionista y
fuera de ella; pero los críticos judíos del sionismo realmente honrados
siguen atacando frontalmente las injusticias e hipocresías del sionismo
político. Su número es, por desgracia, trágicamente pequeño. Los judíos se
casan en su mayoría entre ellos y están asimilándose a su 'nacionalización',
están, con sus cerebros lavados, soportando la horrible causa del
nacionalismo 'judío'".

 A partir de la caída del Segundo Templo comienza una polémica muy dura entre
religiosos y secularistas judíos, sobre la cual existe una extensa
bibliografía que no vamos a repetir aquí. Lo que sí nos interesa en este
momento -con el objeto de introducirnos en el concepto de nacional-judaísmo-
es señalar brevemente algunas de las dimensiones de esa polémica a partir
del nacimiento del sionismo, en tanto ideología secular del judaísmo entre
finales del siglo XIX y el declinar de la llamada guerra fría, hacia fines
de los años 80 del siglo XX.

 Ya hemos dicho, en otro trabajo (16) que la disolución del sionismo
-entendido como una cosmovisión temporal del judaísmo y construido según la
óptica estrictamente euro-nacionalista del siglo XIX- es uno de los
subproductos del fin del mundo bipolar. Pero lo importante es que dentro de
la sociedad israelí ese macroproceso coincide con una serie de situaciones
internas que se fueron desencadenando desde los Acuerdos de Camp David.

El nacionalismo sionista que nace con Jabotinsky es indudablemente
mesiánico; sin embargo, no era, con todo, un nacionalismo religioso, o un
mesianismo religioso, en el sentido en que ambos conceptos "mesianismo" y
"religión" se han imbricado en los últimos tiempos. El de Jabotinsky,
Menahen Beguin, Shamir, etc., era un nacionalismo sionista que estuvo en
histórica -es decir, en permanente- oposición al sionismo laborista o
socialsionismo laico. El nacional-sionismo, que termina corporizando Menahen
Beguin, utiliza muchos conceptos bíblicos, pero como ejemplos o modelos de
comportamiento político y militar, no como Weltanschauung fundamentadora.

Para Jabotinsky la religión judía era una institución pública "... con una
eminente función conservadora... La Torah ha preservado a la nación a través
de sus múltiples tribulaciones... Las autoridades públicas tienen el deber
de acondicionar las circunstancias para el ejercicio del culto... (porque)
la religión es un factor de sedimentación, de unificación nacional" (17).
Naturalmente Jabotinsky está hablando de una "nación" sin Estado. Esto
quiere decir que el nacional-sionismo, en la relación entre Dios y Tierra
Prometida, privilegia la idea de Tierra. Primero la Tierra. El actual
nacional-judaísmo previlegia la idea de Dios: con Dios hacia la conquista de
la Tierra Prometida. Del Estado de los Judíos a la Tierra de Israel.

Los elementos políticos y estratégicos que producen el empuje desde uno
hacia otro nacionalismo son perfectamente visibles: la entrega del Sinaí a
Egipto, la destrucción de la OLP en el Líbano y el surgimiento de las
primeras expresiones de resistencias religiosas en el mundo árabe (Líbano),
la creciente influencia del hiperjudaísmo (norte)americano, la crisis del
social-sionismo laborista, etc.

Las distintas corrientes religiosas judías, hasta aproximadamente los años
80, se manifestaban de manera hostil al nacionalismo sionista secular, a
excepción del Gran rabino de Palestina Abraham Isaac Kook (1865-1935), quien
desde los comienzos apoyó la tarea de los pioneros social-sionistas. "Los
nacionalistas laicos no saben lo que ellos representan. El espíritu de
Israel se encuentra absolutamente ligado al espíritu de Dios. De allí que un
judío nacionalista, con sus falsas intenciones seculares, está, a pesar de
él, imbuido de un espíritu divino, a pesar de su propia voluntad" (18) .

Dentro del sionismo religioso se produce una seria fractura a partir de los
Acuerdos de Camp David, representada por el fracaso del grupo Gush Emunin,
fundado por el hijo de Abraham Isaac, Zvi Yehuda Kook (1891-1980). Para
muchos israelíes quedó claro que los acuerdos con Egipto, fundados en la
filosofía "paz por territorios" (en este caso el Sinaí), constituían un
antecedente de primera magnitud para la construcción posterior de un Estado
Palestino independiente en Cisjordania (19).

Todos esos acontecimientos, sumados al amargo sabor que produjo la Guerra de
Yon Kipur, condujo a cada vez más amplios sectores religiosos a revalorizar
la "tierra prometida", los "espacios bíblicos". Ello sentó las bases para
una confluencia con los nacionalistas seculares provenientes, en lo
fundamental, del nacional-sionismo (aunque no pocos se incorporaron desde el
social-sionismo). No sólo en Israel sino también en el judaísmo
internacional (diáspora) había emergido una nueva realidad cultural: el
nacional-judaísmo. Es decir, el judaísmo religioso como ideología de un
Estado nacionalista y expansivo.

La lucha contra el llamado "Plan de Paz" es decisiva en este proceso de
convergencia, que ya había fracasado en 1977 con la victoria electoral del
Likud. Pero en aquella época estaban vigentes los síntomas del malestar
nacional de 1973 (Yon Kipur), lo que entre otras cosas provocó la crisis del
Gush Emunin. Pero las ideas de ese grupo han cristalizado en la actualidad,
con esta nueva victoria del Likud, en medio de la fractura nacional que ha
provocado el "Plan de Paz" (20).

Con anterioridad a la fundación del Estado de Israel, las "guerras civiles"
entre las distintas facciones judías tenían como marco al sionismo, es decir
a las distintas corrientes del sionismo secular. Las corrientes religiosas
estaban fuera de esas contiendas. Los nuevos conflictos, en cambio, son de
naturaleza diferente. La actual "frontera" divide los "territorios" del
judaísmo entre "culturas" no sólo diferentes sino antagónicas; y no como en
el pasado reciente entre culturas meramente contradictorias, unas de otras,
aunque todas provenientes de un mismo tronco (nacional-sionismo versus
social-sionismo). Los antagonismos intrajudíos de la etapa sionista fueron,
en algunos momentos, de una violencia extraordinaria. Ello nos puede dar una
pauta de lo que serán los antagonismos de la nueva etapa entre culturas
pertenecientes a "judaísmos" diferentes.

Durante las décadas anteriores a la creación del Estado de Israel (Partición
de Palestina) sucesos extremadamente graves ocurren entre diferentes
facciones del sionismo, que en esos momentos era la fuerza hegemónica del
judaísmo. Esos sucesos terminan en un combate a muerte entre la Haganá
(fuerza paramilitar socialsionista) y otras organizaciones armadas judías,
como el Irgún de Menahen Beguin, y el llamado Grupo Stern, minusvalorizado
por la bibliografía oficial sionista con la denominación de "Banda Stern".
La línea divisoria de ese combate intrajudío -de esa guerra civil limitada
anterior a la conformación del Estado- fue trazada alrededor de la edición
por los británicos del famoso Libro Blanco de 1939. En lo fundamental, esa
política británica establecía límites a la migración de judíos hacia
Palestina, hecho que contradecía la misma naturaleza del sionismo. Sin
embargo, la reacción contra el Libro Blanco fue absolutamente diferente en
relación a los grupos ya mencionados, y esa diferencia provocó un claro
enfrentamiento militar entre distintas facciones, cuyo resultado final
hubiese sido muy distinto si diferente hubiese sido el resultado final de la
"segunda guerra mundial".

En líneas generales, y sin entrar ni en detalles ni en particularidades
históricas específicas, la principal agrupación armada del socialsionismo,
la Haganá, fue el producto de una intensa cooperación con las fuerzas
británicas de ocupación: "En colaboración con los británicos..., Ben Gurion
y los socialsionistas moderados pudieron montar un ejército clandestino muy
rápidamente, bajo la protección del británico, e incluso armado parcialmente
por éste..." (21). Los grupos armados opuestos al socialsionismo planteaban
en cambio una guerra abierta contra el imperio británico, "... guerra que
habría de llegar tanto hasta la propia Inglaterra metropolitana como hasta
el resto del Imperio" (22). Este pensamiento era en general sostenido, hasta
el momento de su muerte en 1940, por la línea revisionista de Zeev
Jabotinsky, padre espiritual de Menahen Beguin, y tenía como principal
impulsor a un personaje al que hoy la historiografía oficial israelí
pretende ocultar y hasta ridiculizar: Abraham Stern.

Una vez publicado el Libro Blanco de 1939, no sólo las fuerzas del grupo
Stern sino la totalidad del revisionismo sionista -incluyendo a los grupos
que posteriormente conformarían el Irgún de Menahen Beguin- plantean una
"guerra sin cuartel" contra el Imperio Británico. En este punto la lógica se
impuso: esa guerra no se podía desarrollar sin el apoyo de la Alemania
Nacionalsocialista.

Esta cuestión nos vuelve a introducir en el "mito del antifascismo sionista"
(23), que pretende ocultar que los grupos dirigentes sionistas alemanes
mantuvieron una permanente negociación y una "política de compromiso y de
colaboración con Hitler". Esas negociaciones de los dirigentes sionistas no
se limitan a los alemanes sino que implicaban también a polacos y a otras
nacionalidades, que para desarrollar esas negociaciones, conformaron los
"Consejos Judíos" (Judenräte). El objetivo de esas negociaciones era
desarrollar la salida de los judíos de la Mitteleuropa hacia Palestina,
política que era muy bien vista no sólo por Hitler sino también por la
totalidad de la dirigencia nacional-socialista, incluidos Himmler y
Heydrich. "Una minoría fuertemente organizada de dirigentes sionistas tenía
la preocupación única de crear un Estado judío potente" (24). Lo que
representaba en la práctica una cosmovisión racista similar a la del
nacionalsocialismo. Así, la primera evidencia que surgía era la existencia
de un enemigo común representado por los británicos. Y la segunda es el
escaso interés que ambas partes, en estas negociaciones, tienen en la suerte
de las masas de judíos "integrados". Ambas partes coinciden plenamente en la
necesidad de trasladar -fuera del Nuevo Orden Europeo Nacional-Socialista- a
millones de judíos "sionistas", es decir, no asimilados. Esa gran
movilización demográfica se debería realizar principalmente desde el Centro
de Europa hacia Palestina.

Un testigo de la época, el escritor sionista Eliahu Ben-Horin, escribió un
libro cuyo título en español es El Cercano Oriente: encrucijada de la
historia (25). En él relata detalles hoy ocultados por el judaísmo, y que
resultan de una importancia extraordinaria para comprender las relaciones
entre el Tercer Reich y la cúpula sionista en relación a la inmigración de
judíos alemanes a Palestina. Esas migraciones desde Alemania hacia Palestina
contó con el apoyo total del nacional-socialismo:

"Un Acuerdo oficial de transferencia fue firmado entre el Reichsbank y las
instituciones financieras sionistas de Palestina, y se estableció una
organización especial en Berlín y Tel Aviv para vigilar el cumplimiento del
acuerdo... La corriente de inmigrantes alemanes a Palestina iba aumentando a
un ritmo de continuo crecimiento y, en consecuencia, siempre quedaban más
fondos en Alemania para ser transferidos. De este modo los sionistas se
convirtieron en los agentes de Alemania para el Medio OrienteLos emigrantes
con destino a la emigración ilegal a Palestina eran ayudados por la Gestapo
hasta el punto de que se les permitía llevar consigo cierta cantidad de
moneda extranjera¿Cuál era la razón de esta inusitada ayuda por parte de
las autoridades nazis?La inmigración ilegal judía enfrentaba a los
británicos con los árabes, con los judíos, con los diversos gobiernos de la
Europa Oriental y con la opinión pública mundial. Al estimular la
inmigración ilegal en Palestina, la Alemania nazi contribuía materialmente a
aumentar las dificultades de Gran Bretaña en el Medio Oriente y en Europa
Oriental".

Posteriormente, el desarrollo militar de la II Guerra Mundial imposibilita
estos desplazamientos poblacionales, lo que obliga a los alemanes a elaborar
un proyecto de "solución final" en esencia similar al que se había pactado
años atrás con la dirigencia sionista, con la única diferencia de que los
desplazamientos poblacionales -en 1942, y guerra mundial de por medio- sólo
podían realizarse en la dirección del Este de Europa. Tal, y no otra cosa,
fue la "solución final". Un cruel desplazamiento demográfico extremadamente
costoso en vidas humanas. El mito del "Holocausto" corre por cuenta de los
ideólogos asociados a los fundadores del Estado de Israel. Garaudy, en la
obra citada, sostiene: "En el film que fue proyectado en Nuremberg ante el
tribunal y los acusados, la única cámara de gas que aparece es la de Dachau.
El 28 de agosto de 1960, M. Broszat, en representación del Instituto de
historia contemporánea de Munich, de obediencia sionista, escribe en Die
Zeit: "La cámara de gas de Dachau nunca fue terminada, y por lo tanto jamás
llegó a funcionar". Desde el verano de 1973 una pancarta sobre las duchas
del campo de Dachau explica: "esta cámara de gas, camuflada en sala de
duchas, no ha sido nunca puesta en servicio"...La de Dachau fue la única
cámara de gas que fue presentada en los juicios de Nuremberg como prueba de
la exterminación masiva..." (26) (Ver Capítulo 7).

Entre la política alemana de expulsión de judíos fuera del territorio
europeo, primero, y hacia el este de Europa, después, y su coincidencia con
los Judenräte centroeuropeos, se interponía la estrategia del Imperio
Británico. Finalmente, entre 1935 y 1943, sólo un 8,5% de los judíos que
huyen del nacionalsocialismo alemán llegan a Palestina, mientras que los
Estados Unidos limitaron su ingreso al número de 182.000, e Inglaterra a
67.000 (7 y 2%, respectivamente, del total). La URSS, en la misma época,
recoge el 75% de todos los judíos europeos prófugos del nacionalsocialismo
alemán(27). El Estado, en el que ingresan finalmente más judíos per cápita
durante esa época, es Argentina.

Obviamente la edición del "Libro Blanco" de 1939, al limitar drásticamente
la inmigración de judíos europeos a Palestina, es un elemento que perturba
la política de acuerdos y cooperación que llevan a cabo los Judenräte con
las autoridades del Partido nacional-socialista alemán (NSDAP). Para colmo
de males Chaim Weizmann, Presidente de la Agencia Judía y hombre
visceralmente probritánico, el 5 de setiembre de 1939, dos días después de
que Inglaterra y Francia declararon la guerra a Alemania luego de la
invasión de Polonia, le envía una carta al primer ministro británico Mr.
Chamberlain en la que le informa que "... nosotros, los judíos, estamos del
lado de Gran Bretaña y combatiremos por la democracia". Y de inmediato
sostiene públicamente -ya que la carta fue reproducida el día 8 de setiembre
por Jewish Chronicle- que "... los dirigentes judíos están preparados para
realizar un acuerdo inmediato que permita la utilización de todas sus
fuerzas, en hombres, técnicas y materiales" en la guerra contra Alemania
(28). El gobierno de Berlín interpretó esta carta como lo que realmente era,
una "...auténtica declaración de guerra del mundo judío a Alemania" (29), y
en consecuencia comienza a plantearse la necesidad de la internación en
campos de concentración de los judíos, en tanto pueblo o nación en estado de
guerra con Alemania.

En esta coyuntura comienzan a actuar los dirigentes revisionistas más duros,
como Abraham Stern, Itzak Shamir y el joven polaco Menahen Beguin, entre
otros. Shamir remite a la Embajada Alemana en Ankara una carta en la que
sostiene la necesidad de "...lograr la cooperación entre el movimiento de
liberación de Israel y el Nuevo Orden en Europa, conforme a uno de los
discursos del Canciller del Tercer Reich, en el que Hitler subraya la
necesidad de utilizar todas las combinaciones de coaliciones para aislar y
vencer a Inglaterra" (30).

Esta división profunda en el seno del sionismo-judaísmo dentro del entorno
dramático de la Segunda Guerra Mundial, conduce a una guerra civil judía en
Palestina, en la que los actores principales son los movimientos armados
Haganá (socialsionista probritánico) el Grupo Stern y, posteriormente, la
Organización Militar Nacional (Irgun Zevai Leumi), furiosamente
antibritánica. La posterior derrota alemana anula todas las posibilidades
políticas de las fuerzas armadas judías revisionistas, y consagra a la
Haganá como elemento fundacional principal del futuro ejército del Estado de
Israel.

La Segunda Guerra Mundial abrió posibilidades estratégicas que hasta ese
momento estaban ocultas. La gran mayoría de los judíos de origen marxista
que ya habitaban Palestina se subordinan a la Agencia Judía Internacional,
mientras que los movimientos revisionistas, que tienen su origen en
nacionalismos judíos centroeuropeos, exploran nuevas alternativas para
lograr el mismo objetivo de crear un Estado Judío exclusor de los habitantes
no judíos de Palestina, con la misma lógica que empleó el
nacional-socialismo para excluir a los no arios del espacio vital alemán.
Ello condujo a una guerra civil intrajudía que no por larvada y limitada fue
menos sangrienta.

 

Fractura histórica y fractura teológica

El Estado de Israel hoy vive una situación de preguerra civil que no es en
absoluto un acontecimiento original, ni en su historia política, ni en su
historia bíblica. Desde los mismos orígenes del pueblo judío, la división ha
pasado siempre entre las distintas formas de secularidad estatal y la
religiosidad del judaísmo, propiamente dicho. Ahora hay un tercer factor en
discordia: el judaísmo laico quien, en la diáspora, está en parte
"asimilado" a las sociedades en las que habitan, pero bajo la forma de
"doble lealtad".

Las exigencias de la Ley (religiosa) y las exigencias del mundo provocaron
grandes tensiones en todas las épocas y en todas las ramas de la diáspora.
Se manifestaban apenas algún grupo judío asumía la dirección de sus asuntos
políticos. "De allí que muchos judíos piadosos creyesen que era preferible
vivir bajo la soberanía de los gentiles". El sionismo moderno no nace como
un plan de la teocracia judía sino como un instrumento de gobierno en los
planos político y militar, dentro del "nuevo orden" que surge a partir de la
segunda guerra. Desde la fundación del Estado de Israel, a partir de la
"Partición de Palestina", el conflicto intrajudío vuelve a plantearse en
forma básicamente similar al conflicto que había nacido en los tiempos del
profeta Samuel. Una interpretación claramente pro-israelí sostiene:

"Los israelitas corrieron el peligro de ser exterminados por los filisteos y
apelaron a la protección de la monarquía para conservar la vida. Samuel
había aceptado el cambio con dolor y aprensión, porque percibía claramente
que la monarquía, o más bien deberíamos decir el Estado, mantenía un
conflicto irreconciliable con el dominio de la Ley (religiosa). Al final
quedó demostrado que tenía razón. Se desafió a la Ley, Dios se encolerizó y
llegó el exilio en Babilonia. La Segunda Comunidad tropezó exactamente con
las mismas dificultades y también pereció. De modo que los judíos comenzaron
la diáspora. Correspondía a la esencia del judaísmo que el Exilio terminara
con un acontecimiento metafísico, cuando así le placiera a Dios, no con una
solución política ideada por el hombre. El Estado sionista era sencillamente
un nuevo Saúl. Sugerir que era una forma moderna del Mesías no sólo
implicaba un error, sino que era también una blasfemia". (Paul Johnson, La
Historia de los Judíos).

Nunca como hoy, a partir del crecimiento de distintas modalidades del
fundamentalismo judío, es tan cierto el concepto expresado por Gershom
Scholem, durante la etapa fundacional del Estado Judío: "El ideal sionista
es una cosa, y el ideal metafísico, otra; y los dos no se tocan, excepto en
la fraseología pomposa de las grandes asambleas, que a menudo infunden en
nuestra juventud el espíritu de un nuevo shabbetaísmo que necesariamente
fracasará".

Apreciar en su debida importancia esta dicotomía profunda entre sionismo y
religiosidad es una actitud de trascendental importancia no sólo para
comprender los fenómenos contemporáneos que afectan al Estado de Israel,
sino además para saber diferenciar la etapa original del terrorismo
(sionista) secular con la actual, infinitamente más sangrienta, del
terrorismo judío antisecular, o "sagrado".

Si algo demuestra la etapa del terrorimo judío secular es el hecho,
históricamente comprobado, de que fueron tan importantes las confrontaciones
militares contra ingleses y árabes como los combates, crímenes y delaciones
que eclosionaron entre los distintos grupos armados judíos: la Haganá, por
un lado, y las distintas bandas del Irgún, por el otro. Durante la "guerra
de la independencia" muchos judíos mueren por la acción consciente y
premeditada de otros judíos, en forma paralela al desarrollo de acciones
militares de los grupos judíos (del Irgún, en especial) contra los enemigos
no judíos, que llegaron a asumir formas realmente sanguinarias.

Respecto de los conflictos internos judíos de la época secular se suele
recordar los sucesos del 6 de noviembre de 1944, día en que la llamada
"banda Stern" asesinó a Lord Moyne, ministro británico para asuntos del
Medio Oriente. La encargada de represaliar ese asesinato -con el apoyo
político del propio Ben Gurión- fue la Haganá (que más tarde se convertiría
en el núcleo de las Fuerzas de Defensa del Estado Judío, Tsahal). La Haganá
desencadenó de inmediato una campaña de terror tanto contra el grupo Stern
como contra el Irgún. Capturó, retuvo en cárceles clandestinas e hizo
"desaparecer" a muchos de sus militantes. Pero realizó un acto aún mucho más
grave: entregó al servicio de inteligencia británico los nombres de 700
combatientes y otros militantes del Irgún. Se calcula que hasta 1.000
personas fueron detenidas y muchas de ellas ejecutadas gracias a esta
delación del sionismo oficial. Estos sucesos fueron relatados por el propio
Beguin en su famoso libro Rebelión en Tierra Santa, que por cierto es de
"lectura obligatoria" para todos aquellos que quieran entender en
profundidad las contradicciones inherentes a la formación del Estado de
Israel.

Las acciones del Irgún contra los árabes no eran menos perversas. Durante el
invierno de 1947/48 el Irgún, comandado por Menahen Beguin decide realizar
una operación de represalia consistente en destruir la aldea árabe de Deir
Yassin, con el objeto de quebrar la moral de los combatientes palestinos que
allí se habían atrincherado. 120 hombres del Irgún caen sorpresivamente
sobre los palestinos, que deciden luchar. Eran más fuertes y estaban mejor
armados y el Irgún comienza a retroceder. Beguin solicita armamento pesado y
de este modo, finalmente, pudo destruir la resistencia árabe. Lo que sigue
fue relatado por un espía de la Haganá que presenció los acontecimientos:
"La represión judía fue una `masacre desorganizada'. Llevaron a los árabes a
una cantera y fusilaron de inmediato a 23 hombres, otros 93 fueron
asesinados directamente en la aldea. Y contando a mujeres y niños, el total
de víctimas del Irgún llegó, esa noche, a 250 personas". Apenas finalizada
la carnicería, Menahen Beguin, comandante del Irgún y luego primer ministro
del Estado de Israel al frente de la coalición Likud, emite una "orden del
día" acorde con el espíritu del Libro de Josué: "Aceptad mis felicitaciones
por esta espléndida conquista... En Deir Yassin, como en todas partes,
atacaremos y aplastaremos al enemigo. Yhaveh, Yhaveh, nos has elegido para
conquistar".

 
El nuevo terrorismo intrajudío


Las nuevas formas que adopta el terrorismo intrajudío son hoy decididamente
antiseculares. Más específicamente: se trata de reacciones antiseculares
contra una historia ideológica anterior laica, que ahora es considerada como
subordinada a una "modernidad" que es percibida, por los nuevos sujetos
históricos, como el peligro más letal que existe para el mantenimiento de la
propia identidad. Es así como surgen, entre otros, los principales grupos
terroristas judíos (especialmente a partir de la conmoción que origina la
guerra del Yom Kipur, según ya hemos señalado): como una reacción violenta
contra una historia anterior del judaísmo que ya había adoptado la forma de
un sionismo modernizador y globalizante.

Las diferentes corrientes del integrismo religioso judío asumen actitudes
especialmente agresivas, en particular con las formas "impuras", "idólatras"
o simplemente laicizantes existentes dentro del propio mundo judío. El
enemigo del integrismo judío es hoy el sionismo laicizante y modernizador.
"No han de ser las leyes del Estado (de Israel) las que nos prescriban qué
podemos o no hacer en la lucha revolucionaria, sino la Torah de Israel y la
conciencia de la responsabilidad nacional que nos incumbe. Ambas
determinarán el límite de nuestro reconocimiento de las leyes del Estado"
(Myron J. Aronoff, The Institutionalisation and cooptation of a charismatic,
messianic, religious/political revitalisation movement, en The Impact of
Gush Emunin, Politics and Settlement in the West Bank, Edited by David
Newman).

Los haredíes (creyentes de Dios) israelíes -las distintas corrientes de la
ortodoxia religiosa judía, en especial aquellas que están cada vez más
integradas al nacionalismo israelí- utilizan la violencia de manera
permanente y en varias dimensiones: en primer lugar contra los grupos judíos
laicos; en segundo lugar, contra otros grupos haredíes no nacionalistas
("Halcones" contra "Palomas") y, en tercer lugar, hacia el exterior del
mundo judío. Todas esas dimensiones de violencia, pero especialmente la
última, tiene un fundamento territorial. El investigador francés, Ilan
Greilsammer, refiriéndose a las luchas dentro de barrios ortodoxos o entre
barriadas ortodoxas y laicas dentro de los grandes conglomerados urbanos que
conforman hoy la casi totalidad del Estado judío, señala: "Esta brutalidad
se sitúa en los confines del espacio que esos grupos (religiosos ortodoxos)
ocupan. Ella nace de conflictos por el territorio, por el espacio vital. El
espacio territorial es un factor dependiente del dinamismo demográfico de la
población haredim y ello conlleva una fuerte presión por la extensión del
dominio físico. No se trata solamente de expansionar un área habitacional y
purificarla de impíos -judíos no religiosos- se trata sobre todo de crear un
área de dominación cultural" (31).

Esta violencia intrajudía se asemeja a la violencia que ejercen los judíos
contra los no judíos en el hecho de que en última instancia ella está
fundamentada sobre la necesidad de ejercer un control territorial -dominar
un espacio vital. Por lo demás existen numerosos ejemplos de acciones
violentas entre grupos religiosos judíos a lo largo de toda la diáspora. Se
sigue recordando el choque que se produjo en Brooklyn entre grupos hasedines
opositores (Greilsammer, op.cit).

Existe también una dimensión demográfica de estos conflictos intrajudíos,
fundamentada en la gran diferencia existente entre las tasas de natalidad de
familias hasedines y las de familias no hasedines. La tasa de natalidad de
la comunidad religiosa ortodoxa es extremadamente alta. La observancia de
las leyes religiosas desaniman el control de la natalidad, mientras la tasa
media del crecimiento demográfico israelí tiende a decrecer de manera
continua. Entre los ortodoxos no existen prácticamente solteros
jóvenes/adultos de ninguno de los dos sexos, y el primer niño nace
generalmente durante el primer año de matrimonio. Las pirámides de edad
indican un fuerte porcentaje de niños y de jóvenes en los nuevos barrios
haredíes, de los cuales son expulsadas en forma sistemática las familias
"laicas". La media de hijos de las familias ortodoxas en Israel va de los 5
a los 10, un número extremadamente superior a los hijos de las familias no
religiosas. El público laico se inquieta ante el crecimiento demográfico de
esta población. Solamente en Jerusalén los habitantes ultraortodoxos
sobrepasan en la actualidad a las 100.000 personas, sobre una población
total ligeramente superior a los 500.000 habitantes (nos referimos a la
ciudad y no al "distrito" de Jerusalén -Yerushalayim-, con datos de 1992).

Pero es especialmente a partir de la guerra de 1967 que distintos grupos
religiosos haredim se transforman en movimientos nacionalistas con gran
capacidad operativa en el plano militar y con programas que giran todos en
torno a la cuestión territorial. Los nuevos colonos nacionalistas religiosos
provienen, en gran parte, de las escuelas talmúdicas creadas por el Partido
Nacional Religioso que había fundado el ya mencionado rabino
judío-norteamericano Zvi Yehouda Kook. La enseñanza en esas escuelas del PNR
se fundamenta en que el territorio judío tiene una dimensión trascendente.
No es un mero paisaje geográfico sino el Eretz Israel, es decir "...Dios
mismo que continúa su obra mesiánica de Redención a través del milagro de
poner esas tierras bajo la soberanía judía. Todo el territorio bíblico judío
es un territorio sagrado. Es un mandato divino conservarlo, anexarlo y
establecer sobre él un máximo de colonias judías". Como el restablecimiento
de la soberanía judía sobre la tierra es un signo explícito de la proximidad
de la Redención, todo compromiso territorial tiene como efecto retardar y
diferir los Tiempos Mesiánicos. El movimiento ortodoxo judío Gush Emunin (la
experiencia religiosa y territorial que condujo a los primeros actos
demenciales de terrorismo contra judíos y contra no judíos), que se puede
traducir como "Bloque de la Fe", creado en 1974 bajo influencia del ya
mencionado rabino Zvi Yehouda Kook, ha militado y continúa militando para
que los territorios de la Judea-Samaria (Cisjordania, "West Bank") no
retorne jamás bajo soberanía no judía, aun al costo de una guerra civil
dentro del Estado de Israel (The Impact of Gush Emunin, op.cit).

Una posición similar mantiene aun otro grupo religioso que es también uno de
los principales fundamentos organizativos e ideológicos de los Halcones: el
grupo Lubavitch. Bajo la directa influencia del antiguo rabino de Brooklyn
(Nueva York) Eliezer Mizrahi, los "Lubavitch" señalaron que "...le está
formalmente prohibido al pueblo judío entregar cualquier porción del Eretz
Israel a los árabes, y asimismo comprometerse a entablar conversaciones con
ese objetivo" (Greilsammer, op. cit). Esta sentencia se la expuso el rabino
Mizrahi a Shimon Peres antes de las elecciones de 1988, lo que nos señala
que la evolución del "Plan de Paz" instrumentada por el actual gobierno
laborista es percibida por los Halcones como un estado permanente de guerra
interior. Para el grupo "Lubavitch" esta posición está basada en un
principio vital del judaísmo: el pikouah' nefech (el peligro por la vida).
"Entregar los territorios, y aun discutir con el enemigo esa posibilidad,
significa poner en peligro la vida de los judíos, y ello significa una
terrible defección desde el punto de vista de la Ley religiosa... existe la
obligación religiosa de un control estricto y anexativo sobre los
territorios del Eretz Israel".

 

"Los Lubavitch, al igual que los Gush Emunim, u otros grupos religiosos y
nacionalistas con acciones comprobadas y reiteradas de macroterrorismo,
creen que el Mesías va a arribar de un momento a otro, y que estamos en las
mismas puertas de la revelación del enviado de Dios. Ellos afirman ver
signos anunciadores, como decadencias y guerras. Y si tal es la situación,
si el mundo está verdaderamente en las puertas de descubrir la Gloria de
Dios y la Luz de Israel, no existe ninguna necesidad de comprometerse en
negociaciones con otras naciones o de hacer concesiones a los no judíos"
(Greilsammer, op. cit). Los Lubavitch militan activamente por una política
de colonización intensiva de los territorios ocupados "con la fe que Dios,
quien ha prometido esas tierras a nuestros padres, no permitirá que ella nos
cause dificultades". Para el rabino Eliezer Mizrahi toda concesión
territorial es la verdadera causa que refuerza las posibilidades de una
nueva guerra.

La actividad de los Halcones fundamentalistas judíos se verá notablemente
incrementada a partir de la actual crisis del "Plan de Paz". Y ello lo
señaló con extraordinaria lucidez, antes del asesinato de Rabin, el escritor
español Juan Goytisolo: "Es en el momento de su victoria -militar, política
y económica- cuando Israel corre el riesgo de fracasar. Al mantener los
asentamientos de Gaza y Cisjordania, torpedear a la ANP de Arafat, aplazar
el calendario electoral fijado y prolongar así la presencia militar de
Tsahal en las ciudades palestinas, etc., Issac Rabin manifiesta una
sorprendente falta de clarividencia y de valor político. El tiempo no juega
necesariamente a su favor, ni la demografía tampoco: la conversión de
decenas de millares de palestinos en militantes de Hamás y su disposición a
multiplicar los atentados suicidas no podrán ser combatidas con cercas
electrificadas ni una separación imposible a causa de la capilaridad y
mezcolanza creadas por la ininterrumpida colonización de Cisjordania... La
carencia total de comprensión y respeto a la dignidad de los palestinos
augura una permanente discordia que perpetuará a su vez `la Intifada por
otros medios', más duros y sangrientos... Después del diálogo de Oslo los
israelíes abrigaban la esperanza de haber cumplido su sueño a costa de la
pesadilla de los palestinos. Dicha esperanza se revela ya totalmente
ilusoria".

Los actuales grupos dirigentes israelíes, judío-americanos y, ahora,
fundamentalistas evangélicos norteamericanos, piensan que una versión
nacional, o más bien, nacionalista del judaísmo es la única alternativa para
unificar cultural y políticamente a una nación demográficamente fracturada y
físicamente encapsulada en un espacio geográfico muy pequeño. El
nacional-judaísmo provoca fuertes lealtades pero también numerosas
exclusiones. Durante los tiempos de la invasión a Líbano y, luego, durante
la Intifada, el comportamiento internacional (occidental) respecto de Israel
sufrió importantes alteraciones que ahora se están repitiendo de manera
ampliada, en la medida en que el nacional-judaísmo tenga como principal base
de sustentación una política crecientemente militarizada de naturaleza
terrorista, tanto hacia el interior como hacia el exterior de las fronteras
del Estado de Israel.

 

Al ser hoy el nacional-judaísmo una ideología de Estado -la ideología
constituyente del Estado de Israel en esta época de pos-bipolaridad- todos
los hechos que se sucedan tanto en el interior cuanto en el exterior de ese
Estado desencadenarán -a través de diversos canales, incluidos los
religiosos- una serie de repercusiones en el conjunto de la política
mundial. Cualquier situación que eclosione en el hinterland de Jerusalén,
origen o referencia mítica de las tres religiones abrahámicas, hoy en
proceso de judaización por medios militares, afectará directamente a los
grandes espacios internacionales que cada uno de esos monoteísmos abarca, lo
que representa una parte sustancial de la población mundial.

En una situación tal, la estabilidad del proyecto globalizador se verá
seriamente afectada -en lo económico, lo energético, lo político y lo
religioso- lo que haría peligrar el status y la influencia no sólo de los
EUA, sino además de las otras grandes potencias, se encuentren éstas
próximas o geográficamente alejadas del epicentro de los conflictos. Las
repercusiones más intensas se producirán naturalmente en Occidente, aunque
si analizamos los mapas de las rutas petroleras marítimas que nacen en el
Golfo Pérsico, veremos con claridad que otras grandes potencias -como Japón-
geográficamente alejadas, también se verán muy duramente afectadas.

Son los musulmanes los únicos que disponen de una verdadera red de seguridad
teológica y política. Es el mismo Corán quien sostiene inequívocamente, en
varias Suras y gran cantidad de parágrafos, el carácter apócrifo del
Pentateuco y de los otros libros (TANAJ, Torah, Niviim, Kthuvim-Pentateuco,
Profetas y Escrituras); su falsificación "por los perversos (que)
sustituyeron la palabra que les había sido indicada por otra palabra...(Sura
II, parágrafo 56). "...Alteraron la palabra, después de haberla comprendido,
y lo sabían muy bien" (II, 71). "La generalidad de los hombres no conocen el
libro (TANAJ), sino solamente los cuentos engañosos, y no tienen más que
ideas vagas. ¡Desgraciados los que, al escribir el libro con sus manos
corruptoras, dicen: He aquí lo que proviene de Dios...! ¡Desgraciados de
ellos, a causa de lo que han escrito sus manos y a causa de la ganancia que
de ello sacan!" (II, 73). Y un largo etcétera. No hay duda de que Muhammad
(Mahoma) tenía bien claro el origen histórico-político concreto de la Torah:
la pequeña élite hebrea "exiliada" en Babilonia.

Es precisamente ese el sentido que tuvo la redacción de esos libros por la
élite judía desterrada en Babilonia, luego de la destrucción del Primer
Templo: construir a sangre y fuego, hacia el futuro, una comunidad política
hegemónica tal como lo aconseja, entre otros profetas, Josué.

Con ese objetivo mesiánico (el fin de la historia exige la previa posesión
de la tierra -Eretz Israel) reconstruyen desde el presente pos-exílico (del
siglo VI al IV aC.) una falsa historia, un pasado básicamente mitológico que
tiene como único objeto preparar psicológica y políticamente al "pueblo
elegido"; primero para resistir una eventual nueva dispersión en el mundo
(que se vuelve a producir en el año 70 dC.), que era una experiencia ya
conocida por ellos. Pero sobre todo el Antiguo Testamento constituye la
ideología perfecta para rehacer un poder político terrenal, con
características muy similares a las que finalmente instrumentalizó el
sionismo para la construcción del Estado de Israel, unos 20 siglos después
de la caída del Segundo Templo. "El Antiguo Testamento, en su conjunto,
corresponde más a la época del Segundo Templo que a la del primero, a la del
regreso del exilio que a la de la formación y desarrollo del reino de
Israel. Constituye un caso extraordinario de reinvención de la historia
pasada y reescrita en función del presente (un presente muy posterior a la
historia narrada)" (32).

La continuidad teológica, ideológica y estratégica entre judaísmo y sionismo
es absoluta y, en la práctica, sólo se manifestaron fisuras menores entre
ambas concepciones. Y ya en la actualidad estamos constatando una nueva
forma que adopta esa relación, que sólo en apariencia fue contradictoria
durante cortos períodos de tiempo.

 
Judaísmo, sionismo, nacional-judaísmo

Todos los soldados de los ejércitos de Israel -originariamente laico y
concebido como brazo armado de un Estado secular- llevan en sus mochilas el
Libro de Josué, quien es quien asesina (los ..."pasa por el filo de la
espada al punto de no dejar ningún superviviente"...-Josué, X, 34) a todos
los cananeos y a otras tribus de la Palestina histórica, que fueron los
habitantes originarios de la región antes de la llegada de las tribus
hebreas. Fue una de las tantas matanzas ordenadas por el "Dios de los
ejércitos", el mismísimo Yahveh (o Jehová), según la versión oficial de la
Biblia hebrea o Antiguo Testamento (33).

Así está en verdad relatada una operación de "limpieza étnica" en el libro
de los Nombres (XXXI, 7-18), que nos informa sobre las hazañas de los "hijos
de Israel" quienes "... vencedores de los Medianitas, `como el señor había
ordenado a Moisés matar a todos los hombres', `hicieron prisioneras a las
mujeres', `incendiaron todos los pueblos'. Retornaron a Moisés, y éste se
enfurece: `¡Qué, -dice- habéis dejado con vida a todas las mujeres! Bien,
ahora mismo matad a todos los niños y a todas las mujeres que hayan conocido
hombre... Pero todas las vírgenes...reservadlas para vosotros" (14-18). Esa
minoría ilustrada no se propuso redactar la historia original de las tribus
hebreas en Palestina (pasado), sino señalar el sendero de su unidad futura,
de su permanencia en el tiempo y en el espacio a partir de una consolidación
política sustentada en la vigencia sagrada de un Dios Único.

El orientalista italiano Mario Liverani (op.cit.) señala al respecto: "La
conciencia de unicidad y diversidad de los descendientes del pueblo de
Israel les ha llevado a resistirse a cualquier tipo de asimilación, algo que
no tiene igual en un plazo tan largo. Si dejamos a un lado la explicación
teológica del `pueblo elegido', se impone una explicación de carácter
histórico". Resulta claro que la "metodología" empleada por los redactores y
compiladores del Antiguo Testamento está basada en la "... antedatación
anacrónica... La consecuencia es la congelación del proceso evolutivo, con
un resultado final preestablecido desde el principio, con sus caracteres
inmutables".

Los redactores del Libro situaron, bajo una forma mítica, los hechos
políticos y religiosos de esa época (desde el retorno del "exilio"
babilónico) nada menos que en el siglo XII, es decir, unos seis siglos antes
de que verdaderamente ocurrieran. Naturalmente que cuando ocurren los hechos
carecen en absoluto de la forma mitológica fijada con seis siglos de
"anticipación". El siglo XII aC. fue la época de los orígenes étnicos de las
tribus hebreas; en absoluto existía el grado de evolución religiosa que se
verifica seis siglos más tarde. En el siglo XII aC. Moisés habría recibido
directamente de manos de Yahvé (Jehová) las "tablas de la Ley", "... de modo
que el yahavismo no habría evolucionado nada de Moisés al judaísmo, entre
los siglos XII y IV" (Liverani). La orientación nacionalista y racista del
judaísmo revelado en la Biblia Hebrea o Antiguo Testamento, en tanto
monoteísmo religioso, hace innecesaria la recurrencia al sionismo como
perversión secular muy posterior a la aparición del Libro.

Es evidente que esta posición conlleva gravísimas complicaciones teológicas
y políticas. No sólo las Nuevas Escrituras están unidas al Antiguo
Testamento (incluso por decisión institucional de una Iglesia Católica
progresista y posmoderna, aunque ambos libros hablen de dioses distintos);
es muy conocida, además, la preferencia de las diferentes corrientes del
protestantismo por la lectura sistemática de la Biblia Hebrea, en detrimento
del Nuevo Testamento, considerado por Lutero como el libro católico por
excelencia (34). A los protestantes en general habría que recordarles cuál
fue la opinión final de Lutero sobre los judíos (35). Próxima, por cierto, a
la doctrina nacional-socialista, y totalmente alejada del pensamiento del
chiísmo contemporáneo. Los católicos activos saben muy bien sobre los cismas
terribles de los próximos tiempos, la mayoría de ellos originarios de una
posmodernización apresurada por las exigencias ideológicas del capitalismo.

Un análisis contemporáneo competente no puede deslindar y ubicar en campos
distintos al judaísmo y al sionismo. Desde un punto de vista no teológico la
posición islámica puede ser aceptable, porque no cambia el hecho de fondo:
es el propio actor histórico-social -el judaísmo- quien proclama la
sacralidad de Su Libro. Y a partir de Él proyecta -y sobre todo justifica-
su accionar sobre su propia comunidad, sobre otras comunidades, y sobre su
entorno geográfico cercano o lejano. El Libro se transforma así en el
principal componente ideológico de una política (que se sacraliza a sí misma
y demoniza a sus oponentes): la que instrumenta el Estado de Israel y todas
las ramas de la diáspora judía dispersas por el mundo (occidental).

En sus orígenes, "La fidelidad a un Dios único nacional es la única
esperanza de salvación". "Cuando David y Salomón unificaron la región, la
fundación del templo de Yahvé en Jerusalén, como edificio anejo del palacio
real , conllevó la elección de una divinidad como centro del panteón oficial
del reino y como divinidad dinástica. El Dios elegido, Yahveh, no debía ser
nuevo en la religión. Seguramente se trataba de una de las divinidades
mayores y más cualificadas, más vinculado por tanto a un ambiente particular
y a un patrimonio mitológico y cultural arraigado" (Mario Liverani,
op.cit.). En verdad la experiencia política de David, que convertirá a
Israel en una pequeña potencia política, fue muy marginal y hasta ignorada
por los grandes Estados de la época. Es la naturaleza de esta decisión
política -la necesidad vital de un dios nacional único, epicentro de una
buscada unificación demográfica y geográfica- lo que se convierte en el nexo
más sólido entre el judaísmo original y el sionismo, cuyo ciclo de vida es
muy corto: desde mediados del siglo XIX dC. hasta fines de la "guerra fría".
Lo que origina continuidad entre ambas etapas, después de casi 20 siglos de
diáspora, es su misma vocación mesiánica: el laicismo de algunos sionistas
no convierte a éste en algo distinto del judaísmo.

 
Judaísmo y capitalismo

La Inteligencia y la Contrainteligencia del mundo judío-occidental (o
judío-cristiano) pretenden hoy ocultar el hecho histórico de que el chiísmo
libanés es en verdad una expresión originaria del Sur del Líbano (incluyendo
el sur del Valle de la Bekaa), difundiendo la imagen falsa por la cual esa
"nueva frontera" es una exportación iraní hacia el Mediterráneo Oriental
(36). Las dos grandes Iglesias occidentales, el catolicismo y el
protestantismo, desde un punto de vista estratégico, actúan hoy como
elementos subordinados del pos-sionismo o del hiperjudaísmo. Protestantes y
católicos, los primeros desde siempre y los segundos recientemente, han
aceptado como fundacional la versión del Antiguo Testamento, es decir la
preeminencia ideológica del judaísmo sobre el cristianismo en tanto
construcción de un "mismo mundo", el Capitalista-Occidental.

La religión judía, y a partir de ella el cristianismo, según
interpretaciones posmodernas, "fue construida según un plan preestablecido;
aparece como la solución fría y calculada de un problema diplomático. Se
conforma al programa: es preciso asegurar una religión al pueblo a cualquier
precio. Y otro hecho que no debe perderse de vista para formular un juicio
adecuado sobre la religión judía es éste: la misma reflexión fría, la misma
conformidad a un fin preestablecido, presidieron el nacimiento de las
doctrinas que, unas después de otras, se fueron agrupando con el correr de
los siglos al núcleo principal" (Werner Sombart, Los judíos y la vida
económica).

Lo que pone al judaísmo como principal impulsor del capitalismo, desde sus
orígenes hasta nuestros días es "... la reglamentación contractual, la
reglamentación comercial... de las relaciones entre Jehová (Yahvé) e Israel.
Por otra parte todo el sistema religioso judío no es otra cosa que un
tratado concluido entre Jehová y su pueblo elegido: un tratado con todas las
obligaciones que se desprenden generalmente de un contrato. Dios promete
algo y da alguna cosa a cambio de lo cual el hombre justo lo sirve"
(Sombart, op.cit.).

La "ideología" hiperjudía tiene actualmente dos fuentes de alimentación. Por
un lado prolonga una ya clásica proyección "profética" del Antiguo
Testamento, es decir de una narración realizada e interpretada sobre hechos
ya sucedidos, que sacraliza y proyecta hacia el futuro una corta experiencia
política anterior, y que en verdad fue muy poco exitosa y de muy corta
duración. A esa historia, deformada y sacralizada a la vez, se le suma luego
la voluntad política de secularizarse, que fue planteada inicialmente por el
sionismo, en todas sus ramificaciones. El poder secular (sionista) sumado a
una proyección sacramental de un texto, es lo que termina conformando el
hiperjudaísmo de este mundo en creciente desorden político, cultural y
estratégico.

El nacional-judaísmo y no el sionismo es la ideología dominante en Occidente
en esta etapa de globalización capitalista, es decir de neto predominio del
capital financiero. Ello es así por la gran importancia que le asigna "...
la moral teológica judía a la ganancia pecuniaria propiamente dicha; cómo
alienta de un modo significativo la tendencia a la acumulación puramente
cuantitativa de valores desprovistos en sí mismos de toda calidad, sin
relación con un bien natural cualquiera..." (Sombart, op.cit).

Es que no sólo el judaísmo está en el origen del capitalismo. Es asimismo la
auténtica "superestructura" ideológica del globalismo, ya que: "El judío es
partidario neto de una concepción liberal del mundo, en el que hay lugar, no
para hombres vivos, para hombres de carne y hueso separados por diferencias
individuales, sino para ciudadanos abstractos con derechos y deberes, un
pueblo semejante a otro y constituyendo el conjunto la gran humanidad que no
es más que la suma de las unidades desprovistas de toda calidad" (Sombart,
op.cit.).

 Los intereses del judaísmo convergen con los del supercapitalismo global en
un hecho básico y decisivo: en el interés común por convertir a las naciones
en elementos despojados de propiedades, carentes de poder, incapaces de
identificarse. Ello refuerza de manera clara la presencia mundial del único
Estado nacional que importa, del Estado creado "por orden de Dios", el de
Israel.

 

Del sionismo al nacional-judaísmo.

Crisis y recomposición de la identidad de la sociedad judío-israelí


El camino que recorre la sociedad israelí entre el sionismo original y el
nacional-judaísmo (hiperjudaísmo) actual pasa, en todos los niveles del
análisis, por una crisis de identidad. La utopía sionista fundadora, que
incluía la construcción de una sociedad laica e igualitaria, fue perdiendo
su energía movilizadora a partir de sucesos como las guerras sucesivas, la
distinta naturaleza cultural de las distintas olas inmigratorias y el propio
proceso de modernización, que hizo que muchos judíos dejaran de compararse
con Europa y comenzaran a hacerlo con los EUA.

La crisis ideológica que sufre el sionismo -en tanto antiguo ideal
civilizador- fue conduciendo a tener que definir a la sociedad de Israel
como a un Estado más dentro de un mundo de Estados. En esa situación, surge
no solamente el interrogante sobre la identidad judía, sino que emerge una
cuestión aún más profunda "sobre la cuestión de la judeidad y del judaísmo"
(36). Ante esta licuación del ser judío emergen la "ortodoxia y la
ultraortodoxia con respuestas claras a estas cuestiones" (37), aun con
puntos de vista divergentes entre sí.

Como lo señala el fundador de la sociología israelí, S.N. Eisenstadt (38),
la ideología sionista había sido un movilizador muy fuerte, no sólo por su
naturaleza fundacional, sino además por su proyecto de crear una sociedad
nueva, igualitaria, que representara la ruptura definitiva con el ghetto,
reinvindicadora de conductas voluntarias y voluntaristas. En esta sociedad
los elementos religiosos fueron finalmente marginalizados.

Las fuerzas de la historia que fueron creando ese Estado, finalmente, toman
muy poco en cuenta al proyecto fundacional original. La construcción
política se realiza bajo la presión de sucesivas olas inmigratorias -de muy
distinto contenido cultural unas de otras-; de guerras continuas cada una de
ellas percibidas de manera diferente por la sociedad israelí. Los nuevos
inmigrantes son en su mayoría mesiánicos. Y la guerra de 1967 -la conquista
de lugares santos judíos como Jerusalén y Hebrón- produce una unificación
religiosa profunda en la sociedad israelí. Otras guerras posteriores, como
la del Líbano, produjeron un efecto contrario, de desgaste y dispersión,
que, sin embargo, no llegan a anular al movimiento religioso que se postula
como representante de la nueva identidad judío-israelita, a pesar de sus
profundas diferencias y contradicciones internas que expresa ese movimiento.

Cada día con más intensidad, el sionismo fundacional es desplazado por la
nueva cultura identitaria de raíz religiosa. Ella está capacitada para
legitimar las guerras actuales y futuras de Israel en nombre de principios
bíblicos: "Las guerras de Israel están ligadas a la promesa divina
concerniente a la posesión de su tierra, ...el Eretz Israel... pero su
posesión está estrechamente ligada a la fidelidad del pueblo de Israel a la
alianza realizada con Dios en el desierto del Sinaí y a la observancia de
los mandamientos divinos" (39). Guerra y religión son dos aspectos que se
entrelazan y se complementan mutuamente en estos tiempos que corren. Ello
nos señala un futuro cada vez más claro en relación a los rasgos que irá
asumiendo sucesivamente la identidad judío-israelita y su creciente
preparación -para utilizar una distinción talmúdica- no sólo para las
guerras prescriptas, sino además para las guerras permitidas (40).

Las guerras futuras del judaísmo israelí serán en su mayoría guerras
permitidas (milhemet rechout), según el Talmud. Ello provoca dos situaciones
que no estaban contempladas en la cultura sionista fundadora. La alianza del
sector mayoritario (halcones) del movimiento religioso con el nacionalismo
más intransigente del viejo tronco sionista: los herederos ideológicos del
revisionista Jabotinsky, y la conexión de ese nacionalismo con el mesianismo
del Tercer Templo: la urgencia por realizar y definir la próxima guerra
tiene una estrecha relación con la llegada del Mesías (41). Ella sólo se
producirá cuando el Eretz Israel llegue a los límites geográficos
(imprecisos) prescriptos por la Torah.

El hecho es que una gran parte del judaísmo religioso había quedado fuera
-en la mayoría de los casos, por decisión propia- de la fundación y de la
construcción del Estado de Israel. Naturalmente esto representaba un serio
desequilibrio político e inclusive una debilidad ideológica para grandes
sectores del judaísmo religioso que, con el correr de los años, comienzan a
pensar en la posibilidad de incorporar al sionismo secular en la dinámica
del mesianismo judío tradicional u ortodoxo. Esto quiere decir que las
realizaciones del social-sionismo podían comenzar a re-interpretarse dentro
del esquema bíblico de "pueblo elegido".

Muchos rabinos, entre ellos Kook, señalaron que el "...sionismo contiene...
`chispas de santidad' y los pioneros socialistas que llegan a Palestina para
cultivar la tierra participan, sin saberlo, en un plan colocado bajo la
égida de Dios, el cual, reanudando los vínculos entre el pueblo judío y
Eretz Israel, desembocará en la sumisión de todos los judíos a los
mandamientos de la Ley. Puesto que Dios se reveló, el regreso físico de los
judíos sólo puede preparar su vuelta espiritual, es decir, la aceptación por
los judíos de su verdadera naturaleza, que no puede ser más que religiosa.
El sionismo, tan sacrílego en apariencia (el autor se refiere, naturalmente,
al social-sionismo. NC.), devuelve de hecho una actualidad inmediata a una
redención mesiánica que, en adelante, está al alcance de la mano" (42).

Desde la conquista progresiva del Eretz Israel, tal como las practican los
ejércitos de Israel, el judaísmo religioso ortodoxo cree avizorar "el alba
de la redención, es decir, la verdadera puesta en marcha del proceso
mesiánico" (43). Este acceso al "fin de los tiempos" (utopía mesiánica) va
transformando "... al mesianismo realista de los precursores del sionismo,
que habían reservado cierto lugar a la intervención, prudente, del hombre
judío en su historia, se convirtió en un mesianismo cada vez más activista,
es decir, en la propia antítesis del mesianismo pasivo... que había dominado
el judaísmo tradicional. Este cambio está intrínsecamente vinculado a la
concretización del sionismo que, al llevar a cabo la reterritorización
(parcial) de los judíos sobre una base estatal, reforzaba la vinculación
material a la tierra de Israel. Por este hecho, la faceta política del
mesianismo judío, presente en la época asmonea (siglos II y I aC.), pero que
a continuación había sido edulcurada por los rabinos deseosos de `fabricar'
un judaísmo más espiritualizado, mejor adaptado a la nueva situación de
diáspora, se veía reactivada. Reactivación tanto más fácil cuanto que el
sionismo, en todas sus tendencias, no estaba desprovisto de tonalidades
mesiánicas" (44).

Desde un punto de vista práctico, el hiperjudaísmo está expresado en la
composición del gabinete del gobierno de Israel encabezado por el señor
Netanyahu. Allí están los sionistas revisionistas -como el general Allon-,
algún superviviente ideológico del Grupo Stern (Sharon) y distintas
versiones religiosas, sobre todo las representantes del fundamentalismo
judío. Muchas de esas líneas se combatieron duramente entre sí a lo largo de
la historia. Pero ahora se han unificado, fuera de las ideologías
restrictivas de la guerra fría, para proceder a practicar, entre otras
cosas, y ahora sí, una "solución final" para dos millones de palestinos
enjaulados en los bantustanes de las "autonomías", y para expandir el
territorio del Eretz Israel según el "mapa" diseñado por Moisés en sus
"últimas instrucciones en el Horeb" (Deuteronomio 1, 6-8) (27).

El hiperjudaísmo es la sacralización de la experiencia de una pequeña, casi
insignificante tribu nómada, que llega y se implanta a sangre y fuego en una
Palestina ya poblada y dotada de una alta cultura religiosa en proceso hacia
el monoteísmo. "Cuando hayáis pasado el Jordán para entrar en la tierra de
Canaán, arrojaréis de delante de vosotros a todos los habitantes de la
tierra... Porque si no arrojáis de delante de vosotros a los habitantes de
la tierra, los que de ellos dejéis serán como espinas en vuestros ojos y
aguijón en vuestra carne. Os hospitalizarán en la tierra que váis a habitar,
y yo mismo os trataré a vosotros como había pensado tratar a ellos"
(Deuteronomio). ¿Cómo pensaba tratar Dios, según el Moisés de la Torah, a
los "habitantes de la tierra"?: de dos maneras, esclavizándolos o
asesinándolos:

 "La conquista de las ciudades"

"Cuando te acerques a una ciudad para combatir contra ella, le propondrás la
paz. Si ella te responde con la paz y te abre sus puertas, todo el pueblo
que se encuentre en ella te deberá tributo y te servirá. Pero si no hace la
paz contigo y te declara la guerra, la sitiarás. Yahvé tu Dios la entregará
en tus manos, y pasarás a filo de espada a todos sus varones; las mujeres,
los niños, el ganado, todo lo que haya en la ciudad, todos sus despojos, los
tomarás como botín" (Deuteronomio, 20, 10-14).

Estamos hablando de una guerra de conquista, de una guerra de despojo contra
los pueblos ya instalados en el Eretz Israel o "Tierra Prometida". Y,
naturalmente, estamos hablando no de una historia pasada, sino de una
historia futura, como ya lo hemos dicho reiteradas veces. Sólo con la
fundación del Estado de Israel el deseo se convirtió en realidad.

La alianza integral entre el Estado de Israel y los Estados Unidos tiene
diversos componentes principales, políticos, militares, económicos y
estratégicos. Y tiene asimismo un hilo conductor de naturaleza teológica,
que emerge de dos formas similares de leer e interpretar el Antiguo
Testamento. Esa alianza, entre esos dos Estados, representa la culminación
de la antigua unidad entre todas y cada una de las fases del capitalismo y
la etapa correspondiente de elaboración doctrinaria que iba ofertando el
judaísmo. El judaísmo sirvió al capitalismo y a Occidente no sólo en su
etapa sionista, es decir, nacionalista-civilizadora.

El componente teológico de la alianza entre Israel y los Estados Unidos de
América originó el hecho por el cual "La relación de la sociedad americana
con la comunidad judía (americana) es una relación de adopción y de
integración. La comunidad judía es considerada como participante de todos
los valores de la cultura americana dominante" (45). "La pertenencia
americano-israelí a valores comunes excluye manifiestamente a los árabes".
"La identificación americana con Israel es aún más marcada en ciertos
sectores, como los cristianos fundamentalistas y los evangélicos, para
quienes el Estado de Israel cumple funciones escatológicas" (Mansur,
op.cit.) (46).

Pero por ser precisamente "profética", la lectura del TANAJ, Biblia Hebraica
o Antiguo Testamento, justifica las exacciones de hoy, de la misma manera
que la expoliación y exterminación de los autóctonos de Canaán es
presentada, en el texto original, como una condición sine qua non para que
el "pueblo elegido" pueda mantener su "Alianza Eterna" (con Dios). Ese texto
del Antiguo Testamento es, para las Iglesias de Occidente, el fundamento de
la civilización judeo-cristiana. Es así como el cristianismo, luego de su
aventura secular representada en el Concilio Vaticano II, se ha convertido
hoy en el rehén teológico-estratégico del hiperjudaísmo, el pueblo elegido,
el único que ha podido establecer una "alianza eterna" con Dios.

La historia real objetiva de las tribus hebreas asume como propia la cultura
de Palestina antes de su llegada a esas tierras, e internaliza integralmente
una cosmovisión preexistente, la Weltanschauung cananea materializada en lo
que los expertos del mundo antiguo oriental llaman la Biblia Cananea. En un
momento dado la cultura cananea no es distinta a la cultura de los hebreos,
es su verdadero origen y fundamento. Sin embargo, éstos logran "sacralizar"
una experiencia política particular (en su momento, intrascendente) en
contraposición con aquella cultura preexistente. Luego de la crisis de los
dos reinos (47), de las guerras civiles judías anejas, de la caída del
Primer Templo y del exilio, ese plagio y su posterior teologización (que es
lo que corresponde a la redacción de textos sobre hechos sucedidos entre
cuatro y seis siglos antes) es lo que mantiene unida a la comunidad durante
el largo período de la diáspora, luego de la caída del Segundo Templo (70
dC.)

El Libro es entonces la primera experiencia histórica exitosa de una
ideologización de hechos ocurridos con mucha anterioridad al momento de su
recordación y redacción. Desde el punto de vista político, esos hechos
habían resultado obviamente catastróficos. La "experiencia del gobierno de
David" termina en una escisión de la sociedad en dos reinos, en un proceso
complejo de guerra civil, y en la caída de ambos ante las fuerzas
babilónicas. Todo ello en el tiempo muy corto y en espacios geográficos tan
increíblemente pequeños que todos esos sucesos pasan desapercibidos para los
observadores de las grandes culturas circundantes (Egipto y Mesopotamia).

De allí la brutal dureza de Yahvé y la repulsiva crueldad de los jefes
hebreos en el texto del Antiguo Testamento. Los redactores y compiladores de
la etapa del exilio babilónico estaban preparando a su tribu para
acontecimientos futuros, que ciertamente tuvieron lugar. Para referirnos
sólo a una cuestión puntual reciente, vemos que la naturaleza de la última
incursión militar de Israel sobre el Líbano es un calco exacto de las
órdenes de exterminio que Moisés transmite a su pueblo en el Deuteronomio.
La misma ideología preside la matanza de palestinos hacia fines de setiembre
de 1996.

Por el momento interesa señalar que una escisión similar a la de los dos
reinos, incluso con parecidos orígenes míticos e ideológicos, fractura a la
sociedad judía en los tiempos que corren. Y hay que señalar desde ya que es
esa fractura la que posibilita el nacimiento de las fuerzas antagónicas al
hiperjudaísmo. Al igual que la crisis política y la guerra civil que
desembocó luego en la caída del Segundo Templo e impulsó a la comunidad
judía a transitar por 20 siglos de diáspora, las fracturas y las escisiones
"ideológicas" actuales se originan en un núcleo de teología judía que se ha
proclamado intérprete de los "intereses eternos y permanentes de la nación".
A ese núcleo teológico se le ha sumado una legitimidad política originaria
de la "democracia de los gentiles" (sionismo). Es a esta suma de dos
realidades contradictorias a la que estamos definiendo como hiperjudaísmo,
un producto impensable con anterioridad al actual mundo apolar.

No estamos sosteniendo aquí la clásica banalidad que señala la existencia de
dos o más políticas diferentes, incluso opuestas, que disputan su hegemonía
en el seno de la sociedad israelí. Estamos hablando de una cuestión no
resuelta que es la identidad del Estado de Israel. Más aún, estamos
señalando la imposibilidad de que esa cuestión pueda resolverse, es decir,
de la creciente inviabilidad de llegar a consolidar este tercer intento de
establecer la soberanía judía en Eretz-Israel.

En esencia, la obra del impulsor del sionismo moderno Theodor Herzl
(1860-1904), se fundamenta en una idea fuerza: el Estado judío será una
potencia civilizadora allí donde se implante, y se asumirá como vanguardia
de Europa (occidental) contra la "barbarie". La implantación del Estado
sionista en Palestina hizo que la relación entre el sionismo y el mundo
árabe-musulmán haya devenido finalmente en una relación entre civilización y
barbarie, es decir, entre opresores y oprimidos (48) o, como dice el Imam
Hussein Fadlallah, entre orgullosos y desposeídos. Sin embargo, el sionismo
no estuvo nunca antes como lo está ahora, tan furiosamente fundamentado en
una prescripción teológica.

Por el contrario, en otros tiempos históricos, fueron teólogos judíos
algunos de los más firmes opositores a la creación del Estado de Israel. El
"casamiento" entre el judaísmo religioso conservador y el sionismo secular,
en cualquiera de sus manifestaciones ideológicas, es un fenómeno
absolutamente contemporáneo, y expresa con toda claridad una crisis
profunda, tanto en lo ideológico como en lo cultural. Arnold Toynbee, en su
monumental Estudio de la Historia, analiza con mucho detalle los "contactos
espaciales y temporales entre civilizaciones", y elabora conceptos
sorprendentes por su aplicabilidad al Sur del Líbano y a Palestina, hoy. 

"En el mundo moderno los diversos responsables nacionales de la agresión
cultural de la sociedad de Occidente hicieron una distinción semejante entre
`Civilización', con mayúscula , y los "bárbaros" o "salvajes" con los que se
encontraron en su expansión por toda la superficie del globo... "Los
representantes de una civilización agresiva que ha penetrado con éxito en un
cuerpo social ajeno tienden a sucumbir a la hybris del fariseo que da
gracias a Dios porque él no es como los otros hombres. La última forma de
inhumanidad tienden a mostrarla los representantes de una civilización
agresiva. En su cultura, la religión es -y así se siente y se reconoce- el
elemento que gobierna y orienta. En una sociedad que no ha secularizado su
vida, la negación de la humanidad de los inferiores tomará la forma de una
afirmación de su nulidad religiosa" (Toynbee, Estudio de la Historia).

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1.- No es cierto que el gobierno judío tergiverse los Acuerdos de Oslo. Lo
cierto es que la OLP firmó unos documentos plagados de incoherencias y de
trampas, que en definitiva no obligaban a nada a los israelíes. Sobre la
claudicación de la dirigencia de la OLP ver: Edward Saíd, Gaza y Jericó, pax
americana, op.cit. Al texto

2.- La plena vigencia de este proceso re-fundacional -esto es, el pasaje del
sionismo (en sus versiones revisionista o nacionalista, y laborista) al
nacional-judaísmo- es lo que explica la creciente intransigencia del
judaísmo (el de Israel y el de las juderías más significativas) hacia el
resto del mundo. Todo crítico es definido de inmediato como antisemita -es
decir, de enemigo del "pueblo elegido". El concepto de antisemitismo es por
lo demás confuso, ya que se lo utiliza como si se tratara de una actitud
patológicamente "racista" (o "étnica") cuando en realidad el concepto
"semita" hace referencia tanto a una realidad lingüística cuanto a la
naturaleza étnica de la casi totalidad de las tribus y civilizaciones
antiguas que originaron lo que hoy es el mundo árabe-musulmán. Al texto

3.- A fines de enero de 1998, el obispo Jacinto Boulos Marcuzzo, vicario del
Patriarca Latino en Jerusalén, solicitó públicamente al primer ministro
israelí Benjamín Netanyahu que intervenga a fin de que el organismo radial
del gobierno israelí "Kool Israel" reestablezca las transmisiones religiosas
en lengua árabe para los católicos del Medio Oriente, que se encuentran
suspendidas desde septiembre de 1997. Las emisiones católicas en lengua
árabe se iniciaron en 1948 y habían venido difundiéndose regularmente hasta
su suspensión en setiembre de 1997. Estaban dirigidas a los 12 millones de
católicos del Oriente Medio, residentes, principalmente, en El Líbano, Irak
y Egipto. El obispo afirma en su carta pública que la medida representa "una
patente violación de los principios de igualdad de los ciudadanos y del
respeto a las minorías", además de "una evidente discriminación", ya que el
ente gubernamental israelí sigue manteniendo las transmisiones de otras
confesiones religiosas evangélicas (protestantes) de origen estadounidense".
Fuente: Servicios de Informaciones del Vaticano (SIV). La cursiva es mía.
Ver, en este mismo capítulo, la nueva conexión ideológica del lobby
judío-norteamericano. Al texto

4.- La sociedad israelí y el judaísmo en general es lo esencialmente
diferente, es la diversidad por excelencia, absoluta. Israel no es un mero
hecho colonial clásico. Autores laicos, "progresistas" y lúcidos como Edward
Saíd no comprenden la naturaleza de esta diferenciación, que es
definitivamente teológica. Es por ello que no podrá haber Paz -algo que se
practica entre iguales- sino sumisión (árabe-musulmana) o expulsión (judía).
Para los palestinos, específicamente, la ecuación es fatídica aunque
inexorable: derrota (esclavitud) o victoria (expulsión del enemigo que se
posesionó de la tierra, convirtiéndola en "prometida"). Al texto

5.- Yaron Ezrahi: El prefacio chauvinista de la Biblia distribuida a los
soldados israelitas, en Haaretz, Jerusalén, 22 de enero de 1996. Citado por
Roger Garaudy en Droit de réponse, Samizdat, París 1996. Al texto

6.- Las comunidades judías y cristianas que vivieron durante siglos bajo
dominación musulmana, fueron siempre reconocidos como "gentes del libro",
"creyentes de Dios, de los profetas y del juicio... pertenecientes a la
misma familia espiritual que los musulmanes. En tanto que tales, ellas
constituían 'pueblos protegidos', a quienes se les acordaban los derechos a
la vida y a la propiedad, al ejercicio de su religión y a la preservación de
sus leyes y costumbres, a cambio de su lealtad (política al Estado) y al
pago de un impuesto especial" (Albert Hourani, La pensée arabe et
l'Occident, Ed. Groupe Naufal, París 1991). Al texto

7.- Son los musulmanes los únicos que pueden evadir este gran cerco
teológico que Israel le tiende a la totalidad del mundo Occidental, ya que
el Corán dice que los textos de la Biblia Hebrea son falsificados. Al texto

8.- Ni la arqueología ni las investigaciones históricas contemporáneas han
encontrado ni un sólo vestigio de lo que se considera el núcleo ético
fundacional del Antiguo Testamento o Biblia Hebrea, el Éxodo. Al texto

9.- "R. Leví ben Jama, en nombre de R. Shimón b. Laqish, dice: `¿por qué
está escrito: Y te entregaré las tablas de piedra, junto con la Ley y los
mandamientos que he escrito, para que sean enseñados?' Las tablas de piedra
son las del Decálogo; la Ley son los cinco libros de Moisés, y los
mandamientos son la Mishnah. Las `palabras que he escrito' son los libros de
los profetas (neviim) y los escritos (ketubim); y las palabras `para que
sean enseñadas' es la Guemarah. Así queda demostrado que todo fue entregado
a Moisés en el Sinaí" (Berajot 5a). Al texto

10.- Roger Garaudy, Les Mythes fondateurs de la politique israélienne,
Samiszdat, París 1996; en el "mito del antifascismo sionista", el autor
explica las negociaciones entre sionistas y nacional-socialistas realizadas
sobre el interés común de expulsar de Alemania hacia Palestina a los judíos
alemanes no integrados, es decir, sólo a los sionistas. "El enemigo
principal, para los dirigentes sionistas, es la asimilación" (p.68). Un
historiador judío norteamericano de primer nivel, Amos Perlmutter (Israel.
El Estado repartido, 1900-1985), desarrolla esta cuestión. Las fuerzas del
sionismo revisionista "querían la guerra total y declarada contra el Imperio
británico...(para lograr) una entrada masiva de judíos europeos en
Palestina". Para lograr tal objetivo, una de las ramas del sionismo
revisionista encabezada por Abraham Stern proponía "firmar tratados con
todos aquellos que le brindaran una ayuda directa, por lo tanto su grupo (el
de Stern) trató con polacos antisemitas, fascistas italianos, e incluso
nazis hitlerianos". En este mismo volumen ya hemos hecho mención al acuerdo
establecido entre el sionismo y el nacional-socialismo orientado a facilitar
la emigración de judíos alemanes y este-europeos a Palestina. Dichos
acuerdos o Convenios de Transferencia (Haavara) surgieron de las mismas
Leyes de Nuremberg del 15 de setiembre de 1935. Ernst Nolte compara a la
URSS y a Alemania durante ese período: "¿No había sustraído (la URSS) al
sionismo todo margen de movimiento y de acción, mientras que en Alemania las
comunidades judías poseían una animada vida interior y el sionismo incluso
era promovido?" (Ernst Nolte, La guerra civil europea, 1917-1945;
nacionalsocialismo y bolchevismo). A través de los Acuerdos de Transferencia
firmados entre las organizaciones sionistas ya afincadas en Palestina y el
gobierno nacionalsocialista, el III Reich promueve intensamente la actividad
sionista con destino a Palestina, inclusive a los grupos de migrantes
ilegales, a los "... que se les permitía fletar barcos de la Donau
Dampfschiffahrtsgesellschaft, controlada por la Gestapo, que les llevaban
desde Bratislava, en Checoslovaquia, hasta el puerto rumano de Sulina, en el
delta del Danubio" (Eliahu Ben-Horin, El Cercano Oriente, encrucijada de la
Historia). Durante un largo período se verifica una extraordinaria
coincidencia entre dos formas extremas de nacionalismo, el
nacional-socialista alemán, y el sionista judío. Sin embargo, el propio
Nolte señala una diferencia esencial entre ambos: el nacionalismo (sionista)
judío sólo podía funcionar desplazando y derramando la sangre de otro pueblo
que estaba ocupando la tierra "prometida". El "derecho" judío se debió
edificar sobre la tragedia de los palestinos y de otros muchos pueblos
árabes y musulmanes. La tragedia del nacionalsocialismo fue en cambio la
expulsión de los judíos, que estaban ocupando espacios alemanes de poder
(financieros, políticos, culturales, etc.) (Ernst Nolte, en la Introducción
a Lehrstück oder Tragödie?). Al texto

11.- "En el Líbano, los chiíes han sido siempre una fuerza importante,
aunque oprimida, tanto por los sunníes como por los cristianos maronitas. Se
estima hoy que constituyen el 35% o el 40% de la población libanesa" (Paul
Balta, Islam: Civilización y sociedades, 1993). Yann Richard, L' Islam
Chi'ite, Librairie Arthème Fayard, París, 1991. La similitud teológica entre
catolicismo y chiísmo es máxima en el espacio del Apocalipsis. La idea de
Parusía, en tanto justicia final, es prácticamente idéntica en ambas
religiones.

Otras obras consultadas sobre el chiísmo son: A shi'ite Anthology, textos
seleccionados por 'Allamah Tabataba'i, Qom, RII, 1989. El Islam shiíta,
'Allamah Tabataba'i, Buenos Aires, 1991. La spécificité chiite, "Pouvoirs",
N62, PUF, 1992. El ser humano en el Corán, Morteza Mortahari, Teherán, RII,
1982. La vida eterna, Morteza Mortahari, Teherán, RII, 1985. Las cuatro
prisiones del hombre moderno, Alí Shariati, Buenos Aires, 1989. Sociología
del Islam, Alí Shariati, Al Hoda, Londres, 1989. La résurrection, l'aube de
l'éternité, Mojtaba Moussaoui Lâri, Teherán, RII, 1985. Las revoluciones
shi'íes en el Islam (660-750), Fouad El-Khoury, Fundación Argentino-Árabe,
Buenos Aires, 1983. Y, por supuesto, el famoso texto del Imam Jomeini,
Manifiesto de la Revolución Islámica. A los "desheredados del mundo" está
dirigido el documento fundacional del Partido de Dios (Hezbollah), fechado
el 17 de febrero de 1985.Al texto

12.- El otro, el gran espacio ruso, se desmorona asimismo de día en día,
luego de los estrepitosos fracasos de una liberalización compulsiva y
salvaje culminada por una operación de ingeniería política realizada en
torno a un Yeltsin perpetuamente resucitado. Dos grandes agujeros negros es
mucho contrapeso para el proyecto de globalización. Ambos afectarán
directamente, y en primer lugar, a la Unión Europea, que percibe el peligro
y busca un rápido "desmarque". El repudio europeo a las leyes Helms-Burton y
D'Amato está señalando el comienzo de una "nueva relación interatlántica"
dentro de la cual cada centro de poder intentará delimitar nuevas "zonas de
influencia", que es un concepto absolutamente antagónico al de Nuevo Orden
Mundial Globalizado. Desde Bruselas se señaló con claridad que nadie
comparte con Washington el tratamiento propuesto por esas leyes a Irán, a
Libia e, incluso, a Cuba. Pero sobre todo a Irán, que ocupa -y eso lo saben
especialmente bien los alemanes- una región estratégica de suma importancia.
Los países comunitarios no pueden permitirse el lujo de romper con un país
exportador de petróleo e importador de productos industriales de alta
tecnología que, se quiera o no, ha de desempeñar un papel decisivo en una
región cuya evolución estratégica es vital para la totalidad del planeta. Al
texto

13.- Como lo señala, entre otros autores, Camille Mansur en su libro Israël
et les Etats-Unis. Este Tercer Estado pretende constituirse en el verdadero
"gobierno" -concentrando el poder político (temporal) y el poder espiritual
(teológico)- de la civilización judeo-cristiana, es decir, de Occidente. Al
texto

14.- L'Express, op.cit. Al texto

15.- La palabra "fundamentalismo" nace del sustantivo inglés
"fundamentalism", acuñado por primera vez en los Estados Unidos en 1910. The
Fundamentals era el título de una publicación de doce volúmenes, que
contenían noventa artículos redactados por "diversos teólogos protestantes
opuestos a todo compromiso con el modernismo predominante. Financiados por
dos hermanos, ambos hombres de negocios, más de tres millones de ejemplares
de The Fundamentals se difundieron gratuitamente". La obra fue reeditada en
1988 bajo un título ya más desarrollado: The Fundamentals. A Testimony to
Thruth, Nueva York, Garland, 12 volúmenes). Al texto

16.- Norberto Ceresole, El nacional-judaísmo, un mesianismo pos-sionista,
op.cit. Al texto

17.- Alain Dieckhoff, L'invention d'une nation. Israël et la modernité
politique, Gallimard, París, 1992. En especial el Capítulo 4: Por el fuego y
la sangre: el nacionalismo intransigente de la derecha sionista. Pag. 205 y
ss. Al texto

18.- Citado por: Marius Schattner, Histoire de la droite israélienne,
Editions Complexe, Bruselas, 1991. Al texto

19.- Marius Schatter, op. cit, pgs. 327 y ss. Para Yehuda Kook la victoria
militar de 1967 consolida una idea central: "los tiempos mesiánicos han
comenzado". Al texto

20.- "Nosotros estamos en el centro del proceso de la Redención. El Reino de
Israel se construirá de nuevo. El ejército israelí es sagrado y encarna la
posesión del país por el pueblo... Dejarle a los no judíos espacios del
Eretz Israel , la tierra de nuestros ancestros, sería un crimen y un
pecado.. Es el deber de todo ministro, de todo hombre de guerra, empeñar
todas sus fuerzas con la ayuda de Dios". Marius Schattner, op.cit. Es el
discurso nacional judaísta absolutamente adecuado para el actual grupo
dirigente israelí. Al texto

21.- Amos Perlmutter, Israel, un Estado repartido 1900-1985, Espasa Calpe,
Madrid, 1989. Al texto

22.- Perlmutter, op.cit. Al texto

23.- Roger Garaudy, Les Mythes fondateurs de la politique israélienne,
París, 1996. Al texto

24.- R. Garaudy, op.cit. Al texto

25.- Editorial Claridad, Buenos Aires, 1944, pgs. 164-170. Citado por Pedro
Catella, El ataque israelí a Irak: 50 años de terrorismo sionista, op. cit.
Al texto

26.- Garaudy, op.cit. Al texto

27.- Garaudy, op.cit. Al texto

28.- Garaudy, op. cit. Al texto

29.- Garaudy, op.cit. Al texto

30.- Cada vez son más numerosos los analistas serios de distintas
nacionalidades y confesiones religiosas que ponen en duda el "Holocausto"
como ritual racista-teológico. Cada día aparecen nuevos hechos concretos que
niegan con contundencia la mitología judía de posguerra. Varias agencias de
noticias internacionales distribuyeron, desde Londres, el 2 de diembre de
1996, la documentación expuesta por un historiador norteamericano que señala
que 77 altos oficiales de la Wehrmacht eran judíos, que el propio Hitler lo
sabía y que, sin embargo, los había ratificado como "arios". Entre esos 77
oficiales había 1 mariscal de campo,15 generales y 23 coroneles. A partir de
estas evidencias encontradas en archivos alemanes por el historiador
norteamericano Bryan Rigg, es posible inferir que fueron miles, o tal vez
decenas de miles los soldados judíos que "lucharon como leones" por la
victoria de Alemania a lo largo de toda la segunda guerra mundial. El mismo
historiador encontró 17 casos documentados en los cuales a esos soldados a
los que se los conocía como judíos, se les otorgó la más alta condecoración
militar de la época, la Ritterkreuz. Al texto

31.- Ilan Greilsammer, Israël, les hommes en noir, Ed. Press de la Fondation
Nationale de Sciences Politiques, París, 1990. Al texto

32.- Mario Liverani, El Oriente Antiguo, op.cit. Grijalbo Mondadori,
Barcelona, 1995. Al texto

33.- Siempre conviene recordar las prevenciones del Corán sobre la falsedad
de la redacción oficial del Antiguo Testamento, lo que afectaría muy
duramente al cristianismo posmoderno, que optó por unir su destino teológico
al judaísmo. Al texto

34.- El "progresismo" católico busca desesperadamente una conexión histórica
y teológica con el judaísmo. En relación con la búsqueda de esas conexiones
históricas véase el libro de César Vidal Manzanares, El judeo-cristianismo
palestino en el siglo I, Ed. Trotta, Madrid, 1995. Sin embargo, son muy
pocas las conexiones reivindicables, por lo menos desde el punto de vista
histórico. El historiador romano-judío Flavio Josefo (La guerra de los
judíos) llamó "bandidos judíos" a los que se enfrentaban con las armas a los
invasores romanos. Los cristianos contemporáneos, con la caída del "Segundo
Templo", fueron acusados por los judíos de su tiempo de "colaboracionismo"
con los romanos. Por lo demás, tal era la política de Pedro y Pablo, que se
orientaba a la evangelización de los gentiles. Esa política es la que
posibilita la introducción posterior del cristianismo en el Imperio, a
cambio de la aceptación por éste de una gran cantidad de ritos religiosos
romanos pre-cristianos. Al texto

35.- "Acerca de los judíos y sus mentiras" (Von den Juden und ihren Lügen).
Citado por Hans Küng en: "El Judaísmo" (Das Judentum), y por Paul Johnson,
Historia de los judíos. Hay coincidencia entre los historiadores,
especialmente entre los anti-católicos- de que "La Reforma protestante del
siglo XVI constituyó el punto de arranque de una visión más favorable hacia
los judíos cuanto más firmemente se propugnaba el principio de separación
de Iglesia y Estado y más se distanciaban los movimientos reformadores de la
herencia católica, mayor era la tolerancia que podían esperar los judíos.
Así en 1591 se establecía, en los calvinistas Países Bajos, en Amsterdam, el
primer enclave judío" (César Vidal Manzanares, Textos para la historia del
pueblo judío, Cátedra, Madrid, 1995). Acerca de los judíos y sus mentiras
fue escrito por el gran reformador alemán en 1543, veinte años después de la
aparición de otro de sus escritos (Jesucristo nació judío, Wittenberg,
1523). En el escrito de 1523 Lutero proponía la tolerancia con los judíos,
pero sobre la base de su conversión: "Tengo la esperanza de que muchos
judíos, si son tratados de manera amistosa e instruidos en las Sagradas
Escrituras, pasen a ser cristianos dignos". Veinte años después, la
paciencia original propuesta por Lutero respecto a los judíos había llegado
a su fin. En Acerca de los judíos y sus mentiras (1543) propone con toda
vehemencia la expulsión de los judíos de Alemania: "¿Qué podemos hacer
nosotros, los cristianos, con esa gente rechazada y maldita, los judíos, a
los que no podemos aguantar, porque se encuentran en medio de nosotros y
sabemos mucho de sus mentiras, sus perversiones y sus maldiciones Y no
permiten que los convirtamos Voy a ofrecer una sincera sugerencia: primero,
prender fuego a las sinagogas y sepultar lo que no pueda quemarse, para que
nadie pueda ver de las mismas ni piedra ni resto; segundo, hay que
despojarles de sus casas y destruirlas, porque tal y como hemos averiguado
realizan en ellas los mismos actos que en las sinagogas, alojándolos después
bajo alguna techumbre o en un establo de vacas, como si fueran gitanos, para
que se enteren de que no son señores en nuestro país, como pretenden, sino
que se encuentran en exilio y cautiverio; tercero, hay que quitarles los
libros de oraciones y los libros del Talmud; cuarto, prohibir a los rabinos
que enseñen, so pena de recibir castigos corporales y la muerte; quinto,
prohibir totalmente a los judíos andar por los caminos; sexto, prohibir sus
negocios usurarios y arrancarles todo el dinero y los objetos valiosos de
oro y plata, dejándolos en depósito; séptimo, dar a los judíos y judías
jóvenes y sanos, mazos, azadas y husos para que se ganen el pan con el sudor
de su frente Sin duda existen razones para temer que serían capaces de
hacernos daño si fueran siervos nuestros o trabajaran para nosotros Seamos
entonces tan sensatos como los pueblos de Francia, de España, de Bohemia y
expulsémoslos para siempre del país". Al texto

36.- Doris Bensimon, Religion et État en Israël, Editions L'Harmattan,
París, 1992.  Al texto

37.- Doris Bensimon, op. cit, Capítulo 13. Al texto

38.- S.N. Eisenstadt, The transformation of Israeli society, London, 1985.
Al texto

39.- Doris Bensimon, op. cit., especialmente el Capítulo 15: Los religiosos,
la guerra y la paz, p. 222. Al texto

40.- Estrechamente unido a los significados de estos términos de origen
talmúdico aparece la teoría y la práctica del terror (de judíos contra
judíos y de judíos contra gentiles) y de los autoatentados. Para una
historia de los autoatentados terroristas de este siglo (judíos contra
judíos), comenzando con el hundimiento del buque "Patria" (24 de noviembre
de 1940), véase el trabajo El ataque israelí a Irak, 50 años de terrorismo
sionista, del investigador argentino Pedro Catella, op. cit. Al texto

41.- Doris Bensimon, op.cit. Capítulo 16: El Mesías y el Tercer Templo,
p.239. Al texto

42.- Alain Dieckhoff, Sionismo, mesianismo y tradición judía. Investigación
patrocinada por la Memorial Foundation for Jewish Culture, de Nueva York, y
editada por Gilles Kepel en Las políticas de Dios, Editions du Seuil, París,
1993. Al texto

43.- Dieckhoff, op. cit. Al texto

44.- Ibidem. Al texto

45.- "Yahvé, nuestro Dios, nos habló así en el Horeb: `Ya habéis estado
bastante tiempo en esta montaña ¡En marcha!, partid y entrad en la montaña
de los amorreos, y donde todos sus vecinos de la Arabá, la Montaña, la
Tierra Baja, el Néguev y la costa del mar; en la tierra de Canaán y el
Líbano, hasta el río grande, el río Éufrates. Mirad: yo he puesto esa tierra
ante vosotros; id a tomar posesión de la tierra que Yahvé juró dar a
vuestros padres y a su descendencia después de ellos'". Al texto

46.- Camille Mansur, Israël et les Etats-Unis, ou les fondements d'une
doctrine stratégique, Armand Colin Éditeur, París, 1995. Al texto

47.- "La rivalidad no era nueva entre los antiguos reinos del norte (Israel
y su capital Samaria) y del sur (Judá y su capital Jerusalén). No se debía
solamente a una composición social diferente, en razón de que el norte está
urbanizado, y más abierto, por su comercio, a las relaciones exteriores.
Existía también una vieja rivalidad religiosa: los `santos lugares'
tradicionales de las tribus, los santuarios de Siquem, de Betel, de Silo, se
encontraban en el norte, y el desplazamiento autoritario del cetro y el Arca
a Jerusalén, por una decisión esencialmente política de David, les había
parecido a los samaritanos una ruptura de la tradición y un abuso del poder
por parte de David" (Roger Garaudy, Palestina. Tierra de los mensajes
divinos, Ed. Fundamentos, Madrid, 1987. Al texto

48.- Esta implantación pudo haberse realizado en la Argentina, "...donde el
millonario barón Maurice de Hirsch (1831-1896) había instalado a 6.000
judíos en una serie de colonias agrícolas" (Paul Johnson, La Historia de los
judíos). Hubiese encajado muy bien con la filosofía de los "ingenieros
sociales" argentinos de las generaciones del 60 y del 80 del siglo XIX,
basada en la dicotomía "civilización" versus "barbarie". Al texto


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EDICIONES TERCERA POSICION - Ediciones Libertarias-Prodhufi S.A., Bravo Murillo 37, 28015 Madrid, España. 1998
ISBN 84-7954-421-X



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