(1966)
[219]
Apenas terminado el presente
estudio cuando, como salido de una caja de Pandora, un nuevo Fiscal,
más amenazador y más categórico aún
que todos sus predecesores, se ha erguido en el estrado de la
acusación: «Sí, el Papa sabía»,
ha declarado en un tono que no admitía réplica.
«Sabía, y se calló».
Se trata, esta vez, del «más farnoso de los periodistas italianos en asuntos religiosos». Su nombre: Carlo Falconi, lo cual probablemente significará para numerosas personas que aquella fama era un secreto muy bien guardado. Su presentador: Candide, cosa bastante inesperada en una publicación que, hasta ahora, se había inclinado más bien en favor de la tesis contraria. Pero, ¿acaso el periódico absurdo no es el que no cambia nunca?
Resumiendo: en viñetas fulgurantes,
ocupando toda su primera plana, con la fotografía de Pío
XII en el centro, Candide (1) publica un resumen
de la tesis próxima a aparecer (2) del nuevo Fiscal, encabezada
por el título,
[220]
en un rojo agresivo: «El documento que lo revela todo»,
reiterado por otro subtítulo que quiere ser el tiro de
gracia: « El documento definitivo sobre el Vaticano y los
campos nazis».
No puede formularse un juicio válido sobre un libra a base de su resumen. Pero, cuando menos, cabe esperar que en ese resumen figure lo que el libro tiene de más significativo y más atrayente para el lector eventual. En ese caso, ese «documento definitivo que lo revela todo». Leemos el resumen. Nos enteramos de que el autor ha descubierto «en los archivos de la Santa Sede» la prueba de que «Sí, el Papa sabía». Pero, de documento, nada. El documento es... ¡la propia tesis del Fiscal!
Un procedimiento digno de admirar.
En cambio, en ese resumen encontramos dos nuevos testigos, con su fotografía: el Almirante Canaris, ex jefe del contraespionaje nazi, y von Papen, ex embajador de Hitler en Ankara, donde mantenía estrechas relaciones con Monseñor Roncalli (el difunto Juan XXIII), que era el Nuncio de Pío XII en aquella ciudad.
El procedimiento empleado aquí no es menos notable. Debajo de la fotografía del primero, el siguiente pie: «Canaris, jefe de los servicios secretos de Hitler, habria informado al Vaticano de las atrocidades nazis». El acostumbrado condicional hipotético de todos los acusadores de Pío XII. Buscamos en el texto lo que justifica la afirmación: la fórmula se repite, pero sin la menor referencia. Una simple insinuación, en definitiva.
En cuanto a von Papen, el pie que figura
debajo de la fotografía es afirmativo: «El embajador
de Hitler había transmitído ciertas indiscreciones
al delegado del Va-
[221]
ticano, Monseñor Roncalli». Acudimos al texto y nos
enteramos de que ello ocurrió «según todas
las probabilidades». En cuanto a las «indiscreciones»
ni media palabra.
En el caso de von Papen, afortunadamente, sus declaraciones en Nuremberg nos permiten saber lo que pudo transmitir a Monseñor Roncalli:
«Nuestro conocimiento general era el siguiente: los judíos habían sido trasladados a unos campos de concentración de Polonia, pero no supimos nada acerca de un exterminio organizado... (3). Yo creía que debían ser deportados a Polonia, señor presidente, pero en aquella época, en 1944, ignorábamos que iban a recibir la muerte allí... no supimos que el traslado tenla una finalidad de aniquilamiento» (4).
Durante la instrucción del proceso, el 19 de septiembre anterior, von Papen había concretado que únicamente «aquí (en Nuremberg) me he enterado de todos esos crímenes» (5).
Por lo tanto, no pudo haberle comunicado
a Monseñor Roncalli lo que no sabía. Pero el lector
sabe, por los textos de Pío XII citados en el presente
estudio (dé un modo especial sus alocuciones rituales del
2 de junio de cada año, incluida la del 2 de
junio de 1945 y su carta al cardenal Preysing), que en
el Vaticano se sabía todo aquello, de un modo mucho más
concreto, desde mucho antes de 1944 (desde 1939 por lo que respecta
a Polonia, 1941 para Eslovaquia, 1942 para Holanda,
etc.). La carta del Carde-
[222]
nal Tisserant atestigua, por otra parte, que no se supo nada más,
particularmente sobre Auschwitz, «hasta la llegada de los
Aliados a Alemania», es decir, a finales de 1944 o comienzos
de 1945.
A juzgar por ese resumen, pues, la tesis del periodista Carlo Falconi no aporta ningún elemento nuevo al debate, excepto en un punto: la de sus predecesores en el estrado de la acusación se limitaba a callar unos hechos o a interpretarlos tendenciosamente, la suya no vacila en inventar. Su única originalidad consiste en que pasa del condicional de suposición en su enunciado, al presente afirmativo en sus conclusiones.
En cuanto a los hechos reales citados por M. Carlo Falconi, no era necesario ir a buscarlos en los archivos de la Santa Sede: por haberlos encontrado en la prensa, todo el mundo los conocía perfectamente antes de queéiI nos los revelara. Secretos de Polichinela, en suma. Además, nadie ha sostenido nunca que Pío XII los ignoraba. Lo notable en este caso es que, a pesar de que admite que todos pronocaron p~otestas diplomáticas del Vaticano (cosa que no siempre han hecho sus predecesores y que parece revelar cierta honradez en M. Carlo Falconi), nuestro autor no deja de encabezar sus conclusiones con un título sensacional: «Los verdaderos motivos del silencio de Pío XII» (6).
Exponiendo a continuación esos
«verdaderos motivos» a fin de que nadie se engañe
acerca de sus intenciones, M. Carlo Falconi nos advierte de buenas
a primeras que
[223]
«Pío XII era extraordinariamente valeroso»,
que tenía «un temperamento tímido y reservado»
y que «nunca se atrevió». Así, todo
a la vez.
Tras formular esa idea de una lógica tan rara, añade que «los motivos aducidos en El Vicario son contrarios a la realidad», pero he aquí los que él ha encontrado:
-- «la preocupación de Pío XII por asegurar a la Iglesia, en toda Europa, la posibilidad de sobrevivir y con fuerzas suficientes para influir de una manera decisiva, en la postguerra, sobre el futuro del continente y del mundo entero»;
-- «su convicción de que el debilitamiento del nazismo, sería útil al comunismo, sobre todo teniendo en cuenta la confianza ciega que los jefes de los Aliados ponían en sus dirigentes (del cornunismo)»;
--«su germanofilia, acerca de la cual se ha escrito mucho y de un modo convincente».
En virtud de lo cual, no acertamos a ver en qué se distingue esa tesis de la de los señores Rolf Hochhuth, Saül Friedländer, Jacques Nobécourt y compañía, cuyas principales acusaciones son precisamente ésas.
Por lo tanto, nos limitaremos a decir una sola palabra a propósito de M. Carlo Falconi, una palabra válida para todos los que le han precedido y para todos los que leseguirán -- habrá más de uno que le siga, sin duda alguna -- por ese carruno:
Si tales acusaciones, siempre las mismas,
sostenidas por tales procedimientos, siempre los mismos, también,
pueden continuar siendo puestas en circu lación y reteniendo
la atención del público, se debe únicamente
al hecho de que los defensores de Pío XII no han tenido
el
[224]
valor suficiente para elevar la discusión por encima de
esta cuestión secundaria: lo que Pío XII sabía
o no sabía, permitiendo que sus adversarios la convirtieran
en «la clave del problema» (Carlo Falconi dixit)
de su conducta.
Sin embargo, se sabe perfectamente que la clave de aquel problema no está allí, sino en su teoría de la Paz -- del retorno a la Paz cuando ha estallado la guerra --, expuesta de un modo muy brillante y muy adecuado, por cierto, en un libro que acaba de aparecer (7) y que, por ligeros que se hayan revelado hasta ahora algunos de los que han asumido la defensa de Pío XII, no leerían quizá sin provecho.
[227]
I. Le Populaire (3-III-1939).
Jaque a Mussolini.
El Cardenal Pacelli, vetado por el conde Ciano, ha sido elegido después de la primera sesión del Cónclave.
Para subrayar la continuidad de su política de paz y de resistencia al racismo, asume el nombre de Pío XII.
Bajo ese título y esos dos subtítulos
exponentes de una opinión perfectamente definida y de una
satisfacción no disimulada, podía leerse en Le
Populaire del 3 de marzo de 1939 y en primera plana, a tres
columnas, un artículo
[228]
de Pierre Brossolette, el cual se felicitaba de que, en unos momentos
en que la paz estaba gravemente amenazada, el Cónclave,
al elegir al Cardenal Pacelli como futuro Pío XII, hubiera
«aportado una contribución casi inapreciable a la
salvaguardia de la paz»:
«Si el único drama que se representa en este momento no fuera el de la paz, hubiésemos podido asistir con indiferencia a la elección pontificia. Liberal o autoritaria, sabemos que la Iglesia es siempre la Iglesia, que su fe la opone a la libertad de las mentes, que son muy raros los casos en que su práctica no la ha opuesto a la libertad de los hombres. ¡Quién sabe si mañana el socialismo no pasará por la experiencia, del mismo modo que la República la ha pasado, durante tanto tiempo y tan amargamente!
»Sin embargo, la designación del sucesor de Pío XI no se inscribía en esa batalla. «Pace! Pace!» había murmurado al morir el difunto pontífice. No era un deseo piadoso y vano. La gravedad de la amenaza que los dictadores mantienen en suspenso sobre el mundo había ensombrecido sus últimos aflos. Sin duda, los daños causados por los regímenes totalitarios a los intereses espirituales y materiales de la iglesia habían agudizado en él aquella clara inteligencia del peligro; pero, ¿qué importa? Lo que cuenta es que, apenas presentido el peligro, su ardiente piedad le impulsó a erguirse contra él, y que en el curso de los últimos meses la tenaz actuación del papado, así como su solemne condena del fanatismo y de la violencia, han aportado una contribución casi inapreciable a la salvaguardia de la paz.»
Pierre Brossolette había experimentado un gran temor:
«Sin embargo, ¿iba a hacer suya la Iglesia la clari-
[229]
videncia de su último pastor? Entre los sucesores que podían imaginarse de Pío XI, ¿iba a escoger al que parecía más capaz de continuar su política, después de haber sido su instrumento más activo y más ilustre? Las intrigas, las componendas, la presión ejercida por el gobierno fascista sobre un colegio de cardenales en su mayoría italianos, ¿no bastarían para impedir que se votara, en la persona del Cardenal Pacelli, a favor de la firme actitud manifestada por Pío XI? Todo el sentido del Cónclave dependía de la respuesta a esas preguntas.»Se sabe, por otra parte, que el Cardenal Pacelli contaba con la desventaja de su calidad de Secretario de Estado del Papa difunto. La Iglesia no es partidaria de las dinastías. Un sólido prejuicio la inclina normalmente a no dar como sucesor de un Papa al que fue su colaborador más directo. Desde la elección de León XIII, ni el cardenal Rimpolla, ni el cardenal Merry del Val, ni el cardenal Gasparri habían conseguido vencer aquel obstáculo. El Secretario de Estado de Pío XI ha sido más afortunado: la tradición se ha roto en favor suyo, ante la necesidad de afirmar por medio de un gesto resonante la continuidad de una política dispuesta a no conceder a la violencia el derecho a turbar la paz o a dictarla.»
A pesar de las circunstancias que jugaban en contra del Cardenal Pacelli, «cuya ardiente piedad le había movido a erguirse contra el peligro representado por los regímenes totalitarios», a pesar de «las intrigas y las presiones», la respuesta del Cónclave había sido...
« ... resonante. A pesar del veto
formulado por el Telegrafo (o tal vez a causa de ese veto),
a pesar de la perseverante campaña desarrollada en los
medios fascistas
[230]
contra la elección de un Papa «político»,
el Cardenal Pacelli ha sido elegido para el trono de San Pedro.
Hecho casi único en los anales de la Iglesia, el voto le
ha sido otorgado en la tercera vuelta de] escrutinio, en la primera
sesión del Cónclave.
»Corridos por el fracaso, los medios fascistas italianos insinuaban anoche que, a fin de cuentas, ellos habían observado una neutralidad benevolente en favor del Cardenal Pacelli, y faltó poco para que dijeran que esperaban mucho del nuevo pontífice, dado que es más fácil entenderse con un «político» que con un «santo». No seremos precisamente nosotros quienes iratemos de desilusionarles, aunque estemos convencidos de que, si bien la actuación de los «políticos» es a veces menos impresionante que la de los «santos», tiene por lo menos la ventaja de ejercerse más útilmente, puesto que se ejerce más pronto. No necesitamos que se fulmine a las dictaduras el día en que habrán declarado la guerra. Lo que pedimos ardientemente es que se nos ayude a impedir que la desencadenen.
»Sin embargo, en el mundo entero priva el convencimiento de que el sucesor de Pío XI contribuirá a ello con un celo tan ardiente como el del propio Pío XI. El nuevo Papa, por otra parte, ha fortalecido ese convencimiento escogiendo por nombre el que había llevado su predecesor.
»¡Ojalá Mussolini lo comprenda! ¡Ojalá lo comprenda también Hitler! Ojalá comprendan que, en la persona de su nuevo jefe así como en la de sus cardenales, el catolicismo acaba de pronunciarse de un modo inapelable contra las dictaduras y la política de la amenaza, de la violencia y de la guerra. Y ojalá la interrumpan a tiempo,
[231]
pensando que nadie en el mundo, llámese Hitler o Mussolini, puede ganar un envite en el cual tendría contra él a los pueblos y al Papa.»Pierre Brossolette
(Le Populaire,
3 de marzo de 1939, p. I)
II. L'Humanité (3-III-1939).
Ese título y ese subtítulo de primera plana, a tres columnas, de L'Humanité del 3 de marzo de 1939, no son menos significativos ni atestiguan menos satisfacción que los del Populaire del mismo día. El autor del artículo, Pierre-Laurent Darnar, es más categórico aún que Pierre Brossolette: «Es un Papa antirracista, amigo de la libertad de conciencia y respetuoso con la dignidad humana», el que nos presenta en la persona del Cardenal Pacelli, convertido en Pío XII:
«Con el nombre, ¿no se propone acaso continuar la acción de su predecesor, del cual fue el colaborador más directo, en su calidad de Secretario de Estado de todos estos últimos años?
»Ya que no podía separarse
al Cardenal Pacelli del
[232]
Papa cuando se trataba de condenar la necedad del racismo, la
persecución hitIeriana, los atentados del fascismo contra
la libertad de conciencia y la dignidad humana.
»Recibido por el gobierno socialista del Frente Popular con grandes honores en 1937, eI Secretario de Estado de ayer -- el Papa de hoy -- es partidario del acercamiento a las democracias para la defensa común de los bienes más elevados de los hombres amenazados o perseguidos.
»¿Cómo podían dejar de apreciar los comunistas franceses, cuyo jefe Maurice Thorez abrió su mano extendida, convertida en símbolo del llamamiento a una política de unión desde abril de 1936, una aportación a la causa de la paz y de la libertad, según las palabras de homenaje del Presidente Herriot?
»La elección del Cardenal Pacelli en la primera sesión del Cónclave adquiere aún más sentido si se tienen en cuenta las insolentes recusaciones lanzadas por Hitler y Mussolini contra su persona y contra lo que significa para ellos.
»"Demasiado amigo de Francia", decía de él con odio el Telegrafo del conde Ciano, dos días después de la muerte de Pío XI ... »
Los gobiernos fascistas no eran menos hostiles a la elección del Cardenal Pacelli de lo que éste se lo era a ellos:
« ... Los gobiernos fascistas hubieran querido cortar de raíz la tendencia del Vaticano, imponerse al papado, someterlo a sus órdenes. Confiaban en la elección de alguien débil, miedoso y dócil.
»Ya tienen su respuesta.
»Tanto más cortante por
cuanto los cardenales itaIia-
[233]
nos constituyen mayoría y, para elegir al Papa vetado por
Mussolini, muchos de ellos tuvieron que dar su voto sobre el terreno.
»Berlín y Roma dejan traslucir ya su furor. Los ultrajes no dejarán de llover sobre ese «judeo-marxista». Como si hubiese colusión de doctrinas, cuando en realidad los hombres se limitan a unirse para su salvaguardia y la libertad de conciencia busca el asilo de la libertad a secas.
»Pero Pío XI era ya "el Papa de Moscú" para la Gestapo: la elección de Pío XII será sin duda «una maniobra bolchevique».
» ¡Pobres gentes! El acontecimiento es mucho más profundo y significativo que todo eso.»
P. L. Darnar
(L'Humanité, 3 de marzo de 1939, p. 1)
Como si el artículo de P. L. Darnar no bastara, en la tercera página del mismo número de L'Humanité Gabriel Péri insistia en el tema bajo el título: «La reacción hitleriana».
Berlín, 2 de marzo. -- La elección del Cardenal
Pacelli ha provocado una vivísima emoción en los
medios políticos alemanes, en los cuales se afirma que
los cardenales «han hecho un gesto insólito al elevar
a un «politico profesional» al puesto supremo del
mundo católico.
»Como es sabido, el nuevo Papa
ha sido siempre muy atacado por los nazis.
[234]
»En efecto, el Cardenal Pacelli desempeñó
un papel -- muy importante en los medios diplomáticos extranjeros
de Berlín durante el período de post-guerra, y él
fue quien negoció y firmó el nuevo Concordato entre
la Santa Sede y Alemania después de la revolución
de 1918 ... »
« ... Es un hecho evidente que el Cónclave acaba de elegir al antiguo y más directo colaborador de Pío XI, a pesar de los consejos de von Bergen y de las recusaciones del Telegrafo. »
Gabriel Péri
(L'Humanité, 3 de marzo de 1939, p. 3)
[235]
El 30 de abril de 1943, Pío XII dirigió a Monseñor Preysing, arzobispo de Berlín, la carta siguiente:
«Nos queremos en primer lugar,
venerable Hermano, agradeceros los buenos deseos que nos habéis
expresado, personalmente o en nombre de vuestro clero y de vuestra
diócesis, en diversas circunstancias, especialmente en
diciembre, con ocasión de las fiestas de fin de año,
y en el aniversario de Nuestra elección para el sumo pontificado.
Nos sabemos de qué corazón fiel y lleno de espíritu
de fe proceden. Nos os agradecemos particularmente, a vos y a
vuestros fieles, vuestras santas plegarias. En vuestra carta del
27 de febrero último, nos asegurabais vuestras encarecidas
preces, con plena conciencia de que "raramente Dios había
impuesto una carga tan pesada sobre los hombros de un Papa al
comienzo de su pontificado, con
[236]
esta espantosa guerra mundial y todos los males y pecados que
se derivan de ella". Desde luego, hay que obrar siempre con
prudencia cuando se quiere comparar el presente con el pasado,
y Nos no queremos en modo alguno subestimar las preocupaciones
y las miserias que han pesado sobre los hombros de Nuestros predecesores.
Sin embargo, la sincera voluntad del Papa de ir, con toda imparcialidad,
por delante de todas las potencias de este mundo, en el vasto
y subversivo conflicto que las enfrenta, y al, mismo tiempo proteger
cuidadosamente a la Santa Iglesia contra sus consecuencias...
ha constituido raramente para la Santa Sede una prueba tan dura
como ahora. Pero lo más angustioso son "todos los
males y pecados derivados de la guerra", según vuestra
acertada expresión. La crueldad de la técnica de
guerra, que se desarrolla de un modo desenfrenado, hace insoportable
la perspectiva de que esa matanza recíproca pueda continuar
aún por mucho tiempo. Día tras día llegan
a Nuestro conocimiento actos inhumanos que no tienen nada que
ver con las necesidades reales de la guerra y que nos llenan de
estupor y de espanto. Sólo el rrcurso a la plegaria al
Dios que lo ve todo, junto al tabernáculo del Redentor,
prestala fuerza moral necesaria para superar físicamente
la impresión causada por tales actos.»
La actitud nazi ante los esfuerzos del Papa para hacer menos
inhumana la guerra:
«Vos también habéis
tenido que conocer la terrible experiencia de la guerra bajo esa
forma tan penosa que
[237]
son los bombardeos aéreos. Una vez más, Nos os decimos
a vos y a vuestros diocesanos hasta qué punto Nos depIoramos
la destrucción de la catedral de Santa Eduvigis a consecuencia
del último raid sobre Berlín. Los fieles deben saber
que Nos tenemos cada día una oración y una bendición
especiales para los que, en uno u otro bando, caen víctimas
de los bombardeos aéreos. Nos hacemos lo que está
en Nuestro poder para atenuar los males de la guerra, y trabajamos
sin cesar para que la población civil se vea afectada lo
menos posible por ellos, sin que nos desalienten las escasas posibilidades
de éxito. No es culpa Nuestra si la absoluta equidad ante
los problemas planteados por la guerra Nos obliga, ahora que es
Alemania la que más sufre a causa de los ataques aéreos,
a llevar a cabo una discreta mediacián... independientemente
del hecho de que las autoridades alemanas, a raíz de la
presencia en Roma del arzobispo de Nueva York, o mejor dicho,
a raíz de los rumores que han circulado a propósito
de su visita a Roma, han hecho saber públicamente que no
estaban interesadas en los esfuerzos del Papa para hacer la guerra
más humana. En nuestras gestiones para hacer la guerra
más humana, Nos tenemos la misma solicitud por todas las
víctimas de la guerra, por todos los que sufren material
o moralmente a causa de ella. Y ellos, en Alemania al igual que
en el resto del mundo, ponen su esperanza en Nuestra ayuda.
»Nos habríamos deseado vivamente
que Nuestro servicio de noticias de los prisioneros pudiera aprovechar
a Alemania lo mismo que a los otros países. A raíz
de las peticiones de intervención dirigidas a la Santa
Sede, y a las cuales a menudo otras autoridades no hubiesen podi-
[238]
do contestar, fue desarrollándose ese servicio hasta convertirse
en lo que es ahora. Al mismo tiempo que Nuestras otras obras de
guerra -- y Nos damos gracias a Dios, por ello --, ha tenido ocasión
de hacer mucho bien. Nos no llegamos a comprender qué motivo
ha podido impulsar a las autoridades alemanas a prohibir que las
obras, pontíficias tuvieran acceso al territorio alemán.
Esa prohibición se ha lamentado particularmente aquí
cuando se ha tratado de un millar de noticias relativas a prisioneros,
alemanes, dirigidas a Nuestro servicio para ser transmitidas a
sus familias en Alemania. Nos lo hemos conseguido finalmente,
pero de un modo desviado y con las mayores dificultades. Desde
el otoño de 1942 llegan de Alemania, en número siempre
creciente, peticiones a propósito de desaparecidos o de
prisioneros que se encontraban en el frente ruso, sobre todo en
Stalingrado. Esas peticiones expresan una angustia conmovedora.
Por Nuestra parte, llevaremos a cabo todas las gestiones posibles
para tener noticias de los prisioneros que se encuentran en Rusia,
pero, desdichadamente, hasta ahora no hemos obtenido ningún
resultado.»
Las cartas pastorales de los obispos alemanes.
«Nos os estamos muy reconocidos,
venerable Hermano, por las palabras claras y sinceras que, en
diversas circunstancias, habéis dirigido a vuestros fieles,
y a través de ellos al público. Nos pensamos, entre
otras, en vuestras declaraciones del 28 de junio de 1942 sobre
el concepto cristiano del derecho; del domingo de difuntos de
noviem-
[239]
bre último sobre el derecho de cada hombre a la vida y
al amor; Nos pensamos especialmente en vuestra carta pastoral
del Adviento, que ha sido asimismo adoptada por las provincias
eclesiásticas alemanas del Oeste, sobre los derechos soberanos
de Dios, los derechos del individuo y de la familia.
»Que nadie crea que las valerosas tomas de posición de los obispos perjudican a vuestra patria ante la opinión pública mundial cuando aquéllos reivindican cerca de su gobierno los derechos de la religión, de la Iglesia y de la persona humana en favor de los que se encuentran sin defensa y oprimidos por la fuerza pública, sean o no las víctimas hijos de la Iglesia. Lejos de comprometer a vuestra patria, esa valerosa defensa del derecho y de la humanidad le valdrá, a ella y a vosotros, el respeto de la opinión mundial, y podrá, en el futuro, revelarse como beneficiosa.
»Como Pastor supremo de los fieles, Nos tenemos la preocupación de que las convicciones y la fe de vuestros católicos permanezcan al margen de compromisos con unos principios y unos actos contrarios a la ley de Dios y al espíritu de Cristo, y que en ocasiones incluso representan un escarnio de esa ley y de ese espíritu. Para citar un ejemplo reciente, fue para Nos un consuelo enterarnos de que los católicos, especialmente los de Berlín, habían dado pruebas de mucha caridad,ante los sufrimientos de los «no-arios». Nos aprovechamos la ocasión para expresar Nuestro paternal reconocimiento y Nuestra profunda simpatía a Monseñor Lichtenberger, que se encuentra en prisión.
»Pero nos duele el solo pensamiento.
de que paulatinamente, y tal vez inconscientemente, esos conceptos
pue-
[240]
dan penetrar en la mentalidad de los católicos, en particular
de los jóvenes, por la fuerza de la costumbre y de una
incesánte propaganda. Vos sabéis que la Santa Sede
ha considerado las cuestiones litúrgicas que se han planteado
en vuestra paria como suficientemente importantes para ocuparse
de ellas. Sin embargo, Nos reconocemos que concedemos infinitamente
más importancia al hecho de que las conciencias cristianas
sean protegidas contra todos esos venenos que las amenazan. ¿De
qué servirá hacer más bella la liturgia de
la Iglesia si, fuera de la Iglesia, el pensamiento y los actos
de los fieles se hacen, en su vida, extraños a la ley y
al amor de Cristo?»
Los motivos de la reserva del Papa.
«En lo que atañe a lás declaraciones episcopales, Nos dejamos a los pastores en función sobre el terreno el culdado de apreciar si, y en qué medida, el peligro de represalias y de presiones, así como tal vez otras circunstancias debidas a la duración y la psicología de la guerra. aconsejan la reserva -- a pesar de los motivos que existieran para intervenir --, a fin de evitar males mayores. Ese es uno de los motivos por los cuales Nos mismo Nos imponemos unos límites en Nuestras declaraciones. La experiencia adquirida en 1942, al dejar reproducir libremente para uso de los fieles unos documentos pontificios, justifica Nuestra actitud, en la medida en que Nos podemos apreciarlo.
»Nos os hemos hablado extensamente
de esas cuestiones, no porque tengáis necesidad de Nuestra
exhortación
[241]
para obrar, sino porque conocemos vuestro valor y vuestra gran
preocupación por el honor de la Santa Iglesia, por una
parte, y por otra parte, porque sabemos que juzgáis la
situación con prudencia y sanfre fria. Para el representante
de Cristo, el sendero por el cual debe caminar para mantener el
justo equilibrio entre las exigencias contradictorias de su cargo
pastoral es cada vez más abrupto y pedregoso.
»Nos pensamos en las medidas contra la Iglesia de que Nos habéis informado en vuestra carta: confiscación de bienes eclesiásticos, ocupación de vuestro seminario de Hedwigshoehe, limitación o prohibición del apostolado cerca de los polacos deportados a Alemania, o de la enseñanza religiosa de los niños polacos, etc. Todo ello no es más que una parte del amplio plan destinado a ahogar la vida de la Iglesia sobre el territorio donde se ejerce la autoridad alemana. La más duramente castigada, como sabéis, es la Iglesia católica de la Warthegau. Nos sufrimos vivamente por la angustia indescriptible de los fieles de aquella región, tanto más por cuanto todas las tentativas de intervención en favor suyo cerca del gobierno han chocado con una negativa brutal. Las consideraciones de que Nos os hablábamos más arriba -- y, en el caso particular de la Warthegau, sobre todo el temor de que lo que en ella subsiste de vida pastoral se vea a su vez amenazado --, Nos han contenido hasta ahora en Nuestro deseo de denunciar abiertamente la situación en que se encuentra la Iglesia.
»Nos Estamos relativamente bien
informados acerca de la situación y la suerte de los sacerdotes
que se encuentran en campos de concentración, entre los
cuales los
[242]
polacos son con mucho los más numerosos. Si se presentara
la posibilidad, habría que hacer saber a cada sacerdote
y a sus compañeros de cautiverio que son objeto de Nuestra
más profunda simpatía, que en estos tiempos de sufrimientos
y de crueldades pocos destinos están tan cerca de Nuestro
corazón como el suyo, y que Nos rezamos mucho cada día
por ellos.
»Nos tenemos ante Nuestros ojos el texto de la memoria dirigida por el episcopado alemán al gobierno del Reich. Vos podéis ver ahora por vos mismo las pocas posibilidades de éxito que puede tener una súplica confidencial dirigida al gobierno. Sin embargo, al margen de la acogida que pueda tener, esa memoria servirá para justificar al episcopado alemán ante el mundo después de la guerra.»
La actuación de la Santa Sede en favor de los judíos.
«Para los no-arios católicos,
así como para aquellos de confesión judía,
la Santa Sede ha ejercido en la medida de sus responsabilidades
una acción caritativa en el terreno material y moral. Por
parte de los organismos de ejecución de Nuestras obras
de socorro, aquella acción ha exigido mucha paciencia y
mucho desinterés para respoder a la petición --
incluso podría decirse a las exigencias -- de los que solicitaban
ayuda, y también para superar las dificultades diplomáticas
que surgían. No hablemos de las elevadas sumas que Nos
hemos tenido que pagar en moneda americana por los transportes
por barco de los emigrantes. Nos hernos entregado esas sumas
[243]
de buena gana, ya que aquellas personas se encontraban en la desgracia.
Han sido entregadas por amor, de Dios, y Nos no hemos esperado
en ningún momento el reconocimiento aquí abajo.
Sin embargo, unas organizaciones judías han dado calurosamente
las gracias a la Santa Sede por sus operaciones de salvamento.
»En Nuestro Mensaje de Navidad, Nos hemos hablado de lo que se lleva a cabo actualmente contra los no-arios en los territorios sometidos a la autoridad alemana. Fueron pocas palabras, pero han sido perfectamente comprendidas. No hace falta decir que Nuestro Amor y Nuestra solicitud paternales son hoy mayoríes en lo que respecta a unos católicos no-arios o semiarios, hijos de la Iglesia como los otros, cuando se hunde su existencia exterior y conocen la miseria moral. Desgraciadamente, en el actual estado de cosas, Nos no podemos prestarles más ayuda eficaz que Nuestras oraciones. Sin embargo, Nos estamos decididos, de acuerdo con lo que las circunstancias señalarán o permitirán, a elevar de nuevo Nuestra voz en favor suyo.»
La educación nazi
«Nos
hemos oído estos últimos días cosas muy consoladoras
a propósito de la inquebrantable fidelidad de los católicos
alemanes a su fe y a su Iglesia. Por encima de todos los motivos
de inquietud y de esperanza, el único problema grave que
queda para Nos en lo que respecta al futuro es éste: después
de haber sido completamente sometida a la influencia y a la educación
de un sistema
[244]
cerrado, ajeno al cristianismo, emanadas de la organización
del partido y de las prescripciones ya conocidas del futuro Volksgesetzbuch,
¿cómo podrá la juventud católica,
la generación que sube, conservar y transmitir intacta
su fe católica? Nuestro consuelo Nos lo encontramos únicamente
en aquella promesa de la Escritura: «Dios es fiel; no permitrá
que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas.
Con la tentación, os dará el medio para salir de
ella y la fuerza para soportarla» (I Cor. 10-13).
»En prenda ese "medio para salir de ella", Nos os damos "bajo el signo de la Cruz", tal como vos decíais en vuestra carta pastoral del último "Domingo del Papa a vos mismo, venerable Hermano, a vuestros colaboradores en el apostolado y a todos vuestros diocesanos, con afecto paternal y de todo corazón, la Bendición apostólica implorada» (8).
[245]
MAÏMONIDE (Boletín del Ateneo israelita, de Bruselas,
núm. 2, junio de 1963).
Los hechos fueron tales que, a partir de 1937, los periódicos alemanes pudieron escribir: «Pío XI era medio judio, el cardenal Pacelli (Pío XII) lo es del todo».
Edith Mutz.
Dr. Safran, gran rabino de Rumania:
La mediación del Papa «salvó a los judíos del desastre, en el momento en que la deportación de los judíos estaba decidida».
Maimonide, loc. cit.
Paul Kletzki, dirigió en
Roma, el 26 de mayo de 1955, a noventa y cuatro músicos
judíos, originarios de catorce países, que fueron
allí para interpretar la Novena Sinfonia de Beethoven.
[246]
«En prueba de agradecimiento a la grandiosa obra humanitaria llevada a cabo por Su Santidad para, salvar a un gran número de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.»
M. Pinhas Lapide, cónsul de Israel en Milán (de
la época de Pío XII:
«El Papa, personalmente, la Santa Sede, los nuncios y toda la Iglesia católica han salvado de 150.000 a 400.000 judíos de una muerte segura. Cuando fui recibido en Venecia por Monseñor Roncalli, posteriormente convertido en Juan XXIII, y le expresé el agradecimiento de mi país por su actuación en favor de los judíos en su puesto de nuncio en Estambul, me interrumpió varias veces para recordarme que había obrado obedeciendo órdenes concretas de Pío XII. Por otra parte, no concibo la actual campaña contra Pío XII, después de los homenajes que le han sido rendidos aquí, en Israel, durante muchos años. Inmediatamente después de la liberación de Roma, formé parte de una comisión de soldados de la brigada palestina que fue recibida por el Papa y que le transmitió la gratitud de la Agencia Judía, organismo dirigente del Movimiento sionista mundial, por lo que había hecho en favor le los judíos.»
M. Pinhas Lapidé subraya que el
día de la muerte Pío XII, la señora Golda
Meyer, ministro israelí de Asuntos Exteriores, había
dado las gracias cordialmente a Pontífice «porque
su voz se había alzado en favor de los judíos».
«Con la palabra "voz" -- continúa M. Lapide
--, la señora Meyer aludía evidentemente a las numerosas
manifestaciones del Papa en favor de los judíos, y consi-
[247]
deraba a aquella voz mucho más valiosa que una protesta
pública. Una cosa es evidente: numerosos jefes de Estado
y príncipes de la Iglesia --incluso de otras Iglesias cristianas
-- que se hallaban en condiciones de ayudar al judaísmo
con palabras y con hechos, hicieron mucho menos que Pío
XII contra la «crucifixión de innumerables hermanos
del Señor.»
Le Monde, 3 de enero de 1964.
«Se quejan de que el Papa no habla. No puede hablar si hablara, sería peor.» Citando esas palabras que pronunció Pío XII en el curso de una entrevista que sostuvo con él, el P. Paolo Dezza, ex rector de la Universidad gregoriana, señala que el arzobispo de Cracovia, cardenal Adam Sapieha, y otros obispos polacos, hicieron saber al Santo Padre que era preferible no publicar las cartas que le habían dirigido para denunciar las atrocidades nazis, a fin, decían, de no empeorar la suerte de las víctimas. El religioso recuerda a continuación que el gran rabino de Roma, M. Zoll, se hizo bautizar, después de la liberación de la Ciudad Eterna, en agradecimiento a lo que el Papa había hecho por sus correligionarios. Añade que M. Zoll, después de haber recibido el bautismo, fue quien solicitó de Pío XII la eliminación de la palabra «pérfidos» calificando a los judíos en la liturgia de la Semana Santa.
Los periódicos del 2 al 5 de enero de 1964.
El gran Rabino Ullmann visita después de la liberación
al cardenal Van Roey para darle las gracias por
[248]
haberle salvado personalmente de la deportación y por lo
que hizo en favor de los judíos de Holanda.
En Eslovaquia, las «presiones»
de la Santa Sede a partir de 1941 obtienen «la interrupción
de las deportaciones de los judíos en el verano de 1943
y la supervivencia de la cuarta parte de ellos».
El gran Rabino de Roma, Israel Zoll,
se convierte y se habe bautizar con el nombre de Eugenio, que
es el nombre de pila de Pío XII, para expresar su agradecimiento
al Santo Padre. «El 29 de septiembre de 1945 se vio entrar
en el Vaticano a un grupo de judíos de rostro marcado por
el sufrimiento: 70 escapados de los hornos crematorios acudían
a dar las gracias a Pío XII por su actitud durante la guerra».
Maimonide, junio de 1963.
El fiscal general Robert M. W. Kempner, declara:
M. Robert M. W. Kempner, israelita alemán y ex fiscal general norteamericano en el proceso de Nuremberg, ha hecho, a propósito de la obra teatral de Rolf Hochhuth, Der Stellvertreter, las declaraciones siguientes. Se basa en documentos oficiales, así como en entrevistas particulares:
«1. Sólo un rápido
hundimiento militar del régimen hitleriano, y no una protesta
de Pío XII, que no podía apoyarse en fuerzas armadas,
hubiese podido salvar del exterminio a los judíos europeos
que hasta entonces se habían salvado. Esto lo sabía
perfectamente el Papa, del mismo modo que lo sabían Franklin
D. Róosevelt y Wins-
[249]
ton Churchill. Si Pío XII llegó a aquel convencimiento,
se debió a que estaba informado y tenía conocimiento
de ciertos hechos, de los cuales sólo citaremos algunos:
2. -- En 1942 y 1943, el presidente Roosevelt, los gobiernos en el exilio y la «Declaración de Moscú» habían amenazado oficialmente con un castigo a los asesinos de los judíos y otros criminales. Pero aquella amenaza no surtió efecto. El régimen nazi no se dejó intimidar y, tal como supimos en Nuremberg, sus funcionarios anotaron al margen de la declaración observaciones tales como «Me siento muy honrado» o «Para archivar».
3. -- El Papa, desgraciadamente, sólo había cosechado resultados negativos en lo que respecta a sus numerosas protestas relacionadas con-- las persecuciones infligidas a sacerdotes católicos y a ciertos judíos. Aquellas protestas no surtieron efecto, y el Servicio de Seguridad del Reich, así como los engranajes de la «justicia nazi », asesinaron en Alemania en Austria, en Polonia, en Francia y en otros países ocupados, a más de 3.000 sacerdotes católicos, tal como atestigua una Chronique des prêtres martyrs publicada por la señora B. M. Kempner.
4. Cuando el ministro de Asuntos Exteriores del Tercer Reich, Joachim von Ribbentrop, que en varias ocasiones había dado unas respuestas falaces a las intervenciones y a las protestas del Papa, se enteró de que el Vaticano preveía una toma de posición oficial sobre esas cuestiones, envió al embajador de Alemania cerca del Vaticano, Ernst von Weizsäcker, la nota conminatoria siguiente (telegrama núm. 181, del 24 de enero de 1943):
«Si el Vaticano llegara a tomar
posición contra Alemania en el terreno político
o en el de la propaganda,
[250]
sería indispensable darle a entender de un modo inequívoco
que un empeoramiento de las relaciones (entre Alemania y la Santa
Sede) no acarrearía perjuicios únicamente a Alemania:
el gobierno del Reich, en efecto, dispone de un material de propaganda
suficientemente eficaz y de posibilidades de acción lo
bastante amplias para responder adecuadarnente a toda tentativa
de ataque del Vaticano contra Alemania».
5. Lo más tarde después de la victoria de Hitler, debían ser tomadas determinadas medidas, entre ellas las siguientes: a), cada Estado católico debería elegir su propio Papa; b), el obispo de Munster sería fusilado (9); c), la peste judeo-cristiana sería eliminada rápidamente. Estas declaraciones de Hitler, y otras por el estilo, están sacadas de párrafos todavía inéditos del Diario de Alfred Rosenberg (Cf. la revista Der Monat, núm. 10, 1949). El propio Rosenberg atrajo, en 1943 la atención sobre este punto: «El Vaticano continúa incansablemente su trabajo de zapa».
6. Debido al hecho de aquella toma de
posición y del avance de los Aliados, Pío XII no
podía elevar una protesta oficial. Era preferible, por
el contrario, actuar por medio de los arzobispos, de las intervenciones
locales adecuadas, como por ejemplo en Eslovaquia, en Hungría
y en algunos otros países. El mismo Papa debía callarse
oficialmente, obrar oficiosamente (tal como lo hizo, por otra
parte) y esperar un rápido avance de los Aliados. Toda
intervención oficial, no sólo hubiese equivalido
a un «suicidio provocado», como había declarado
Rosen-
[251]
berg, sino que hubiera apresurado la ejecución de un mayor
número de judíos y de sacerdotes católicos».
Katholische Nachrichten Agentur, núm, 22, 1963.
Maurice Edelmann, presidente
de la Asociación anglo-judía y diputado laborista:
«Londres, 21 de enero. -- M. Maurice
Edelmann, diputado laborista, presidente de la Asociación
anglo-judía, ha declarado hoy en un discurso en el Consejo
londinense de la Asociación, que la intervención
de Pío XII había permitido salvar a decenas de millares
de judíos durante la guerra. Ha revelado que el Papa le
había recibido, después del final de la guerra,
y le había anunciado haber dado secretamente órdenes
al clero católico para proteger a los israelitas de la
persecución nazi».
Gazette de Liège, 23 de enero de 1964.
Armand Baruch ha editado en los Estados Unidos un folleto publicado especialmente por la importante sociedad judía Bnai Brith, para defender la memoria de Pío XII:
«Rompo el silencio porque, en los meses en que se desarrolla la acción del Vicario, yo era miembro de la embajada alemana cerca de la Santa Sede, y porque creo, con mi experiencia de doce años de nazismo y de terror, poder contribuir a establecer un juicio sobre los hechos romanos.
»La tarea de nuestro embajador
cerca del Vaticano no era fácil. En su histerismo, Hitler
era capaz de cualquier crimen. Siempre había previsto la
posibilidad de hacer prisionero al Papa y de deportarlo al «Gran
Reich»... en
[252]
el Período que va de septiembre de 1943 a junio de 1944,
es decir, hasta la llegada de los Aliados. Si el Papa se hubiese
opuesto a aquella medida, era posible que se le liquidara «cuando
trataba de huir», como sé anunció en aquellos
momentos a propósito de ciertos muertos... auf der Flucht
erschossen!
»Nosotros creíamos que nuestro principal deber consistía en evitar al menos aquel crimen (el asesinato del Papa), villanía que habría sido perpetrada en nombre del pueblo alemán.
»M. von Weizsäcker tenía que luchar en dos frentes: recomendar a la Santa Sede -- al Papa, en consecuencia -- que no emprendiera niguna acción desconsiderada, es decir, una acción de la cual tal vez no percibía sus últimas y catastróficas consecuencias... Por otra parte, debía tratar de convencer a los nazis, por medio de informes diplomáticos redactados con arte, de que el Vaticano daba muestras de «buena» voluntad y de que las innumerables acciones particulares de la Santa Sede en favor de los judíos eran cosas insignificantes, que no debían ser tomadas en serio.
»Todos los miembros de la embajada
alemana cerca del Vaticano, aunque de opiniones distintas sobre
la situación, estábamos de acuerdo, sin excepción,
acerca de un punto: una protesta solemne de Pío XII contra
la persecución de los judíos le hubiese expuesto,
probablemente, a él y a toda la curia romana, a un peligro
muy grave; y, desde luego, en el otoño de 1943, aquella
protesta no hubiese salvado la vida a ningún judío.
Una vez desencade-
[253]
nado, Hitler reaccionaba de un modo tanto más terrible
cuanta más resistencia encontraba ... »
Albrecht von Kessel, colaborador de von Weizsäcker, embajador
de Alemania cerca del Vaticano. (Osservatore della Domenica,
28 de junio de 1964).
Sería injusto dejar de citar los dos libros: Pour ou
contre «Le Vicaire», de Dom Claude Jean-Nesmy
(Desclée de Brouwer) y Pie XII, le Pape outragé,
de Alexis Curvers (Robert Laffont), los cuales, aunque dejen
de lado el verdadero problema histórico, no dejan de constituir
dos notables alegatos filosóficos. Se los recomendamos
al lector.
[255]
El 27 de julio de 1914, el conde Palffy, consejero de la embajada de Austria en el Vaticano, acudió a informarse cerca del secretario de Estado de Pío X, de sus impresiones sobre el ultimátum a Servia del 23 de julio. A partir del día siguiente, 28 de julio, empezaron a circular unos rumores según los cuales el cardenal había «expresado la esperanza de que la Doble Monarquía iría hasta el final», es decir, a la guerra. Inmediatamente, anotó en un diario la entrevista que sotuvo con el conde Palffy, para si mismo y para la historia.
«Vino a mi casa para conocer mis
impresiones sobre el ultimátum a Servia. Le dije que me
parecía muy duro. «¿Vuestra Eminencia cree
que Servia lo aceptará?», me preguntó el conde.
«Lo dudo mucho --contesté --, sobre todo en algunos
puntos» (10). «¡Tedo o nada!», exclamó
el
[256]
conde. «En tal caso, es la guerra», dije. «Sí
-- replicó el conde --, y espero que Servia no la aceptará».
« Siendo así, existe el peligrD de una conflagración
general», observé: «Que venga la catástrofe,
será preferible a continuar en la situación actual»,
dijo el conde. Me limité a contestar que aquello me parecía
muy grave. Es cierto que después del crimen atroz de
Saraievo le dije al conde Palffy que Austria debía mantenerse
firme y que tenía derecho a las mds solemnes reparaciones
(11) y a salvaguardar su existencia, pero no expresé
en ningún momento la esperanza o la opinión de que
Austria recurriese a las armas. No se dijo nada más. Esta
es la verdad» (12).
He aquí ahora el texto del despacho que el conde Palffy envió, el 29 de julio, al conde Berclitold, ministro austro-húngaro de Asuntos Exteriores:
«Durante la conversación
que sostuve, hace dos días, con el cardenal secretario
de Estado, éste salió a hablar espontáneamente
de los grandes problemas y de las gran-
[257]
des cuestiones que agitan a Europa en este momento. Hubiese resultado
imposible captar en las palabras de Su Eminencia un espíritu
de indulgencia y de conciliación. Calificó, es cierto,
de muy dura la nota a Servia, pero de todos modos la aprobó
sin ninguna reserva y expresó, al mismo tiempo, de manera
indirecta, la esperanza de que la Monarquía iría
hasta el final: Desde luego, añadió el Cardenal,
era una lástima que Servia no hubiese sido humillada más
pronto, ya que entonces hubiera podido hacerse sin poner en juego,
como hoy, unas posibilidades tan inmensas. Esta declaración
corresponde también al modo de pensar del Papa, ya que
en el curso de estos últimos años Su Santidad ha
expresado varias veces su pesar por el hecho de, que Austria-Hungría
dejara de castigar a su peligroso vecino danubiano» (13).
La comparación de esos dos textos dice todo el crédito que puede concederse a los mensajes por medio de los cuales los embajadores dan cuenta a sus gobiernos de las conversaciones que han sostenido con los personajes calificados de los países donde están acreditados, mensajes que en. el caso de la acusación lanzada contra Pío XII son todo el argumento de M. Saül Friedländer.
En sus Memorias, publicadas en
1923, el conde Sforza, que fue embajador de Italia en París
antes del fascismo y ministro de Asuntos Exteriores de aquel país
en 1945, cita el despacho del conde Palffy, para demostrar que
«el Vaticano vio con satisfacción, al menos al principio,
una empresa (la guerra) que al producir el aplastamiento de Servia
significaría una disminución de la influencia de
[258]
Rusia», porque veía en esta última «el
principal obstáculo a una reconciliación de la Iglesia
de Oriente con la Sede de Roma». Pero no cita la puntualización
del Cardenal Merry del Val, que por otra parte le era desconocida,
ya que no fue publicada hasta el 23 de mayo de 1936. En cambio,
cita otro despacho fechado el 26 de julio de 1914, del barón
Ritter, representante de Baviera en el Vaticano, despacho que
corrobora en estos términos el del conde Palffy: «El
Papa aprueba que Austria proceda severamente contra Servia. No
tiene en mucho a los ejércitos de Rusia y de Francia en
caso de guerra contra Alemania. El cardenal secretario de Estado
espera que, esta vez, Austria no cederá. No concibe cuándo
hará la guerra Austria si ahora no se decide a rechazar
por medio de las armas una agitación extranjera que ha
conducido al asesinato del heredero del trono y que, después
de todo, amenaza en las condiciones actuales la existencia de
Austria. Todo esto demuestra también el miedo que el paneslavismo
inspira a la Curia» (14).
El cardenal Merry del Val no pasó en silencio esa acusación. He aquí su respuesta:
«El recuerdo de los días
angustiosos entre el 29 de junio y el 20 de agosto de 1914
continúa tan vivo en mí que recuerdo todo lo
que dije en mis conversaciones, sea con el barón Ritter,
sea con otros diplomáticos, y el cuidado con que
medí mis palabras. Es cierto que después del horrible
crimen de Sarajevo, declaré varias veces que Austria debía
mantenerse firme, que tenía pleno derecho a las reparaciones
más solemnes y a salvaguardar eficazmente su
[259]
existencia. Pero no utilicé para nada las expresiones que
me son atribuidas en los telegramas del barón Ritter, ni
expresé nunca la esperanza de que Austria recurnese a las
armas. Esto constituye una glosa y una interpretación que
no admito en absoluto» (14).
Los señores Pierre Dominique (15) y Jacques Nobécourt (16), que en 1964 conocian todos esos textos, los citan y están de acuerdo, los dos, en que los despachos del conde Palffy y del barón Ritter son sospechosos, en que la versión del cardenal Merry del Val, en cambio, no lo es. Pero, a la hora de la verdad, subrayan la frase «mantenerse firme» (tener forte, en el original) como si hubiese sido pronunciada el 27 de julio de 1914 y no, como dice el cardenal, «después del crimen atroz de Sarajevo».
Para llegar a la conclusión de que la responsabilidad del Vaticano, en el primer conflicto mundial, está comprometida.
[261]
En el actual estado de cosas, un acuerdo
firmado en Londres el 27 de febrero de 1953 entre los antiguos
Aliados y Alemania pospuso hasta el momento de la firma del Tratado
de Paz con la Alemania reunificada el arreglo de todas las reivindicaciones
que podrían serle presentadas por todos los países
que se consideran perjudicados por ella a causa de la guerra.
A cambio de lo cual, la Alemania occidental aceptó indemnizar
inmediatamente a todas las personas expoliadas o perseguidas por
motivos de raza, de religión o de opinión política,
aceptación que se tradujo en unas leyes de indemnización
(Entschädigungsgesetz) y de restitución (Reicherstattungsgesetz),
concretadas en diversas ocasiones por unas leyes complementarias
(Bundesergänzungsgesetz), especialmente el 1 de octubre
de 1953, el 29 de junio de 1956, el 19 de julio de 1957 y, recientemente,
el 24 de junio de 1964. Cabía esperar que la Alemania del
Este se asociara a esas medi-
[262]
das. Pero no lo ha hecho. Hasta el punto de que por todas partes
se preparan facturas, unas en nombre de Estados perjudicados,
a presentar, al menos teóricamente, en el momento de la
conclusión del Tratado de Paz, del cual se espera que consagrará
definitivamente la actual división de Alemania, lo que
significa que la del Oeste será la única en pagar,
otras en nombre de las víctimas individuales del nazismo,
que pueden presentarse ya al cobro únicamente en la Alemania
occidental.
En lo que respecta a las primeras, sólo han sido hechas públicas las de Yugoslavia (70 mil millones de dólares, nos dice L'Express del 20 de febrero de 1964) y Grecia (20 mil millones de dólares). No cabe duda de que cuando Rusia y sus satélites hayan elaborado las suyas, la cuenta presentada a Alemania, reunificada o no, será de órdago.
Entre las segundas figuran las indemnizaciones
por daños físicos (muertes, derechohabientes, invalidez
etcétera) y daños materiales (robos de bienes) causados
a las víctimas del nazismo. A raíz de unos acuerdos
establecidos en Luxemburgo el 10 de septiembre de 1952 entre la
Alemania occidental, por una parte, y la Conference on Jewish
Material Claims against Germany y el Estado de Israel, por
otra, acuerdos que posteriormente han sido concretados por todas
las leyes sucesivas anteriormente citadas, la Alemania occidental
fijó en 5.000 marcos (1.250 dólares) la indemnización
por daños físicos a que tenía derecho cada
una de las víctimas del fascismo, o, en caso de muerte,
3.000 marcos (750 dólares) por cada uno de los derechohabientes.
Y, en el curso del año 1964, todas las víctimas
del nazismo, judías o no, han sido índemnizadas
a ese tenor.
[263]
Con los tres mil millones de marcos, pagaderos en diez anualidades,
que le han sido concedidos por los acuerdos de Luxemburgo, y que
posteriormente diversas negocianes (de un modo especial la que
el proceso Eichmann hizo inevitable en 1960-61) han ascendido
a cuatro, pagaderos en quince anualidades, el Estado de Israel,
que se ha instituido en heredero de los 6 millones de judíos
dados como exterminados por los nazis y se considera perjudicado
en 1.250 dólares por cada uno de ellos, se encuentra
con que no le salen las cuentas. De ahí sus perpetuas reclamaciones
en el sentido de un aumento de la indemnización que le
ha sido otorgada. Si obtiene satisfacción...
Por su parte, la Conference on Jewish
Material Claims against Germany no pierde de vista el problema
de la restitución por Alemania de los bienes que ha sido
acusada de haber robado a los judíos del mundo entero.
Reunida en Bruselas los días 8, 9 y 10 de marzo de 1964,
ha hecho balance de las sumas que Alemania tendrá que
restuituir a los judíos del mundo entero a ese título,
y La Terre retrouvée (1 de abril de 1964) nos da
las cifras, expresadas en millones de dólares:
Judíos alemanes. . . . . . 2.000
eslovacos . . . . . . . . . . . . . 140
polacos . .. . . . . . . . . . . . .3.000
belgas. . . . . . . . . . . . . . . . . 600
rumanos . . . . . . . . . . . . 1.000
checoslovacos . . . . . . . . . 650
húngaros . . . . . . . . . . . . . .570
franceses . . . . . . . . . . . . . . 950
holandeses . . . . . . . . . . . . 450
griegos . . . . . . . . . . . . . . . . 120
Total. . . . . . . . . . . . . . . . . 9.498
[264]
En números redondos: 10 mil millones de dólares
(17).
De acuerdo con los datos conocidos y muy incompletos, el total general que se obtiene alcanza ya proporciones astronómicas: ¡más de 100 mil millones de dólares! Estremece pensar a cuánto ascenderá el total cuando todo el mundo haya presentado su factura.
En comparación, y ta: como ya he dicho, lo que se reclamó a Alemania por el Tratado de Versalles era una bagatela.
La prueba es evidente.
NOTAS
1) 31 de mayo de 1965.
2) En las Ed. du Rocher.
3) Actas de los debates del proceso de los grandes crinimales de guerra, 19 de junio de 1946, t. XVI, p. 438.
4) Id., p. 439.
5) Id., p. 354.
6) Candide, 7 de junio de 1965.
7) Théorie de la Paix selon Pie XII, por G. Herberichs, Ed. Pédone.
8) El texto de esta carta ha sido publicado en la Documentation catholique del 2 de febrero de 1964. M. Saül Friedländer la ha citado también en su libro Pío XII y el Tercer Reich.
9) Monseñor von Galen, conocido por su oposición al régimen hitleriano.
10) A fin de que no quede ningura duda acerca del sentido de la pregunta que antecede y de esta respuesta, importa subrayar que la conversación tuvo lugar el 27 de julio, que el ultimátum a Servía data del 23 de julio, que esta última lo aceptó salvo en un punto que llevaba implícitos una infinidad de puntos de detalles, que, el 27 de julio, las conversaciones diplomáticas entre la Doble Monarquía y Servía tenían como objetivo, por parte de la primera, inducir a Servía a ceder en toda la líneaj que a consecuencia de aquellas conversaciones diplomáticas con de Palffy solicitó la opinión del Cardenal. Se sabe que las conversaciones fracasaron y que, al día siguiente, 28 de julio, Austría-Hungría atacó a Servía.
11) Subrayado por nosotros para destacar que no fue el 27 de julio cuando el Cardenal aconsejó a Austria que se mantuviera firme, cosa que hubiese significado su asentimiento a la guerra, sino el 28 de junio. El 27 de julio, sus palabras inducen a la conciliación, tal como el lector puede apreciar por el texto, que no es nada duadoso.
12) Citado según el Osservatore Romano del 23 de mayo de 1936.
13) Memorias del Conde Sforza.
14) Oservatore Romano, 22 de octubre de 1923.
15) Crapouillot, abril de 1964, p. 61.
16) Op. cit., p. 120.
17) A este propósito una controversia
entre or anizaciones judías ue se desarrolló en
varios números del periólco Le Monde (11,19
y 29 de marzo de 1964) nos permite enterarnos de
que las anualidades entregadas hasta ahora por Alemania a la Conference
on Jewish Material Claims against Germany no eran repartidas
entre las víctimas del nazismo sino, por rotación,
entre las organizaciones judías adheridas a aquel organismo.
Este año por ejemplo, le ha tocado la vez a las organizaciones
judias de Francia. El dinero est` destinado a «ayudar a
la reconstrucción de la vida judía» (edificar
sinagogas, subvencionar organizaciones juveniles, etc.). Así,
tal como nos informa el Presidente de las organizaciones judías
de Francia (Le Monde, 19 de marzo de 1964, el Dr.
Nahum Goldman ha recibido cien millones de dólares
(!) para la organización judía norteamericana de
la cual es Presidente y ninguno de cuyos miembros sufrió
el menor perjuicio por parte de Alemania. De cuando en cuando
nos enteramos también de que, sin haber sufrido el menor
daño: un israelita se hace indemnizar por un supuesto robo...
establecido mediante un falso testimonio: escándalos Auerbach,
Deutsch, etcétera. Un gangsterismo sin freno. El reinado
de la immoralidad en todo su esplendor. ¡Qué importa!
Alemania paga... la Alemania occidental, únicamente.
Título de la obra original: L'OPÉRATION "VICAIRE', Versión española de Jose M.a AROCA, Ediciones Acervo, Apartado 5319, Barcelona.
Primera edición: marzo 1966. Depósito Legal. B. 10.344-1966; N.O Registro: 686-66.