A la Inteligencia del Estado de Israel se le planteó un
problema esencial a
partir del segundo atentado terrorista de Buenos Aires ¿Cómo
salir de una
contradicción que podría dañar la imagen
judía en el mundo, en un momento en
que todavía se creía, en Occidente, que la aceptación
del Plan de Paz por
parte israelí parecía lograda? El problema era especialmente
sensible en
Europa, que había puesto "toda la carne en el asador"
en el proceso del Plan
de Paz, y sobre todo en asegurar a sus ciudadanos que esta vez
sí, el Estado
de Israel cumpliría con sus compromisos: se dijo hasta
la saciedad que el
Estado de Israel era un Estado-normal-democrático. En definitiva
era
políticamente imposible explicarle a los ciudadanos de
la Unión Europea,
donde el Estado de Israel carece de un lobby potente y unificado
como él que
existe en los EUA, que los atentados terroristas de Buenos Aires
habían sido
el producto de una confrontación -a muerte- entre dos concepciones
del
judaísmo (sionismo versus mesianismo nacional-religioso).
Porque si ello era
así, ¿Adónde iría a parar el Plan
de Paz?
La única salida percibida por la Inteligencia israelí
es reforzar las
agresiones políticas y psicológicas contra la Argentina.
Surge el proyecto,
entonces, de instalar en Europa la idea de que en la historia
reciente del
país del Plata había existido algo muy parecido
a un "Holocausto". Si en la
Argentina hubo un "Holocausto", los verdugos del "Holocausto"
serían
fácilmente identificables con el "terrorismo antisemita".
La necesidad de fijar en la opinión pública europea
la idea de que en la
Argentina había existido un "Holocausto" era
vital para cubrir ante el mundo
no sólo la magnitud de la crisis intrajudía, sino
sobre todo para
fundamentar la grave decisión original de responsabilizar
a la sociedad
argentina de esos atentados. Así, cuanto más grande
sea el "Holocausto",
mayores serán las posibilidades de que existan "verdugos
antisemitas"
misteriosamente conectados con el "terrorismo islámico".
Ambos estarían
unidos por su odio a los judíos. La imagen del Holocausto
argentino
cumpliría el rol propagandístico de las "armas
de destrucción masiva" de
Irak, que aparecen justo en el momento en que Israel destruye
sus
compromisos internacionales con el Plan de Paz.
Un ex capitán de la marina argentina llegó a Madrid
con ese objetivo, vital
para la estrategia judía que debía evitar, al límite
de sus posibilidades,
la existencia de cualquier duda sobre los autores de los dos atentados
terroristas. Por ello había que instalar en la opinión
pública europea la
idea de que en la Argentina de la dictadura militar existió
una especie de
"Holocausto", aunque, naturalmente, en escala menor
que el original alemán.
Los autores del "Holocausto argentino" son los "nazis
criollos", los
"nazi-peronistas", los verdaderos autores de los atentados
terroristas
"antijudíos" de Buenos Aires (1992 y 1994). ¿No
había sido definido el
peronismo, ya desde sus orígenes en 1945, como un movimiento
nazi-fascista?
Ahora esos nazis criollos habrían actuado como cómplices
del fundamentalismo
islámico, manipulados, nada menos, que desde Teherán.
Naturalmente nadie
mencionó en ningún momento la acción del
Shin Beth, ni la del Mossad ni la
de las Fuerzas de Defensa israelíes, que proveyeron de
asesores
antisubversivos a todas las dictaduras iberoamericanas durante
los años 70 y
80, ni las ventas de armas del gobierno israelí a todos
esos gobiernos que
practicaron el terrorismo de Estado.
En esta hercúlea tarea de sustituir y de falsificar la
realidad todos los
actores reales del pasado juegan -ahora, en la imagen a construir-
un papel
muy diferente al que jugaron en la realidad de aquellos años.
La imagen
aparece invertida. Por ejemplo, el Partido Comunista de la Argentina,
hoy
prácticamente inexistente, autor de aquella célebre
definición del peronismo
como movimiento nazi-fascista a mediados de los 40, es ahora recordado
y
presentado en sociedad como una "fuerza democrática".
El movimiento
guerrillero de los años 70 en la Argentina, con toda su
carga de heroísmo
generacional y su proyecto de construir una patria socialista
a partir de la
lucha armada, ahora aparece ante las nuevas generaciones como
un grupo de
idealistas que luchaban contra la injusticia. Lo que constituye,
dicho sea
de paso, una absoluta falta de respeto con aquellos miles de jóvenes
heroicos que murieron en el intento.
No deja de asombrar, por su audacia extraordinaria, la idea de
vincular al
"nazi-peronismo" con formas radicales del islamismo
actual. Dos fenómenos
distintos pero sobre todo distantes en el tiempo. Es una estrategia
muy útil
para Israel, ya que logra desviar el problema del terrorismo en
lejanas
latitudes hacia sus enemigos próximos más temibles:
Irán y Hezbollah. Pero
sobre todo porque construye una cobertura que evita miradas indiscretas
sobre el interior de la sociedad israelí. Israel continuará
siendo creíble
en Occidente mientras Occidente no "descubra" los verdaderos
objetivos
teológicos que rigen el comportamiento de la fracción
dominante dentro del
judaísmo mundial. De paso destruye un mito: el del peronismo
como movimiento
popular de liberación. Pero sobre esto último hablaremos
en capítulos
posteriores.
Las piezas básicas de este puzzle demencial -aunque convincente-
son las
siguientes:
Instalar en la "conciencia europea" la idea de que en
la Argentina
de los años 70 se produjo un "Holocausto sudamericano"
con "30.000
desaparecidos" (1).
Relacionar ese hecho con los atentados terroristas de Buenos Aires
(Embajada de Israel, 1992, Asociación Mutual Israelita
Argentina,
AMIA, 1994) (2).
Darle una total cobertura lógica a esa continuidad histórica.
"El
periodista argentino Juan José Salinas López declaró
ante el
juez Baltasar Garzón que `hay un claro hilo conductor entre
los
crímenes de lesa humanidad perpetrados' por la última
dictadura
militar y los atentados posteriores contra la Embajada de Israel
en Buenos Aires y la AMIA" (3).
Señalar al Irán como el instigador de los atentados
(Congreso
Internacional contra el Terrorismo, Buenos Aires, diciembre de
1997). "Representantes de los Estados Unidos e Israel señalaron
al
Estado islámico como responsable de los dos atentados ocurridos
aquí" (4). Por lo tanto, el "nazismo criollo"
insertado dentro del
gobierno menemista no es más que la "mano de obra
nativa" del
"terrorismo islámico" iraní.
Y así se cierra todo un "circuito lógico"
(5).
Otra versión de los atentados terroristas de Buenos Aires.
La tesis de mis dos libros anteriores (6) y de otra investigación
ya
publicada (en Amanecer Nº13, Madrid, octubre de 1997, reproducida
en el
Capítulo 1 de este mismo libro) en relación a los
atentados terroristas
sufridos por la Argentina, en donde habita una de las comunidades
judías más
numerosas y significativas del mundo, parte de la constatación
de la
fractura que desde hace muchos años divide a la sociedad
israelí. Esos
atentados terroristas se originaron a partir de los conflictos
internos
(intrajudíos), y no son consecuencias ni de un conflicto
externo (Israel
versus "mundo árabe", por ejemplo), ni mucho
menos de la existencia de
grupos locales "nazis" misteriosamente manipulados desde
Teherán, instalados
dentro de la geografía política de la propia sociedad
argentina.
Este conflicto intrajudío se constituye, luego de la "caída
de Moscú" (7),
en uno de los hechos determinantes del sistema internacional,
en un factor
con capacidad para afectar la totalidad de su funcionamiento,
por lo menos
en Occidente, Oriente Medio y Golfo Pérsico. Por lo pronto
quedó claro que
es el lobby judío-norteamericano y no los políticos
de Washington quien
traza la política internacional de la "primera potencia
del mundo".
La creciente conflictividad entre el "fundamentalismo"
judío y el laicismo
sionista constituyó, desde un comienzo, la hipótesis
explicativa más
coherente para enfrentar con racionalidad los hechos de macroterrorismo
ocurridos en Buenos Aires entre los inicios de la Conferencia
de Madrid
(orígenes de los llamados Acuerdos de Oslo y de Washington
-explosión en la
Embajada), y la delegación de toda responsabilidad administrativa
de
Jordania sobre la Cisjordania (mismo día del atentado a
la AMIA, Buenos
Aires, 18 julio de 1994) (8).
Es por ello que emerge la imagen difundida por el lobby judío
norteamericano
(9) ante la opinión pública mundial, de una Argentina
entre fascista y
pusilánime, decadente e intrínsecamente perversa.
Hay una relación de causa
a efecto entre la fractura del judaísmo (y la forma mesiánica
que adopta su
facción hegemónica) y la "perversión"
de la sociedad argentina. Es a partir
de esa relación que la Argentina ha sido introducida en
ese nivel inferior
de la política mundial, obligándola a una continua
y sistemática estrategia
de despotenciación nacional, instrumentada por las clases
dirigentes
nativas, que en gran parte hoy juegan a la oposición al
menemismo. Esta
interacción entre factores externos e internos determinó
el amplio margen
dentro del cual se trata de explicar dos acciones concurrentes
de
macroterrorismo con fuertes implicaciones religiosas y geopolíticas.
En
conjunto, una verdadera agresión exterior sobre la seguridad
nacional de la
Argentina.
La Argentina no registraba antecedentes en ese sentido. Es por
ello que
muchos argentinos percibieron que esos actos de macroterrorismo
eran de una
naturaleza esencialmente diferente respecto del terrorismo secular
e
interior (antiestatal y paraestatal) que vivió ese país
durante los llamados
"años 70" (10).
Por lo demás, la sociedad argentina -y contrariamente a
las infamias que se
propalaron antes, durante y después de los macroatentados-,
no era -ni es-
una sociedad antisemita. En Argentina crecieron y sobre todo prosperaron
con
absoluta libertad de elección -personal y grupal- muchas
generaciones de
judíos, y lo hicieron sin ningún tipo de condicionamientos,
a diferencia de
otras sociedades occidentales democráticas señaladas
como modélicas (11). La
comunidad judía tuvo mucho más "movilidad social"
que cualquier otra
comunidad de origen inmigrante, llegando a ocupar, en la actualidad,
espacios sociales mucho más próximos al vértice
que a la base de la pirámide
social argentina. En rigor de verdad, ya no existen judíos
de la "clase
baja" en la Argentina. El hijo del sastre judío inmigrante
fue un vendedor
de trajes, y su nieto es economista, abogado o médico.
Pero como economista,
abogado o médico, está integrado a la tecnoestructura
gran empresarial del
país.
Mucho mayor éxito, si cabe, tuvieron los miembros de la
comunidad judía
residente en la Argentina que actuaron en el campo de la cultura
y de las
empresas culturales. Son judíos una proporción muy
alta de profesores
universitarios, actores y funcionarios del Estado calificados.
Ramas
profesionales enteras, como el negocio del psicoanálisis,
son dominadas por
judíos. Los judíos controlan integralmente el mercado
editorial y casi
totalmente los medios de comunicación. Un porcentaje desproporcionadamente
alto (en relación a la cantidad de judíos per cápita
existente en la
Argentina, un 2% de su población total, aproximadamente)
de profesionales
liberales son judíos. Podríamos ampliar la lista,
pero ya es hora de
plantear el interrogante: ¡Qué extrañas formas
adquiere el antisemitismo en
la sociedad Argentina! ¡Qué anormal es este antisemitismo
que durante
décadas permitió que los judíos adquiriesen
un poder descomunal, mucho más
allá de la cantidad de judíos residentes asumidos
como tales! Ese poder se
ha ampliado hasta llegar al paroxismo de los tiempos actuales.
Pero ello
será tema de los próximos capítulos.
Hasta el momento la sociedad argentina -asolada por una crisis
estructural y
espiritual absolutamente inédita- no encuentra en su seno
las energías
necesarias para reconstruir el verdadero significado del concepto
"antisemitismo", que en su origen -y en lejanas latitudes-
se expresó como
reactivo lógico ante el sentimiento de superioridad que
asumió el mundo
judío por sobre el mundo gentil, a partir del relato bíblico
(Antiguo
Testamento)(12). Actualmente el mundo capitalista-occidental acepta
con casi
total unanimidad la "superioridad" religiosa de Israel
(13), lo que
intensifica y agrava el separatismo de las comunidades judías
en muchos de
los países "hospedadores". El hecho de ser el
"elegido de Dios" significa
que "el pueblo de Israel" ha sido separado del conjunto
de todas las
naciones, al habérsele asignado -metafísicamente-
una posición superior. Y
es la Biblia Hebrea, el Antiguo Testamento cristiano, quien provee
de los
falsos testimonios que "confirman" la diferencialidad
de la "nación" judía
respecto de las otras naciones y de los otros pueblos.
La guerra de los judíos contra el mundo -el rigor y el
sangriento salvajismo
de los arrogantes "elegidos" contra los "inferiores"
o humillados- es muy
anterior al cristianismo. Esa guerra está ya prefigurada
en los Libros que
conforman el Pentateuco, así como en los llamados Libros
Históricos y, en
especial, en el Libro de Esdras. En todos ellos se narran atroces
relatos de
matanzas aberrantes practicadas o imaginadas -para el caso, es
lo mismo-
durante la conquista de Canaán (14) y de otras tierras
que supuestamente
pertenecerían al Eretz Israel. Es esa reivindicación
ideológica y práctica
de la violencia que hacen los judíos lo que provocó
la reacción de algunos
de los pueblos en los que, a lo largo de la historia, los propios
judíos
buscaron un "hogar provisorio y pasajero".
Las naciones que los habían "hospedado" reaccionan
contra esa falta de
lealtad que nace de suponerse "elegido": de allí
nace el "antisemitismo"
(que por lo demás es un concepto que pertenece a una cosmovisión
eurocéntrica, muy alejada de nosotros). De lo contrario
habría que explicar
la historia de las persecuciones que sufren los judíos
a partir de una
perversidad intrínseca y hereditaria de toda la humanidad
no judía, que hoy
representa, aproximadamente, un 97 o 98% de la población
total del planeta
tierra.
El hecho es que desde la aparición de las primeras tribus
hebreas hasta
nuestros días hubo una "cuestión judía"
que inexorablemente se planteaba
allí donde hubiera judíos. Durante el Imperio Romano
aparece la primera
literatura claramente "antisemita". Cicerón escribe:
"Cuando Jerusalén era
aún poderosa y los judíos estaban en paz con nosotros,
el ejercicio de su
religión resultaba verdaderamente incompatible con el brillo
de nuestro
imperio, con la majestad de nuestro nombre, con las instituciones
de
nuestros antepasados. Con mayor razón actualmente, ya que
esa nación ha
demostrado con las armas sus sentimientos hacia nuestro imperio"
(En
defensa de L. Flaco, 28). Pero es Tácito quien con más
claridad define los
principales rasgos del judaísmo que perdurarían
hasta nuestros días:
"Moisés les dio nuevos ritos, contrarios a los de
los otros hombres. Porque
a ellos les resultan prohibidas todas las cosas que nosotros tenemos
por
sagradas Estos ritos se defienden ahora con la antigüedad.
Los demás
mandatos y siniestras ordenanzas se han ido recibiendo merced
a la horrible
e infame malicia de los hombres. Porque toda la gente impía
y malvada,
despreciada la religión de su patria, lleva allí
ofrendas y tributos. Ésa ha
sido la causa de que se haya engrandecido la nación y el
pueblo judíos, así
como su testarudez en la fe que tienen, y su disposición
a la compasión y a
la caridad entre ellos, a la vez que odian a todos los que no
son de su
gente como a enemigos mortales La primera cosa que se les enseña
y de la
que se les convence es el menosprecio de los dioses, el dejar
de amar a sus
patrias y el no hacer caso de padres, de hijos ni de hermanos.
De esa manera
contribuyen a la expansión de su pueblo" (Historias,
Libro V).
Sería un buen ejercicio leer las agresiones terroristas
sufridas por la
Argentina, en sus dos etapas, de ejecución y de posterior
manipulación (la
"guerra ideológica" posatentados, vigente hasta
el día de hoy), a partir de
Tácito. Él coincidiría con nosotros en afirmar
que esas agresiones
provinieron de grupos que integran el Estado de Israel, que están
en guerra
con otros grupos del mismo Estado. Sólo secundariamente
apuntaron a la
destrucción del "modelo argentino" (ello sucede
en la etapa de "guerra
ideológica" posatentados)(15).
Argentina quedó de hecho incluida en el espacio de la doble
contradicción
interior y regional que afecta no sólo al Estado judío
sino al mundo judío
en su totalidad.
La resolución de la grave contradicción interior
que afecta hoy al Estado
judío genera conflictos violentos, que luego exigen manipulaciones
típicas
de guerra psicológica para trasladar la responsabilidad
de esas acciones
criminales a las sociedades "hospedadoras", o bien al
"terrorismo musulmán",
o a ambos a la vez, como lo hace el juez Juan José Galeano,
un mitómano
patológico al servicio del poder judío instalado
en la Argentina. Esas
manipulaciones ideadas como operaciones de guerra psicológica
por los
servicios de inteligencia judío-norteamericanos, son siempre
dramáticas y
profundamente conmovedoras, ya que tienen por objeto fijar, más
allá de
cualquier duda "razonable", a un enemigo externo satanizado,
ubicado fuera
del espacio de las contradicciones intra-judías, propiamente
dicho. En este
caso, ese enemigo es la alianza entre "terroristas musulmanes"
y "nazis"
locales.
Durante la segunda semana de diciembre de 1997 se realizó
en Buenos Aires el
"Primer Congreso Internacional sobre el Terrorismo".
El representante de los
Estados Unidos en el Congreso, Raphael Perl, declaró: "No
tenemos pruebas
directas de la participación iraní en los ataques
de Buenos Aires, pero sí
sospechas muy fuertes que apuntan al gobierno de Irán"
(16).
El director del Departamento de Planificación Política
de Israel, Daniel
Mokadi, otro de los participantes en el "Congreso",
explicó que el gobierno
de Benjamín Netanyahu se planteó decir " no
señores, no podemos negociar
mientras ustedes (los palestinos) estén abocados al terrorismo.
El camino,
entonces, es sostener la presión internacional, no sobre
Israel, no sobre un
asunto tan trivial como los asentamientos en el sur del Líbano,
sino sobre
la Autoridad Palestina, para que acabe con el terrorismo y se
siente a la
mesa a negociar" (17).
La operación de guerra psicológica posatentados,
una típica acción de
encubrimiento, tuvo y tiene por objeto intentar unificar al pueblo
judío,
diluir sus contradicciones internas, en un momento en que ellas
estallan
violentamente. Continuar haciendo de Israel un Estado creíble
en Occidente.
También están orientadas a consolidar un "espacio
pacificado" (18) en torno
a las fronteras del Estado de Israel. Para ello se buscan responsables
creíblemente "antisemitas": musulmanes radicales
y nazis tras-nochados, pero
sobre todo, tras-plantados.
Israel es un Estado al que gran parte de sus ciudadanos, esto,
ahora, es
evidente, desean confesional. Constituye un dato de extrema importancia
el
hecho de que ese Estado haya sido, la mayor parte del tiempo,
conducido por
social-sionistas laicizantes, en especial cuando ese Estado se
encuentra
sumido en una crisis inédita en lo interno y lo externo.
Son públicamente
conocidas las imbricaciones entre religión y política
que han existido y
existen entre los movimientos judíos religiosos y los grupos
terroristas.
Con el transcurso del tiempo ese relacionamiento adquiere nuevas
formas y
fija nuevos enemigos en el mapa de la política interior
y exterior. El
problema terrorista ligado al fundamentalismo judío fue
un mal endémico en
la historia del Estado de Israel. En 1984, por ejemplo, dos grupos
diferentes de fundamentalistas israelíes fueron condenados
-por un brevísimo
espacio de tiempo- por conspirar para volar el Domo de la Roca
en Jerusalén,
el tercer santuario más sagrado del Islam (19).
La increíble complejidad en la que está inmersa
la cuestión de los atentados
terroristas que hemos sufrido los argentinos dentro de nuestras
fronteras
proviene de las extraordinarias y dramáticas implicancias
estratégicas que
encierran las explosiones de las bombas de Buenos Aires, que son
dos típicas
agresiones exteriores a nuestra seguridad nacional.
La "conexión iraní" trató de fundamentarse
a partir de una confluencia de
necesidades tácticas y estratégicas de grupos de
poder norteamericanos e
israelíes, a partir del objetivo común de diluir
la grave crisis -ya
mencionada- existente entre el laborismo y los colonos fundamentalistas
judíos dentro del Estado de Israel. Vista desde ese ángulo
fue y es cada vez
más clara la hipótesis de que los atentados expresaron
la lógica de una
crisis intrajudía de naturaleza excepcionalmente grave.
La falsedad de la hipótesis sumistrada inicialmente al
gobierno argentino
por los servicios de seguridad israelíes queda doblemente
demostrada en el
lamentable espectáculo que produce el canciller argentino
en el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas durante los primeros momentos
del episodio;
y en el rol tragicómico del juez Galeano (20), quien promete
-apenas llegado
de Venezuela en donde fue manipulado por la inteligencia norteamericana-
que
el país entero se "caerá de espaldas"
ante las revelaciones que, de manera
inminente, él mismo se encargará de realizar, a
partir de las confesiones de
un falso agente de origen iraní. Es la primera aparición
en escena de
Manoucheh Moatamer, quien le informa a Galeano, en Caracas ya
en 1994, sobre
la inminencia de un "tercer atentado" terrorista que
aún no se produjo.
A finales de 1997 el señor Moatamer entra nuevamente en
el escenario. Hace
ya tres años que vive en los Estados Unidos, sin embargo
se mantiene muy
bien informado sobre lo que sucede en el interior del gobierno
iraní. El
juez Galeano lo sigue considerando, sin duda, un experto sobre
"terrorismo
islámico", ya que lo volvió a visitar en Los
Angeles en donde el
"arrepentido" iraní le entregó documentos
"clasificados" que señalan a Irán,
por enésima vez, como promotor de los atentados (21) pasados,
y responsable
de los futuros aún no realizados.
Como se recordará, en 1994 el propio Moatamer anunció,
ante el mismo
juez-marioneta, la inminencia del "tercer atentado terrorista"
aún no
devenido ("La realidad aún-no-devenida" es el
núcleo conceptual de El
Principio Esperanza, magna obra del célebre filósofo
judío-alemán Ernst
Bloch). No se trató, esta vez, de la edición de
ninguna obra magna, ni
siquiera de la explosión de ninguna bomba, sino de la difusión
a través de
todos los medios existentes en el país de los argentinos,
de cuatro
comunicados, firmados por la Presidencia de la Nación (jueves
11 de agosto
de 1994). La Secretaría de Medios de Comunicación
anunció "la inminencia de
un nuevo atentado del terrorismo internacional", que podría
producirse en
cualquier momento, en cualquier punto del territorio nacional
(y, aún, "en
países vecinos"), y sobre blancos no especificados.
Nada ni nadie estaría a
salvo de una muerte probable a partir de ese instante apocalíptico,
según la
palabra oficial.
Se impartieron órdenes de organizar y poner en "estado
de alerta", sólo en
el ámbito de la Capital Federal, nada menos que a "150
quirófanos y a 250
médicos repartidos en 33 hospitales". Todo ese plantel
sanitario estuvo
reforzado por "50 ambulancias, tres equipos de terapia intensiva,
una unidad
de catástrofe, bancos de suero y de sangre" y un larguísimo
etcétera
preanunciadores de un drama inminente y sin precedentes, al menos
en la
Argentina. Como no podía ser de otra manera, las poblaciones
de los grandes
centros urbanos estuvieron a punto de entrar en pánico.
En forma casi simultánea con la emisión de los comunicados
oficiales, varios
ministros del gobierno realizaron febriles consultas con los jefes
de los
partidos parlamentarios, en especial los "opositores".
Les anunciaron que el
poder ejecutivo está actuando en función de una
"comunicación oficial del
gobierno de Israel, quien a través de su embajador en nuestro
país informó
al canciller argentino de esta posibilidad". Por lo demás,
la hipótesis
estaba avalada "y confirmada por organismos de Inteligencia
nacionales e
internacionales de máxima confiabilidad".
Resulta altamente significativo que en su momento ninguno de los
dirigentes
"opositores" cuestionara la validez del supuesto a través
del cual se
introdujo, desde el exterior y a partir de la propia jefatura
del gobierno,
un estado profundo de conmoción psicosocial en todos los
niveles de la
población argentina. Pero es decididamente repugnante que
esas mismas
personas se hayan llamado a silencio incluso después del
asesinato del
general Rabin, en el cual sectores de ese gobierno judío
de "máxima
confiabilidad" actuaron y son responsables por acción
y por omisión.
Monoucher Moatamer, el origen de la información, reapareció
misteriosamente
en Quito, Ecuador, en 1995, con acusaciones contra diplomáticos
iraníes,
algunos de los cuales, luego se supo, habían dejado la
Argentina unos seis
años antes de producirse el primer atentado de Buenos Aires.
A pesar de que
el señor Moatamer, como es lógico, no participaba
de las decisiones del
gobierno de Teherán (suponiendo que alguna vez haya pertenecido
a ese
gobierno), parecía y parece estar milagrosamente enterado
de las más íntimas
conspiraciones del "fundamentalismo persa", todas ellas,
como dijo el jefe
del ejército de Israel, orientadas a minar la resistencia
moral del "mundo
libre". Aunque parezca increíble, las declaraciones
de este tránsfuga se han
constituido en el fundamento más sólido -en verdad,
en el único argumento-
sobre el que se ha construido la "investigación"
del juez Galeano.
Desde un principio, el Juez Galeano, de manera manifiesta y pública,
se
convirtió en un verdadero títere de los poderes
judíos que hoy ocupan la
República Argentina. Todas sus "pistas" conducen
al vacío. Es el encargado
de demostrar lo indemostrable: que un grupo "exterior"
de inspiración iraní
consumó un complot con un grupo interior antisemita. La
confluencia de ambos
grupos fue el origen de ambos atentados, según los poderes
judíos instalados
en la Argentina. Este es el fundamento de una investigación
judicial que no
es trágica y cómica al mismo tiempo, sino doblemente
trágica, porque su
desenvolvimiento en el tiempo va señalando signos cada
vez más manifiestos
que se oponen a la viabilidad nacional de la Argentina. Nunca
hubo en la
Argentina autoridades "libremente elegidas por el pueblo"
que hayan sido tan
manifiestamente manipuladas por gobiernos extranjeros, y por grupos
de
inteligencia empeñados en una confrontación global
contra una civilización,
la islámica, que está siendo aceleradamente satanizada.
Vista desde el extremo sur de la América del sur, la idea
de la "guerra
entre civilizaciones" surge como una mera proyección
estratégica de las
necesidades israelíes para sobrevivir en lo que los judíos
han transformado
en un "medio hostil: el mundo árabe fracturado por
la propia presencia
israelí en la zona. La inmensa mayoría de la humanidad
no tiene ninguna
necesidad de esa guerra. Sólo los judíos la necesitan,
y el señor Samuel
Huntington la escribe para ellos.
Nación judía y Estado multinacional
Algunos sectores de la sociedad argentina se están
acercando peligrosamente
a la aceptación de la vieja idea originaria de la Europa
Iluminista por la
cual debe existir una "emancipación política"
de la comunidad judía
instalada como "huésped" dentro de un Estado
ajeno. Esa "emancipación
política" se podría resolver -se sugiere- aceptando
una nación distinta -la
"nación judía"- dentro de un Estado multinacional.
El Estado argentino ya ha
reconocido la "independencia" de ciertas regiones administrativas
vitales,
como la ex Capital Federal, o Ciudad de Buenos Aires -donde existe
la máxima
concentración demográfica judía. De la misma
manera podría reconocer dentro
de sí a un pueblo que se rige por leyes propias.
Tampoco nunca como hoy, ni aún en los tiempos de la total
hegemonía
británica sobre Buenos Aires, había sido tan amplia
la aceptación y el
consenso otorgado a esa situación hipercolonial por la
práctica totalidad
del espectro político con representación parlamentaria
("Todos somos judíos"
clamaron a coro los políticos "opositores", poco
después del 18 de julio de
1994). Tampoco se escuchan voces disidentes de ningún otro
sector de la vida
nacional: universidad, empresas, medios de comunicación,
sindicatos,
etcétera. Tampoco se escucharon luego del magnicidio del
general Rabin. Casi
todos saben o sospechan, pero nadie abre la boca. Tal vez la Argentina
haya
dejado de pensarse a sí misma como comunidad de destinos.
Tal vez ya se
acepte como país inviable, intervenible, digerible.
La "oposición democrática" -ya conocida
popularmente en la Argentina como
"sinagoga democrática"-, desde el autotitulado
"partido radical" hasta la
"centro-izquierdista" FREPASO, también cumple
fielmente con el rol asignado
en esta tragicomedia. En un reciente informe redactado por esa
"oposición
democrática" en relación con los atentados
terroristas judíos, destacan
principalmente las críticas a la Suprema Corte de Justicia
de la República
Argentina, quien fue la única institución en emitir
un sólido informe
técnico donde se señala que la de la Embajada (de
Israel) no fue una
"explosión" sino una "implosión":
es decir, un estallido en el interior del
edificio. La "oposición democrática" acusa
a la Corte Suprema de Justicia de
haber elaborado el antedicho Informe, cuyos estudios técnicos
fueron
delegados en la Academia Nacional de Ingeniería, con el
objeto de "producir
el fracaso de la investigación". Parece ser que los
Académicos utilizaron,
en este caso, una física y unas matemáticas antisemitas
(22).
El partido comunista llamado "argentino" -cuyos restos
esperpénticos se
autoincluyen en la mencionada "oposición democrática"-
fue una de las
fuerzas políticas que mayor y más eficazmente colaboró
con la dictadura
militar argentina, especialmente en sus comienzos, que fueron
los tiempos de
máxima represión (el aberrante "terrorismo
de Estado", propiamente dicho).
El origen de esa colaboración se encuentra en el tipo de
relaciones
económicas especiales que la dictadura militar había
establecido con la ex
URSS, luego del embargo cerealero decretado por el presidente
Carter contra
Moscú, como represalia contra su invasión a Afganistán.
El paraíso del
proletariado tuvo malas cosechas, como de costumbre, y necesitaba
trigo
urgentemente, y el ministro de economía argentino de la
época -el
tristemente célebre "Chicago boy" Martínez
de Hoz- estuvo dispuesto a
vendérselo. La fidelidad del comunismo criollo al régimen
militar fue total,
sólida y leal desde ese momento (existen innumerables ejemplos
de este tipo
de relaciones contra natura en la historia del movimiento comunista
internacional, comenzando por la del propio partido comunista
alemán, hasta
la invasión de la Wehrmacht a la URSS). En esa inquebrantable
amistad no
influyeron los militantes comunistas "desaparecidos",
muy probablemente por
error o por desviaciones "guerrilleristas" individuales.
Durante la etapa bipolar, la justificación ideológica
de esta fusión de
intereses entre la filial comunista en la Argentina y el gobierno
militar de
ese país la elaboró "científicamente"
el propio comunismo criollo, quien
durante todos esos años trágicos mantuvo una firme
actitud antiguerrillera,
que en algunos casos llegó hasta la propia delación.
Yo fui testigo
involuntario, en Moscú, de algunas de la largas y nauseabundas
cesiones
donde los comunistas criollos leían ante las autoridades
del PCUS infames y
vomitivos informes contra las organizaciones guerrilleras que
en ese
entonces operaban en el país. Gran parte de los dirigentes
comunistas que
viajaban a Moscú -al menos durante la época en que
yo fui miembro de la
Academia de Ciencias de la URSS- eran judíos radicados
en la Argentina, un
hecho natural en un partido en el cual el 90% de sus miembros
eran judíos
ezquenazis inmigrantes de primera o segunda generación.
Ahora los despojos
del ex partido comunista de la Argentina continúan manteniendo
su verdadera
lealtad de siempre: visitan en Madrid al juez Garzón ofreciéndole
una
versión hiperfalsificada de la historia de la Argentina
contemporánea.
La nueva ofensiva antiiraní: la VIII Conferencia Islámica
El juez Galeano se manifiesta como una persona capaz de
aceptar una
hipótesis de trabajo falsa, pretender no darse cuenta de
ello, y
desarrollarla con voluntad y osadía de "cruzado de
la libertad", dentro del
mejor estilo de la "guerra fría". La falsedad
de la hipótesis radica en que
los dos grupos acusados de ser los co-autores de los atentados
-los nazis
criollos y los "fundamentalistas" iraníes-, jamás
se vieron la cara entre
sí. No hay ningún vínculo de ningún
tipo que los una. Son dos universos
absolutamente diversos, que en todo momento giraron y giran en
órbitas
distintas (23). En síntesis, la investigación judicial,
hasta el momento,
sólo está basada en suposiciones proporcionadas
por el ya mencionado
Monoucher Moatamer, cuya credibilidad es igual a cero. Absolutamente
ninguna
de ellas pudo ser demostrada, no digamos fehacientemente; siquiera,
al
menos, razonablemente demostrada.
A ese montaje exterior se lo pretende articular con otro interior,
más
endeble aún: lo que el ministro judío Corach llama
"las transacciones
financieras (de algunos miembros de la policía de la Provincia
de Buenos
Aires) contemporáneas con el tema del atentado (el de la
AMIA)". Se trata de
probar que la "conexión local" recibió
dinero (¡nada menos que dos millones
quinientos mil dólares!) del grupo terrorista iraní
por la compra de un
"coche-bomba". El vehículo habría sido
suministrado por esos oficiales de la
Policía, a un precio ciertamente increíble. Independientemente
de que esta
hipotética conexión no explica el primero de los
atentados (el de la
Embajada), tampoco se sustenta en ningún otro dato demostrado:
¿Hubo
coche-bomba en los atentados? En cuanto al dinero encontrado en
cuentas
bancarias de algunos oficiales de policía existe una explicación
mucho más
simple: cuentas paralelas de dinero negro producto de la corrupción.
Eso, en
la Argentina, lo saben hasta las piedras.
Para llegar a semejante estupidez se movilizó un tremendo
y costoso aparato
investigativo. "La justicia argentina tiene intervenidos,
en este caso, 450
teléfonos; tiene más de 316 mil horas de escucha
que son analizadas en forma
permanente por 45 personas. Además, la inteligencia argentina
tiene a otras
55 personas dedicadas a esta investigación. La Policía
Federal tiene
dedicada a esta investigación una unidad especial antiterrorista
con más de
80 efectivos, además de instalaciones, tecnología,
etc." (Declaraciones de
Corach a Ámbito Financiero, en Jerusalén, el 7 de
enero de 1998).
El señor Moatamer, como hemos dicho, vuelve a aparecer
en escena hacia
finales de noviembre de 1997, cuando es entrevistado nuevamente
por el
mismísimo juez Galeano, esta vez en la ciudad de Los Ángeles,
EUA. ¿Qué pudo
haber dicho de nuevo el tránsfuga iraní, tres años
después de su primera
misteriosa aparición en Caracas, Venezuela? El único
diplomático iraní aún
presente en la vacía Embajada de Irán en Buenos
Aires señaló: "Lo que diga
(Moatamer) no puede considerarse serio. En Irán fue condenado
a diez años de
prisión por fraudes. Se escapó y, como necesitaba
refugio, ofreció
información en agencias de inteligencia en Estados Unidos"
(Abdolrahim
Sadatifar, a La Nación, el 29 de noviembre de 1997) (24).
Pocos días después, durante la primera semana de
diciembre de 1997, se hizo
presente en Buenos Aires el representante de una de esas agencias
de
inteligencia, el judío norteamericano Raphael Perl, miembro
del Servicio de
Investigaciones del Congreso de los EUA, que es el lugar donde
funciona el
principal lobby judío en ese país. El señor
Perl, que fue presentado en
sociedad como "especialista en terrorismo", con toda
seriedad, sostuvo: "Hay
fuertes indicios de la relación de Irán con los
atentados, pero no hay
pruebas concluyentes. Irán respalda a Hezbollah y usa personal
diplomático
para preparar y llevar adelante ataques terroristas". Luego
de tal
originalidad, expresó su opinión sobre Argentina:
" un país donde hay un
débil control fronterizo, con policías dedicados
a cometer ilícitos y donde
se puede corromper gente para conseguir armas y explosivos".
Y como si esto
no fuera suficiente, en la Argentina también " hay
un sistema judicial
relativamente débil". (De Raphael Perl a Clarín,
el 7 de diciembre de 1997).
Hacia finales de 1997, poco antes del comienzo de la VIII Conferencia
Islámica que tuvo lugar en Teherán entre el 9 y
el 11 de diciembre (25) se
produce, "casualmente", una "súbita resurrección
de la pista iraní". Hacía
casi tres años que no se hablaba del tema. De golpe, mágicamente,
todo el
mundo juega al sorprendido, especialmente los funcionarios argentinos.
El
inefable ministro de Asuntos Exteriores, señor Guido di
Tella, el famoso
inventor de la "política" de las "relaciones
carnales" que Argentina debe
mantener con los EUA, es uno de los "sorprendidos":
"Parecía que la
investigación (sobre los atentados terroristas) no estaba
produciendo ningún
resultado, pero de golpe hay una acumulación de hechos
que tiene a todos muy
animados". Ni los periodistas ni los funcionarios hablan
sobre la naturaleza
del "golpe de suerte" que ha animado a la investigación
judicial. Es lógico,
porque él se llama: política norteamericana orientada
a internacionalizar
las hostilidades contra Irán.
Una vez más, el gobierno argentino cumple al pie de la
letra con sus
"relaciones carnales" con los EUA. La "pista iraní"
emerge de sus cenizas,
como un "ave fénix" tuerta y coja, en la fangosa
periferia del mundo
excluido. Ante esta realidad sólo cabe reiterar el cansancio
ante la torpeza
manifiesta de los servicios de inteligencia norteamericanos e
israelíes, y
ante la patológica estupidez que sufren los 180 investigadores
argentinos,
según Corach. Todos ellos pretenden demostrar con forceps
una hipótesis
ilógica e indemostrable por naturaleza, ante la mirada
complaciente de un
"gobierno" nativo de naturaleza cipaya, y en función
de las necesidades
coyunturales de Washington y Jerusalén orientadas a internacionalizar
las
hostilidades contra la República Islámica de Irán.
Como siempre sucede con los acontecimientos políticos en
estos tiempos de
globalidad, lo más conveniente para comprender el comportamiento
de una
parte del sistema internacional -en este caso el llamado "mundo
occidental"-
lo mejor es estudiar las actitudes de algunos de los componentes
concretos
de ese mundo. El viejo método hegeliano de ver en lo particular
concreto una
manifestación "real" de lo universal abstracto
es especialmente válido. Lo
universal abstracto es la existencia de una orden, producida por
el vértice
de la pirámide de poder (en el "mundo occidental"),
que señala la necesidad
de aislar y acosar a la República Islámica de Irán.
Pero esa orden es
procesada y cumplida -o incumplida- de forma muy diferente por
los diversos
componentes del sistema.
Los componentes del sistema que están fuera del control
del vértice de poder
(EUA), como China, incumplen la orden. China sigue cooperando
con Irán en el
dominio de las tecnologías "sensibles". Los componentes
del sistema que
están en la frontera del control que ejerce EUA -un día
más acá y otro más
allá, incumplen o cumplen- la orden sólo parcialmente:
es el caso de Rusia o
de la Unión Europea. La primera, continuando con sus exportaciones
de
tecnología militar convencional a Irán; la segunda,
restaurando sus
conexiones diplomáticas y sus negocios estratégicos
(petróleo, gas, etc.).
La verdadera naturaleza de la orden puede leerse en el comportamiento
de los
Estados periféricos totalmente subordinados al vértice
del sistema, como es
el caso de esa república neo-bananera que es hoy la Argentina
menemista. Ese
y otros Estados que se conducen según los dictados del
"alineamiento
automático" cumplen la orden o mandato con prontitud
y exceso. En esa forma
de cumplirla -y no en su definición teórica original
y genérica- está la
verdadera naturaleza de la orden o mandato.
Hace unos cinco años atrás, la situación
era muy distinta. Argentina
exportaba a Irán unos 2.000 millones de dólares,
con perspectivas de
quintuplicar esa cifra hacia el mediano plazo. Desde Buenos Aires
se
exportaron a Irán, en plena guerra contra Irak, importantes
stocks de
armamentos convencionales y, una vez que ella hubo finalizado,
enormes
cantidades de alimentos. Hubo un intento de exportar tecnología
nuclear para
usos civiles abortado por la acción de la diplomacia norteamericana
y por la
incipiente andadura de la teoría de las "relaciones
carnales" elaborada por
el gobierno del señor Menem.
A las pocas horas de producirse el segundo macroatentado terrorista
en
Buenos Aires, la Embajada de Israel, la de los EUA, así
como la comunidad
judía residente en la Argentina acusaron a Irán
de ser el responsable de ese
acto de terrorismo. Las relaciones diplomáticas entre ambos
países se
congelaron a nivel de secretarios de embajada. Poco tiempo después,
el único
representante diplomático de Teherán en Buenos Aires
sufrió un atentado
terrorista -un motorista encapuchado lo baleó en la vía
pública y a la luz
del día- y salvó la vida milagrosamente. Mientras
tanto, lo que prometía ser
una relación bilateral extraordinaria entre dos países
económicamente
complementarios, quedó en la nada: el intercambio comercial
actual entre los
dos Estados es mínimo.
El hecho de base fue que el gobierno argentino se había
doblegado
absolutamente a los dictados de los intereses judíos, y
a través de esa vía,
comenzó a cumplir la orden de acoso a Irán con celeridad
y exceso.
Actualmente, el gobierno argentino aprisionado por la comunidad
judía
residente en la Argentina, está desarrollando una campaña
antiiraní que
podríamos definir como histérica e irracional, al
mismo tiempo.
A partir de una hipótesis "antiterrorista"
que parece elaborada por cretinos
y para cretinos, carente de toda coherencia, carente sobre todo
de testigos
fiables y de móviles racionales, la Argentina neo-bananera
está hoy en la
vanguardia de la lucha de Occidente contra el demoníaco
mundo musulmán.
Un aspecto especialmente grave de la hipótesis antiterrorista
adoptada e
instalada en el origen del "conflicto" Argentina-Irán
-que no es un
conflicto original, sino derivado- es que ella hace tabula rasa
con
importantes conclusiones técnicas y jurídicas elaboradas
y difundidas por la
Suprema Corte de Justicia de la República Argentina, que
es el máximo
organismo del Poder Judicial de ese país. El desarrollo
de esa hipótesis
antiterrorista, en este caso concreto, implica realizar un previo
descuartizamiento de los poderes públicos del devenido
pseudo Estado
neobananero, socio junior de la OTAN.
El tratamiento que el mundo judeo-cristiano le ha dado a los atentados
terroristas de Buenos Aires es el mismo que le otorga a los innumerables
atentados terroristas que jalonan el conflicto árabe israelí.
Los bombardeos
judíos al Líbano, por ejemplo, son definidos como
"acciones militares". Las
respuestas militares de la resistencia nacional libanesa son "actos
terroristas". No existe un sólo señalamiento
que indique el origen de los
atentados que se producen en numerosos países árabes,
en Egipto y en Líbano,
particularmente, excepto que ellos son el producto del "terrorismo
islámico": fantasma genérico detrás
del cual estaría siempre el omnipotente
y omnipresente Estado Iraní. Ni el Estado ni las organizaciones
militantes
judías han cometido jamás ningún acto de
terrorismo. Es más: por definición
no existiría un terrorismo judío, stricto sensu.
En este mismo espacio ideológico las matanzas argelinas
son acciones del
"terrorismo islámico" (26). El asesinato de Rabin,
el crimen justiciero de
Goldstein y otros cientos de atentados producidos dentro de las
fronteras
del sacrosanto Estado de Israel siempre fueron el producto, naturalmente,
de
"locuras individuales". Y, por supuesto, está
penalizado judicialmente
cualquier intento de relacionar al fundamentalismo judío,
que es
inexistente, según los cánones occidentales actuales,
con los atentados de
Buenos Aires (27).
Lo único cierto es que, en la escala del Oriente Medio
y del Asia Central,
se está acelerando un proceso militar y estratégico
orientado a cercar -para
luego eliminar- a la República Islámica de Irán.
Se está buscando
aceleradamente una "tierra de paso" para los ejércitos
de "Occidente" que
tendrán que luchar contra el "oscurantismo persa",
ahora en este primer
conflicto intercivilizaciones contra el "no Occidente".
Alguien, muy pronto,
reivindicará la función histórica de la "democracia
griega" contra las
"dictaduras orientales"; es probable que se busque la
reedición de la
victoria de los atenienses sobre los persas en Salamina (449 adc).
Pero en ese momento otros deberán recordar a Jenofonte,
quien en su
Anábasis, nos habla de los "10.000 inmortales",
que no eran más que
mercenarios griegos, arqueros de asalto, montados y con alta movilidad,
es
decir, combatientes provistos de una táctica en ese entonces
revolucionaria.
La religión de los "10.000 inmortales" estaba
articulada en torno a las
revelaciones de Zaratustra, que en definitiva fundamentaban una
moral social
basada en la equidad, en la sinceridad y en la radical diferenciación
entre
el bien y el mal. Como diría Nietzsche, un germano "irracional",
fáustico y
antiiluminista, las revelaciones de Zaratustra están en
las antípodas del
decadente relativismo moral occidental actual. Ciro II (559/529)
afianza su
hegemonía sobre todo el territorio persa, somete a las
ciudades griegas de
Asia Menor y anexiona el norte de la India; funda, en términos
de Toynbee,
el primer "imperio universal" de la historia, pero es
especialmente
recordado por haber autorizado el retorno de los judíos
a Palestina. En el
Libro de Esdras se relata ese retorno, y el tipo de relaciones
excepcionales
que se habían establecido entre el judaísmo exiliado
en Babilonia y el
Imperio Persa.
Argentina e Israel
La no existencia de salidas a la hipótesis suministrada
por los grupos
operacionales norteamericanos e israelíes, sumada a la
actitud
beligerantemente antigubernamental que desde un comienzo asumen
las
instituciones sionistas/judías de la Argentina ("falta
de seguridad"),
determinan que la única política de futuro para
esas organizaciones sea
aumentar su capacidad de penetración en las instituciones
representativas
del Estado argentino, especialmente en la comunidad de los servicios
de
inteligencia. Hacia ellos se orienta la artillería de grueso
calibre: allí
están los "nazis" que sabotean el desarrollo
"normal de la investigación".
Allí están los responsables que impiden que se verifique
gloriosamente, a la
manera de los "happy end" hollywoodianos, la brillante
hipótesis de
conflicto suministrado por las inteligencias norteamericana e
israelí.
La sociedad argentina en su conjunto entendió que el atentado
fue "una
cuestión interna de los judíos". Lo que los
judíos llaman el "antisemitismo
de la sociedad argentina" es en verdad su aún fuerte
identidad de país joven
y su identificación con un proyecto nacional aún
indefinido, pero intuido y
deseado con fervor.
Incluso una continuidad organizada de "operaciones psicológicas"
buscaron
incriminar al Ejército -ya balbuceante y en avanzado proceso
de
desaparición- en esta grave coyuntura nacional. Surgieron
una serie de
represalias por haber sido una de las pocas voces institucionales
que
inicialmente (sólo inicialmente) se levantó con
dignidad en ese país,
censurando la presencia de la "Task Force" israelí.
Esas represalias
constituyen señales manifiestas de la dirección
que toma la confrontación
entre la dirigencia sionista y la sociedad argentina.
Naturalmente, la actual estructura ideológica del llamado
"Ejército
Argentino" no resistió los embates de las organizaciones
judías. Cedió, como
es su costumbre, en toda la línea, incluso en el campo
de la "producción
doctrinaria", que hoy está en manos de un intelectual
judío de bajo nivel
académico y sin ninguna experiencia positiva en el campo
del pensamiento
militar.
La globalización de los conflictos es uno de los elementos
fundacionales de
la actual etapa del sistema internacional. Es evidente que la
lucha contra
las tendencias globalizadoras en defensa de la autonomía
nacional es una
estrategia que no debe quedar limitada al campo económico-financiero.
En ese sentido, la hipótesis es que el origen de los atentados
es exterior
respecto de la Argentina y está localizado no tanto en
el llamado conflicto
del Medio Oriente. El origen de los atentados está localizado
más bien en
los esfuerzos globalizantes que se realizan desde el Oriente Medio
hacia el
Asia Central a fin de extender un conflicto mundial intercivilizaciones:
una
futura guerra mundial.
El nacional-judaísmo y el social-sionismo son la expresión
de un mismo
proyecto globalizante (como objetivo final) pero están
profundamente
diferenciados entre sí por una concepción antagónica
respecto de la
metodología a implementar para su consecución. El
proyecto social-sionista
fue claramente expresado por el propio Shimon Perez en un famoso
libro
editado en momentos en que promediaba el desarrollo del llamado
"Plan de
Paz". El Estado de Israel debería crear un espacio
geopolítico sin
conflictos en Oriente Medio, y ponerse a la cabeza de un "mercado
común"
regional dentro del cual sus instituciones actuarían de
"vanguardia
tecnológica y económica". El proyecto social-sionista
exigía y presuponía un
"espacio de paz" bajo el control judío, pero
con cierta participación
marginal de Estados y comunidades árabes.
El proyecto nacional-judío actualmente vigente pretende
consolidar un
"espacio pacificado" bajo control israelí siguiendo
el "modelo" de los
actuales campos de concentración en donde hoy viven los
palestinos en
Palestina. La expulsión de las poblaciones "árabes"
del Eretz Israel es
absolutamente vital y prioritario, y para ello se deben emplear
medios
militares. Quedaría así constituido un espacio económico
en el cual las
poblaciones originarias estarían totalmente excluidas de
todo tipo de
decisiones, un espacio verticalmente jerarquizado en lo político,
lo racial
y lo tecnológico.
La lucha entre esas dos concepciones, que tiene un vital componente
religioso, es la que origina todos los conflictos violentos que
estallan
dentro del espacio judío. La confrontación de ambas
concepciones será un
hecho decisivo y posiblemente fatal para la continuidad histórica
del Estado
de Israel, según la visión social-sionista originaria,
y según, asimismo, la
visión religiosa tradicionalista, opuesta desde siempre
a los proyectos
terrenales del sionismo.
Tomando como hilo conductor la historia del Estado de Israel desde
su
fundación hasta nuestros días, vimos cómo
el proyecto de globalización se
complicó más en una crisis interior que en una crisis
fronteriza; y vimos
cómo ambas envuelven a ese Estado, provocándole,
entre otras cosas, un
decrecimiento demográfico nunca registrado hasta estos
momentos (paliado
provisoriamente por los inmigrantes rusos y de otros países
del ex "campo
socialista", que se han convertido en los peores verdugos
del pueblo
palestino).
En contra de que el grupo autor del atentado sea musulmán
concurrieron desde
un comienzo una serie de evidencias (28). La fuente originaria
de la que
surge la "reivindicación" del atentado (pocas
horas después de producirse)
es la delegación del Mossad en Buenos Aires, quien identifica
a los
supuestos autores del hecho señalando a una organización
islámica
absolutamente desconocida, y calificándola como una escisión
del Partido de
Dios. Hezbollah es un grupo ligado a Irán y a Siria en
el plano regional,
cuyo gobierno negó terminante, a las pocas horas de producida
la explosión,
toda participación en el hecho. La propia organización
y los servicios de
seguridad del gobierno libanés negaron también la
autoría, fabricada por una
fracción del Mossad, que es la que "asesora"
al gobierno argentino. Asimismo
es sabido que históricamente existieron muchas "escisiones"
en el mundo
árabe/musulmán, en especial en la "zona de
seguridad" del Sur del Líbano
(bajo control israelí), casi todas ellas manipuladas por
el propio Mossad
(29).
En favor de que el grupo autor del atentado esté relacionado
con el Estado
de Israel, con los grupos judíos nacionalistas que en ese
momento estaban
pujando para modificar drásticamente los fundamentos ideológicos
de ese
Estado, concurrió la circunstancia de que los conflictos
internos dentro del
Estado judío se agravan de día en día en
función de una "guerra" entre
"fundamentalistas" y "social-sionistas". La
frontera que separa a los bandos
en conflicto es muchas veces indefinida, pero penetra profundamente
en todos
los aparatos de seguridad del Estado judío. En este sentido,
el gobierno de
Rabin se encontró incapacitado para oponerse a las maniobras
de cualquiera
de la facciones, ya que la denuncia de esa fractura perjudicaría
de manera
irreversible al judaísmo en su totalidad. Finalmente cae
asesinado por otro
judío, hecho que convierte la mencionada fractura en un
cisma infranqueable:
entre los judíos entre sí y entre éstos y
el "mundo gentil".
Cuando se resquebrajó definitivamente aquella vieja forma
de "gobierno
mundial" llamada bipolaridad, basada en la "capacidad
de destrucción mutua
asegurada", el conflicto se diluye en una vasta gama de conflictos,
y la
capacidad que anteriormente existía para detectar al "enemigo"
se convierte
súbitamente en una herramienta inservible. La multiplicidad
de conflictos es
el hecho relevante. La inexistencia de sujetos históricos
definidos mantiene
indefinida la naturaleza del conflicto.
En el momento en que los estrategas occidentales, israelíes
incluidos,
comienzan a percibir no la "desaparición" del
"enemigo", sino su
re-encarnación en una cantidad muy grande de conflictos,
en ese punto el
enemigo comienza a ser el propio conflicto. Y la gran dificultad
con que se
tropieza es que no existe el instrumental intelectual adecuado
para
resolverlos porque son de naturaleza distinta a los anteriores.
Durante la
etapa bipolar, por ejemplo, los conflictos internos dentro del
Estado de
Israel, nunca se manifestaron con el grado de violencia (política,
militar,
territorial y religiosa) que tienen en la actualidad. En ese entonces
existía un enemigo externo perfectamente definible.
La caída de la bipolaridad hace que el principal conflicto
que debe
enfrentar el Estado de Israel sea de naturaleza interior. Ese
conflicto debe
leerse no sólo en clave política, territorial, militar
y estratégica, sino
especialmente en clave teológica: la construcción
del Israel bíblico es la
aspiración básica de importantes grupos de poder
dentro de ese Estado con
vocación teocrática que había sido gobernado,
la mayor parte del tiempo, por
laicos. De allí surge la enorme fuerza que tiene, entre
otros, el movimiento
de los colonos judíos de las zonas ocupadas: los verdaderos
dinamitadores
del "proceso de paz" palestino-israelí.
Los colonos han conformado un ejército paralelo que recibe
pleno apoyo y
cobertura de las fuerzas armadas y de los servicios de seguridad
israelíes,
y de la casi totalidad de los aparatos del Estado Judío.
Pero el poder de
los colonos -entendidos como parte visible de un enorme iceberg
anclado en
profundidad dentro de la sociedad y del Estado de Israel- no nace
sólo de la
boca de sus fusiles, sino de su interpretación fundamentalista
del judaísmo.
Este ejército paralelo, esta situación irreversible
es el principal
desestabilizador regional y el insuperable, aunque no el único
obstáculo del
"proceso de paz" en el Medio Oriente. El movimiento
colono-fundamentalista
está además articulado alrededor de varios partidos
y grupos, la mayoría de
los cuales, o escapan al control de los aparatos de Estado israelíes,
y/o
mantienen relativa hegemonía sobre ellos.
En muchas partes del mundo las distintas formas de guerras no
sólo han
retornado a sus viejos moldes nacionales: se manifiestan a través
de
conflictos internos que la bipolaridad había postergado.
El conflicto
territorial ha reemplazado totalmente al conflicto "ideológico".
Y en la
mayoría de los casos la cobertura cultural de los conflictos
civiles-territoriales es de raíz religiosa. Esta mutación
es particularmente
evidente en Oriente Medio, donde algunas organizaciones palestinas,
como la
OLP, han trocado asimilación ideológica (e, incluso,
cultural) por
asentamientos territoriales (auténticos Gulags rodeados
de enemigos armados)
que pretenden adoptar la forma de Estado. Ante esa asimilación
de las
organizaciones árabes laicas (que encuentran cada vez mayor
similitud con
partidos socialdemócratas pertenecientes a Estados hasta
ayer enemigos de
Palestina), surgen con vigor los movimientos musulmanes identitarios,
que en
Occidente se denominan "fundamentalismo islámico",
con el obvio sentido de
minusvalorizarlos.
Las organizaciones judías internacionales (con un centro
director que es el
eje israelí-norteamericano -que funciona con la metodología
del ex PCUS- y
delegaciones dependientes) coexistió y sobrevivió
a la guerra fría. Su
objetivo principal, la supervivencia nacional del Estado de Israel,
lo logró
a través de tres movimientos simultáneos: participando
activamente en la
guerra fría contra el enemigo comunista a través
de guerras de baja
intensidad en distintas partes del mundo; imponiéndose
en guerras
convencionales dentro de la propia región, y articulando
la actividad de las
"delegaciones nacionales" con el objeto de que ellas
se constituyan en
organizaciones subalternas y disciplinadas de un gran ejército
al servicio
de la supervivencia del Estado judío.
La supervivencia del Estado de Israel hubiese sido un hecho imposibe
e
impensable sin la activísima participación que han
tenido, desde la
fundación de ese Estado en 1948, las principales delegaciones
"nacionales"
del sionismo internacional. Cuanto más importante era la
comunidad judía
inmigrante (o de origen inmigrante) instalada en un país
determinado, tanto
mayor era la importancia militar que el sionismo le adjudicaba
a esa
delegación/destacamento. Es dentro de esta lógica
inexorable que muchas
personas de origen judío pero que no se manifiestan como
judíos, quedan
prisioneras de un proyecto que le es ajeno en la mayoría
de los casos,
individualmente considerados. Son las organizaciones "delegadas"
designadas
por el judeo-sionismo las que lo representan institucionalmente.
Así, las
comunidades judías juegan un papel militar y paramilitar
de primera magnitud
en todos y en cada uno de los combates entablados por el Estado
judío contra
sus enemigos regionales (mundo árabe-musulmán),
contra sus enemigos globales
(ex URSS) y, ahora, en el conflicto civil interior.
La "conexión española" y la historia argentina
Tiene poco que ver con la condena a los supervivientes de la dictadura
militar argentina. Esa conexión tiene un texto y un contexto
bien distintos.
Como lo demostró la periodista argentina Gabriela Cerruti,
quien publicó una
extensa conversación con el ex oficial de la marina argentina
Alfredo Astiz.
Esa conversación transformada en "reportaje"
es importante por las
ingerencias que pretenden realizar algunas fuerzas políticas
españolas, que
aspiran a intervenir, nada menos, que en la historia de la Argentina,
cuando
ellas mismas no tienen para nada claro cuál fue la historia
de la propia
España.
Cabe destacar que la periodista Gabriela Cerruti es un miembro
destacado del
mal llamado movimiento de los "derechos humanos", que
de manera sistemática
compara la Argentina de los años 70 con el "Holocausto
nazi". En relación
con el "arrepentimiento" del capitán Scilingo
y su "milagrosa" puesta en
libertad por el juez Garzón, el mal llamado movimiento
de los "derechos
humanos" en la Argentina trata de crear un clima internacional
orientado a
demostrar que en la Argentina de los años 70 existió
un "Holocausto
sudamericano". De allí se derivaría que la
"mano de obra desocupada" de la
época de la guerra sucia se ha convertido ahora en fuerza
de choque
antisemita en la Argentina. Esto fue incluso señalado en
los últimos días
por la prensa francesa, que recordó que el gobierno de
París le solicitó al
gobierno argentino una "declaración de responsabilidad
del Estado", similar
a la pronunciada "por el presidente Jacques Chirac sobre
la entrega de
75.000 judíos a los campos de exterminio nazi por parte
del régimen de
Vichy" (30).
Personalmente creo que lo dicho por Astiz no fueron "declaraciones
periodísticas" propiamente dichas, sino fragmentos
de una conversación
informal publicados sin su consentimiento. Por lo tanto, el análisis
no
puede derivar hacia un inexistente complot militar actual, lo
que sería
ridículo por definición, dada la anemia operativa
del aparato militar. Es
más bien una maniobra del núcleo judío que
controla y financia el movimiento
de los "derechos humanos" en la Argentina (recordemos
que estamos hablando
de "humanistas" que nunca condenaron la política
de Israel sobre Palestina,
pero que sin embargo viajan a la Jerusalén ocupada con
una periodicidad
inquietante). Ese grupo tiene por misión prioritaria "demostrar"
que los dos
atentados de Buenos Aires no fueron acciones intrajudías.
Yo no necesito gastar ni un miligramo de tinta para demostrar
mis
diferencias con Astiz. Fui uno de los actores de las "fuerzas
irregulares"
que en los años 70 contribuimos a desolar a la Argentina;
por lo tanto
estuve y estoy enfrentado con hombres como Astiz. Por ello mismo
sostengo
que es absolutamente vital, hoy más que nunca, poner en
claro los
principales ejes por los cuales discurrió el segmento de
la historia de la
Argentina que hoy pretende ser utilizado por el complot judío
que opera
desde España y otros países en contra de los verdaderos
intereses del pueblo
argentino.
La "guerra sucia" en la Argentina (31)
Guerras revolucionarias y guerras contrarrevolucionarias:
del mundo bipolar al mundo apolar.
La larga vigencia de la bipolaridad produjo un profundo
impacto paralizante
sobre una superficie muy amplia y diversificada de procesos revolucionarios
que se desarrollaron en puntos muy alejados entre sí dentro
del mundo
excluido. La negatividad de ese impacto consistió en el
hecho de que fue
imposible evitar trasladar a cada proceso nacional específico
y diferenciado
una dicotomía global que excluía y satanizaba, simultánea
y respectivamente,
a sectores sociales y grupos culturales e institucionales cuyos
intereses
originales en el interior de cada nación no eran necesariamente
opuestos.
Las oposiciones irreductibles e irreconciliables surgían
no del conflicto
interior en sí; no del contexto nacional específico,
sino de la inserción de
esos conflictos en un marco más amplio, que era la confrontación
bipolar.
Fueron las consecuencias de esa inserción, y no la naturaleza
específica del
conflicto nacionalmente localizado, lo que hizo que diferentes
sectores
sociales, diferentes franjas culturales y religiosas asumieran
posiciones
antagónicas entre sí, dentro de una dialéctica
destructiva y autodestructiva
que sólo pudo existir en un ambiente ideológico
de confrontación global
determinado por la guerra fría.
Así, los conflictos sociales y militares que se agitaban
dentro de cada
sociedad nacional, todos ellos encorsetados por la bipolaridad
(que fue un
proceso totalizador abarcante desde lo estratégico hasta
lo teológico) se
transformaban en dicotomías interiores insuperables que,
finalmente,
condujeron a todas las alternativas de cambio, inexorablemente
a todas,
hacia un callejón sin salida. El fracaso de las guerras
revolucionarias
selló un destino catastrófico -dada la mortal mimetización
con el enemigo-
para las guerras contrarrevolucionarias "victoriosas".
El mundo
contemporáneo, dominado por el "derecho a la ingerencia",
es el fiel testigo
de la muerte de ambas concepciones.
La catástrofe se originó a partir de la aceptación
universal del falso hecho
de que en esas sociedades el enfrentamiento se debía plantear
como un
conflicto básico entre sociedad ("revolución")
y Estado
("contrarrevolución"). Ese es el punto de inflexión
que hoy puede ser visto
como el principal factor inviabilizador de todos los procesos
de cambio que
podemos registrar en todas las regiones de la periferia excluida
durante las
últimas décadas.
Se llegó al absurdo de que la totalidad de los contendientes
aceptaran la
inexorabilidad de que los presupuestos de la guerra revolucionaria
estaban
basados en una lucha contra el Estado, realizada desde un "foco",
desde un
"ejército irregular" o desde un proceso insurreccional
"de masas".
Inversamente, la óptica correlativa pero inversa, dio por
supuesto el hecho
de que el Estado era el Alcázar de la guerra contrarrevolucionaria;
es
decir, que se llegó a aceptar como natural la mortal patología
de que el
enemigo estaba "en" la sociedad.
La conjunción de ambas aberraciones conceptuales eliminó
de raíz la
posibilidad de conocer las contradicciones existentes entre cada
"Estado
contrarrevolucionario" y la estrategia global confrontativa
del "mundo
occidental" contra el "comunismo soviético".
Fue así que ese Estado llegó a
convertirse -por aceptación y autoaceptación- en
el instrumento principal de
"ese" mundo en confrontación global con el "otro"
mundo.
Cada uno y todos los movimientos revolucionarios en el no Occidente,
o en la
periferia de Occidente, debieron aceptar contenidos filosóficos
provistos
por el "otro" mundo, que no estaban en absoluto en su
naturaleza original.
La mayoría de las veces debieron presentarse como "universalistas"
(en
oposición a los "nacionalismos históricos")
y como laicos o ateos, en
oposición, casi siempre forzada por motivos ideológicos
ilegítimos, a una
religiosidad popular y a una reflexión teológica
que, por ello, finalmente,
jugaron en favor del Estado-Alcázar.
Naturaleza de las "nuevas agresiones"
Dentro de un entorno internacional donde predomina la certidumbre
de que en
el futuro las relaciones en ese plano estarán signadas
por un empleo
creciente de la fuerza militar Argentina sufre un nuevo tipo de
agresión
exterior simbolizada en el atentado terrorista judío del
18 de julio de
1994.
Estamos hablando no de agresiones "ideológicas"
sino de acciones militares
que se cobran un alto número de víctimas argentinas
dentro del territorio
argentino realizadas por fuerzas de origen no argentino.
Cada día que pasa cobra más entidad el supuesto
por el cual ese tipo de
agresiones proviene no de "grupos terroristas" descontrolados
sino de
organismos de inteligencia adscriptos a Estados -o a fracciones
de esos
Estados- con los cuales el gobierno argentino actual dice estar
en situación
de "alianza o sociedad estratégica".
Súbitamente, como obedeciendo a un plan previamente elaborado
surgió una
patética galería de perversas acusaciones y falsas
exculpaciones. En la
práctica todo terminó más oscuro que antes.
Ahora no sólo muchas más
personas son conscientes de que desde hace dos décadas
están viviendo una
historia de pesadillas, también intuyen que se están
ensayando explicaciones
deliberadamente superficiales. Un falso y no deseado sentimiento
de culpa
trata de sustituir al análisis histórico riguroso
y responsable.
Hemos visto por todos los medios de comunicación a los
prototipos de todos
los personajes imaginables, desde un ex sargento de la Policía
Federal con
figura de rata de albañal, hasta comandantes de instituciones
militares que
se sienten obligados, por lo que ellos definen como una cuestión
elemental
de supervivencia institucional, a defender a un sistema político
que tiene
como uno de sus objetivos principales la destrucción de
las propias
instituciones militares. Hemos visto a representantes de "organizaciones
de
derechos humanos" que, a voz en cuello, juraron que jamás
perdonarán, con lo
que pretenden negarle al conjunto de la sociedad argentina cualquier
salida
política razonable. Hemos visto a ex militares arrepentidos
que hablan no de
procesos históricos sino de culpas personales, reales o
ficticias. Hemos
visto a dirigentes de las "fuerzas irregulares" de aquellas
épocas, unos
impulsando descaradamente una intención de voto en favor
del gobierno, otros
haciendo un llamamiento, nada menos que a las Naciones Unidas,
instándolas a
mandar una comisión investigadora con capacidad de expedirse
sobre problemas
internos, no ya de la actualidad argentina sino de la historia
argentina.
Hemos visto todo lo esperpéntico, lo absurdo y lo oportunista
que es posible
imaginar. Lo que no hemos visto por ningún lado es la verdad.
Es decir, la
voluntad firme y sostenida de organizar un relato sobre la secuencia
lógica
que va de lo autobiográfico hasta nuestros proyectos de
futuro.
Lo primero es clarificar la posición personal de cada uno
durante aquellos
momentos dramáticos. Argentina necesita de autobiografías,
como nunca en su
historia. La autobiografía tiene que ser el punto de partida
de cualquier
opinión y análisis no sólo competente, sino
además creíble. A partir de la
autobiografía -que de una vez por todas debe sustituir
a la "ficha" personal
archivada en los "servicios"- podemos entrar, recién,
en el segundo momento,
en el análisis histórico propiamente dicho, tomando
como marco un período
más amplio que los propios hechos directamente relacionados
con las
consecuencias del golpe de Estado de 1976. Es necesario estudiar,
como
mínimo, la etapa inmediatamente anterior y la inmediatamente
posterior a ese
hecho. De otra manera quedan ocultas otras aberraciones, como
la derrota de
Malvinas originada en defecciones y traiciones internas, y no
en la supuesta
"superioridad tecnológica del enemigo".
Vuelven a plantearse los grandes interrogantes a que los militantes
de mi
generación aún no han respondido. ¿Estaba
justificada la decisión de iniciar
una lucha armada? ¿Cuál fue el motivo por el cual
esa lucha apuntó
esencialmente a las fuerzas armadas y no a los núcleos
del poder político y
económico? ¿Por qué la lucha armada devino
en formas aberrantes de
terrorismo? Yo desarrollo alguna de estas cuestiones en uno de
mis libros
(Nación y Revolución, Argentina: Los años
setenta, Ed. Puntosur, Buenos
Aires 1988):
"La política insurreccional no pudo acercarse, no
pudo ver jamás donde
estaba el centro de gravedad del sistema de poder del oponente".
Su terrorismo orientado hacia las fuerzas armadas establecidas
-que
constituían parte de la periferia del sistema interior
de poder- determinó
que:
"Las acciones de la guerrilla no sólo no desarticulan
el sistema de poder
existente: lo dejan intacto".
Sin duda alguna muchos se beneficiaron
con esta metodología del
comportamiento político-militar, que hoy puede ser perfectamente
analizada
tanto en sus componentes internos cuanto externos. La misma fue
utilizada,
posteriormente, aunque en forma simétricamente opuesta,
por las fuerzas
contrainsurreccionales, entre ellas la Iglesia institucional.
Dos doctrinas
militares fueron simétricamente "importadas"
sin que mediara ningún tipo de
procesamiento interior: la "insurreccional" y la "contrainsurreccional".
Guerra revolucionaria, fuerzas armadas e Iglesia.
La "teología de la eliminación": una relación
centro-periferia
Durante la etapa bipolar, la teología elaborada por
las Iglesias
Universales, en especial la Católica Romana desde el reinado
del polaco
Woityla, fue proyectada hacia la periferia del "mundo excluido".
Ello
produjo un incremento en el grado de perversión del comportamiento
político
y social de la "clase eclesiástica", directora
del catolicismo institucional
argentino.
Esa "teología proyectada" del Centro hacia la
Periferia del sistema se
transformó en un pensamiento anticristiano en dos dimensiones
fundamentales:
en lo que respecta a las relaciones del hombre con Dios y en lo
que respecta
a las relaciones con el prójimo.
En el caso argentino la "proyección teológica"
-enmarcada en la doble
circunstancia de la guerra fría y de una profunda corrupción
dentro del
Estado Vaticano- originó una situación tal vez única
en la Historia: la
justificación de que había un 'Untermensch' a destruir,
el "subversivo", y
que él está ubicado en el interior de la sociedad
nacional.
Las "desapariciones" no hubiesen sido posibles sin la
preeminencia de una
teología -que actuaba bajo la forma de ideología
de una Iglesia Universal
inmersa en una confrontación a vida o muerte con la otra
mitad del mundo. En
la Argentina del siglo XIX se habían sucedido muchas guerras
civiles. En
ellas se cometieron actos de salvajismo por ambos bandos (el de
los
"civilizados" y el de los "bárbaros")
pero eran actos donde se producían
muertes, no desapariciones.
La desaparición -esto es, empujar a un connacional vivo
desde un avión en
vuelo para que su cuerpo se desintegre al chocar contra la superficie
del
agua- sólo puede ser explicada a partir de una teología
central/universal
aplicada en la periferia y fundamentada en una confrontación
global, dentro
de un mundo bipolar. Se violaron todas las Leyes de la Guerra
sólo porque
había un sostén teológico que permitía
esa operación esencialmente inmoral.
Se había traicionado, profunda e irrevocablemente, el deber
del hombre hacia
Dios y la concepción de la responsabilidad hacia su prójimo.
A mi modo de ver una autoubicación biográfica dentro
de un proceso histórico
que es relativamente reciente resulta un punto de partida insoslayable.
Sólo
a partir de él, creo, nuestras opiniones y nuestros actos
del presente -y no
sólo nuestro juicio histórico- pueden cobrar sentido.
En lo personal inicié esa autobiografía, de una
manera aún muy parcial, en
un libro ya citado fechado en febrero de 1987 y editado en 1988
(Estado y
Revolución. Argentina: los años setenta, Ed. Puntosur,
Buenos Aires, 1988)
Trataré de sintetizarlo. En 1973 -para tomar un año
simbólico- yo tenía
exactamente 30 años y una docena de libros publicados.
Es decir, era un
lustro mayor que la mayoría de los militantes y tenía
un cierto prestigio
personal y un cierto conocimiento del mundo. En ese sentido, si
bien no
puedo decir que fui integrante o dirigente de una u otra organización
revolucionaria, sino "consultor" de varias de ellas,
tenía mayores
conocimientos y, por lo tanto, mayor responsabilidad moral (limitada,
porque
tampoco tuve una gran capacidad decisional).
Recordemos que entre el Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP) y
Montoneros se movían, con mucha contundencia, un amplio
espectro de
organizaciones menores. Cuando se produjo la fractura del ERP,
hacia 1973,
las conducciones de algunas de esas organizaciones adoptan una
serie de
trabajos teóricos míos -algunos de los cuales fueron
publicados, sin firma,
en la Revista Liberación. Tanto ellos como mucha otra gente
en este país
sabían algunas cosas básicas sobre mí: mi
relación con la Revolución
Peruana, mis contactos con Moscú, mis frecuentes visitas
a Madrid para
entrevistarme con el general Perón, y mis buenas relaciones
con un sector
muy importante de oficiales jóvenes del ejército
argentino y con algunos
hombres de la dirigencia de Montoneros.
Eran muchos los oficiales del ejército que estaban a favor
de un acuerdo con
las organizaciones armadas que se proclamaban peronistas y eran
muchos los
militantes del ERP que no comprendían el antiperonismo
-de origen
trotskista- de la cúpula de esa organización. De
esa crisis nacen nuevos
grupos con el propósito de virar hacia el peronismo, y
me proponen que actúe
como su representante en esa operación.
En síntesis -muy en síntesis- mi experiencia dentro
y fuera del país durante
esos años me permite afirmar que, con prolongada anterioridad
al golpe de
Estado de 1976, existía en las organizaciones armadas "irregulares"
la
voluntad, las doctrinas y una incipiente infraestructura para
plantear la
guerra, a la que se imaginaba -no podía ser de otra forma-
como guerra
civil. Generalmente no se menciona este hecho, y se pretende convertir
a
quien en vida fue un combatiente en una vulgar víctima.
El golpe militar de 1976 encuentra a las organizaciones armadas
irregulares
muy debilitadas. En alguna medida ya había sucedido lo
peor: Triple A y
Tucumán, Azul y Monte Chingolo. Las grandes derrotas militares
de la
guerrilla en la Argentina.
Es por ello que la represión militar propiamente dicha
destroza no tanto a
unas organizaciones armadas ya debilitadas, sino a la periferia
superviviente de los grupos armados. Automáticamente ella
arrastra a una
gran cantidad de auténticos inocentes. En esta etapa sí
aparece la figura
relevante de la víctima. Y sobre esta etapa, más
que sobre la anterior, se
estructuran la casi totalidad de las "organizaciones humanitarias".
En su
mayor parte ellas están dirigidas por familiares de víctimas
y no de
combatientes. Creo que hasta el momento nadie señaló
que las víctimas fueron
el subproducto necesario de un combate anterior.
Es obvio que a lo dicho anteriormente le faltan dos dimensiones
fundamentales: una mayor explicitación del marco histórico
real en que nos
movíamos y una clarificación respecto de los motivos
que animaron a parte de
una generación a lanzarse a la lucha armada.
Respecto del marco histórico concreto es necesario señalar
un punto básico.
Hasta 1975 existía una gran cantidad de canales de comunicación
entre los
principales actores. En las fuerzas armadas aún no se había
consolidado lo
que después fue una férrea voluntad antiinsurreccional.
En definitivo, creo que es vital para el análisis histórico
comprender que
durante un período muchas cosas pudieron ser muy distintas.
En lo que respecta a las motivaciones, lo que se produjo fue un
enfrentamiento entre una idea de justicia (socialismo) y una concepción
occidental-nacionalista que veía peligrar los llamados
valores
tradicionales. Lo trágico del caso es que ambas motivaciones,
en sus
expresiones de aquellos tiempos, estaban ya fuera de la historia.
No es para
nada arbitrario sostener que el triunfo del neoliberalismo globalizante
fue
la resultante inexorable de aquellos acontecimientos.
Las "buenas intenciones"
Argentina continúa viviendo dentro de una celda de engaños,
aun sabiendo,
como sabe, que todo engaño es autoengaño. Vive enmarañada
en una mezcla cada
vez más nauseabunda de pseudo ingenuidad y falsa astucia.
Aún no ha logrado
definir quién es el enemigo. Algunos siguen pensando que
el mundo entero es
el enemigo, y otros creen que el enemigo caerá en la trampa
si se le ofrece,
sin compromiso, el beso fraternal: intentan escapar del enemigo
con la vana
pretensión de engañarlo. Seguimos empeñados
en ver y en escribir la historia
de manera primitiva: como una lucha entre buenos y malos, entre
ángeles y
demonios. Según quién la escriba los roles se intercambian.
Tal vez en ese
primitivismo esté la causa de todos nuestros males.
Después de la "caída del muro" se ha convertido
en una tarea muy ardua, al
menos para mí, definir lo bueno de lo malo. Sin duda el
"socialismo real"
fue, en una medida sustancial, un gran engaño, que sólo
servía para definir
un falso punto de referencia.
Pero lo cierto es que todos -o casi todos- los grupos político-militares
de
Argentina y América Latina, durante varias décadas,
tenían como punto de
referencia algún proyecto socialista, ligeramente más
acá o ligeramente más
allá del "socialismo real". En todo caso gran
parte de los problemas
estratégicos, operativos y logísticos se resolvían
en La Habana, que copió
del socialismo real soviético hasta el último tornillo.
Hasta donde yo sé los soviéticos estaban muy poco
interesados en los
procesos insurreccionales de América Latina. Inicialmente
protegen al Che
Guevara, a través de los "servicios" de la República
Democrática Alemana,
hasta cierto punto. Luego el Partido Comunista Boliviano inicia
un desmarque
que fue seguido por otros Partidos y que llegó hasta el
final de la década
de los 70. Es muy sabido que la posición que llevaba a
Moscú la dirigencia
del PC argentino era decididamente antiinsurreccional.
En mi último viaje a Moscú -agosto de 1995- mantuve
una larga reunión con
Mario Monge, quien vive allí "exiliado" desde
los sucesos del "Che". Mario
Monge era el secretario general del PCB en el momento en que,
sorpresivamente, el Che aterriza en Bolivia y le solicita apoyo
para
desarrollar un foco. Su visión retrospectiva del proceso
revolucionario
latinoamericano, como "hombre de Moscú", es altamente
ilustrativa.
Al mismo tiempo, en los dos grandes servicios de inteligencia
soviéticos -el
GRU y la KGB-, pero especialmente en el primero de ellos, se abrió
camino la
idea de las ventajas estratégicas que ofrecían los
proyectos de cooperación
militar con algunos ejércitos de la región, partiendo
de la experiencia
peruana. En lo personal tuve mucho que ver con este proceso, ya
que mis
libros sobre la revolución peruana (la del general Juan
Velazco Alvarado,
iniciada en 1968) y otros análisis militares regionales
eran material de
consulta obligatoria en todos los centros decisionales de Moscú,
civiles y
militares, políticos y académicos. Desde hace casi
tres décadas, los que
fabrican "inteligencia" en la Argentina me acusan de
haber sido "agente de
la KGB", cuando en rigor de verdad mis relaciones con Moscú
estaban mucho
más consolidadas con el "aparato" militar que
con la inteligencia "interior"
soviética.
Lo que podríamos llamar el "modelo soviético"
de acercamiento organizativo y
tecnológico con algunos ejércitos de la región,
que se consolida a partir de
la experiencia peruana, de la que fui protagonista, no estaba
fundamentado
en ninguna concepción del mundo generosa o altruista, sino
en la
imposibilidad militar de proyectar poder hacia una región
tan alejada.
Sigue siendo un misterio para mí por qué la Inteligencia
cubana y, en
especial, el Departamento de América del CC del PCC de
aquellos años,
rechaza tajantemente la opción soviética -la de
la cooperación militar, allí
donde fuese posible- con los ejércitos establecidos de
América Latina.
En rigor de verdad los cubanos tenían cierta capacidad
para proyectar poder
militar sobre la región, pero siempre que se tratara de
conflictos de baja
intensidad. Mantuvieron esa capacidad hasta hace relativamente
poco tiempo
con sus dos últimos grandes fracasos: la experiencia del
M19 colombiano y el
apoyo logístico al MIR chileno.
El aventurerismo del Departamento de América -nos referimos
a su vieja
estructura y no a la actual- se proyecta en el tiempo mucho más
allá de la
sangrienta aventura foquista. Recuerdo que durante mi último
viaje a la
Isla, en 1990, cuando ya los rigores del derrumbe soviético
se sentían con
mucha fuerza en La Habana, fue el propio comandante Piñeiro
("Barbarroja")
quien me impulsó a estrechar vínculos, en la Argentina,
con el coronel
Seineldín, jefe de los "carapintadas", quien
en ese momento gozaba de
prestigio en el CC del PCC, por su anterior actuación en
Panamá.
Tengo entendido que el alejamiento del comandante Piñeiro,
cuya barba ya no
era roja, como en los viejos tiempos, sino totalmente blanca,
produjo una
profunda reestructuración de ese famoso Departamento y,
afortunadamente, una
revisión profunda de metodologías. Ello nos alivia,
porque en estos momentos
sólo una sistemática revalorización de la
memoria histórica de los
argentinos puede restaurar las heridas que en el pasado inmediato
asolaron a
su sociedad. En esta reflexión no pueden existir "santuarios".
Y,
desgraciadamente, el viejo Departamento de América debe
ser considerado como
un factor interior de la política y de la "guerra
civil" argentina de
aquellos años. Excluirlo de la reflexión significaría
excluir a uno de los
actores principales de nuestro drama nacional.
En rigor de verdad tanto las fuerzas armadas como la guerrilla
fueron
vulgares "actores de reparto"; segundones que aparecían
como fachada tras la
cual operaban intereses que, en uno y otro extremo del espectro
ideológico,
estaban en discordancia tanto con el interés nacional como
con las
necesidades reales de nuestro pueblo. Se trató de un espectáculo
no sólo
cruel sino también grotesco. Mientras los irregulares pretendíamos
imponer
por la fuerza un proyecto que no sólo estaba en crisis
sino ya herido de
muerte, los regulares, amparados en la enorme fuerza legitimatoria
del
Estado, defendieron -con una brutalidad de la que luego carecieron
en la
Guerra del Atlántico Sur- un modelo de dependencia, de
subordinación
nacional y de profunda injusticia social.
Finalmente ese modelo revierte en contra de las instituciones
militares
establecidas, ya que él le transfiere a esas instituciones
no sólo la
responsabilidad de lo ocurrido en el pasado sino la gravísima
culpa de la
indefensión del presente. El gran ganador, en definitiva,
fue el "sistema",
que logra autoperpetuarse tanto bajo la forma de una dictadura
como bajo la
forma de una "democracia".
Volviendo al rol jugado por el Departamento de América,
diremos que la
segunda percepción estratégica que incide en el
comportamiento internacional
cubano tenía relación con su asfixia geopolítica.
La posición insular de la
Revolución Cubana necesitaba desesperadamente ampliar el
espacio vital y,
como fuese posible, continentalizarse. Este es un hecho que no
puede ser
valorado -como diría el general Haushofer- desde un ángulo
moral sino desde
la lógica de las "leyes" que rigen los grandes
procesos históricos.
Lo grave es que esa justa estrategia de supervivencia se canalizó
a través
de políticas dominadas por el aventurerismo foquista. Predominó
la vigencia
cultural de un "modelo" que demostró ser exitoso
sólo en las muy especiales
circunstancias de la Cuba de fines de los años 50.
El aventurerismo foquista fue una estrategia excluyente, de una
naturaleza
cuasi teológica que tendía a aniquilar a qualquier
otra que se planteara
como alternativa. Se llegó incluso al absurdo de designar
o contratar a un
"filósofo" francés para escribir un folleto
espantoso en función del cual
murieron y mataron miles de jóvenes valerosos en América
Latina.
La iniciativa heroica generacional más importante de la
historia de la
región fue sepultada por una visión esperpéntica
de la idea de revolución.
Conclusiones
La tarea de instalar en Europa la idea del "Holocausto"
argentino es sólo un
eslabón, un tramo de una compleja operación de cobertura
organizada por los
servicios secretos del Estado de Israel. Esa operación
de cobertura ha sido
diseñada para ocultar a los verdaderos actores responsables
de los atentados
terroristas de Buenos Aires (1992-1994).Pero en todo caso esa
instalación es
esencial para derivar de ella -con una dosis aceptable de credibilidad-
falsos (inexistentes) responsables de ambos atentados terroristas.
Esos atentados terroristas fueron y son presentados ante la opinión
pública
mundial no como lo que realmente son: agresiones contra la seguridad
nacional de Argentina originadas en la crisis interior del Estado
y de la
sociedad judía. Son presentados ante el mundo -y ante la
propia sociedad
argentina- como atentados "antisemitas" realizados contra
la comunidad judía
residente en la Argentina. Lo que hace insostenible a esta argumentación,
entre otros factores, es que a pesar de los años transcurridos
no existe aún
-ni existirá en el futuro- ninguna prueba judicial que
avale -siquiera
remotamente- esta última presunción. Tampoco existe
ningún antecedente en la
historia de la política interior argentina que pueda servir
de marco
explicativo para desarrollar esa hipótesis. Excepto que
se pruebe que en la
Argentina existió un "Holocausto" durante la
época de la dictadura militar,
y que "mano de obra desocupada" originada en esa dictadura
se haya
contactado, misteriosamente, con el "fundamentalismo iraní"
para agredir a
la comunidad judía residente en la Argentina.
La instalación de la imagen del "Holocausto"
argentino ha sido concebida
precisamente para generar en la opinión pública
europea la convicción de que
en la Argentina de los años 70 existió un genocidio
con "30.000
desaparecidos". Cada cierto tiempo nuevos personajes entran
en la trama para
continuar desarrollando el complicado argumento de la confluencia
"carapintada-terrorismo iraní".
Desde un comienzo, nosotros hemos dicho que esos hechos terroristas
no
fueron atentados "antisemitas" sino algo muy distinto.
Fueron episodios,
momentos, de un largo conflicto intrajudío aún en
desarrollo. Dentro de él
se inscribe -entre otros- el asesinato del general Rabin. Por
lo tanto se
los debe analizar dentro de la historia reciente del Estado de
Israel (32),
y no a partir del conflicto árabe israelí ni, mucho
menos, dentro de la
historia política de la remota Argentina.
____________________________________________
1.- El Informe sobre la "guerra sucia" en la Argentina,
conocido
internacionalmente bajo el título de "Nunca Más",
documenta la existencia de
entre 8.000 y 9.000 "desaparecidos" en la Argentina,
por la acción del
terrorismo de Estado. Por lo tanto se podría considerar
razonablemente que
el total de muertos entre uno y otro bando no superaría
las 11.000 personas.
Sobre ese proceso véase mi libro: Subversión, contrasubversión
y disolución
del poder, CEAM, Buenos Aires, 1996. Al texto
2.- "Un ex policía de la provincia de Córdoba
(Argentina) denunció ante el
juez español Baltasar Garzón que la estructura represiva
de la dictadura
militar permanece intacta Los torturadores permanecen en cargos
altos
dentro de la policía, tienen mucho poder y ejercen notable
presión sobre los
partidos políticos"Denuncia de un ex policía
ante Garzón, La Nación del
14-12-97, Buenos Aires. Al texto
3.- "Declaró el periodista Salinas López ante
el juez Garzón", La Nación del
13-12-97. En Buenos Aires el diputado progresista Juan Pablo Cafiero
confirma esa misma línea de pensamiento, al señalar
"la convicción de que
todo el clima de impunidad que se vive en estos momentos (en la
Argentina)
tiene su base en estas dos leyes (La de Punto final y Obediencia
debida),
que posibilitaron que asesinos, torturadores y desaparecedores
hoy estén en
libertad (Ámbito Financiero, 07-1-98). Mencionando las
actividades del juez
Garzón, varios diputados del FREPASO destacaron que el
contexto
internacional es hoy el adecuado para iniciar el proceso de derogación
de
ambas leyes. Otro diputado "opositor", pero en este
caso del Partido
Radical, el judío Marcelo Stubrin, también se preocupa
por enganchar al
"Holocausto" sudamericano con el terrorismo posterior,
con el objeto de
"entender cómo se conecta el terrorismo internacional
con todos los
residuos del proceso (militar) que sobreviven en la Argentina
y que está al
servicio de ese tipo de delitos" (Ámbito financiero,
07-1-98). El diputado
Stubrin hizo estas declaraciones en Jerusalén, durante
el desarrollo de la
Quinta Conferencia Internacional de Ministros y Parlamentarios
Judíos. En
esa misma Conferencia también participó otro destacado
judío radicado en la
Argentina, nada menos que el propio ministro del Interior del
gobierno
menemista, Carlos Corach. El ministro judío Corach se entrevistó
en
Jerusalén con el presidente Weizman, con funcionarios del
ministerio de
Asuntos Exteriores y con responsables del Mossad. Finalmente declaró
que
Israel "podría haber hecho y puede hacer más
de lo que hizo" en relación con
los dos atentados de Buenos Aires. En ello coincidió con
otro destacado
dirigente judío, también radicado en la Argentina,
Oscar Hansman, actual
presidente de la AMIA, quien sostuvo: "Lamentablemente no
encuentro que el
tema de los atentados ocupe su lugar debido en la opinión
pública (israelí),
pero especialmente en la preocupación de los organismos
oficiales del Estado
de Israel" (Hansman a Clarín, en Jerusalén,
el 4 de enero de 1998). Al
texto
4.- "Por los ataques a la AMIA y a la Embajada, EE.UU. e
Israel señalaron a
Irán", La Nación del 14-12-97, Buenos Aires.
Al texto
5.- Sometida a fuertes presiones internas, pero sobre todo externas,
la
Corte Suprema de Justicia ha firmado una resolución afirmando
que existen
"indicios" para responsabilizar a Irán del atentado
contra la Embajada de
Israel. "El nuevo rumbo de la causa no estuvo al margen de
las presiones del
Gobierno (cipayo argentino), coaccionado a su vez por Israel y
Estados
Unidos" (Clarín, 20 de febrero de 1998, Buenos Aires).
Al texto
6.- Norberto Ceresole, Terrorismo fundamentalista judío,
Libertarias/Prodhufi, Madrid 1996. Y El nacional-judaísmo,
un mesianismo
pos-sionista, idem, Madrid, 1997. Al texto
7.- Existe asimismo una relación directa entre la crisis
final del
"socialismo real" y la política del Estado de
Israel, a partir de la
"recuperación" de los judíos del bloque
soviético. Sobre este tema véase:
Norberto Ceresole, La OTAN, Rusia y el Mundo Árabe, en
Amanecer, Nº 14, 3 de
octubre de 1997. Al texto
8.- Ver: Norberto Ceresole: Los atentados de Buenos Aires fueron
el producto
de la infiltración del terrorismo fundamentalista judío
en el servicio de
contraespionaje israelí Shin Beth, en Amanecer, Nº
13, 26 de septiembre de
1997. Es el Capítulo 1 de este libro. Al texto
9.- Muchas personas conocen el enorme poder de este lobby,
sobre el que,
además, existe mucha bibliografía. Pero muy pocos
lo han definido tan
acertadamente como lo ha hecho, el 3 de setiembre de 1996, en
una nota
aparecida en "El País" de Madrid, el escritor
israelí A.B.Yeshúa. Este
analista señala con mucha claridad que ese lobby no es
un instrumento de
política exterior norteamericana para actuar sobre Medio
Oriente, sino una
extensión de la política exterior israelí
para actuar sobre decisiones
estratégicas tomadas por los EE.UU. "Sé de
lo limitado de la influencia de
los EE.UU. sobre Israel debido al incomprensible y sutil poder
que han
conseguido alcanzar los judíos de EE.UU. en lo relativo
al tema de Israel,
en el Congreso, en el Senado y en todos los estamentos del Gobierno"
(p.13-14).
El semanario inglés The Economist del 29 de noviembre de
1997 (pp. 45-46)
comenta el cambio en las relaciones entre la judería americana
e Israel:
"¿Seguirá la judería americana alzando
la bandera de Israel? Por razones
religiosas y políticas y bajo un resentimiento de ser considerados
de
segunda categoría, los judíos de América
ya no están dispuestos a dar a
Israel su apoyo incondicional". Unas octavillas repartidas
por un conocido
grupo de judíos liberales dice: "Si compartes nuestra
aflicción por la
política (de Benjamín Netanyahu) en relación
con el pluralismo religioso y/o
el proceso de paz, no respondas con una actitud que pueda confundir
el
respeto por la causa con el respaldo a su política".
Los 3.500 delegados que
participaron en la asamblea general anual del Consejo de Confederaciones
Judías fueron exhortados a frenar sus manifestaciones de
entusiasmo hacia el
primer ministro de Israel quien habló ante ellos la semana
pasada. El
llamamiento surtó efecto y los líderes judíos
americanos y canadienses que
habían acudido a Indianapolis ofrecieron a Netanyahu un
recibimiento un
tanto tibio. El viaje de Netanyahu sufrió otro revés
con la negativa del
presidente Clinton de recibirle "por no disponer de tiempo".
Peor aún,
Netanyahu tuvo que volver a casa a toda prisa para apaciguar una
revuelta
abierta en su propio partido. Muchos miembros del Likud hablan
ahora sin
rodeos de la necesidad de destituirle. Netanyahu está en
un atolladero: su
tímida decisión de retirarse de una pequeña
parte de Cisjordania (con lo que
pensaba persuadir a Estados Unidos de su disposición de
retomar las
conversaciones de paz), no le ha aportado más que una fría
reacción por
parte de Palestina, mientras que en las filas ultraderechistas
de su
coalición se han levantado gritos de horror. "No es
del todo justo
responsabilizar a Netanyahu por la profunda crisis que amenaza
las
relaciones entre Israel y la judería americana", dice
The Economist. Cuando
Netanyahu formó su coalición el año pasado,
se vió confrontado con 23
miembros del Partido Ortodoxo (la Knesset tiene 120 escaños
en total),
cerrando filas alrededor de una única exigencia: que el
nuevo gobierno
promulgase una ley al objeto de afianzar el monopolio de los rabinos
ortodoxos en Israel para realizar conversiones al judaísmo.
Netanyahu no
tuvo más remedio que ceder, ya que sin el apoyo de ese
partido no hubiera
conseguido la mayoría parlamentaria necesaria para gobernar,
aunque sabía al
mismo tiempo que con la promesa de esa ley despertaría
la animosidad de los
judíos americanos, cuya gran mayoría son conservadores
o reformistas, no
ortodoxos. Entre tanto, los ánimos se han calentado de
tal manera que se
habla ya de "ruptura" y de "cisma". El Estado
debe reconocer, por ley, las
conversiones no ortodoxas que se realicen fuera de Israel, incluso
si desde
el punto de vista ortodoxo esas conversiones no son válidas.
Pero de lo que
se trata en realidad en esta lucha son los símbolos y los
principios. Los
movimientos no ortodoxos, con sus pequeñas ramificaciones
israelíes, creen
que, una vez que sus rabinos puedan realizar conversiones en Israel,
habrán
conseguido franquear la frontera hacia el pleno pluralismo religioso.
El
líder del movimiento reformista americano, el rabino Eric
Yoffie, niega que
su movimiento y él de sus colegas conservadores estén
presionando a los
judíos americanos de cortar sus donaciones a Israel si
la cuestión de las
conversiones no se resuelve satisfactoriamente. Pero de hecho,
éste es el
mensaje que los millones de judíos americanos no ortodoxos
creen haber
escuchado. Las poderosas confederaciones judías americanas
que coordinan las
donaciones comunales para causas locales y con destino a Israel
están
experimentando que los "mecenas" judíos se han
vuelto reacios e incluso se
niegan rotundamente a seguir destinando parte de sus ingresos
a la "causa",
lo que suponía hasta ahora un total de 1.500 millones de
dólares al año.
Aunque el debate por encontrar un compromiso continúa,
algunos observadores
piensan que la violenta discordia religiosa y la polarización
política
pueden conducir a una situación de desencanto y, en última
instancia, a una
ruptura con Israel por parte de algunos judíos de la diáspora.
Muchos judíos
liberales han llegado a ver la política de Israel y la
sociedad israelí bajo
una peligrosa influencia de fuerzas fundamentalistas que arrastran
el país
hacia el oscurantismo religioso y un nacionalismo neo-mesiánico,
según
palabras textuales de The Economist. La paralización del
proceso de paz y
las relaciones con Washington que se están deteriorando
día tras día, son un
aspecto de la sacudida que está sufriendo el judaísmo.
Y otro aspecto es el
cisma que se vislumbra en la judería mundial (Fuente: The
Economist,
op.cit.).Al texto
10.- Ya hemos visto que en las acciones de terrorismo de Estado
ocurridas
durante aquellos años se produjeron unos 9.000 "desaparecidos".
En esa
acción aberrante cumplieron un rol sobresaliente los "asesores"
israelíes
del Shin Beth contratados por el gobierno militar argentino como
expertos en
"guerra antisubversiva". Durante todo ese período,
además, Israel no dejó de
exportar armamentos a la Argentina. Al texto
11.- Recordemos que entre 1930 y 1949 "la Argentina recibió
a más
refugiados judíos per cápita que cualquier otro
país del mundo, excepto
Palestina y, posiblemente, Uruguay". Ronald C. Newton, El
cuarto lado del
triángulo, la `amenaza nazi' en la Argentina (1931-1947),
Sudamericana,
Buenos Aires, 1996. Al texto
12.- Que es denunciado por el Corán como esencialmente
apócrifo. La fábula
que habla del "pueblo elegido" o "unicidad"
de los judíos fue falsificada "
por los perversos que sustituyeron la palabra que les había
sido indicada
por otra palabra" (Sura II). "Alteraron la palabra,
después de haberla
comprendido, y lo sabían muy bien ¡Desgraciados los
que, al escribir el
libro con sus manos corruptoras, dicen: he aquí lo que
proviene de Dios!"
(Sura II, 71 y 73).
Al texto
13.- Norberto Ceresole, España y los judíos: expulsión,
inquisición,
Holocausto. Amanecer, Madrid, 1997. Al texto
14.-"Josué, con todo Israel, tomó Maquedá
y la pasó a filo de espada, a ella
y a su rey no dejó escapar a nadie". Luego en Libná,
otra de las aldeas del
sur del Líbano actual; "Y Yahvé la entregó
también (a Libná), con su rey, en
manos de Israel, que la pasó a filo de espada con los seres
vivientes que
había en ella: no dejó en ella ni uno sólo
con vida". Y así sucesivamente,
aldea por aldea. Una sangrienta metodología expansiva que
practica
actualmente el Estado de Israel. Da igual que la reconstrucción
de esos
hechos pertenezca al reino de lo mitológico. La Biblia
hebrea no es la
historia de Israel, sino la mitología historiográfica
de Israel. La
infiltración de las tribus hebreas en Canaán se
pudo haber producido durante
períodos mucho más prolongados que los que ajustan
temporalmente el Libro de
Josué. Pero lo que sí es indudable es que la redacción
de ese texto tuvo por
objeto producir una motivación previendo acontecimientos
futuros. Es por
ello que hoy todos los soldados de los ejércitos de Israel
llevan en sus
mochilas un ejemplar del Libro de Josué. Al texto
15.- La política inmigratoria del general Perón,
desde su primera
presidencia en 1946, fue de una apertura excepcional. Se partió
del
principio de la "libertad inmigratoria", sólo
limitada, como es lógico, por
las "características argentinas": " el hecho
que nuestro país sea un
magnífico crisol en el que se pueden fundir las nacionalidades
de origen no
pueden eximirnos de preferir como los más aptos para esa
función integradora
a los que por su procedencia, usos, costumbres e idiomas se encuentran
más
cercanos a nuestras características y personalidad nacionales"
(Ver: Primer
Plan Quinquenal, 1947-1951). Sobre la base de esos conceptos se
publicó una
nueva ley de inmigración, el 25 de octubre de 1946: "En
ningún caso la
inmigración será restringida ni prohibida por razones
ni de orígenes ni de
credos de ninguna especie". En definitiva, una política
y una legislación
amplia y abierta, que permitió el ingreso en la Argentina
del mayor número
de judíos per cápita de todo el mundo, durante esa
época de posguerra,
durante la cual todos los países occidentales habían
puesto severas
restricciones a la entrada de judíos centro y este-europeos.
Sin embargo,
durante ese período las organizaciones judías residentes
en la Argentina
atacaron al peronismo llamándolo "nazismo criollo".
Los descendientes de
esos inmigrantes judíos de posguerra constituyeron finalmente
un cuerpo
extraño y antagónico al de la sociedad receptora.
Como grupo étnico
prosperaron mucho más que las otras corrientes inmigratorias.
Sin embargo,
actualmente siguen acusando a la sociedad argentina de antisemita
y, en
general, su lealtad nacional es su lealtad religiosa. Son judíos
leales al
Estado de Israel. Y muchos de ellos sólo al fundamentalismo
terrorista
judío. Como ha quedado demostrado en el caso de los atentados
terroristas
que estamos analizando, buscan y colaboran con la destrucción
de la
Argentina. Al texto
16.- "Aguas revueltas", por Adrián Ventura, en
La Nación del 14-12-97,
Buenos Aires. Al texto
17.- Transcripción textual de un párrafo -insólito
por su cinismo- del
funcionario israelí, publicado por La Nación de
Buenos Aires, el 14-12-97.
Al texto
18.- Sobre la contradicción entre "paz" y "pacificación"
en Oriente Medio
ver: Norberto Ceresole, Geopolítica del Conflicto en el
Mediterráneo
Oriental y el Asia Central. De próxima publicación
en esta misma colección.
Al texto
19.-Bruce Hoffman, Objetivos terroristas: tácticas, tendencias
y
potencialidades, en Revista Occidental, Año 11, Nº
1, 1994). Sobre la
llamada "Operación Apocalipsis" véase:
Jacques Derogy y Hesi Carmel, Ils ont
tué Rabin, Robert Laffont, París 1996., p. 126.
Al texto
20.- Juez Juan José Galeano, a cargo de la causa AMIA.
Actuó desde un primer
momento como un títere de los intereses judíos en
la Argentina. No logró
ninguna prueba de ningún tipo. El grupo de detenidos que
existe actualmente
sólo está "acusado" de manera "circunstancial".
A casi cuatro años de
producido el atentado aún no ha podido armar el juicio.
Al texto
21.- "Moatamer aportó datos importantes para esclarecer
cómo operan las
autoridades iraníes en el exterior: sus declaraciones de
30 horas ocupan 30
carillas; se comprometió a entregar filmaciones, pero no
pudo aclarar cómo
ocurrió el atentado a la AMIA. Sobre este último
punto las cosas siguen sin
estar muy claras" Adrián Ventura, La Nación,
op.cit. Al texto
22.- Todas las "fuerzas democráticas" embisten
hoy contra la Corte Suprema
de Justicia, con el objeto de derribarla y acallar -"olvidar"-
el informe
técnico por ella solicitado y avalado -realizado por la
Academia Nacional de
Ingeniería- referido a la implosión de la AMIA.
Al mismo tiempo, el gobierno
cipayo (del persa siphahi: "soldado indio al servicio de
una potencia
europea" (Diccionario de la Lengua Española) presidido
por el señor Menem
manipula a la CSJ para llevar a cabo sus negocios de desnacionalización
de
la economía nacional. Al texto
23.- La primera vez que se estableció públicamente
una conexión entre el
"fundamentalismo iraní" y el "carapintadismo"
argentino -dos situaciones
absolutamente ajenas en cuanto a su naturaleza, no sólo
distintas sino
además distantes-, fue con ocasión de la aparición
de la edición argentina
de mi libro Terrorismo fundamentalista judío. Un pasquín
al servicio del
gobierno cipayo, "El Expreso", en sus ediciones del
25 de marzo y del 1º de
abril de 1996, sostuvo la brillante hipótesis de que mi
libro había sido
financiado por los "carapintadas" con el objeto de borrar
sus "conexiones
iraníes". "El regreso de los carapintadas. Asustados
por las pruebas
reunidas contra algunos de sus integrantes por el juez Juan José
Galeano,
quien investiga el atentado contra la sede de la AMIA, intentan
derivar la
pesquisa hacia supuestos grupos del fundamentalismo judío.
Para eso han
financiado un libro de Norberto Ceresole, mentor de los carapintadas
venezolanos y declarado persona no grata por el gobierno de Rafael
Caldera
el año pasado bajo la acusación de progolpista".
A partir de esa "acusación"
inicial "El Expreso" -que en esa época era propiedad
del señor Alejandro
Sofovich, íntimo amigo del presidente- desarrolla toda
una tesis, que fue
nuevamente reflotada al finalizar el año 1997. Se pretendía
forzar una
"evidencia" que nunca existió: la de la conexión
entre "carapintadas" y
"fundamentalistas iraníes". A lo largo de unas
ocho páginas en ambas
ediciones se escribieron cosas como: "La historia de Ceresole,
inventor del
`terrorismo judío'". "El ideólogo argentino
del conflicto que enfrenta a
Irán con Occidente", y un largo etcétera de
disparates. Al texto
24.- El 20 de enero de 1998 el juez Galeano, principal cómplice
de las
manipulaciones judías contra el Estado y la sociedad argentina,
"filtra" a
la prensa impulsora del complot (Clarín, 20 de enero de
1998, "Advierten
sobre la posibilidad de un tercer atentado") parte de las
declaraciones de
Moatamer en Los Angeles. Según el tránsfuga, funcionarios
iraníes habrían
financiado por adelantado un tercer atentado en la Argentina,
que tendría
lugar no-se-sabe-cómo ni no-se-sabe-cuándo. Así,
la sociedad argentina
continúa sometida al terror psicológico, que es
asimismo alimentado,
periódicamente, por manipulaciones como la de "las
profanaciones" a los
cementerios judíos en Buenos Aires. Sobre este tema véase
capítulo 3. Al
texto
25.- Al Comité Nacional de Organización de la VIII
Conferencia Islámica.
República Islámica de Irán. Señores
participantes de la VIII Conferencia
Islámica. Para muchos de nosotros que hoy vivimos en el
llamado "mundo
occidental", la VIII Conferencia Islámica es uno de
los eventos
geopolíticamente más importantes de los últimos
tiempos. Significa que se
puede dar un paso en la dirección correcta: estructurar
un polo de poder
alternativo al proyecto deshumanizador y devastador que hoy enarbolan
algunas fuerzas en Occidente. Ellas actúan como la expresión
acabada de una
cultura opresora. Occidente está siendo subordinado, de
manera creciente y
manifiesta, a las ambiciones mesiánicas e imperialistas
del judaísmo
internacional.
Es particularmente importante que esta VIII Conferencia se celebre
en la
República Islámica de Irán, que es el blanco
principal de la estrategia
judío-norteamericana. La RII no puede salir sino reforzada
de esta
Conferencia, lo que significará, en términos prácticos,
un positivo
incremento de su capacidad de acción en el ámbito
internacional. Ello
beneficiará a los pueblos y a las naciones humilladas de
todo el mundo, y no
solamente a los pueblos y a las naciones musulmanas.
El control del judaísmo sobre Occidente es la causa primera
del conflicto
que se pretende crear entre el Islam y Occidente. Es por ello
que la
"cuestión judía" afecta no solamente al
Islam sino al mundo entero. Es el
judaísmo quien pretende racionalizar una división
irreversible entre los
hombres a escala planetaria, entre los "elegidos" y
los "humillados", entre
los amos y los esclavos. Es el judaísmo quien pretende
constituirse en el
núcleo ideológico del capitalismo globalizante,
que es la forma de
dominación más inhumana que haya existido jamás
a lo largo de la historia
universal.
Los intentos que en estos tiempos realizan los EUA e Israel en
el sentido de
pretender internacionalizar las agresiones contra Irán,
son secundados,
principalmente, por miserables gobiernos secundarios y dependientes,
totalmente subordinados a la estrategia judío-norteamericana.
Entre esos
gobiernos se encuentra, desgraciadamente, el de mi propio país,
Argentina.
La actual irano-fobia del gobierno argentino no expresa en absoluto
el
sentimiento del pueblo de mi patria. Sólo mide, con total
precisión, el
grado extremo de control que han logrado los intereses judíos
y
norteamericanos sobre la estructura de poder que hoy asola a mi
país. Contra
ese control y contra esa dependencia estamos luchando actualmente.
Es la
misma lucha por la cual la sociedad argentina recobrará
su dignidad
usurpada, y la patria de los argentinos su soberanía vendida.
Norberto
Ceresole, 10 de diciembre de 1997. Al texto
26.- Argelia: Los "nuevos filósofos" atacen de
nuevo. Hace ya casi dos
décadas, la obsesión de los entonces llamados "nuevos
filósofos" franceses
-entre los cuales destacaba el judío alsaciano André
Glucksmann- era el
comunismo y, en especial, el comunismo soviético. Ese pequeño
grupo de
jóvenes pensadores franceses vibró siempre, desde
su más tierna infancia
intelectual, al ritmo de las necesidades estratégicas del
Estado de Israel.
En aquellos tiempos pusieron su grano de arena en la campaña
contra la Unión
Soviética: Israel necesitaba su pronto derrumbe para sacar
a "sus" judíos
del "campo socialista". Ellos ya se han convertido en
destacados verdugos
del pueblo palestino. El poeta Qabbani los señala inequívocamente:
Yo estoy con el terrorismo
si puede salvarme
de los inmigrantes de Rusia
y de Rumania, Hungría y Polonia.
Los "nuevos filósofos" judío-franceses
son ahora la vanguardia intelectual
del mundo occidental contra el "islamismo". Naturalmente
que ninguno de
ellos define qué es el Islamismo. Como de costumbre, pasan
directamente al
ataque. Los acontecimientos de Argelia, la oscuridad -creada ex
profeso por
los mass media "democráticos"- que sobre ellos
existe en Occidente, es un
campo propicio para desarrollar las más delirantes falsificaciones.
André
Glucksmann nos ha ofrecido en El País (30 de septiembre
de 1997, pág. 13) un
verdadero manual de la infamia. No menciona ni en un sólo
párrafo que el
horror en Argelia comenzó con el golpe de Estado militar
que coartó la
victoria electoral plenamente democrática del Frente Islámico
de Salvación
(FIS). Ese golpe de Estado fue aplaudido por todo Occidente, por
Europa, y
por los intelectuales "democráticos" en particular
(bando donde dicen
militar los "nuevos filósofos" judío-franceses).
Recordemos un pensamiento
prototípico de la época expresado por Vargas Llosa
en aquellos días: "La
democracia es imposible sin un avanzado proceso de secularización
que...
disocie el poder político del religioso. En los países
mayoritaria o
totalmente musulmanes, la secularización no existe... Y
al amparo de una
religión dogmática y omnipresente en todas las manifestaciones
de la vida,
es inevitable que prosperen las dictaduras, expresión natural
de aquella
manera de pensar y creer. El cristianismo no fue menos dogmático
y
omnipresente que el Islam y, sin reforma protestante y lo que
ello trajo
consigo -justamente un irreversible proceso de secularización
en Occidente-,
todavía estaría tal vez quemando herejes, censurando
libros impropios y
proveyendo una cobertura moral y filosófica para el absolutismo
de los
príncipes". Hace ya tiempo que se sabe, en Argel y
en París, en Damasco y El
Cairo, que el GIA (Grupo Islámico Armado) es una creación
de los servicios
secretos israelíes que actuaron sobre grupos fragmentados
del FIS y del EIS
(Ejército Islámico de Salvación). El GIA
fue consecuentemente repudiado por
el FIS y el EIS. Sobre el GIA ahora cabalgan otros intereses:
argelinos,
americanos y europeos. En suma: un juego de poderes, un juego
de masacres.
La crisis intra-militar que sacude al oficial Ejército
Nacional Popular
(ENP, actual denominación del ELN), profundamente feudalizado,
es tan
intensa que L'Express no descarta una alianza entre sectores militares
y el
FIS-EIS: "Argelia atraviesa una guerra por el poder. Esta
guerra se
terminará en caso de acuerdo sobre el reparto de dicho
poder, incluso si
fuese concluida a expensas de los civiles y de la clase política.
De hecho,
la perspectiva de una alianza militar-islamista es algo terrorífico
para los
demócratas". Estaríamos en presencia de un
"modelo" bien conocido por los
politólogos latinoamericanos. El negocio de Israel es convertir
al GIA en la
imagen del "islamismo" en general y, al mismo tiempo,
realizar en Argelia lo
que Glucksmann señala en su nota como un interés
especial de los propios
islámicos: "Vaciar mediante el asesinato, el pánico
y el terror, el campo y
los suburbios, superpoblar Argel hasta lograr que la capital sea
un lugar
incontrolable e inflamable...". De creer a estos infames
escribas judíos el
objetivo del "islamismo" es asesinar al pueblo islámico...
lo que es un
absurdo lógico, aun para los salvajes y antidemocráticos
"islamistas".
Entonces, se pregunta The Economist, ¿Quiénes son
los asesinos? Desde la
última masacre, la prensa occidental ya no responde, como
antes: "el
terrorismo islámico". Ahora, a partir de los últimos
días, hay un cambio de
tono: "grupos terroristas no identificados". El objetivo
de Glucksmann y de
otros tantos intelectuales que trabajan para el Estado judío
es no sólo
ocultar la realidad, sino invertirla. Al texto
27.- El domingo 7 de setiembre de 1997, el corresponsal de El
País, de
Madrid, Lino Ventosinos, informa desde Jerusalén: "En
un inesperado giro de
los acontecimientos, y mientras la sociedad israelí lamenta
aún las muertes
de las víctimas del atentado de la calle Ben Yehuda en
Jerusalén, la
Autoridad Palestina (AP), que preside Yasir Arafat, aseguró
ayer que los
autores de la acción son extremistas israelíes y
acusó al Gobierno de
Benjamín Netanyahu de ocultar informaciones que lo prueban.
Un inusual
comunicado de la AP asegura que la 'dirección palestina
confirma que la
operación terrorista contra civiles israelíes en
Jerusalén no fue llevada
por palestinos'. El gobierno de Arafat afirma tajantemente que
dispone de
pruebas israelíes que establecen la responsabilidad de
radicales judíos en
el triple atentado suicida'... e indica que los autores materiales
'vinieron
del extranjero'. La nota señala también que en los
preparativos para el
atentado 'fueron ayudados por los grupos radicales israelíes
que asesinaron
a Isaac Rabin'. La AP dice que el gobierno israelí tiene
información exacta
sobre la identidad de los autores. El gobierno palestino acusa
a Israel de
ocultar esa información y 'otros detalles sobre quienes
han dirigido,
perpetrado y ayudado' en el atentado del pasado jueves. La policía
israelí
todavía no ha identificado los restos de los tres autores
de las
explosiones, que quedaron completamente desmembrados. Tampoco
ha podido
establecer la identidad de los dos terroristas que cometieron
el atentado el
pasado 30 de julio en el mercado de Mahane Yehuda en Jerusalén,
en el que
perecieron 15 personas. En ambos casos los autores actuaron 'disfrazados
de
judíos', según las autoridades (israelíes)".
Al texto
28.- Sin embargo, es la tesis que sigue sosteniendo hasta el día
de hoy el
lobby judío-argentino. Al texto
29.- Sobre Hezbollah véase: Norberto Ceresole, El Nacional
judaísmo, op.cit.
Y: Geopolítica del conflicto en el Mediterráneo
Oriental y el Asia Central,
op. Cit. Al texto
30.- Esta información, con la cifra de los 75.000 judíos
incluidos, fue
difundida ampliamente por la prensa argentina. El hecho es que
los judíos
deportados por Francia fueron exactamente 8.600, durante la segunda
guerra.
En un principio se había trabajado con la cifra de 30.000,
pero ella fue
corregida a la baja hace ya muchos años. Sobre el tema
de las víctimas
judías del "Holocausto" véase el capítulo
7 de esta misma obra. Al texto
31.- Fragmentos del Capítulo 1 del libro Subversión,
contrasubversión y
disolución del poder, de Norberto Ceresole, Centro de Estudios
Argentina en
el Mundo, Buenos Aires, 1996. Al texto
32.- El diario israelí The Jerusalem Post del 25 de diciembre
de 1997 habla
de los conflictos entre el partido gobernante y la oposición:
"Unidad,
unidad - pero no hay unidad". El columnista, Aryeh Dean Cohen,
informa sobre
lo que pasó en la sesión del Congreso sionista del
día anterior, 24 de
diciembre, cuando el líder del Partido Laborista, Ehud
Barak, puso el grito
en el cielo pidiendo una mayor unidad entre los miembros del Congreso,
una
unidad que desde hace tiempo brilla por su ausencia. La sesión
del Congreso
del día 24 fue una vez más una manifestación
abierta de los conflictos
internos que poco a poco están llevando al país
hacia un estado de escisión.
Las diferencias sobre el futuro de los asentamientos en Judea
y Samaria y
sobre los movimientos de los Conservadores y los Reformistas en
Israel
tuvieron su máxima expresión en esta sesión.
Se entablaron graves
confrontaciones con el resultado de que Yossi Sarid, miembro del
Partido
Meretz, fue prácticamente echado del podio a voces, después
de haber
desencadenado una tormenta al afirmar: "Todos los que están
ahora
comprometidos con la ampliación de los asentamientos están
cometiendo un
acto anti-sionista". Miembros de las facciones de ala derecha
empezaron a
gritar: "Tú no eres un judío, vete a casa".
Barak intentó hacer ver a los
delegados que la lección que enseña la historia
es que el pueblo judío debe
protegerse contra divisiones internas. "Tenemos que superar
las
desavenencias que existen entre nosotros", dijo en su llamamiento
por la
unidad en Israel y en el mundo judío. "La historia
del pueblo judío es un
documento del terrible precio (que se ha pagado) por una lucha
entre
hermanos y de un odio sin fundamento". "El pueblo judío
está construido como
un mosaico, pero existe el peligro potencial de una ruptura entre
los
diversos elementos que formamos", dijo Barak. Y continuó
diciendo: "No
permitiremos que un tercio del pueblo judío quede desgarrado
del conjunto".
Dirigiéndose a los representantes de las distintas organizaciones
políticas
y corrientes religiosas presentes en el Congreso, Barak aconsejó,
refiriéndose al espinoso tema de las "conversiones":
"Les ruego
encarecidamente que no conviertan este tema en un asunto político".
Luego
tomó la palabra el rabino Norman Lamm, presidente de la
Universidad Yeshiva,
manifestando que los movimientos Reformistas y Conservadores estaban
echando
demasiada importancia al movimiento sionista. Advirtió
del peligro de
ruptura que ello pueda causar en unos momentos en que el pueblo
necesitaba
estar unido. Por su parte, el actor y cantante Theodor Bikel,
que representa
a los amigos americanos de Meretz, se preguntó si todas
esas discusiones
sobre la unidad no se habían apartado del punto central:
"Sin duda, la
unidad es algo deseable para lo que hay que luchar", dijo,
"pero no se puede
conseguir mediante meras declaraciones. Para lograr la unidad
habrá que
respetar los diferentes puntos de vista, los diferentes modos
de vivir, las
diferentes corrientes de pensamiento". Y continuó
diciendo: "Como ser
humano, como judío y sionista de toda la vida lamento la
falta de armonía en
estas manifestaciones. Ciertamente, el respeto es un camino de
dos
direcciones, y devolveremos respeto por respeto, tolerancia por
tolerancia,
aceptación por aceptación. O somos socios o no lo
somos. Si realmente lo
somos, entonces debe existir una asociación entre judíos
plenamente
reconocidos, tanto de hecho como en derecho". Mientras Barak
recordó el
milagro sionista que supone la creación de un Estado "desde
las cenizas del
Holocausto", la presidenta de Hadassah, Marlene Post, advirtió
que "si este
Congreso termina en una declaración en el sentido de que
'Somos todos
diferentes, yo no tengo respeto por ti, ni tú por mí',
entonces nos hemos
pegado un tiro en el pie destruyendo el movimiento sionista mundial".
Al
texto
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EDICIONES TERCERA POSICION - Ediciones Libertarias-Prodhufi S.A.,
Bravo Murillo 37, 28015 Madrid, España. 1998
ISBN 84-7954-421-X