"Debemos andar a través de la noche"
Fragmento de una carta de Martin Heidegger a
Rudolf Stadelmann, fechada el 20 de julio de 1945
La mentira más grande creada por el hombre desde
el Antiguo Testamento, el
Mito del Holocausto, no puede ser entendida fuera de una determinada
explicación de las causas que originaron la llamada "segunda
guerra
mundial". Es indudable que los mitómanos integrantes
de las legiones de
historiadores oficiales -en todo el mundo occidental- que culpan
sistemáticamente a Alemania de haber causado el conflicto.
La culpabilidad
alemana, no sólo en cuanto a la "cuestión judía",
sino sobre todo respecto
de los comienzos de la "segunda guerra mundial" se ha
convertido en una
"verdad" casi incuestionable y en un elemento fundacional
de la cultura
occidental actual.
Yo soy un hombre de la periferia del mundo occidental. La Periferia
de
Occidente es una región del mundo en la cual la cultura
de Occidente llega
ópticamente invertida, como en el espejo de Alicia en el
país de las
maravillas. Siempre conocemos los efectos que produce esa cultura,
pero
nunca sus causas. Es decir, que estamos doblemente alienados:
a la verdad
oficial occidental, por un lado, y a la verdad oficial invertida,
que es
como llega a su Periferia la cultura elaborada en el Centro de
Occidente.
Este mismo libro comenzó a redactarse en la periferia del
mundo occidental.
Estar en la periferia de ese mundo significa estar afectado por
una frontera
histórica y por una frontera geográfica, al mismo
tiempo. Seguir estando en
la periferia significa que seguimos viviendo en países
que carecen de ser
histórico, es decir, países cuya voluntad (según
Heidegger) se ha anulado y
auto-anulado. Toda la lucha consiste en definitiva en recuperar
esa voluntad
para dejar de no-ser. Pero la energía que aún perdure
dentro de la sociedad
periférica sólo se podrá aplicar hacia el
futuro. El pasado es irrecuperable
y debe ser estudiado como pasado periférico, nunca como
ser histórico. La
continuidad de la dependencia es la hegemonía del pasado
oficial periférico
sobre el futuro que aspira a construir su propia historia. En
la periferia
estuvimos afectados por una situación internacional que
no podíamos ni
controlar ni modificar, y asimismo por las imágenes falsas
proyectadas desde
la evolución política central, que hasta el momento
nos condujeron hacia
falsas soluciones y caminos sin salida.
Vista desde la periferia la "segunda guerra mundial"
fue un hecho que no
produjo sino beneficios objetivos para nuestros pueblos. Se necesitó
inyectar altas dosis de "ideología democrática"
para convencer a los
"periféricos" de que Alemania representaba el
lado malo del mundo. Nuestros
comunistas periféricos sostenían exactamente lo
mismo, pero desde otro
ángulo: la URSS era el lado bueno del mundo. En la Argentina
esas presiones
ideológicas vinieron acompañadas de violencia política.
En el año 1955 se
produjo una insurrección cívico-militar contra el
gobierno legítimo
(democrático) del general Juan Perón. Esa insurrección
produjo muchos miles
de muertos, especialmente en el "bajo pueblo" peronista.
Aún hoy no se ha
investigado con exactitud cuántos miles de muertos. La
"alianza de los
Aliados" del lado bueno del mundo, la "democracia"
y el "socialismo real",
habían vencido provisoriamente al lado malo de Argentina.
Para los Aliados "progresistas", la URSS era el lado
bueno del mundo que
había conseguido la victoria contra la "bestia nazi".
La última fase de la
segunda guerra civil europea de treinta años -llamada Segunda
Guerra
Mundial- fue sin duda una catástrofe de magnitud inigualada
en la historia
del género humano. Pero como tal puede ser considerada
apenas una
introducción al sismo geopolítico que representó
la implosión soviética,
primero, y rusa, después, cuyos efectos recién comienzan
a manifestarse y a
percibirse.
En la decadencia del proceso de la revolución rusa existió
un grupo de
judíos "reformistas", que emergen del mismo seno
del PCUS (más
concretamente, del Komsomol -organización de los jóvenes
comunistas), que
comenzaron a construir la sociedad burguesa en una sociedad sin
burguesía, y
la "democracia", en una sociedad sin tradiciones "democráticas"
en absoluto.
Esos "jóvenes comunistas", casi todos ellos judíos,
logran apropiarse de
manera mafiosa -esto es, bajo la forma de la rapiña- del
ahorro social de
todo el período soviético, al que convierten en
"capital original" de su
ascenso privado a "clase hiper-burguesa". Hoy son ellos,
esos banqueros
judíos producidos por el PCUS y por el "marxismo leninismo"
(etapa final,
aunque no contradictoria del racionalismo iluminista occidental),
los que
controlan casi en exclusiva los destinos de Rusia.
Los judíos en altos puestos del ejecutivo ruso son muchos
y ocupan
posiciones claves. Entre estos se destacan Anatoli Chubais, Yakov
Urinson y
el vicesecretario del Consejo de Seguridad, Berezovski; a nivel
legislativo
está Yavlinskii y muchos miembros de su organización
Yavloko. En el sector
económico su presencia es aún más destacada,
específicamente en el sector
bancario. Los presidentes de los poderosos bancos rusos Alfabank,
Stolichnibank, Menatep, Rossiski Kredit y Most son todos judíos.
Gusinski,
actual presidente de la comunidad judía de Rusia, controla
la editorial Siem
Dñiei, responsable de la edición de revistas y periódicos
como el conocido
diario Segodnia y el semanario Itogui que se comercializa en el
país junto a
Newsweek. Gusinski controla además cinco canales televisivos
a través de dos
de sus compañías y aspira a ampliar su radio de
acción. En el caso de
Gusinski, éste vio en los medios de información
masiva un área privilegiada
para la inversión de capital y protección de sus
intereses en ese proceso,
el cual, según sus propias declaraciones, inició
desde Gorbachov.
Después de concluidas las elecciones presidenciales del
3 de julio de 1996
en Rusia, algunos personajes judíos de la política
en ese país han hecho
público lo que se empeñaban en ocultar en aquel
entonces: su apoyo
financiero y publicitario a la candidatura de Yeltsin. En unas
reveladoras
"confesiones" de Berezovski, transmitidas por el canal
2 de la TV israelita
el 3 de octubre de 1996 y mostradas de modo fragmentado en Rusia
a través
del canal Ruski Dom el 21 de noviembre, este señor dijo
ser consecuente en
política y que había expresado esta actitud brindando
"colosales cantidades
de dinero que se invirtieron en la campaña"... y lo
fundamental, en su
opinión, fue que pudieron "garantizar el nuevo negocio
ruso". En similar
dirección también fueron las declaraciones de Gusinski.
Este nivel de
compromisos de Yeltsin con los círculos financieros se
puede constatar en la
sección del periódico Izvestia, que se edita en
páginas rosadas y se prepara
junto al Financial Times, donde se recogen constantemente las
deudas y
compromisos del gobierno ruso con los bancos.
Según datos aportados recientemente por investigadores
del Departamento de
Sociología de la Academia de Ciencias de Rusia (Instituto
de Estudios de las
Élites), el 80% de la élite del poder hoy en Rusia
es judía o medio judía.
Esa hegemonía étnica es mayor cuanto más
alto se haga la medición en la
pirámide del poder pos-soviético. El vértice
de esa pirámide está
constituido por cinco bancos, cuyos propietarios son todos judíos
(uno de
ellos es asimismo presidente del Consejo Ruso del Consejo Judío
Mundial). De
esta situación nace el hecho de que el 30% de la población
-crecientemente
empobrecida- tenga fuertes sentimientos "antisemitas",
y de más del 50%
considere a los judíos como al "enemigo interno de
Rusia".
Esta situación cobra todo su significado si pensamos que
la demografía rusa
está sufriendo una verdadera catástrofe, no sólo
por la relación negativa
entre la tasa de mortalidad y la de natalidad (8 muertes por cada
nacimiento), sino además por las migraciones forzadas a
que se ven sometidos
los rusos étnicos: 50 millones de ellos vivían fuera
del territorio ruso, en
territorio "soviético". Estas migraciones afectan
muy poco a la comunidad
judía dirigente, cuyo lugar de residencia son las grandes
ciudades (el
creciente enriquecimiento de Moscú -uno de los conglomerados
urbanos más
caros del mundo- y la expulsión de la capital de los habitantes
más pobres
debe verse dentro de esos dolorosos procesos migratorios).
A partir de estos datos básicos se puede inferir que la
práctica totalidad
del poder hoy está en manos de grupos judíos: ello
condicionará de manera
decisiva el comportamiento internacional de Rusia. Cuando analicemos,
en
trabajos posteriores, la situación militar veremos con
más detalles cuál ha
sido y cuál será el objetivo de una "política
de defensa" orientada a la
destrucción militar de Rusia y a la feudalización
y privatización de las
fuerzas armadas.
El impacto económico y estratégico de esta realidad
puede ser medido
relacionalmente. Hacia fines de los años sesenta la economía
soviética era
cinco veces más grande que la economía china. Hoy,
hacia fines de los 90, es
cinco veces más pequeña, en términos de PIB,
y la diferencia tiende a
incrementarse. Y mientras en el lado ruso de la frontera viven
30 millones
de habitantes, en el lado chino lo hacen 300 millones. En la frontera
con el
Asia Central existen, oficialmente, 8 millones de musulmanes en
el actual
territorio ruso. Pero extraoficialmente se admite que los musulmanes
suman
30 millones; un quinto del total de la población rusa.
En forma muy sintética hemos tratado de definir la etapa
final del
"progresismo soviético". Ahora volvamos a la
Argentina.
En su origen, en 1946, el primer gobierno democrático del
general Perón
había sido calificado de "nazi-fascista" por
la totalidad del establishment,
y especialmente por el Partido Comunista en la Argentina, que
siempre contó
con una proporción extraordinariamente alta de judíos
inmigrantes en sus
filas, casi todos ellos originarios de la Europa central y oriental.
Nueve
años más tarde el mismo Partido Comunista colabora
activamente en el
derrocamiento militar del general Perón, a pesar de que
estaba
archidemostrado el hecho de la base proletaria del peronismo.
Pero se
trataba de un proletariado empecinado en no aceptar las lecciones
de
marxismo a cargo de judíos asquenazis que no tenían
ningún vínculo con la
Patria de los argentinos. Esa Patria, ya lo hemos visto, había
sido fundada
antropológicamente por el peronismo. El proletariado "negro"
argentino fue
percibido por los marxistas, judíos y no judíos,
como una "masa
desideologizada", como "primitivos sin conciencia de
clase". Ello propició
reiteradas alianzas entre la oligarquía terrateniente conservadora,
el
partido comunista "argentino" y otros grupúsculos,
armados y desarmados, de
una izquierda que jamás se ha identificado con la "comunidad
del pueblo",
tal como la define Heidegger, para Alemania, y el Imam Jomeini,
para la Umma
musulmana.
Luego de su caída, el peronismo se convierte en resistencia
popular, un
fenómeno social que no se verificó en absoluto cuando
la URSS se fracturó en
repúblicas capitalistas. Desde esa resistencia popular
emerge lentamente una
"izquierda peronista" que en primer lugar trata de conectarse
con la
revolución cubana, que tanta influencia tuvo sobre nuestra
generación. Es a
partir de la revolución cubana que muchos militantes del
peronismo
resistente acceden a una visión de la historia mundial
contemporánea
provista, hasta la última coma, por los soviéticos,
es decir, por una de las
facciones de los Aliados vencedores de la llamada "segunda
guerra mundial".
De allí que, también desde ese ángulo, penetra
la "culpabilidad alemana"
(responsabilidad por haber generado esa "segunda guerra mundial")
y la gran
mentira del siglo, la "matanza de judíos", llamada
"Holocausto". La
izquierda peronista y la izquierda de muchos otros movimientos
nacionales en
todo el mundo periférico (ello sigue siendo particularmente
evidente, hoy,
en Palestina), estuvo siempre absolutamente convencida de la culpabilidad
alemana y de la existencia objetiva del "Holocausto".
Y del pasado esplendor
del "paraíso del proletariado", la "estrella
luminosa que guía a la
revolución mundial". Acabamos de ver en los periódicos
a Yassir Arafat en la
"casa de Anna Frank", en Amsterdam, avalando uno de
los fraudes más
miserables de la imaginería judía: los falsos diarios
de Anna Frank. Ha sido
el último gran servicio prestado por la OLP a los enemigos
judíos del pueblo
palestino.
La primera imagen del mundo a la que accedemos en la periferia
es, entonces,
la oficial (efectos sin causas). La que se nos enseña desde
la escuela
elemental hasta la universidad. Ella nos muestra un mundo "invertido".
Nos
muestra el mundo tal como es hoy para la periferia y, por lo tanto,
se nos
enseña desde niños la falsa historia que debió
recorrer la "realidad" para
llegar a donde hoy ha llegado, y se concluye: este es el mundo
real, no hay
otro mundo. Nosotros, se nos dice, somos el resultado de una determinada
construcción historiográfica, y como las políticas
del presente están
fundamentadas en ella, no deja de existir una cierta coherencia
entre la
historia y la imagen de la historia. En definitiva: también
nosotros somos
Occidente, se dice. La imagen oficial es la que actualmente determina
las
políticas de Estado en casi toda la periferia.
Durante muchos años existió otra imagen del mundo:
la imagen "alternativa",
representada por el marxismo, en sus variantes más diversas.
Con esa imagen
sucedió lo mismo que con la URSS: terminó siendo
absorbida por la imagen
oficial que Occidente, la facción hegemónica de
los Aliados vencedores,
construyeron sobre sí mismos. En ninguna parte del planeta
el marxismo fue
nunca la alternativa radical al mundo "existente". De
allí que todos los
gobiernos cipayos de la periferia tengan un ala o una alternativa
"progresista": "Chiapas versus PRI, o "centro
izquierda versus
justicialismo". Progresismo y cipayismo son las dos caras
de una misma y
única moneda. Durante mucho tiempo las dos imágenes
del mundo conspiraron
para ocultar los verdaderos puntos de ruptura del mundo real.
Así se produce
una dicotomía inversa entre el "bien" y el "mal",
entre lo "positivo" y lo
"negativo", entre "progreso" y "decadencia",
etc.
La totalidad del establishment periférico se alineó
y se alinea con los
dueños del mundo. Así es que cuando se produce el
hecho capital del este
siglo, la eclosión de la llamada segunda guerra mundial,
las dos imágenes
del mundo coinciden en condenar al "agresor". Alemania
es presentada como el
"perturbador del sistema" tanto desde dentro como desde
fuera del
"capitalismo occidental". La confluencia entre democráticos
y comunistas fue
total durante muchos años, y bajo formas distintas lo sigue
siendo hasta el
día de hoy. Es rigurosamente cierto que este fenómeno
se registró en la
totalidad del planeta, y no sólo en el mundo periférico.
En ese sentido son
absolutamente memorables los párrafos correspondientes
del Testamento del
Ayatollah Jomeini.
Pero en el mundo periférico, como siempre, hubo un agravante.
Fueron muy
pocos los que percibieron la fractura, y muchos menos los que
vieron en esa
fractura una oportunidad real para comenzar a "fabricar",
por fin, la propia
historia, desde los hechos nuevos hasta las nuevas imágenes
liberadoras. Si
Alemania no es la "maldad absoluta", el "nazi-fascismo
criollo", el
peronismo, que es una consecuencia directa de la "segunda
guerra mundial",
podría ser una cosa muy distinta de la imagen siniestra
que sobre él se ha
construido.
Sin embargo se había producido una fractura en el mundo.
Había surgido no
una "clase revolucionaria" aprisionada en una ideología
de corte occidental,
sino una potencia revolucionaria, poseedora de un espacio geopolítico
y de
una ideología radicalmente antagónica con el mundo
existente. La percepción
de esa fractura que provoca la emergencia de la potencia revolucionaria
(el
hecho capital que un siglo antes tanto preocupó a los participantes
del
Congreso de Viena) es anulada desde los dos ángulos de
la realidad: desde lo
establecido y desde el revolucionarismo puramente social.
La perversión a que ha llegado el mundo real actual hace
imposible seguir
pensando como antes: de que la única opción ante
la conservación de lo real
es el progresismo. Esta perversión no puede ser sino el
resultado de una
historia perversa que tachó de perversas a otras historias
posibles. El
final de la SGM es el comienzo del Orden Mundial que aún
hoy nos afecta. Ese
mundo así "ordenado" que nace allí, en
ese momento, es por supuesto el
resultado de una evolución anterior, pero sobre todo es
el nacimiento de un
sistema distinto de dominación y de explotación:
el que hoy nos oprime. Es
esa opresión insoportable la que nos incita a revisar el
pasado. Tal
incitación, finalmente, es la señal más clara
de que estamos llegando al
final de un proceso histórico, lo que a su vez exige una
radical
transformación de las visiones historiográficas.
La revisión sistemática del pasado nos lleva
a conclusiones extraordinarias:
La gran maldad de este siglo (Alemania-Holocausto) no es
más que
una ficción, un Mito perverso.
La segunda guerra mundial, el acontecimiento más trascendente
de
este siglo, no fue una responsabilidad exclusiva de Alemania sino,
como mínimo, una responsabilidad compartida con la URSS,
por un
lado, y con Occidente, por otro.
Si bien es relativamente lógico poner como piso la "teoría
de la
responsabilidad compartida", es asimismo posible avanzar
hacia la
hipótesis de la "no responsabilidad alemana".
La revisión del pasado nos lleva necesariamente a rescatar
del
"olvido" las acciones de uno de los factores históricos
más
importantes de este siglo: el judaísmo, ya sea bajo su
forma
sionista-europea o bajo otras formas, como la religiosa-mesiánica
que emerge en esta etapa de la evolución del Estado de
Israel.
Tomar en consideración con toda seriedad y responsabilidad
el
factor judío en la evolución histórica de
este siglo, nos lleva
fuera de la "historia de las ideas", fuera de la historia
de la
"lucha de clases", incluso fuera de la historia de las
naciones:
nos coloca directamente sobre la influencia del factor racial
y
religioso.
Fue Ernst Nolte quien inició una línea de investigación
correcta
pero ya insuficiente: la línea por la cual hay una responsabilidad
compartida. Pero Nolte se impuso un límite que hoy es inaceptable:
la responsabilidad no está "repartida" sólo
entre Alemania y la
URSS. Hay un tercero en discordia: Occidente (lo que quiere decir
alianza británico-norteamericana y lobby judío en
ambas márgenes
del Atlántico Norte).
Existe ya una impresionante acumulación de datos que señalan
un
claro proceso de agresiones de las cuales Alemania es la
"víctima", aunque no en estado puro, naturalmente.
Nunca en la
historia hubo víctimas o victimarios en "estado puro".
Si bien
Alemania es principalmente víctima, puso también
su cuota
victimaria, no tanto volcada hacia Occidente, sino sobre todo
hacia el mundo eslavo. Pero es indudable que ese perfil "perverso"
de Alemania es más el resultado de una cadena de acontecimientos
que una causa original.
Sin la menor duda existe una continuidad clara y nítida
entre 1914 y 1945.
En primer lugar en ambas guerras se repite el mismo esquema estratégico:
Mundo Marítimo más Mundo Continental contra las
Potencias del Medio
(Mitteleuropa). Sin la extrema fatiga de la máquina militar
rusa que se
agota al promediar la (primera) guerra, no se hubiese producido
en absoluto
la revolución bolchevique (hegemonía ideológica
leninista = revolución
mundial). Si la sociedad y el Estado rusos hubiesen tenido mayor
complejidad
no se habría podido identificar con tanta claridad el concepto
de
"revolución mundial" con la expansión
del Estado soviético. Es esta
expansión del Estado soviético y la posición
extremadamente satelital del PC
Alemán lo que produce un estado de alerta general en Alemania.
Mientras tanto Inglaterra, pero sobre todo Francia, tratan de
mantener a
Alemania bajo tutela. Durante muchos años Alemania fue
una verdadera colonia
económica, política y militar de las dos principales
potencias occidentales.
En ese sentido la derrota francesa de 1940 no fue una "agresión
alemana",
sino la exacta continuidad de 1918.
Cuando Alemania invade a Polonia ya había pasado realmente
lo peor:
Inglaterra y Francia habían aceptado de hecho el doble
Anschluss
austríaco-bohemio. Hoy en día ya no se puede negar
que el gobierno polaco no
sólo no accede a las peticiones alemanas relativas a Danzig,
que eran
extremadamente razonables, sino que desarrolla claras provocaciones
contra
Alemania y contra las minorías germánicas de la
población polaca. En esas
acciones Varsovia estuvo respaldada por París, pero sobre
todo por Londres.
La invasión de Polonia origina la declaración formal
de guerra a Alemania,
tanto de París como de Londres. Catorce días después
Rusia también invade
Polonia. No hubo declaración de guerra ni de Londres ni
de París a la URSS.
A pesar de la existencia de solemnes tratados de asistencia mutua
entre
Varsovia y Londres y entre Varsovia y París.
Una vez que Francia estuvo vencida y existía un gobierno
de Kollaboration en
Vichy, Alemania, llevada por las debilidades italianas, invade
los Balcanes
y desembarca en el norte de África. El Afrikakorps era
un ejército minúsculo
y sobre todo mal equipado comparado con el grueso de las divisiones
alemanas
estacionadas en el frente ruso (150 divisiones soviéticas
estaban en la
Polonia ocupada por la URSS) aún inactivo. La Kriegsmarine
presiona sobre
Hitler para expandir lo que ella llamaba la "estrategia mediterránea".
Sin
embargo, se produce la Operación Barbarroja.
¿Fue "agresión" la invasión alemana
a la URSS? ¿O fue otra cosa muy distinta
llamada "guerra preventiva"? En estos momentos, cuando
ya no existe la
posibilidad de descubrir nueva documentación, son las interpretaciones
las
que valen. Pero no se trata de "interpretar", con más
o menos lógica, un
hecho baladí. Se trata de la circunstancia, por qué
no decirlo, más decisiva
de la historia de la humanidad. Nada es comparable con el estruendoso
y
sangriento choque entre el mundo germánico y el mundo eslavo.
Ningún otro
acontecimiento de la Historia tuvo una magnitud similar y, finalmente,
consecuencias tan universales. De ese choque entre dos Estados
ideológicamente antagónicos surge la hegemonía
actual del capitalismo
occidental. Y del mundo tal cual es hoy.
Fuera de los discursos elaborados para la llamada "guerra
ideológica" hay
tantos argumentos de peso a favor de la "agresión"
como a favor de la
"prevención". Por un lado, luego del pacto Molotov-Ribbentrop,
las
posibilidades de un ataque soviético a Alemania disminuyeron
significativamente. Por otro lado, existían 10.000 blindados
soviéticos y
una cantidad extremadamente alta de aviones en la Polonia ocupada
por el
Ejército Rojo, muy cerca de la nueva frontera alemana.
El problema,
finalmente, puede ser planteado así: Stalin esperaba dilatar
al máximo la
entrada en guerra de la URSS; Hitler exactamente lo contrario.
Cuanto más
tiempo transcurriera, más posibilidades existían
para la repetición de una
alianza como la de la primera guerra: Rusia más mundo marítimo
contra las
potencias del centro. La victoria de Alemania sobre Inglaterra,
por ejemplo,
hubiese sido intolerable para Moscú. La victoria de Alemania
sobre la URSS
hubiese sido intolerable para Londres. En última instancia
quien decidió el
día y la hora fue Hitler y no Stalin.
Hoy ya es posible realizar una evaluación general del conflicto,
y
analizarlo como un sistema de acoso militar a Alemania que comienza
en 1914,
y que por ello se ve obligada a realizar una "guerra de supervivencia".
Hacia mediados de los años 30, el acoso militar a Alemania
fue concebido
como la "muerte de Alemania". Todas las acciones de
guerra se derivan de
este dato básico. Incluidos los graves errores de los alemanes,
sus
percepciones falsas, y también, naturalmente, los crímenes
de guerra
cometidos por los alemanes. Pero dentro de esa categoría
de "crímenes de
guerra" que cometieron todos los contendientes, no se encuentra
el llamado
"Holocausto judío". Ya no hay dudas de que él
fue una pura invención de la
guerra psicológica que comienza a insinuarse en los "juicios"
de Nuremberg.
Al finalizar la guerra llamada "segunda" y "mundial",
se inaugura el
Tribunal Militar Internacional (TMI). El llamado Tribunal de Nuremberg
fue
una continuación del esfuerzo bélico Aliado. Fue
asimismo el primer
"tribunal de justicia" trans-nacional. Desde el punto
de vista jurídico
Nuremberg fue una aberración total, mientras que desde
el punto de vista
político constituye el origen de toda la mitología
de la posguerra.
El final de la "era Nuremberg"
Una cantidad de indicadores sociológicos, económicos,
geopolíticos y
culturales permiten pensar que una cierta legitimidad histórica
está
llegando a su fin en Europa. Estamos en un fin de tiempo, en plena
metamorfosis de un cierto Zeitgeist que ha llegado inexorablemente
al final
del camino. Más precisamente, se podría sostener
que la legitimidad que
provino de la victoria Aliada que puso fin a la guerra civil europea
de
treinta años (1914-1945), la llamada "Liberación"
que se origina en la otra
orilla del Atlántico, está siendo radicalmente cuestionada.
Lo que se
derrumba es el universo histórico-cultural e iconográfico
construido por la
"Liberación" de Europa, entendida como consecuencia
inmediata de la victoria
militar de los Aliados que, en esencia, fueron básicamente
tres: la hoy
inexistente Unión Soviética, los Estados Unidos
de América y Gran Bretaña.
En algunos países ese cuestionamiento es particularmente
evidente. Francia,
por ejemplo, fue considerado oficialmente un "país
vencedor", aunque fue un
país derrotado. Alemania, un país derrotado, fue
con el tiempo, en cierto
sentido, un "país vencedor", aunque con su voluntad
destruida. Por primera
vez en Europa no sólo se está discutiendo el pasado
y el futuro, al mismo
tiempo. También están en crisis sus estructuras
políticas y económicas. Sus
fronteras y su identidad, todo al mismo tiempo. Llamaremos "zona
de crisis"
a esa compleja convergencia de factores.
Podemos entrar a la zona de crisis por diferentes caminos. Uno
de ellos es
desde fuera de Europa, desde una de sus zonas contiguas más
sensibles: el
Oriente Medio. Una de las consecuencias últimas de la legitimidad
que se
originó con la "Liberación" de Europa
de la hegemonía alemana (Tercer
Reich), fue la hoy llamada "Unión Europea", en
sus comienzos, un modesto
Mercado Común del Carbón y del Acero entre Francia
y Alemania (básicamente).
Ahora la UE no sabe qué hacer en el Oriente Medio tal cual
hoy existe, como
otro subproducto de la victoria Aliada. Lo curioso es que esas
desventuras
europeas en una de sus vecindades más preocupantes, no
son causadas por el
mundo árabe ("terrorismo islámico" incluido),
sino por el Estado de Israel.
Ya se admite públicamente que el Estado de Israel desestabiliza
la región
como consecuencia de sus pretensiones teológicas de dominación.
El problema
está en que tanto el Estado de Israel como la Unión
Europea son "productos
gemelos", son dos de las consecuencias institucionales más
importantes de
una misma causa histórica: la "Liberación"
europea.
Nadie puede dudar, hoy en día, que la cuestión judía
fue parte orgánica de
la Liberación europea y del anterior acoso y destrucción
de Alemania. Los
tres Aliados principales victoriosos hicieron de la cuestión
judía un arma
esencial de la guerra ideológica contra el Tercer Reich
ya vencido (es
decir, contra la forma política que había adoptado
el Estado Alemán desde
1933, con total consenso democrático). No hubiese habido
Estado de Israel,
al menos como hoy se lo conoce, sin la victoria militar Aliada.
Y es
importante subrayar la palabra "alianza", ya que fue
el bloque soviético
quien armó inicialmente al Estado de Israel hasta un poco
más allá de los
comienzos de la guerra fría (1949-50, aproximadamente).
Esa relación militar
privilegiada entre el bloque soviético e Israel coincide
en el tiempo con la
aplicación sobre Alemania del Plan Morgenthau (1). Es evidente
que hoy
Europa no sabe qué hacer con el Estado de Israel, lo que
quiere decir que
tampoco sabe qué hacer consigo misma. Si el Estado de Israel
se ha
constituido en algo ya totalmente inmanejable para Europa, ¿Cómo
encarar el
origen ideológico de ese Estado, que no fue otro que el
mito del Holocausto?
Del Plan Morgenthau al Memorial berlinés
Un monumento conmemorativo de la victoria judío-occidental
sobre Alemania
debería inaugurarse el 20 de enero de 1999, que sería
el aniversario de la
supuesta "Conferencia de Wannsee" de 1942. Los historiadores
judíos
sostienen que en esa Conferencia se habría aprobado la
"solución final" de
la "cuestión judía" en Alemania y Europa.
Por el contrario, los
historiadores revisionistas de todas las nacionalidades niegan
que esa
Conferencia se haya celebrado, y señalan que las famosas
"Actas de Wannsee"
son apócrifas.
Oficialmente Alemania finalizará el siglo con más
de cinco millones de
desocupados. Extraoficialmente algunos cálculos proyectan
esa cifra a más de
10.000.000. Una cantidad bastante aproximada -en relación
al número de
desocupados per cápita- a los siete millones de 1933/34.
Naturalmente ello,
ahora, también tendrá enormes repercusiones sobre
la estructura política
bipartidaria que nació en la última posguerra, y
muy especialmente sobre el
comportamiento político en general de la sociedad alemana.
En el origen de la crisis del sistema (económico-social
y político), y de la
crisis de identidad, está la ausencia de una voluntad alemana
(utilizamos la
palabra voluntad en el sentido en que lo hizo Heidegger, no como
puro
"voluntarismo", sino como la interpretación del
ser histórico alemán).
Ausencia de voluntad en el sentido que el francés Robert
Faurisson le pide
al alemán Ernst Nolte; recuperar la vieja tradición
prusiana del: ¡Kopf
hoch!: ¡La cabeza erguida! "¡Kopf hoch! significa
simplemente que los
alemanes deben dejar de bajar la cabeza ante las ignominias que
se les
adjudican desde hace tanto tiempo" (Carta de Robert Faurisson
a Ernst Nolte,
del 3 de junio de 1991, en Archive Faurisson).
Para el francés Faurisson, en la base de la crisis actual
de Alemania, hay
un dato moral, un gran Mito, el de "Holocausto", basado
en una gran mentira:
las "cámaras de gas". "Ellas debieron ser
el arma específica de un crimen
específico. Ellas son el pilar central de la religión
del `Holocausto'. Sin
ellas, toda la gran mentira se derrumba; la mentira de un horror
gigantesco
y sin precedentes en la historia de los hombres. Las pretendidas
cámaras de
gas hitlerianas y el pretendido genocidio de los judíos
forman una sola y
misma mentira histórica, que ha permitido una gigantesca
estafa
político-financiera con el Estado de Israel y la judería
internacional como
principales beneficiarios. Las víctimas de esa estafa son
el pueblo alemán
-no así sus dirigentes- y el pueblo palestino en su totalidad"
(Faurisson).
Para evitar que esa mentira se derrumbe, los judíos están
dispuestos a
sepultar a Alemania entera debajo de la losa -literalmente hablando-
de su
"Memoria" (de la famosa Memoria judía). Es por
ello que intentan construir
en Berlín un monumento gigantesco (Memorial, o Denkmal
für die ermordeten
Juden Europas) en Memoria de los míticos "seis millones".
Ese monumento,
naturalmente, deberá imponerse por sobre toda la arquitectura
del nuevo
Berlín, para que Berlín sea, para siempre, la "capital
del arrepentimiento".
De construirse, estará ubicado en el corazón político
del Berlín histórico.
El "Memorial" berlinés será además
gigantesco (arquitectos judíos han
diseñado una losa del tamaño de un campo de fútbol),
para que todos sus
habitantes, todos los días, se encuentren con él,
lo señalen y comenten:
"Mira, para que aprendas la lección".
No existe ni en Alemania y ni en toda Europa ningún documento
sobre el que
se pueda fundamentar la religión del "Holocausto".
Pero, de construirse
finalmente el Memorial (Denkmal) berlinés existirá
un show permanente en el
mismo centro de Europa, bajo la forma de monumento gigante, que
dirá, por
los siglos de los siglos: los alemanes son criminales peligrosos.
En los
Estados Unidos, en Canadá, en Gran Bretaña, en Francia
y en la propia
Alemania (clandestinamente) hay ya una importante producción
de ensayos de
reinterpretación histórica. Ninguna persona culta,
informada y/o politizada
puede ignorarlos. Esto quiere decir que existe un extenso e intenso
conocimiento histórico acumulado, de naturaleza científica;
lo que significa
análisis con base documental. La respuesta de los intelectuales
judíos a esa
enorme masa de conocimientos -que sale a luz día a día
y que pone en
ridículo las primitivas versiones dadas por los vencedores
de la segunda
guerra mundial- es la del show de la "Memoria". Museos
llenos de fotos que
nadie sabe ni dónde ni cuándo fueron tomadas, ni
quiénes son los
fotografiados; y sobre todo, grandes monumentos, construidos a
la escala del
"realismo socialista" o de la misma arquitectura fascista.
En definitiva:
ciencia histórica "gentil" versus Mitología
judía. No existe ni jamás podrá
existir una literatura judía que sea, al mismo tiempo,
científica y
antirrevisionista.
La eventual construcción del Denkmal für die ermordeten
Juden Europas sería
un hecho doblemente aberrante para Alemania y los alemanes todos.
Porque no
sólo estaría cimentado en una gran mentira, la del
"Holocausto". Sería
específicamente perverso porque la simbología de
ese monumento negaría la
existencia del genocidio alemán, es decir, de las masacres
que cometieron
los Aliados victoriosos sobre la población civil alemana
ya vencida al
finalizar la llamada segunda guerra mundial. Para Alemania, la
mera
existencia de ese monumento sería la ruptura total de su
identidad nacional;
tendría el significado simbólico de ser la negación
de las víctimas civiles
alemanas de la inmediata posguerra, que superan con creces la
mítica cifra
de "los seis millones".
El historiador canadiense James Bacque publicó un libro
"sísmico" titulado:
Crimes and Mercies: The Fate of German Civilians Under Allied
Occupations
1944-1950, Little, Brown and Company, Toronto, 1997 (la traducción
castellana sería: "Crimen y Misericordia: el destino
de los civiles alemanes
bajo la ocupación aliada, 1944-1950"). El propio autor
define su libro como
una historia de la mayor atrocidad cometida por Occidente a lo
largo de toda
la historia: la muerte de millones de civiles alemanes en manos
de los
Aliados, una vez finalizada la guerra. Las armas del crimen, en
este caso,
fueron múltiples: hambre, torturas, condenas a muerte dictadas
en forma
sumaria, traslado de grandes masas de población en vagones
de ferrocarril
utilizados para el ganado, y un largo etcétera de otras
acciones violentas.
En definitiva la aplicación del Plan Morgenthau. Durante
esa época decenas
de miles de alemanes y alemanas se suicidaron. En la página
131 de su obra,
el autor expone estadísticas, que están extensamente
fundamentadas a lo
largo de todo el trabajo:
Total de muertos civiles alemanes bajo ocupación
aliada entre 1944 y 1950
Mínimo
Máximo
Alemanes expulsados de otros países de Europa oriental
"Volksdeutsche"
2.100.000 6.000.000
Prisioneros alemanes en campos de concentración de los
Aliados
1.500.000 2.000.000
Alemanes civiles residentes en Alemania
5.700.000
5.700.000
_______________________________________________________________________________
Total de civiles alemanes muertos bajo ocupación aliada
9.330.000 13.700.000
Ese genocidio alucinante e ignorado por la "cultura occidental"
oficial fue
cometido por los Aliados (soviéticos, norteamericanos,
ingleses y
franco-gaullistas) contra una "raza" que llegó
a ser considerada criminal
por naturaleza, como dice Goldhagen. James Bacque demuestra que
bajo la
ocupación Aliada murieron muchos más alemanes que
durante los mismos
combates, a lo largo de toda la guerra. Y además señala
a un responsable
principal, al verdugo mayor de esta matanza, al que era en esa
época el
Secretario del Tesoro norteamericano, Henry Morgenthau, autor
del famoso
"Plan Morgenthau", que recomendaba convertir a la Alemania
vencida en "un
país de pastores". La directiva JCS/1067 del plan
elaborado por el judío
Morgenthau señalaba la conveniencia de la muerte por hambre
de los alemanes
vencidos. Millones de alemanes aún vivos se acuerdan de
esa época y de ese
plan.
Sería inaceptable para el mundo entero que los actuales
dirigentes alemanes
admitieran la construcción del monstruoso Denkmal, cuando
se sabe con toda
exactitud que la propia tierra alemana está fecundada con
millones de
cadáveres alemanes recientes, martirizados por extranjeros.
Por los mismos
"Aliados" que impulsaron la construcción del
Estado de Israel, sobre la base
del Mito del "Holocausto".
Por el momento el pueblo alemán está en la resistencia
social. Los casi
cinco millones de desocupados, especialmente en la "Alemania
del Este", ya
están en la calle reclamando trabajo. Sus dirigentes nacionales
dicen que no
hay dinero para fondos sociales. Sin embargo, Alemania sigue pagando
enormes
sumas al Estado de Israel y a diferentes organizaciones del judaísmo
mundial: "por los daños causados en el pasado".
Como el tema judío es tabú
en Alemania, no es seguro que los nuevos pobres absolutos alemanes
ya hayan
conectado ambas situaciones. Pero de lo que no hay duda es que
si aún no lo
han hecho, lo harán en un futuro muy próximo. También
en Francia hay un
"problema social" irresoluble y una "cuestión
judía" pendiente. La Europa
exclusionista de Maastricht pende de un hilo.
Quedándonos dentro de Europa: ¿Cuál será
el destino final de las relaciones
franco-alemanas en una situación europea que aún
refleja la ficción de una
Francia vencedora y una Alemania vencida? Dentro del actual marco
institucional aportado por la "Liberación", las
relaciones franco-alemanas
no pueden ser sino conflictivas, porque están fundamentadas
en una
desigualdad de origen que, además, es totalmente ficticia.
Si el Tercer
Reich fue la maldad absoluta, los Aliados -incluida la URSS- no
podían ser
sino lo simétricamente opuesto. De otra forma, la guerra
hasta la "rendición
incondicional de Alemania" (exigencia británico-gaullista),
hubiese sido
como mínimo innecesaria. Se supone que la "reeducación"
a que fue sometida
la Alemania vencida cambió la naturaleza antropológica
de esa sociedad y,
por lo tanto, su naturaleza moral.
La destrucción de Alemania a partir de bombardeos pesados
fue una decisión
británica de la cual es obviamente corresponsable el protegido
de Churchill,
el general Charles de Gaulle. Antes del ingreso en la guerra de
los EUA,
Gran Bretaña es la vanguardia de una cruzada contra Alemania.
En la
retaguardia de Londres estaban los EUA de Franklin Roosevelt y
el poder
judío (firmemente asentado en Nueva York y Londres), que
tenía como
consigna: Alemania debe morir. La excusa por la cual Inglaterra
(y Francia)
declaran la guerra a Alemania el 3 se setiembre de 1939 ya no
se sostiene,
porque catorce días después de la invasión
alemana a Polonia occidental se
produce la invasión soviética a Polonia oriental
(Acuerdo
Molotov-Ribbentrop). Con la misma lógica que Inglaterra
(y Francia) le
declaran la guerra a Alemania, le deberían haber declarado
la guerra a la
URSS 14 días más tarde. Pero ello no ocurre porque
el objetivo era destruir
a Alemania, para lo cual se debía armar y potenciar al
enemigo aparente: la
URSS.
Muchos europeos piensan que nada puede ser ya construido dentro
del marco
institucional de la "Liberación". La caída
de la URSS ha sido también el
final de la "Liberación", es decir, el límite
máximo a que había llegado el
proyecto Aliado (por definición es inconcebible una alianza
entre distintos,
americanos "buenos" y soviéticos "malos",
por ejemplo). Desde el punto de
vista filosófico los Aliados fueron una continuidad basada
en la
"racionalidad occidental" abarcante del marxismo, aún
en su versión
"soviética". La discontinuidad fue Alemania.
El problema es que todas las
instituciones europeas hoy vigentes son el producto de la victoria
militar
de esa "continuidad filosófica". Ello significa
que la de la URSS fue la
primera, y no la última, de una serie de grandes catástrofes
estratégicas.
No sólo todas las instituciones europeas hoy vigentes son
el producto de la
legitimidad de la "Liberación". Las "relaciones
exteriores" de la UE son
también resultado del mismo proceso. Y más aún,
las relaciones
interestatales que nacen con la victoria Aliada dentro de Europa
son
asimismo un efecto de la misma causa. Desde un punto de vista
estratégico el
verdadero fin de la guerra no fue la caída de la URSS.
Que la guerra
continuó luego bajo la "paz" es evidente: ¿Qué
otra cosa es sino la defensa
nuclear francesa independiente con epicentro en el misil Hades?
El misil
francés Hades -Dios griego del mundo de los muertos- tiene
un alcance de 700
km. Es decir que fue diseñado no contra la ex URSS sino
contra Alemania.
Todos los núcleos urbanos alemanes son rehenes del Hades,
desde hace ya
muchos años. Quien lo pone en servicio es un humanista
socialista llamado
Mitterrand. Un producto típicamente francés alineado
con la "Liberación"
justo a último momento. Por lo demás, ¿En
qué se podría basar hoy una
política exterior común franco-alemana si ambos
países, día a día, baten
records en generar mano de obra desocupada? Si se unieran los
sin trabajo de
los dos Estados podrían formar un "país independiente"
con una densidad
geográfica razonable. Y conste que aún no hemos
mencionado las relaciones
entre Gran Bretaña y Europa. Ni a las de Rusia con Europa.
Sin embargo, las instituciones "comunes", es decir la
burocracia con sede en
Bruselas, continúan ignorando esas fracturas esenciales
heredadas de la
"Liberación". Por lo tanto no se puede sino aceptar
un dato básico: hay una
disfuncionalidad esencial entre el mundo institucional y el mundo
real. Esto
quiere decir, por ejemplo, que se puede admitir que la sociedad
alemana,
bajo una muy fuerte presión, abandone el DM por el Euro.
Pero es
inimaginable que tal trauma histórico haga felices a los
alemanes, es decir,
proporcione estabilidad a Europa. ¿Cuánta devaluación
puede soportar
Alemania? Cálculos serios señalan que el pasaje
del DM al Euro provocará en
Alemania una disminución del 30% del volumen de sus ahorros
brutos. Ninguna
sociedad puede soportar un shock semejante. Y menos aún
la Alemania
"unificada".
La supervivencia del mundo institucional y cultural originado
en la
legitimidad que produce la "Liberación", esto
es, en la victoria militar
Aliada contra Alemania, es exactamente lo contrario a la unidad
europea. Es
ese mundo institucional y cultural lo que impide la unidad europea.
Ese
mundo ficticio es lo que impide, por ejemplo, que Europa disponga
de una
política exterior común. No hablemos ya de una política
de defensa común.
Si penetramos por debajo de la superficie de la crisis que agota
y consume a
la sociedad francesa veremos una cada vez más definida
tendencia
revisionista. Francia es el eslabón más débil
de la cadena. No puede
soportar su falsa historia. La crisis final del gaullismo y el
avance del FN
no es sino la admisión de que Francia no está cómoda
con la piel que la
recubre desde su "Liberación" gestada desde la
otra costa del Atlántico.
Podría ser incluso que hubiera estado más cómoda
bajo el gobierno de Vichy,
si no hubiese sido que la prolongación de la guerra (el
empecinamiento de
los "malditos ingleses") en el frente occidental obligó
a mantener la
ocupación alemana del territorio francés metropolitano.
Al fin y al cabo el
mariscal Pétain no tuvo que ir a Londres para buscar legitimidad.
De algo están seguros hoy muchos franceses y no sólo
los actuales y futuros
electores de Le Pen: la convergencia franco-alemana era mucho
más viable
antes que ahora. La "Liberación" fractura Europa
según un mapa Atlántico con
epicentro en Washington y proyección unidireccional hacia
Londres. Es por
ello que vuelven a surgir las grandes figuras sepultadas de la
Francia
"olvidada". No sólo Louis Ferdinand Céline,
que es un símbolo de enorme
grandeza intelectual y moral, sino hombres como Jacques Doriot,
que en los
años 20 se afianzó como líder nacional encabezando
un movimiento francés
contra la ocupación militar francesa del Ruhr alemán.
Doriot no sólo no fue
un "Kolaboracionista", en el sentido vulgar de la expresión,
sino un paladín
de la unidad franco-alemana, ya imposible desde la "Liberación".
El fenómeno Le Pen, con sus claros y sus oscuros, no existe
en ningún otro
país europeo. Ningún político europeo importante
tiene una opinión tan
definida y sobre todo tan conocida, sobre la "cuestión
judía". El FN está
cada vez más arraigado en los diferentes estamentos de
la sociedad francesa,
como lo demuestra la intención de voto que se hace pública
de manera
periódica. Sería un error muy grande pretender negar
que existe una relación
muy intensa entre la creciente voluntad revisionista de la sociedad
y el
nuevo perfil político francés.
En sus orígenes, el revisionismo francés, viéndolo
ahora como fenómeno
principalmente intelectual, es gestionado por una élite
muy pequeña y muy
aislada. Su problemática comenzó en la "cuestión
judía". Podríamos decir que
la crítica al mito del "Holocausto" -y por lo
tanto a los mitos fundadores
del Estado de Israel- fue un fenómeno básicamente
francés, cuando por lógica
debió haber sido un movimiento de resistencia cultural
alemán. Ello nos
habla de la vitalidad cultural francesa y del letargo en que aún
vive
Alemania. El revisionismo francés ha demostrado dos cosas.
Lo primero, que
después de treinta años de desarrollo intelectual
termina co-gestando un
movimiento nacional policlasista con capacidad para acceder al
poder por
medio del voto popular. Y lo más importante: señalar
que el revisionismo no
acaba con la cuestión judía. Lo que hoy está
en revisión es toda la historia
europea, comenzando con la de este siglo. El movimiento nacional
y el
revisionismo francés no pueden seguir avanzando sólo
en la dirección de
demostrar lo que ya está demostrado: que el "Holocausto"
fue parte de la
propaganda de guerra de los Aliados vencedores, que la "Liberación"
fue la
antesala de la creación del Estado de Israel y que el Estado
de Israel es el
gran desorganizador de una de las regiones geopolíticas
más sensibles del
mundo, contigua al espacio europeo.
Lo que genera la crítica al gran mito judío, es
una total desestabilización
de todo el escenario histórico. A partir de la credibilidad
creciente de esa
crítica puntual se produce un inevitable movimiento de
arrastre; toda la
historiografía impuesta por los Aliados vencedores se derrumba
estrepitosamente como fichas de dominó. Si Alemania no
fue la maldad
absoluta, ni la URSS el "paraíso" del proletariado,
ni Londres el bunker de
la democracia, ni Francia la patria de la resistencia, ni Franco
el títere
de Hitler, ni Mussolini un "sangriento dictador" en
un país de mandolineros,
¿Qué queda de la Europa que construyen los Aliados
al finalizar la guerra
civil de treinta años (1914-1945)? ¿Qué queda
de Europa? ¿Qué será de
Europa?
La división de la historia de la Europa del siglo XX en
períodos de "dos
guerras mundiales" encierra la trampa enorme de pretender
ver un mismo
proceso histórico fracturado en varias "etapas"
distintas (dentro de los
límites paz-guerra), lo que posibilita encontrar "culpables",
es decir,
iniciadores de "guerras distintas". Ahora podemos comprender
que los
movimientos geopolíticos alemanes anteriores a la declaración
de guerra
franco-británica de 1939, fueron posicionamientos necesarios
ante un ataque
que finalmente se produjo, y en el cual se realizó una
tenaza antialemana
entre el mundo continental soviético y el imperialismo
oceánico capitalista.
Por lo tanto nos acercamos mucho más a la realidad si percibimos
el período
1914-1945 como una "guerra de treinta años" ampliada
a escala europea, es
decir, como una larga guerra civil europea. Esa guerra de los
treinta años
fue interrumpida por la "Liberación" de Europa.
A partir de la "Liberación"
sobreviene el ingreso de Europa en el mundo de las "naciones
satisfechas",
es decir, en el mercado de los Estados que habrían superado
los conflictos.
A pesar de la Revolución Rusa de 1917, hasta ahora considerada
como el
producto más importante de la llamada "primera guerra
mundial", tanto en el
comienzo como en el fin del período se presenta el mismo
esquema
estratégico: la unidad del mundo marítimo con Rusia
para reducir la potencia
de la Mitteleuropa. Se trata del mismo esquema Spykmaniano: para
destruir a
Alemania el mundo marítimo necesita de una alianza con
la potencia
continental por excelencia: Rusia. Por lo tanto se debe pensar
en Alemania y
no en la URSS cuando se habla de "perturbador del sistema"
o de "potencia
revolucionaria". Una potencia es revolucionaria sólo
cuando lleva en sí
ideas totalmente antagónicas respecto al "orden internacional
constituido"
y, además, cuando su situación geopolítica
le permite amenazar a la
totalidad del sistema establecido, tanto "hacia el mar"
cuanto "hacia la
tierra" (Alemania-nacionalsocialismo-Mitteleuropa). Una potencia
no es
revolucionaria cuando sus ideas expresan la continuidad "revolucionaria"
de
ideas originadas dentro de la misma cultura establecida (como
p.e. el
marxismo en relación con el racionalismo), y su situación
geopolítica sólo
le permite amenazar nada más que a una región del
planeta.
Nicholas J. Spykman (Estados Unidos frente al mundo) es el pensador
norteamericano que con mayor nitidez percibe la naturaleza subversiva
de la
"ideología racial" del nacionalsocialismo alemán
(Spykman nació en Holanda y
se ciudadanizó norteamericano). Porque como geopolítico,
Spykman, en primer
lugar, está pensando en la fragilidad del equilibrio racial
norteamericano.
Nunca, en el país del "sueño americano",
la contradicción se planteó entre
"proletariado" y "burguesía". El centro
de gravedad de la cuestión social
norteamericana fue y es el "equilibrio racial". El nacionalsocialismo,
como
ideología, afectaba a ese equilibrio con una intensidad
infinitamente mayor
que la teoría de la "lucha de clases". Spykman
escribe su libro sin
pretender negar que es una expresión típica de la
propaganda de guerra de
aquellos años `40. Es un ejercicio fascinante comparar
ese libro con el
paper de Samuel Huntington sobre los factores desintegrativos
que afectan
hoy a la sociedad norteamericana (Intereses exteriores y unidad
nacional,
1997). Pasaron casi sesenta años, pero los viejos problemas
norteamericanos
siguen allí, agudizados. No sólo hay una distancia
enorme entre la
"peligrosidad" respectiva del nacionalsocialismo y del
comunismo en cuanto
ideologías, tal como fueron percibidas desde los EUA, antes
y durante la
última fase de la "guerra de los treinta años".
Esa distancia se incrementó,
ya que la guerra llamada "segunda mundial" llevó
a muchos pensadores a
relacionar el proceso ideológico con el valor de posición
de Rusia (URSS) y
Alemania, respectivamente.
El análisis atento de las ideas geopolíticas de
Nicholas J. Spykman, en
especial la de la alianza entre las potencias marítimas
y la potencia
continental para destruir el poder de la "potencia del medio",
constituye
uno de los caminos que podría llevarnos a limitar las opciones
militares que
presentó la llamada "segunda guerra mundial",
en especial para Alemania. Es
decir que podríamos descartar todas las opciones meramente
ideológicas. Si
ahora estudiamos, junto con Spykman, los dos puntos de inflexión
de la
llamada "segunda guerra mundial" (su comienzo [invasión
alemana a Polonia] y
la invasión alemana a Rusia [Operación Barabarroja]),
podríamos llegar a
conclusiones sorprendentes. Ni la invasión de Polonia fue
una causa
suficiente para la declaración de guerra de Inglaterra
y Francia contra
Alemania, ni la invasión de Alemania a la URSS fue necesariamente
una
"agresión", o el inicio de una guerra de agresión.
Con cada vez más fuerza surge ante el viajero histórico
la convicción de que
Alemania realizó una guerra que no fue ni "preventiva"
ni "agresiva", sino
una guerra de supervivencia. Una defensa desesperada ante un ataque
múltiple, inevitable e inexorable. La defensa ante una
agresión orientada a
la destrucción total -genética- de Alemania, a partir
de una alianza entre
las dos alas del Iluminismo racionalista: la liberal occidental
y la
marxista soviética.
Si el objetivo final de la política norteamericana era
actuar de puente
entre la potencia marítima colonial por excelencia (Gran
Bretaña) y la
potencia continental por excelencia (Rusia) puede resultar natural
que
Alemania atacara a la URSS antes de que EUA se posesionara de
Europa.
Sabemos fehacientemente cuál fue la política de
Washington hacia la Alemania
vencida en la inmediata posguerra, entre 1945 y 1948, (hasta los
mismos
inicios de la "guerra fría"): matarla de hambre
(Plan Morgenthau). Sería
lógico pensar que la misma actitud de buscar la destrucción
total de
Alemania entendida como "enemigo principal" de un Occidente
que ya preparaba
la parición del Estado de Israel, existió en los
inicios del conflicto:
atenazar y despedazar a Alemania entre un gran mar (Atlántico
Norte, Mare
Nostrum del capitalismo) y una estepa infinita (Rusia continental).
Ninguna de las hipótesis convencionales sobre el inicio
y el desarrollo de
la "segunda guerra mundial" puede ser al día
de hoy suficientemente
fundamentada, excepto acudiendo a argumentos psicologistas de
muy escasa
credibilidad (la "locura" de Hitler, por ejemplo). Es
muy difícil que tales
factores psicológicos "irracionales" hayan predominado
en un país
fundacionalmente racional como Alemania, por sobre instituciones
racionales
modélicas como el Estado Mayor Alemán, que tenía
muy en claro el peligro del
"segundo frente", es decir, la trampa mortal de los
espacios continentales
coaligados con los espacios marítimos.
En este siglo, el ejemplo más dramático de convergencia
germano-rusa se
produce a partir de la terminación de la I GM, cuando en
determinados
sectores sociales de la derrotada Alemania se genera una fuerte
voluntad de
alianza con la Rusia bolchevique, que perdura fuertemente hasta
la llegada
al poder del partido nacional-socialista. La convergencia entre
el
"revolucionarismo" ruso y el nacional-conservadurismo
alemán es tan lógica
como explicable resulta la ruptura entre bolcheviques y nacionalsocialistas.
Entre estos últimos existía una competencia a vida
o muerte sobre modelos
revolucionarios distintos. En Alemania, esa alianza estaba sustentada
por
las fuerzas conservadoras y por el Estado Mayor General del Ejército.
Ambos
factores alimentaron las nuevas tendencias de Alemania hacia la
continentalidad. Más adelante también los grandes
industriales alemanes
sostuvieron esa alianza, mientras que por el lado soviético
la doctrina de
Karl Radek tenía también muchos adeptos.
Karl Haushofer, en tanto nacionalista y conservador, ve la necesidad
de la
integración continental de Alemania con prolongada anterioridad
a la firma
del Acuerdo Ribbentrop/Molotov, del 22 de junio de 1941. Desde
su
Zeitschrift für Geopolitik urgía a los gobernantes
de su país a concretar
"... una inteligente colaboración con las exigencias
espaciales de Rusia,
sea gobernada por los Soviets o por otro régimen... Sería
un error fatal de
nuestra parte el interponer una posición ideológica
intransigente entre
nuestra seguridad y tal tipo de alianza. Cuanto más desesperada
sea su
posición, más razones habrá para que un pueblo
piense en términos mundiales
y sin miramientos por equivocados prejuicios raciales".
La cultura alemana se diferenció de Occidente porque se
autoubicó como la
expresión de un mundo específico nórdico-germano.
Esa cultura define una
Weltanschauung que nace de "un mundo independiente y libre
de influencia de
otros mundos". Durante un tiempo muchos rusos y alemanes
pensaron que habían
caído las vallas entre la Kultur alemana y el nacionalismo
ruso de
fundamentos místicos y religiosos. No olvidaron a Dostoyevski,
que concebía
al pueblo ruso como "El portador de Dios". "¿Qué
compartirá Alemania con
nosotros? -se pregunta el autor de Demonios-: son los dos grandes
pueblos
que están destinados a cambiar la faz del mundo".
El mismo Spengler ve en
Rusia la promesa de una cultura nueva, "mientras las sombras
de la noche se
extienden más y más sobre Occidente". En base
a una confluencia con la
cultura rusa, el general Haushofer prepara la estrategia para
una revolución
mundial con centro en Alemania.
Las grandes categorías de la diferenciación espiritual
alemana, heredera
directa de Grecia, respecto de un Occidente más romano
que griego, son el
producto de la obra de Martin Heidegger. Por ello es necesario
retornar a
Heidegger para indagar sobre el futuro de Alemania en esta Europa
"Liberada".
Martin Heidegger
"Sé por la experiencia y la historia humanas que todo
lo esencial y grande
sólo ha podido surgir cuando el hombre tenía una
patria y estaba arraigado
en una tradición."
Martin Heidegger a Der Spiegel, el 28 de marzo de 1967
(Entrevista póstuma).
Lo que hoy en día ya nadie discute es la pertenencia del
más grande filósofo
de este siglo, Martin Heidegger, al nacionalsocialismo alemán,
desde 1933
hasta su muerte en 1967. Entre la derrota alemana de 1945 hasta
1967,
Heidegger recibe presiones terribles, sin embargo no denunció
nunca al
nacionalsocialismo ni renunció a su identidad como tal;
nunca rompió su
carnet de afiliado. En la famosa entrevista póstuma concedida
a Der Spiegel
se revela con nitidez deslumbrante su fidelidad hasta la muerte
(hasta su
propia muerte física) a la "grandeza y esplendor de
esa puesta en marcha"
(la que inicia el Canciller Adolf Hitler en 1933). Y Aclara: "Yo
no veía
entonces otra alternativa".
Pocos meses después de que Hitler asumiera la Cancillería
en Berlín,
Heidegger es elegido rector, por abrumadora mayoría, de
la Universidad de
Friburgo. El 27 de mayo de 1933 en el acto solemne de toma de
posesión del
cargo, Heidegger pronuncia su famoso discurso La autoafirmación
de la
Universidad alemana. Allí plantea ideas "políticas"
capitales que estaban en
estado "metafísico" en su obra magna, El Ser
y el Tiempo, que había sido
editada en 1927. Heidegger proclama la autonomía de la
Universidad alemana
para ponerla al servicio de las necesidades del pueblo alemán.
La
investigación alemana no será ya para una abstracta
"humanidad", sino para
la comunidad alemana.
Heidegger presenta su dimisión apenas un año después
de haber asumido el
rectorado; ella coincide con el "caso Röhm", es
decir con la liquidación del
sector más radical del nacionalsocialismo. Había
una coincidencia
extraordinaria entre el radicalismo filosófico de Heidegger
y el radicalismo
(en el sentido alemán que tiene este concepto) político
de Ernst Röhm. Lo
que unía a ambos era la similar definición que hacían
sobre la naturaleza
del socialismo alemán, entendido como comunidad del pueblo.
Cuando Röhm es
asesinado, el filósofo se "exilia" en su cátedra.
Pero nunca "rompe con el
régimen", como dijeron algunas almas caritativas que
siempre quisieron
"reintegrar" a Heidegger a una civilización,
la que se instaura en Europa a
partir de la "Liberación", que él calificaba
de destructiva. A partir de la
"Liberación", el mundo europeo se corrompe hasta
el tuétano: "Sólo un dios
puede aún salvarnos". Estamos en un mundo en el cual
todo aparentemente
funciona, en su aspecto técnico: "Esto es precisamente
lo inhóspito. Que
todo funciona y que tal funcionamiento lleva siempre a más
funcionamiento y
que la técnica arranca al hombre de la tierra cada vez
más y lo desarraiga".
Entre 1934 y 1945 sólo miró con desprecio a ideólogos
que, como Rosenberg,
fueron "menores" y sobre todo "oportunistas".
El nacionalsocialismo había
perdido la oportunidad de disponer de un Führer del Ser alemán.
Tampoco ya
se discute la "convergencia" entre la metafísica
de Heidegger y la
emergencia del nacionalsocialismo. Aunque en mi opinión
hay algo más
importante que una simple convergencia. Sein und Zeit (El Ser
y el Tiempo),
como ya vimos, tuvo una primera edición en Tübingen
en 1927. Desde esa obra
primera y fundacional de la metafísica heideggeriana hasta
las últimas ideas
del filósofo expresadas post mortem, existe un principio
de continuidad
absoluta. Eso en primer lugar. En segundo lugar, ninguno de los
grandes
principios culturales que enarbola el nacional-socialismo quedan
fuera de la
metafísica alemana que expresa Sein und Zeit.
En 1991 uno de los principales estudiosos de la obra y de la vida
de Martin
Heidegger, Víctor Farias, editó en España,
como documento bilingüe, un
trabajo esencial para la comprensión del pensamiento heideggeriano
y, sobre
todo, para descubrir la conexión de ese pensamiento con
la realidad política
alemana de aquel momento: Lógica. Lecciones de M. Heidegger
(semestre verano
1934) en el legado de Helene Weiss, (Anthropos-Ministerio de Educación
y
Ciencia, Madrid, 1991). Esta "Lógica" de Heidegger
es una gran
fundamentación de principios e ideas que el nacionalsocialismo
"oficial" fue
finalmente incapaz de desarrollar con tan extraordinaria coherencia.
Entre
el nacionalsocialismo "oficial", que el propio Heidegger
denominaba
"vulgar", y la visión del Ser alemán expresada
por Heidegger, hay un mundo
de distancia, pero en una misma dirección de pensamiento.
La comparación con
las reflexiones heideggerianas de algunos escritos que fueron
decisivos en
la historia del pensamiento nacionalsocialista alemán,
comenzando por Mein
Kampf, muestra grandes diferencias. El pensamiento "oficial"
nacionalsocialista hoy se nos aparece como primitivo y realmente
"vulgar".
Sin duda se trata de un pensamiento menor, comparativamente hablando.
En ese
sentido es posible afirmar que Heidegger es la expresión
mayor del
socialismo alemán, entendido como comunidad del pueblo;
mientras que el
nacionalsocialismo, en cuanto a historia de pensamiento se refiere,
quedará
relegado a una oscura instancia secundaria. En ese preciso sentido
Heidegger
se "distanció del régimen" en 1934 ¿No
sería mejor afirmar que "el régimen"
se distanció de Heidegger?
Lo que podríamos llamar el ideario alemán está
mucho mejor representado en
Heidegger que en cualquiera de los escritos de cualquier ideólogo
"oficial"
nacionalsocialista. Por lo tanto la "fidelidad" de Heidegger
al
nacionalsocialismo, es en realidad fidelidad a sí mismo,
fidelidad al Ser
alemán, que nadie expresó mejor que el propio Heidegger.
Hay en su
pensamiento una certidumbre radical sobre la superioridad espiritual
alemana. Alemania no es una "sociedad", un contrato
entre individuos
aislados (esa nefasta herencia del Iluminismo objetivado en la
Revolución
Francesa), sino un "pueblo", una comunidad de destino
impuesta no sólo por
la voluntad humana, sino sobre todo por la evolución del
Ser alemán. En
tanto comunidad de destino, la idea del Führerpinzip es esencial
para
hacerse cargo de la propia existencia nacional.
En ese sentido, volver hoy a Heidegger, después de analizar
el
comportamiento político del judaísmo a partir de
la creación del Estado de
Israel, después de saber que el "Holocausto"
no es sino sólo un Mito que
encierra una extraordinaria capacidad de destrucción, después
de habernos
sustraído, en suma, a la idea de que había existido
un "mal absoluto" en la
historia (Alemania), lo que conllevaba la absurda suposición
de que, como
contrapartida, también había existido el "bien
absoluto" (la revolución rusa
y el socialismo internacional); volver hoy a Heidegger para reencontrarnos
con una Alemania "liberada" que se encuentra, una vez
más, en estado aún
virtual, no significa reivindicar al nacionalsocialismo como proyecto
de
futuro. Significa, sí, acercarnos a su conocimiento histórico
sin que ningún
demonio se interponga entre el sujeto y el objeto, como dirían
Kant y
Habermas, perdonando la comparación.
Un Estado terrorista "hacia afuera"
"Decididamente, se debe entender que los israelíes...
se pondrán de espaldas
a la pared y lucharán -con todos los considerables medios
a su disposición-
si perciben una amenaza intolerable para su seguridad. En el mejor
de los
casos, los restos radiactivos quedarán en Líbano,
en Siria, o en ambos
países"
Moshe Sharett, Diario, 8 Vols., 1980.
En los capítulos correspondientes de este trabajo
hemos visto que la
estrategia del lobby judío-norteamericano y de la judería
internacional, en
relación a los atentados de Buenos Aires, estuvo orientada
a acusar a los
supuestos responsables de los mismos a partir de los enemigos
del Estado de
Israel, y no en función de la culpabilidad real a partir
de pruebas
jurídicas claras y sustentables. Ello significa que estamos
en presencia,
una vez más, de la estrategia de sustitución y falsificación
de la realidad.
La "realidad" ha quedado reducida a un simple deseo-necesidad
del Estado
judío. Como esos enemigos de Israel están todos
ubicados en el mundo
árabe-musulmán, es decir en la periferia mediata
o inmediata del Estado
judío, se hace necesario, para darle una continuidad lógica
al conjunto de
este estudio, analizar algunos de los rasgos sobresalientes de
ese espacio
geopolítico, partiendo de la percepción que el propio
Estado de Israel
mantiene respecto de su entorno geográfico, cultural y
religioso.
Por definición el Estado de Israel es un Estado terrorista,
no sólo "hacia
adentro", según hemos visto en la Introducción
de este trabajo, sino también
"hacia afuera".
Muchas veces los acontecimientos recientes nos hacen olvidar la
historia o
los orígenes del fenómeno que estamos estudiando.
Las acciones de terrorismo
emprendidas en los últimos tiempos por el Estado de Israel
contra otros
Estados, forman parte en realidad de la naturaleza del Estado
judío, y no de
coyunturas más o menos pasajeras.
La lectura de los 8 volúmenes del Diario (2) de Moshe Sharett,
uno de los
principales dirigentes fundadores del movimiento sionista, una
de las
primeras "palomas" del sionismo, tiene la virtud de
darle al fenómeno del
terrorismo de Estado israelí una dimensión histórica
de muy largo plazo. A
lo largo de toda su historia el ejército y los servicios
de inteligencia del
Estado judío han organizado "operaciones de aniquilación"
y acciones
terroristas de todo tipo, dentro de casi todos los países,
incluidos los
europeos. La soberanía de los "otros" Estados
nunca fue un problema para los
agentes secretos del "pueblo elegido".
La extrema importancia que presenta a los ojos de un investigador
este
Diario de Moshe Sharett es que se trata de las "memorias
secretas" de una
"paloma", que cuando se entera que un grupo de comandos
israelíes prepara
una acción punitiva contra Jordania, protesta en voz baja
y sin salirse de
los estrechos ámbitos del gabinete ministerial.
En octubre de 1953 un grupo armado israelí asesinó
a 66 aldeanos árabes en
Qibya, Jordania. Mientras una parte del grupo comando dinamitaba
las casas
habitadas, la otra ametrallaba sus puertas para impedir que sus
ocupantes
árabes huyeran. Sharett se encuentra ante el dilema típico
de la paloma:
ansioso por condenar la atrocidad, no se decide a acusar de ese
acto al
verdadero culpable: el ejército israelí. Escribe
en su Diario:
Condené el asunto Qibya, que nos ha expuesto frente a todo
el mundo como una
pandilla sanguinaria capaz del asesinato masivo y a la que no
le importa que
sus acciones puedan conducir a la guerra... Ben Gurión
insistió en excluir
del comunicado oficial toda mención a la responsabilidad
del ejército...
Lentamente Sharett va comprendiendo que esos actos de terrorismo
basados en
acciones de destrucción sobre los países árabes
vecinos, eran en realidad
operaciones perfectamente planificados por un estado mayor, civil
y militar,
que las concebía como la mejor forma de generar un estado
de guerra
permanente con los vecinos árabes de Israel. El mantenimiento
de ese estado
de guerra permanente había sido visto por ese estado mayor
como la mejor
forma de asegurar la expansión de las fronteras del Estado
de Israel, al
mismo tiempo que sus palomas clamaban ante el mundo la desprotección
de un
pequeño grupo de judíos rodeados por masas de árabes
hostiles.
Comienzan así, desde muy temprano, los llamados "incidentes
autoprovocados".
Todas las acciones de represalias tomadas por Israel contra acciones
del
"terrorismo árabe" tenían por objeto la
realización final de la expansión
territorial. Ello le hace pensar a Sharett -y así lo consigna
en su diario-
que ese "terrorismo árabe" en muchos casos no
fue más que provocaciones
organizadas por el mismo ejército israelí.
El 14/4/54 anota en su Diario:
Existe un plan israelí de represalias que será puesto
en práctica con un
programa establecido: su objetivo es lograr una firme escalada
de la tensión
en el área, para producir una guerra...
El 5/3/55 después de informarse sobre una acción
de "represalia" del
ejército en territorio jordano, en la que mueren degollados
cinco beduinos,
escribe:
Esto se tomará como prueba concluyente de que hemos decidido
pasar a una
ofensiva sanguinaria general en todos los frentes: ayer Gaza,
hoy Jordania,
mañana Siria, etc. Pediré al gabinete que a los
asesinos se los juzque como
a criminales... El fenómeno que ha prevalecido en nosotros
por años y años
es el de la insensibilidad a las malas acciones, a la corrupción
moral...
Para nosotros una mala acción en sí misma no es
nada serio; sólo despertamos
a ella si está relacionada con una crisis o una consecuencia
grave: la
pérdida de una posición, la pérdida de poder
o de influencia. No tenemos un
enfoque moral de los problemas morales... Una vez, los soldados
israelíes
asesinaron a un grupo de árabes por razones de venganza
ciega... la
conclusión es que la sangre de los árabes se puede
derramar libremente...
Todo esto altera el sentido de justicia y de honestidad, hace
que el Estado
(de Israel) aparezca ante los ojos del mundo como un Estado salvaje
que no
reconoce los principios de justicia tal como han sido establecidos
y
aceptados por la sociedad contemporánea.
En el mes de julio de 1954 la inteligencia militar israelí
da comienzo a una
campaña de sabotajes en Egipto con el objetivo de crear
el caos en esa
sociedad y preparar la invasión militar a la zona del canal.
Los comandos
estaban formados por judíos egipcios dirigidos por oficiales
de la
inteligencia militar de Israel. Los atentados debían tener
como objetivos
instalaciones occidentales en Egipto, y debían dar la impresión
de que
existía un terrorismo árabe tan fuerte como para
provocar la intervención
occidental en ese país.
Entre el 2 y el 27 de julio de 1954, mientras se realizaban las
negociaciones entre El Cairo y Londres sobre la zona del Canal,
centros
culturales ingleses, edificios públicos egipcios, oficinas
norteamericanas y
otras instalaciones occidentales fueron objeto de atentados con
bombas, al
mismo tiempo que las sospechas sobre los autores se desviaban
hacia la
Hermandad Musulmana.
Sharett, sabiendo lo que sucedía, escribe en su Diario
el 14/1/55:
Nunca hubiese imaginado que podríamos llegar a un estado
tan terrible de
relaciones envenenadas, el desencadenamiento de los más
bajos instintos de
odio y venganza y de engaño mutuo... Doy vueltas como un
loco, horrorizado y
perdido, completamente impotente... ¿Qué debo hacer?
¿Qué debo hacer...?
El 25/1/55 vuelve a escribir:
Dayan desea secuestrar aviones y raptar oficiales árabes
en los trenes,
desea mano libre para asesinar al presidente sirio. Lavon sugirió
la
ocupación de la franja de Gaza... Suya es la doctrina de
que las potencias
occidentales son nuestro principal enemigo y que el único
modo de
disuadirlas es por acciones directas que las aterroricen... Peres
comparte
la misma ideología; desea atemorizar a Occidente para que
apoye los
objetivos de Israel..
Mientras el Egipto de Nasser solicitaba conversaciones de paz
a través de
delegados norteamericanos, los israelíes preparan la guerra
de anexión.
Nota del Diario correspondiente al 27/2/55:
Ben Gurión llegó a mi oficina acompañado
por el jefe de estado mayor que
tenía las manos ocupadas con mapas enrrollados... Propuso
atacar una base
del ejército egipcio a la entrada de la ciudad de Gaza...
Instruí a las
embajadas que trabajaran para condenar a Egipto y no para defenderlo...
Ahora se tendrá la impresión general de que mientras
nos lamentamos por
nuestro aislamiento y los peligros para nuestra seguridad, en
realidad somos
agresores sanguinarios que aspiramos a perpetrar masacres masivas...
En efecto, ese ataque de "legítima defensa" de
Israel a Egipto en Gaza
enfría la política de Nasser de acercamiento para
firmar un acuerdo de paz
con Israel.
Toda la memoria de Sharett es una repetición de lo mismo,
en todos los
frentes durante la época en que le tocó actuar:
el terrorismo de Estado
practicado por ese país estuvo siempre orientado a la expansión
territorial
y a lograr condiciones abrumadoras de superioridad para establecer
niveles
de "seguridad" totalmente desproporcionados respecto
de la seguridad de los
países árabes.
Durante toda su vida, Moshe Sharett -una "paloma" sionista-
había supuesto
que la supervivencia de Israel sería imposible sin el apoyo
de Occidente,
pero que la "moralidad" occidental nunca le permitiría
apoyar al Estado
judío "que se comporta de acuerdo a las leyes de la
jungla" y "eleva el
terrorismo al nivel de un principio sagrado". Al prominente
líder del Mapai,
David Hacohen, que se declaró convencido de que los israelíes
"debían
comportarse en Medio Oriente como si fuesen locos" para aterrorizar
a los
árabes y chantajear a Occidente, le contestó: Si
nos comportamos como locos
seremos tratados como tales: se nos internará en un manicomio
y se nos
aislará del mundo.
Moshe Sharett estaba equivocado: la moral occidental fue la exacta
medida de
la moral israelí. El terrorismo de Estado isarelí
es una de las constantes
aceptadas de la política internacional en estos tiempos
del "nuevo orden
mundial".
Una visión regional de los problemas que presenta el Estado
judío
El cuadro de situación que presenta la región del
Mediterráneo Oriental y su
espacio contiguo del Asia Central hacia fines del año de
1997, se ha
modificado positivamente en el último año. Vamos
a señalar sólo cuatro de
los muchos factores que produjeron esta modificación, y
que serán
desarrollados en un libro de próxima aparición:
Geopolítica del conflicto en
el Mediterráneo oriental y el Asia central.
El nacimiento y el desarrollo de la alianza sirio-iraní.
La cuestión turca.
Las consecuencias de la VIII Conferencia Islámica de Teherán.
La profundización de la crisis intra-judía.
Cada uno de los factores antes mencionados está dentro
del cuadro de
situación de la geopolítica global, que es el amplio
escenario dentro del
cual esos factores actúan. Dentro de él deben ser
analizados.
El proyecto de globalizar al mundo, esto es, de unificarlo bajo
el mando de
un grupo muy pequeño de organizaciones de poder -económicas,
políticas,
militares y religiosas- no es, naturalmente, una empresa fácil.
En esta etapa poscomunista el capitalismo emergente se propuso
lograr un
mundo indiferenciado, donde todos consumamos lo mismo, donde todos
pensemos
lo mismo y donde todos nos convirtamos en chips intercambiables
de una
enorme maquinaria dirigida por un "Estado Mundial" que
emite las órdenes,
incluidos los premios y los castigos.
Hoy vemos que ese proyecto es resistido en todas partes, bajo
innumerables
formas y con diferentes alternativas de futuro. Pero en todo caso
las
fracturas del proyecto globalizador son cada día más
manifiestas. Los
pueblos, las naciones y las culturas diversas que integran este
mundo
diverso por naturaleza lo rechazan, cada uno a su manera, pero
lo rechazan.
El conflicto que desde la última posguerra mundial se ha
instalado en
Palestina, con crecientes influencias en todo el Mediterráneo
oriental y una
gran parte del Asia central, es un conflicto que, desde la caída
del
comunismo o, lo que es lo mismo, desde el fin del "orden
bipolar", se
encuadra también dentro de la crisis del proyecto del "mundo
global". Dentro
de ella debe ser analizado.
Pero en esta región del mundo el conflicto que se inicia
con la "partición
de Palestina" en 1947 adquiere ahora dimensiones trascendentes.
Ya no es un
conflicto más entre pueblos que luchan por su identidad
contra la tiranía
del mundo global. Ese viejo conflicto instalado por la victoriosa
alianza
antialemana de posguerra en el Mundo Antiguo, pretendió
destruir la región
del planeta en donde se originó lo que hoy se llama "civilización",
en donde
emergió lo que hoy se llama "monoteísmo religioso",
en cualquiera de sus
múltiples dimensiones.
Es por ello que ese conflicto instalado en esa región por
una extraña
cooperación entre Estados capitalistas y Estados "socialistas"
constituye
hoy la representación de todos los conflictos, de todas
las luchas de los
pueblos contra la tiranía del "mundo globalizado".
Esto quiere decir que lo que se plantea en Oriente Medio y sus
zonas
contiguas no es una simple lucha política y económica
entre facciones en
pugna. Es el núcleo de un conflicto global, porque en esa
lucha están
involucradas religiones, culturas y sistemas económicos
que abarcan al mundo
entero.
Ningún habitante del planeta tierra puede ser hoy indiferente
a los
resultados de este conflicto, que hace mucho tiempo ya ha trascendido
su
vieja denominación "árabe-israelí",
entendido como una mera lucha
anticolonial.
Tampoco es el comienzo de una pronosticada guerra futura entre
"Oriente" y
"Occidente". Es el núcleo de un conflicto cuyo
resultado determinará quién
dominará el mundo en los próximos siglos: si un
grupo de empresas globales
ideologizadas por una religión mesiánica y apocalíptica,
o los pueblos
libremente agrupados en naciones culturales y opciones religiosas
libremente
elegidas.
Lo que está en juego en Palestina y zonas contiguas es
cómo vamos a vivir en
el futuro: como personas y comunidades libres y, sobre todo, identificadas;
o si, por lo contrario, tendremos que vivir como esclavos anónimos
de un
modelo económico, cultural y religioso único, aplicado
a todos por igual en
cada punto del planeta.
Es por ello que el conflicto en el Mediterráneo oriental
y el Asia central
tiene en estos momentos dimensiones de las que careció
en su inicio. Y la
más importante de ellas es la dimensión religiosa.
Ya sabemos que no podemos
seguir hablando de los judíos como simples "sionistas".
Ellos ya se han
identificado ante el mundo como miembros de un grupo mesiánico
dominador a
escala global, y como propietarios exclusivos de una "teología
revelada" a
la que sólo tienen acceso los "elegidos". El
llamado mundo occidental está
siendo impulsado a involucrarse en el conflicto del Oriente Medio
a partir
de motivaciones religiosas, a partir de la falsa imagen de que
este mundo
-Occidente- es un mundo judeo-cristiano. Cuando en rigor de verdad
no existe
nada más opuesto al judaísmo que el cristianismo.
En estas últimas Navidades de 1997 el Papa Romano dio un
nuevo paso en la
dirección de subordinar a la Iglesia Católica a
la hegemonía teológica del
judaísmo mesiánico y apocalíptico: "Israel,
el pueblo elegido de Dios del
Antiguo Testamento, fue elegido para traer al mundo al Mesías,
el Salvador y
redentor de toda la humanidad".
Son millones las personas en Occidente que ven con creciente preocupación
cómo el catolicismo institucional se subordina progresivamente
a la
confluencia judío-evangélica (protestante), que
es la ideología imperial de
la potencia hegemónica. Hasta ahora en Europa y en Hispanoamérica
se ha
subestimado al mundo católico no institucionalizado, o
se ha presupuesto,
según las orientaciones ideológicas de la posmodernidad,
que el mismo forma
parte automática de lo que el Iluminismo llamó "reacción".
Sin embargo, el católico no institucional es un "revolucionario
natural",
porque su conciencia es una conciencia desgarrada. Desde esa conciencia
desgarrada, desde ese mundo pre-revolucionario puede surgir ahora
una
cultura resistente en Occidente, ante esta victoria provisional
del
neoliberalismo. La Teología y la Profecía católica
original visionaron la
nueva forma que hoy adopta, provisionalmente, la historia: su
forma
homogénea universal. Es el tiempo del Anticristo: "El
Anticristo usurpará
simplemente este ideal de unidad del género humano en la
institución
perversa del Imperio Universal".
En el capítulo 5 de este libro hemos visto cómo
sobre la falsa imagen de la
Historia Negra de España se edifica la apoyatura de un
Mito Destructor cinco
siglos después. Estamos pues no ante la historia, sino
ante una teología de
la historia. Las imágenes ocupan el lugar de los procesos
reales, y la
ciencia es reemplazada por la mitología. La Imagen Negra
de España y Mito de
la inhumanidad germánica están en el subsuelo cultural
de la destrucción de
Europa. De una destrucción aceptada con tal de producir
reconocimiento de
cara a la perversa institución del Imperio Universal que
se pretende
edificar en base a la "ideología" judeo-cristiana.
El conflicto que hoy tiene por escenario al Mundo Antiguo, a la
matriz
cultural de Occidente, a la fuerza civilizatoria majestuosa que
originó al
actual mundo occidental, es el núcleo de una lucha global
entre dos
escenarios de futuro distintos y excluyentes. Ese es el nivel
hasta donde
hoy ha llegado ese conflicto dentro de este "mundo global".
Si aceptamos que ese es el nivel y la naturaleza del conflicto,
estaremos en
condiciones de comprender a las luchas tribales que aún
se suceden dentro
del propio mundo árabe y musulmán como el aspecto
más negativo e
intrínsecamente perverso de todos los datos que emergen
en la región, y en
todos los países donde residan árabes que se consideren
entre sí tribalmente
distintos.
Advertidos, entonces, sobre lo que allí se juega, veamos
rápidamente la
evolución de los cuatro factores regionales antes señalados,
dejando para un
próximo libro (Geopolítica del conflicto en el Mediterráneo
oriental y el
Asia central) el análisis más a fondo de cada uno
de los mismos.
La alianza sirio-iraní. Se está constituyendo en
el hecho
principal que incita al reacomodamiento de la geopolítica
regional. A partir de esa alianza la totalidad del mundo
árabe-musulmán se está alineando de otra
manera. Es tan importante
esta alianza sirio-iraní que el Jerusalem Post, a fines
de
diciembre de 1997, acusó a la embajada de Irán en
Damasco de ser
la responsable del atentado terrorista de Luxor. Con ello se
pretende, naturalmente, crear fisuras en el proceso de
acercamiento entre los países árabes e Irán,
en general, y entre
Egipto e Irán, en particular. La alianza sirio-iraní
incluye la
existencia del movimiento de resistencia nacional libanés
Hezbollah, quien a lo largo de este año de 1997 ha obtenido
brillantes victorias militares contra el ejército judío,
demostrando, una vez más, la primacía de la voluntad
humana por
sobre las simples manipulaciones tecnológicas, las llamadas
"ingenierías sociales", o las apelaciones abstractas
a la "unidad
del mundo árabe".
Europa versus Turquía. El rechazo europeo a la integración
de
Turquía a la UE intensifica las fracturas internas de la
sociedad
turca. La opción laicismo oficial versus islamización
popular
continúa siendo la contradicción principal en el
extremo oriental
del Mediterráneo. La respuesta del presidente Mubarak a
la
provocación lanzada por el Jerusalem Post ha sido la de
advertir
al gobierno turco sobre la peligrosidad de su alianza militar
con
el Estado judío. Al mismo tiempo el gobierno sirio abre
el
gasoducto iraquí, lo que provocará la integración
de Irak y un
reforzamiento de un bloque árabe-musulmán que puede
adquirir
proporciones nunca vistas si nos vamos acercando hacia la región
del Golfo.
Irán como eje referencial de la unidad árabe-musulmana.
La VIII
Conferencia Islámica de Teherán se ha constituido
en el hecho
geopolítico principal de la región. Por primer vez
queda
clarificado el hecho de que el fundamento del llamado conflicto
árabe-israelí es una guerra religiosa y también
una opción
estratégica, y no una mera confrontación sociopolítica
entre
potencias coloniales y sociedades colonizadas. Personalmente
pienso que sería un error interpretar la actual posición
del
presidente de Irán como un gorbachovismo trasnochado. Dadas
determinadas condiciones, la apertura de un diálogo como
el
propuesto por el presidente Jatamí puede socavar sustancialmente
la posición de hegemonía estratégica que
actualmente mantiene el
Estado judío en la región. En todo caso sigue resultando
vital el
mantenimiento de un "equilibrio de poder" dentro de
la propia
República Islámica. "El diálogo y las
negociaciones con Estados
Unidos atentan contra los intereses de Irán y del mundo
islámico",
contrapuso el Guía de la Revolución, Ayatolá
Alí Jamenei (17 de
enero de 1998). Si ese equilibrio de poder se rompe, entonces
sí
podríamos pensar que la revolución islámica
ha entrado en su tramo
final entrópico.
La crisis intrajudía. En forma paralela a lo ya dicho en
los
puntos anteriores, se intensifica la confrontación interna
de la
sociedad israelí, y de los sectores fundamentalistas de
esta
sociedad con los grupos "liberales" del lobby
judío-norteamericano. Este es un hecho cuyo estudio yo
inicié en
libros anteriores, a partir de hechos concretos como el de los
atentados terroristas de Buenos Aires, y que hoy es reconocido
por
muchos analistas como el verdadero centro de gravedad de todo
el
sistema geopolítico del Mediterráneo oriental y
del Asia central.
***
EL ISLAM, LOS JUDÍOS Y OCCIDENTE (3)
"No es paz aquella paz que entró en nosotros
como un puñal"
Nizar Qabbani
Los crímenes genético-religiosos o el hiper-mito
del terrorismo islámico
Ahora en Occidente sabemos muy bien lo que es el mal super-absoluto.
Al mal
absoluto ya lo conocíamos: era esa vieja estupidez de los
"crímenes contra
la humanidad" cometidos sobre todo por la malvada Alemania.
Aquello fue una
nadería, un simple pre-calentamiento morboso de la "humanidad"
no judía, en
su loca carrera hacia la Perversidad Total. Ahora, y gracias a
los
sobrevivientes de los "nuevos filósofos" judíos
franceses, sabemos lo que es
el "crimen contra el género humano". La destrucción
de Genos. Algo mucho más
grave que la anticuada destrucción de Ethnos, practicada
por los germanos,
esa etnia antropológicamente diferente. Y también
sabemos, por supuesto, que
el "crimen contra el género humano" es un elemento
consustancial del Islam.
En Un crimen contra el género humano (Fuente: El País
Digital del 2 de
febrero de 1998, Nº 640, y un extenso número de publicaciones
en todo
Occidente, en todos los idiomas y al mismo tiempo, casualmente),
el judío
alsaciano André Glucksmann, antiguo teórico de la
guerra de liberación
campesino-maoísta, nos informa que la relación entre
Islamismo y terrorismo
religioso representa una lógica esencial. Glucksmann lleva
hasta el límite
el nuevo Hiper-Mito del terrorismo islámico argelino. "Para
inmolar niños en
serie hace falta una fuerza de convicción poco común.
El cuchillo del
asesino es un cuchillo de ritual. Su crimen es una `ofrenda a
Dios' y le
`acerca al paraíso' El terrorismo Islámico golpea
cada vez más, a
cualquiera, en cualquier sitio, en cualquier momento. Es teológico.
Jura que
purifica constantemente a la sociedad en su conjunto."
Muchos ingenuos habían creído que en la construcción
del Mito del
"Holocausto" se había llegado a definir al "mal
absoluto". Nada de eso.
Ahora sabemos que existe un mal absoluto-mucho-más-absoluto,
un mal absoluto
elevado a la enésima potencia. Ya sabemos cómo se
llama: crimen contra el
género humano, y quién lo produce: el Islam: "Al
clavar a la pequeña víctima
sobre la puerta de su casa familiar, el asesino arroja a la faz
del mundo la
Buena Nueva que le excita: los tabúes más universales
quedan anulados. No se
mantiene ninguna prohibición, ni la del sexo, cuando el
hermano entrega a su
hermana al emir, y después a la tropa, ni la de la sangre,
cuando regresa a
su pueblo para purificarlo masacrando a sus parientes. La prohibición
del
incesto y la prohibición de la violencia sin límites
son los dos vetos de
valor universal que estructuran cualquier comunidad humana. Al
rechazar uno
y la otra, el terrorismo Islámico se eleva por encima de
la humanidad, `hace
de Dios' y cae en la más espantosa inhumanidad".
Ahora ya sabemos con toda exactitud quién es el enemigo,
el oponente de esta
guerra "intercivilizaciones". Pero ese enemigo no es
el enemigo de
Occidente. Es el enemigo del cáncer judío que agota
a Occidente. El judaísmo
ha terminado de definir, bajo su responsabilidad, al "enemigo
de Occidente",
con la complicidad de Occidente. Otro "nuevo filósofo"
judío-francés,
Bernard-Henry Levy cita nada menos que a Albert Camus: "Nombrar
mal las
cosas es agravar la desgracia del mundo". Hay que recordar
esta frase, dice
Henry Levy, "a los que se niegan a darle a las matanzas de
Argelia su
nombre: matanzas islamistas, cometidas en nombre del Islam, y
que, sin
cuestionar el Corán, siguen siendo ininteligibles, si se
las separa de este
horizonte ideológico-político para comprender sus
orígenes" ("Democracia
Directa", El Mundo, Madrid, 8 de febrero de 1998). De pronto
el judío Levy
deja Argelia y pasa a ocuparse de Francia, se lleva las manos
a la cabeza y
exclama: "¿Qué hacer ante Jean-Marie Le Pen?
El Frente Nacional asegura
ser `republicano'. ¡Craso error! Es un partido que, por
sus ideas y por sus
hombres, hunde sus raíces en el humus del doriotismo, es
decir, de nuestro
fascismo local. El Frente Nacional dice ser `ante todo francés'.
¡Impostura!
Es un partido que, en todas las crisis mediáticas en las
que su país se
encuentra implicado, toma sistemáticamente partido por
el adversario: el FIS
en Argelia, Sadam Husein en Irak, los flamencos anti-franceses
en Bélgica,
etcétera". Querido lector, en este punto debo confesarle
que yo también
estoy con los "adversarios de Francia", según
Levy, por lo menos con Sadam y
con el FIS, para mencionar sólo lo mencionado. Cuando Levy
habla de
"doriotismo" se está refiriendo a uno de los
líderes más capaces de la
Francia de este siglo: Jacques Doriot, francés y patriota.
La crisis de la secularización
El núcleo de la crisis del mundo cristiano-occidental está
localizado en su
securalización, es decir, en un avance ya casi irreversible
de la "erosión
de la Fe". El mundo cristiano-occidental ha perdido la Fe,
y a partir de
allí surgen las políticas sin el hombre (o a partir
de un hombre des-almado
o des-espiritualizado, que es lo mismo): surge el "crecimiento
económico" al
margen de las necesidades humanas, surge un "mundo virtual"
que promete
goces sin límites al margen de los sufrimientos reales
del mundo real.
Surge, en definitiva, lo que es hoy la cultura occidental: un
hecho
aberrante que se mantiene en base a una posición de fuerza
material,
exclusivamente.
Asimismo, la influencia judía sobre Occidente produce una
evidente
distorsión sobre su percepción en torno a lo que
ocurre en el mundo árabe y
musulmán. A partir de su extraordinaria influencia lograda
con el control de
los sistemas informativos occidentales (prensa, radio, televisión,
cine,
editoriales, etc.), el judaísmo distorsiona la visión
de Occidente, que es
impulsado a pensar que los movimientos islámicos practican
la "violencia
terrorista" y no son más que "residuos del pasado"
dentro de un "nuevo orden
mundial". La política europea sobre el mundo árabe
y musulmán está
particularmente afectada por esa distorsión lograda por
la creciente
influencia del judaísmo sobre Occidente. Es por ello que
en estos momentos
es tan importante clarificar la posición del Islam en Occidente
como
reforzar la propia historia y cultura occidental contra la influencia
judía.
Occidente y judaísmo no son la misma cosa. Por el contrario,
durante largos
períodos históricos fueron realidades antagónicas.
Cuando hablamos de diálogo entre el Islam y Occidente nunca
debemos olvidar
que ambos mundos, el cristiano-occidental y el islámico-oriental,
sufren en
estos momentos crisis importantes. La ventaja del mundo islámico-oriental
es
que su cultura -a pesar de haber pasado y de estar pasando por
gravísimas
crisis- no ha perdido el enorme valor humano de la religiosidad.
La cultura
islámica no se ha secularizado y ese hecho permite planificar
una
resistencia política y militar ante el hegemonismo occidental,
cuya
vanguardia es indudablemente el Estado de Israel y su ideología
de Estado
oficial: el nacional-judaísmo.
No olvidemos en ningún momento que estamos hablando de
la existencia de un
cáncer en el interior del mundo islámico que se
llama Estado de Israel. Esa
realidad geopolítica, ideológica y religiosa lleva
al límite, casi al
paroxismo, la crisis de la cultura árabe-secular que se
inicia con el
triunfo de la modernidad en Occidente. La modernidad occidental
se
manifiesta como superioridad respecto de Oriente en todos los
campos, desde
la tecnología militar hasta las doctrinas políticas.
Esa superioridad, que
luego se transforma en hegemonía, se inicia con el fracaso
del ejército
musulmán otomano ante las puertas de Viena, en 1683.
Es indudable que la actual guerra entre el mundo musulmán
y el Estado de
Israel es una guerra de supervivencia, es decir, una guerra religiosa.
Quien
caiga derrotado en esta guerra sucumbirá durante un muy
largo período
histórico. Esta realidad realza la importancia de la religión
en tanto
ideología, en general; y del Islam, en tanto ideología
resistente no
secularizada, en particular, frente a un judaísmo instrumentalizado
en
función política y estratégica por el Estado
de Israel y por los Estados
Unidos de Norteamérica.
Pero otro proceso se desarrolla en paralelo. Desde hace casi tres
décadas el
judaísmo trata de absorber teológicamente al cristianismo
y, en especial, al
catolicismo. Él trata de convertirse en la ideología
hegemónica del mundo
occidental. En ese sentido, el mundo occidental ya no es
"evangélico-católico", sino judeo-cristiano.
El deterioro que produjo la
secularización del cristianismo -tanto en su versión
evangélica
(protestante, o luterano-calvinista) como en su versión
romano-católica, no
fue un fenómeno ajeno a esta progresiva hegemonía
ideológica que el judaísmo
está alcanzando en Occidente.
Así, mientras el mundo islámico mantiene una guerra
de religión defensiva
contra las agresiones de la interpretación imperialista
del judaísmo, que
hoy hace la dirigencia judía en Oriente Medio y en el resto
del mundo
occidental, esa misma dirigencia judía pretende y avanza
hacia la hegemonía
religiosa e ideológica en el seno del propio Occidente.
Pero además hay otro factor que incide sobre el mundo árabe-musulmán.
Es la
corriente del progresismo laico europeo que sostiene que los graves
problemas que hoy debe afrontar esa región del mundo no
encontrarán
soluciones mientras esas sociedades, las árabe-musulmanas,
no adopten
sistemas políticos democráticos. Los principales
ideólogos de esa corriente
del orientalismo europeo ignoran -o fingen ignorar- que la crisis
de la
democracia entendida como sistema de representación política,
es uno de los
núcleos de la decadencia cultural del Occidente como un
todo, en los tiempos
actuales. ¿Cuál es la lógica subyacente de
esta intención de "exportar" un
sistema que ya está en crisis irreversible allí
mismo donde nació?
Criticar esa exportación no significa negar el hecho de
que las sociedades
árabe-musulmanas carecen de espacios individuales de libertad.
Es indudable
que la práctica inexistencia de lo que en Occidente se
llama "sociedad
civil" es uno de los máximos escollos ante los que
la historia parece
tropezar en los tiempos actuales, en esa región del mundo.
Es necesario crear y/o desarrollar esos espacios de libertad en
los planos
individual, familiar y social. Pero sería una catástrofe
traducir "espacios
de libertad" para el mundo árabe y musulmán
en términos neoliberales de
cultura occidental. Ni siquiera en Occidente, hoy, la "libertad"
es sinónimo
de "democracia". Sino más bien todo lo contrario.
Tenemos planteado, entonces, los elementos básicos, aislados
como simple
operación de laboratorio, que integran un cuadro de situación
extremadamente
complejo: la situación religiosa, política, cultural
y militar que vive el
mundo árabe y musulmán dentro de un planeta en avanzado
proceso de
globalización económica.
Primer elemento. En el interior de ese espacio (empleamos la palabra
"espacio" en su estricta significación geopolítica)
árabe y musulmán se vive
una crisis de tanta gravedad que si no se la soluciona en plazos
históricos
razonables entrará en una curva de decadencia irreversible.
Segundo elemento. El cristianismo (cultura) occidental está
en una fase de
alto deterioro secular, lo que posibilita la estrategia del judaísmo
-en su
versión actual de nacional-judaísmo, es decir, de
imperialismo teológico y
racista- tendente a apropiarse de esa cultura. En definitiva esa
estrategia
está orientada a transformar la cultura cristiano-occidental
en cultura
judeo-cristiana-occidental. En Occidente existe asimismo una relación
cada
vez más estrecha entre el neoliberalismo globalizante y
la
instrumentalización imperialista del judaísmo, lo
que pervierte a la casi
totalidad de los "grandes" valores occidentales, como
por ejemplo, la idea
de "democracia".
Tercer elemento. La guerra defensiva que el mundo árabe
y musulmán tiene
planteada ante el Estado de Israel, es cada día más
una guerra de religión,
como lo fueron todas las grandes guerras de la historia. Estamos
hablando,
sobre todo, de interpretaciones revolucionarias del Islam, como
el chiísmo.
A todo lo largo de la historia musulmana surgieron sistemas intelectuales
contradictorios entre sí. Algunos fueron elaborados para
legitimar el poder
establecido; otros, para combatir ese poder. Sería deseable
que en la
actualidad pueda lograrse una convergencia cada día más
intensa entre los
distintos sistemas intelectuales dentro del Islam.
Cuarto elemento. El Islam aparece en el escenario internacional
cada vez más
en su exacta dimensión original: no sólo como religión
sino como ley
revelada. En ese sentido constituye la única cosmovisión
sagrada que es al
mismo tiempo libre y liberadora. Las luchas políticas y
militares que
mantiene hoy el Islam contra lo que yo defino como "nacional-judaísmo"
-para
diferenciar la etapa actual de la del clásico sionismo
laico- lo diferencia
radicalmente del resto de las confesiones que se refieren sólo
a la "vida
espiritual del individuo solitario", dejando de lado no sólo
la vida social:
abandonando asimismo la "vida material" a influencias
extrañas a la Fe.
Este cuadro de situación, muy simplificado, exige respuestas
políticas,
militares y estratégicas -en general- extremadamente complejas,
tanto en su
concepción cuanto en su ejecución.
Respuestas a Occidente
Es absolutamente vital comprender que el proceso de absorción
teológica e
institucional que el judaísmo desarrolla sobre el cristianismo
(y sobre el
catolicismo romano en particular) conlleva agresiones múltiples
contra
importantes sectores del propio mundo occidental, muchos de los
cuales en
estos momentos están reaccionando contra ellas, bajo diferentes
formas,
muchas veces solapadas.
La estrategia de respuesta árabe y musulmana debería
partir del hecho obvio
de que Occidente no es una unidad, sino que por debajo de un ligero
manto
que finge unidad, se desarrollan procesos contradictorios.
Esas contradicciones que sacuden hoy al mundo occidental por debajo
de una
delgada superficie de falsa unanimidad, son de naturaleza económica
(conflictos intercapitalistas); nacionales (luchas de los Estados
para
sobrevivir a la globalización); geopolíticas (Estados
Undios de América
versus Europa, y "América profunda" contra la
"costa este", por ejemplo);
culturales (defensa de cada una de las identidades contra una
mundialización
indiferenciadora), y religiosas (reacciones cada vez más
definidas del
catolicismo popular, por ejemplo, contra una cúpula eclesiástica
romana
asociada a la globalización y a la judaización de
Occidente).
La clave de la política del mundo árabe y musulmán
respecto de Occidente
radica en saber desarrollar su capacidad para distinguir estas
fisuras cada
vez más definidas que existen en el mundo occidental. Esto
quiere decir que
la estrategia a implementar no puede desconocer lo que realmente
sucede por
debajo de la superficie de Occidente. Ante cada situación
específica la
respuesta tiene que ser también específica. La indiferenciación
de
situaciones conducirá al fracaso, y ése será
tal vez el último fracaso.
Las agresiones del nacional-judaísmo no se limitan al mundo
árabe-musulmán.
Existen innumerables agresiones contra numerosos Estados y culturas
occidentales: en este libro hago un estudio sobre algunas de esas
agresiones: en Europa occidental (Alemania, España, Francia),
en
Iberoamérica (Argentina) y en Rusia. Cada una de esas culturas
y de esos
Estados es agredido por el nacional-judaísmo en sus intentos
por impulsar
una globalización económica bajo su hegemonía
teológica.
Ese universo agredido es el aliado natural del mundo árabe
y musulmán. Con
esos fragmentos agredidos de Occidente el mundo árabe y
musulmán debería
articular una política y, en su conjunto, una estrategia
basada en la
diferenciación: es decir, en una evaluación exacta
de las dimensiones
particulares de cada agresión.
La guerra religiosa defensiva que el mundo árabe y musulmán
mantiene en
estos momentos contra Israel, que ha adoptado una ideología
de Estado basada
en una interpretación teológica perversa, no debe
hacer perder de vista que
hay otras guerras -muchas veces ocultas o disfrazadas- en otras
partes del
mundo contra el mismo enemigo.
Como en toda guerra, ésta exige disponer de un sistema
de inteligencia
estratégica. Es decir, de algo que en la actualidad el
mundo árabe-musulmán
carece en absoluto. Digamos de paso que un sistema de inteligencia
estratégica es algo muy distinto de un "servicio"
de inteligencia táctico.
Ya hemos dicho que el desarrollo de una estrategia basada en la
diferenciación, aplicada sobre Occidente, y sobre Europa
en particular, no
quiere decir, en absoluto, tener que adoptar los valores occidentales
que
actualmente se encuentran en crisis profunda. Muchos arabistas
u
orientalistas occidentales hoy hablan de la necesidad de producir
una
"segunda modernización", como elemento central
para una salida a la crisis
que vive el mundo árabe y musulmán. En mi opinión
ello contribuiría a
incrementar aún más esa crisis.
Sería suicida buscar los necesarios "espacios de libertad"
en un intento de
"modernización democratizadora". Como lo ha demostrado
hace pocos años la
catástrofe soviética, existe una distancia esencial
y abismal entre
"democratización" e "individualización".
La búsqueda y la consolidación de los "espacios
de libertad", de
individualización, es una tarea que se puede y se debe
desarrollar dentro
del propio Islam, entendido como lo hemos planteado hasta ahora,
como una
religión libre y liberadora, y como la única confesión
en el mundo entero
aún no deteriorada por la secularización occidental.
En el Islam el hombre
-el hombre individualizado- está en el centro de un mundo
creado por Dios,
que ha hecho de él su representante en el Universo, y que
por lo tanto está
dotado de facultades y capacidades especiales.
En el origen de la crisis del comunismo soviético estuvo
la cuestión
religiosa; y en la decadencia de ese sistema, la "cuestión
democrática". En
términos reales, en el origen estuvieron un grupo de "judíos
revolucionarios" (la mayoría de ellos no rusos) y,
sobre todo, marginales
(no asimilados, y despreciados por los judíos asimilados
alemanes, franceses
e ingleses), que explotan una revolución realizada en nombre
de un
proletariado (ruso) inexistente. En el medio de esa revolución
existió un
importante proceso de rusificación (Stalin) frustrado por
una distorsión
ideológica localizada en el nacionalsocialismo alemán.
En la decadencia del
proceso existió otro grupo de judíos "reformistas",
que emergen del mismo
seno del PCUS (más concretamente, del Komsomol), que comenzaron
a construir
la sociedad burguesa en una sociedad sin burguesía, y la
"democracia", en
una sociedad sin tradiciones democráticas en absoluto.
Hoy son ellos, esos
banqueros judíos producidos por el PCUS, los que controlan
casi en exclusiva
los destinos de Rusia.
El llamado "socialismo real" no fue más que un
socialismo pagano. Esto es,
una forma política correspondiente a una cultura "primitiva".
El mundo
pagano -no religioso- no puede sino generar un Estado primitivo,
carente de
las complejidades del mundo posindustrial; incapaz de procesar
esas
complejidades.
Ello produce no sólo una cultura no-democrática.
El Estado pagano-primitivo
fija en el tiempo una sociedad sin individualización. Así,
la vida social y
la individual transcurrieron, durante la época del "socialismo
soviético",
en dos planos separados y opuestos. Lo general (Estado, sociedad)
y lo
particular (individuo), discurrieron en niveles y en compartimientos
estancos. Hubo un conflicto insuperable entre los dos niveles
de la
existencia. El Estado primitivo-pagano excluye la particularidad:
la vida
individual es un crimen, es decir, una oposición activa
de lo particular a
lo general.
A partir de allí se buscó la "democracia"
como forma de superar esa
dicotomía, que sin embargo no hizo más que agudizarla.
El Islam no necesita
de la "democracia" para encontrar la individualización
de las personas que
integran la comunidad (Umma).
La grandeza y la trascendencia histórica de la Revolución
islámica en Irán,
así como el enorme significado que asume la Resistencia
Nacional Libanesa de
Hezbollah, consiste en que constituyen hechos que emergen cuando
la idea de
revolución -es decir, de justicia- parecía una idea
vencida en el mundo
entero, y cuando la idea de dignidad y de libertad nacional parecía
un mero
recuerdo perteneciente al pasado. La lucha por la justicia y por
la dignidad
de los hombres y de los pueblos comenzó a adquirir una
nueva dimensión,
justo en el momento en que esa lucha parecía perdida.
A partir de Imam Jomeini queda claro que no hay revolución
sin eternidad.
Que el hombre, el actor revolucionario, no es un simple eslabón
en la
"mecánica de la historia". Es el fundamento de
un complejo sistema
planificado por Dios. Pero en ese "sistema" el hombre
tiene una enorme
libertad y, consiguientemente, una enorme responsabilidad. Los
"espacios
individuales de libertad" están dentro de la misma
doctrina. Así, la
"cultura musulmana" adquiere una independencia y una
superioridad casi total
respecto de la "cultura occidental". Y ello provoca
que los humillados
dentro del mismo Occidente necesitan ahora de algo más
que de una simple
doctrina social laica, racionalista o humanista para encarar su
propia
liberación.
Para Irán este es un buen momento para iniciar una apertura
hacia Europa,
sin ceder espacios de poder acumulados y ya consolidados, porque
una
hipótesis probable del escenario de futuro es la escisión
del "mundo
occidental". "Aunque los americanos, solos, dispondrán
siempre de medios
(militares) más que suficientes para actuar en solitario
(.) tendrán menos
intereses materiales en el mundo exterior por los que preocuparse,
y el
hecho de una ruptura con Europa podría hacerles retroceder
a su viejo sueño
de autosuficiencia hemisférica" (...) "Una ruptura
euro-americana cambiaría
radicalmente todos los cálculos sobre el futuro".
Por otra parte, los
europeos -solos- se enfrentarían a una situación
mucho más difícil. Europa
depende, mucho más que América, del petroleo del
suroeste asiático, y está
además geográficamente mucho más cerca del
mundo islámicoPara enfrentarse a
cualquier problema que pueda afectar sus intereses, Europa "no
dispone,
hasta la fecha, ni de los equipos militares ni de la unidad organizativa
para defender sus intereses de forma adecuada". Y está
lejos de cumplir esos
requisitos en un futuro previsible (Fuente: The Economist, segunda
semana de
febrero de 1998).
El mensaje interior
Las "respuestas a Occidente", anteriormente expuestas,
no podrían ser
eficaces si en forma simultánea no se elaborara un "Mensaje
interior", de
cara al propio mundo árabe y musulmán. En mi opinión,
esa estrategia interna
debe pivotar sobre dos elementos esenciales: lograr márgenes
progresivos de
individualización dentro de las sociedades árabes
y musulmanas, y
desarrollar un liderazgo de nuevo tipo, un liderazgo hegemónico,
que ya no
puede buscarse en las antiguas formas en que hasta este momento
ese
liderazgo se ha manifestado.
Entre los "acuerdos" de Camp David y los de Oslo, un
verdadero cataclismo ha
sacudido a la totalidad de las sociedades árabes y musulmanas,
ya socavadas
por la derrota militar de 1967.
En términos de política internacional práctica
el principal hecho
esperanzador que surje en el horizonte es la Alianza que se está
gestando
entre Siria, Irán y el sur del Líbano. Será
a partir de ella, de su
profundización y de su ampliación, que se podrá
estructurar un liderazgo de
nuevo tipo, capaz de integrar los elementos positivos del arabismo
nacionalista con los del islamismo revolucionario.
La "arabidad" y la "islamidad" fueron hasta
ahora, en muchas coyunturas
dramáticas, elementos antagónicos. Sobre su aparente
irreconciliabilidad
fueron edificadas todas las estrategias tendentes a mantener al
mundo árabe
y musulmán en un estado de subordinación y de exclusión
perpetuas. Por el
contrario, sólo la confluencia de la "arabidad"
con la "islamidad"
corporizadas en Estados y movimientos de envergadura histórica,
como son los
de Irán, Siria y Hezbollah, podrá demostrar que
aún existe capacidad de
organización -es decir, de esperanza- en el mundo árabe
y musulmán. Y que
esa esperanza organizada, consciente de los enormes errores cometidos
en el
pasado es, en primer lugar, capaz de mantener una guerra de resistencia
contra el agresor, en un momento de la historia en que el poder
del eje
Washington-Israel parece invencible.
El poder potencial de la Alianza Irán-Siria-Hezbollah tiene
asimismo una
trascendente dimensión geopolítica. Representa la
soldadura de dos polos
geográficos, el del Mediterráneo Oriental y el del
Golfo Pérsico-Índico
quienes, a lo largo de muchos momentos de una larguísima
historia, actuaron
"a la tracción" sobre el mundo persa-árabe-turco
(y, aún, sobre otros
espacios contiguos, como el caucasiano y el del Asia Central oriental).
Un
espacio político así re-conformado es la respuesta
adecuada a ciertos juegos
tácticos, de alta peligrosidad, vigentes hoy en día,
en los que participa
activamente el ejército laico turco, aliado del terrorismo
judío.
Yo no soy musulmán ni, como es obvio, árabe, ni
persa. Mi vinculación con el
Islam es de naturaleza sociológica y estratégica.
Desde esa perspectiva he
leído y leo el Corán, donde se dice, en varias Suras,
que el Antiguo
Testamento o Biblia Judía (y protestante), o Torah, ha
sido falsificado por
los escribas hebreos. El Corán denuncia la falsificación
de un libro que se
ha convertido en el fundamento teológico e ideológico
de un Estado criminal,
el Estado de Israel.
La "historia" de Israel que relata el Antiguo Testamento
es, en un sentido
estricto, una historieta. No es una historia sino una mitología,
como
siempre fue entendido por el catolicismo tradicional. El mismo
método
mitificador fue utilizado en este siglo para canonizar al "Holocausto".
La
crítica al judaísmo debe incluir al Antiguo Testamento.
Debe partir de la
Torah. Es decir debe partir de una definición de judaísmo
que se atenga a la
realidad: él es un hecho totalizador y totalitario: teológico,
racial,
económico, histórico y estratégico. Y ello,
afortunadamente, es muy bien
percibido por las corrientes católicas y cristiano-orientales
resistentes al
posmodernismo. El rol jugado por el judaísmo desde los
orígenes del
capitalismo finaliza en la construcción del Estado de Israel,
que se
fundamenta no sólo en ser la expresión regional
más elocuente de la
globalización del capitalismo, sino en la convicción
de que existe no sólo
una superioridad religiosa sino, además, una superioridad
racial.
Entonces la cuestión central es que el judaísmo
se percibe a sí mismo no
sólo como un hecho religioso, sino como un hecho racial,
nacional y social,
al mismo tiempo. De allí surge una exigencia básica
para el mundo musulmán
contemporáneo: ligar más estrechamente al Islam
con la histórica y
sistemática exclusión-explotación-destrucción
sufrida por la "raza
árabe-persa inferior".
El Islam reúne muchos elementos para convertirse en el
núcleo cultural de un
proceso de liberación (de la raza árabe y otras
etnias musulmanas contiguas,
como la persa y la turca), respecto del hecho judío más
trascendente de toda
la historia: el espacio geopolítico actualmente dominado
por el Estado de
Israel. Pero carece de la fractura teológica que existe
entre el
cristianismo tradicional y el judaísmo: la figura mesiánica
de Jesucristo.
Las palabras de Jesús constituyen una ruptura total con
la tradición judía.
El misterio de Jesús no debe ser considerado como una tentativa
de reformar
el judaísmo desde una supuesta secta judía (la de
los cristianos): Jesús
aporta un elemento absolutamente diferente que no puede ser reconciliado
con
el judaísmo. Jesús revela un Dios que es esencialmente
distinto a Yahvé, al
Dios nacional judío que nos muestra el Antiguo Testamento.
El hijo de Dios y
la Virgen María han sido y volverán a ser la frontera
infranqueable entre
judaísmo y cristianismo.
El espacio islámico es una de las pocas realidades geopolíticas
con
capacidad potencial para disputarle al imperialismo occidental
judeo-cristiano el control sobre los destinos del mundo. Y veo
en
determinadas interpretaciones del Islam, como la del chiísmo,
un sistema de
pensamientos y de sentimientos muy cercanos al catolicismo popular,
hoy
abandonados por la jerarquía de la Iglesia Romana.
El "llanto por Hussein" es algo conmovedor para cualquier
católico que
quiera vivir al lado de su pueblo, en contacto con sus hermanos
oprimidos y
humillados. El chiísmo expresa un sentimiento trágico
de la vida muy cercano
al sentido del sacrifico de Cristo, y al ejemplo heroico del Che
Guevara,
que no fue, en ese sentido, un simple mártir laico.
Por cierto que la categorización de la raza árabe,
y de otras musulmanas,
como "inferior", coincide con el colonialismo, es decir,
con el ciclo de
expansión del capitalismo. El rol jugado por el judaísmo
desde los orígenes
del capitalismo finaliza en la construcción del Estado
de Israel, que se
fundamenta no sólo en ser la expresión regional
más elocuente de la
globalización del capitalismo, sino en la convicción
de que existe no sólo
una superioridad religiosa sino, además, una superioridad
racial.
En este punto coincido totalmente con Bruno Étienne: "Israel,
contrariamente
a lo que dicen los árabes, no es simplemente un hecho colonial
clásico,
reducible a los casos de Argelia y de África del Sur. Tampoco
me parece que
Israel sea un peón del imperialismo norteamericano. El
Estado hebreo es todo
eso a la vez, pero con una dimensión mesiánica,
escatológica, ligada a una
historia y a unos lugares particulares. Los árabes no pueden
a la vez
conducir la lucha antiimperialista e ignorar la dimensión
metafísica de
Jerusalén. Pues muy a menudo, en su política de
opresión y de anexiones,
Israel ha puesto en serias dificultades a sus Aliados" (Bruno
Étienne, El
islamismo radical).
Es en el Estado de Israel de este fin de siglo XX, donde se verifica
plenamente la gran intuición expresada por Friedrich Nietzsche,
hacia
finales del siglo XIX: "Los judíos son el pueblo más
notable de la historia
universal , ya que, enfrentados al problema de ser o no ser, han
preferido,
con una conciencia absolutamente inquietante, el ser a cualquier
precio: ese
precio fue la falsificación radical de toda naturaleza,
de toda naturalidad,
de toda realidad, tanto del mundo interior como del mundo exterior
entero.
Los judíos son, justo por eso, el pueblo más fatídico
de la historia
universal: en su efecto ulterior han falseado el mundo de tal
modo que hoy
incluso el cristiano puede tener sentimientos antijudíos
sin concebirse a sí
mismo como la última consecuencia judía" (4).
____________________________________
1.- "El mundo comunista, por cuestiones de ambición
geopolítica, eligió a
Checoslovaquia como primer país para que nos vendiera armas.
Lo que nos
vendió Praga fueron armas tomadas a los alemanes, cazas
Messerschmitt entre
otras. Ezer Weizman (actual presidente de Israel) que había
sido formado
como piloto de caza por los británicos en la Segunda Guerra
Mundial y que
había luchado contra los Messerschmitt alemanes con cazas
británicos
Spitfire, se vio de repente en la curiosa situación de
luchar con un
Messerschmitt fabricado en Alemania" (Abraham Primor, La
realización
incompleta del sueño sionista, en Política Exterior,
Nº 61, Vol.XII,
Enero-febrero de 1998). Al texto
2.- El Diario de Moshe Sharet se publicó originalmente
en hebreo, y luego se
hizo una primera traducción al inglés. A comienzos
de los años 80 la
Association of Arab-American University Graduates, en base a los
Diarios de
Sharett, publicó Israel's Sacred Terrorism, que es la versión
que utilizamos
nosotros en este trabajo, publicado por primera vez en idioma
castellano en
Revista de Estudios Árabes, Nº 2, Buenos Aires, junio
de 1982. Moshe
Sharett. Dirigió las relaciones internacionales del movimiento
sionista
durante 23 años. Como jefe del Departamento Político
de la Agencia Judía,
desde 1933 hasta 1948. Desde 1948 hasta la "crisis de Suez"
de 1956, fue
ministro de Asuntos Exteriores de Israel, y primer ministro entre
1954 y
1955. Al texto
3.- Desarrollada en base a un extenso reportaje realizado
al autor por el
períodico iraní Kahyan, al finalizar la conferencia
islámica de Damasco (7-9
de julio de 1997), en la cual fue el único expositor no
musulmán, y el único
"occidental". Al texto
4.- Citado por Ernst Nolte, Nietzsche y el nietzscheanismo,
Alianza, Madrid,
1995, p.125. Al texto
[1] [2]
[3] [4]
[5] [6]
[7] [8]
[9]
EDICIONES TERCERA POSICION - Ediciones Libertarias-Prodhufi S.A.,
Bravo Murillo 37, 28015 Madrid, España. 1998
ISBN 84-7954-421-X