La sustitución de la realidad
En el Capítulo anterior intentamos señalar
un hecho básico: que una vasta y
compleja batalla se estaba librando en un remoto lugar del mundo
llamado
Argentina. Se trata de una guerra global defensiva de la humillación
contra
la arrogancia. Vimos como una vieja metodología es vuelta
a ser usada para
falsificar y sustituir la realidad. Ahora, en la Argentina, se
trata de
demostrar la existencia de un "Holocausto" que tiene
que servir de cobertura
para justificar lo injustificable. El "Holocausto argentino",
en tanto
construcción mítica, debería servir para
"demostrar" que los atentados de
Buenos Aires no fueron obra del terrorismo judío.
Propongo que los lectores no argentinos lean este libro y observen
aquellos
acontecimientos, los que ocurren en el lejano sur de la América
del Sur,
dentro de los grandes parámetros de la historia contemporánea
del Mundo
Occidental, y sus consecuencias en dos grandes regiones "contiguas":
el
Mundo Antiguo, por un lado, y la Periferia de Occidente, por otro.
Argentina
está ubicada en la "Periferia de Occidente".
No en su periferia geográfica,
como es el caso del Mundo Antiguo -Mediterráneo Oriental
y Asia Central-
sino en su periferia histórica. La historia argentina es
un reflejo de la
historia del mundo occidental.
En la Argentina no hay historia propiamente dicha, sino sucesión
de
acontecimientos, como los que se producen entre el 4 y el 9 de
febrero de
1998; acontecimientos aparentemente desconectados que se suceden
en puntos
del planeta muy distantes entre sí. Sin embargo, alguien
está re-diseñando y
re-construyendo una vieja máquina que será utilizada
nuevamente para
sustituir la realidad, en este caso, la de un remoto país
llamado Argentina.
En Davos, Suiza, el asesor especial de William Clinton para América
Latina,
Thomas McLarty, se reunió con el presidente Menem para
anunciarle que a
partir de ese momento quedaba formalizada la llamada "alianza
extra OTAN" de
la Argentina con los EUA. Lo que significa que Argentina pasa
a formar parte
de un pequeño núcleo de países "privilegiados",
junto con Israel, Jordania y
Egipto, entre otros, que son "casi" miembros de la OTAN.
En Beirut, Líbano, donde llegó Menem en "viaje
de negocios", la máxima
autoridad parlamentaria libanesa, Nabih Berri, le daba la bienvenida
en
estos términos: "Señor Presidente, evite quedar
prisionero de las presiones
psicológicas que ejerce Israel* La Resistencia Nacional
Libanesa (Berri se
refería especialmente a Hezbollah, acusado por Israel de
la autoría de los
dos superatentados de Buenos Aires) se ha formado como respuesta
natural a
la ocupación y a las agresiones israelíes, conforme
a la legitimidad
internacional y a la dignidad de los pueblos libres". Menem
respondió
ofreciendo su mediación "para impulsar la retirada
de Israel del sur del
Líbano" y, como de costumbre, mintió: garantizó
la neutralidad argentina en
caso de un ataque norteamericano a Irak. En Beirut todo el mundo
ya sabía
que la Argentina era el flamante socio "extra OTAN"
de los EUA. Es decir, el
aliado natural de Israel. ¿Cómo podría Menem
cooperar con Beirut para
facilitar la derrota estratégica de su aliado israelí?
Nabih Berri se lo
recordó con astucia: "Nosotros saludamos su aspiración
a que su país
desempeñe un papel internacional y contribuya a intentar
resolver los
conflictos en Oriente Medio. Pero ese papel debe ser conforme
a las
realidades relacionadas con estos conflictos".
En Washington, el mismo día y casi a la misma hora "*
un grupo de exiliados
iraníes disidentes le dijo la semana pasada a una subcomisión
del Congreso
de los Estados Unidos que cuenta con información que vincula
al gobierno de
Irán con el atentado a la Asociación Mutual Israelita
Argentina (AMIA),
ocurrido en Buenos Aires el 18 de julio de 1994". El origen
de la
información fue Arnold Beichman, investigador del Hoover
Institute,
organismo "académico" de orientación conservadora,
en un artículo publicado
el 4 de febrero de 1998 en la edición del diario "The
Washington Times".
Según Beichman, miembros del "Consejo Nacional de
Resistencia" iraní se
comunicaron por carta con el congresista Elton Gallegly, titular
del
subcomité del Hemisferio Occidental de la Cámara
de Representantes
estadounidense, quien a su vez remitió la información
al Departamento de
Estado para que la analizara. El "Consejo Nacional de Resistencia"
iraní es
un grupo de exiliados con base en Irak, "enemigos declarados
y de larga data
del régimen de Teherán". Hace pocos meses,
ese grupo había sido catalogado
por el Departamento de Estado como "grupo terrorista".
Cuando Beichman fue
consultado por "Clarín" sobre la confiabilidad
del grupo terrorista iraní
dijo: "Yo creo que es totalmente confiable porque está
avalado por 245
legisladores del Congreso de los Estados Unidos" (Fuente:
Clarín digital, 5
de febrero de 1998). Recuerde el lector que 245 es el número
exacto de
legisladores que conforman oficialmente el lobby proisraelí
en el Congreso
norteamericano.
En esos momentos llegaba a Washington el mismo Menem que en Beirut,
pocas
horas antes, había hablado de la neutralidad argentina
en relación con Irak.
El camaleón recuerda súbitamente su alianza "extra
OTAN" y afirma con
rotundidad: "Si hay conflicto con Irak, la Argentina estará
al lado de las
medidas que tomen los Estados Unidos o las Naciones Unidas".
Para el
corresponsal de "La Nación" en Washington: "Esta
definición* es quizás la
muestra más clara de la política de alineamiento
incondicional con los
Estados Unidos... Menem fijó su orden de prioridades: primero
los EE.UU.,
después las NU* comprometió el respaldo de la Argentina
aun en el caso de
que Bill Clinton decida atacar a Irak sin la autorización
del Consejo de
Seguridad" (Fuente; La Nacion Line, 7 de febrero de 1998).
Pocas horas después, en Nueva York, Menem se reúne
con la comunidad judía de
esa ciudad: el centro de gravedad del lobby judío-norteamericano,
o el
"gobierno del mundo". Fue el momento de aclarar algunos
malos entendidos
sobre lo que hizo y dijo en Beirut. El embajador argentino en
Washington, el
judío Diego Guelar, fue el encargado de hacerlo: "El
presidente recordó que
sería absurdo (que en el Líbano se haya encontrado
con terroristas de
Hezbollah), cuando (Menem) tiene una posición crítica
sobre los gobiernos
que tratan con encapuchados" (Fuente: La Nación Line,
8 de febrero de 1998).
Exactamente al mismo tiempo que sucedían los acontecimientos
que hemos
relatado, en Beirut, Washington y Nueva York, en la lejana Buenos
Aires la
Corte Suprema de Justicia queda fracturada moralmente, literalmente
descuartizada entre el gobierno cipayo y la oposición "judeo-democrática".
Ahora, la Corte trata de que los judíos le perdonen el
fatal Informe Técnico
que hace más de un año la propia Corte le había
encargado a la Academia
Nacional de Ingeniería. Ya hemos visto que las conclusiones
del Informe
fueron lapidarias para la comunidad judía residente en
la Argentina, para el
Estado de Israel y para el lobby judío-norteamericano:
la explosión en la
Embajada de Israel en Buenos Aires (1992) había sido en
realidad una
implosión, ya que se había producido, sin ningún
tipo de dudas, en el
interior del edificio. A partir de ese momento, la Corte Suprema
de Justicia
de la República Argentina se convirtió en algo así
como la Corte
Nazifascista de la Injusticia Universal. Ahora, la fortaleza del
máximo
organismo judicial argentino se resquebraja. Los ministros de
la Corte están
dispuestos a negociar con la comunidad judía. Se trata
de un regateo
obsceno, un negocio de supervivencia: "Los jueces de la Corte
estarían
estudiando redactar una resolución en la que se señalará
la existencia de
`indicios' sobre la participación del grupo fundamentalista
proiraní Jihad
islámica (sic.)* Para llegar a este punto hizo falta que,
después de recibir
presiones del gobierno, presionado a su vez por Israel y los Estados
Unidos,
la Corte decidiera a mediados del año pasado derivar la
instrucción de la
causa al secretario del tribunal* Desde fines de 1995, la investigación
había estado a cargo de todos los miembros de la Corte*
" (La Nacion Line, 9
de febrero de 1998).
La sustitución de la realidad (II)
Todos los episodios relatados hasta este momento no son más
que mecanismos
utilizados para construir una gran máquina que tiene por
objeto realizar la
sustitución de la realidad. Decir simplemente que el judaísmo
residente en
la Argentina se ha constituido en un super-gobierno, o en un poder
dentro
del poder, o en el Estado dentro del Estado, es expresar una verdad
pero
sólo a medias. El problema es infinitamente más
grave. La Argentina está
sometida a un proceso de sustitución de la realidad. Como
veremos, no se
trata sólo de que existe un superpoder en la Argentina,
un Estado dentro del
Estado, o cualquier otra figura que tenga relación con
el aspecto meramente
físico de la política. Lo que los judíos
construyen a priori es una
metafísica de la historia. En el exacto sentido en que
el Antiguo Testamento
no es la historia sino la "historieta" de Israel. Un
Espíritu Absoluto que
determina con total arbitrariedad y sin los límites impuestos
por el tiempo,
qué es la verdad y quién falsea la verdad: esa maldita
categoría llamada
"realidad".
Nietzsche define a los judíos como "el pueblo más
fatídico de la historia
universal", porque "han falseado el mundo"; lo
han falseado de tal manera
"que incluso un cristiano puede tener sentimientos antijudíos
sin concebirse
a sí mismo como la última consecuencia judía".
El pueblo judío es, según
Nietzsche, el falseador universal. ¿En qué sentido
el pueblo judío falsea el
mundo? En el sentido de sustituir la realidad. En el sentido de
reemplazar
los hechos por los cánones; en el sentido de reemplazar
la fe por el rito y
a Dios por el Templo, y en el sentido de reemplazar la historia
por la
mitología.
El primer hecho de falsificación-sustitución lo
constituye el Antiguo
Testamento. Sus libros fundacionales no sólo adolecen del
insuperable
defecto que los historiadores llaman "antedatación"
(ya que son textos
escritos en griego a partir del siglo V-IV aC. , pero en un escenario
ubicado en el siglo XII aC.), sino que además son textos
sustitutorios. El
Antiguo Testamento sustituye la realidad del devenir histórico,
por las
acciones de los personajes mitológicos (es decir, irreales)
que sólo tienen
por objeto señalar la diferencialidad de las tribus hebreas.
La historia es
sustituida por el mito.
Esa actitud permanente de falsificar y de sustituir, sobrevive
en el tiempo,
y se convierte en una cultura, es decir, en una forma de vida.
Un ejemplo.
Acabo de leer un artículo del señor Abraham Primor,
embajador de Israel en
Alemania, que incluye la siguiente frase (textual): "El concepto
político de
`Palestina' lo habían inventado los romanos tras la destrucción
del Estado
judío en el año 70 aC.". El señor Primor
está tratando de demostrar que los
verdaderos "palestinos" son los judíos, en el
sentido de que los hebreos
fueron los habitantes originales de la región. Para ello
sugiere la idea de
que Palestina había sido "inventada" por los
romanos, enemigos jurados del
"Estado judío". A un historiador profesional
estas "definiciones" lo
sacudirían de indignación, o de risa: el funcionario
judío limpia de un
plumazo algo así como doce milenios (12.000 años,
o 120 siglos) de historia
cultural perfectamente datada en la llamada plataforma sirio-palestina.
Y
además, de paso, se olvida de los philisteos, habitantes
originales de
Palestina y donadores del nombre "moderno" (poscananeo)
a la región.
La sustitución de la realidad es la condición de
existencia del judaísmo. A
lo largo de la historia se produjeron innumerables ejemplos de
falseamientos
de los hechos, como el más significativo de todos: la construcción
del Mito
del "Holocausto". Pero por el momento nos interesa ubicar
esa metodología
sustitutoria en el núcleo de la cuestión judía
en la Argentina. Toda la
actividad de Inteligencia desarrollada por los judíos (comunidad
residente,
lobby judío-norteamericano y Estado de Israel) a partir
del segundo de los
atentados terroristas es una típica actividad de sustitución
de realidad. El
objetivo es sustituir los hechos tal cual se produjeron, y en
la secuencia
en que se produjeron, por el mito judío que reemplazará
ese fragmento de
historia real. La realidad deja de funcionar porque es reemplazada
por el
mito que construyen los judíos a partir de retazos de la
realidad. Todo lo
que contradiga al mito elaborado, debe ser eliminado de la superficie
de la
tierra. Esas contradicciones entre la realidad y el mito serán
definidas
como antisemitas. Luego, el resto, será una cuestión
de fuerza y de
manipulación: de ingeniería social, en suma. Cuando
la Corte Suprema de
Justicia de la República Argentina hizo público
el estudio sobre la
implosión de la Embajada, ya mencionado, se produce una
contradicción
mayúscula entre la realidad y el mito
Dentro de la comunidad judía residente en la Argentina
hay sectores
fundamentalistas extremadamente duros con el presidente: "Para
Menem todo
aquel que reclama justicia y esclarecimiento de crímenes
contra la humanidad
se convierte automáticamente en un enemigo, como si la
justicia se
administrara honestamente" (Fuente: La Nación Line,
9 de febrero de 1998).
El primer paso, entonces, para sustituir "realidad"
por "mito", es destruir
la credibilidad de la fuente productora de la contradicción,
en este caso,
el tribunal de justicia más alto que existe en la Argentina.
De inmediato se
da paso al movimiento sustitutorio, propiamente dicho. Leemos
el siguiente
texto publicado por un medio local de información de "la
máxima seriedad":
"Los dirigentes de la comunidad judía (en la Argentina)
reclaman que el
máximo órgano de justicia (la Corte Suprema), que
tiene a su cargo la
instrucción de la causa (la implosión en la Embajada),
sostenga expresamente
que la Embajada fue destruida por una bomba, colocada en el exterior
del
edificio, y que quienes cometieron el atentado son personas vinculadas
con
la República Islámica de Irán, explicó
una fuente del alto tribunal (de
justicia)", La Nacion Line, viernes 6 de febrero de 1998
(1).
Una lectura absolutamente lícita del mismo texto es la
siguiente: Nosotros
los judíos ordenamos (decretamos) que se sustituya la realidad
(implosión)
por nuestra versión de la realidad, es decir por nuestro
Mito trabajosamente
elaborado: la bomba estaba en el exterior del edificio, en un
"coche-bomba"
salido de nuestra fértil imaginación, y había
sido colocada allí por
personas vinculadas con Irán. Ese es el Mito que desde
ahora reemplazará a
la realidad; a los hechos tal cual fueron. Punto. Poco importa
lo que digan
los peritos de la Academia Nacional de Ingeniería. Mejor
dicho, lo que digan
esos estúpidos ingenieros no nos importa en absoluto. Porque
si nuestro Mito
no sustituye a la realidad: ¿Cómo podría
continuar el Estado de Israel y la
judería internacional con su estrategia antiislámica,
su guerra santa contra
un nuevo tipo de espanto: los crímenes genético-religiosos?
El nacional-judaísmo destruye el "modelo argentino"
Como en muy pocos otros países, la historia de la Argentina
es la historia
de su composición y recomposición demográfica.
Dentro de la historia
demográfica y de la estructura poblacional final de la
Argentina, el
peronismo fue la expresión política que ocupó
el espacio prioritario, en
tanto origina su perfil demográfico fundacional. Fue el
equivalente a la
identidad nacional. Las gentes que integraron el peronismo (que
fue algo muy
distinto al "partido justicialista" actual, de matriz
neoliberal) fueron las
"gentes de la tierra".
A mediados de los años '40 de este siglo, a través
del peronismo, se produjo
una extraordinaria fusión étnica en la Argentina:
a partir de allí se
originó el perfil demográfico actual de ese país.
En ese preciso sentido, el
peronismo fue un movimiento fundacional. Los oponentes del peronismo,
quienes lo han combatido de una manera violenta e inmisericorde,
fueron
todos, o casi todos, miembros de una "raza blanca",
parte de ella asquenazi,
o esquenazi,(2) y, por supuesto, no integrada. Naturalmente, en
el peronismo
hubo multitudes de individuos provenientes de otras etnias y de
otras
culturas europeas. Pero ellos estaban integrados, asimilados.
Que el combate peronismo-antiperonismo tenga hoy, también,
una lectura
antropológica, es algo lógico y natural. Los miembros
de la etnia esquenazi
no integrada eran -y son- una parte crecientemente significativa
dentro del
bloque de los detentadores del poder económico, social
y cultural. Es por
eso que esa clase-étnica (burguesía y pequeña
burguesía blanca-judía)
combatió al peronismo de forma tan violenta, aunque "en
representación" de
la llamada oligarquía, o burguesía terrateniente.
Esa clase explotadora
"representada" había experimentado una importante
disminución de poder
durante los dos primeros gobiernos, democráticamente consensuados,
del
general Perón.
La "revolución" que derriba al peronismo en 1955
fue una acción militar
salvaje, sangrienta al mejor estilo Libro de Josué, cometida
por la etnia
blanca no integrada. Desde un principio, desde sus primeros esbozos
organizativos en el país, los judíos esquenazis
se manifestaron
violentamente antiperonistas, a pesar de las enormes ventajas
que les
proporcionó el peronismo. Esa etnia blanca no integrada
reprodujo en la
Argentina, con exactitud milimétrica, el odio herzliano(3)
y, en definitiva,
toránico, hacia los indígenas, o "gentes de
la tierra". Esa actitud
antropológica del judaísmo radicado en la Argentina
representó la más fuerte
oposición a la fusión étnica y a las asimilaciones
culturales múltiples que
facilitó el peronismo gobernante entre mediados de los
'40 y mediados de los
años '50. En ese sentido, su coincidencia total y sistemática
con la "clase
patricia"(4) fue emblemática.
Esa confluencia expresa algo más que un reiterado acuerdo
político
coyuntural entre la "clase media blanca" y la hoy devenida
oligarquía
financiera, firme sostén de la "globalidad".
El judaísmo en la Argentina se
instaló como antiperonismo sistemático a partir
de una firme alianza -hoy
más fuerte que nunca- entre sus orígenes marranos
y su continuidad
asquenazi. Ello significa que su proyección política
y, sobre todo,
cultural, haya emergido de esa alianza entre el "marranismo"
original de los
"patricios fundadores" y los inmigrantes asquenazis,
que comienzan a
instalarse en el país desde finales del siglo XIX (5).
Al expresar la cultura peronista original el hecho demográfico
fundacional
de la Argentina moderna, y la más acabada definición
de la independencia
nacional en un régimen de justicia social, no es extraño
que los ataques
hacia él hayan provenido y provengan de grupos étnicos,
antiasimilatorios
por definición, que expresan no sólo una fuerte
vocación de poder sino,
además, de apropiación. Como veremos más
adelante, esos grupos son la
"mayoría" minoritaria. Buscan la disolución
de la cultura peronista original
porque esa es la vía segura de la disolución nacional
argentina.
Lo que hoy está en juego en ese país es la continuidad
o la ruptura
definitiva del proceso fundacional de fusión étnico-cultural
iniciado en la
segunda mitad de los años '40 de este siglo. No estamos
hablando solamente
del mantenimiento de la unidad nacional, sino de la misma supervivencia
del
país.
Sin duda alguna, en los sectores dirigentes del judaísmo
instalado o
residente en la Argentina está localizado el antiperonismo
más radical. Fue
un judaísmo antiasimilatorio que armonizó a la perfección
con la cultura de
la oligarquía terrateniente, edificada en función
de la dicotomía herzliana
"civilización versus barbarie". En sus dos variantes
étnicas, la criptojudía
original y la esquenazi inmigrante, el judaísmo se manifestó
sistemáticamente como rechazo étnico a los "indígenas",
como odio racial al
proletariado nacional, a las "gentes de la tierra".
Exactamente igual a como
se manifestó el sionismo, esa transitoria ideologización
racionalista del
judaísmo, en Palestina, a partir de su "partición"
en 1947.
La naturaleza del peronismo fue su condición antioligárquica
(justicia
social) y nacionalista-popular. El peronismo nace de circunstancias
históricas y socio-económicas que serán irrepetibles
de cara al futuro. Un
nuevo movimiento nacional y popular emergerá a partir de
la opresión que
aportan las tecnologías de la globalidad. Y también
a partir de la
resistencia contra la guerra psicológica, económica
y étnica desatada por la
dirigencia judía contra la Argentina, ese nuevo movimiento
deberá
desarrollar su doctrina original (peronista) para adaptarla no
sólo a los
tiempos, sino a la misma supervivencia de la nación, sin
la cual su función
histórica carece de significado.
Los argentinos de la tierra deben ahora encarar y resolver, al
nivel
doctrinario y práctico, el problema central que hace a
la misma
supervivencia de la nación: no es posible admitir que en
la sociedad
argentina existan grupos étnicamente agresivos que no son
argentinos (ni en
lo cultural, ni en lo político, ni en lo económico,
ni en lo religioso) pero
que, sin embargo, están empeñados en poseer derechos
políticos no sólo
iguales sino superiores a las gentes de la tierra.
Esta realidad, plenamente manifestada en las manipulaciones de
guerra
psicológica realizadas a partir de las agresiones terroristas
sufridas por
la Argentina, exige la respuesta política y estratégica
adecuada. Es
necesario plantear, al nivel popular y con un espectro social
lo más amplio
posible, la necesidad de la expulsión de esos grupos étnicos
agresivos.
Ellos no sólo no son integrables al conjunto social-nacional:
mantienen
lealtades prioritarias con Estados y culturas interesadas en la
destrucción
de la Argentina.
La manipulación de las agresiones terroristas
Tanto las organizaciones judías, nacionales (residentes)
e internacionales,
cuanto el propio Estado de Israel y sus dirigentes han asumido
una grave
responsabilidad dentro del plano de la política interior
argentina, y sobre
el propio comportamiento internacional de la República:
* Dar la bienvenida (y, en el caso del Estado judío) enviar
a un ejército
extranjero y clamar ante él (los judíos residentes)
su desprotección como
comunidad "nacional" diferenciada.
* Acusar de antijudía al conjunto de la sociedad argentina
(es decir,
adjudicarles una fobia descalificante a todos los argentinos que
sospechan
de la veracidad de la interpretación y de la responsabilidad
judía respecto
de los sucesos acaecidos).
* Encabezar una lucha civil contra instituciones del Estado argentino
que no
puede tener otro objetivo que el desencadenamiento de una grave
crisis que
hoy puede ser altamente desfavorable para los intereses nacionales.
* Pretender convertir los aspectos positivos de la historia argentina
en sus
segmentos más descalificables. La historia del peronismo
se reduciría a un
gobierno receptor de criminales de guerra, y el papel de Eva Perón
en el de
una agente nazi encargada de transferir fondos de bancos suizos
hacia y
desde Buenos Aires. La estrategia judía apunta hacia las
imágenes más
veneradas del pueblo y pretende romper los sentimientos más
fuertes y
positivamente enraizados en el alma popular argentina (6).
En conjunto, esta estrategia está obviamente orientada
a obtener derechos
nacionales para la comunidad judía dentro del territorio
argentino (lograr,
en principio, un Estado "multinacional"), y buscar las
garantías
internacionales correspondientes para alcanzar ese proceso de
"independencia", etno-social y etno-territorial, dentro
de la búsqueda
global de un nuevo orden internacional que elimina la soberanía
como
concepto fundacional. "Bajo tales circunstancias, la comunidad
huésped
terminará, por el inevitable determinismo del desarrollo
social, económico y
político, disputando a la comunidad anfitriona el dominio
y la soberanía
sobre el territorio histórico de la comunidad gentil"
(7).
Muy probablemente los próximos tiempos muestren un incremento
de este
conflicto que es ya la "cuestión judía"
en la Argentina: la natural y lógica
"ascensión a los extremos" de todo conflicto.
Una vez más, su naturaleza
soslaya el núcleo de las preocupaciones cotidianas de los
agobiados
habitantes de la República Argentina. Sin embargo allí
está, bien instalado,
como si fuera su viejo problema de siempre. Era su viejo problema
de
siempre, sólo que algunos no lo supimos hasta la eclosión
de los Atentados
de Buenos Aires.
Se nos ha impuesto una crisis desde una situación internacional
que tiende a
agravarse rápida y sistemáticamente en todos los
puntos del planeta. En este
mundo apolar la operación de Inteligencia realizada en
Buenos Aires tuvo por
objetivo consolidar, entre nosotros, a un enemigo externo de naturaleza
diferente a la de Occidente. Desde un primer momento hemos dicho
que la
activa cooperación de algunas fracciones del Estado de
Israel en este
proyecto se origina en la situación de crisis interior
límite que afecta a
ese Estado, en especial desde el comienzo de ese proyecto globalista
llamado
"plan de paz". Y ella ha sido totalmente ratificada
con el asesinato de
Rabin.
La elección del escenario para realizar tanto los atentados
terroristas como
su posterior manipulación, obedeció a una decisión
básicamente correcta. La
Argentina es un país extremadamente debilitado y, al mismo
tiempo,
explícitamente integrado en la "globalidad",
desde el punto de vista de la
elección del mundo en el que, supuestamente, quiere vivir.
Las débiles
contraofensivas intentadas por los aparatos del Estado argentino
demuestran
hasta qué nivel de decadencia puede llevar la opción
de pertenecer a una
estrategia globalizante, sin disponer, como contrapartida, de
ningún poder
de decisión propio. En la confrontación Estado argentino
versus judaísmo
internacional triunfará quien disponga de un discurso de
supervivencia más
profundo, o quien se desmarque con más claridad de esa
estrategia global que
marcha rápidamente hacia su inviabilidad final. Es por
ello que en Argentina
las agresiones culturales, que actúan en paralelo a las
agresiones militares
de nuevo tipo, como es el caso de ambas explosiones, tienen por
objetivo la
destrucción de un modelo nacional, que hasta ese momento
había sido el único
escudo cultural disponible para una sociedad nacional joven, para
un país
nuevo.
El gobierno de Israel y la dirigencia judía en la Argentina
han optado por
la maniobra de incrementar la acción psicológica
contra la sociedad
argentina en general, señalándola -a lo largo de
toda la prensa
internacional- como estructuralmente "antisemita" (8).
Se supone que a
partir de esta agresión la dirigencia judía tiene
por objeto generar una ola
mundial de simpatía hacia el Estado de Israel, que hoy
tanto la necesita.
A partir de acusaciones ideológicas a los servicios de
seguridad y de
inteligencia argentinos a los que esa misma dirigencia tantas
veces utilizó
en su provecho en épocas de la doble guerra, fría
(exterior) y sucia
(interior)- tratan de consolidar la sospecha sobre la existencia
de "grupos
locales de apoyo". Obviamente, ello tiene por objeto denunciar
y perseguir a
los argentinos que intenten resistirse a lo que en verdad es:
un complot
internacional, una fase de la Estrategia Planetaria destinada,
entre otras
cosas, a fracturar definitivamente la existencia de nuestra nación
demoliendo las bases culturales de nuestro modelo argentino (proyecto
nacional).
Ello no quiere decir que no existan "grupos locales de apoyo".
Estos son
mano de obra nativa al servicio de los oficiales israelíes
de inteligencia
instalados en el país, a los que el gobierno argentino
del señor Menem les
dio "carta blanca" para actuar en el territorio nacional.
Conflictos internos y confrontaciones globales
Contra lo que normalmente creen los ciudadanos "normales"
de la República
Argentina, ese país siempre procesó sus movimientos
internos dentro de los
marcos de confrontaciones externas abarcantes y "globalizantes".
El peronismo, por ejemplo, fue un fenómeno que no puede
desprenderse de los
avatares fragmentativos que generó la segunda guerra civil
europea. Y como
suceso inverso y opuesto, la concepción "contrainsurreccional"
que se
instala en la Argentina hacia mediados de los años 60,
se fundamenta en el
supuesto de que los grupos "insurreccionales" no eran
sino "unidades de
avanzada" del ejército mundial comunista.
Llama poderosamente la atención que ninguna organización
o persona judía en
la Argentina haya recordado, en los últimos tiempos, las
estrechas
relaciones que mantuvo el Estado de Israel -a través de
sus fuerzas armadas
y servicios de inteligencia y de seguridad- con la casi totalidad
de los
gobiernos militares que en Iberoamérica, en décadas
anteriores, y al día de
hoy, servían y sirven fielmente al interés norteamericano
en la región y al
de sus respectivas oligarquías internas. Durante largos
años Israel,
especialmente a través del Shin Beth, no sólo se
convirtió en un gran
proveedor de armamentos de esos gobiernos, sino en el principal
asesor en
técnicas contrainsurreccionales de todo tipo, especialmente
en técnicas de
tortura. En el campo de las ventas de material militar a América
Latina,
Israel utilizó el concepto de la Realpolitik.
Esa relación estaba fundamentada en una admiración
profesional ilimitada
hacia los militares israelíes, por parte de sus colegas
iberoamericanos que
defendían al establishment en cada uno de sus países.
Esos vínculos
afectivos se reforzaban en la existencia de un mutuo entendimiento
entre el
anticomunismo de los nativos y la posición internacional
de Israel como
guardiana de la civilización occidental ante los "terroristas"
árabes
apoyados por la URSS. Muchos autores israelíes, en esa
época, subrayaron el
hecho de que existía una profunda analogía entre
los "irregulares"
izquierdistas latinoamericanos y los "terroristas" palestinos
que se
enfrentaban a Israel en el Oriente Medio.
En esa batalla contra esas "unidades de vanguardia"
de un gran ejército
agazapado dispuesto a invadirnos juegan un rol antisubversivo
muy importante
los aparatos policiales, militares y de inteligencia del Estado
de Israel.
Son oficiales israelíes los que arman, adoctrinan y entrenan
a personal
militar y paramilitar nativo (y ello ocurre en absolutamente todos
los
escenarios de conflicto de América Latina) (9) en técnicas
contrasubversivas
en su más amplio espectro. Para el Estado de Israel, en
aquel entonces, la
OLP y otras organizaciones palestinas -en ese tiempo nadie hablaba
de
"fundamentalistas", porque se estaba viviendo en un
mundo estrictamente
bipolar, aun en lo cultural y hasta en lo religioso-, también
constituían
comandos de avanzada del ejército enemigo dentro de un
conflicto global. A
ellos se los enfrentaba a partir de las diferentes escalas que
admitía el
concepto de "guerra de baja intensidad".
La vigencia inexorable de la bipolaridad hacía que esos
"pelotones de
avanzada" del "ejército comunista" fueran
percibidos, aun los declaradamente
nacionalistas y católicos, como los Montoneros argentinos,
a partir del
modelo soviético, es decir, a partir de un centro decisional
(Moscú, para
los ortodoxos; Beijín, La Habana o París -"IV
Internacional"-, para otros),
que actuaba internacionalmente a través de delegaciones
"nacionales". En
rigor de verdad es exactamente el mismo modelo que utiliza actualmente
la
organización judía internacional, que busca dirimir
sus irreconciliables
diferencias internas proyectando hacia afuera a esos conflictos
interiores.
Para casi todas las facciones en pugna, el centro del sistema
lo es todo,
las llamadas delegaciones nacionales son "nacionales"
sólo en la forma: son
meras superposiciones demográficas sobre una cultura, un
territorio y una
población ajenas. En esencia se trata de organizaciones
absolutamente
radiales y unilateralmente dependientes del centro. Son en verdad
grandes
destacamentos de avanzada de una guerra global al servicio de
la
supervivencia de un Estado nacional-religioso: el Estado confesional
judío.
Guerras interiores y lealtades nacionales
Según la Delegación de Asociaciones Israelitas en
la Argentina (DAIA), la
doble lealtad nacional es una exigencia para la supervivencia
del ser judío:
"El judaísmo no es sólo una religión
y una cultura, una concepción del mundo
y de la vida... Es también, y fundamentalmente, un pueblo
y una nación; un
grupo humano que, no obstante su dispersión, ha mantenido
y mantiene muy
clara la conciencia de su pasado, de su presente y de su futuro
común".
"Asumir valores nacionales presupone conferirles su ámbito
de vigencia. La
vigencia plena del judaísmo requiere su ámbito nacional.
En esto, no hay
opción. La vigencia nacional no es ya una de las formas
viables, sino que es
la única posibilidad de una vivencia genuina para el pueblo
judío. Entonces
cuando se cuestiona... la existencia de un Estado judío...
bajo la
imputación de doble lealtad, lo que se impugna es, lisa
y llanamente, la
voluntad del pueblo judío de mantenerse como tal".
"La identidad nacional judía se expresa objetivamente
en el Estado judío. O,
lo que es lo mismo, el Estado judío es la objetivación
de los valores
nacionales del judaísmo... Y la identidad judía
se expresa subjetivamente
por la identificación con el Estado judío. Es una
identificación de esencia,
no de forma, con algo propio. Es una identificación con
el ser, no con el
hacer". (Doble lealtad, Ediciones DAIA, Buenos Aires, 1974).
No es en absoluto casual que la crisis argentina de estos tiempos
coincida
con la mayor ofensiva jamás registrada por parte del judaísmo
internacional
(10) sobre nuestro país. Esa ofensiva es múltiple:
a) hacia la sociedad,
para desnacionalizarla y descerebrarla; b) hacia el Estado, para
debilitarlo
y subordinarlo; c) hacia la cultura, para apropiársela,
d) hacia la
economía, para controlarla.
La vieja configuración de la Argentina dentro de la cual
nuestra generación
ha crecido, y muchas otras antes que la nuestra, ya no existe.
Lo que
subyace es sólo una ilusión de que sigue existiendo.
Aquella configuración
de la Argentina, representada en mapas, ensayos, obras literarias,
discursos, instituciones, modales y formas de vida en general,
esa
configuración se ha fracturado definitivamente. Eso quiere
decir que ninguna
política podrá reconstruir lo que ha sido irreversiblemente
destruido,
excepto tal vez desde la guerra de conquista de una de esas Argentinas
sobre
la otra (11).
Los factores que desarticularon lo que existía no fueron
sólo los económicos
(la terrible exclusión económica que afecta principalmente
a los "negros"
(12) -pobres- jóvenes), los institucionales y los militares.
En rigor de
verdad en todo momento de estas últimas décadas
la "clase media blanca"
profundamente judaizada a partir de instituciones culturales controladas
por
judíos asquenazis, convivió siempre forzadamente
con la "clase baja negra".
Siempre fueron "países" o "naciones"
(la "nación judía" y los otros) que no
encajaron uno con otro. Dos o más "países"
surgirán de los escombros que
ocasionará el derrumbe de la vieja Argentina. Ya las fronteras
y los
espacios geográficos están perfectamente definidos,
incluso como realidad
constitucional: la autonomía lograda por la ciudad de Buenos
Aires ha sido,
en ese sentido, un eslabón vital dentro del proyecto de
desestructuración
nacional.
Sin embargo, no es razonable sostener que este "fin de época"
en la
Argentina, esta crisis integral y terminal -al mismo tiempo- sea
el producto
exclusivo de la acción disociadora del judaísmo
internacional. Más bien fue
la traición de las clases dirigentes nativas -que operó
durante un largo
período histórico en el cual se alternaron "democracias"
y "dictaduras"- lo
que originó un país balbuceante, miserable y dependiente,
que se constituye
-de manera natural y lógica-, en la base de operaciones
del proyecto de
apropiación que el judaísmo internacional está
aplicando desde hace mucho
tiempo sobre nuestro país (13).
Las organizaciones judías en la Argentina ya han superado
la vieja dicotomía
de la doble lealtad (hacia el Estado nacional que las "alberga"
y hacia el
Estado de Israel que las ideologiza y disciplina). La doble lealtad
deja de
tener sentido cuando el Estado y la sociedad gentiles que acogen
generosamente a los judíos -como fue y es el caso argentino-
se transforman
-a partir de una crisis entrópica- en una irrealidad.
A partir de ese momento, ese Estado y esa sociedad -debilitados,
empobrecidos, estupidizados y, por lo tanto, carentes de cualquier
capacidad
de reacción- se convierten en meros objetos de dominio.
La totalidad de la
lealtad de la comunidad judía local se vuelca hacia el
vértice del sistema
de poder actuante en la escala internacional: el Estado de Israel
y, más
concretamente, hacia la alianza integral existente entre los Estados
Unidos
de América y el Estado judío.
De esta manera se produce una profunda coincidencia de intereses
entre una
serie de segmentos de una misma dinámica estratégica:
voluntad judía de
poder (aplicada a la escala internacional y nacional); globalización
económica; empresas nacionales y transnacionales no judías
cuyo negocio está
en la expansión de la globalización; grupos, partidos
políticos y gobiernos
que sólo pueden existir practicando el "alineamiento
automático";
movimientos culturales transnacionales que se benefician con la
creciente
pérdida de identidad (de poder) de las sociedades nacionales
en proceso de
desmantelamiento; etc. (14).
Todos esos vectores -y muchos otros aún- conforman una
única estrategia que
apunta a la existencia de un mundo unipolar, de estructura económica
poscapitalista y ultraliberal, y provisto de una ideología
judía o
judaizante (15), por la cual la población mundial quedaría
integrada en un
solo "gobierno global" dividido sólo formalmente
en "países" ubicados en dos
"clases" o jerarquías. La clase "dominante"
o clase de los elegidos, y la
clase de los dominados y humillados.
Dentro de este contexto, interno y externo, deberemos analizar
el desarrollo
de la estrategia judía sobre la Argentina, que está
obviamente orientada a
profundizar una fractura ya existente entre "dos países",
para integrar sólo
a uno de ellos en la globalidad (económica) y el "gobierno
mundial"
(político).
Esas comunidades judías repartidas por el mundo también
constituyen el
escenario (un mismo espacio-tiempo) y fueron actores de todos
los conflictos
que se dirimieron a lo largo de toda la historia del Estado israelí.
Sólo
cuando desaparece el enemigo externo (OLP) y resurge el nacional-judaísmo
como fundamentalismo religioso-territorial, en ese momento los
conflictos
internos de esa sociedad cambian de calidad: de parcialmente incruentos
se
transforman en violentamente cruentos.
No debería extrañar a nadie que esas instituciones
delegadas (las juderías,
en un sentido estricto), y asimismo representativas de la comunidad
judía en
la Argentina, sean las plataformas de combate y el amplio marco
para el
desarrollo de los ajustes de cuentas dentro de lo que en la actualidad
es
una feroz lucha intra-judía. En la práctica histórica,
esas organizaciones
(pero no necesariamente la mayoría de sus miembros, en
el plano individual,
donde los procesos de integración nacional "vertical"
-"hacia dentro"- han
sido tan amplios, intensos y aceptados como los registrados en
cualquier
otra comunidad inmigrante) han demostrado fehacientemente que
constituyen
una parte orgánica del Estado de Israel, y que su ubicación
geográfica (en
la Argentina, en los EUA, en Francia, en Holanda o en Sudáfrica)
no es más
que un accidente demográfico, que no tiene nada que ver
con la idea de la
lealtad nacional (16).
Al existir como parte orgánica del Estado de Israel, pero
sin gozar
plenamente de la protección de ese Estado, esas instituciones
delegadas,
esas juderías, hoy, se constituyen en un escenario perfecto
para dirimir una
de las disyuntivas más dramáticas que haya tenido
que enfrentar en su
historia el Estado de Israel: la cuestión de la paz (globalidad)
y su
principal cuestión aneja, los territorios ocupados por
colonos judíos
armados y fundamentalizados.
Son muchos los observadores de la comunidad judía de la
Argentina que venían
percibiendo, durante las semanas anteriores al último atentado
terrorista,
una creciente tensión entre las distintas componentes políticas
y religiosas
que hoy integran, contradictoriamente, esa comunidad, en tanto
organización.
Es que los acuerdos de paz no sólo tienden a impedir la
expansión de la base
territorial del Estado de Israel: lo que se enfrenta cada vez
más
violentamente dentro de esa comunidad son dos concepciones opuestas
sobre
cómo el judaísmo se debe insertar en el proceso
de globalización.
Esos analistas de la comunidad judía en la Argentina señalaban
que el blanco
no fue elegido en forma casual, sino que él fue la sede
de una tradicional
organización actualmente vinculada al laborismo globalizante
sionista. En
ese sentido conviene recordar que todas las declaraciones oficiales
israelíes después del atentado atacaron y responsabilizaron
del mismo a las
organizaciones fundamentalistas que están en "contra
de la paz". En una
especie de "lenguaje eclesiástico" esas declaraciones
estaban referidas al
fundamentalismo judío y no al Islam identitario.
En el mismo edificio/target funcionaba la DAIA, que en esos
momentos estaba
dirigida -y aún lo sigue estando- por elementos sefarditas
de origen
social-sionista. Esos sectores también son militantes activos
del "Proceso
de Paz", y defensores de la concepción globalista
"pacífica" que expone la
socialdemocracia europea, israelí y el Partido Demócrata
norteamericano; (en
el mismo edificio también funcionaba la delegación
en la Argentina de la
Histadrut, la central sindical israelí). Asimismo, la explosión
se produjo
el mismo día en que el gobierno israelí iniciaba
conversaciones de paz con
Jordania en el simbólico puerto de Akaba, hecho que fue
percibido por el
nacionalismo israelí como un gran golpe al fundamentalismo
judío y a la
política territorial de los colonos, como quedó
reflejado durante los
siguientes días en las sucesivas sesiones parlamentarias
(Knesset) y en los
conflictos callejeros que explosionaron en las principales ciudades
de
Israel.
La sorprendente celeridad con que Rabin acusa a Irán y
a Siria (17),
responsabilizando a estos dos países por el ataque, representa
no sólo una
diferenciación neta respecto al procedimiento seguido con
motivo de la
explosión en la Embajada, dos años antes (luego,
la "responsabilidad"
adjudicada a Siria comienza a desdibujarse, en la exacta medida
en que se
pensó que Damasco comenzaba a participar en algunos aspectos
de las
conversaciones de paz). En especial esa celeridad adoptada como
método
diferenciador representó una clara concesión a los
sectores duros del
ejército judío (gran sostenedor de los colonos fundamentalistas)
con el
objeto de involucrarlos en una guerra "multinacional"
contra Irán, único
enemigo exterior serio y de envergadura que le queda en la región
(pensando
que Siria iba a transigir en el proceso negociador) a Israel y
al "mundo
libre". Dentro de este contexto, las iniciales alusiones
a Siria fueron
interpretadas por los entendidos como un mecanismo de presión
para inducir a
ese país a incorporarse a las "negociaciones de paz".
En definitiva, y desde un principio, los dos actos terroristas
sólo podían
ser explicados dentro de la hipótesis de una guerra interior
entre sectores
(fundamentalismo judío contra laborismo judío).
La gravedad de la situación
radica en que unos y otros saben perfectamente que ese proceso
(el de la
"pax" para la globalización) no es en absoluto
irreversible, y que hay
arsenales nucleares de por medio.
El "modelo argentino"
El tipo de lealtad nacional que hegemoniza culturalmente
las actividades de
todas las delegaciones sionistas esparcidas por el mundo es de
naturaleza
horizontal: convergen radialmente hacia el Estado judío,
y muy
especialmente, hacia los aparatos de seguridad de ese Estado.
Institucionalmente no existen lealtades nacionales verticales
("hacia
dentro"), esto es, lealtades y/o vínculos históricos
profundos con el país
que alberga a esas delegaciones (naturalmente sí existen
honrosas y
numerosas excepciones individuales a esta regla genérica,
en especial entre
las generaciones más jóvenes).
Para desterrar las lealtades verticales y consolidar las lealtades
horizontales/radiales, (es decir, para fracturar la asimilación),
las
principales delegaciones cuentan con poderosas y sofisticadas
organizaciones
culturales, educativas, de ayuda social intracomunitaria, etc.,
que son los
elementos principales que atan al judío no israelí
e, inclusive, no
sionista, con la estrategia militar de supervivencia del Estado
de Israel.
Esas ataduras serán tanto más fuertes cuanto más
débil sea el anclaje
cultural e histórico de la comunidad judía y de
los judíos individuales
respecto del país que los acoge y dentro del cual viven.
En la Argentina se desarrollaron numerosas generaciones de judíos
sin que
jamás hayan existido problemas antisemitas, en ningún
caso ni remotamente
comparables a los problemas estándares de antisemitismo
que surgen
cotidianamente en la Europa democrática de posguerra.
Para la mayoría de los argentinos judíos el gobierno
del general Perón
(1946/55) fue una época especialmente benévola.
Ya hemos señalado que antes,
durante y después de la segunda guerra civil europea, Argentina
recibe más
judíos per cápita que cualquier otro país
o región del mundo. En la
Argentina, los judíos encuentran un espacio de prosperidad
y de alta
movilidad social y política. Y ello a pesar de los errores
garrafales que
cometen los representantes de la Agencia Judía, quienes
en 1946 apuestan
decididamente por el éxito del embajador (norte)americano
Spruille Braden
quien se enfrentó a Juan Domingo Perón apoyado por
la Unión Democrática, un
conglomerado de partidos que abarcaba desde los conservadores
oligárquicos
hasta los socialistas y el propio Partido Comunista (cuyos propios
judíos
constituían un 90% de su militancia total):
"Al igual que muchos en la Argentina y fuera de ella, los
sionistas habían
abrigado ilusiones sobre una insurrección antiperonista
dirigida por los
cada vez menos influyentes exiliados de Montevideo, y también
se habían
autoengañado sobre la imposibilidad de una victoria de
Perón en las
elecciones (de 1946). Si se consideran las estrategias preelectorales
de la
Agencia Judía, orientadas en exclusividad al triunfo de
la Unión
Democrática, se entiende que los seguidores de Perón
albergaran reservas
respecto del sionismo" (Ignacio Klich, Universidad de Westminster,
Peronistas y radicales ante las aspiraciones sionistas en Palestina,
en
"Desarrollo económico", vol. 34, Nº 133,
abril/junio de 1994).
En todo caso fue el de Perón uno de los primeros
gobiernos del mundo en
reconocer al Estado de Israel, a pesar de las tensiones suplementarias
que
ello introdujo en las relaciones entre Buenos Aires y Londres.
El general Perón llevó hasta sus últimas
consecuencias la lógica del "modelo
argentino" entendido como un "crisol de razas".
En ese sentido, la Argentina
ha sido una experiencia única en el mundo. No sólo
por las intenciones que
animaron a los "ingenieros sociales" de los años
60 y 80 del siglo XIX, sino
sobre todo por la solidez que había adquirido el modelo
con el correr del
tiempo.
Las dos decisiones fundadoras del modelo argentino fueron la Ley
1420 de
educación y la "Ley Ricchieri", de servicio militar
obligatorio. Resultaron
ser dos grandes impulsos integrativos orientados a fundir un nuevo
perfil
racial y cultural -es decir, un nuevo "modelo nacional"
hasta ese entonces
inexistente en el mundo-, dentro de un vasto y magnífico
espacio geográfico
a conquistar. Sin embargo, esas dos leyes, en especial la primera
de ellas,
estaban construidas dentro de la dicotomía "civilización
versus barbarie",
lo que significó que un segmento importante, tal vez mayoritario,
quedó
excluido del proceso "civilizador".
Pero, como ya hemos dicho, el movimiento social y nacional integrador
más
fuerte sobrevino a mediados de los años 40 de este siglo.
El hombre de la
tierra fue el principal segmento demográfico incluido dentro
del proyecto.
En el comienzo del peronismo es cuando se produce la fusión
étnica y
cultural más intensa y extensa que, tal vez, haya registrado
jamás sociedad
alguna: el poderoso movimiento inmigratorio anterior se asimila,
con
excepciones menores, a las grandes migraciones internas impulsadas
por la
industrialización. Sólo a partir de ese momento
queda conformado un nuevo
país llamado Argentina.
El peronismo fue un gran movimiento inclusivo, es decir, fundacional:
en lo
social, en lo económico, en lo étnico, en lo territorial
y en lo cultural.
La inclusión socioeconómica posibilitó la
convivencia pero no la total
asimilación entre las dos grandes franjas demográficas
y culturales que
hasta ese momento estaban "juntas" pero no integradas
dentro de un
territorio aún no dominado.
Que la asimilación no fue total quedó demostrado
en 1955. Es a partir de la
violencia antiperonista cuando el primer intento de exclusión
económica y
cultural se manifiesta con toda nitidez. El desprecio contra el
"cabecita
negra" se fundamentó en el antiperonismo, que fue
un movimiento "blanco",
basado en una inmigración no integrada y en una cultura
de valores
"universales". Dentro de este contexto, derechas e izquierdas
surgen como
fenómenos exógenos al modelo argentino. Surgen como
fenómenos culturalmente
fragmentadores y casi nunca -y hoy menos que nunca- se constituyeron
en el
sostén de procesos nacionales integrativos.
Pero la visión integradora (dentro de los límites
"civilizatorios") de los
"ingenieros sociales" del siglo XIX y, luego, el proceso
de fusión integral
que se verifica en la década del 45 al 55 conforman una
sólida defensa:
ambas situaciones habían sido lo suficientemente poderosas
y legítimas como
para resistir a la fragmentación y a la exclusión
posterior.
Se necesitó la tremenda presión psicológica
de la globalización (como
fenómeno estructural) y de la posmodernidad (como fenómeno
cultural) para
que comenzaran a producirse, sin conflictos violentos importantes
y
significativos, exclusiones económicas y sociales nunca
registradas hasta
este momento, y nítidos procesos de fragmentaciones territoriales,
ya que no
existe fragmentación cultural sin su correlato territorial.
La fragmentación territorial en la Argentina, al menos
desde la derrota en
la batalla del Atlántico Sur (Malvinas, 1982), es un fenómeno
amplio y
profundo, que nos señala la incapacidad política
de una determinada sociedad
para apropiarse de un espacio geo/económico. Esta fragmentación
territorial
incluye, naturalmente, la independencia política y administrativa
adjudicada
por la democracia a la ciudad de Buenos Aires. La incapacidad
de la sociedad
argentina para dominar su vasta geografía es a su vez la
consecuencia de las
rigideces y de las limitaciones insalvables de una estructura
económica
desintegradora que origina un orden económico socialmente
improductivo e
injusto.
Las exclusiones sociales, las fragmentaciones territoriales y
la creciente
cretinización cultural de la sociedad en su conjunto, constituyen
el amplio
escenario donde desembarcan sin resistencia -y hasta con cierto
consenso-
fuerzas militares y grupos de tareas extranjeros, en este caso,
israelíes.
Es a partir de ese fatídico punto en que las presiones
del judaísmo
internacional se incrementan, cuando el "modelo argentino"
entra en proceso
de desintegración. Hoy fuerzas militares y servicios de
inteligencia
extranjeros (no sólo judíos) se han adueñado
de amplias franjas de los
aparatos administrativos y de seguridad de la Argentina. Hoy somos
campo de
batalla de una guerra ajena.
Es dentro de esas exclusiones y de esas fragmentaciones cuando
comienza a
plantearse la hipótesis del fracaso del "modelo argentino",
esto es, la
inexistencia de una identidad nacional única. Surge como
alternativa la
validez de la fragmentación étnico-cultural; esto
es, la legitimidad de los
reclamos de autonomía por parte de algunas comunidades
étnico-confesionales
instaladas (residentes) en el territorio nacional.
La "nazificación" del peronismo
Debemos recordar que poco tiempo antes de la implosión
en la Embajada de
Israel en Buenos Aires había comenzado en la Argentina
una campaña, que
continúa cada día con mayor violencia, destinada
a demostrar las raíces
"nazis" del peronismo. Obviamente ella es parte de un
intento cultural mucho
más amplio que tiene por objeto producir la descerebración
de la sociedad
argentina.
La descerebración, a su vez, tiene una especificidad que
podríamos llamar
"des-memorización". La desmemorización
de la Argentina (y de otros países
como Alemania, Suiza, España, Portugal, etc.) es un proceso
que va en
paralelo con la re-memorización (18) del judaísmo.
Ese es un proyecto que
persigue la pérdida progresiva de la memoria histórica
de pueblos no judíos.
Y la ubicación del judaísmo como hecho fundacional
del "mundo occidental".
En la Argentina, la metodología empleada consiste en pervertir
y/o sepultar
en el olvido determinados hechos de la historia. Se pervierte,
por ejemplo,
la memoria del peronismo en tanto movimiento nacional de liberación,
asociándolo con el nazismo y no con las consecuencias globales
que tuvo la
Segunda Guerra Mundial.
Simultáneamente se sepulta en el olvido la obra de los
grandes escritores
nacionales, como Raúl Scalabrini Ortiz, Hernández
Arregui, Castellani,
Puiggrós, Gálvez, Jauretche, Astesano y tantos otros.
Ocultación y
perversión son dos tácticas que funcionan en forma
simultánea y que
conforman la esencia de una guerra ideológica contra los
fundamentos
culturales de la Nación argentina. Como muy bien lo saben
los propios
judíos, la memoria histórica del pueblo es un formidable
instrumento
revolucionario que llena de pánico a gerentes y lacayos,
ya que representa
una forma de institucionalización de una específica
voluntad nacional para
encontrar los perfiles exactos de su identidad.
El intento por "nazificar" al peronismo, alentado por
el gobierno
"justicialista" cipayo del señor Menem, implicó
una clara intromisión en los
asuntos internos de nuestro país. Las presiones para el
desarrollo de una
campaña de apertura de archivos sobre la supuesta llegada
de ex jefes nazis
a la Argentina estuvieron directamente relacionadas con el origen
de la
instauración de un modelo orientado a desterrar el proyecto
industrial-nacionalista que representó el peronismo.
El objetivo era demostrar que el gobierno del general Juan Domingo
Perón
podía ser leído, a partir de ese momento, simplemente,
como una dictadura
que dio amparo a criminales de guerra nazi. Esta perversión
de la memoria
histórica está en total correspondencia con el proyecto
de lograr en la
Argentina la desnaturalización de cualquier movimiento
nacionalista,
primordialmente aquellos ligados con la ecuación ejército
+ pueblo. En el
sector militar se encontró en otras épocas el núcleo
de un proyecto
movilizador de la industria, de la investigación científica
y del desarrollo
tecnológico de la defensa, tal como ello se consolidó
durante el gobierno de
Juan Domingo Perón.
Ya en 1955, tras el golpe de Estado de la "Revolución
Libertadora" (en
nuestro país la "Liberación" no es un
fenómeno distinto del que somete a
Europa a partir de 1945), algunos civiles y militares argentinos,
dirigentes
de la contrarrevolución británico-judía triunfante,
solicitaron la apertura
de los archivos alemanes de Potsdam, en ese momento custodiados
por los
soviéticos, para montar una campaña que redujera
el movimiento de dignidad
popular y nacional que significó el peronismo, a una mera
administración
originada en directivas del III Reich. En ese momento, los soviéticos
proveyeron al antiperonismo de algunos documentos que "probaban"
que Eva
Duarte trabajaba para el gobierno alemán durante la guerra,
y que su
encuentro con el general Perón fue organizado por la Embajada
alemana (Evita
hubiese tenido, en ese encuentro, unos doce años de edad,
aproximadamente).
Fueron también los soviéticos quienes originaron
el Mito del "Holocausto";
(véase: Robert
Faurisson, Le savon juif).
Otra serie de documentos no publicados daban cuenta de la recepción
que
hacían los Estados Unidos y la propia Unión Soviética
de los hombres del III
Reich, que acudían en masa a esos países, y los
casos de científicos
alemanes secuestrados por esas dos potencias, pero en especial
por Moscú.
Lejos de tratarse de una alianza con el nazismo, el proceso peronista
tuvo
un desarrollo endógeno complejo, visto a la luz de la Segunda
Guerra Civil
Europea. El conflicto internacional produjo una serie de movimientos
de
liberación en la mayor parte de las colonias, tanto en
las británicas como
en las de otras potencias occidentales, en donde Londres, París
o Amsterdam
ejercían un dominio violento, racista y expoliador. La
acción militar de
Alemania provocó indirectamente la liberación de
innumerables Estados de lo
que después se llamó el "Tercer Mundo".
Países como Egipto, Indonesia,
India, Argentina, y grandes regiones del mundo árabe se
erigieron en
naciones por primera vez en su historia. Ese proceso nacionalista,
del cual
la Argentina formó parte, es el que intenta hoy ser degradado
por el eje
judío-estadounidense. Para ello el peronismo debe ser destruido
y desterrado
de la memoria colectiva del pueblo argentino. En beneficio de
la
globalización y de la des-asimilación de miles de
argentinos judíos.
Vista de la periferia, la eclosión de la llamada "segunda
guerra mundial"
fue un hecho altamente positivo, porque destruye casi todos los
mecanismos
de dominación que habían montado, durante más
de un siglo, las grandes
potencias occidentales, en nombre de la "civilización",
contra la "barbarie"
reinante en el resto del planeta. Se pretende ligar núcleos
de científicos
alemanes traídos para la creación de tecnología
militar independiente, con
la infiltración y recepción de "nazis".
Pero no se señala que fue durante
esa misma época, y aún durante los años anteriores
a la guerra, y durante la
misma guerra, que se produce en la Argentina el ingreso de judíos
per cápita
más importante del mundo occidental.
La represalia pos-malvínica que desarrolla sobre una Argentina
vencida el
gobierno británico, junto al lobby judío-(norte)americano,
se propone en
nuestro país tres objetivos fundamentales:
* La liquidación del peronismo como memoria histórica
del pueblo argentino
(19).
* El chantaje para lograr negociaciones cada vez más ruinosas
para los
intereses nacionales.
* La asimilación de cualquier proyecto tecnológico
militar argentino con un
complot "nazi".
El vaciamiento de un país
La dirigencia de las organizaciones de la comunidad judía
siempre se destacó
por su vocación antiasimilatoria respecto de la Argentina,
y por una
simultánea "transferencia de culpa" que proyecta
sobre este país, cuya
sociedad no judía -es decir, la inmensa mayoría
de la población- es
sistemáticamente acusada de "antisemita". Esas
acusaciones crecen y se
magnifican a través de un proceso cultural judaizante que
sufre la clase
media no judía, a partir del enorme control que sobre los
aparatos
culturales del país mantienen los judíos argentinos.
El enemigo interno
común de judíos y judaizados es el "bajo pueblo",
el "cabecita negra", el
argentino de la tierra que ingresa en las ciudades a partir de
la
industrialización de los años 40.
De todas las actividades que realizan las instituciones judías
de "ayuda
mutua", verdadero corazón de la delegación,
se destacan las educativas y
culturales, que incluyen desde la enseñanza del hebreo
hasta el viaje de los
jóvenes, sistemáticamente organizado, a Israel.
La educación y la cultura
que emanan de las escuelas dependientes de esas instituciones
tienden a
formar a un judío cultural y religiosamente ubicado lo
más lejos posible del
país de residencia. Esas instituciones de ayuda mutua son
las verdaderas
formadoras de los "soldados de Israel" en el mundo,
y las verdaderas
desterradoras de los jóvenes que, nacidos en un país,
pronto le dan la
espalda, y si permanecen viviendo en él es para mejor actuar
en favor del
Estado judío: como agente de inteligencia, como recolector
financiero, como
lobby dentro del gobierno nativo, o como fuerza operativa (20).
Los judíos aparentemente asimilados son otra gran fuente
de poder del Estado
de Israel, ya que convierten a las instituciones culturales del
país dentro
de las que trabajan en organismos de difusión de los intereses
del Estado
judío (21).
Este tipo de lealtad horizontal fue plenamente ratificada por
el jefe de la
diplomacia israelí, Shimon Peres, quien en 1992 declaró
que el atentado
contra lo que es legalmente una organización cultural argentina
(AMIA), "no
quedará impune", y que la intervención del
Mossad en cuestiones de política
interior argentina es un hecho claro y permanente. Trató
públicamente a una
institución legalmente argentina como a una institución
dependiente del
Estado de Israel.
Ya hemos señalado repetidas veces que aquellas funciones
de servicio a la
seguridad israelí no afectan, siquiera remotamente, a todos
los judíos
residentes en el país. Sólo afecta a su núcleo
institucional más prominente.
Pero por desgracia, en muchos casos, una parte significativa del
resto de la
comunidad actúa finalmente por solidaridad con los núcleos
directivos más
activos.
La Argentina es teatro de operaciones de conflictos globales,
en rigor de
verdad, desde el origen mismo de su "historia independiente".
En los últimos
tiempos lo fue durante la larga y oscura noche del "combate
contra el
comunismo". Ese es el período de mayor sufrimiento
y desgaste de nuestra
autoconciencia como país digno y soberano. En relación
con el Medio Oriente
lo ha sido desde la fundación del Estado de Israel y desde
la consolidación
en nuestro país de una delegación asentada en una
comunidad prominente,
tanto en lo cuantitativo cuanto en lo cualitativo.
Las instituciones que representan a esa delegación/comunidad
fueron parte
constitutiva orgánica del esfuerzo militar israelí
y, por lo tanto, hoy
deviene en espacio natural de la lucha entre facciones religiosas
y
militares opositoras a la política coyuntural de ese Estado.
Gran parte de
los "soldados de Israel" nacidos en la Argentina pero
educados como judíos
son hoy prominentes militantes del fundamentalismo, en tanto ideología
movilizadora de los colonos de las tierras ocupadas. Gran parte
de esos
soldados de Israel constituyen la proyección de poder (en
la Argentina) de
ese movimiento.
El bombardeo que en Buenos Aires se produjo sobre un objetivo
representativo
de la comunidad judía en la Argentina (en la que casualmente
no murió ningún
dirigente de esa comunidad, pero en cambio, sí, muchos
argentinos nativos)
fue recibido por algunos grupos de Tel Aviv y de Jerusalén
como un golpe
militar muy fuerte a la estructura global de seguridad del Estado
de Israel.
Se trata de acciones que muestran lo vulnerable que es el Estado
de Israel,
porque esas acciones manifiestan profundas luchas y fisuras interiores.
El Estado de Israel utilizó y está utilizando esta
"tierra de paso" que aún
es un espacio que nosotros, con desesperación creciente,
quisiéramos ver
convertido en Patria ¿Qué otra cosa puede ser una
Argentina crecientemente
desnacionalizada, desmemoriada, descerebrada, estupidizada, humillada
y
desterrada sino teatro de operaciones de conflictos distantes
y distintos?
Operaciones militares, como la del 18 de julio, no han ocurrido
antes porque
recién ahora se disipa el humo cultural de la bipolaridad.
Recién ahora
comienzan a emerger confrontaciones culturales y religiosas de
naturaleza
radicalmente diferente a las que han tenido vigencia durante las
últimas
décadas.
La supervivencia de la Argentina depende, en grado sumo, de la
capacidad de
su estructura de poder para convertir el espacio nacional en un
territorio
no sólo libre de operaciones terroristas, sino sobre todo
de blancos
(targets) terroristas. Ambos conforman una misma estructura de
terror que
atenta contra la propia existencia de la Nación. No se
puede admitir ni que
existan operaciones terroristas en la Argentina ni que perduren
estructuras
integrantes de la seguridad de otros Estados. El enemigo de nuestra
defensa
nacional está representado por el encaje entre ambas situaciones.
Las ya mencionadas declaraciones del socialdemócrata Shimon
Peres señalan la
posibilidad de algún tipo de protectorado militar extranacional
(o de
seguridad, en general) sobre la comunidad judía, que posteriormente
podría
extenderse a otras comunidades extranjeras, en especial a las
comunidades
extranjeras confesionales, como la inglesa. Ello llevaría
a la Argentina a
una situación de colonialismo físico similar a la
sufrida por China durante
el siglo XIX.
En rigor de verdad, el acto "contra el terrorismo" que
se realizó en la
Plaza de los Dos Congresos en la tarde del día 21 de julio
de 1994, con la
participación de representantes del Estado de Israel y
de dirigentes de la
comunidad judía, nacional e internacional, escenificó
un ensayo general de
ese proceso hacia el protectorado. Nunca antes en la Argentina
se habían
escuchado discursos en hebreo en un acto público ni nunca
antes tantas
banderas extranjeras ocuparon el lugar de los símbolos
nacionales. Nunca
antes tantos "demócratas" argentinos se rasgaron
públicamente las vestiduras
clamando: "todos somos judíos".
Los representantes gubernamentales del Estado judío advirtieron
severamente
al gobierno argentino, legítimamente constituido y jurídicamente
soberano,
sobre la "falta de seguridad" que se cernía como
una amenaza sobre la pobre
comunidad judía residente en la Argentina. Y la dirigencia
judía señaló qué
tipo de política nacional e internacional debe desarrollar
nuestro país de
ahora en más: "Si Argentina ya comprendió en
algunos aspectos lo que
significa un mundo globalizado -dijo David Goldberg-, también
debe
comprender que al igual que los países centrales, debe
integrarse a las
medidas de seguridad que se contemplan en el mundo para evitar
estos
ataques".
Pudo observarse una sutil distinción entre los discursos
de los
representantes oficiales del Estado de Israel en la Argentina
y los
directivos nativos de las organizaciones atacadas. Los primeros
se
encargaron persistentemente de afirmar que el proceso de paz en
Oriente
Medio es irreversible (un hecho que se está demostrando
como absolutamente
falso); los segundos clamaron por mayor "seguridad".
Dov Schomrak fue el
portador de los duros mensajes del gobierno israelí al
gobierno y a la
sociedad argentinas: "He venido acompañando al Ejército
de Israel", dijo.
La dirigencia de la comunidad judía de la Argentina, en
tanto elemento
orgánico del sector "globalista" de los aparatos
del Estado israelí, impulsa
un tipo de política internacional que incluye el "derecho
a la ingerencia" y
las "ayudas humanitarias", esto es, las soberanías
(periféricas)
restringidas. A las pocas horas de producido el atentado llegaba
a la
Argentina la primera "misión humanitaria" israelí,
reforzada por un fuerte
contingente del Mossad. La Argentina ya está en la categoría
de "país
receptor" de "ayuda humanitaria". De acuerdo al
derecho a la ingerencia, ya
es un país potencialmente ingerible.
Desde que desembarcan los efectivos israelíes y se dirigieron
al lugar del
atentado, la organización del operativo de rescate quedó
en manos de aquel
país, y las fuerzas de seguridad y de defensa civil argentinas
subordinadas
a sus órdenes. De hecho, una porción de territorio
nacional (la del predio
del edificio atentado) estuvo en manos de un ejército extranjero.
Pero los
alcances de la "intervención" son aún
más vastos, ya que -de acuerdo con
expresiones presidenciales- "el Mossad tiene las manos libres"
para operar
en el país, con lo que el control de gran parte del aparato
de inteligencia
y de represión quedó subordinado a él.
Esta singular relación de subalternización del gobierno
nacional a la
alianza judío-norteamericana, quedó expresada en
la organización de una
marcha en la que el sistema político "opositor"
apareció como el aliado más
fiel de la alianza antes mencionada, mientras el gobierno quedó
desdibujado
y humillado frente al poder admonitorio de los enviados de un
gobierno
extranjero.
La Argentina deberá enfrentarse en los próximos
tiempos a graves problemas
originados en el actual funcionamiento apolar del mundo contemporáneo,
es
decir a la licuación creciente del poder dentro del sistema
internacional.
Uno de esos problemas es la alternativa de una profundización
del conflicto
entre globalistas laicos y fundamentalistas judíos. En
cualquiera de sus
derivaciones posibles, será un proceso inexorablemente
violento capaz de
proyectar importantes tensiones sobre la seguridad interior de
Argentina.
Nadie hace mención a este problema, mientras el gobierno
y la opinión
pública nacional siguen sometidos a una estúpida
hipótesis unilateral
respecto del atentado terrorista del 18 de julio. Esa hipótesis
fue
construida sobre la base de informaciones proporcionadas exclusivamente
por
el Estado de Israel que en definitiva estuvo implicado en el más
grande acto
desestabilizador de las últimas décadas: el asesinato
de Rabin.
El hecho concreto es que la investigación que se originó
a partir de esa
"hipótesis unilateral" está colapsada
desde hace ya mucho tiempo. Es
indudable que esa situación se ha originado en la propia
debilidad de la
hipótesis original suministrada por el Estado y servicios
antes mencionados.
Aunque cueste creerlo, aún no se ha elaborado ninguna otra
hipótesis, basada
en la exposición sistemática de una de las partes
afectadas -hasta ahora
silenciada y autosilenciada.
Otro hecho concreto es que las presiones de las comunidades judías
y
sionistas, argentinas e internacionales, continúan ejerciéndose
sobre el
gobierno y sobre el conjunto de la opinión pública
nacional como si el
Estado de Israel y la región del Oriente Medio transitaran
por la más
absoluta de las normalidades. Esas presiones se incrementarán
con el correr
de los próximos tiempos, porque ellas estarán en
función de acontecimientos
dramáticos que se sucederán en Medio Oriente, y
en su espacio contiguo del
Asia Central.
Para darle continuidad a un "plan de paz" que nació
muerto se necesitará una
dosis muy alta de violencia política. En este contexto,
naturalmente, sería
lógico prever no sólo un tercero sino una serie
de atentados terroristas en
las "zonas de frontera" que separan al fundamentalismo
del laborismo
"globalizante" judío. Argentina está ubicada
a plenitud en una de esas
"zonas de frontera" entre dos bandos crecientemente
irreconciliables de la
estrategia global. Sólo a partir de ese señalamiento
podemos comprobar el
fracaso estrepitoso de una diplomacia alineada y alienada.
El nacional-judaísmo en la crisis argentina
En este punto conviene reflexionar sobre el destino que
les espera a las
sociedades débiles (debilitadas por el huracán destructor
del
neoliberalismo), como la Argentina, durante décadas convertida
en
"hospedadora" de "huéspedes de paso",
como los judíos, que llegaron a
conformar la más grande sociedad extranjera no asimilada
a la cultura
nacional.
Si durante los últimos tiempos las organizaciones representativas
de la
comunidad judía en la Argentina -lideradas por la Embajada
que representa al
Estado judío en Buenos Aires- comenzaron a tomar decisiones
por encima del
poder político nativo, no es posible sino esperar que esas
organizaciones y
esa Embajada de ese Estado reemplazarán, simple y llanamente,
al poder
político nacional argentino. Podría constituir posiblemente
el primer "golpe
de Estado" judío en la Argentina, contando con la
complicidad de algunos
mandos militares del llamado "ejército argentino"
que ya adoptaron como
"ideólogo" al escritor judío Marcos Aguinis.
De esta manera vemos que
estamos hablando no de un problema externo a la Argentina, sino
de una de
sus principales complicaciones interiores. El "problema judío"
es hoy en la
Argentina un tema tan significativo como el "problema de
la desocupación" y
él de la catástrofe social que se avecina (22).
Es preciso tomar conciencia, lo antes posible, de que ninguno
de esos
problemas tiene solución dentro del sistema político,
económico e
internacional dentro del cual se encuentra la Argentina. Es decir,
que se
incrementarán a medida que pase el tiempo. Ya hemos visto,
en la
Introducción de este libro, que el sistema es el "reflejo"
de la estructura
de poder étnico-demográfica de la Argentina. Al
sistema lo generó el "crisol
de razas". La cuestión judía quedó planteada
de tal forma que no puede
limitarse el poder de los grupos (fácticos o no) que operan
en favor del
Estado de Israel, del lobby judío-norteamericano y de la
alianza esencial
existente entre Washington y Tel Aviv. Cualquier intento que en
esa
dirección pretenda realizar el actual Estado argentino,
será (es) percibido
por el business de los sectores hegemónicos -judíos
y no judíos- como un
grave atentado contra sus intereses. De allí en más,
la frágil estabilidad
de este gobierno saltaría en mil pedazos. Tal el núcleo
lógico esencial que
inviabiliza hoy el futuro de nuestro país.
En nuestro país estamos viviendo, sin duda, un fin de época,
tanto en lo que
respecta al "modelo" económico, social y cultural
como en lo que hace a la
destructora inserción en el mundo que produjo el actual
gobierno argentino
al aceptar -en su momento, y ahora- la realización de tal
modelo. Por lo
tanto, un análisis detallado de la crisis que vive la sociedad
argentina hoy
se impone, ya que se trata de las etapas finales de una estrategia
neoliberal que en su momento fue expuesta ante el mundo financiero
y
académico como modélica, casi "salvacionista".
Pero el caso es que la crisis
del sistema en la Argentina coexiste con la eclosión de
lo que hemos llamado
la "cuestión judía" (23). En realidad,
ambos elementos son indisociables. Lo
que exige mantener un nivel de análisis aparentemente muy
polarizado en
temas aparentemente muy extraños unos respecto de los otros
(escenario de
guerra en Oriente Medio y crisis -en el otro extremo del mundo-
de un modelo
económico neoliberal con "tipo de cambio fijo",
por ejemplo).
La lucha por la reconquista de la dignidad del hombre argentino
y la lucha
por la recuperación de la viabilidad de la Argentina en
tanto Patria (ese
concepto tan cálido y tan olvidado), son cuestiones que
no pueden ser
separadas del actual combate mundial de los pueblos -de todos
los pueblos-
contra una globalidad indiferenciadora y crecientemente perversa.
El
hiperjudaísmo, como ya hemos dicho, es una parte constituyente
esencial del
globalismo que separa a la población mundial trazando una
frontera
infranqueable entre "elegidos" y humillados.
Por una cuestión de geografía, pero también
de teología, son los palestinos,
los libaneses y otros pueblos árabes y musulmanes los más
próximos y por lo
tanto los más afectados por el gran tigre nuclear israelí.
Que ha sido
creado, alimentado y -hasta el día de hoy- mantenido por
los intereses del
capitalismo globalista y por la enorme influencia mundial del
lobby
judío-norteamericano. Nuestra participación en esa
lucha de toda la
humanidad excluida contra "los elegidos" se puede focalizar
no sólo en la
búsqueda de una limitación de los poderes judíos
operantes en y contra la
Argentina. Sobre todo se debe canalizar en la comprensión
de que nuestra
propia catástrofe social y cultural no es ajena a ese vasto
nuevo combate
mundial por la dignidad de los humillados y los excluidos, y por
la
recuperación de sus respectivas identidades nacionales.
Una vez más: La
"cuestión judía" no es algo exterior a
nosotros, sino un componente interior
básico de nuestra propia crisis.
En toda esta patética historia de creciente decadencia
nacional argentina,
la cuestión judía no fue un factor exógeno
al modelo. Más bien lo contrario.
Las nuevas tendencias del judaísmo jugaron decisivamente
en la dirección de
atar, de atornillar lo más sólidamente posible el
caso argentino al business
global. Esas tendencias, que actúan considerando que la
Argentina es tierra
de nadie, ahora lo sabemos con mayor claridad, están preparando
la guerra de
exterminio antes señalada. Esa guerra, en etapas posteriores,
afectará a
nuestra propia estructura demográfica (poder poblacional)
y a la de todos
los pueblos excluidos en los que su población y su territorio
exceda o
transgreda los límites de lo aceptable por las percepciones
del
neoliberalismo globalizante.
No olvidemos, asimismo, que la Argentina siempre fue vista por
las
diferentes concepciones del judaísmo, como un territorio
alternativo a
Palestina. De allí que resulte absolutamente vital, para
esas tendencias, la
permanencia en el tiempo de esta Argentina vaciada de toda identificación
y
desprovista de toda dignidad y poder, que fue una de las consecuencias
perversas aunque necesarias de la implantación del modelo
neoliberal.
Señalemos que esa implantación se realizó
de la mejor forma posible para los
intereses de los "elegidos": A partir de una corrupción
específica
practicada sobre un movimiento nacional esencialmente resistente,
como lo
fue casi siempre el peronismo.
Un exterminio de población palestina, libanesa y de otros
pueblos árabes y
persas, puede ser un aterrador anticipo de lo que puede suceder
con la
población argentina no judía el día en que
los globalistas deseen apoderarse
firmemente de nuestro territorio, que despierta su codicia desde
hace muchas
décadas.
No sólo desde el punto de vista teórico e histórico
existe una total
interdependencia entre capitalismo y judaísmo. Esa interdependencia
se
manifiesta asimismo en cuestiones prácticas y específicas,
como por ejemplo
el tratamiento que un país militarmente vencido como la
Argentina (Guerra
del Atlántico Sur, 1982) debe merecer de los poderes mundiales
hegemónicos,
como por ejemplo, las distintas organizaciones que conforman el
lobby
judío-norteamericano.
No deja de sorprender que una coyuntura en la cual la gran mayoría
del
pueblo argentino comienza a dar forma, nuevamente, a una resistencia
de base
sindical muy seria ante la progresiva licuación de su existencia,
la
ofensiva del judaísmo se incrementa, buscando socavar,
aún más, la dignidad
y, por lo tanto, la viabilidad de nuestro país.
Una recomposición del poder interior dentro de la misma
sociedad argentina
será una cuestión insoslayable para la reconstrucción
del ser nacional
provisoriamente perdido. Esa necesaria recomposición del
poder tendrá
naturalmente una variable económica (que no viene al caso
desarrollar en
este momento). Pero también deberá modificarse la
distancia relativa que los
distintos sectores extranjeros o de origen extranjero, o de aquellos
que
practiquen una doble lealtad nacional, tienen hoy respecto del
poder. De la
misma forma que será necesario desplazar del poder económico
a una burguesía
en su mayoría no judía, incompetente para asumir
un auténtico liderazgo
nacional, se deberá hacer lo propio con los sectores de
doble lealtad que
hasta este momento mantienen una posición de hegemonía
sobre la vida
cultural institucional de la nación.
El judaísmo en la Argentina nunca, en ningún momento,
fue un factor de
integración nacional, "hacia adentro". Siempre
fue un factor extraño
residente en un territorio y en una sociedad argentina que lo
albergó con
generosidad. Las organizaciones judías se originaron y
se desarrollaron con
una lealtad esencial hacia el Estado de Israel y, antes aún,
al sionismo
internacional. Esta realidad, que se incrementó en los
últimos tiempos,
imposibilita que ese sector siga jugando un rol decisorio de primer
nivel
dentro de la política nativa.
La anemia del Estado argentino, su ya absoluta incapacidad de
hacer
Inteligencia pensándose a sí mismo y a su entorno
con independencia, la
situación de postración: todo esto llevó
al Estado argentino a aceptar una
hipótesis que era la más conveniente para la estrategia
militar israelí -ya
que apunta a uno de sus enemigos más peligrosos en la región-,
pero que no
tiene nada que ver ni con nuestros propios intereses nacionales
ni con la
verdad, simple y llana (24).
De allí que, cuanto mayor sea la conflictitividad de toda
la región, y ese
es desgraciadamente el camino, mayores serán las necesidades
de Israel de
eliminar a Hezbollah, quien le causa bajas reales en combates
reales en
operaciones militares cada vez más difíciles de
controlar para el Estado
judío. Sobre esta realidad se fabrican las acusaciones
y sobre ella se
planifica la inclusión de la Argentina en los suburbios
de la política
mundial.
El caso de las "profanaciones" de los cementerios
judíos de Buenos Aires.
Previendo que el discurso argumental estructurado por el
Estado de Israel,
la comunidad judía residente en la Argentina y el propio
juez Galeano, está
llegando a su fin, sin que aparezcan, después de cinco
y de tres años de
investigación internacional acumulada, los culpables previamente
anunciados
(terroristas islámicos+nazis criollos), el lobby judío
en la Argentina sacó
de la galera, hacia finales de 1997, dos nuevos "atentados",
ahora bajo la
forma de "profanaciones" a los dos cementerios judíos
del Gran Buenos Aires.
El objetivo oculto de la operación es mantener en vilo,
y aterrorizada, a la
población argentina.
Las profanaciones -destrucción de las lápidas
de algunas tumbas; en ningún
caso profanación de restos humanos - se produjeron en dos
fechas claves: en
la Nochebuena de 1997 (cementerio de La Tablada) y en la Nochevieja
(cementerio de Ciudadela) de ese mismo año, una sobre cada
uno de los dos
cementeros judíos. "Estos atentados -señaló
uno de los líderes del lobby
desde la mismísima Jerusalén (25)- podrían
ser un intento para socavar el
orden legal en la Argentina, en general, y en la provincia de
Buenos Aires,
en particular. Detrás estarían los sectores más
reaccionarios de la policía
provincial* ".
Días antes, e impulsada por una acusación circunstancial
contra 4 ó 5
oficiales de esa fuerza, derivada del sumario judicial del caso
AMIA, nada
menos que 300 comisarios de la policía de la Provincia
de Buenos Aires
fueron pasados a retiro. De esa purga, sin precedentes en la historia
insitucional del país, sólo fueron exceptuados los
oficiales de confianza
del lobby judío en la Argentina. Tal el poder alcanzado
por ese lobby.
La totalidad de la prensa "seria" de la Argentina, y
desde un primer
momento, ya que baila al compás de la música de
ese lobby, acusó de las
"profanaciones" de los cementerios judíos a los
comisarios pasados a retiro
pocos días antes:
>Los principales sospechosos de dirigir las profanaciones,
en Nochebuena y
Año Nuevo, de las tumbas de los cementerios judíos
de La Tablada y
Ciudadela, son dos comisarios inspectores recién expulsados
de la policía"
(Clarín, 3 de enero de 1998, Buenos Aires.).
>Un dirigente de la comunidad judía (Rubén Beraja,
presidente de la DAIA)
atribuyó la profanación de las tumbas a agentes
recientemente separados de
la policía" (AP, 26 de diciembre de 1997). El propio
gobernador de la
Provincia lo apoyó: "No se puede descartar la posibilidad
que está manejando
Beraja".
>Rubén Beraja sale al paso de las afirmaciones de algunos
miembros de la
policía, que sostienen que las agresiones a los cementerios
judíos fueron
obra de pandillas y de borrachos. "El hablar de pandillas
es una
simplificación del análisis* todo indica que se
trata de utilizar un canal
de gran repercusión para instalar en la sociedad el debate
acerca de la
reestructuración policial y generar cierta zozobra"
(La Nación, 3 de enero
de 1998, Buenos Aires).
En forma paralela a las acusaciones, la comunidad judía
residente en la
Argentina realizó muchos actos de "desagravio",
con una gran cobertura de
los medios internacionales, especialmente gráficos y televisivos:
"Los
familiares conjugaron dolor, indignación y temor"
(título de La Nación, el 3
de enero de 1998, Buenos Aires). Uno de esos familiares "dolorido,
indignado
y atemorizado" no se priva de decir: "El responsable
de este atentado
racista es el gobierno, que ni siquiera pudo encontrar a los culpables
de la
voladura de la AMIA".
De inmediato el terror se instala en el mismo gobierno acusado,
quien se
expresa a través de Víctor Ramos, hijo de un conocido
dirigente trotskysta
ya fallecido, de origen sefardí, que ahora es el titular
del Instituto
Nacional Contra la Discriminación. Ramos emitió
un tembloroso comunicado
donde se sostiene: "Que esos ataques antisemitas han ultrajado
las tumbas de
nuestros padres y abuelos* se trata de reiteraciones que vertebran
un
discurso ideológico profundamente antidemocrático
que encierra peligros
mayores" (La Nación, 4 de enero de 1998, Buenos Aires).
Llegamos finalmente al 12 de enero de 1998. Es decir que estamos
a 12 días
del descubrimiento del último de los atentados. Ese día
el diario Clarín -el
de mayor tiraje en lengua española- quien se ha transformado
en el órgano
paraoficial del lobby judío, publica una nota editorial
donde, después de
volver a acusar a los policías exonerados, solicita el
aumento de las penas
para delitos vinculados con profanación de tumbas (Título
de la nota:
"Ataques impunes a cementerios judíos").
Pero ese mismo día 12, en una noticia publicada en páginas
interiores por el
mismísimo Clarín, se da cuenta de que "uno
de los casos ya está resuelto".
No hubo tiempo de quitar el editorial que seguramente había
sido redactado
unos días antes. La información no puede ser más
clara: "Según confirmaron
fuentes judiciales la profanación del cementerio de Ciudadela
fue cometida
por cuatro adolescentes que realizaban `una prueba de valentía'.
Eran cinco
varones y una chica. Apostaron quién se animaba a entrar,
y sólo lo hicieron
cuatro. Dentro del cementerio esos chicos habrían roto
las lápidas a patadas
-19 en total- y después se habrían escapado olvidando
migas de pan dulce y
una botella de sidra". Los menores de edad fueron puestos
en libertad por el
juez actuante en la causa. (Clarín, 12 de enero de 1998,
Buenos Aires).
Sin entrar en ningún tipo de comentarios, creemos haber
expuesto una
metodología, que ya ha sido utilizada por numerosas comunidades
judías en
los países occidentales donde residen (el caso del cementerio
judío de París
es paradigmático). Ella apunta a satanizar al conjunto
de la comunidad
gentil, la inmensa mayoría de la sociedad argentina; que
a partir de ese
momento pasa a ser "antisemita", sin paliativos.
__________________________________
1.- "La Corte Suprema de Justicia de la República
Argentina estaría
dispuesta a sostener, antes del 17 de marzo, fecha en la que se
cumplen seis
años del atentado a la Embajada de Israel, que hay indicios
de que fueron
integrantes de la Jihad islámica y ciudadanos de Irán
quienes cometieron el
ataque terrorista (¡Extraordinaria confusión entre
dos organizaciones; la
palestina y sunnita Yihad Islámica y la libanesa y chiíta
Hezbollah! -NC).
Esa es la línea argumental que impulsa el ministro de la
Corte Enrique
Petracchi y que expuso en el acuerdo de ministros de ayer, y hasta
este
momento indica el límite de lo que dirá el tribunal
ante la insistencia de
la colectividad judía para que se pronuncie sobre el tema
antes de aquella
fecha. Los dirigentes de la colectividad judía reclaman
que el máximo órgano
de Justicia, que tiene a su cargo la instrucción de la
causa, sostenga
expresamente que la Embajada fue destruida por una bomba, colocada
en el
exterior del edificio, y que quienes cometieron el atentado son
personas
vinculadas con la República Islámica de Irán,
explicó una fuente del alto
tribunal. `Nosotros no nos vamos a pronunciar ahora sobre el lugar
en el que
estaba colocada la bomba, porque no es la oportunidad procesal
para
hacerlo', dijo una fuente. En cambio, la Corte sí estaría
dispuesta a
satisfacer el reclamo de la colectividad (judía residente
en la Argentina),
hasta un cierto punto, en cuanto al origen del atentado. Antonio
Boggiano
impulsa la idea de afirmar que el responsable del ataque terrorista
fue el
Estado de Irán, pero Petracchi sostiene que los responsables
sólo pueden ser
personas físicas y que no hay pruebas concluyentes para
llegar a respaldar
la posición de Boggiano. Por eso, según Petracchi
-afirma una fuente-, la
Corte debería decir que hay `indicios' para sostener que
fueron personas de
la Jihad e iraníes los autores del ataque". Fuente:
La Nacion Line del
viernes 6 de febrero de 1998. Al texto
2.- Asquenazis (o: esquenazis), etnia judía de origen este
y centro europeo.
Viene de Azkenaz, palabra hebrea para designar a Alemania. Los
asquenazis se
diferencian de los sefardíes, la otra gran etnia judía,
de origen ibérico.
La tercera etnia judía en importancia son los judíos
orientales, propiamente
dichos. Ver: Hilda Sa Aban Sayeg, La discriminación contra
los judíos
orientales en Israel, en especial el capítulo 1: División
entre judíos
orientales y judíos occidentales en la sociedad israelí,
Fundamentos,
Madrid, 1977. Al texto
3.- En referencia a Theodor Herzl, fundador del movimiento sionista
(Congreso de Basilea, 1897) y autor del Estado Judío. Sus
restos están
sepultados en el Monte Sión, actual Israel. Al texto
4.- La oligarquía agraria en la Argentina, al igual que
la totalidad de la
"clase dirigente" iberoamericana, es el producto del
contrabando, de la
trata de negros y de la explotación sistemática
de los indígenas americanos.
El componente criptojudío -o marrano- dentro de esa clase-raza
es enorme y
ello está plenamente demostrado en la actualidad. Ver:
Norberto Ceresole,
España y los judíos (1492-1970): expulsión,
inquisición, Holocausto, op.cit.
El escritor favorito de esa clase étnica, Jorge Luis Borges,
lo dijo con
todas las letras: "Soy descendiente de marranos, y en mi
familia existen
tres apellidos judíos que son Acevedo, Rubio y Pinedo"
(26-10-85). Al texto
5.- Haim Avni, Argentina y la historia de la inmigración
judía (1810-1950).
Este libro ha sido editado en forma conjunta por la Editorial
Universitaria
Magnes, la Universidad hebrea de Jerusalén y la AMIA (Comunidad
de Buenos
Aires), en 1983. "El Estado Nacional Judío impondrá
-de hecho- su ley (la
Torah) y su presencia imperial a Estados gentiles desnacionalizados
en un
mosaico bizantino de múltiples nacionalidades (Pluralismo
nacional)
amalgamadas por el sionismo, en una Babel de zombies despojados
de
nacionalidad"."Se trata de la proclamación de
la Nación judía mundial, la
que se compone de dos partes: a) la cabeza, el Estado de Israel,
que es el
Estado de todos los Estados y que goza de independencia territorial;
b) el
cuerpo, los judíos del Galut residentes en el resto del
mundo. En cada país
los judíos gozarán de un doble 'status' jurídico.
Por un lado gozarán del
derecho de 'autonomía nacional' y, al mismo tiempo, de
los derechos que les
correspondan como ciudadanos de dichos países -cuyos nacionales
pasarán a
ser ciudadanos de segunda categoría en su propia tierra."
Pedro Catella, El
sionismo y las naciones, Buenos Aires, 1996. Al texto
6.- Cierta prensa argentina acogió como a un héroe
la visita al país del
dirigente judío Shimon Samuels, uno de los jefes de la
campaña mundial sobre
el "oro suizo", quien señaló con mucha
contundencia que "alguien debe
aclarar qué rol jugó Eva Perón". (Página
12, 27 de noviembre de 1996, Buenos
Aires, en un reportaje realizado por Raúl Kollman, periodista
judío
trotskista residente en la Argentina, quien pocos días
antes había sido
invitado a Jerusalén "en mérito a su labor
en la denuncia de la
discriminación racial y religiosa"). Al texto
7.- Pedro Catella, El sionismo y las naciones, Buenos Aires, 1996.
Al texto
8.- Los conceptos "semita" y, por contraposición
"antisemita" se estructuran
a partir de tres niveles básicos: el lingüístico,
el étnico y el cultural.
Desde el punto de vista lingüístico no se puede ser,
naturalmente,
antisemita (ni anti-nada, en este plano, aunque hoy, muchos judíos
en Israel
-los llamados "camisas amarillas", por ejemplo- combaten
activamente la
difusión de la lengua árabe). Las lenguas de raíz
semita son innumerables
hoy en el mundo antiguo. Árabe, arameo, hebreo y una larga
lista que sería
imposible enumerar aquí. Desde el punto de vista étnico,
la práctica
totalidad del mundo musulmán -en Oriente Medio-, a excepción
de turcos y
persas, tienen su origen en tribus semitas. Por lo demás,
culturalmente
hablando, el concepto "antisemita" es de raíz
europea, es un eurocentrismo
del cual no nos sentimos, para nada, responsables. Recordemos
a un
"antisemita" europeo clásico, Voltaire: "Los
judíos han hecho con la
historia y con la leyenda antigua lo mismo que sus ropavejeros
hacen con las
prendas usadas, les dan vuelta y las venden como nuevas al precio
más alto
que pueden. Un ejemplo especial de la necedad humana es el hecho
de que
durante tanto tiempo hayamos creído que los judíos
eran una nación que
habían enseñado todo a las demás, cuando
su propio historiador Josefo
reconoce lo contrario* Este pequeño pueblo nuevo, ignorante,
grosero* copió
como pudo a la nación más antigua, floreciente y
trabajadora" (Diccionario
filosófico, "Abraham"). Al texto
9.- Ver el excelente trabajo de Israel Shahak titulado Israel
arma a las
dictaduras del Tercer mundo, fechado en Jerusalén, el 17
de junio de 1981.
En Revista de Estudios Árabes, Nº 4, p.157 y ss. Al
texto
10.- La naturaleza teológica y la evolución histórica,
demográfica y
económica hacen del judaísmo un movimiento esencialmente
internacional. En
ese sentido, por ejemplo, el judaísmo y no el protestantismo
fue la
ideología del capitalismo desde los comienzos de la modernidad.
La etapa
actual de globalización capitalista es la infraestructura
óptima para la
realización del proyecto judío de origen bíblico
orientado a generar un
gobierno mundial a partir de las desnacionalizaciones y de la
creciente
pérdida de identidad de un conjunto muy grande de sociedades,
tanto
periféricas como centrales. Al texto
11.- Sobre este tema de la guerra necesaria véase mi libro
Subversión,
contrasubversión y disolución del poder (guerra
y sociedad en la Argentina
contemporánea). En especial el Capítulo 8, donde
se incluye el manifiesto de
los pueblos del noroeste argentino y los fundamentos de la idea
del mito
fundador. Al texto
12.- "Cabecitas negras", gentes de la tierra, personas
racialmente distintas
de los inmigrantes blancos esquenazis, quienes se constituyeron
en el
principal propagador cultural en el proceso de instalación
de un sentimiento
irreductible de desprecio originario de la "clase patricia"
y, luego, por
ósmosis, adoptado por la "clase media", respecto
de los "negros". Al texto
13.- No sólo las organizaciones judías participan
de esa apropiación. Un
espectro muy amplio de grupos transnacionales hacen lo mismo.
La diferencia
radica en que los grupos transnacionales no judíos carecen,
en general, de
sustento teológico, es decir, de proyectos estratégicos
sacralizados a largo
y muy largo plazo. Al texto
14.- En este punto es necesario señalar una cuestión
fundamental que en todo
momento debe ser recordada. Existe una influencia íntima
y profunda de los
judíos en todos los tiempos del proceso de formación
del capitalismo moderno
y contemporáneo. Y esa influencia se intensifica en esta
etapa actual de
globalidad. Hoy es más aplicable que nunca el siguiente
concepto de Werner
Sombart formulado hacia los años 20 de este siglo: "Encuentro
en la base de
la religión judía las mismas ideas directrices que
caracterizan al
capitalismo, y hallo que ambas están animadas del mismo
espíritu" (Los
judíos y la vida económica). Un crítico contemporáneo
de la teoría de
Sombart sobre el origen judío del capitalismo es el filósofo
judío-español
Reyes Mate, quien reflota la concepción weberiana, pero
le reserva al
judaísmo el papel de "Memoria de Occidente".
Ver: Reyes Mate, Memoria de
Occidente, actualidad de pensadores judíos olvidados, Anthropos,
Barcelona,
1997. Al texto
15.- Como es el caso del catolicismo posmoderno. Véase
al respecto: Hans
Küng, El judaísmo, Ed. Trotta, Madrid, 1993. Para
este autor, que tanta
importancia tuvo como teólogo en el Concilio Vaticano II,
el Tercer Reich
alemán es, en una parte sustancial, el producto "...
del arraigadísimo
antijudaísmo cristiano, religioso, que fue para un católico
como Joseph
Goebbels... el fundamento de su compromiso nacionalsocialista...
El
antisemitismo racista ... habría sido imposible sin la
prehistoria casi
bimilenaria del antijudaísmo religioso de las Iglesias
cristianas" (p.228).
En ningún punto de su extenso volumen Küng hace la
menor referencia al
anticristianismo militante de la diáspora judía.
Al texto
16.- Véase: el "Acuerdo entre el Estado de Israel
y la Organización Sionista
Mundial" del 24 de noviembre de 1952, reproducido en: Pablo
Cristiano, Los
Argentinos y Palestina, Buenos Aires, 1976. Al texto
17.- Es la tesis que sigue sosteniendo hasta el día de
hoy el señor Rubén
Beraja, presidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas
en la
Argentina (DAIA). Beraja, luego de entrevistarse con el presidente
del
Paraguay el día jueves 21 de noviembre de 1996, realizó
declaraciones de
prensa en las cuales sostuvo que la comunidad judía en
la Argentina,
estimada en unos 300.000 miembros, está afectada por una
gran vulnerabilidad
proveniente de la zona de las "Tres Fronteras" (punto
de unión de los
territorios paraguayo, brasileño y argentino), donde existen
grupos
terroristas de Hezbollah, los "verdaderos" autores del
atentado a la AMIA
(Clarín, Buenos Aires, 22 de noviembre de 1996). A partir
de ese momento la
zona de las "tres fronteras", donde existe una importante
comunidad
libanesa, se ha convertido en el espacio geográfico más
vigilado de
Suramérica. Al texto
18.- Sobre la dicotomía "Memoria versus Historia"
se basa principalmente la
construcción del Mito del "Holocausto". Ver capítulo
7 y: Norberto Ceresole,
España y los Judíos, op. cit. El problema de la
teología de la globalidad o,
como lo llama Roger Garaudy, el "monoteísmo de mercado",
está desarollado en
la sección "La hermenéutica posmoderna o la
judaización del cristianismo".
Al texto
19.- En la quietud de su residencia, en Chennevières-Sur-Marne,
cerca de
París, hablamos, por primera vez, un día entero,
Roger Garaudy y yo, hacia
fines de agosto de 1996. Hablamos sobre la Unión Soviética,
la guerrilla de
los años 70, la democracia en Europa, los socialismos,
las religiones
emergentes, y también sobre el Frente Nacional del señor
Le Pen. Habíamos
coincidido, casualmente, en Beirut, unas semanas antes.
Me preguntó:
-¿Qué es el peronismo?
- En principio, una definición precisa del marco nacional,
sin el cual nada
es posible. Nosotros o ellos, "Perón o Braden".
Luego, de inmediato, la
dignificación del proletariado. En poco tiempo dejaron
de ser siervos y
pasaron a ser personas. Así de simple.
-Me habían contado otra cosa.
- Me lo imagino.
-¿Y quién fue Evita?
-Para utilizar una gran imagen de la historia/mito francesa le
diré que fue
nuestra Juana de Arco social.
-¿De verdad?
-Absolutamente. Argentina tuvo "Estado de Bienestar",
dignificó a sus
humildes mucho antes que cualquier país europeo, dentro
de un marco de
identificación nacional. En Rusia luego de la caída
del comunismo, que iba a
crear nada menos que un "hombre nuevo", no hubo resistencia
popular. En la
Argentina sí y fue heroica y larga. Había algo bueno
que recordar. Al texto
20.- Para una visión global de las comunidades judías
en América ver: Haim
Avni, Judíos en América, cinco siglos de historia,
MAPFRE, Madrid, 1992.
Judith Laikin Elkin, Gilbert W. Merkx, The Jewish presence in
Latin America,
Allen&Unwin, Boston, 1987. J.X. Cohen, Jewish life en South
America: a
survey study for the American Jewish Congress, Ann Arbor, Michigan,
1991. Al
texto
21.- Para ampliar la visión de las actividades de la comunidad
judía
residente en la Argentina ver: Alberto Klein, Cinco siglos de
historia: una
crónica de la vida judía en Argentina, Comité
Judío Americano, Buenos Aires,
1976. Ana Epelbaum de Weinstein, Beatriz Senkman, Bibliografía
sobre
judaísmo argentino, Centro de Documentación e Información
sobre judaísmo
argentino Marc Turkow, Buenos Aires, 1984. Al texto
22.- Las opiniones de Marcos Aguinis -un modesto aficionado a
las cuestiones
sociológicas y un novelista de escasas dimensiones literarias-
sobre el
futuro de las fuerzas armadas argentinas fueron calurosamente
elogiadas ("Un
esfuerzo intelectual") por el secretario general del ejército,
general
Ernesto Bossi, en "Clarín", segunda sección,
18 de agosto de 1996. Tratemos
de evitar que esta alternativa ("nuevas relaciones entre
judíos y cúpula
militar") emigre hacia el territorio de la ciencia ficción,
o sea
interpretada sólo como un episodio secundario o jocoso.
Es algo bien real y
de alta dramaticidad, dado el contexto internacional en que se
desarrolla.
Al texto
23.- Ello es así por el simple hecho de que en la Argentina
vivió la tercera
comunidad judía más importante del mundo, que llegó
a nuestro país en
momentos en que la mayoría de las democracias occidentales
rechazaban a los
inmigrantes de esa religión. La comunidad judía
en la Argentina en estos
momentos decrece cuantitativamente. Al texto
24.- La Argentina estaba exportando a Irán casi 2000 millones
de dólares
anuales, y existía la firme intención, en Teherán,
de incrementar esa cifra.
Primero se produce el incumplimiento argentino para la provisión
de
materiales nucleares a Irán, que iban a ser utilizados
con fines pacíficos.
Luego de la explosión en la AMIA nace la acusación
judío-norteamericana
contra Irán/Hezbollah, cuya vigencia perdura al día
de hoy. Es así que en la
actualidad las exportaciones de la Argentina a Irán no
sobrepasan los 100
millones de dólares anuales, mientras el Brasil exporta
hoy a ese mismo país
la suma de 3000 millones de dólares anuales, cuando al
comienzo de toda esta
historia las relaciones comerciales entre esos dos países
eran prácticamente
insignificantes. Para las autoridades brasileñas los problemas
de seguridad
deben ser inexistentes, ya que actualmente los ciudadanos iraníes
pueden
viajar a Brasil sin necesidad de visado, lo que facilita la expansión
de las
relaciones económicas, políticas y culturales entre
ambos Estados. Puede
decirse que cuando un país deja de producir su propia Inteligencia
Estratégica, lo que está cometiendo es, simplemente,
un acto de suicidio. Al
texto
25.- Reportaje a Oscar Hansman, presidente de la AMIA. Clarín,
4 de enero de
1998, Buenos Aires. Al texto
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EDICIONES TERCERA POSICION - Ediciones Libertarias-Prodhufi S.A.,
Bravo Murillo 37, 28015 Madrid, España. 1998
ISBN 84-7954-421-X