En homenaje a Nizar Qabbani,
y a sus "hombres del fin del tiempo"
Busco a los hombres del fin del tiempo
y no veo en la noche salvo gatos miedosos
cuyas almas sólo temen
el poder de las ratas...
Nos hemos acostumbrado a nuestra ofensa
¿Qué queda del hombre
cuando se acostumbra a la insignificancia?
En Al-Arabi, el 2-5-97
"La misma historia de siempre: atacar y huir tratando de
engañar al mundo"
Israel: Sacred Terrorism, en Arabs News, 8 de marzo de 1980.
No debemos demonizar al Islam ni al mundo árabe Se
trata al Islam de una
forma muy diferente que al cristianismo o al judaísmo.
Años y años de
prejuicios hacen que, por ejemplo, hablar de terrorismo judío
nos deje
indiferentes y que, sin embargo, sea habitual comparar a los musulmanes
con
el mal. Hay mucha pereza intelectual y mucha ignorancia en todo
eso. Hemos
aceptado como axioma las ideas de Samuel Huntington y el "choque
entre las
civilizaciones Huntington busca enemigos como sea porque se arrastra
la
necesidad ideológica de magnificar la superioridad de Occidente
sobre el
mundo"
Edward Said, al Corriere della Sera, de Milán, el 10 de
agosto de 1998
"Sólo treinta minutos después de que estallara
la bomba, ya circulaban
rumores de que habían sido los islamistas El FBI se está
introduciendo en
nuestros barrios (musulmanes), llama a la gente (musulmana) a
sus trabajos y
los cita para interrogarlosEso nos está haciendo mucho
daño, está creando
mala sangre y falsas especulaciones Sé que hay cierto resentimiento
contra
nosotros, los musulmanes, pero estoy seguro que los habitantes
de Kenia
tienen la suficiente madurez para superar esa afección,
que es un virus
inducido desde el exterior".
Marian Hens, La comunidad musulmana de Kenia en el punto de mira,
en El
Mundo, Madrid, 13 de agosto de 1998.
"Israel está llevando a toda la región
hacia la violencia, la anarquía, la
guerra y la destrucción"
Declaraciones de Yasir Arafat en Sudáfrica, el 12 de agosto
de 1998.
"El rublo se debe devaluar de un 15 a un 25% por debajo de
su nivel actual"
George Soros, en el Financial Times, el 13 de agosto de 1998
Desde hace cuatro años vengo
analizando los llamados "Atentados de Buenos
Aires". Esos atentados fueron dos explosiones en las que
murieron más de
cien personas y quedaron heridas varios cientos más. La
primera explosión se
produjo en el interior de la embajada de Israel, en 1992, y la
segunda en la
Asociación Mutual Israelita en la Argentina (AMIA), en
pleno centro de
Buenos Aires, en 1994. Hasta el momento, la justicia argentina,
apoyada por
los servicios israelíes (Mossad) y norteamericanos (FBI)
no ha encontrado
una sola prueba que pueda señalar a un sólo culpable.
Lo curioso es que, al
igual que en Nairobi cuatro años después, a la media
hora de producirse la
explosión en la AMIA de Buenos Aires, comenzaron a circular
los primeros
rumores acusando a los "islamistas" de ser los "verdaderos
terroristas".
El resultado de mis investigaciones anteriores lo he objetivado
en cuatro
libros (más de mil cien (1.100) páginas, en total)
ya editados en España y
en numerosos artículos ya aparecidos en el semanario Amanecer,
de Madrid.
Los cuatro libros anteriores son: Terrorismo fundamentalista judío
(1996),
El nacional judaísmo (1997), España y los judíos
(1998), y La falsificación
de la realidad (1998).
Por todo ese trabajo de investigación ya realizado, y en
un sentido muy
concreto, para mí, los atentados ocurridos en África
oriental son como una
película ya vista. Es un mismo esquema operativo en el
cual sólo cambian los
objetivos y los escenarios. Pero no los actores principales.
Los manuales aconsejan distinguir, en toda acción de terrorismo
encubierto,
por lo menos tres niveles: planificación, ejecución
y selección de "víctimas
propiciatorias" (las víctimas propiamente dichas del
atentado, muertos y
heridos nativos, es un "costo" político al que
normalmente se lo subestima
igualándolo a cero). En toda buena operación de
terrorismo encubierto, la
víctima propiciatoria (el "culpable" diseñado
por los planificadores) es
escogido de antemano: forma parte de la planificación misma.
Una operación
de terrorismo encubierto técnicamente perfecta es aquella
en la que se logra
identificar "culpable" con "enemigo" (en este
caso se ha logrado plenamente:
el "terrorismo islámico" es el enemigo de Israel
y no de Occidente). Esta es
una cuestión que no debe perderse de vista en ningún
momento, debe ser
recordada en cada paso, a medida en que nos internemos en el laberinto.
Lo que más llama la atención de los sucesos de Kenia
y Tanzania es la
celeridad con que se identifica a los autores de los atentados
("víctima",
en el proceso de planificación): "Sólo treinta
minutos después de que
estallara la bomba ya circulaban rumores - en Nairobi - de que
habían sido
los islamistas"; luego al "ingeniero" ¿palestino?
(que es detenido el mismo
día en Paquistán); de inmediato la identificación
de la "organización autora
de los atentados" (que lleva el insólito nombre de:
Frente Islámico Mundial
por la Guerra Santa contra Judíos y Cruzados) y, con la
celeridad del rayo,
los primeros bombardeos americanos sobre Afganistán y Sudán.
Naturalmente,
la organización "autora de los atentados" es
mencionada el mismo día de las
explosiones, como responsable de las mismas. Pareciera que el
FBI no tiene
investigadores, sino videntes. Debe ser también una absoluta
casualidad que
los bombardeos americanos se hayan producido en el exacto momento
en que la
institución presidencial en los Estados Unidos de América
estaba ya
prácticamente vaciada de legitimidad ("caso"
Lewinsky).
El caso es que los ataques de "represalias" norteamericanas
no estuvo
fundamentado en ninguna prueba concluyente contra la "culpabilidad"
de las
"organizaciones islámicas" supuestamente agredidas
por los misiles de la
flota de la primera potencia mundial. Un día después
del ataque
norteamericano, el Director del FBI abandonó Kenia con
las manos vacías:
"Muchas, muchas personas, en diversos lugares del mundo,
pudieron haber
estado implicadas en estos atentados" (Fuente: CNN). The
Washington Post (22
de agosto, 1998) fue aún más lejos en esa dirección:
"El presidente Clinton
y altos funcionarios del gobierno hablaron de 'evidencias convincentes'
para
justificar el ataque con misiles... pero no proporcionaron nueva
información
para dar sustancia a sus aseveraciones... De hecho, antes de los
ataques con
misiles del jueves, los funcionarios norteamericanos jamás
consiguieron una
acusación contra Bin Laden y sólo lo habían
ligado, circunstancialmente, a
un intento de bombardear tropas norteamericanas en Yemen, en 1992,
a ataques
contra tropas norteamericanas en Somalía en 1993, y a la
voladura de un
camión que mató cinco soldados norteamericanos en
Araba Saudita, en 1995...
Clinton fue mucho más lejos ligando a Bin Laden con otros
sangrientos
ataques en los cuales su directa participación nunca fue
públicamente
establecida... Más allá de esto, altos funcionarios
de Defensa se negaron a
describir ninguna evidencia específica por la que hubieran
decidido los
ataques misilísticos...".
Independientemente de que el propio "culpable", Bin
Laden, negó su
participación en los hechos de África, cualquier
lector normal puede
preguntarse, con toda lógica: ¿El lanzamiento de
los misiles norteamericanos
no habrá sido un exigencia israelí, luego de haber
montado el atentado
encubierto?
Nuestra hipótesis de trabajo
Los atentados terroristas de Kenia y Tanzania son parte de un
proceso, mucho
más largo y complejo, tendente a la conquista del poder
desde dentro de los
Estados Unidos de América. Para realizar ese complot se
produce la alianza
de dos grupos: los fundamentalistas evangélicos norteamericanos
(Ver Anexos
1 y 2) y los fundamentalistas judíos israelíes.
Las operaciones del lobby judío instalado dentro de los
EUA siguen el curso
ya utilizado exitosamente con Londres en los comienzos de la "segunda
guerra
mundial": los sionistas, en ese momento hegemónicos
dentro del judaísmo, se
adaptan a, y se identifican con la "política de equilibrio"
británica sobre
el continente europeo, que exigía la eliminación
del potencial militar
alemán. Y desde esa adaptación casi simbiótica
organizan el cerco y la
destrucción de Alemania. Esa destrucción fue considerada
por los sionistas
como el paso necesario e imprescindible para la posterior fundación
del
Estado de Israel.
La conquista evangélico-judía del poder dentro de
los EUA se produce hoy en
día desde la simbiosis no del "equilibrio" británico,
sino desde la
"seguridad" e infalibilidad (ver parte tercera de este
libro: El Estado
Homogéneo Universal) que anhela el Imperio norteamericano
y, por arrastre,
el proyecto occidental de construcción del Estado Homogéneo
Universal. Se
trata de una alianza elaborada desde la ecuación "paz
versus seguridad" del
señor Netanyahu.
La destrucción final de Alemania (es decir, el origen de
la llamada "segunda
guerra mundial") fue una gran operación judía
(en ese momento, sionista) que
se realizó desde tres frentes simultáneamente: desde
Gran Bretaña, desde los
EUA y desde la URSS. Judíos "burgueses" y judíos
"revolucionarios" unen sus
esfuerzos en lo que sería la culminación de la "inclusión"
judía en
Occidente que comienza en los mismos albores de la Modernidad.
En 1939 la
víctima fue una Polonia católica, antisemita y conservadora,
quien fue
impulsada por Londres, París y Washington para operar contra
Alemania. Se
decía que el ejército polaco resistiría nueve
meses (con el apoyo británico
y francés que nunca se produjo) los embates de la Wehrmacht,
y que en ese
lapso los generales alemanes darían un golpe de Estado
contra Hitler.
Hoy el Estado de Israel, gobernado por "fundamentalistas",
está en
condiciones de cooptar el poder global de Washington porque, desde
un
comienzo, existió una afinidad "ideológica"
esencial entre el evangelismo
norteamericano "fundador" y las primeras corrientes
de inmigrantes judíos
que llegan a la América del Norte. Tal simbiosis teológica
y estratégica no
se manifestó nunca ni con tanta plenitud ni contundencia
en Europa, ni
siquiera durante la primera fase de expansión del capitalismo,
primero, ni,
después, a partir de la Revolución Francesa (el
gran acceso de los judíos
europeos a la Modernidad). Para el poder judío, hoy, no
es suficiente
disponer de una altísima cuota de ministros ("secretarios"),
asesores
especiales, senadores y representantes dentro del sistema de poder
norteamericano. Una cuota de poder racial (en definición
de Huntington)
escandalosamente alta si la relacionamos con el total de ciudadanos
judío-norteamericanos. La futura guerra intercivilizaciones
exige mucho más
que eso. Ya no es suficiente el enorme poder del lobby. Ahora
es necesario
cooptar el poder, ser parte del poder de la primera potencia mundial.
Esta
operación es exigida por la lógica de los acontecimientos
que se avecinan:
La guerra de 1999.
LOS ATENTADOS TERRORISTAS DE ÁFRICA ORIENTAL.
Marco histórico y geo-religioso.
Los atentados terroristas del África oriental son sólo
un episodio, corto y
relativamente poco importante, de un largo proceso de descabezamiento
del
poder político norteamericano. Ese "golpe de Estado"
previsto tiene por
objeto no un simple cambio de gobierno en los EUA, sino un cambio
de
sistema, tal como se explica en los anexos correspondientes en
la Primera
Parte de este trabajo. Dentro de la planificación de ese
"golpe de Estado"
esos atentados en el este de África tienen a su vez como
fin básico
demostrar las fallas que la potencia rectora del "mundo occidental"
manifiesta en torno a los problemas de seguridad. En definitiva
tienen por
objetivo principal demostrar la validez de la hipótesis
del señor Netanyahu:
seguridad versus paz. En ese sentido representan acontecimientos
esenciales
en el proceso de planificación de la "próxima
guerra".
La especificidad de estas dos operaciones encubiertas es la selección
de los
blancos (norteamericanos, y no israelíes) y la configuración
histórico-religiosa de ambos teatros de operaciones. La
selección de los
blancos - dos embajadas norteamericanas - ha sido una decisión
crucial. Las
inevitables represalias de la potencia agredida agudizaría
aún más la crisis
entre ella y el mundo árabe-musulmán en su conjunto.
De ella sólo saldría un
único beneficiado: el Estado judío. Que fue lo que
realmente sucedió luego
del bombardeo del 20 de agosto. La ruptura entre los Estados Unidos
de
América y el mundo musulmán se produce en el punto
menos esperado: con los
talibanes, sus antiguos potegidos, y con Paquistán y Arabia
Saudita, sus
antiguos aliados.
La configuración geopolítica e histórico-religiosa
de Kenia y Tanzania es
otro elemento a considerar. Ambos son países ribereños
del Océano Índico.
Durante la larga época premusulmana, sus costas fueron
visitadas durante
siglos por las flotas árabes y persas y, sucesivamente,
colonizadas por los
árabes. A partir del nacimiento y de la expansión
del islam toda la parte
septentrional del África oriental se islamiza, en gran
parte debido a las
corrientes inmigratorias árabes. Kenia y Tanzania son,
en un estricto
sentido geográfico, naciones de origen musulmán
y árabe. El primer "choque
de civilizaciones" con Occidente se produce en los comienzos
del siglo XIV:
es el choque entre portugueses y otomanos. (Fuente: Hervé
Coutau-Bégarie,
Géostratégie de L'Océan Indien, Fondation
pour les études de défense
national, París 1993).
Pero cuando el Imperio Otomano comienza su decline ante las puertas
de
Viena, la expansión musulmana hacia el Índico se
detiene y comienza la
conquista de África por Occidente. Fue en ese punto de
inflexión de la
historia universal cuando se cree poder llegar a definir un concepto
geopolítico crucial: a los musulmanes la tierra, a los
cristianos el mar
(Andrew C. Hess, The evolution of de Ottoman seaborne empire in
the age of
the oceanic discoveries, en American Historical Review, diciembre
de 1970).
La costa oriental africana fue ocupada por Inglaterra - potencia
marítima
por excelencia - porque era la otra ribera de la costa occidental
de la
India. Actualmente los musulmanes - chiítas, sunnitas y
bahawitas,
representan el 10% de la población en Kenia, y el 30% en
Tanzania.
Los acontecimientos actuales
Cualquiera que haya analizado con cierto detalle la evolución
de las
relaciones entre el gobierno Demócrata norteamericano y
el Estado de Israel
en los últimos tiempos, estará en condiciones de
conocer con absoluta
certidumbre un hecho básico: dentro del fundamentalismo
judío (en especial
dentro de los "colonos") fue creciendo un odio cada
vez más fuerte hacia la
Administración Demócrata encabezada por el presidente
Clinton. En el plano
de la política interior de los Estados Unidos, esa hostilidad
se canaliza
hacia una alianza política - y, tal vez, estratégica
- con el
fundamentalismo evangélico norteamericano, los "sionistas
cristianos", a
quienes, más adelante, describiremos (Anexo 1: EE.UU. Del
terrorismo secular
al terrorismo "teológico". Sobre el fundamentalismo
evangélico-calvinista).
Durante, pongamos por ejemplo, el último año, decenas
de manifestaciones en
Israel, en especial las organizadas por los colonos israelíes
judío-norteamericanos, se convertían, sencillamente,
en manifestaciones
antinorteamericanas, y más específicamente, en manifestaciones
anti-Clinton.
La Administración Demócrata norteamericana es percibida
por esos sectores
fundamentalistas judíos como el enemigo principal de sus
proyectos racistas
y expansivos. Este es un hecho que cualquier lector de periódicos
occidentales puede verificar, leyendo simplemente los despachos
de los
corresponsales en la región del Oriente Medio.
Parte de ese odio se manifestó en un creciente empeoramiento
de las
relaciones entre ambos gobiernos. Durante los últimos 50
años, incluyendo el
tiempo de la invasión al Líbano (1982), nunca fueron
tan malas las
relaciones entre los gobiernos de Israel y de los EUA. Ese es
el elemento
que define, mejor que ningún otro parámetro, al
período actual, signado por
el "fracaso" del Plan de Paz.
Ese sentimiento antinorteamericano (más específicamente:
anti-washingtoniano
[Gobierno Federal. Ver, Anexo 1: relaciones entre el fundamentalismo
evangélico norteamericano y el gobierno federal]) - que
en los últimos
tiempos han asumido los colonos israelíes - que en gran
parte son de origen
norteamericano - no es algo nuevo en Israel. Allí existe,
desde hace muchos
años, una doctrina, elaborada básicamente por el
ejército, que sostiene que
"las potencias occidentales son nuestro principal enemigo,
y que el único
modo de disuadirlas es por las acciones directas que las aterroricen
(Shimon) Peres comparte esa misma ideología; desea atemorizar
a Occidente
para que apoye los objetivos de Israel" (Moshe Sharett, Diario,
[Yoman Ishi
- Diario Personal]. Ver Anexo 3).
Esa doctrina fue elaborada ya en los años cincuenta, y
practicada a través
de innumerables actos de "terrorismo encubierto", en
especial contra
"objetivos occidentales" ubicados en Egipto. Luego vuelve
a cobrar vida en
los años ochenta (Líbano). Ver Anexo 3: Diario de
Moshe Sharett.
Actualmente resucita bajo una forma encubierta: "Aunque la
responsabilidad
por los dos atentados de bomba en Africa Oriental no ha sido todavía
establecida, fuentes de la inteligencia israelí están
convencidas de que
extremistas islámicos están detrás de los
atentados y que seguirán atacando
blancos americanos -e israelíes- aparentemente desprotegidos...
Es habitual
que los grupos extremistas islámicos empleen nuevos nombres
para sus grupos
con el fin de obstruir las investigaciones... Mientras los grupos
pueden ser
diferentes -algunas veces incluso sin conocerse entre sí
o sin tener un
mando o un centro de control común- lo que sí tienen
en común es la
ideología. A las alas centristas y moderadas del Islam
les resulta difícil
controlar a los grupos extremistas, sea en Argelia donde el asesinato
masivo
de mujeres y niños está siendo conducido en nombre
del Islam, o sea en los
atentados sobre edificios americanos como p.e. en Arabia Saudí
donde
murieron muchos civiles locales. Los atentados en Africa oriental
se
planificaron obviamente fuera de la región. El empleo de
cientos de
kilogramos de explosivos es un indicio para la planificación
a largo plazo y
no corrresponde a una acción improvisada en respuesta a
un acontecimiento
concreto" (Haaretz, 9 de Agosto).
Ahora la lucha contra la "dictadura" del gobierno federal
norteamericano es,
además, un objetivo compartido entre el fundamentalismo
judío y los sectores
evangélicos más extremos dentro de los mismos EUA.
Esta fue una de las
grandes coincidencias entre Netanyahu y el senador Gingrich. En
base ella se
organizó el caso Lewinsky contra Clinton, el enemigo (coyuntural)
común
(Anexo 1).
Para demostrar su inocencia ante el mundo, allí estuvieron
los esforzados
"socorristas" israelíes rescatando víctimas
de entre los escombros.
Afortunadamente los "socorristas" israelíes que
llegaron a Kenia, para
"investigar" una cuestión que afectaba directamente
a la superpotencia,
fueron expulsados del lugar de la explosión por los infantes
de marina
norteamericanos, que controlaron rápidamente la zona. Esos
mismos
"socorristas", cuatro años antes, habían
llegado a Buenos Aires, (donde
también media hora después de la segunda explosión
circularon las primeras
acusaciones contra Hezbollah e Irán) para dejar el lugar
del atentado lleno
de falsas pruebas.
En esta ocasión el Jesusalem Post puso el grito en cielo
y denunció la
expulsión de los agentes israelíes en términos
muy duros contra los marines
(en: Kenya: Israel aiding blast probe, 11 de agosto): "Agentes
de los
servicios de inteligencia israelíes están involucrados
en las
investigaciones sobre los atentados de bombas de las embajadas
USA en Kenia
y Tanzania, según comunicó el Canal 1 (TV israelí)
anoche citando a un
oficial militar de Kenia. Este reportaje fue publicado después
de que el
primer ministro Benjamín Netanyahu había ofrecido
los servicios del Mossad y
de otras agencias de inteligencia para seguir el rastro de los
terroristas.
El oficial keniano dijo que los servicios de inteligencia británicos
están
también en Kenia para ayudar en las investigaciones...
El equipo israelí
tiene el control sobre las operaciones de rescate y sobre otros
equipos de
rescate franceses y de voluntarios locales. Pero mientras los
kenianos
elogiaron el trabajo del equipo israelí, los marines USA
han sido
criticados, según se informa, por obstruir posiblemente
los trabajos de
rescate. Un miembro del equipo de rescate israelí dijo
a The New York Post
que oficiales americanos suspendieron la búsqueda de supervivientes
en el
interior de la embajada el sábado al anochecer. Otro oficial
israelí dijo
que tuvo que pelear con los americanos para obtener el permiso
de colocar
reflectores en lo alto de la embajada destruida para iluminar
(el escenario
de) la búsqueda ininterrumpida. La embajadora de EE.UU.,
Prudence Bushnell,
herida leve en el atentado, dijo que debía existir un "malentendido"
en la
edición de ayer de The New York Post. Los marines estaban
tratando de
proteger el emplazamiento que podría proporcionar pruebas
sobre el atentado
del viernes. `Parece que estamos intentando impedir el paso a
la gente, pero
estamos intentando mantener el emplazamiento intacto', dijo"
(Jerusalem
Post, 11 de agosto)
Pocas horas después de que Mónica Lewinsky declarara
formalmente ante el
fiscal especial sobre sus relaciones especiales con el presidente,
lo que
puede significar el inicio en firme de su destitución (el
Poder Ejecutivo
norteamericano ya está, como mínimo, deslegitimado),
estallan las bombas en
las capitales de Kenia y Tanzania. El significado estratégico
- y, aun,
filosófico - que se le pretende dar a ambos atentados,
se orienta a
favorecer netamente la postura del señor Netanyahu, basada
desde siempre en
la dicotomía seguridad versus paz. Los atentados "demuestran"
- en especial
ante la opinión pública norteamericana, que es el
verdadero target de las
acciones terroristas- la prioridad absoluta que debe tener la
"seguridad"
por sobre la paz (y la devolución de territorios). Es decir,
confirman la
estrategia de la coalición Likud. Además, coyunturalmente,
castiga a un
presidente (norteamericano), odiado desde hace mucho tiempo por
el
fundamentalismo judío (y los evangélicos protestantes
fundamentalistas
norteamericanos: los "sionistas cristianos"), porque
había cometido por lo
menos tres pecados capitales: sugerir el reconocimiento del futuro
Estado
palestino, oponerse a la anexión judía de Jerusalén
y proponer un
acercamiento con la República Islámica de Irán.
En ese sentido meramente coyuntural, los atentados en África
oriental no
pueden sino acelerar la caída del presidente Clinton (que
no tomó en cuenta
- y allí están los atentados para demostrarlo -
los problemas de seguridad).
Es por ello que el 20 de agosto Clinton ordenó bombardear
dos países
"sospechosos": también para intentar recuperar
el poder perdido en su propio
Estado y en su propia sociedad. El Financial Times del 10 de agosto
señala
este "problema de seguridad": los atentados de África
"... plantean grandes
amenazas para el presidente Bill Clinton. No sólo tiene
que explicar el
fallo del aparato de seguridad más sofisticado del mundo
y de su red de
inteligencia, también tiene que preparar a la nación
para lo que podría ser
un largo y arduo proceso para llevar a los responsables ante la
justicia.
Los antecedentes norteamericanos en determinar responsabilidades
por actos
terroristas han sido escasos... La política norteamericana
sobre actos
terroristas en el pasado... en buscar conexiones con un Estado,
con Irán y
Libia como principales sospechosos. Pero Libia se ha mantenido
al margen en
los últimos años e Irán... está estrechando
sus lazos con los EE.UU.
Washington actúa correctamente al moverse con cautela e
insinuando que la
investigación podría durar años. También
sería bueno abstenerse de especular
públicamente sobre los posibles sospechosos". El Financial
Times no olvida
recordar, al final de la nota, la presencia de Europa: "EE.UU.
necesita el
apoyo de sus aliados al enfrentarse a la amenaza terrorista. Esto
es
importante ahora que se toman decisiones delicadas en temas como
las
relaciones con Irán..."
El día 11 de julio de 1998 (menos de un mes antes de las
explosiones
africanas), todos los corresponsales occidentales en Oriente Medio
difundieron una noticia que el gobierno libanés confirmó,
luego,
oficialmente: había sido descubierta en el Líbano
una red de espionaje
israelí, integrada por 77 ciudadanos libaneses, que tenía
por objetivo
principal destruir - por medio de un "atentado terrorista"
- la embajada de
Estados Unidos en Beirut. Luego, al igual que había sucedido
en Buenos Aires
unos años antes, se acusaría a Hezbollah de haber
realizado el atentado. Un
desertor del Ejército del Sur del Líbano desbarata
la operación. Nada nuevo:
terrorismo encubierto. Todos los estudiosos de la política
exterior israelí
conocen esa estrategia. "Es la misma historia de siempre:
atacar y huir
tratando de engañar al mundo" (Livia Rokach, El terrorismo
de Estado
israelí: un análisis de los Diarios de Moshe Sharett
en Israel´s Sacred
Terrorism, Arab News, 8 de marzo de 1980. Anexo 3).
En este caso, para engañar al mundo luego del fracaso libanés,
había que
generar a un "culpable" creíble.
La primera tentativa se orientó hacia Irak. Aunque no sea
un Estado islámico
es, al menos, un Estado árabe. La "venganza de Sadam"
sigue siendo una
imagen convincente y terrorífica. Pocos meses antes, estando
Netanyahu de
visita en los EUA, no se pudieron concretar los bombardeos sobre
Irak,
poseedor de "armas de destrucción masiva" con
capacidad "para destruir tres
veces al planeta tierra". Hasta ese punto se habían
deteriorado las
relaciones entre los gobiernos de Washington y de Tel Aviv. Pero
ahora, dos
días antes de las explosiones del África oriental,
los inspectores de las
Naciones Unidas se retiraron intempestivamente de Bagdad, luego
de adoptar
una postura insultante - claramente provocadora - para la dignidad
de Irak.
Se dice que ese gobierno pretendía impedir la continuidad
de las
inspecciones (que ya casi habían terminado: obviamente
no había armas de
"destrucción masiva" en Irak). Ante el extraño
hecho consumado el gobierno
de Sadam se queda atónito: faltaba muy poco para finalizar
la inspección que
levantaría el embargo. No podían impedir las inspecciones
porque los
inspectores, simplemente, ya se habían marchado (afortunadamente
existe una
película difundida por la televisión iraquí
que es absolutamente
clarificadora sobre este episodio).
El segundo intento consistió en relacionar los atentados
africanos con
anteriores operaciones contra tropas norteamericanas de guarnición
en Arabia
Saudí: en los sagrados lugares. Para ello se inventa una
organización
inexistente: Frente Internacional Islámico para la Lucha
contra Israel y los
Cruzados. Hasta el nombre es ridículo e ilógico.
Ridículo: porque intenta
implicar forzadamente a Europa occidental [los "Cruzados"];
ilógico: porque
no se comparecen los conceptos "internacional" e "islámico"
[pertenecen a
dos épocas distintas dentro del siglo XX: la comunista
"internacional" y la
poscomunista]. Personalmente no tengo dudas de que fue inventado
por el
propio Instituto para los Estudios de Contraterrorismo de Tel
Aviv. Es esa
institución la que difunde en Occidente la imagen de ese
Frente
Internacional Islámico y Anticruzada (una forma burda de
implicar al
cristianismo contra el Islam): "una organización que
extiende sus tentáculos
desde el desierto de Nubia, en África, hasta Afganistán".
Algunos grupos en Israel están particularmente interesados
en señalar la
naturaleza anónima e internacional del "nuevo terrorismo",
dado que no hubo
ni habrá reivindicación del atentado; lo que en
teoría va contra toda lógica
política: "Está claro que el terrorismo internacional
e indiscriminado no
está muerto, pero, como un virus maligno, parece que ha
pasado por un
proceso de mutación. A las organizaciones terroristas ya
no les interesa
identificarse reivindicando la responsabilidad de sus crímenes...
porque han
vuelto a la sombra. Y al igual que los terroristas que cometieron
el
atentado por bomba contra la embajada de Israel en Buenos Aires,
los que
atentaron contra las embajadas USA en Africa se han convertido
en
(terroristas) indiscriminadamente internacionales..." (Jerusalem
Post, 9 de
agosto de 1998). La guerra mundial contra el "terrorismo
islámico" está
servida: "El rastrear a terroristas es ahora una prioridad
internacional y
los americanos merecen pleno apoyo y colaboración internacional
en la caza
(de los terroritas). Ciudadanos de practicamente todos los países
han sido
asesinados por terroristas y quedan pocos países que hacen
todavía
concesiones por una motivación "ideológica"
de estos crímenes. Por lo tanto,
si se comparte el sufrimiento, la responsabilidad de atrapar a
terroristas
de cualquier índole debe compartirse doblemente" (JP,
ibídem.)
La "conexión saudí" es señalada
explícitamente por un periódico inglés de
clara tendencia pro-israelí, The Independent. En su edición
del 12 de agosto
Robert Fisk escribe: "La clave de la identidad y los motivos
que inspiraron
a las personas que atentaron contra las embajadas de Estados Unidos
en
Nairobi y Dar es Salaam se encuentra en las profundidades de la
nación que
los estadounidenses consideran su principal aliado en el Golfo
Pérsico:
Arabia Saudí. El ataque reflejó la furia creciente
de miles de saudíes -
incluidos algunos miembros de la familia real - contra la continua
presencia
militar y política de EUA en la tierra que alberga dos
de los más
importantes santuarios del islam: La Meca y Medina No fue una
casualidad
que las bombas explotasen coincidiendo con el octavo aniversario
de la
llegada de las primeras tropas de EE.UU. a Arabia Saudía,
en 1990"
El Jerusalem Post (JP), a su vez, recuerda el anterior atentado
contra
tropas norteamericanas realizado en territorio saudí: "Las
susceptibles
autoridades saudíes, ante el temor que las investigaciones
podrían revelar
alguna conexión políticamente embarazosa con un
Estado de la región,
obstruyeron constantemente las investigaciones y negaron el acceso
de
oficiales USA a los sospechosos clave. Este comportamiento fue
particularmente irritante, ya que los saudíes son aliados
de los americanos
y dependen en mucho de la protección americana contra amenazas
regionales
como desde Irak o Irán..." (JP, Ibídem).
La tercera hipótesis fue desarrollada por "analistas"
argentinos al servicio
del Estado judío, que quiere implicar a Irán a toda
costa, en los atentados
de Buenos Aires. Para estos cipayos los autores de los atentados
africanos
son miembros de " la internacional islamista, (que es el)
ala dura del
poder iraní que intenta por todos los medios `frenar' el
acercamiento a
Occidente del nuevo presidente iraní (más) una combinación
de varios actores
en la que intervendrían algunos sectores disidentes del
grupo chiita
proiraní Hezbollah, teledirigido por Irán y Siria.
El contexto interior
iraní se hace obvio por la cruda batalla que libran en
Teherán los
renovadores de Jatamí y el ala conservadora fiel a los
valores del Ayatolah
Jomeini" (en Página 12, Buenos Aires, 10 de agosto
de 1998). Como de
costumbre, se construye una gran imagen falsa a partir de algunos
elementos
ciertos. Como por ejemplo la disidencia de Hezbollah. Pero naturalmente
no
se aclara que el "grupo de Baalbek" no tiene ninguna
capacidad de acción más
allá del Valle de La Bekaa, en el Líbano.
De esa hipótesis, al parecer fecunda, se han derivado luego
otras, como la
que expone el Foreign Report de Londres, el 13 de agosto. Los
"guardianes de
la Revolución" iraníes habrían actuado
en coordinación con las fuerzas del
saudí Ussana Ben Laden, supuestamente exiliado nada menos
que en el
Afganistán talibán. Conviene recordar que los talibanes,
en su origen,
fueron una creación de la CIA contra las tropas soviéticas
que habían
invadido Afganistán. Esto parece olvidarlo hoy en día
la diplomacia rusa,
que señala a Afganistán como el centro del "terrorismo
islámico
internacional". Pero ya sabemos cuál es la posición
- hegemónica - que
tienen los judíos en la Rusia pos-soviética. A través
de los talibanes queda
metido en la olla, donde se cocina este nauseabundo guiso de acusaciones,
el
Paquistán musulmán, flamante miembro del club atómico.
Se hace difícil
imaginar cómo los iraníes pueden negociar con elementos
que mantienen
secuestrados a 11 de sus diplomáticos en territorio afgano
recientemente
conquistado por las fuerzas talibanes. Por otra parte los iraníes,
al igual
que antiguamente los soviéticos, siempre han denunciado
la conexión
norteamericana e israelí dentro de la alianza talibán-paquistaní.
Sólo una semana después de las explosiones en África
oriental el Quinto
Ejército iraní - los Guardianes de la Revolución
- comenzó unas maniobras
militares en la frontera con Afganistán, en prevención
ante el posible
ingreso de "narcotraficantes" (el opio fue y es la moneda
de cambio entre
grupos "talibanes" y los servicios norteamericanos e
israelíes). Al comenzar
esas maniobras el vicepresidente del parlamento iraní sostuvo:
"Estados
Unidos quiere provocar un clima tenso en las fronteras orientales
de Irán
con el objeto de atentar contra la imagen del Islam y de ampliar
su dominio
sobre la región y sus recursos petrolíferos"
(Fuente: AFP, 16 de agosto de
1998). Por su parte el general Assadi, vicecomandante del ejército
señaló a
la misma fuente: "La elección del lugar de las maniobras
se hizo por las
dificultades creadas por lo talibanes en la frontera".
Toda la historia del terrorismo judío hacia el exterior
- operaciones
encubiertas - nos señala una sola y única constante:
la utilización de
personal operativo nativo. Judíos egipcios en Egipto, "cristianos"
en el
Líbano, "lumpen islámicos" en Argelia.
Las operaciones de África oriental no
iban a ser distintas ¿Dónde encontrar mejor mano
de obra nativa que en
Afganistán? De allí ya han surgido muchas "fuerzas
operativas", como el GIA
argelino.
Para aumentar la confusión de los pobres ciudadanos occidentales,
que deben
trabajar todos los días de su vida en empresas con "productividad
creciente", el movimiento "islámico-terrorista"
por excelencia, Hezbollah,
la pesadilla de Israel, condenó duramente los atentados
africanos,
calificándolos de "criminales". El Sheik Fadlallah
consideró que todo este
teatro es un montaje sionista-norteamericano. "Es inaceptable
para un
musulmán matar o herir a un gran número de personas
inocentes, cualesquiera
que sean las circunstancias. Las acusaciones contra los árabes
tienen por
objetivo arraigar en el espíritu del hombre occidental
y en la opinión
pública mundial que ser árabe y musulmán
es sinónimo de terrorista"
(L'Orient-Le jour, Beirut, 13 de agosto).
Una lectura atenta de la prensa israelí durante los primeros
días
pos-atentados permite entrever una estrategia largamente preconcebida,
siempre dentro de la línea del "choque de civilizaciones".
Haaretz, el 9 de
agosto, llama a una guerra contra el Islam. Ahora que el "agredido"
es el
propio Estados Unidos - y no ya sólo Israel- , Occidente
debe elaborar un
programa "activo y ofensivo", algo muy diferente al
perfeccionamiento de
simples mecanismos de defensa y de intercambio de Inteligencia.
Un programa
activo contra el terrorismo (islámico) es ahora necesario.
Estados Unidos
debe asumir un liderazgo que corre el riesgo de perder [En palabras
de
Joseph S. Nye, citadas por Huntington, "la potencia norteamericana
se ha
convertido en el `poder blando' que atrae, en vez del poder duro
que
obliga"]. Un día después el mismo medio "liberal"
publica una nota
editorial: Terrorism without borders. Todo el mundo debe participar
en esta
cruzada contra los "zelotes islámicos" [extraña
combinación de conceptos:
"zelotes" = judíos terroristas antirromanos -
según definición de Flavio
Josefo - de la época del Segundo Templo], incluidos los
gobiernos árabes
"moderados". Un objetivo secundario pero importante,
para Israel, es que,
durante todo el tiempo que dure la crisis internacional desatada
por los
atentados de África, podrá continuar oprimiendo
al pueblo palestino, cada
vez más carente de protección por parte de su "autoridad
nacional": durante
todo este período las autoridades israelíes continuaron
confiscando tierras
palestinas para ampliar los asentamientos de los "colonos".
Según informó Al
Quds, el 13 de agosto. "¿El pueblo palestino tiene
derecho a tener un Estado
propio?". La respuesta de Isaac Levi, líder del Partido
Nacional Religioso
de Israel fue clara y fulminante: "Nunca han tenido un Estado"
(en El Mundo,
Madrid, 14 de agosto).
Pero volvamos a Haaretz (9 de Agosto)."Los atentados en Africa
oriental este
fin de semana se planificaron obviamente fuera de la región.
El empleo de
cientos de kilogramos de explosivo es un indicio para la planificación
a
largo plazo y no corresponde a una acción improvisada en
respuesta a un
acontecimiento concreto. Los Estados Unidos se enfrentan ahora
al problema
de tener que tomar la ofensiva contra los terroristas...Lo que
es necesario
es un programa agresivo para luchar activamente contra los terroristas
y sus
líderes. Pero los Estados Unidos necesitan jugar un fuerte
papel de
liderazgo internacional y por ahora Washington lo tiene difícil
desempeñar
tal liderazgo como lo han demostrado con su respuesta a la carrera
de
armamento nuclear entre la India y Pakistán, o en la prueba
de fuerza con
Sadam Husein hace unos meses, o con la omisión de prevenir
que Irán y Corea
del Norte desarrollen misiles de largo alcance. En Arabia Saudí,
por
ejemplo, los Estados Unidos no han obrado con el rigor suficiente
frente al
gobierno saudí cuando solicitaron la colaboración
de Riad en la
investigación del atentado con bomba contra unas dependencias
USA".
La Inteligencia israelí comprende perfectamente que el
poder norteamericano
en el mundo se encuentra en una fase "decadente". Que
el enorme poder
material de los EUA no se traduce en voluntad política.
Que es el momento en
que "países pequeños", como Israel, bien
instalados en el interior de la
política norteamericana y con una continuidad teológico-estratégica
muy
fuerte, comiencen a realizar "la conquista del imperio",
desde "adentro" y
desde "afuera". Para Arnold Toynbee ello sería
un camino natural dentro del
proceso universal de las "crisis de las civilizaciones".
Por el momento el
lobby judío norteamericano verá incrementado su
poder con los 1.250 que le
aportará la banca suiza, luego de la exitosa operación
de chantaje realizada
a partir de la religión del holocausto.
Recopilando toda la información histórica de que
disponemos (relativa al
comportamiento internacional del Estado de Israel) podríamos
interpretar -
en buena lógica - que las agresiones sufridas por dos delegaciones
diplomáticas periféricas de la superpotencia, ha
correspondido a un objetivo
estratégico destinado a comprometer directamente a un futuro
gobierno en
Washington (recordemos la coincidencia con las próximas
elecciones
legislativas en los EUA, en las que se espera un importante avance
Republicano) en una campaña militar contra los enemigos
regionales del
Estado judío; mejor dicho, contra quien el Estado judío
percibe como sus
enemigos regionales y religiosos.
De las operaciones ideológicas previas se encargarán
-como siempre- las
jaurías de escribas desparramadas por Occidente: tarea
fácil luego de tantos
años de histeria antimusulmana. El camino se está
despejando para La guerra
de 1999, largamente anunciada por el Estado Mayor Israelí.
Tal guerra no
será más que la destrucción -utilizando para
ello armas nucleares- de los
centros vitales del mundo árabe-musulmán: Teherán,
Damasco, Bagdad, Beirut
y, tal vez, El Cairo y Riad. Ahora, después de los salvajes
atentados
africanos, se justifica la destrucción hasta la raíz
del odiado "terrorismo
islámico"; ahora es preciso destruir los refugios
de los que provocan la
destrucción y la muerte irracional en nombre de Allah.
Sólo un proyecto de
tal envergadura puede justificar asumir - para los grupos operativos
judío-israelíes que cometieron los atentados en
África oriental - un riesgo
tan alto: la posibilidad de que se descubra, por una vez, a los
verdaderos
culpables.
Hay algunos - pocos - signos esperanzadores. El 10 de agosto el
Secretario
General de las Naciones Unidas, Kofi Annan señaló
en Lisboa la conveniencia
de organizar una cumbre internacional contra el terrorismo; pudo
fundamentar
esa propuesta en infinitos antecedentes existentes sobre el tema,
pero lo
hizo señalando que esa cumbre había sido solicitada
por los países islámicos
reunidos en diciembre de 1997 en Teherán, en la VIII Conferencia
Islámica.
En un momento de máxima histeria antiislamista, Kofi Annam,
uno de los
diplomáticos más astutos de la historia de Naciones
Unidas, cometió, al
parecer, su primera "torpeza": hacer referencia a la
VIII Conferencia
Islámica como elemento moderador de crisis internacionales.
Un día después
"aclaró" su posición: "No está
entre mis proyectos actuales convocar una
conferencia sobre el terrorismo mundial Lo que yo he dicho es
que estuve
presente en la reunión de la Organización de la
Conferencia Islámica en
Teherán en la que los jefes de Estado presentes condenaron
el terrorismo y
sugirieron que podría ser el momento de promover una conferencia
mundial
sobre esta cuestión. Lo que dije también es que
posiblemente deberíamos
tener en cuenta esa propuesta".
Y así llegamos al punto más importante de esta cuestión:
la situación
interior de la sociedad norteamericana y sus reflejos sobre su
sistema de
poder exterior. Si tomamos en cuenta algunos parámetros
estructurales que
esa sociedad presenta en este fin de siglo, los atentados en África
pueden
producir algo más que una crisis política interior
en los EUA. Sus
repercusiones podrían generar una verdadera fractura etno-cultural
en la
sociedad norteamericana, un conglomerado de grupos humanos todos
ellos
étnica y culturalmente minoritarios. Las recientes olas
inmigratorias en las
últimas dos décadas han modificado drásticamente
la composición cultural,
religiosa y étnica de los Estados Unidos. Los blancos europeos
serán dentro
de poco sólo algo más de la mitad de la población.
Dentro de ese grupo
étnico los más afectados serán los blancos
anglo-protestantes. Lo que señala
que el propio lobby judío se verá arrastrado a la
baja cuantitativa, lo que
podrá afectar tambeén a su poder decisional, que
actualmente es enorme. Pero
el 14% de la población negra norteamericana incluirá,
posiblemente, a la
mayor comunidad musulmana del Occidente-central (EUA+Europa Atlántica).
Hoy,
ya, la Nación - negra - del Islam es la mayor comunidad
musulmana en
Occidente. Y la que presenta un perfil ideológico más
firmemente antijudío
(Ver: Nation of Islam, www.noi.og. Una visión proisraelí
del poder negro
musulmán norteamericano la ofrece Gilles Kepel, en su libro
Al Oeste de Alá,
Paidós, Barcelona, 1996).
Estos cambios estructurales se producen en un ambiente donde predomina
la
ideología llamada del "multiculturalismo y la diversidad"
activamente
promovida por la Administración Clinton y sistemáticamente
rechazada por el
fundamentalismo evangélico-calvinista, quien acusa a la
actual
Administración de ser la responsable de haber fragmentado
a la política
exterior de la superpotencia. En efecto, el "interés
nacional" se ha
dividido y subdividido en innumerables "intereses étnicos"
(Huntington),
enfrentados entre sí. Son los lobbies de las diferentes
minorías nacionales
los que, en última instancia, definen la política
de Washington hacia el
"mundo exterior". "Para la comprensión de
la política exterior de los EUA es
necesario estudiar no los intereses del Estado en un mundo de
Estados en
competencia, sino más bien el juego de intereses económicos
y étnicos en la
política interior del país. La política exterior,
en el sentido de acciones
conscientemente designadas para fomentar los intereses de EUA
como una
entidad colectiva en relación con entidades colectivas
semejantes, está
lenta pero inexorablemente desapareciendo" (Samuel P. Huntington,
Intereses
nacionales y unidad nacional, Foreign Affaires-Política
Exterior, Vol.XII,
Nº61, p.177).
Dentro de este contexto es preciso reflexionar sobre las dos bombas
que en
el África oriental afectaron, a nivel físico, "intereses
norteamericanos".
Los efectos explosivos de esas detonaciones pueden ser más
devastadores
dentro de una sociedad norteamericana - que ha perdido identidad
de manera
rápida y contundente a nivel étnico y cultural-
que sobre los mismos
edificios de las embajadas de una superpotencia blanda, ubicados
en lejanos
puntos del planeta.
Dado el estado de fragmentación en que se encuentra el
sistema decisional
exterior, tampoco habría que descartar la existencia de
una convergencia de
intereses externos e internos, similar - aunque en escala menor,
naturalmente - a los acontecimientos que permitieron a la escuadra
japonesa,
en diciembre de 1941, bombardear la base de Pearl Harbour. Sólo
esa acción,
que fue consentida y alentada por los más altos mandos
militares y políticos
de un gobierno universalista-demócrata (ello ya está
admitido por la
práctica totalidad de la literatura histórica académica
norteamericana),
venció las resistencias sociales aislacionistas y posibilitó
la entrada de
los EUA en la segunda guerra mundial. Pero aquellos eran otros
tiempos: los
Estados Unidos representaban plenamente el papel de una potencia
imperialista joven y dura (Ver Anexo 2: EE.UU.: capacidad de globalización
y
voluntad "aislacionista". De la estrategia de "contención"
a la estrategia
de "expansión").
Todo indica que estamos viviendo una época de la historia
del mundo en la
cual un grupo humano específico, dotado de una ideología
mesiánica y de una
arraigada conciencia de superioridad respecto del resto de los
mortales,
parece decidido a la conquista del mundo, y no sólo de
los Estados Unidos de
América. Ese grupo humano no sólo se lanza al abordaje
de bancos europeos -
suizos y alemanes, por el momento; sobre todo, desde su bunker
de Nueva
York, la capital judía del Hemisferio Occidental, la mafia
financiera judía
devalúa monedas y hunde y saquea naciones en todo el mundo,
desde Indonesia
hasta Rusia, pasando por Hispanoamérica. Sus "economistas
académicos"
diseñaron el "proyecto global": la gran mentira
que destruye pueblos y
continentes enteros. Estos atracadores planetarios están
atrincherados
detrás de un Mito, el del "Holocausto". Él
es su única "fuerza moral".
LA "CONEXIÓN ARGENTINA": LOS ATENTADOS DE
BUENOS AIRES
Existe un vínculo estrecho y directo que une a los atentados
de África con
los de Buenos Aires. Toda la prensa internacional e israelí
lo ha señalado
con fuerza y rotundidad.
Personalmente vengo trabajando en el estudio de esos atentados
desde el
mismo día en que se produjo el segundo de ellos, desde
el 18 de julio de
1994. En mi último libro sintetizo los resultados de esa
investigación de
cuatro años. La edición española de La falsificación
de la realidad, la
Argentina en el espacio geopolítico del terrorismo judío,
fue presentada en
la Feria del Libro de Madrid a comienzos de junio de 1998, por
Ediciones
Libertarias, de Madrid (1).
A nivel personal he pagado un alto costo, porque mis investigaciones
no
coinciden con lo "políticamente correcto": un
conjunto de parámetros
intelectuales que hoy actúan como gendarmería del
pensamiento en el mundo
entero. Pero yo sigo pensando "a la antigua". Sigo creyendo
firmemente que
un intelectual tiene un deber prioritario de lealtad para con
su patria y
para con su pueblo. Y que esa lealtad es algo muy distinto a la
estupidez
del "compromiso". Sigo pensando como Martin Heidegger:
"Sé por la
experiencia y la historia humanas que todo lo esencial y grande
sólo ha
podido surgir cuando el hombre tenía una patria y estaba
arraigado en una
tradición".
A partir de los "atentados de Buenos Aires" los patriotas
argentinos hemos
sido expulsados a la clandestinidad por la ocupación judía
de los aparatos
del Estado y por el proceso de distorsión cultural que
esas mismas
organizaciones judías lograron establecer sobre el conjunto
de la sociedad
argentina. Yo mismo, por razones de seguridad, no puedo vivir
en la
Argentina. Hacia fines de 1996 tuve que optar por un segundo exilio
(el
primero me fue impuesto porque luché hasta el final contra
la llamada
"dictadura militar"). Había recibido numerosas
amenazas de muerte
realizadas, ¡qué duda cabe! por la "conexión
interna judía-fundamentalista".
En cuanto a la "justicia" argentina, un sólo
ejemplo: poco tiempo antes de
salir del país mi abogado tuvo que interponer nada menos
que dos recursos de
habeas corpus preventivo, en un mismo día. Sólo
el gobierno, en mi caso
personal, mantuvo una actitud respetuosa. Lo peor fue que muchos
amigos "de
toda la vida", algunos de ellos judíos, me pidieron
que ni siquiera los
llamara, nunca más, por teléfono. Por haber publicado
un libro -mi libro
número 25- con las conclusiones de una investigación
que cumplía con todos
los requisitos académicos, las organizaciones judías
trazaron en torno a mi
persona un verdadero cordón sanitario que destruyó
el conjunto de mis
actividades sociales y profesionales. Ni durante los peores momentos
de la
dictadura militar (primer exilio) sufrí semejante asedio.
Tuve que recurrir
a un segundo exilio, para salvar la vida. Así están
las cosas en la
República Argentina. Y en otros muchos lugares del mundo
occidental.
Esa ocupación judía de un país se puede medir
por un complejo entramado
jurídico-legal que le otorga a los judíos en la
Argentina no sólo el status
de ciudadanos de primera clase (una minoría étnica
que está por encima del
resto de los ciudadanos): la legislación argentina actual
ha asumido - de
hecho y de derecho - la naturaleza "diferencial" que
los judíos se atribuyen
a sí mismos, en tanto "pueblo elegido". Esa ocupación,
ya realizada por un
grupo étnico que en esencia no es argentino - porque reivindica
y privilegia
su Ser Judío y, por lo tanto, el principio de la "doble
lealtad", que
significa lealtad prioritaria al Estado judío -, tiene
manifestaciones
múltiples, como la existencia comprobada de grupos paramilitares
judíos
armados que responden directamente ante la Inteligencia del Estado
judío
(2).
Muchos lectores españoles opinaron que La falsificación
de la realidad es un
libro "demasiado duro", "demasiado directo".
Yo estaría de acuerdo con ellos
si el origen de ese libro no hubiese sido una investigación
sobre un
asesinato colectivo, pues eso fueron ambos atentados de Buenos
Aires.
Hubo, entonces, en el origen de ese libro, dos investigaciones
sobre un
asesinato colectivo. Una de ellas fue la oficial, la otra, la
mía, la que se
expone en el libro. Entre ambas investigaciones hay una enorme
diferencia.
La investigación oficial es un balbuceo político,
un laberinto jurídico y,
finalmente, un callejón sin salida. Incumplió con
lo fundamental: sólo
"aportó" sospechas y difamaciones, pero ni un
sola prueba. La investigación
que se desarrolla en este libro brinda lo que puede esperarse
de él: una
explicación lógica y coherente sobre uno de los
más importantes asesinatos
colectivos realizados en Occidente desde la última posguerra
(naturalmente
antes de que ocurriera la explosión de Nairobi). Y señala:
las pruebas serán
"liberadas" cuando la crisis del Estado de Israel llegue
a su plenitud.
La investigación contenida en ese libro presenta al único
culpable posible
dentro de un contexto lógico-histórico: a las organizaciones
terroristas
judías que hoy co-participan del poder en el Estado de
Israel. La
investigación oficial nunca estuvo en condiciones de desmentir
- y hoy menos
que nunca - esta conclusión. En ningún momento dispuso
de un contexto
explicativo coherente sobre los atentados de Buenos Aires. Esas
organizaciones judías fueron las que asesinaron a Isaac
Rabin. Las que
ejecutan atentados a todo lo largo y lo ancho del mundo (para
luego
adjudicárselos al "terrorismo islámico").
Son las bandas que agreden e
intimidan a los intelectuales occidentales que dudan sobre los
Mitos judíos.
Son las mismas organizaciones que se han burlado descaradamente
de Occidente
negándose a cumplir - pública y explícitamente
- con los Acuerdos de Oslo.
Representan a la fracción nacionalista judía - hoy
hegemónioca - que niega
el universalismo judío. Esas organizaciones están
asimismo preparando un
golpe de Estado contra la cúpula de la Administración
Demócrata en los EUA..
Representan al judaísmo nacionalista que vuelve a la versión
primitiva,
tribal y sangrienta de Yahveh (a una interpretación real-literal
del Antiguo
Testamento). Son, en definitiva, el componente dominante de la
actual
estructura teológica y estratégica del mismo Estado
judío.
El resto de mi libro anterior no es más que una historia
de los Mitos judíos
que encajan absolutamente con la ficción que se pretendió
construir en torno
a los atentados de Buenos Aires, que son vistos en ese libro bajo
la óptica
de una doble acción delictiva: la realización de
los atentados - propiamente
dichos - y la inmediata intención de adjudicárselos
al conjunto de la
sociedad argentina (a la que se califica de "antisemita"),
que fue
totalmente ajena a los mismos. En esa doble operación criminal,
las
organizaciones que representan a los judíos radicados en
la Argentina se
comportaron, en un estricto sentido, como extranjeros-enemigos.
Los Mitos
judíos que son expuestos en ese libro constituyen una historia
de la que han
surgido y de la que se nutren las organizaciones que llevaron
a cabo las
matanzas de Buenos Aires, y la inculpación automática
de la sociedad
argentina en ellas. Esas organizaciones se han autodesignado "elegidas".
Allí donde estén, son "superiores" a las
"gentes de la tierra". Por lo tanto
no hay "dureza" en este libro, sino radicalidad, en
el sentido en que Karl
Marx, un judío racionalista, definía este concepto:
llegar hasta la raíz del
problema.
Judaísmo y globalización: el caso argentino
La ocupación judía del Estado argentino fue un proceso
paralelo a la
destrucción de la sociedad argentina, que se produce a
partir de la
"globalización" de su economía.
Históricamente, Argentina tuvo Estado de Bienestar mucho
antes que en el
Occidente de pos-guerra se inventara ese concepto. Hoy, el 20%
del segmento
social más pobre, los habitantes de las áreas periféricas
dentro del propio
territorio nacional, más de siete millones de personas
(Untermenshen, o
"cabecitas negras"), tiene un ingreso mensual de apenas
62 dólares, es
decir, esos sectores etno-territoriales registran ingresos más
bajos que los
más bajos del mundo: Bangladesh y Nepal (Fuente: Encuesta
permanente de
hogares y distribución nacional del ingreso. Instituto
Nacional de
Estadísticas y Censos, Buenos Aires, 1998).
Esos 7.224.986 argentinos, de un total de 35 millones, son los
habitantes de
las regiones de escaso "interés económico"
o de "segunda velocidad". Son los
habitantes "negros" del Noreste, de Noroeste y de la
Patagonia argentina. En
los conglomerados suburbanos que cercan a las grandes metrópolis,
en esas
enormes manchas de mugre, la situación es algo mejor: el
ingreso medio de
los más pobres es de 70 dólares mensuales. Entre
1974 y 1996 se produce un
cambio espectacular en la distribución interna del ingreso:
___________________________________________________________
30% más pobre 10% más rico
1974 11,2% 28,2%
1996 8,2% 37,1%
____________________________________________________________
Es rigurosamente cierto que no hay un solo judío pobre
hoy en la Argentina
posperonista, en la Argentina "antisemita" de la propaganda
judía, en la
cual los ingresos de los ricos (blancos) son 23 veces superiores
a los
ingresos de los pobres ("negros"). Como ya sabrá
el lector de mi libro
anterior, estamos hablando de etno-pobreza y de etno-riqueza (Capítulo
4),
que surgen ambas en etno-territorios con "velocidades"
económicas muy
distintas entre sí. También en este plano la alianza
entre las
organizaciones judías y las multinacionales llevó
a cabo una obra
devastadora.
Los hechos recientes
Muchos acontecimientos de suma importancia se produjeron desde
la aparición
de la primera edición española de ese libro, en
los comienzos de junio de
1998, hasta el cuarto aniversario del segundo de los atentados,
"conmemorado" el 18 de julio de 1998. El primero de
ellos es que, al
cumplirse el cuarto aniversario del segundo de los atentados (AMIA,
1994),
la investigación judicial " no logró constituir
un argumento coherente que
explique el atentado" (Informe del American Jewish Committee
correspondiente
a 1998). Para algunos grupos judíos residentes en la Argentina
(una fracción
del lobby judío-argentino llamada "Memoria Activa")
esa investigación es "
un desorden lleno de agujeros, una cáscara vacía"
(Fuente: Página 12, Buenos
Aires, 19 de julio de 1998). El Virrey Judío en Buenos
Aires, el embajador
de Israel Isaac Avirán, puso, como de costumbre, su grano
de odio y de
desprecio hacia "las gentes de la tierra", en sus acostumbradas
intervenciones dentro de la "política interior"
de la Colonia "Argentina":
"Si hacemos un cálculo aritmético, no tenemos
nada: tenemos cuatro años y
cero culpables" (Fuente: Clarín Digital, 18 de julio
de 1998). Otro
acontecimiento ocurrido con posterioridad a la edición
española de este
libro es el "cambio estratégico" realizado por
Estados Unidos y la Unión
Europea, respecto de la República Islámica de Irán.
Sobre él publiqué dos
trabajos en el semanario Amanecer, de Madrid. Ambos textos son
presentados
en el Anexo Documental 3 y 4 de este trabajo.
Los atentados de Jerusalén: una reproducción
de los de Buenos Aires
El siguiente hecho que vamos a mencionar tiene una importancia
capital
dentro del tema de los atentados terroristas de Buenos Aires y,
como todo
este caso de terrorismo, una estrecha y directa relación
con los sucesos de
Oriente Medio, ya que está ubicado dentro del "tiempo"
y del "espacio" que
se menciona en el Capítulo 1 de mi libro. Tuve apenas la
oportunidad de
señalarlo, muy rápidamente, en las ediciones española
y árabe.
Pero primero una "introducción" a cargo del Virrey
Avirán.
El 16 de julio de 1998, el embajador de Israel en Argentina -
Isaac Avirán -
fue invitado, por primera vez, por la embajada de Egipto en Buenos
Aires,
para participar en la recepción recordatoria de la fiesta
nacional del
otrora orgulloso país de los faraones. Pero eso no fue
lo más importante.
Por encima de las caras de estupor y desagrado de la mayoría
de los
embajadores de los otros países árabes presentes,
resaltaron las
declaraciones a la prensa del señor Isaac Avirán:
"Arafat tiene un doble
discurso. En inglés, para Occidente, manifiesta un interés
por la paz que no
expresa en árabe para los palestinos. El tiene el poder
para controlar el
terrorismo pero no sólo no lo hace: a veces empuja sus
acciones". En el
escenario en que se encontraba, esa frase tuvo la obvia intención
de acusar
a la ANP de ser la responsable de los atentados terroristas de
Buenos Aires
de 1962 y de 1964.
-¿Usted cree realmente que Arafat maneja el terrorismo
palestino?
-Sí
-Los últimos atentados ocurrieron en pleno corazón
de Jerusalén occidental,
un área bajo el control exclusivo de la seguridad israelí.
-Es cierto, hubo fallas en la seguridad israelí. Es difícil
tener todo bajo
control, cuando en Israel trabajan 150.000 palestinos. Pero los
terroristas
palestinos que detiene Arafat salen de la cárcel dos días
después.
-¿Usted considera que el primer ministro Netanyahu es hoy
el gobernante
adecuado para Israel?
-Es el hombre que ganó legítimamente las elecciones.
El debe gobernar. Le
digo más: si hoy hubiera elecciones (en Israel) yo creo
que vuelve a
ganarlas Netanyahu (Fuente: La Nación, Buenos Aires, 17
de julio de 1998).
Isaac Avirán es miembro del Partido Laborista Israelí.
En Argentina se
comporta como un Virrey del poder judío destinado a la
más miserable de las
colonias.
La pregunta del periodista sobre los atentados de Jerusalén,
que el Virrey
Avirán endosa a los Palestinos de la OLP-ANP hace al núcleo
de una cuestión
específica.
Como el lector podrá leer en el Capítulo 1 de mi
libro ("Los atentados de
Buenos Aires fueron el producto de la infiltración del
terrorismo
fundamentalista judío en el servicio de contraespionaje
israelí - Shin
Beth") yo analizo esos atentados dentro del espacio-tiempo
de la crisis del
Oriente Medio, porque sostengo que la Argentina, al igual que
luego Kenia y
Tanzania, fue un mero teatro de operaciones. Para datar el "tiempo"
de esos
atentados (ya que su "espacio" estuvo siempre muy alejado
de la Argentina)
señalo el comienzo de la Conferencia de Madrid y el asesinato
de Isaac
Rabin. Dentro de ese tiempo se producen los atentados de Buenos
Aires.
Sin embargo hay que entender que el asesinato de Rabin fue el
prólogo
necesario del acceso al poder de la coalición Likud. Netanyahu
no hubiese
accedido al poder si no fuese porque se había eliminado
al último líder
laborista con capacidad para ejercer el mando en un país
en crisis: Israel.
Pero no bastó el asesinato de Rabin. Fueron necesarias
otras acciones
posteriores para demostrar a los electores israelíes la
validez de la
ecuación "seguridad versus territorio". Lo que
"demuestra" la validez de la
opción son los dos atentados a la bomba realizados en Jerusalén,
en julio y
septiembre de 1997.
En la nota 27 de la página 105 de mi libro (edición
española) recojo una
información periodística valiosísima, un
informe enviado por Lino
Ventosinos, que en esa época era corresponsal de El País,
de Madrid, en
Jerusalén, el 7 de septiembre de 1997. Reproduzco ese texto:
"En un inesperado giro de los acontecimientos, y mientras
la sociedad
israelí lamenta aún las muertes de las víctimas
del atentado de la calle Ben
Yehuda en Jerusalén, la Autoridad Palestina (AP), que preside
Yasir Arafat,
aseguró ayer que los autores de la acción son extremistas
israelíes y acusó
al gobierno de Benjamín Netanyahu de ocultar informaciones
que lo prueban.
Un inusual comunicado de AP asegura que "la dirección
palestina confirma que
la operación terrorista contra civiles israelíes
en Jerusalén no fue llevada
por palestinos". El gobierno de Arafat afirma tajantemente
que dispone de
pruebas israelíes que establecen la responsabilidad de
radicales judíos en
el triple "atentado suicida", e indica que los autores
del atentado
"vinieron del extranjero". La nota señala también
que en los preparativos
para el atentado "fueron ayudados por los grupos radicales
israelíes que
asesinaron a Isaac Rabin. La AP dice que el gobierno israelí
tiene la
información exacta sobre la identidad de los autores. El
Gobierno palestino
acusa a Israel de ocultar esa información y "otros
detalles sobre quienes
han dirigido, perpetrado y ayudado" en el atentado del pasado
jueves".
En el mes de enero de 1998 tomo contacto con la Oficina de Representación
Diplomática de la Autoridad Palestina en París.
Le planteo la cuestión a mis
amigos allí. Necesito mantener una conversación
con algún responsable
oficial de la Inteligencia palestina sobre esos atentados de Jerusalén,
para
ubicarlos, si ello fuese lógicamente posible, dentro del
"tiempo-espacio" de
los atentados de Buenos Aires. La respuesta a mi pedido fue positiva,
pero
el contacto recién se pudo establecer hacia mediados de
junio, en la misma
capital francesa, cuando la edición española de
este libro ya había sido
impresa.
El oficial de Inteligencia Palestino me dio a leer algunos documentos
oficiales de su organismo, pero antes me había advertido:
-Puedes leerlos, pero no copiarlos. No podemos permitirnos el
lujo de
hacerlos públicos en un momento políticamente tan
frágil para nosotros.
-¿Puedo hacer referencia a esta reunión?
- Sí, porque no sabes ni mi verdadero nombre ni mi verdadero
cargo. Por lo
tanto es tu responsabilidad la que está en juego y no la
nuestra.
Estuve leyendo toda la tarde, en una modesta habitación
de hotel, documentos
de la inteligencia palestina redactados en idioma inglés.
Recuerdo con
absoluta claridad que todos ellos, desde distintos ángulos,
hacían
referencia y demostraban con hechos la responsabilidad directa
del Shin Beth
en ambos atentados de Jerusalén. Para la Autoridad Palestina
no había dudas:
sólo que aún no podían hacer público
una acusación por una cuestión de
oportunidad política.
Por lo tanto lo que yo quería que fuese una investigación
se vio finalmente
reducido a una historia muy corta, la que acabo de relatar. Su
resultado
coincidía absolutamente con el punto de partida, con las
coordenadas
iniciales que dio Lino Ventosinos en su artículo. Tuve
entonces un nuevo
cierre para mi "espacio-tiempo" de los atentados de
Buenos Aires.
No iba a ser el último. El mismo día en que se realiza
la reunión de
compromiso exigida por el Departamento de Estado de los EUA entre
israelíes
y palestinos, el 19 de julio de 1998, la seguridad israelí
"frustra" otro
"atentado" en Jerusalén. La ANP señaló
rápidamente a los fundamentalistas
judíos como responsables de ese "atentado" no
consumado.
Del "holocausto" argentino a "Nuremberg
II"
Desde el inicio de la "Operación de guerra psicológica
pos-atentados" (tema
que se desarrolla en el Capítulo 3 del libro) existió
un claro paralelismo
entre el intento por inculpar al "terrorismo islámico"
y la idea de instalar
en la opinión pública occidental la infundada convicción
de que la dictadura
militar argentina (1976-1983) había practicado un "holocausto"
a escala
"sudaca" (este tema se trata en el Capítulo 2
del libro: Del "holocausto"
argentino al "terrorismo islámico").
Ambas imágenes, la del terrorismo islámico y la
del "holocausto" sudaca no
podían sino ir en paralelo, aunque en progresiva convergencia,
ya que lo que
el judaísmo internacional (organizaciones judías
internacionales) trataba de
probar era y es la existencia de una "conexión"
entre ambas situaciones. Los
atentados de Buenos Aires se habrían producido porque hubo
una conexión
entre el "terrorismo islámico" (Irán)
y los "nazis" indígenas, todos ellos
residuos de una dictadura militar autora de un (relativamente
modesto)
"holocausto".
Se ha insistido mucho y desde todos los ángulos en esa
falsa y estúpida
"conexión". Recientemente un rabino de Nueva
York, la capital judía del
hemisferio occidental, volvió a recordar la "continuidad
existente entre lo
que ocurrió durante el gobierno militar" y los atentados
"antijudíos" de
Buenos Aires (3).
Lograr fijar esa "conexión" en la "conciencia
occidental" es, entonces, una
cuestión absolutamente vital en el proceso de guerra psicológica
orientada a
travestizar los atentados de Buenos Aires. Para ello se recurre
a un
elemento altamente simbólico: al llamado juicio "Nuremberg
II". Porque la
única posibilidad de llevar hasta sus últimas consecuencias
la tesis de la
conexión islámico-nazi sería "demostrando"
que en la Argentina de los años
60/70 había habido no una guerra originariamente declarada
por las
organizaciones guerrilleras irregulares, sino una vulgar matanza
de "justos
e inocentes" practicada despiadadamente (sin causa justificada,
en
apariencia; por puro sadismo, tal vez) por los militares establecidos,
a los
que apoyó, sin duda, el grueso de la sociedad argentina,
incluidas las
organizaciones judías locales (e internacionales).
En este punto fue el propio Fidel Castro quien, inesperadamente,
se encargó
de poner los puntos sobre las íes. En un discurso de increíble
cinismo, y en
pleno proceso de maquillaje político, dijo lo que ya muchos
sabíamos: que
Cuba, contra la opinión soviética, había
exportado la revolución a toda
América, exceptuando México ¿Es que México
era el santuario de la justicia
social? Nada de eso: México era el único Estado
hispanoamericano que
mantenía buenas relaciones con Cuba. "En el único
lugar donde no intentamos
promover la revolución fue en México. En el resto,
sin excepción, lo
intentamos". Yo ruego al lector que lea con atención,
en el Capítulo 2 de
este libro, las páginas que dedico a intentar definir la
naturaleza de la
"guerra sucia" en la Argentina. Y que luego las compare
con el discurso de
Fidel Castro, algunos de cuyos párrafos reproduce Clarín
Digital, el 4 de
julio de 1998.
La guerrilla - hablemos sólo de la Argentina- fue
- antes que nada -, y
según Fidel Castro, una decisión política
y estratégica cooptada en La
Habana. Eso lo sabíamos y lo asumíamos en toda su
dramaticidad todos
aquellos que viajábamos a la capital de la Isla. Durante
muchos años hubo un
pacto de silencio para no hablar del tema, para no perjudicar
a la
"revolución". Recién en 1996 yo publico
en mi investigación Subversión,
contrasubversión y disolución del poder (Buenos
Aires, CEAM) las reflexiones
que reproduzco en el presente libro (Capítulo 2, pgs. 114-125).
El análisis de esta "confesión" del "líder
máximo" es muy sencillo.
La guerrilla - siempre en la Argentina -, "mentalizada"
y "logistizada" por
el Departamento de América del Comité Central del
Partido Comunista de Cuba
(comandante Piñeiro) declara la guerra al "sistema".
Para ello emplea
métodos terroristas (Ver: Norberto Ceresole: Nación
y Revolución. Argentina:
los años setenta, Puntosur, Buenos Aires 1988). Las agresiones
terroristas
de la guerrilla están orientadas principalmente hacia el
ejército y las
fuerzas armadas en general: "el brazo armado de la burguesía".
Las
estructuras militares reaccionan, se defienden y "se exceden".
El
Terrorismo de Estado es tan evidente como el terrorismo teledirigido
desde
La Habana. Unos defendíamos a un modelo socialista decadente
y ya moribundo;
otros defendieron a un sistema capitalista explotador y arrogante,
que en la
actualidad está provocando la ruina de la Nación
Argentina. Perdimos todos.
No hubo ni "buenos" ni "malos". Por lo demás,
la insularidad de la
revolución cubana no tenía otra alternativa estratégica
que la exportación
de conflictos de baja intensidad. No era - para La Habana- sólo
un problema
ideológico sino, repetimos, estratégico. Era la
única posibilidad para
romper con el aislamiento a que había sido sometida la
revolución. Durante
años México y la España franquista fueron
los dos únicos accesos
occidentales a la Isla. Exportar la revolución era, para
Cuba una cuestión
de supervivencia. Es todo muy simple desde la perspectiva del
tiempo.
A partir de estas declaraciones de Fidel Castro nadie debe llamarse
a
engaño. La operación montada por las organizaciones
judías destinada a
demostrar el "holocausto" argentino ya no tienen ningún
fundamento. Las
operaciones guerrilla-contraguerrilla en la Argentina no fueron
una lucha
entre "justos e inocentes bien intencionados" contra
"perversos nazis
nativos" (extraños "nazis" que disponían
de asesores y armamentos israelíes:
¡todos juntos contra el comunismo!). Por ello las organizaciones
de los
"derechos humanos" argentinas son hoy cómplices
de una conspiración judía
contra la Nación Argentina.
Esas organizaciones judías internacionales logran - con
la complicidad de
los que defienden, veinte años más tarde, los "derechos
humanos" en la
Argentina - instalar en Alemania un juicio a los "militares
argentinos"
llamado "Nuremberg II" [Como es el caso de muchos españoles
"ilustres": se
dieron cuenta de una situación apenas dos décadas
más tarde. En aquellos
momentos nadie en España se hizo cargo de la situación.
Y menos aún el PSOE
gobernante. Quien parece que aprendió algo sobre "guerra
sucia"]. El
simbolismo judío es algo fascinante. Logra fijar en la
"conciencia
occidental" hechos absolutamente distintos y distantes, en
base al capital
acumulado a partir del Mito del Holocausto.
La operación en Alemania (y en toda Europa) es conducida
por el Consejo
Ecuménico de las Iglesias (origen, también, de la
"guerrilla" chiapeña en
México, único país al que Cuba no le había
"declarado la guerra" en décadas
anteriores (Fidel dixit), fundado en Amsterdam inmediatamente
después de la
"Liberación" europea, el 27 de agosto de 1948.
Durante años estuvo dirigido
por el pastor protestante y masónico Carson Blake, y fue
fuertemente
apoyada, desde su creación, por el cardenal católico
Cushing, de Boston,
íntimo amigo de la familia Kennedy.
Ahora es precisamente "Prensa Ecuménica" quien
señala que la "
investigación alemana (sobre los "nazis criollos"
de la Argentina) posee un
valor especial, porque desde los juicios contra los criminales
de guerra
nazis, hace más de 50 años, Nuremberg tiene un significado
simbólico en
cuanto a la aclaración y sanción de crímenes
políticos cometidos durante la
dictadura nazi". Muchos pretenden ver en "Nuremberg
II" un paso importante
en la instalación de la llamada Corte Criminal Internacional
(CCI), ese
proyecto globalista que le daría un golpe de muerte a las
soberanías
nacionales en el mundo entero. Sin embargo ni Estados Unidos ni
Israel
apoyan el proyecto. "Sólo podemos expresar nuestra
indignación por ver cómo
se incluyó la colonización (judía de Palestina)
en el mismo nivel que los
crímenes de guerra más odiosos", declaró
el portavoz del ministerio de
asuntos exteriores judío el 19 de julio de 1998. Para la
política
nacionalista del Estado judío - quien durante un tiempo,
y sobre esta
cuestión, se manejará con independencia del conjunto
de las organizaciones
judías internacionales que sustentan a ese mismo Estado
en Occidente - la
aceptación de que la colonización judía de
Palestina es un crimen
equiparable al Auschwitz que ellos sacralizaron, " no refleja
la realidad
jurídica internacional y constituye un nuevo intento de
los países árabes y
de sus asociados para transformar esa Corte Criminal Internacional
en una
herramienta política destinada a condenar a Israel".
El problema de las organizaciones judías residentes en
la Argentina - que no
son más que un apéndice de las organizaciones judías
internacionales, dada
la "universalidad del judaísmo" [La "universalidad
del judaísmo" fue lo que
sustentó durante más de un siglo la "solidaridad
internacional del
proletariado" y, luego, la "universalidad del comunismo"
soviético. En ambos
casos funcionó con exactitud milimétrica el principio
de la "doble lealtad"]
- es que no podrán sostener su "famosa" conexión
por mucho tiempo, ya que
ella, simplemente, además de nunca haber existido, es una
construcción
contra natura (personalmente conocí - en todo el mundo
- a (neo)nazis
protestantes [calvinistas y luteranos], católicos [y judíos],
a árabes
laico-nacionalistas, pero nunca a un nazi o neonazi musulmán;
ni puedo
imaginar siquiera a un nazi chiíta, dada la naturaleza
del Islam y la
estructura esencialmente progresista (en la estricta definición
occidental
de ese concepto) del pensamiento del Ayatolá Jomeini) (Ver:
Apéndice 4,
Chiísmo y catolicismo, nota sobre las Obras del Ayatollah
Jomeini).
Por el contrario, la realización de atentados terroristas
es un hecho
habitual en la historia del Estado de Israel, y una práctica
cotidiana de
las organizaciones judías en el mundo. En ambos casos esas
acciones se
realizan bajo dos modalidades distintas: el sabotaje y la intimidación.
Normalmente el Estado de Israel practica el sabotaje, es decir,
acciones
terroristas disfrazadas que tienen por objeto acusar a un tercero
¡Al mejor
estilo de Buenos Aires! En el Diario de Moshe Sharett que cito
extensamente
en el libro se puede encontrar el origen de esta metodología
que nace a poco
de ser fundado el Estado de Israel. Decenas de atentados en los
últimos años
fueron atribuidos a terceros: en Egipto (Luxor), en Argelia (GIA),
en el
cementerio judío de París, etc., etc.
Inversamente, las organizaciones judías dislocadas en Occidente
practican el
terrorismo bajo la forma de intimidación. Para no hablar
de mis experiencias
personales en ese sentido, podemos ver lo que sucede en la mismísima
París
(Robert Faurisson: Milicias judías: más de quince
años de terrorismo en
Francia, en Archive Faurisson, www.abbc.com/aaargh/fran/archFaur/)
y en
otros muchos lugares del mundo.
La Argentina, agredida y ocupada por las organizaciones judías
que
sustentan, y son sustentadas, por el Estado de Israel.
Bajo la protección del Jewish Community Relations Council
of New York
(JCRC), entre el 20 y 21 de julio de 1998 se dijeron las mayores
atrocidades
contra el honor de la Nación Argentina, usando como vehículo
feroces
críticas contra el actual gobierno (al fin de cuentas,
elegido por decisión
democrática y mayoritaria del pueblo argentino). No viene
al caso
reproducirlas textualmente. Ello ya ha sido hecho, con toda amplitud,
por
Clarín, La Nación y, sobre todo Página 12,
todos ellos diarios de Buenos
Aires, en sus ediciones correspondientes a las fechas antes citadas.
Sólo un
ejemplo. Una tal señora Harriet Mandel, interrogada por
Página 12 sobre si
aún confiaba en la justicia argentina dijo: "¿Quién
sabe? Cosas
extraordinarias pasan todos los días. El hombre pisó
la luna, por ejemplo.
Aunque tal vez sea más fácil que el hombre aterrice
en la luna que se haga
justicia en la Argentina, -suspiró".
El presidente argentino, Carlos Menem, se encuentra en la peor
de las
posiciones imaginables: enemistado con Irán y viviseccionado
por los judíos.
En el poco tiempo que, en apariencia, le queda, sólo tiene
dos caminos.
Ambos tendrán enormes costos que tendrá que afrontar
según sea la opción que
elija. Iniciar un proceso de acercamiento con Irán, con
el mundo musulmán y
árabe en general; o extraviarse definitivamente por el
camino de la mentira,
formalizando la ruptura con ese mundo y aceptando, hasta el último
tornillo,
las "recomendaciones" de las Organizaciones Judías.
Con el agravante de que
la comunidad argentina rechaza esta última opción.
Ella parece estar
adquiriendo, por fin, conciencia de sí.
La primera opción es, aún, posible. Su costo será
altísimo: soportar la ira
de esas Organizaciones. Pero en primer lugar está la conciencia
popular
argentina. Luego, ese es un camino que ya están recorriendo
la Unión Europea
y la propia administración Demócrata en los EUA.
Ellos serían los
"parachoques" del presidente. La otra opción
tiene un costo aún más alto: no
tiene retorno. Las organizaciones judías nunca aceptarán
al "sirio" Carlos
Menem. Hace mucho tiempo que han decretado su "desaparición".
La caída del menemismo significará, en principio,
un avance avasallador de
la ofensiva del lobby judío. No porque el menemismo se
hubiese opuesto a
ella, sino porque sus eventuales reemplazante han manifestado
reiteradamente
su voluntad de plegarse aún más íntimamente
a la voluntad judía. Muchos de
los "presidenciables" argentinos, como el señor
De la Rúa, descendiente de
marranos portugueses, son orgánicos de la judería.
Toda la "oposición
democrática" al menemismo está plagada de esos
políticos "orgánicos".
El motivo por el cual las investigaciones judiciales sobre los
atentados de
Buenos Aires se encuentran en un callejón sin salida -
y allí seguirán hasta
que estalle una crisis múltiple en el Oriente Medio, único
camino para
"liberar" información - es muy simple: por razones
claramente políticas se
optó desde un principio por la hipótesis de trabajo
más inverosímil. Desde
un primer momento se buscó no a los autores de los atentados
sino a los
enemigos del Estado judío, que siempre fueron dos cosas
muy distintas. Esa
búsqueda sólo pretendió demostrar algo que
necesitaba, desde el punto de
visto estratégico, el Estado de Israel y el sistema de
organizaciones judías
que lo sustentan en el mundo occidental. Ante la burla internacional
pública
que el Estado de Israel hace del "Acuerdo de Paz", ese
Estado y esas
organizaciones judías necesitaban perentoriamente un nuevo
conflicto, un
conflicto intercivilizaciones, un choque entre el Occidente
"judeo-cristiano" y el mundo islámico. Ese gran
nuevo conflicto absorbería
el anterior (el del Medio Oriente, propiamente dicho).
El segundo de los atentados (AMIA, 1994) estuvo también
diseñado para
contribuir al "choque de civilizaciones". Sólo
en ese aspecto habría que
separarlo del primero (Embajada de Israel, 1992). La implosión
de la
Embajada de Israel fue, sin la menor duda, un puro ajuste de cuentas
entre
facciones opuestas dentro del servicio de contraespionaje israelí;
una
fractura antagónica entre dos concepciones irreconciliables
en torno a cómo
administrar el "Plan de Paz" que comenzaba a rodar en
esos tiempos.
Recordemos que esa bomba implosiona en momentos en que estaba
reunida en la
Embajada de Israel en Buenos Aires la plana mayor del Shin Beth.
Naturalmente esa reunión había sido planificada
- en Tel Aviv - con
prolongada anticipación. El grupo se encontraba analizando
cuestiones de
seguridad relativas a instalaciones israelíes en toda el
área iberoamericana
(lamentablemente, esas personas habían salido a almorzar
fuera del edificio
en el preciso instante de la deflagración, que produjo
muchas víctimas
inocentes).
La hipótesis más razonable, la más cercana
al sentido común y la emergente
de un análisis lógico (por qué no decirlo:
científico) de todos los factores
confluyentes en esos atentados, hubiese indicado la necesidad
de partir del
contexto internacional dentro del cual ellos se producen. En un
país como la
Argentina, en el cual nunca se habían registrado ese tipo
de operaciones
contra ningún grupo étnico de todos los que integraban
su modelo
demográfico, el traslado de la hipótesis del interior
("conexión local") al
exterior (crisis interna en la sociedad israelí) hubiese
sido un acto, como
mínimo, sensato. En todo caso una hipótesis alternativa
que ningún
científico social podría descartar a priori.
La hipótesis de la "conexión local" -
que en definitiva gira en torno a la
supuesta existencia de un coche-bomba (el "arma del crimen")
- debió haber
sido rechazada, asimismo, para el caso del segundo de los atentados,
ya que
la superficie en la que se había producido la explosión
quedó, durante
muchos días, de forma exclusiva, en poder de una brigada
de la seguridad
israelí y, por lo tanto, se convirtió en un terreno
excluido para cualquier
investigador argentino. Las supuestas pruebas encontradas por
los israelíes
en ese territorio ocupado, y que señalan la existencia
de un fantasmal
"coche-bomba", bien pudieron ser "plantadas"
por ellos mismos. Esta es una
posibilidad razonable que nadie debería excluir "en
principio". Pero a falta
de otras pruebas se convierte en una sombra que, como mínimo,
oscurece
cualquier conclusión basada exclusivamente - como es el
caso - en tales
"pruebas".
Pero la hipótesis relativa a la necesidad de trabajar a
partir de una
determinada situación internacional localizada en un punto
del planeta muy
alejado de la Argentina, estuvo excluida desde un comienzo, por
los motivos
ya señalados, referidos a las necesidades estratégicas
del Estado judío.
Además hubo un factor agravante: existía una necesidad
específica de las
organizaciones judías operativas en la Argentina de agraviar
a la comunidad
argentina. De quitarle legitimidad y valores a todo lo argentino.
De anular
la argentinidad. De manifestar, en definitiva, de una manera súbita
y, de
ser posible, mortal, el antiargentinismo genético del judaísmo
en la
Argentina.
Esta férrea determinación del lobby judío
residente en la Argentina no es
algo nuevo. Existe desde sus mismos comienzos organizativos hacia
mediados
de los años 40. Pero ahora se manifiesta con particular
intensidad. En esta
coyuntura su objetivo específico no es tanto la "culpabilidad
iraní", sino
la destrucción de la "conexión local de los
atentados" (rabino Rolando
Matalón, en Nueva York, el 20 de julio de 1998). Se insiste
en que el
gobierno menemista es "cobarde", porque "la protege".
Ese gobierno -
recordemos, legítimo - es presentado como el Ersatz (la
"sustitución") de
esa "conexión local": "Denuncio al gobierno
argentino por absolverse a sí
mismo de investigar a todos los que están involucrados
en este crimen
Denuncio al presidente de la Argentina, al señor Menem,
que continúa con la
larga tradición de enterrar la historia" (Rolando
Matalón). He aquí otra vez
al peronismo (del que el señor Menem se ha desvinculado
hace una década)
como el "lado malo de la Argentina": como la proyección
sudamericana del
nazismo. Y si el nazismo es el "mal absoluto" sólo
quedan en pie los judíos,
el núcleo de hierro del "lado bueno de la Argentina
y del mundo". En última
instancia se trata de vaciar a la Argentina.
Es necesario enfrentar esta falsa disyuntiva que presenta el judaísmo
entre
el lado "malo" y el lado "bueno" del mundo.
Hasta ahora los intelectuales de
todos los movimientos nacionalistas y populares en todo el "tercer
mundo" -
y no sólo en la Argentina - se limitaban a proclamar su
"inocencia"
rasgándose las vestiduras y exclamando, casi siempre con
una fuerte dosis de
patetismo: "Nosotros no somos nazis". En todos los casos
fue una actitud
estúpida, pero sobre todo inútil. Todos creíamos
- en aquellos tiempos - que
la Unión Soviética era el "lado bueno"
del mundo. Sin embargo la acusación
de los "buenos-buenos" volvía una y otra vez.
En este libro propongo la
actitud contraria. Si nosotros y nuestros movimientos hemos luchado
sinceramente toda nuestra vida por la dignidad de nuestros pueblos;
si en
esa lucha cayeron miles de compañeros honestos, inteligentes
y valerosos,
pero que no tuvieron tiempo material para analizar los fundamentos
de la
estrategia por la cual dieron su vida; si nosotros mismos somos
igual que
ellos sólo que, por casualidad tal vez, aún estamos
vivos y con una
capacidad de análisis muy sensibilizada tanto por los conocimientos
cuanto
por la experiencia vivida; si todo eso es cierto porque es nuestra
vida-vivida (y no lo que hoy se les cuenta a los adolescentes
sobre lo que
"fue nuestra vida"); y aún se nos acusa de "nazis",
lo que corresponde es
llegar hasta las últimas consecuencias en la investigación
sobre la
naturaleza del nacional socialismo y sobre el papel jugado por
Alemania
antes y durante la llamada "segunda guerra mundial".
Lo contrario sería
aceptar la peor de las humillaciones, la más condenable
de las deserciones,
la cobardía más infame: aceptar que nuestra vida
no fue lo que fue nuestra
vida. En mi caso el inicio de esa investigación está
condensada en el
Epílogo de este libro. Yo fui el primer sorprendido: ni
el "lado bueno" ni
el "lado malo" del mundo están donde los judíos
dicen que están.
De haber tenido éxito esta operación de vaciamiento,
en una época de
"globalidad", es decir, en un tiempo histórico
signado por la anulación de
los valores singulares en general (en beneficio de la "universalidad"
judía), la Argentina hubiese quedado completamente inerte.
Hubiese sido
convertida en "tierra de nadie" como ya, en parte, lo
es, por una
acumulación de factores entre los cuales la cuestión
judía es sólo uno de
ellos.
Sin embargo podemos visionar el fracaso del complot. Sólo
una mínima parte
de la comunidad judía en la Argentina concurrió
a los distintos actos
organizados por distintas organizaciones judías (que mantienen
un conflicto
entre sí similar al que actualmente fractura a la propia
sociedad israelí)
en recordación del cuarto aniversario del atentado a la
AMIA. Al mayor de
esos actos sólo concurrió (aproximadamente) 0,5
de cada 100 judíos
residentes en el país, la inmensa mayoría de ellos
co-propietarios de la
ciudad "autónoma" de Buenos Aires. Y, por supuesto,
ningún no-judío estuvo
allí presente excepto, naturalmente, algunos políticos
"democráticos" -
orgánicos a la judería - y miembros de organizaciones
de "derechos humanos",
que son parte del complot, desde el primer día, ya que
su trabajo, desde
hace mucho tiempo, se planifica y se financia desde la Jerusalén
ocupada. Es
por ello que para las organizaciones de "derechos humanos"
argentinas los
derechos humanos palestinos - y, árabes y/o musulmanes,
en general -
simplemente no existen. Es por eso que nunca se los menciona.
La "sociedad" argentina no participa en los ritos judíos.
Los considera -
con toda razón, ritos extranjeros. Los rechaza. Tal vez
esa "sociedad" esté
en vías de transformarse en "comunidad". Es decir
en un agrupamiento humano
que evoluciona de un "contrato" - que se hereda de la
"revolución de mayo",
que no fue más que un subproducto de la "revolución
francesa" - a un
"destino común", con conciencia de su pasado
y de su futuro. A juzgar por su
actitud hacia las acusaciones y las intromisiones judías,
la comunidad
argentina es ya una entidad histórica con capacidad para
distinguir un
"nosotros" de un "ellos": evoluciona, por
primera vez, hacia un saber vivir
a partir de separar a sus extranjeros-enemigos.
El conflicto interior ya está planteado y es irresoluble,
excepto por la
derrota o expulsión de una de las partes. Han sido tan
terribles y tan
inmerecidos los agravios sufridos por la comunidad argentina por
parte de
las organizaciones judías ("nacionales" e internacionales)
- y de muchos
judíos en particular - que la cohabitación entre
ambas (comunidad nacional y
"organizaciones" internacionales) es impensable de cara
al futuro. Alguien
se tendrá que ir - algún día - del territorio
aún hoy llamado Argentina. Y
esos serán sus extranjeros genéticos (Ver Anexos
3 y 4).
Madrid, 22 de agosto de 1998.
__________________________________________________________________
En los Estados Unidos de Norteamérica el fenómeno
socio/cultural
contemporáneo más importante es la emergencia de
distintas modalidades de un
fundamentalismo de raíz evangélico/calvinista. La
plena vigencia de esta
realidad tiene múltiples manifestaciones, aunque en esencia
todas ellas
buscan como objetivo central restaurar el poder de los Estados
Unidos en el
mundo. Esta es la clave para entender el significado de la alianza
entre el
fundamentalismo evangélico norteamericano y el fundamentalismo
judío
israelí, más allá de su clara convergencia
teológica. Los primeros buscan
re-encontrar una perdida voluntad de poder. Para ello proponen
un retorno a
los fundamentos religiosos "americanos". Los fundamentalistas
judíos, en
cambio, buscan controlar para sí la enorme capacidad norteamericana,
dotándola de una nueva voluntad.
En el plano político/económico resultan obvias las
relaciones entre
fundamentalismo evangélico/calvinista y aislacionismo estratégico,
porque la
alternativa terrorista dentro de los Estados Unidos (Oklahoma),
producida en
función de factores absolutamente endógenos, es
una situación en su
totalidad indesligable del crecimiento político del ala
más extrema del
"republicanismo" norteamericano. La eclosión
de un terrorismo endógeno de
raíz fundamentalista en la tradición del evangelismo
calvinista no pudo
haberse manifestado - bajo ninguna circunstancia - antes de que
se lograra
esa hegemonía (no tanto política cuanto cultural)
"conservadora", que es una
expresión profunda de la sociedad norteamericana.
"Sólo los Estados Unidos pueden dirigir al mundo.
Estados Unidos sigue
siendo la única civilización global y universal
en la historia de la
humanidad. En menos de 300 años nuestro sistema de democracia
representativa, libertades individuales, libertades personales
y empresa
libre ha puesto los cimientos del mayor boom económico
de la historia.
Nuestro sistema de valores es imitado en el mundo entero. Nuestra
tecnología
ha revolucionado la forma de vida de la humanidad y ha sido la
principal
fuerza impulsora de la globalización ... La revolución
política y cultural
que está ahora en proceso en Estados Unidos - marcada por
la llegada de un
nuevo Congreso republicano a Washington - está encaminada,
por encima de
todo, a acabar con la decadencia de nuestro sistema mediante la
renovación
del compromiso con los valores y principios que han hecho que
la
civilización norteamericana sea única en el mundo".
Senador Newt Gingrich,
Los Estados Unidos y los desafíos de nuestro tiempo.
Son muy pocos los analistas del sistema político norteamericano
que
relacionan el retorno masivo del "conservadurismo republicano"
a los más
importantes resortes de poder de ese país, con el largo
y profundo proceso
de transformaciones culturales y religiosas que vienen experimentando
las
bases blancas anglo-protestantes de la sociedad norteamericana
en, por lo
menos, las últimas dos décadas, y a ambas situaciones
con el inicio de un
conflicto civil (racial, económico, social y teológico)
de grandes
proporciones.
La clave de la nueva situación que se avecina puede ser
graficada a partir
de la imagen del iceberg: las escaramuzas que vemos en la superficie
de la
política norteamericana no son más que reflejos,
efectos casi secundarios de
"...un movimiento de fondo que ha llevado a ciertas capas
de la sociedad
estadounidense a formular en categorías evangélicas
o fundamentalistas el
rechazo a los 'valores seculares', que consideran dominantes y
nefastos, y
el anhelo de un cambio profundo de la ética social"
(Gilles Kepel, La
revancha de Dios).
A diferencia de lo ocurrido en la "era Reagan" (que,
vista a la distancia,
puede ser definida como una simple alteración de la política
económica) lo
que hoy se propone la nueva dirigencia evangélico/republicana
es refundar lo
que ellos llaman la civilización (norte)americana. El programa
que contiene
los objetivos políticos inmediatos del partido Republicano
está contenido en
un texto sugestivamente titulado Contrato con América.
Tal "Contrato" se
basa fundamentalmente en:
* La reducción al máximo del aparato del Estado;
* la supresión de casi todos los programas sociales;
* la rebaja de los impuestos a los sectores superiores de la pirámide
social;
* el endurecimiento de la acción contra la delincuencia;
* el impulso decisivo a los valores religiosos tradicionales (oración
obligatoria en las escuelas);
* la restricción casi absoluta de todo tipo de "ayuda
exterior";
* El endurecimiento de la política hacia Rusia y el aceleramiento
de la
entrada en una OTAN norteamericanizada de los países de
la Europa Central;
* La redefinición del rol de los Estados Unidos en la ONU
(los eventuales
"cascos azules" norteamericanos no actuarán nunca
bajo la conducción de
ningún general extranjero), etc.
Se trata sólo de medidas de corto plazo muchas de
las cuales ya han sido
adoptadas por el Partido Demócrata- ya que los principales
dirigentes
políticos y religiosos que avalan el Contrato previeron
un tiempo mayor, que
ya está llegando a su fin, para derrotar a las "élites
progresistas, esa
pequeña facción de liberales contraculturales que
están aterrorizados ante
esta gran oportunidad de renovar la civilización americana"
(Gingrich se
refiere sin duda alguna a la Administración Clinton, impulsora
del
"multiculturalismo").
La búsqueda de la nueva identidad norteamericana pasa hoy
por un retorno
decidido al individualismo y al calvinismo radical, con raíces
en el valor
del colono, en la confianza en el poder del individuo, en la fe
sobre un
sueño de éxito en una tierra de promisión.
Esta última interpretación, que
es genéricamente correcta, no logra sin embargo abarcar
la diferenciada
intensidad del nuevo movimiento que se avecina, luego de la caída
de
Clinton.
El nuevo conservadurismo norteamericano no es más que la
expresión política
superficial de un movimiento religioso y cultural profundo orientado
a
enterrar la "mentalidad liberal" y el "humanismo
secular". Por debajo de los
movimientos políticos están los movimientos religiosos
y culturales que, por
primera vez, son los que impulsan a los primeros. Por eso son
tan
importantes algunas cuestiones como la del rezo en las escuelas.
A partir de
allí los movimientos evangelizadores de base esperan lograr
una nueva
articulación entre la familia y la sociedad civil, impugnando
la política
educativa "sin Dios" que impulsa el Estado secular liberal.
Los activistas más destacados del movimiento tras la fachada
política son
los evangélicos, que han realizado en las últimas
décadas una práctica
social y educativa de gran significación en la sociedad
norteamericana.
Hacia los finales de los años 60 "...esa práctica
se ejercía en diferentes
niveles, de la parroquia a la constitución de redes nacionales
que se valen
de los grandes medios -primero la radio y la prensa, luego la
televisión-
para difundir un mensaje de resocialización, de reconstitución
de
comunidades creyentes que, más tarde, de mediados de los
70 en adelante,
apuntará a la transformación política de
América por medio de la
recristianización". (Gilles Kepel, op.cit).
Las profundas modificaciones que se están introduciendo
en la composición
étnica de la población del espacio norteamericano
de la civilización
occidental es un factor que afecta decididamente al decline de
esa
civilización -entendiéndola a partir de su proyecto
fundacional. Entre 1980
y 2050 la población blanca descenderá del 80 al
52,8%: es decir se
convertirá sólo en la "primera minoría"
racial.
Estamos en presencia de un gran cisma espiritual que fue señalado
por
Toynbee como causa básica de la crisis de las civilizaciones
: "...es el
signo inequívoco de una ruptura espiritual que hiere las
almas de los
individuos pertenecientes a una sociedad en proceso de desintegración.
En
las expresiones sociales de esa desintegración, subyacen
las crisis
personales de conducta, creencia y vida, que son la verdadera
esencia y
origen de las manifestaciones visibles del colapso social"
(Toynbee, El
Estudio de la Historia).
No es en absoluto una casualidad que el terrorismo en los Estados
Unidos de
Norteamérica, ya definido como endógeno, fundamentalista,
conservador y
aislacionista, que se manifiesta en contra de las grandes megalópolis
"internacionalizadas" (en verdad, multirraciales, con
altos crecimientos en
la tasa demográfica) de ese mismo país, eclosione
en los espacios
tradicionales de la "América profunda". La estructura
ideológica del
terrorismo fundamentalista norteamericano responde con absoluta
exactitud al
modelo que expone David Rapoport (en: Terrorismo sagrado): "La
tarea
fundamental es deshacerse del enemigo interno porque, sin apóstatas,
los
enemigos externos son impotentes".
En este caso el Enemigo Interno Nº1 es un Estado Federal
"globalizado". Ese
Estado Federal -cosmopolita y multirracial (o poliétnico
y multicultural)-,
dada la evolución actual de su base económica/productiva
no tiene otra
alternativa que erradicar "los elementos fundacionales de
los Estados
Unidos" en función de la globalización internacionalista.
Allí aparecen los
"guerreros de la tradición", quienes representan
"el período fundacional"
(de la nación norteamericana) en el cual Dios (en su versión
original
calvinista y, luego, evangélica) estaba en contacto directo
con la comunidad
de los colonos/peregrinos. Nótese el paralelismo con el
pensamiento de los
colonos judíos fundamentalistas, que proviene de dos lecturas
similares del
Antiguo Testamento.
Esa internacionalización es la vía que llevará
al Planeta, de una guerra
civil occidental, a una guerra global intercivilizaciones. El
funcionamiento
del sistema internacional de las últimas décadas
y sus proyecciones más
probables pueden ser periodizados de acuerdo a la siguiente secuencia:
Guerra fría, período de incertidumbre, paz fría
(situación actual), guerra
civil mundial o guerra global intercivilizaciones.
Antes hemos utilizado ex-profeso la palabra "tradición",
porque la misma
tiene un correlato causal con la estructura económico/productiva
- asimismo
"tradicional" en la doble dimensión agro e industrial
- de la cual emergen
estos grupos paramilitares, quienes se diferencian del terrorismo
secular
anterior porque sólo están legitimados por una determinada
interpretación
que hacen ellos mismos de su propio pasado, de su "período
fundacional". El
"viejo" terrorismo secular, en cambio "describe
y evalúa un conjunto de
tácticas diferentes, que funcionarán según
lo indiquen la historia y la
razón" (Rapoport, op.cit.).
Decadencia de la "civilización norteamericana":
embriaguez de victoria.
Exceso de ambición. Una sociedad idolizada.
Para explicar en términos culturales lo que hoy está
sucediendo en el
interior del Imperio transcribiremos un fragmento de un magno
tratado de
verdadera ciencia económica, que encierra una visión
estratégica universal y
atemporal: "Os quejáis de la agresión de enemigos
externos. Mas si el
enemigo externo cesara de hostigar, ¿serían realmente
capaces los romanos de
vivir en paz con los romanos? Si el peligro exterior de invasión
por parte
de bárbaros armados pudiera ser conjurado ¿no quedaríamos
expuestos a una
agresión civil, más feroz y pesada, en el frente
interior, en forma de
calumnias e injurias infligidas por los poderosos a sus más
débiles
conciudadanos? Os quejáis de las malas cosechas y de las
hambres, pero las
peores hambres no se deben a la sequía, sino a la rapacidad,
y la más
flagrante miseria nace del lucro excesivo y del aumento de precios
en el
mercado del trigo. Os quejáis de que las nubes no vierten
su lluvia en el
cielo, e ignoráis los graneros que dejan de verter su cereal
en la tierra.
Os quejáis del descenso de la producción y pasáis
por alto el fallo en la
distribución a quienes lo necesitan de lo que en la actualidad
se produce.
Denunciáis la plaga y la pestilencia, mientras que, en
realidad, el efecto
de tales calamidades es sacar a la luz o hacer comprender los
crímenes de
los seres humanos..." (San Cipriano, Ad Demetrianum, citado
por Toynbee, en
El Estudio de la Historia).
"Las civilizaciones han hallado la muerte no por causa del
asalto de un
agente externo e incontrolable, sino por sus propias manos (Toynbee,
op.cit.). En el siglo IV un obispo cristiano occidental llegó
a la misma
conclusión: "El enemigo se halla dentro de vosotros;
la causa de vuestro
error radica en vosotros. Os digo que se encierra sólo
en vosotros"
(Ambrosio, Hexameron I).
Toynbee expone un proceso universal que conduce al "colapso
de las
civilizaciones". Simplificándolo brutalmente, ese
"mecanismo" macrohistórico
funciona de la siguiente manera. En principio la catástrofe
se origina en la
"facultad de mimesis" y finaliza con la "amnesis
de la creatividad". Una
sociedad caracterizada por la producción de "máquinas"
(que son cada vez
menos "mecánicas") convierte a las relaciones
sociales en un "mecanismo", y
comienza a implementar respuestas "mecánicas"
a problemas nuevos. Queda
erradicada la iniciativa, es decir aquello que llevó a
esa sociedad a la
cúspide del poder. La sociedad se mimetiza con la máquina
que ella misma ha
construido. "El ritmo mecánico constituye el noventa
por ciento de un
organismo (socio/histórico), y está subordinado
al resto, a fin de que ese
otro diez por ciento de energía pueda concentrarse en la
evolución creadora.
Si dicho ritmo se extiende a la totalidad (socio/histórica)
ésta se degrada
hasta la monstruosidad de un autómata. La diferencia entre
un noventa por
ciento y un ciento por ciento de mecanización es toda la
diferencia en el
mundo. Y precisamente se trata de una diferencia entre una sociedad
en
crecimiento y una sociedad estancada... Una pérdida de
la autodecisión es el
criterio último del hundimiento, pues es la inversa del
criterio de
crecimiento" (Toynbee).
Cuando una civilización olvida que su rol es de creación
y no de destrucción
se genera un campo para que actúe "la envidia de los
dioses". Según
Herodoto: "No permite Dios que nadie se encumbre en su competencia".
Pero en
verdad se trata de una sociedad estancada que se destruye a sí
misma. A
partir del "olvido" de la creatividad, que se origina
en la "embriaguez de
la victoria" y en una "ambición excesiva"
comienza el proceso terminal,
consistente en la "idolización de un yo efímero":
"La idolatría puede
definirse como una adoración intelectual y moralmente ciega
de la parte en
lugar del todo, de la criatura en vez del Creador, del tiempo
y no de la
eternidad" (Toynbee). No sólo las sociedades modernas
idolizan a ciertas
instituciones y a ciertas metodologías de pensamiento (democracia/ciencia,
p.e.). "Un caso clásico en el que idolizar una institución
condujo a una
civilización entera al desastre, viene dado por el engreimiento
de la
cristiandad ortodoxa, que se consideraba como un espectro del
Imperio
Romano. Esta antigua institución cumplió su función
histórica y completó su
ciclo natural de vida antes de que la sociedad cristiana ortodoxa
llevara a
cabo su fatal intento de resucitarla" (Toynbee).
El punto final, en el que se encuentra actualmente la "civilización
norteamericana", es la idolización de una tecnología
y de una técnica
militar efímera. "Antes del día fatal en que
desafía a los ejércitos de
Israel, Goliat ha cosechado tan rotundas victorias con su maciza
lanza y su
impenetrable armadura, que ya no puede concebir ningún
otro armamento, y se
considera invencible" (Toynbee).
El primer Asesor de seguridad nacional del presidente norteamericano,
Anthony Lake, expresó -durante la última semana
de setiembre de 1993- el
primer esbozo público y explícito de la concepción
estratégica globalista.
Según Lake, esta concepción fue elaborada con el
objeto de sustituir la
estrategia de contención dominante durante la guerra fría.
"La estrategia
continuadora de la doctrina de contención debe ser de expansión
-expansión
de la comunidad libre de democracias de mercado del mundo"
(Escuela de
Estudios Internacionales Avanzados de la John Hopkins University).
Lake presentó los principales lineamientos dentro de los
cuales el gobierno
norteamericano escogerá sus opciones de política
internacional. "Para ser
exitosa una estrategia de expansión debe presentar distinciones
y establecer
prioridades". La nueva estrategia se desarrollará
principalmente sobre
cuatro prioridades.
La primera prioridad de la "estrategia de expansión",
"debe ser el
fortalecimiento de un núcleo conformado por las grandes
democracias de
mercado del mundo, así como los vínculos existentes
entre ellas,
revalorizando el sentido de sus intereses comunes". "El
estancamiento
económico y sus consecuencias políticas limitan
una capacidad de acción
decisiva de las grandes potencias democráticas en sus múltiples
desafíos
comunes, desde el GATT hasta Bosnia".
La segunda prioridad de la "estrategia de expansión"
es ayudar a la
democracia y a la economía de mercado a expandirse y sobrevivir
en lugares
como Rusia, Europa Oriental y otras regiones ex/comunistas, "donde
tenemos
las mayores preocupaciones de seguridad y donde podemos tomar
la mayor
ganancia. La meta es la transformación de países
que en otro momento fueron
amenazas, en socios económicos y diplomáticos".
Tercera prioridad: "Minimizar la capacidad de acción
de Estados de fuera del
círculo de la democracia y del mercado libre". Se
procurará "aislar a esos
Estados, en términos militares, diplomáticos, económicos
y tecnológicos".
Cuarta prioridad: "Intervenciones humanitarias". Debe
existir la decisión de
intervenir. Vivimos en una época en la cual existen menos
restricciones que
en la época de la bipolaridad para intervenir en países
extranjeros. Las
intervenciones se justifican en la resolución de problemas
de seguridad
nacional.
El dato fundamental, que caracteriza a la actual interacción
de EEUU con el
mundo, es la inexistencia de una voluntad acorde con los principios
antes
enunciados. Ello significa, en términos políticos,
más "reacción" que
"acción", más "control de crisis"
que "manejo de crisis"; ello sugiere, en
última instancia, ir detrás de los acontecimientos
y no delante de ellos.
La lógica del poder - esto es, la de una política
exterior global que
pretenda mantenerse en la cúspide de las decisiones mundiales
-,
inevitablemente implica detentar la vanguardia y no la retaguardia
en el
devenir de los hechos. Significa necesariamente "estar"
en el mundo. En ello
se debate hoy, como en su origen, la "república-imperial":
la tensión entre
aislacionismo y globalismo vuelve al centro de la escena.
Lo cierto es que hoy es impensable un liderazgo mundial sin una
activa,
clara y decidida participación, que asuma oportunidades
y riesgos. La
república-imperial, so pena de desmoronarse, no puede ya
replegarse. Pero la
tendencia al aislacionismo es muy fuerte, y el globalismo activo
- base de
toda política exterior de cualquier nación que pretenda
detentar el rango de
superpotencia - se encuentra hondamente fracturado.
El "destino manifiesto" de la nación estadounidense,
y su labor
"civilizatoria" - imposición de sus patrones
fundacionales -, se ven hoy
desorientados en la actual situación mundial. Las indecisiones,
la ausencia
de coherencia y de definición ante potenciales y actuales
problemas y
conflictos, se tornan día a día más graves.
Los acontecimientos
internacionales a los cuales se ha enfrentado EEUU, muestran no
sólo su
desconcierto y confusión, sino también la ausencia
de una política exterior
cabal y la falta de una elaboración estratégica
no convencional acorde a los
actuales tiempos, para dirimir acontecimientos y retomar el pretendido
liderazgo.
Desde el punto de vista de sus "capacidades", los EEUU
están en condiciones
de desarrollar una política exterior auténticamente
global, esto es, de
proyectar poder en busca del logro de ciertos patrones de equilibrio
que le
den gobernabilidad al sistema. Pero, desde el punto de vista de
sus
"voluntades" - y éste es el factor decisivo -,
los EEUU se encuentran
fuertemente inclinados hacia el "aislacionismo", por
varias y diferentes
cuestiones, lo cual impide el desarrollo de una política
exterior "activa",
convencida y convincente.
La sociedad norteamericana está polarizada (como lo estuvo
y lo está, en
otro nivel y circunstancia, la francesa [y gran parte de la europea]
en
torno a Maastricht). Esa polarización implica una fractura
de la sociedad
prácticamente en sectores iguales y antagónicos.
No es casual que en todos
los últimos grandes referendums producidos en los países
capitalistas
centrales, en los que la cuestión de fondo estaba siempre
referida a la
relación nación/mundo, en todos los casos las sociedades
se escindieron en
un empate casi simétrico. En los últimos tiempos
esta situación va cambiando
sólo en un sentido. Hacia fines de 1997 el 80% de los alemanes
estaba contra
el "proyecto de moneda única"; sin embargo la
casi totalidad de la clase
política dirigente de ese país, a excepción
de los movimientos
nacionalistas, lo apoyaba casi sin fisuras.
El resultado final de esta disociación - hacia el mediano
y largo plazo - es
el de restar total operatividad a cualquier decisión que
se adopte, porque
la misma - cualquiera ella sea - carece de la fuerza social interior
necesaria para respaldarla en el largo plazo dentro de un entorno
crecientemente desfavorable. Surgen así políticas
carentes de convicción
(voluntad) porque son políticas que surgen del disenso.
Esto es, de la
polarización interior.
Las grandes decisiones exitosas de la política exterior
norteamericana
tuvieron siempre un fuerte respaldo social interior. Por el contrario,
sus
grandes fracasos siempre se originaron en fallas y fisuras localizadas
dentro de la sociedad norteamericana. Los dos grandes ejemplos,
de una y
otra situación, siguen siendo: la entrada norteamericana
en la IIGM (luego
de Pearl Harbour) y la derrota de sus ejércitos en Vietnam.
La administración Clinton parece agudizar y llevar al límite
esta
disociación-polarización, este divorcio entre capacidades
y voluntades. La
inexistencia de "voluntad" y apoyo en la opinión
pública norteamericana
hacia una política exterior activa, que normalmente obliga
a descuidar los
problemas domésticos, no permite que la clase dirigente
asuma sin complejos
ni temores de censura, el papel dinámico en el escenario
mundial para estar
a la altura de los acontecimientos.
La ausencia de voluntad y convicción por parte de la opinión
pública, está
condicionada por los costos que tal liderazgo y tal política
exterior
requerirían a su nación, en un mundo tan incierto
y conflictivo. Ello, no
sólo por factores externos (¿Por qué intervenir
y morir en guerras ajenas?),
sino también por factores internos que tienen que ver con
una nueva
definición del concepto de seguridad nacional de la cual
la opinión pública
es consciente: seguridad nacional es hoy, una economía
fuerte que revierta
la situación de los EEUU como principal deudor mundial,
así como el
deterioro en los niveles de vida ejemplificados por la creciente
marginalidad, por el deterioro de los seguros sociales, médicos,
etc.; casi
todos hechos percibidos por el electorado norteamericano como
consecuencia
de la "cruzada" estadounidense llevada a cabo años
atrás contra el
comunismo. Por estos y otros factores, la cohesión y la
voluntad interna
para ejercer un fuerte liderazgo en la escena mundial, no existen.
Una
política exterior creíble, cabal y efectiva, debe
estar apoyada en la
convicción de utilizar el poder en caso de ser necesario.
Pero ¿qué es el
poder sino la sumatoria de capacidades y voluntades?
La ruptura del orden bipolar
La segunda causa del desconcierto norteamericano y de la ausencia
de una
política exterior coherente y activa (más allá
de los intereses específicos
del lobby judío-norteamericano, y de otros intereses organizados
étnicos
específicos, como el polaco, el saudí, el irlandés
o el armenio), que no
sólo se dedica a reaccionar ante problemas y conflictos,
debemos buscarla en
la honda incomprensión del nuevo escenario internacional
y la consecuente
carencia de estrategias no convencionales.
En los últimos cincuenta años, EEUU definió
"intereses" a partir de
"amenazas"; esto es, militarizó su política
exterior. La ex Unión Soviética
se convirtió en el objetivo político-militar de
la política exterior
norteamericana. El orden bipolar redujo amenazas y simplificó,
no sólo la
definición de intereses, sino también la "vida
misma", a la vez que
unificaba voluntades internas - opinión pública
- y externas - mundo
occidental.
Los EEUU siguen hoy definiendo intereses a partir de amenazas.
Pero quien
define la amenaza principal no es la sociedad americana en su
conjunto,
sino, principalmente, el lobby judío de la "costa
este". Lo cierto es que
hoy, con innumerables e inciertas amenazas y riesgos, no pueden
ya seguir
definiéndose intereses, puesto que ha cambiado la naturaleza
misma de las
relaciones entre aquellos y las actuales "amenazas".
Los riesgos y las
amenazas de hoy no pueden ya "sólo" militarizarse,
ya que atañen más que
nunca a nuevas definiciones del concepto de seguridad nacional.
No significa
esto descartar postulados del "realismo" político,
ni que el poder deje de
ser el factor central de la política internacional, sino
y por el contrario,
significa que el poder adquiere hoy formas mucho más variadas
que las de la
simple fuerza militar.
El equívoco en la aplicación por parte de los EEUU
de la vía militar en
Somalía o en Haití, en Panamá o Irak, por
sobre la salida política
negociada, recuerda en buena medida - salvando coyunturas - el
episodio de
Vietnam. No alcanza muchas veces con ser el "más fuerte"
para vencer. Y ello
es especialmente cierto en esta fase de total hegemonía
del lobby
judío-norteamericano. Su extraordinaria potencia aparente
es su gran
debilidad, ya que la política exterior de este imperio
sui generis depende
de la viabilidad de un micro-Estado: el de Israel. No hay ninguna
analogía
posible con Roma. La ausencia de claridad estratégica es,
sin dudas, el
mayor enemigo actual de la misma nación norteamericana.
Desorientado, y al comprobar que su poder panóptico no
resulta efectivo en
conflictos tan concretos como cercanos - Haití, por ejemplo,
- EEUU se
siente acechado por potencias "renovantes" o "Estados
transgresores" -
aquellos que pretenden modificar el status quo como única
vía de mejorar
posicionamientos -; esta situación obliga permanentemente
a los Estados
Unidos a definir hasta dónde está dispuesto a correr
riesgos y comprometer
recursos, en la determinación del nuevo mapa de poder de
la pos-guerra fría.
Pero, en tal enfrentamiento, los EEUU se encuentran en situación
de orfandad
estratégica. De los elementos claves conformantes de toda
estrategia -
capacidades, objetivos, conceptos y voluntades - los EEUU poseen
sólo, hoy,
sin cuestionamientos, el primero de ellos. No obstante, tales
"capacidades"
norteamericanas se encuentran en declive merced no sólo
al fortalecimiento
de las capacidades y voluntades de actores secundarios, fundamentalmente
los
llamados "transgresores", sino también debido
al deterioro de la misma
situación interna estadounidense.
Agravando tal cuadro de orfandad estatégica, la confusión
y el desconcierto
norteamericano se profundiza al comprobarse la ineficacia de sus
maniobras
disuasivas, otrora exitosas. Ello no podía ser de otra
forma, puesto que uno
de los elementos centrales de la disuasión, es la proyección
hacia terceros
actores de la determinación propia. Pero ¿cómo
puede existir determinación
cuando se carece de la voluntad para la acción, cuando
es un grupo concreto
(lobby interno), y no "la Nación", quien define
toda la política externa (e
interna)?
Independientemente de los factores enunciados, los EEUU "desconocen"
el
mundo, debido a la "superioridad moral" que se autoadjudican.
Ella es una
herencia inequívoca de la lectura con ojos calvinistas
del Antiguo
Testamento o Biblia Hebrea. Esta superioridad, devenida en mandato
moral
destinado a enderezar el mundo (Tribunal de Nuremberg), en base
a su misión
civilizatoria enmarcada en la promoción de determinados
valores -
democracia, libre mercado, derechos humanos - alcanzó su
cenit en la
fundamentación de lo que se dio en llamar "el fin
de la historia".
Pero la defensa y promoción de valores, sólo fue,
es y será tenida en
cuenta, después de que se hallan asegurado los intereses
históricos vitales
estadounidenses: seguridad, estabilidad y hegemonía. En
tal caso, no sólo
serán respetados aquellos valores sino, y también,
utilizados con convicción
y sin escrúpulos en la justificación de acciones
"non sanctas". En este
aspecto, EEUU sólo buscó siempre la Pax y no la
Paz. Su política en Oriente
Medio, encauzada por el lobby judío-americano, es la mejor
demostración
concreta de esta verdad genérica.
Hegel, Haushofer y Spengler
Así como en la Fenomenología del Espíritu,
Hegel piensa a Napoleón, a su
Imperio y al Estado Homogéneo Universal, el Polo Euroasiático
fue
profetizado por Oswald Spengler y el general profesor Karl Haushofer.
El
distanciamiento respecto de Europa y el resurgir del aislacionismo,
son
cuestiones que habían sido señaladas por el general
Haushofer hace ya siete
décadas. Haushofer imaginó exactamente un teatro
altamente conflictivo,
dentro de "una gigantesca tempestad". De hecho Haushofer
aconsejó, a los
dirigentes alemanes de la época, favorecer todos los factores
que tiendan a
profundizar la tradicional vocación norteamericana por
el aislacionismo.
Cuanto más grande sea la distancia entre ambas márgenes
del Atlántico, mayor
será la seguridad de los pueblos del corazón terrestre
(Heartland).
El acortamiento de la distancia entre ambas orillas de la
Cuenca del
Atlántico significa que los Estados Unidos deciden unir
su suerte a la del
Imperio Británico (Haushofer,1925). Ello representa una
situación de alto
riesgo tanto para la Isla Mundial (Eurasia) como para el Satélite
de la Isla
Mundial (EUA). En 1930 Haushofer escribió estas proféticas
palabras: "Nos
enfrentamos hoy con un tipo de grandes potencias totalmente diferentes.
Sólo
un síntoma permanece sin alteración: la voluntad
de poder y de expansión.
Una estabilización de poderes en equilibrio no ofrece una
solución final.
Allí donde falta la voluntad de poder, el concepto de gran
potencia carece
de sentido, incluso cuando haya nacido en grandes espacios".
Haushofer
estaba convencido de que, en última instancia, los Estados
Unidos retirarán
de la mesa de juego su apuesta original por la dominación
mundial, centrada
en la lucha contra los nuevos imperios emergentes en el espacio
euroasiático.
[ 1 ] [ 2
] [ 3 ] [ 4
] [ 5 ] [ 6
]
La conquista del imperio americano, Ediciones Al-Andalus,
C/Capitán Haya 47, 28020 Madrid, España.
Fax 91-570 31 81. ISBN 84-605-8315-5, Noviembre de 1998.