"¡Señores! Estamos
situados en una época importante, en una
formación donde el espíritu ha dado un salto hacia
adelante, ha
superado su forma concreta anterior y ha adquirido una nueva.
Todo
el conjunto de ideas y de conceptos que han servido hasta aquí,
los vínculos mismos del mundo, se disuelven y se hunden
como la
visión de un sueño. Se prepara una nueva salida
del espíritu: la
filosofía debe saludar su aparición y reconocerla,
en tanto otros,
en una resistencia impotente, permanecen adheridos al pasado..."
Hegel, Lecciones de Iena, alocución final.
Socialismo real = socialismo pagano = Estado primitivo
La caída del sistema socialista se basa en el hecho de
que quedó
empantanado en una forma anterior de la historia. A esa forma
Hegel la llama Mundo Pagano = Estado Primitivo. En lo esencial
se
trató de un mundo sin individualización (particularización),
donde
la vida social transcurría en dos planos separados. Lo
general
(Estado) y lo particular (individuo) discurrían en niveles
y en
compartimientos estancos: eran dos planos diferentes de la
existencia. Finalmente se planteó un conflicto insuperable
entre
esos dos niveles de la existencia.
El no reconocimiento de lo particular por parte de lo general,
excepto como elemento de una relación Esclavo/amo produce
insatisfacción. El Esclavo/particular del Estado Pagano
Primitivo
no es un bürger, un "ciudadano", esto es, un Esclavo-sin-Amo.
Este
último, el ciudadano, alcanza una satisfacción "razonable".
"El
Estado primitivo excluye la particularidad; la acción particular
será criminal. El crimen = oposición activa de lo
Particular en
tanto que Particular en el orden social y político (= universal)
dada la negación de lo Universal con miras a la Particularidad,
es
un crimen" (Kojeve, La dialéctica de Hegel, p.112).
El marxismo y el fin de la historia
La objetivización soviética del marxismo fue vencida
porque había
perdido el fervor que la había lanzado como Idea en los
comienzos
de la revolución. Quiso entrar en competencia con la economía
del
mundo capitalista sin comprender que, finalmente, la vida social
y
económica, especialmente el trabajo, son actividades premoldeadas
por una cultura. El trabajo humano, a través del cual el
Esclavo
adquirirá un conocimiento que lo llevará posteriormente
a la
liberación (en lucha a muerte con el Amo) tiene sentido
(es
"productivo") sólo dentro de cierta ética
y enmarcado dentro de
cierta cultura. Y allí se localizó la crisis económica
del sistema
socialista, en todos los Estados que lo adoptaron. El trabajo
humano, bajo todas sus formas concretas y específicas,
es
expresión de una cultura que impulsa al conjunto histórico/social.
Una Idea es siempre la "locomotora de la Historia".
Ella
representa (reproduce) la vida social real.
El socialismo real pretendió representar la forma más
avanzada del
"progreso" y de la "razón". No rompió
-no podía hacerlo- con la
cultura del capitalismo, esto es, con la ideología judía
que
origina al capitalismo. El socialismo real sólo pretendió
ser la
forma más avanzada de esa ideología, de ese mundo
cultural. Bajo
esa forma se propone como "ideología universal".
"El Dios de los
judíos se ha secularizado, se ha convertido en Dios universal.
La
letra de cambio es el Dios real del judío. Su Dios es solamente
la
letra de cambio ilusoria... Lo que de un modo abstracto se halla
implícito en la religión judía, el desprecio
de la teoría, del
arte, de la historia... es la virtud del hombre de dinero... La
quimérica nacionalidad del judío es la nacionalidad
del mercader,
del hombre de dinero en general. La ley insondable y carente de
fundamento del judío no es sino la caricatura religiosa
de la
moralidad y del derecho en general, carentes de fundamento e
insondables, de los ritos puramente formales de que se rodea el
mundo del egoísmo... El judaísmo no podía
crear un mundo nuevo;
sólo podía atraer las nuevas creaciones y las nuevas
relaciones
del mundo a la órbita de su industriosidad, porque la necesidad
práctica, cuya inteligencia es el egoísmo, se comporta
pasivamente...El judaísmo llega al apogeo con la coronación
de la
sociedad burguesa... (Karl Marx, La cuestión judía).
Pero cuando esa Idea se instala en el "mundo excluido",
fuera de
las murallas del Castillo, lo hace en forma invertida. Llega a
la
periferia dependiente no como realidad sino como imagen. La
felicidad, el "pleno consumo", es una realidad inalcanzable
en la
posmodernidad periférica. Lo que es una apropiación
en el mundo
homogéneo central, queda como mero deseo de apropiación
en el
mundo "aún empantanado en la Historia". Esa es
la crisis de Rusia.
La Idea es el proyecto histórico. Es lo que antecede. Es
lo que
origina. El mundo material "real" es la materialización
de esa
idea. La vida material real es el resultado de un estadio previo
de acondicionamientos y de deseos. La Idea es anterior a lo
"real". El socialismo real quedó prisionero del
prejuicio
materialista del racionalismo moderno, esto es, del judaísmo
propiamente dicho, en tanto ideología fundacional del capitalismo.
Concibió una superestructura ideológica relegada
al mundo de lo
irreal. No se pudo independizar de la filosofía de la Ilustración
y del Racionalismo, esto es, del judaísmo.
Esa dependencia del marxismo respecto del racionalismo fue lo
que
provocó finalmente la crisis del sistema, porque aceptó
de hecho
la cultura que generó el capitalismo y la ideología
"distribucionista" del protestantismo, que ve al hombre
como un
eslabón racional en un sistema maximalizador de beneficios.
La burocratización del sistema socialista impulsa una concepción
por la cual la actividad social e histórica quedaría
reducida a un
conjunto (muy amplio) de iniciativas materiales racionales. De
tal
forma, la idea revolucionaria original, el "mito", perdió
impulso.
El gran proyecto revolucionario dejó de regir el cambio
de la
historia. El "nuevo hombre" dejó su lugar al
cálculo económico:
pero la economía socialista no pudo competir con el capitalismo.
El valor del trabajo carecía de la proyección de
una ética
alternativa.
La derrota del sistema socialista demuestra que una forma de
trabajo no puede funcionar ni explicarse a partir de la acción
impersonal de las "fuerzas materiales". La ausencia
de mito
elimina el impulso de vencer. "Sólo en el mito reposa
el criterio
de si un pueblo o un grupo social tienen una misión histórica...
Desde la profundidad de instintos vitales reales, no del
razonamiento ni de la consideración de oportunidad, surge
el gran
entusiasmo, la gran decisión moral..." (Carl Schmitt,
Sobre el
parlamentarismo).
La victoria del "espíritu del capitalismo" se
fundamentó en que
éste finalmente logró concebir el mundo material
de la producción
no como "base" sino como "superestructura"
de la sociedad. Basó su
afán de victoria en una forma cultural modelada sobre la
ética
judío-protestante. Es por ello que ahora su principal oponente
surge de las filas de las religiones identitarias, y de los
nacionalismos: dos grandes "mitos" ideo/lógicos
de este fin de
siglo.
El pensamiento de Marx es parte inseparable del racionalismo del
siglo XIX. Conecta a Hegel con el pragmatismo económico
inglés. Su
pensamiento estuvo contenido, culturalmente, por el "espíritu
del
capitalismo". "Marx, en su raciocinio, es inglés
puro... Aún la
moral de Marx es de origen inglés... Su teoría económica
es
consecuencia de un sentimiento ético fundamental y la comprensión
materialista de la historia constituye el capítulo final
de una
filosofía cuyas raíces alcanzan a la revolución
inglesa con sus
citas bíblicas que han orientado el pensamiento inglés...
Conocía
la esencia del trabajo sólo desde el punto de vista inglés,
como
un medio de adquirir fortuna, como un medio carente de profundidad
moral, pues sólo el éxito, el dinero, la gracia
de Dios hecha
visible, eran de significado ético... Su pensamiento es
manchesteriano... Marx ha ampliado a toda la humanidad las
condiciones de la Inglaterra industrial... La comprensión
materialista de la historia es comprensión histórica
inglesa. La
manifestación de un pueblo de vikingos y de mercaderes
independientes..." (Oswald Spengler, Prusianismo y socialismo).
En función de esa base ideológico/cultural es que
el socialismo
real no logró generar un modelo económico alternativo.
A partir de
los años '50 los soviéticos intentaron construir
más máquinas y
más bienes de consumo que el sistema capitalista. El impulso
revolucionario original ya había sido derrotado. Habría
que haber
construido otras máquinas y otros objetos de consumo. Pero
el
socialismo real (la sociedad rusa, la sociedad china, etc.) no
disponía ni de la filosofía ni de la cultura para
encarar esa
tarea. Pero sobre todo no disponía de una teología
alternativa a
la del Antiguo Testamento, punto de confluencia de judíos
y
protestantes.
Además actuaron -naturalmente- condiciones históricas
objetivas.
Ni la URSS ni China podían enfrentarse industrialmente
al núcleo
del capitalismo central. Sólo la nunca realizada revolución
alemana podría haberlo intentado, amparada en una filosofía
diferenciada respecto de la revolución francesa y del pensamiento
económico inglés. Pero la "revolución
alemana" no era la del
comunismo, sino la del nacional-socialismo. La guerra
germano-eslava fue el triunfo del espíritu del capitalismo.
Allí
se inicia lo que hoy se llama globalidad, esto es, el Estado
Homogéneo Universal. La cultura común existente
entre el espíritu
del capitalismo y el marxismo, es decir, el judaísmo, impidió
que
el socialismo real desarrollara modelos económicos alternativos.
El llamado "atraso estructural ruso" no fue lo que causó
la caída
final del socialismo real. La caída de Moscú fue
el producto de no
haber comprendido la naturaleza de ese llamado "atraso
estructural". Fue el producto de la nefasta idea marxista
de creer
que el capitalismo era la forma superior de producción
económica y
social.
Esa idea marxista impulsa al Partido a destruir los tejidos
sociales "del atraso": es decir, a la sociedad campesina
rusa.
Para ello el marxismo ruso, que nunca pudo liberarse del
pensamiento de su padre fundador, el judío Plejanov, rompe
con el
llamado "populismo" agrario del siglo XIX. A partir
de allí la
crisis del socialismo real fue inevitable.
El populismo ruso proponía un camino inverso al marxismo:
desarrollar y no destruir las células básicas de
la sociedad
campesina rusa. El llamado "socialismo real" fue un
impulso
orgánico judío dentro de una sociedad campesina
cristiano-oriental, recubierto por un mesianismo laico (el
marxismo-leninismo), que fue la ideología de la inteligentzia
sin
raíces en el pueblo. Ello no pudo sino producir un socialismo
pagano. Esto es, una forma política correspondiente a una
cultura
"primitiva".
Uno de los principales componentes dogmáticos del marxismo
señalaba que todas las revoluciones nacionales y populares
debían
pasar por el tamiz de la "revolución burguesa",
esto es, por la
vigencia anterior de un capitalismo dependiente de un centro
exterior. Sólo ese estadio generaría condiciones
para lograr la
victoria, muy posterior en términos de tempos históricos,
del
socialismo. No podía haber socialismo sin un desarrollo
pleno y
previo de un capitalismo que, a partir de las condiciones que
genera la primera revolución industrial, era necesariamente
transnacional.
Es hoy absolutamente claro que Marx, desde su estudio londinense,
trataba de subordinar dialécticamente a todos los movimientos
nacionales de liberación, desde el subcontinente indio
hasta las
mesetas mexicanas, a la victoria del capitalismo británico,
entendido como la ancha avenida del "progreso universal",
en
términos del positivismo del siglo XIX. Ese "progreso"
era, según
él, el único medio de generar proletarios finalmente
victoriosos.
Desgraciadamente para los miles de millones de desposeídos
que se
distribuyeron sobre el Planeta, no hubo clase social más
fiel a la
Corona Británica -especialmente en su fase de expansión
globalizante- que el proletariado británico.
La extraordinaria originalidad histórica del Populismo
Ruso del
siglo XIX, componente histórico esencial de lo que hoy
(fines del
siglo XX) resurje como nacional-comunismo (en Rusia y en otros
Estados de la Mitteleuropa), consistía, precisamente, en
que
obviaba la etapa "burguesa" de la revolución,
y centraba su
accionar en una "ida hacia el pueblo", hacia las instituciones
comunitarias naturales del campesinado (la obshina) entendido
como
motor principal de la revolución.
Marxismo y religiosidad. Partido e Iglesia
El sistema socialista combatió la religiosidad. La excluyó.
La
ubicó dentro de la categoría de individualidad (particularidad)
y
la declaró criminal. Los bolcheviques, decía Spengler,
no vieron
el poder revolucionario del cristianismo ruso. Ello tuvo tanto
que
ver con la filosofía del marxismo cuanto con las particularidades
religioso/ culturales existentes en Rusia y en Asia (cristianos
ortodoxos y musulmanes). Ese fue el punto donde con más
claridad
se manifiesta la contradicción entre el judaísmo-capitalista
y la
religiosidad popular campesina, tanto en su variante cristiana
cuanto musulmana ("asiática").
Pero en definitiva el sistema socialista solidifica esa visión
de
"criminalidad particular" desde el punto de vista de
su
cosmovisión de Estado primitivo/pagano. El Estado primitivo,
primero se desentiende del mundo religioso,y luego lo reprime.
No
es que no lo quiera: no puede aceptarlo, porque lo particular
y lo
general son dos niveles opuestos de la existencia. Ello contribuye
a incrementar el límite de la insatisfacción del
ciudadano
particular. El marxismo ruso-occidental no pudo ver en el
cristiano la materia prima del revolucionario. No pudo comprender
que la desdicha del mundo cristiano prepara la revolución.
"El Cristiano es el Pagano devenido conciente de su insuficiencia;
pero en tanto que cristiano, permanece en un estado de desdicha.
Pero ve también el conflicto, lo vive y es él quien
prepara la
revolución... La conciencia cristiana es una conciencia
desgarrada. Mundo de descontentos, de pre/revolucionarios..."
(Kojeve, op. cit.). Desde esa conciencia desgarrada, desde ese
mundo pre/revolucionario puede surgir ahora una verdadera cultura
resistente ante la victoria provisoria del liberalismo. La
Teología y la Profecía católicas visionaron
la nueva forma que hoy
adopta la historia: su forma homogénea universal. Es el
tiempo del
Anticristo: "El Anticristo usurpará simplemente este
ideal de
unidad del género humano en la institución perversa
del Imperio
Universal..." (Leonardo Castellani, El Apokalipsis de San
Juan,
248).
En las Profecías, el Anticristo está representado
por la Fiera del
Mar, con una fuerza militar implacable fundamentada en el poder
naval. Ese poder naval/militar se expanderá: "Tendrá
por todas
partes ejércitos potentes, disciplinados y crueles... Ya
no habrá
guerras extranjeras: la contraparte es que habrá operaciones
policiales que serán peor que la peste" (Leonardo
Castellani,
op.cit.).
La estructura básica del discurso del "fin de la
historia".
Occidente en su conjunto pretende estar ya más allá
del "fin de la
historia.
"Por lo tanto las guerras y revoluciones son de ahora en
adelante
imposibles. Es decir, que ese Estado (Homegéneo y Universal)
no se
modificará más, permanecerá eternamente idéntico
a sí mismo..."
(Kojeve, 158).
Las características principales del "momento"
llamado Fin de
Historia, son las siguientes:
* Existencia de un grupo de Estados y Sociedades (los "realmente
significativos") donde se ha eliminado el conflicto. La nueva
dogmática señala que en esos Estados -y entre esos
Estados- se han
generado las condiciones para la potencial absorción de
todos los
conflictos. Los conflictos remanentes dentro de los "Estados
del
Fin de la Historia", son el producto de su propia premodernidad,
como por ejemplo, la mala relación de los negros y chicanos
norteamericanos con la ética protestante del trabajo.
* En el espacio y tiempo del "Fin de la Historia" no
debería haber
ya más ni "guerras ni revoluciones". Los conflictos
se plantearían
desde esa área hacia las zonas del mundo aún "empantanadas
en la
Historia". Los conflictos principales remanentes entre los
"Estados del Fin de la Historia" y el resto del mundo
son
producidos por el nacionalismo y la religión. Ambos son
hoy las
contradicciones principales porque el racionalismo sistémico
del
marxismo ha sido vencido.
* La eliminación/absorción de conflictos se lograría
a partir de
un generalizado "estado de satisfacción" del
tipo de ciudadano que
se origina en la Revolución Francesa, el Imperio Napoleónico
y la
sucesiva extensión del igualitarismo protestante norteamericano.
* En el grupo de Estados "del fin de la Historia", los
"ciudadanos
satisfechos" reducen sus acciones humanas a la actividad
económica
primaria. Lo único que permanece como estructura social
es esa
actividad económica primaria. En el Estado Homogéneo
Universal no
hacen falta ni generales ni hombres de Estado, ni artistas ni
filósofos. Sólo técnicos y científicos
relacionados con la
actividad económica.
* "El fin de la historia será un tiempo muy triste".
El final de
la historia es el final del pensamiento y del arte. El final de
la
creación humana. Es la forma final de gobierno humano.
El EHU
disuelve las contradicciones, satisface las necesidades por la
vía
del consumo o por la vía abstracta del deseo de consumo.
El Fin de
la Historia es "... el último paso de la evolución
ideológica de
la humanidad y de la universalización de la democracia
liberal
occidental, como forma final de gobierno humano" (Fukuyama).
* La victoria del liberalismo se produjo inicialmente en el campo
del conocimiento, fue una victoria cultural. "Sigue siendo
incompleta en el campo del mundo material. Pero hay poderosas
razones para creer que será el ideal que gobernará
el mundo
material a largo plazo."
Verdad y realidad
La nueva forma que adoptó la Historia, antes de la generalización
de los conflictos, produjo un retorno al concepto hegeliano de
realidad. Ello genera un efecto específico en las sociedades
ubicadas en la periferia del mundo "aún empantanado
en la
historia". Allí se invierte y se transforma el concepto
de
realidad. La vida cotidiana ya no es aquello que existe. La vida
cotidiana comienza a estar gobernada por una imagen, que habla
de
lo que se supone debe ser la vida en función de la satisfacción
por el consumo.
La sociedad es gobernada por la imagen de "...una cultura
de
consumo verdaderamente universal, que se ha convertido, a la vez,
en símbolo y fundamento del Estado Homogéneo Universal"
(Fukuyama).
El deseo de acceder a una cultura de consumo universal es lo que
determina la realidad de la vida social del mundo
periférico/excluido. Ese deseo es más fuerte que
cualquier forma
de esperanza, ya sea antropológica o teológica,
que era el núcleo
del proyecto que ofertaban las fuerzas revolucionarias. La
"libertad de comercio" es defendida con pasión
por vendedores
callejeros en estado de desnutrición física y moral.
Obreros y
pensionados al borde del hambre votan por candidatos que prometen
inserción en el modelo de consumo universal.
El nuevo nivel de realidad, en el mundo excluido, es un deseo,
una
idea aún no realizada orientada a insertarse en una corriente
de
consumo universal. El ha reemplazado al concepto de realidad
anclado en la "vieja dignidad de la vida". En la periferia
empantanada de la historia, la vida no es lo que existe sino lo
que se supone debe ser según la imagen introyectada del
consumo
universal. En la hora de tomar decisiones políticas pesa
más en la
opinión pública (y especialmente en los sectores
sociales más
"bajos") las promesas de un ministro de economía
lanzando imágenes
futuras de satisfacción, que las angustias económicas
actuales y
cotidianas. Lo real es la promesa de felicidad, no el dolor
actual.
Esa transmutación del concepto de realidad sólo
es posible porque
una Idea está gobernando el mundo material. Sin embargo,
en esa
dicotomía entre deseo y apropiación, está
ubicado el límite del
actual momento histórico. Ya nos encontramos en esa zona
fronteriza que está signada por la extensión de
los conflictos y
la "feudalización" del sistema internacional
en su escala global.
El concepto de "Fin de la Historia" estuvo en el núcleo
del
pensamiento marxista y es la base de todas las Teologías
monoteístas. "No se puede hacer ni pensar la Historia
sin pensar
en su fin, el cual en todo momento gobierna la dirección.
La
filosofía de la historia es simplemente imposible sin la
Teología
y, nominalmente, sin la Profecía" (Leonardo Castellani,
op. cit.).
Para Hegel y Fukuyama el fin de la historia es el triunfo de la
forma final racionalizadora de la sociedad y del Estado. Desde
la
batalla de Iena hasta hoy, la historia de la humanidad no es más
que una extensión de los principios del liberalismo. "Las
distintas provincias de la civilización humana alcanzaron
el nivel
de Norteamérica, que se halla a la vanguardia de la civilización,
y se vieron obligadas a poner en práctica su liberalismo"
(Fukuyama).
Así, en un sentido muy estricto, el Estado Homogéneo
Universal es
una "proyección de poder" del Estado norteamericano.
Liberal,
judío-protestante y capitalista. La forma del Estado determina
la
realidad de la sociedad, mientras la Idea predomina y contiene.
La organización de la actividad económica primaria
Es una figura que permanece relativamente oculta en el discurso.
Es una superestructuración económica del capitalismo
a través de
conglomerados empresariales que están en condiciones de
unificar
sectores del mercado mundial. Sin embargo no existe un único
centro de decisiones en esa superestructuración. Hay
contradicciones entre varios centros de gravedad. Cada uno de
esos
centros decisionales abarca regiones geopolíticas con potenciales
zonas de conflicto dentro del Estado Homogéneo Universal.
Esto
señala que el conflicto no ha sido totalmente eliminado.
Alemania
y Japón son sólo dos dentro de muchos otros puntos
de inflexión.
Esas "fronteras de crisis" pueden señalar el
camino de un retorno
a la Historia por la vía de conflictos no resueltos.
La existencia de conflictos dentro del EHU revelará que
la
realidad no está acabada, y que guerras y revoluciones
serán aún
posibles.
Pero el hecho que nos afecta es que luego de ponerse en marcha
un
amplio proceso que intentó darle coherencia y orden a los
hechos
de la historia, se invirtió la marcha, y el sistema internacional
se encuentra enfrentado a conflictos globalmente
desestabilizadores. La victoria del liberalismo sobre el marxismo,
para Fukuyama, fue la victoria ante el Apokalipsis de la guerra
nuclear. Sin embargo, nunca estuvimos tan cerca de esa guerra
como
en los momentos actuales, luego de la caída del sistema
soviético.
El triunfo del liberalismo pretendió demostrar, ante todo,
el
agotamiento total de alternativas sistémicas a su propio
mensaje.
Y ello no era una alternativa contingente. Fue pensado como el
final de la historia en sí, es decir, "...el último
paso de la
evolución ideológica de la humanidad y de la universalización
de
la democracia liberal occidental, como forma final de gobierno
humano" (Fukuyama).
Los conflictos dentro del "Mercado Común de los
Estados"
La "profecía liberal" sostiene que entre los
Estados que están en
el "fin de la historia", existirá una probabilidad
cada vez menor
de que se produzcan conflictos a gran escala. La "profecía"
sostiene que los conflictos se localizarán entre esos Estados
poshistóricos y los Estados históricos. Entre racionalismo
y
religión.
El mundo estaría dividido entre una parte histórica
(atrasada,
excluida, subdesarrollada, dependiente y religiosa) y una parte
poshistórica: el Mercado Común de los Estados. Entre
ambas partes
habrá una frontera de conflictos, y serán engendrados
por dos
factores básicos: la religión y el nacionalismo.
Ambos factores tienden a conformar una unidad sistémica
en el
plano de una cultura resistente ante el nuevo proyecto devastador
del Imperialismo Oceánico. Un proyecto cultural resistente
ante la
"Fiera del Mar", que exige disponer de una visión
de la historia
que también incluya un cierre. Y no sólo una esperanza
meramente
antropológica. Ella ya no alcanza, aún en su versión
más elevada,
que es la de Ernst Bloch (Das Prinzip Hoffnung). No alcanza porque
la "profecía liberal" anuncia una destrucción
y una desolación muy
grandes: "La abominación de la desolación".
La esperanza
antropológica del judío-marxista-alemán Ernst
Bloch debe ser
reemplazada por una esperanza teológica, por una Parusía
con
proyecciones sociológicas. Esa desolación infame
exigirá una
restauración absoluta. La Parusía es la forma que
adopta la
esperanza de los oprimidos en los tiempos actuales, que son
terminales.
Para salir de la desolación es necesario aceptar que todo
Estado
nacional individual debe incluir el principio de "satisfacción
de
sus ciudadanos". Pero no el principio "burgués"
de satisfacción
que conduce al no/Esclavo. Hablamos de un principio de
satisfacción en que el Esclavo devenga libre a través
de una lucha
a muerte contra el Amo.
El alineamiento con el Amo conduce inevitablemente a la etapa
del
espanto. "El fin de la historia será un tiempo muy
triste"
(Fukuyama). El mundo poshistórico será azotado por
grandes males.
El mundo prehistórico vivirá de una falsa ilusión.
A él le será
escatimado el nivel de realidad. No podrá vivir en la modernidad
pero fingirá hacerlo.
En el mundo poshistórico, en el "Mercado Común
de los Estados"
finalizará, falsamente, la dialéctica Amo/Esclavo:
"La lucha por
el reconocimiento, la disposición a arriesgar la propia
vida en
nombre de un fin puramente abstracto, la lucha ideológica
universal que daba prioridad a la osadía, al atrevimiento,
a la
imaginación y al idealismo, se verá sustituida por
el cálculo
económico... En la era poshistórica no existirá
ni arte ni
filosofía; nos limitaremos a cuidar eternamente de los
museos de
la historia de la humanidad" (Fukuyama).
La profecía liberal del "fin de los tiempos"
Así, el discurso racional/universal finaliza dejando al
hombre en
la más abominable de las angustias. Ante una tribulación
tan
grande, casi todas las fidelidades estarán a punto de perecer.
La victoria del Estado Homogéneo es una destrucción
bajo la forma
de creación. Será el falso imperio mundial. "Tendrá
en todas
partes ejércitos potentes, disciplinados y crueles...y
en ninguna
región del mundo podrán escapar los hombres a la
coacción de ese
culto" (Castellani).
Desde el pensamiento católico, y tanto desde la Teología
como
desde la Profecía, se tenía conocimiento de que
la Fiera del Mar
-Capitalismo- destruiría a la Fiera de la Tierra -Comunismo-
(Ver:
Leonardo Castellani, op. cit.).
Hegel, en su Fenomenología, subraya que el Emperador, el
"Gran
Racionalizador", el que "Cierra la Historia", es
la encarnación
del Pecado, el Anticristo. La interpretación que hace Castellani
del Apokalipsis es clara: el triunfo de la "idea occidental"
es el
inicio de la más grande tribulación en la historia
de los hombres.
El EHU es una falsa profecía. En definitiva no será
otra cosa que
una "felicidad nefanda" (Castellani). Será un
reino de canallas y
falsos profetas. El placer de la posmodernidad se realiza bajo
la
supresión de la conciencia.
Historia, fin de historia y retorno a la historia
El Esclavo del Estado Homogéneo Universal se institucionaliza
en
la figura del Estado dependiente. Pero éste no debe aferrarse
a
una resistencia impotente, y permanecer adherido al pasado
(Hegel). A partir del derrumbe del sistema soviético no
podrán
existir los sistemas pagano/primitivos, las sociedades que eludan
la necesidad de la satisfacción particular.
La forma patológica que un Estado puede asumir para buscar
reconocimiento y satisfacción para sus ciudadanos es la
del
alineamiento automático. Ella no modifica el status del
Esclavo.
El Esclavo no obtiene reconocimiento. Finalmente tampoco obtiene
satisfacción. No hay trabajo, ni conocimiento, ni lucha
a muerte
contra el amo. No hay liberación.
El Estado excluido debe disponer, en primer lugar, de un modelo
cultural resistente y sistémico. Ese modelo debe incluir
la
satisfacción de lo personal en un ámbito no destructivo.
Ese
ámbito será lo que lo diferenciará de la
destrucción y la
desolación que implica la esclavitud del alineamiento automático.
El modelo cultural resistente y sistémico, en esta nueva
etapa de
la historia, será nacionalista con proyección religiosa.
Nacionalismo y religión son los dos únicos procesos
sociales no
absorbibles por el Estado Homogéneo Universal.
Si en 1806, como sostiene Hegel, se produce un cierre de la
Historia, tres Estados europeos se relacionan de tres maneras
distintas con el imperio napoleónico. Así quedan
determinados tres
modelos distintos de conflicto militar, que son tres formas
diferentes de relacionamiento entre Estados en-la-historia y
Estados poshistóricos.
Hay un conflicto entre España y la Revolución Francesa,
un
conflicto entre Rusia y la Revolución Francesa y, finalmente,
un
conflicto entre Prusia y la Revolución Francesa (la Revolución
Francesa objetivada en el Estado Homogéneo Universal napoleónico).
A partir de ese conflicto, España y Rusia quedan "empantanadas
en
la historia", conforman una resistencia impotente (Hegel)
ante el
Imperio porque "permanecieron adheridas al pasado" (Hegel).
Luchan
contra el Imperio para restaurar el pasado, no para superarlo.
Vuelven atrás: su resistencia fue victoriosa pero impotente.
Por el contrario, Prusia, venciendo también a Napoleón,
se integra
"en el fin de historia napoleónico", alumbrando
una nueva Nación,
Alemania, con capacidad de competir por el control de Europa y
el
dominio del mundo. Y lo hace porque, a diferencia de las
religiosidades primitivas de Rusia y España, Prusia había
elaborado una forma especial de enemistad, apoyada en una
filosofía que había absorbido -y no meramente rechazado-
a la
Ilustración Francesa. Había logrado pensar la lucha
contra el
Imperio sin caer en retrocesos históricos, superando al
Imperio.
En Prusia, la espada se había fundido con la filosofía
y con la
Teología. Y de allí surgen no sólo guerreros
desesperados, sino
generales pensantes.
Clausewitz es uno de los exponentes de esa forma de enemistad
fundada en la Wahrheit (verdad objetiva) hegeliana. "La de
Prusia
-dice Carl Schmitt- era una auténtica enemistad, un instinto
filosóficamente fundado. La enemistad española,
en cambio, era un
puro instinto" (Clausewitz como pensador político).
"Fichte ha formado el espíritu de las guerras alemanas
de
liberación contra Napoleón por lo menos en lo que
respecta a
Prusia". La fundamentación de una enemistad desesperada
en una
Gran Idea fue lo que logró el milagro del renacimiento
militar
luego de la derrota. La élite militar que reconstruye el
Estado y
la Nación "...habían encontrado en Koenigsberg
y en Berlín el
contacto con la filosofía del idealismo alemán...
La filosofía del
idealismo alemán tenía conciencia de su superioridad,
como Idea,
respecto del Iluminismo francés del siglo XVIII. Una filosofía
revolucionaria, desde Prusia, se enfrentó con el ex/revolucionario
(Napoleón), con la pretensión de comprender a Rousseau,
a la
revolución y a su hijo, mejor de lo que ellos se comprendían
a sí
mismos" (Carl Schmitt, op. cit.).
Spengler hace referencia al "modelo ruso" de no entrar
en la
historia. Define el incendio de Moscú como una "obra
grandiosa de
un pueblo primitivo". El pueblo ruso se vio obligado a entrar
en
una "falsa historia" ajena totalmente a su realidad
social y
religiosa.
El modelo prusiano de reingresar en la historia parte de asumir
la
dialéctica Amo/esclavo. Es el modelo que se contrapone,
por
excelencia, al alineamiento automático, que sostiene que
el
ingreso en la historia se tiene que dar por ósmosis, ésto
es, sin
modificar los status ni del Amo ni del Esclavo. El alineamiento
automático hace que el Esclavo no devenga Amo. El Esclavo
sigue
sin ser reconocido por el Amo, en la medida en que no hay
liberación sino, a lo sumo, supresión.
La supresión origina un nuevo Amo y un pseudo Esclavo,
por lo
tanto sigue sin haber reconocimiento ni satisfacción. "El
Esclavo
no se libera sino para ser libremente Esclavo, para ser más
esclavo aún de lo que era antes de haberse formado la idea
de la
libertad" (Kojeve, op. cit.). El alineamiento dependiente
es la
puerta falsa del reingreso en la historia.
Los movimientos de la historia y la geopolítica del
"último
hombre"
La importancia de la crisis general que hoy se vive en Europa,
y
entre Europa y el Asia central, radica en la posibilidad -cada
día
más evidente- de que ella se convierta en el freno que
revierta el
"...impulso humano fundamental que ha provocado las revoluciones
liberales de fines del siglo XX" (Fukuyama, Le début
de
l'Histoire)
El proceso que originó el concepto de Nuevo Orden Mundial,
íntimamente ligado a la filosofía del "fin
de la historia" es
indisociable de la desintegración estatal del comunismo
soviético.
Sin la menor duda, la idea de "fin de la historia",
que se usó con
toda claridad para señalar la vigencia de un Nuevo Orden
Mundial
bajo la primacía absoluta del capitalismo y del liberalismo,
tiene
un fundamento político y geográfico perfectamente
determinado. No
estaba evidentemente referida a países relativamente periféricos
como Taiwán, España o Corea del Sur.
Sólo la crisis del Estado Soviético podía
asegurar que el "triunfo
del liberalismo" constituiría un hecho universal,
y que a partir
de allí comenzaría, en verdad, el "fin de la
historia".
La crisis que actualmente sacude a los cimientos de la ex/URSS,
pero sobre todo la emergente en el Mediteráneo oriental
y el Asia
central, y que encierran importantes derivaciones militares para
la totalidad del planeta, no es sólo una cuestión
que atañe
simplemente a una reestructuración del sistema internacional.
Es
también un enorme desafío filosófico y, sobre
todo, teológico. La
evolución de esa crisis nos brindará la posibilidad
de asistir al
final de una época.
Si en verdad la crisis que se ha establecido entre el mundo judío
y el "mundo gentil" (a través, curiosamente,
de la eclosión
islámica) deriva en una confrontación militar a
escala europea o
global, podremos atestiguar, sin margen de error, que las fuerzas
del nacionalismo fracturaron al Nuevo Orden Mundial. Esto quiere
decir que no habrá hegemonía liberal porque la opción
capitalista
no es aceptada universalmente. La trascendencia de este hecho
es
de una evidencia sin precedentes. Tal vez estemos en vísperas
de
asistir a la "emergencia internacional" más importante
de la
historia de la humanidad. Los cambios que ella podría introducir
en nuestra vida nacional (y en nuestra vida cotidiana) serían
inéditos y trascendentes.
En la coyuntura crítica que abrió la IIGM compitieron
básicamente
tres grandes pensamientos sistémico/universales. En la
actualidad
se trata de saber si el único de los supervivientes, el
liberal/capitalismo, está en condiciones de constituirse
en
ideología auténticamente universal y hegemónica.
Si ello
ocurriese, entonces, en verdad, estaríamos ante el "fin
de la
historia".
La desintegración del comunismo soviético no parece
ser la
antesala de un nuevo "mundo feliz". Fue la liberación
de una
crisis aún más universal: una crisis que divide
dos mundos en
términos teológicos. En la misma y exacta medida
en que el
comunismo burocrático fue lo más lejano que se pueda
imaginar del
"paraíso sobre la
tierra". La crisis que estamos observando, precisamente,
surge de
la creciente inadaptación de sociedades enteras al nuevo
orden
liberal/capitalista que se suponía triunfador en la escala
universal. De esa inadaptación surge una nueva ideología
de base
religiosa.
El Nuevo Orden Mundial está tropezando con la principal
rugosidad
de la historia: las religiones resistentes al "universalismo"
judío-capitalista. La existencia de un "estado de
guerra" en
grandes regiones del mundo, de gran significación estratégica,
implica que millones de hombres, que habitan una geografía
geopolíticamente valiosa, se están resistiendo a
las consecuencias
del vasto impulso histórico que generó las revoluciones
liberales
de los últimos años.
Los grandes conflictos intra e inter-religiosos que conmovieron
a
la humanidad expresaron diferenciaciones raciales: el cristianismo
romano "occidental" respecto del mundo judío-oriental
y, aún,
respecto del propio cristianismo oriental original; el Islam
"organizado" de los Omeyas respecto del "anarquismo"
irredente de
los "beduinos" (pastores) chiítas, la guerra
civil alemana de los
"treinta años", sur católico versus norte
protestante, o más bien:
tribus germanas romanizadas contra tribus germanas "bárbaras",
y
así un larguísimo etcétera.
Una etnia es un subconjunto humano dentro de una raza. Y son las
razas -entendidas como un conjunto de etnias- las que producen
las
grandes culturas, es decir, las religiones. ¿Cómo
separar el Islam
de la raza productora de esa religión: los árabes,
un verdadero
conjunto de etnias? El mismo concepto es aplicable a todas las
grandes religiones existentes hoy en el mundo. "Los hombres
no se
entregan a Dios en abstracto... sino como entidades absolutamente
concretas, como individuos, y además como individuos que
viven en
una colectividad, inmersos en una situación religiosa.
Ahí
acontece el hecho de la diversidad. Cada religión está
inscrita en
su situación religiosa..." (Xavier Zubiri, El problema
filosófico
en la historia de las religiones, Alianza, 1994, p.120). Cada
raza
conforma una diferenciación: "Son cuerpos sociales
absolutamente
distintos, y es natural .... que lleven a religiones distintas".
La religión es siempre de un pueblo, de alguien, "....
Una
religión es esencial y formalmente nuestra religión...
Por
"nuestra" se entiende ante todo que pertenece a ese
pueblo. Esto
es lo que constituye su diferencia, su estructura formal. Y a
este
no hace excepción ninguna religión en la historia.
Ni tan siquiera
la religión de Israel. La religión de Israel es
universal sólo al
final, poco tiempo antes de Cristo. A ningún israelita
del tiempo
de Jeremías o del tiempo de los profetas anteriores se
le ha
ocurrido pensar que el yahvismo es una religión a la que
debe
acceder todo el mundo. Al contrario: es la religión de
ellos, de
Israel. Solamente al final aparece cierto universalismo, y en
forma muy determinada: se trata de un universalismo cuyo centro
es
sin embargo el propio Israel. Tampoco el cristianismo... hace
excepción a esto, pues la vida de Cristo sobre la tierra
no es una
'comedia'. Cristo quiso convencer de su función y de su
persona a
los israelitas. Si hubieran creído en él, la función
de la
religión de Israel hubiera sido esencialmente distinta
de la que
ha sido después. Ninguna religión hace excepción
a este carácter
de ser nuestra religión" (Zubiri, 121-122).
La historia corre a una velocidad vertiginosa. Cuando aún
no se
acallaron los ecos de esa revolución liberal, que fue legítima
porque fue real (y fue real porque fue necesaria), comienzan los
estertores del sistema liberal. Nacimiento y muerte casi se
confunden en lo que en verdad es un espacio infinitesimal de la
historia humana. El impulso desestabilizador de la "revolución
liberal" no se pudo consolidar como sistema social, como
forma
estable de vida.
Son muy pocos los observadores que perciben que en los tiempos
recientes, y en un lapso inéditamente breve, se produjeron
dos
grandes impulsos históricos: el que aseguró la revolución
liberal
y el que comienza a resistirse a la vigencia del sistema liberal.
Este último se verifica bajo el aspecto de una guerra religiosa
contra el etnocentrismo racionalista europeo.
La guerra es la forma que adopta la desesperanza. Las antiguas
sociedades socialistas, al igual que la totalidad del llamado
mundo excluido comenzaron a vivir (o continuaron viviendo) un
capitalismo patológico, mafioso y corrupto, y un liberalismo
que
incluyó la humillación nacional y el vaciamiento
cultural. Para
esos Estados y para esos pueblos, el "nuevo orden" vino
a
re/destruir la vieja dignidad de la vida. Entraron en lo que se
dio en llamar el "fin de la historia" bajo la más
profunda
corrupción y desdicha. Bajo la apariencia de una obra
constructiva, el Estado Homogéneo Universal esconde la
más
profunda destrucción: "Los pecados se hacen hondos
porque triunfan
en sus empresas temporales" (Leonardo Castellani).
La respuesta de los pueblos a la desdicha es la guerra. Ella
significa el rechazo a las consecuencias de la democracia liberal
y, consecuentemente, a la vigencia universal de un nuevo orden
capitalista. Para Hegel la Historia está fundada en una
lucha por
el reconocimiento. El significado de esta concepción está
en el
comienzo de la historia, es decir, en el "primer hombre".
El autor
de la Ciencia de la Lógica concibe el estado de naturaleza
ubicado
en las antípodas del concepto "naturaleza humana permanente
e
inmutable". Por el contrario, el "primer hombre"
ingresa en la
historia libre y no determinado. Crea su propia naturaleza en
el
curso de los tiempos, es decir, a través de la evolución
de la
Historia.
El "primer hombre" de Hegel se diferencia del estado
de naturaleza
animal porque desea "objetos no materiales". Sobre todo
desea el
reconocimiento de otros hombres. Este deseo de ser reconocido
como
hombre por parte de otros hombres es lo que constituye su
identidad. En función de esa característica exclusivamente
humana
los hombres son capaces de arriesgar su vida.
El encuentro del "primer hombre" con los otros hombres
conduce a
una lucha violenta, en la cual cada combatiente busca imponerse
al
otro para que lo 'reconozca'. En esa lucha pone en juego su propia
vida. Los seres humanos son orgullosos de ellos mismos y su
orgullo los conduce no a una sociedad apacible, sino a una
constante lucha a muerte por la adquisición de "prestigio".
El
comienzo de la Historia, para Hegel, es una batalla por el
reconocimiento.
Este "comienzo de historia" está planteado de
manera muy diferente
en la filosofía anglo/sajona, el principal producto del
racionalismo judío, que está en la base del liberalismo
norteamericano. La filosofía anglo/sajona, impregnada de
mesianismo viejo-testamentario, reemplaza el deseo de
reconocimiento (que implica un combate a muerte) por el deseo
de
conservación física. Es en esa proyección
cultural que el último
hombre, nuestro contemporáneo, se siente definitivamente
reconocido. Pretende conservarse a perpetuidad. Es un producto
final, usuario de sí mismo.
Sin embargo también Hobbes comienza la historia a partir
de una
guerra de cada hombre contra cada hombre. Pero la diferencia
fundamental entre Hobbes y Hegel reside en que el primero no
encuentra ningún elemento de redención moral en
el orgullo del
Amo. Por el contrario, la violencia que separa al Amo del Esclavo
es la causa de toda miseria humana. Hobbes pretende crear una
situación contraria a la "ley natural", una situación
que comience
por preservar la propia existencia física de los individuos.
El instinto de conservación es el hecho moral fundamental
de la
filosofía anglo/sajona, base del liberalismo norteamericano.
Todas
las ideas de justicia y de derecho son fundadas en la búsqueda
racional de la conservación. Toda esa Weltanschauung tiene
su
origen en un "primer contrato" entre el "hombre
elegido" (el Amo
propiamente dicho) y Yahvé. Hobbes, Locke y los redactores
de la
Constitución Norteamericana sostienen que el único
gobierno
legítimo es aquel que puede proteger la propia vida de
manera
adecuada. La teoría de la sociedad liberal sostiene que
los
hombres deben reconocer, a cambio de la seguridad para su vida
y
sus propiedades, la injusticia de su orgullo y de su vanidad.
El
Estado liberal propuso originalmente la subordinación de
la
voluntad de reconocimiento a una especie de "deseo racional",
al
"interés bien entendido" de Tocqueville.
Hegel concibe la democracia liberal moderna en términos
diferentes
a los de Hobbes y Locke. Ese es el punto que diferencia la
civilización germánica de la civilización
occidental, propiamente
dicha. Cuando Spengler se refiere a la civilización germánica
como
"fáustica", está señalando esa
profunda diferencia con Occidente.
La civilización fáustica asume el cristianismo del
Viejo
Testamento como algo exterior a sí misma: ese ensamble
con ese
cristianismo no elimina del todo sus orígenes paganos,
como ocurre
en el "verdadero" Occidente romano o romanizado. Locke
enuncia
principios liberales de los cuales va a nacer el producto típico
de esa sociedad: el "burgués". El burgués
es "una enfermedad" que
se ocupa de su propio bienestar material. El no se consagra ni
a
la virtud ni al bien público: es un egoísta. Por
el contrario,
Hegel ofrece una concepción de sociedad liberal "fundada
sobre la
parte no egoísta de la personalidad humana y busca preservar
esa
parte como núcleo del proyecto político moderno"
(Fukuyama, op.
cit.).
Liberalismo hegeliano y liberalismo anglo/sajón
Esa concepción alternativa del liberalismo que ofrece Hegel
"es a
la vez más noble y más pertinente" (Fukuyama).
Para él la batalla
por el reconocimiento no se acaba en una batalla principal
sangrienta sino que continúa por el resto de la historia
de los
hombres. Esta batalla no se resuelve organizando la sociedad
civil, como pretendían Hobbes y Locke, sino en la construcción
y
consolidación de un mundo dividido entre Amos y Esclavos.
El liberalismo hegeliano es más honesto que el liberalismo
anglo/sajón original. El "idealista" Hegel describe
con el máximo
de realismo la situación política contemporánea.
El mundo es un
mundo dividido, son "dos mundos". El mundo de los amos
y el mundo
de los esclavos. Este último está conformado por
aquellos
individuos, sociedades y naciones que no han luchado, cediendo
al
temor natural a la muerte.
Todas las sociedades existentes en el curso de la historia humana
fueron inigualitarias. La desigualdad genera sociedades -y
sistemas internacionales- inestables. La inestabilidad surge de
la
inexistencia de reconocimiento hacia el mundo de los esclavos.
La
sociedad liberal que nace de la revolución francesa y de
la
revolución americana pretende basarse en un arreglo recíproco
entre los ciudadanos, que debería incluir el reconocimiento
mutuo.
No es casual de que fueran los judíos el primer grupo humano
en el
mundo moderno en constituirse en "burguesía".
Ellos eran el pueblo
elegido, luego adquirieron naturalmente la "conciencia dominante"
y finalmente se convirtieron en "clase dominante" (1)
porque
previamente se habían autoasumido como pueblo, es decir,
como raza
dominante (2). La esencia del dominio o de la dominación
en la
historia (la vieja dialéctica hegeliana de la relación
amo-esclavo) es, en primer lugar, el ejercicio de una superioridad
racial (3) proveniente de una autoconciencia de superioridad
espiritual, en este caso, de origen teológico.
Hubo un judaísmo sin tierra, sin lengua y sin Ley. Fue
el judaísmo
de la Diáspora. Fue un judaísmo sin historia. "El
pueblo judío no
posee cronología propia para contar sus años. Ni
el recuerdo de su
historia ni las épocas que jalonaron sus legisladores le
sirven de
medida del tiempo porque el recuerdo histórico no representa
aquí
un punto fijo en el pasado al cual pueda sumársele un año
más por
cada año que pasa. El pasado es más bien un recuerdo
que siempre
está a la misma distancia, un recuerdo que no es un hecho
pasado
sino una realidad eternamente actual: cada individuo considera
la
salida de Egipto como si él mismo hubiera salido con ellos.
No hay
legislador a quien quepa el honor de haber renovado la ley con
el
paso del tiempo: hasta lo que se representa como novedad hay que
entenderlo como estando ya presente y escrito en la ley eterna
y
revelada" (4).
Ahora hay un judaísmo con tierra, lengua y Ley. Es decir,
un
judaísmo histórico. Hay un paralelismo casi abrumador
entre el
retorno de la élite hebrea de Babilonia, y la llegada del
sionismo
a Palestina. En ambas coyunturas los israelitas tuvieron dos
posibilidades. Dedicarse a rehacer el templo y restaurar las
grandes tradiciones religiosas de Israel, lo que significaba
incrementar los rasgos diferenciados del judaísmo, o bien
no
construir un Estado y marchar al desierto para la práctica
escrupulosa de la Ley.
En ambos momentos históricos optaron por la primera opción.
En
ambos momento hubo una renovación del Pacto, es decir,
una
reconstrucción del Templo, o sea: la guerra contra los
otros. Hay
un hilo invisible que une a Esdras con Netanyahu. "Y por
eso
Israel se va a referir a Dios no solamente como nación
sino como
una cosa distinta, que no es ni nación ni pura comunidad
religiosa, sino iglesia nacional. Ahí es donde está
la gravísima
nueva situación que a Israel se le va a plantear... Dios
aparece
no solamente como Dios del cosmos y como Dios de la historia de
Israel, sino como Dios de la historia entera" (Zubiri, op.
cit,
pgs. 224-225)
"La autoconciencia de los judíos como 'pueblo elegido'
fue en
parte aceptada y en parte rechazada por los cristianos... En la
Europa del medioevo los judíos -en parte libre y en parte
forzosamente- constituían por lo general minorías
mercantiles, y
fueron así un elemento imprescindible en la formación
de la
economía monetaria y del 'capitalismo'" (5).
Esa sociedad liberal con un núcleo teológico
original no elimina
la desigualdad, sino que la racionaliza. "El Estado democrático
liberal nos estima según nuestro propio sentido del mérito,
del
mérito que nosotros nos atribuimos" (Fukuyama). Esta
estima del
Estado hacia el individuo también proviene del "contrato
original". Pero esto no significa que el liberalismo organice
sociedades igualitarias. Todo lo contrario, significa que reconoce
el principio por el cual cada persona, cada sociedad y cada nación
se valora a sí mismo en forma desigual. De tal manera que
la
distribución de reconocimiento es desigual en el sentido
de que
cada autopercepción es desigual. El liberalismo moderno
aplica el
siguiente principio: "A los iguales, cosas iguales; a los
desiguales, cosas desiguales" (F. Nietzsche, El ocaso de
los
ídolos). Junto con Nietzsche la moderna sociedad liberal
proclama
algo que el judaísmo había comprendido desde sus
orígenes: "que
ésta es la verdadera fórmula de la justicia".
El principio judaico de no igualar nunca cosas desiguales, está
en
la naturaleza de la democracia moderna, ya sea que ésta
funcione
en el interior de un Estado o en el plano de las relaciones
inter/nacionales. Quien no tiene reconocimiento (poder) es quien
no necesita reconocimiento. Una nación no reconocida no
busca ser
reconocida. Una clase social postergada es "feliz" en
su
marginalidad. Una raza excluida no necesita otro lugar en el
mundo. Bajo este principio las potencias triunfantes en la segunda
guerra civil europea organizan la "partición"
de Palestina en
1947.
La ideología liberal moderna parte del "primer hombre"
hegeliano
para llegar al "último hombre" nietzschiano.
El primer hombre
encuentra su naturaleza en la historia, el "último
hombre"
encuentra su realización en la dominación.
"¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el
hombre el sentimiento
de poder, la voluntad de poder, el poder mismo.
"¿Qué es lo malo? Todo lo que proviene de la
debilidad.
"¿Qué es la felicidad? El sentimiento de lo
que acrece el poder:
el sentimiento de haber superado una resistencia.
"No contento, sino mayor poderío; no paz en general,
sino guerra;
no virtud, sino habilidad... Los débiles y los fracasados
deben
perecer... Y hay que ayudarlos a perecer" (Nietzsche, El
Anticristo).
El Estado Homogéneo Universal es una sociedad internacional
eminentemente jerárquica y desigual. Es la consecuencia
última
última del "contrato original": "La igualdad,
una cierta efectiva
asimilación que se expresa en la teoría de los derechos
iguales,
es esencialmente propia de la decadencia: el abismo entre hombre
y
hombre, entre clase y clase, la multiplicidad de los tipos, la
voluntad de ser quien se es, de distinguirse, todo lo que yo llamo
pathos de la distancia, es propio de toda época fuerte."
(Nietzsche, El ocaso de los ídolos).
El Estado Homogéneo Universal pretende ser la época
más fuerte de
la historia, la etapa final, el reino del "último
hombre", la
consolidación de la diferencia entre Amo y Esclavo basada
en una
batalla ya dada, y en la aceptación, por parte del Esclavo,
de
tener necesidades mínimas de reconocimiento. El Estado
Homogéneo
Universal se basa en el hecho de que el Esclavo reconoce el poder
del Amo.
La desigualdad se transforma en deseo de reconocimiento desigual.
El deseo de un reconocimiento desigual es el fundamento de la
democracia moderna, y ello afectó decisivamente a la vida
internacional de los Estados. El estado final de reconocimiento
universal es el dominio del "último hombre" de
Nietzsche. La
identificación con el "último hombre"
gana espacio entre los
ciudadanos y las clases medias de las democracias prósperas
y
tranquilas, poseedoras de armas modernas. Ellos pretenden ser,
en
verdad, los "últimos hombres" dominadores de
enormes masas de
excluidos repartidos por el mundo entero.
La igualdad y la caridad, esto es, el socialismo y el catolicismo,
primero, y el Islam en los últimos tiempos, son los enemigos
principales del "último hombre". Apliquemos la
siguiente cita de
Nietzsche al mundo musulmán actual: "¿Qué
es lo más perjudicial
que cualquier vicio? La acción compasiva hacia todos los
fracasados y los débiles: el cristianismo... El cristianismo
tomó
partido por todo lo que es débil, humilde, fracasado...
Conserva
lo que está pronto a perecer: combate a favor de los desheredados
y de los condenados de la vida, y manteniendo en vida una cantidad
de fracasados de todo linaje, da a la vida misma un aspecto hosco
y enigmático" (Nietzsche, El anticristo).
Fukuyama sostiene que fue el deseo de reconocimiento la fuente
profunda de las revoluciones anticomunistas de los últimos
tiempos. Ese impulso liberal que se verificó en el Este
de Europa
ha devenido actualmente en conflictos militares profundos, que
asumen múltiples formas: desde las guerras civiles hasta
las
guerras interrepublicanas. Fue la caída del comunismo quien
libera
el impulso de reconocimiento más importante de la historia
de la
humanidad hasta nuestro días: la irrupción de un
mundo musulmán
organizado y sediento de igualdad.
El Islam de nuestros días asume el rol del cristianismo
primitivo:
toma partido por todo lo que es "débil, humilde y
fracasado". Es
lo contrario al judaísmo liberal occidental. Ello genera
conflictos que se están convirtiendo en el freno del impulso
liberal y en el comienzo del fin de la efímera hegemonía
del
Estado Homogéneo Universal.
Cuando tantos millones de hombre irrumpen en la historia con una
certeza religiosa, trascendente, la desigualdad ya no puede
fundamentarse en la aceptación de la desigualdad, en la
aspiración
de un bajo perfil de reconocimiento para los excluidos. Cambian
las reglan de los procesos históricos, y la filosofía
del "último
hombre" aparece como lo que realmente es: una filosofía
de
dominación que pretendió desterrar la guerra manteniendo
la
desigualdad esencial entre Amos y Esclavos.
El fin del comunismo es el principio del reconocimiento universal
principalmente porque en la historia irrumpen millones de hombres
con una Fe, y a partir de allí convierten la geografía
que ellos
dominan en un bastión resistente al Estado Homogéneo
Universal. Es
por ello que esa resistencia viene acompañada por una nueva
cultura. Hay una nueva acumulación de fuerzas y de poder
en el
"mundo excluido", porque hay una nueva cultura en ese
mundo. El
poscomunismo no es la aceptación del liberalismo. Es un
componente
de un nuevo universo que crece contra la hegemonía dominadora
del
"último hombre" occidental.
Occidente no sabe qué hacer ante la "crisis del futuro".
Sus
filósofos buscan certezas cada vez más débiles.
Están angustiados
ante la crisis del futuro. El futuro angustia porque Occidente
está en un período de extraordinaria incertidumbre.
Todos los
acontecimientos importantes son impredecibles. Sin embargo y ante
la angustia de Occidente nace una nueva certidumbre religiosa.
Pero ahora ella no está basada en un "contrato"
realizado entre
una élite y un dios tribal con pretensiones universales.
La nueva
certidumbre religiosa está basada en la fuerza de millones
de
desposeídos que sostienen que Dios es el Dios de todos
los
hombres. Las reivindicaciones nacionales y las reivindicaciones
sociales tienen ahora un fundamento y una proyección religiosa
-de
allí su fuerza- que se basa en que el Dios de los "elegidos",
simplemente, ha muerto. He aquí el germen de la gran revolución
que se avecina: la victoria de la identidad (hombre-Dios) y de
la
solidaridad (hombre-hombre) ante el Estado Homogéneo Universal.
"En lugar de la monótona imagen de una historia
universal en línea
recta, que sólo se mantiene porque cerramos los ojos ante
el
número abrumador de los hechos, veo yo el fenómeno
de múltiples
culturas poderosas, que florecen con vigor cósmico en el
seno de
una tierra madre, a la que cada una de ellas está unida
por todo
el curso de su existencia. Cada una de esas culturas imprime a
su
materia, que es el hombre, su forma propia; cada una tiene su
propia idea, sus propias pasiones, su propia vida, su querer,
su
sentir, su morir propios".
Oswald Spengler, La decadencia de Occidente
Los acontecimientos internacionales señalan que el proceso
de
transición que en la escala planetaria comienza con la
ruptura de
la bipolaridad, ha llegado a un punto muy próximo al estadio
apolar, que puede definirse a partir de una nueva y específica
"distribución del poder" dentro del sistema internacional.
Esa nueva distribución del poder se produce no sólo
de manera
desigual sino en niveles distintos. El poder se distribuye en
nichos diferentes: la velocidad del desarrollo tecnológico
no
coincide con la capacidad militar y el crecimiento económico
no
siempre logra traducir o expresar control político. Ni
la
capacidad militar, ni el crecimiento económico ni el control
político pueden traducirse, finalmente, en hegemonía
ideológica
(religiosa, cultural, etc.). Ello quiere decir que los
alineamientos internacionales ya no se producen por consenso,
sino
por necesidad o conveniencia y, por ello mismo, son esencialmente
transitorios.
En definitiva, el mundo global ha dejado de ser -definitivamente-
un mundo blanco-occidental. Las estructuras internacionales
(políticas, económicas, militares, culturales, etc.)
ya son
incapaces de contener las enormes presiones que sobre ellas ejerce
la emergencia de multitudes -una inmensa mayoría de la
demografía
mundial- no blancas. Todas -o casi todas- ellas se asoman a la
estrategia global provistas de culturas y religiones diferenciadas
y en oposición a la cultura blanca-occidental (¿judeo-cristiana?).
Esas masas están además excluidas por la economía
global. Su
participación en ella es meramente virtual, es decir tiene
que ver
más con una imagen que con una realidad concreta.
Durante unos ocho siglos -dentro del área geográfica
de lo que hoy
se llama "mundo occidental"- existió una bi-polarización
del poder
entre dos razas-culturas: la árabe-oriental-musulmana,
y la
europea-occidental-cristiana. A partir de finales del siglo XV
-descubrimiento de América- uno de esos polos crece y el
otro
decrece. El pensamiento de la raza occidental se había
potenciado,
mientras que el de la raza oriental se había estancado.
Ello
provoca, entre otras cosas, el fracaso militar otomano ante las
puertas de Viena.
A partir de ese momento el dominio de la raza blanca-occidental
se
fue globalizando progresivamente, al mismo ritmo en que judaísmo
se iba conviertiendo en polo de poder alternativo. También
a
partir de ese momento muchas de las guerras fueron guerras civiles
europeas. Por eso mismo fueron guerras intra-raciales e
intra-culturales dentro del mundo blanco-occidental (a excepción
de las acciones japonesas contra Rusia y contra China-Manchuria,
antes y después de la primera guerra civil europea). La
totalidad
de la "política internacional" se desarrolló
dentro de ese
escenario, que perduró hasta las "revoluciones raciales"
del
"tercer mundo" que eclosionan a partir de la última
guerra civil
europea (llamada II Guerra Mundial -IIGM).
Tomando como paradigma esos acontecimientos - limitados por sólo
tres siglos de historia universal - el pensamiento político
occidental elabora modelos de comportamiento internacional, a
los
cuales le atribuye una valor metafísico, es decir, eterno.
Todo lo
demás eran "cuestiones coloniales". El Islam
sigue siendo tratado,
al día de hoy, como una "cuestión colonial".
El simple ingreso a la política mundial de tres grandes
razas-culturas, la china central-confusiana, la árabe-musulmana
y
la hindú aria-védica - todas emergencias provocadas
por la Segunda
Guerra Civil Europea - altera totalmente el panorama reinante
durante los tres siglos precedentes. Lo que comienza a cambiar
es
la propia lógica del sistema: se deja atrás un escenario
racional-positivista y se entra de lleno en el escenario de la
incertidumbre.
La crisis de la IIGM abre la "caja de Pandora". Hasta
la "caída de
Moscú" (Perestroika) todas las interpretaciones giraban
en torno a
aquellos viejos modelos racionalistas: proletariado mundial
versusu burguesía global. A partir de la crisis y autodestrucción
soviética ya no es posible ocultar la envergadura del "nuevo
mundo". Millones de hombres "distintos" - provistos
de su religión
y de su cultura, y agredidos por una misma economía global
- se
convierten en actores de la política mundial, que comienza
a girar
sobre ejes también distintos.
Hasta el día de hoy no existe la interpretación
adecuada para
preveer acontecimientos futuros bajo esta nueva circunstancia.
Estamos en presencia de un "antisistema", que no permite
construir
alianzas estables entre las potencias del mundo central orientadas
a gobernar por un largo plazo y a estabilizar globalmente al
Planeta. El sistema pentárquico que siguió a la
Europa
posnapoleónica es, absolutamente, un modelo irrepetible.
La
imposibilidad de formalizar alianzas estables y de largo plazo
entre centros de poder se manifiesta en todos los niveles de la
actividad internacional. Hay intereses divergentes entre sí
en el
plano económico, político, estratégico, religioso,
cultural y
militar.
Una de las principales fuentes de divergencia se manifiesta en
la
forma de actuar sobre los "conflictos regionales" (muchos
de ellos
ya han escapado a esa definición: la mayor parte de los
"conflictos regionales" se están transformando
en "conflictos
internacionales"). A esos conflictos se los pretende "licuar"
haciendo que su componente racial pase inadvertido.
Otros conflictos internacionales de transforman en globales. Ello
es particularmente válido para el caso del Medio Oriente
-conflicto entre el espacio sirio-palestino y el espacio judío
implantado- que tiene en la religión judía -, en
las interacciones
judeo-cristianas- y en la resistencia musulmana, una gran
capacidad de transmisión hacia el Occidente. Y a partir
del Islam
una gran capacidad de transmisión hacia el Oriente. Las
tres
grandes religiones monoteístas abrahámicas asumen
así una función
sociológica de transmisoras de conflictos hacia el "resto
del
mundo".
Las nuevas fronteras de la política mundial
Las fronteras reales de la política internacional -globalmente
considerada- están volviendo a las antiguas líneas
de conflicto,
en su triple dimensión: étnico-racial, histórica
y geopolítica.
Las viejas culturas absorben a las nuevas (p.e: el eslavismo
cristiano ortodoxo al comunismo soviético, el judaísmo
al
sionismo, el Islam al "orientalismo" árabe, etc.),
no las expulsan
totalmente, las integran a la manera hegeliana. Las crisis
políticas en el interior de los grandes Estados están
produciendo
un sinceramiento histórico y geopolítico, un retorno
a los viejos
moldes. Una Turquía reislamizada tendrá seguramente
muchas
dimensiones, pero seguramente todas estarán incluídas
en las tres
básicas antes señaladas: la étnico-racial,
la histórica y la
geopolítica.
El sistema internacional no es unipolar porque está sometido
a una
tensión devastadora entre las fuerzas globalizadoras (élites
incluidas de todo el mundo) y las fuerzas fragmentativas (pueblos
excluidos del todo el mundo). El conflicto entre incluídos
y
excluídos, entre dominadores y humillados, entre judíos
(y aliados
de Israel) y no judíos (enemigos de Israel) está
en el núcleo de
esa tensión. Las modificaciones que se perciben en el
comportamiento del sistema internacional (la intensidad y los
ritmos nunca vistos de esas modificaciones) son el producto de
una
tensión que predomina sobre todas las demás: la
existente entre
los factores fragmentativos y los factores globalizadores. El
conflicto entre el nacional-judaísmo y el mundo árabe-islámico
es
una especificidad de esta lucha entre globalización e identidad.
Los factores globalizadores: El gobierno oligárquico/global
como
proyecto. La infalibilidad ideológica del "Imperium
Mundis".
A pesar de la creciente importancia de los elementos
fragmentativos existe hoy un proyecto (y un proceso) de gobierno
mundial de facto integrado no sólo por instituciones
internacionales como el FMI, el Banco Mundial, el Grupo de los
7
(G7), el ex/GATT (Organización Mundial del Comercio), el
proyecto
Maastricht y demás organizaciones diseñadas para
servir a los
intereses de los grandes grupos multinacionales. Por sobre el
funcionamiento de esas instituciones el proyecto de gobierno
mundial pretende ofrecer una nueva conceptualización sobre
el
"manejo del mundo", condensada en tres conceptos básicos
sobre los
que se sustenta el Nuevo Orden Mundial (NOM): la soberanía
limitada, el derecho a la ingerencia y las intervenciones
humanitarias. Dentro de este proceso está el proyecto de
legitimar
un Tribunal Internacional de Justicia dentro de los moldes del
Tribunal Militar Internacional de la última posguerra.
Hasta este momento todas las experiencias existentes respecto
a
limitación de soberanía e ingerencias militares,
fueron acciones
comandadas por el mundo blanco-occidental contra el "otro
mundo".
La forma de gobierno mundial que se pretende imponer se asemeja
mucho más a la idea de Imperio que expone Dante en su De
Monarchía
que a la visión de muchos imperialistas nacionales del
siglo XIX.
El "Imperialismo nacional", como el británico,
el norteamericano,
el francés o el ruso, es una imagen del pasado. Ahora no
puede
haber imperio universal sin infalibilidad ideológica, sin
teología
de la globalidad, como muy bien lo señaló en defensa
de Roma y
dentro del exiguo espacio de la cristiandad, ese gran pensador
imperial que fue Santo Tomás. En su momento conocimos muy
bien la
exigencia de infalibilidad que presentó sistemáticamente
la
Iglesia Comunista de Moscú, hasta su extinción hace
pocos años.
El Imperio Mundial es una figura que exige la aceptación
universal
de la infalibilidad de sus decisiones. Esta actitud cultural es
cada vez más evidente a medida que pasa el tiempo. Es la
cultura
blanca-occidental la que pretende constituírse en el Totem
de
todas las "tribus" del mundo. A diferencia de los antiguos
emperadores nacionales, la autoridad del "Imperium Mundis"
pretende ser propia, como la luz del sol. Los viejos "imperios
nacionales", en cambio, eran como la luz de la luna: extraían
su
brillo de la luz del sol (Santo Tomás, De Regimene Principium).
La
infalibilidad ideológica contemporánea, la nueva
"luz del sol" es
una "nueva ingeniería" basada en desarrollos
tecnológicos que
permiten operar concentraciones económicas transnacionales,
manipulaciones políticas y sociales globales e intervenciones
militares. En definitiva, el "nuevo sol" es la posibilidad
de
controlar en exclusivo las nuevas tecnologías emergentes.
Ya no se trata de las viejas expansiones nacionales que en un
punto de su desarrollo se transforman en expansiones imperiales.
Ahora se pretende estructurar, desde "lo alto" y desde
un
principio, un gobierno mundial trans/nacional, legitimado -cuando
ello es posible- en la figura de las Naciones Unidas. Ese gobierno
mundial será la expresión política tanto
de "gobiernos nacionales"
como de grupos trans/nacionalizados cuyo poder se asienta en un
específico proceso de innovaciones tecnológicas
y transformaciones
productivas.
El "gobierno mundial" es cada vez más urgente,
dada la creciente
incapacidad de Washington para ejercer un verdadero liderazgo
mundial. Esa urgencia es lo que aún une a las diferentes
etnias de
la raza blanca, y lo que pretende convertir a la cultura
occidental en el tramo final de la historia humana.
Es cada vez más evidente que una nueva "contradicción
principal"
sacude los cimientos del sistema internacional. Ella se localiza
en las luchas de las "razas marginales", de las naciones
y de las
culturas excluídas contra las intervenciones religiosas,
políticas, económicas y militares -en definitiva,
raciales- de una
nueva forma imperial que se pretende imponer sobre el Planeta.
Debemos recordar que en el estrecho marco geopolítico del
"renacimiento" italiano, el primer gran teórico
de la liberación
nacional contra el proyecto del "imperio mundial" del
Papa romano,
fue Maquiavelo. Habrían de pasar muchos años desde
la muerte del
gran florentino hasta que otro europeo marginal, Herder, un judío
eslavo-germánico, continuara desarrollando la trama teórica
de la
"cuestión nacional". Escribió:
"La civilización humana no vive realmente en sus manifestaciones
generales y universales, sino en las nacionales y particulares.
Cada nacionalidad es un organismo vivo. Todas las nacionalidades
son igualmente sagradas, las que aparentemente han progresado
y
las llamadas 'primitivas'. A través de todas ellas se cumple
el
destino de la humanidad. Ningún individuo, país,
pueblo, estado,
son parecidos. Todo queda sofocado si uno no busca su propio
camino y si se toma ciegamente a otra nación como modelo.
Cada
nacionalidad es la portadora original de una humanidad común,
que
vive y se despliega en todas las nacionalidades. Nada es tan
repugnante al espíritu humano como la actividad de los
conquistadores. No puede negarse que alguno de ellos han
demostrado valor en el peligro, pero lo mismo puede decirse de
los
asaltantes de caminos y de los piratas. Es de esperarse que los
asesinos y ladrones de pueblos y naciones sean un día objeto
de la
infamia y la deshonra, de acuerdo a los principios de una
verdadera historia humana".
Polarización versus globalización
En un mundo globalizado, naturalmente, tienden a desaparecer los
polarizadores internacionales (centros con gran capacidad de
acción económica y/o estratégico/militar)
y, en especial, los
polarizadores clásicos, que son los que operaron en los
últimos
tres siglos de historia occidental, antes de la irrupción
masiva
de las razas "coloniales". La globalización es
la hegemonía de un
solo polarizador. Los actores principales de la globalización
tienen como objetivo la maximalización de los beneficios
y no la
potenciación de su propio Estado, aunque se trate de los
Estados
Unidos. Como entidad política y geográfica, el antiguo
país
central puede entrar en declive por el mismo proceso mediante
el
cual sus principales empresas logran beneficios crecientes.
Un ejemplo concreto. La General Motors ha cerrado plantas de
producción dentro del territorio norteamericano, al mismo
tiempo
en que se ha convertido en el principal generador de empleo de
México. También abrió una planta de montaje
en Alemania Oriental,
donde una mano de obra muy calificada y disciplinada está
dispuesta a trabajar más horas que sus connacionales de
la parte
occidental, por sólo el 40% de los salarios que aquellos
exigen.
Estamos en presencia de un fenómeno de dislocamiento empresarial
a
escala global, lo que significa un vasto traslado de empresas
del
centro hacia la periferia. Es por ello que la desocupación,
tanto
en el centro como en la periferia, es un factor directamente
proporcional al crecimiento de las llamadas variables
macroeconómicas. Cuanto mayor sea el "crecimiento",
según los
parámetros del modelo neoliberal, mayor será la
desocupación.
La naturaleza del sistema internacional actual tiende a definir,
en la escala global, sólo dos "países",
con sus geografías y
recursos desigualmente distribuidos: el país de los ricos
o
incluidos, y el país de los pobres o excluidos. Las instituciones
estatales de los países excluidos, o "desgarrados",
como las
fuerzas armadas, deben definir -en primer lugar ante sí
mismas-
qué "país" aspiran a defender. Queda fuera
de toda discusión,
dentro de este modelo de gobierno mundial, que todo intento de
integrar "fronteras adentro" del Estado/nación,
es una actitud
penalizada por la lógica del modelo. Uno de los objetivos
principales de los actores transnacionales es lograr la
privatización y la liberalización de los servicios
-en especial de
los servicios financieros-, más la eliminación de
los principios
básicos de la defensa nacional, con el objeto de eliminar
cualquier amenaza de planificación económica nacional
y de
desarrollo independiente.
Todas las instituciones integrativas dentro del Estado/nación
deben ser destruidas, "desprotegidas" de los "favores"
del Estado.
Desaparece la "vieja" configuración "nacional"
del Estado. Queda
vigente una nueva configuración "estatal", la
mayoría de las veces
fragmentada o desgarrada. Es por ello que no desaparecen todas
las
formas de proteccionismo. Los mecanismos de protección
son
rediseñados para aumentar el poder y la riqueza de las
grandes
corporaciones transnacionales (que no necesariamente son
multinacionales: gran parte del "capitalismo nacional"
hoy se ha
transnacionalizado sin multinacionalizarse).
La geografía de la pobreza en lo que alguna vez se llamó
el
"primer mundo" determina un paisaje realmente impresionante.
En
los Estados Unidos la caída de los ingresos y el estancamiento
salarial descendió violentamente a partir de mediados del
'80, en
una parte importante debido a la reducción de los gastos
de
defensa. Más de 17 millones de trabajadores se encuentran
sin
empleo o semiempleados. De la escasa riqueza creada en la década
del '80, un 70% fue a parar al 1% más rico de la población,
mientras que los sectores de menor poder adquisitivo sufrieron
una
pérdida en términos absolutos. En los años
90 ese proceso se hace
aún más agudo, en la escala global.
En el período considerado, comienzan a generarse, muy por
debajo
de la superficie, los condicionantes de la pérdida progresiva
del
potencial del poder militar norteamericano en la escala global.
Esa pérdida de potencial se encuentra en relación
directa con la
expansión de la crisis socioeconómica en el interior
de la
"potencia hegemónica".
Esa crisis económica tiende a localizarse -en el interior
de las
sociedades centrales blancas- en los sectores excluídos
integrados
por "otras razas": negros, mexicanos, árabes,
etc. Existe incluso
un conflicto de intereses entre el proletariado blanco y los
semi-proletarios no blancos. Aquí también el conflicto
adquiere
una inconfundible dimensión racial y cultural.
La globalización como modelo de gobierno mundial es una
estructura
oligárquica que condena a la marginalidad al vasto "país"
mundial
de los excluidos, a los pobres y sin poder, dentro y fuera de
los
países centrales, dentro y fuera del espacio blanco-occidental.
En
el plano político interno opera dejando grandes vacíos
en el
ordenamiento democrático, de tal manera que la capacidad
de
decisión siga en manos de los que Adam Smith, en el siglo
XVIII,
llamaba "los amos del universo", quienes se manejan
"con el vil
principio: Todo para nosotros, nada para los demás".
La organización oligárquica global succiona riquezas
para el "país
de los incluidos" que está desigualmente distribuido
por toda la
superficie del globo. Adam Smith acusaba a los fabricantes y
comerciantes de su época de "infligir horribles infortunios
y de
perjudicar al pueblo de Inglaterra". Hoy en día, el
40% del
comercio exterior de los Estados Unidos se realiza entre compañías
dirigidas en forma centralizada. Esas companías pertenecen
a los
mismos grupos que controlan la producción y la inversión.
El efecto que provoca la acción de la oligarquía
global sobre la
totalidad del "país de los excluidos" es auténticamente
devastador. El abismo que separa a las regiones ricas de las
pobres se ha duplicado en las últimas dos décadas.
La
transferencia de recursos del "sur" al "norte"
fue de 400.000
millones de dólares entre 1982 y 1990.
La fragmentación antioligárquica
Los factores de fragmentación son los elementos que pueden
llegar
a conformar, en líneas generales, nuevas opciones para
las razas
oprimidas, las culturas marginales y los Estados periféricos.
Los
factores de fragmentación se manifiestan en diferentes
niveles:
*En la inviabilidad político/estratégica de los
grandes espacios
económicos. Inviabilidad significa desigualdades crecientes
dentro
de cada espacio económico.La formación de espacios
económicos
ampliados es, en la mayoría de los casos, una relación
entre una
misma empresa monopólica ubicada en dos puntos geográficos
distintos. Dentro de esos espacios se producen enormes
transferencias de recursos de las regiones más pobres a
las más
ricas. Esto sumado a las grandes disparidades culturales
existentes, produce el fenómeno de la imposibilidad de
traducir
"poder económico" en "poder político/militar",
como es el caso
evidente de la Unión Europea, que nunca dejará de
ser un simple
"Mercado Común Europeo". En la Zona de Libre
Comercio del
Atlántico Norte (NAFTA) uno de los objetivos principales
de los
Estados Unidos es desarticular completamente la existencia
nacional de México. Las reacciones secesionistas del Quebec
es un
ejemplo impresionante de fractura cultural dentro de un espacio
económico central. En el Mercosur la desigualdad entre
Brasil y la
Argentina es creciente y directamente proporcional a los poderes
nacionales relativos. La Comisión Norteamericana para el
Comercio
Internacional estima que las empresas de ese país obtendrían
un
beneficio adicional de 61.000 millones de dólares anuales
provenientes del Tercer Mundo, si la OMC tuviese capacidad para
aplicar las exigencias proteccionistas norteamericanas con la
misma intensidad que lo hace Washington dentro del NAFTA. La
protección de la propiedad intelectual está constituida
por un
conjunto de medidas diseñadas para que las multinacionales
norteamericanas controlen la tecnología del futuro, por
lo menos
en una determinada región del mundo.
*En el creciente vacío de poder y en el incremento (ampliación
y
profundización) de los conflictos regionales. La mayoría
de los
conflictos regionales son respuestas militares de naturaleza
racial y cultural desde los pequeños espacios a los grandes
espacios (Chechenia versus Rusia, caucásicos musulmanes
versus
ortodoxos eslavos).
*En las crisis económicas nacionales dentro del mundo central,
y
las luchas interbloques e intrabloques.
*En la incidencia creciente de las variables demográficas
(mayor
crecimiento relativo de las razas marginales).
*En la expansión de religiones y culturas conformadoras
de una
concepción del mundo no/occidental. La expansión
demográfica
conspira contra el modelo oligárquico de gobierno mundial,
ya que
los ricos blancos son cuantitativamente cada vez menos. Tanto
en
el mundo musulmán como en el mundo eslavo la confluencia
de
factores religiosos y demográficos está llegando
a niveles
críticos para la estabilidad de las democracias protestantes
y/o
weberianas.
*En la evolución relativa de los poderes militares.
*En la consolidación de potencias regionales con gran capacidad
de
acción y en el nacimiento de potencias intermedias. Estamos
viviendo el nacimiento de potencias medianas regionales habitadas.
Ellas no sólo disponen de una adecuada ubicación
geográfica o de
alguna tecnología militar, como Turquía e Irán,
dos polarizadores
intermedios en el Nuevo Mundo Apolar. Ellas disponen sobre todo
de
una cosmovisión "finalista" de la acción
política.
*En la naturaleza de las crisis en los centros decisionales y
en
el desarrollo de "guerras comerciales".
Este cuadro es particularmente claro en la configuración
actual
del mapa europeo y en el conjunto de tensiones dentro de la OMC
(ex GATT).
La crisis económica actual tiene notables similitudes con
la que
sacudió al mundo hacia finales de los años '20 y
comienzos de los
años '30 de este siglo. Ella comenzó, al igual que
ahora, con un
descenso del PB global real, lo que impulsó a los países
más
importantes de cada región a restringir las importaciones
por el
mecanismo de crear bloques comerciales en cada una de sus zonas
de
influencia. También, al igual que ahora, el funcionamiento
de la
economía a través de bloques comerciales restringió
los flujos
comerciales y los movimientos financieros internacionales (lo
que
hoy se llama "globalidad económica"). La consiguiente
recesión
transformó a los bloques comerciales en bloques militares.
Los
bloques comerciales vuelven a conformarse con el objeto principal
de limitar las importaciones e incrementar las propias
exportaciones fuera de los mecanismos multilaterales. En el límite
de esta dinámica comercial y política estarán,
de nuevo, e
inexorablemente, los bloques militares. Es decir, la guerra.
Pero también tiene importantes diferencias. El escenario
es ahora,
por primera vez, global. Importantes actores son ahora no
occidentales y no blancos. No se trata de la globalidad del siglo
XIX, en cual el mundo colonial era un puro mercado, es decir,
observador pasivo de los sucesos del mundo blanco central. China,
India, Irán, Brasil, entre otras potencias intermedias,
juegan un
rol activo en la política mundial, y sus intereses -en
diversos
grados- son muchas veces discordantes y otras francamente
antagónicos respecto de los intereses del centro.
Estamos hablando de cambios profundos en la historia y en la
estrategia global. La periodicidad de los cambios se ha modificado
abruptamente. Los tiempos históricos deben ahora medirse
no por
decenios ni por años, sino por meses y semanas. Este incremento
inusitado en la velocidad de los cambios se debe a la inclusión
de
nuevos, pero sobre todo de distintos actores en el escenario de
la
política mundial.
Hubo un punto en que fue posible registrar con gran exactitud
el
enorme viraje estratégico de la historia: en enero de 1993
la
"potencia hegemónica" de un "mundo unipolar"
no pudo reeditar una
segunda campaña contra Irak (señalado como el "perturbador
del
sistema", en ese momento). La estructura de las alianzas
que se
había construido un año antes ya carecía
de viabilidad, se había
derrumbado, se había modificado total y absolutamente.
En sólo un
año el mundo era otro. Era para el otro. Comienza a ser
para los
que dispongan de voluntad de existir. Yugoslavia es otra región
de
conflicto donde se pone de manifiesto la imposibilidad de un
"gobierno mundial", bajo cualquiera de las formas hasta
ahora
conocidas: unipolar, bipolar, pentapolar, etc.
Los conflictos y las coincidencias se entrecruzan, no coinciden
ni
en tiempo ni en espacio. En Bosnia, ex Yugoeslavia, existe una
coincidencia objetiva de intereses, hoy, entre Alemania, Estados
Unidos algunos Estados musulmanes que por otra parte mantienen
importantes conflictos entre sí. La convergencia entre
EUA y
Alemania se hizo extensiva a la ampliación de la OTAN hacia
el
este europeo (imposición alemana a los EUA). La alianza
militar
"occidental" actuará de pantalla protectora de
la pretendida
expansión económica de Alemania hacia el este (pero
existen
también cada vez más conflictos económico/comerciales
entre
Alemania y Estados Unidos). Inversamente, esa alianza nacida en
Bosnia, difícilmente se pueda extender hacia el espacio
árabe-persa.
La no percepción de la profundidad y de la velocidad de
los
cambios, de la drástica modificación de los ciclos
históricos, del
inexorable retorno a los viejos moldes raciales, étnicos,
geopolíticos e históricos; la no percepción
de las implicancias
que conlleva el vertiginoso surgimiento de nuevas oportunidades
para las nuevas razas-culturas transformadas en potencias
emergentes; la no percepción o la negación de esos
fenómenos es lo
que provoca la perpetuación en la dependencia de los
hegemonizados, de los esclavos que optaron por la esclavitud.
La despolarización del sistema internacional
El sistema internacional siempre se transformó a través
de
procesos de re/polarización. Los agentes polarizadores
emergían a
través de un conflicto complejo que adoptaba múltiples
formas,
incluyendo la militar. La polarización, la formación
de polos de
poder, fue siempre el resultado de un conflicto entre actores.
Desde el siglo XVIII y hasta finales de la segunda guerra civil
europea, el escenario geográfico dentro del cual se producían
esos
procesos de repolarización era increíblemente pequeño
y abarcaba a
un muy reducido número de personas, en su totalidad pertenecientes
a las diferentes etnias y culturas de la raza blanca del mundo
occidental. Los procesos de repolarización se producían
dentro de
ese marco geográfico-cultural, ya que representaban conflictos
internos dentro del occidente blanco (aún aquellos que
se referían
a los "problemas coloniales"). Esos conflictos adoptaban
distintas
formas, pero todos admitían una misma base: diferenciaciones
étnicas, culturas y geopolíticas.
La característica del momento actual es que el número
de actores
se ha incrementado, al mismo tiempo que cada uno de ellos tiene
mayor poder relativo. Sobre todo existe una diferenciación
de
intereses y de lógicas políticas entre los nuevos
y los viejos
actores (y entre los nuevos entre sí y entre los viejos
entre sí).
Los actores que predominan no pueden controlar la totalidad del
sistema. Ese descontrol no origina un "orden" sino un
desorden.
El mundo árabe, Irán, China, India, Turquía,
etc., son todas
potencias emergentes dentro de la gran Isla Mundial. Cada una
de
ellas intenta controlar espacios limitados de poder y ello,
naturalmente, delimita intereses específicos, muchas veces
contradictorios entre sí, pero sobre todo contradictorios
con los
intereses de los viejos actores de la cultura blanca occidental.
Los viejos actores, a su vez, aún no han podido definir
ni muchos
menos consensuar dentro de sus sociedades, el tipo de estrategia
más adecuada a esta época tumultuosa. La llamada
Unión Europea
carece en absoluto de una estrategia unificada. Hacia el mundo
eslavo, todos los Estados europeos y, aún, los EUA siguen
detrás
de Alemania, quien busca seguridad para sus negocios en el este.
De allí la llamada "ampliación" de la
OTAN.
Para cada crisis específica, Europa inventa, sobre la marcha,
una
política de emergencia. Casi siempre ligada a un pasado
colonial o
de despojo: Italia en Albania, Francia en algunas -cada vez menos-
regiones de África, Alemania en Croacia y Eslovenia, Gran
Bretaña
en el Atlántico Sur, y así sucesivamente. La política
americana
aún no ha resuelto, ni mucho menos, sus opciones históricas
-excluyentes entre sí: (neo)aislacionismo, euro-atlantismo
o
Asia-Pacífico. A pesar de ser, sin duda alguna, la primera
potencia del mundo, en cada coyuntura parece ir a remolque de
los
acontecimientos. No tiene capacidad de suscitar lealtades
profundas hacia el exterior, ni consenso perdurable hacia el
interior. La sociedad americana es crecientemente multirracial
-es
decir, policultural. Vive, por lo tanto, en una situación
creciente de desgarro interior. Con cada vez mayor frecuencia
las
decisiones de la élite -blanca, rica y protestante- son
contestadas por las distintas razas, etnias y culturas que
integran esa sociedad contradictoria.
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] [ 3 ] [ 4
] [ 5 ] [ 6 ]
La conquista del imperio americano, Ediciones Al-Andalus,
C/Capitán Haya 47, 28020 Madrid, España.
Fax 91-570 31 81. ISBN 84-605-8315-5, Noviembre de 1998.