[126]
El 28 de mayo de 1960, el nombre de Adolf Eichmann, hasta entonces desconocido, excepto por algunos especialistas en historia del nacionalsocialismo y de los campos de concentración alemanes, conquistó súbitamente la fama en la prensa mundial. Aquel día, Ben Gurion, Presidente del Consejo del Estado de Israel, subió a la tribuna del Knesseth (Parlamento israelí) y anunció a los diputados que «el responsable de la muerte de seis millones de judíos y verdugo suyo» había sido raptado el 11 de mayo anterior en la Argentina, donde gozaba del derecho de asilo, por un comando de los servicios secretos de Israel, añadiendo que se encontraba en una cárcel de Tel-Aviv y que sería juzgado, por un tribunal israelí.
A partir de aquella fecha, los "seis millones de judíos» -- algunos periodistas, con desmesurado celo, hablaron incluso de nueve millones -- «hombres, mujeres, ancianos y niños exterminados en las cámaras de gas de Auschwitz» y en otros lugares, fueron servidos de nuevo todas las mañanas, a la hora del desayuno, en el mundo entero.
El 11 de abril de 1961, tras la elaboración de un sumario que se prolongó por espacio de once meses, se inició el proceso en cuestión, en Jerusalén, ante una legión de periodistas llegados de todos los rincones del mundo.
Y, el 11 de diciembre, el tribunal dictó su veredicto: pena de muerte.
[127]
Sobre la personalidad de Eichmann, sobre las condiciones en las cuales se desarrolló su proceso, los argumentos que fueron esgrimidos, el contexto político en que hay que situar los hechos invocados contra él y las interpretaciones que del mismo han sido dadas, los juristas, al parecer, se encuentran en mejor posición para opinar que los historiadores, y he aquí los motivos.
I. -¿QUIEN ES ADOLF EICHMANN?
Adolf Eichmann nació el 19 de marzo de 1906 en Solingen (y no en Palestina, en la colonia alemana de Saron, como pretende demostrar Mme. Nina Gourfinkel, prologuista del libro de Joël Brand Un million de juifs contre dix mille camions y que ocupa un honroso lugar en la larga teoría de los historiadores nacidos de resistencíalismo).
Su padre era Prokurist (gerente) de la compañía de tranvías de la ciudad. En 1913, la familia se trasladó a Linz donde, después de haber desempeñado durante algún tiempo las mismas funciones que en Solingen, el padre se jubiló de su empleo y montó una tienda de aparatos eléctricos. Pero, en 1913, la familia Eichmann se componía del padre, de la madre y de AdoIf: de los cinco hijos del matrimonio (uno de ellos nacido de las segundas nupcias del padre), el mayor era alemán y los otros cuatro austríacos. En los años 1930, bajo el canciller Dollfuss, esto tuvo su importancia, ya que el mayor, considerado como extranjero en Austria, no pudo encontrar trabajo Como su familia estaba en relaciones con Kaltenbrunner, cabecilla del nacionalsocialismo austríaco en Linz, Adolf se convirtió en militante destacado del partido, pero en Alemania, en Passau, ya que las actividades de aquel género le estaban prohibidas en Austria. Así empezó la carrera de Adolf Eichmann.
Poco a poco, conquistó sus grados en las S.S., hasta alcanzar el de Obersturmbannführer (teniente coronel) de la Reichsicherheithauptamt (Oficina Central de seguridad del Reich), donde a partir de su creación, en 1936, había sido destinado a la Oficina (o servicio) IV B 4 (asuntos judíos).
Para situar su responsabilidad en el drama judío, hay que situar al hombre en su categoría en aquel servicio. La Reichsicherheithauptamt comprendía siete oficinas, todas ejecutivas: en la cuarta de esas oficinas y en la sección B había dos secciones: A y B), Eichmann era el jefe de la cuarta suboficina. Por encima de él, jerárquicamente, había un coronel: Müller, jefe de todas las
[128] suboficinas agrupadas bajo la denominación IV B y del cual no ha hablado nunca nadie (en la actualidad es o ha sido un alto funcionario de la policía en la Alemania del Este).
Por encima de Müller había otro coronel, jefe de las dos secciones A y B de la Oficina IV: Roth Y, por encima de Roth, Kaltenbrunner 1, jefe de las siete oficinas. Finalmente, el jefe suprerno: Heinrich Himmler.
En la Reichsicherheithauptamt, el teniente coronel Adolf Eichmann ocupaba, pues, el 6.o lugar de la jerarquía y en calidad de ejecutor de las decisiones que eran adoptadas a un nivel superior al del propio Himmler, al menos hasta 1943, ya que hasta esa fecha no fue ascendido Himmler a !a categoría de Ministro.
En el aparato del Poder nazi, existían millares y millares de cargos con aquel grado de responsabilidad.
A partir de marzo de 1942, fecha en que empezó la deportación en masa de los judíos, la oficina IV B 4, a cuyo frente estaba Eichmann, recibió la orden de ocuparse de su traslado a los campos de concentración. Como, por ejemplo, la oficina a cargo de Pohl había recibido la orden de dedicarse a la organización económica de aquellos campos, y otra la de buscar a los judíos y reagruparlos. Pero, dado que el conjunto de medidas que afectaban a los judíos habían sido adoptadas en el plano gubernamental, Eichmann sólo se ocupó de su ejecución y en la medida en que esa ejecución le afectaba.
La responsabilidad y la culpabilidad de Eichmann hay que definirlas en virtud de esas consideraciones, que plantean, en todas las sociedades de tipo tradicional, el drama del individuo al cual le es negado, so pena de ser castigado severamente, el derecho a la objeción de conciencia. En ese punto, el proceso de Jerusalén ha puesto de manifiesto que, a partir de 1941, Eichmann vivió ese drama en las mismas condiciones que lo vivió en Buchenwald el Profesor Balachowsky, del Instituto Pasteur de París, obligado por el Dr. Ding-Schüller a experimentar vacunas en los deportados, sabiendo positivamente, como él mismo ha confesado, que aquello equivalía a un asesinato (cf. p. 125). En las mismas condiciones, repito, ya que si existe una diferencia sólo lo es en el terreno de los motivos: en tanto que el teniente coronel, cuya cultura era evidentemente rudimentaria, ha
[129] explicado su obediencia a las órdenes recibidas por la Razón de Estado y el amor a su patria, el Profesor, cuya cultura no puede ser puesta en duda, ha justificado su conducta diciendo que obedeció las órdenes por miedo a desaparecer. Que esa diferencia se materialice, a fin de cuentas, en una cuerda para el primero y los honores para el segundo, es todo el problema. Si, tal como pretende la moral tradicional, lo que cuenta ante todo es el móvil, podemos afirmar desde este momento que, en el caso que nos ocupa, la justicia ha distribuido bastante mal los papeles.
II -LAS CIRCUNSTANCIAS DEL PROCESO
De acuerdo con el derecho internacional, así como con el de la moral, Adolf Eichmann se ha encontrado en calidad de acusado ante un tribunal israelí en condiciones que constituyen un insulto al primero y a la segunda, y nadie lo ha demostrado de un modo más indiscutible que M. Raymond de Geouffre de la Pradelle, en un artículo publicado por Le Figaro el 9 de junio de 1960.
Lo mejor será cederle la palabra: si mi competencia en la materia puede ser fácilmente discutida, será muy difícil discutir la suya.
He aquí, pues, lo que dijo M. Raymond de Geouffre de la Pradelle al margen de todas las consideraciones sobre la culpabilidad:
«Las acciones judiciales ejercidas al término de la guerra por los Aliados se basan en el acuerdo de Londres del 8 de agosto de 1945 y en la declaración de Moscú del 30 de octubre de 1943, a la cual se refiere de un modo expreso el acuerdo de Londres.
El principio sentado es el de enviar a los criminales de guerra a los paises donde cometieron sus crímenes. Además, el estatuto de Londres del 8 de agosto de 1945 creó el Tribunal Militar Internacional para juzgar a los criminales cuyos delitos no tengan una localización geográfica concreta... Ese estatuto de Londres fue promulgado por los Aliados después de haber recibido, el 8 de mayo de 1945, del jefe del gobierno del Reich, el Gran Almirante Doenitz, por la rendición sin condiciones, el ejercicio de la soberanía alemana...
Ningún texto ínternacional
permite conceder competencia al Estado de Israel para juzgar
a un extranjero al cual son impu-
[130] tados crímenes contra la humanidad o crímenes
de guerra cometidos en otro país. Además, en la
época en que fueron cometidos aquellos crímenes,
las víctimas no podían ser de nacionalidad israelita,
puesto que no existía el Estado de Israel.
El Estado de Israel es soberano. Dentro de los límites de su territorio Israel puede, si lo desea, mediante una ley particular, concederse la competencia jurisdiccional que quiera. Pero esa ley viola los principios generales del derecho y las normas internacionales de competencia establecidas para los delitos que posean esencialmente un carácter internacional, ya que, cometidos en Alemania en una época en que la ley alemana los consideraba como lícitos no constituyen delitos más que de acuerdo con el derecho internacional.»
Y M. Raymond de Geouffre de la Pradelle llega a la conclusión de que el único. procedimiento lícito hubiera sido el de una petición de extradición a la Argentina, que sólo Alemanía podía presentar legalmente.
La argumentación es irreprochable. Pero Argentina había concedido el derecho de asilo a Eichmann, por cuyo motivo, como lo haría cualquier otro Estado en las mismas circunstancias, es más que probable que Alemania no solicitara la extradición de Eichmann. ¿Acaso solicita Francia la extradición de los numerosos ciudadanos franceses a los cuales considera como criminales y a los que España ha concedido el derecho de asilo? Ni siquiera Napoleón III solicitó a Inglaterra la extradición de Víctor Hugo.
Sin embargo, Francia no ha llevado a cabo ningún rapto en España ni en la Argentina. El único ejemplo histórico comparable al caso de Eicliniann es el rapto del duque de Enghien llevado a cabo por Napoleón I, y ni el Derecho ni la Historia se lo han perdonado.
El lector me disculpará si, en vez de invocar principios de moral siempre discutibles, prefiero citar textos, aunque sean más fríos: los textos conceden al proceso Eichmann el carácter de un proceso de Moscú, y cualesquiera que sean los cargos que pudieran ser presentados contra Eichmann, han desaparecido ya detrás de las imperdonables circunstancias del rapto. A los ojos de la posteridad, el condenado de hoy corre el peligro de aparecer como una víctima, y no como un verdugo.
[131]
III. - LA ACUSACION Y SU CONTEXTO POLITICO
La acusación se ha visto considerablemente debilitada por su motivo central: los seis millones de judíos 2 europeos exterminados en masa en las cámaras de gas.
Recién terminada la guerra, en pleno desorden mental y material subsiguiente a un conflicto de tal magnitud, resultaba fácil hacer admitir aquel argumento. Actualmente se han hecho públicos muchos documentos que, no aparecieron en la época en que se desarrolló el proceso de Nuremberg, y esos documentos tienden a demostrar que, si bien es cierto que los judíos fueron odiosamente perseguidos por el régimen hitleriano, no es posible que hubiera seis millones de víctimas.
A partir del momento en que empezó a discutirse la cifra y en que fue aceptado. por casi todo el mundo 3
que había sido considerablemente exagerada, se empezó también a discutir el medio. Actualmente se sabe, por ejemplo, que no había cámara de gas en Buchenwald, ni en Bergen-Belsen, ni en Dachau, ni en Mauthausen: cogidos en flagrante delito de mentira a propósito de esos campos, en lo que respecta a las cámaras de gas, los testigos que pretenden haberlas visto funcionar no son más creídos cuando hablan de las de Auschwitz, y la cosa resulta muy lógica. Y son menos creídos por cuanto se contradicen unos a otros, y si se cree a uno, no puede creerse a otro. Ante esas contradicciones, ¿qué puede hacer la opinión pública sino acusarles a todos de exceso de imaginación?
Si, por otra parte, del montón de testigos de cargo vivientes surge de cuando en cuando uno que es presentado como peor que aquellos a los cuales acusa, que había sido cómplice suyo o que pertenecía al Intelligence Service, etc., la opinión pública ve acrecentarse su desconfianza y su incredulidad. Tal fue el caso del SS Von dem Bach-Zalewsky, Obergruppenführer general de las Waffen SS. y jefe de uno de los famosos Einsatzgruppen, especie de grupos de choque, encargados de la caza de partisanos y de
[132] judíos en el frente del Este. Gracias a él se conocieron las actividades de aquellas unidades, e incluso el texto de un discurso pronunciado a «comienzos de 1941», sin concretar la fecha, en Weselberg, por el Reichsführer SS., el cual declaró que «el objetivo de la campaña del Este era el de disminuir en 30 millones de habitantes la población eslava». No ha aparecido nadie más que hubiera oído el discurso en cuestión, cuyo texto no ha podido ser encontrado en ninguna parte. (Nuremberg, Sesión del 7-1-1946, T. IV, pág. 500.) El 16 de enero de 1961, Von dem Bach-Zalewsky fue detenido por «un asesinato político, fríamente cometido el 2 de julio de 1932, actos de crueldad en los cuales estuvo mezclado en ocasión del aplastamiento de la sublevación de Varsovia en 1944 y en el curso de la lucha contra los partisanos en la campaña de Rusia, así como por la ejecución de rehenes polacos en Sosnovitz-Dendzin». (De los periódicos, 17 de enero de 1961, según un despacho de la A.F.P.) Y el 11 de febrero siguiente fue condenado a 4 años y seis meses de prisión, lo cual demuestra que, después de Nuremberg, la justicia se ha hecho notoriamente indulgente.
Citemos otro caso significativo: el 25 de enero de 1961, la revista inglesa Welk-End publicó en su portada una fotografía de Hoettl, acompañada del siguinte texto:
*Una historia de espionaje más sorprendente que un relato novelesco. Amigo de los cabecillas nazis, su verdadero jefe era un agente del servicio secreto inglés.
Así pudimos enterarnos de que el principal de los testigos para fijar en seis millones el número de judíos exterminados 4
por el nazismo era un agente del Intelligence Service (! !)
[133]
Acerca del contexto político en el cual hay que situar
el Proceso, hay que añadir que M. Raymond de Geouffre de
la Pradelle no ha sido el único en protestar contra el
rapto de Eichmann y en negar competencia a los jueces de Jerusalén.
En los propios medios israelitas se plantearon objeciones antes
de la apertura del proceso y siguen planteándose después
de la condena del acusado.
En Le Monde del 21 de junio de 1960, por ejemplo, puede leerse el punto de vista del American Council for Judaism, el cual representa a la mayoría de los israelitas norteamericanos, a saber:
« ... El Consejo Norteamericano del
Judaísmo dirigió ayer, lunes, una carta a M. Christian
Herter negando al gobierno israelí el derecho a hablar
en nombre de todos los judíos.
El Consejo declara que el Judaísmo es un asunto de religión
y no de nacionalidad, y ruega a M. Herter se oponga a la pretensión
del gobierno israelí de juzgar a Eichimann en nombre del
Judaísmo».
Poco después, y como en respuesta a esa petición, M. Nahum Goldman, Presidente del Congreso Mundial Judío, declaró:
«Tal como han reconocido las autoridades israelíes, la operación contraviene evidentemente las leyes argentinas. Podría, caso de repetirse, constituir un peligroso precedente. Pero el caso es tan excepcional que el aspecto ilegal de la operación no debe convertirse en el único o en el principal elemento del asunto...
[134] El Estado de Israel no puede tener la pretensión de representar al Judaísmo mundial, pero, dado que existe y ha conseguido capturar a Eichmann, estoy de acuerdo en que este último sea juzgado en el Estado Hebreo. Si M. Ben Guríon quiere convertir el proceso Eichmann en un nuevo Nuremberg, sería conveniente que adjuntara al Presidente israelí de un tribunal ad hoc a representantes de todos los países que han sufrido el yugo del ex coronel de las SS».
Pero, ni siquiera ese punto de vista fue admitido por el gobierno de Israel.
Desde luego, lo que el Estado de Israel pretendía resolver por medio de aquel proceso no era un problema de derecho, sino un problema político. Se sabe, en efecto, que las indemnizaciones que Alemania fue condenada a pagar a Israel a título de reparación de daños que dicho Estado no sufrió 5 debían cesar el 1 de
[135] enero de 1962. Como cada anualidad se elevaba a la cifra de 200 millones de marcos, uno de los más importantes recursos del Estado quedaba directamente amenazado. La cosa resultaba tanto más grave por cuanto el presupuesto israelí no puede prescindir de una ayuda financiera de tanta importancia: desde hace doce años, Israel sólo sobrevive gracias a las reparaciones alemanas, a la ayuda norteamericana, a los regalos franceses e ingleses y a los donativos de la Diaspora. Naturalmente, el gobierno israelí quería obtener la reconducción pura y simple de los pagos por un período a determinar, y, no menos naturalmente, Alemania opinaba que lo fijado era ya suficiente. No era, pues, el propio Eichmann quien comparecía como acusado, sino Alemania, amenazada de ver a todo su personal político dirigente acusado ante la conciencia universal en el curso del proceso: todos los Ministros y los miembros más influyentes de la mayoría del Canciller Adenauer eran susceptibles de ser acusados de connivencia con el nazismo para torpedear el proceso. Se trataba, por lo tanto, de un caso de chantaje, ni más ni menos: o Alemania aceptaba el trato que de un modo implícito le era propuesto, o no había ya gobierno alemán posible. Al menos, estas eran las intenciones de los dirigentes del Estado de Israel. Y, por una curiosa coincidencia, correspondían admirablemente a los deseos del Kremlin.
Esta tesis la he encontrado en muchos periódicos que no pueden ser sospechosos de simpatía a Alemanía, ni de hostilidad a los judíos, y de un modo especial en Le Canard Enchaîné del 12 de abril de 1961, recién iniciado el Proceso Eichmann:
«El Proceso Eichmann -- decía
Le Canard Enchaîné -- va a presentarse como
el de la Alemania hitleríana de una mano y el de la Alemania
de Konrad de la otra. Algunos, como los israeli-
[136] tas para no citarlos, lloriquean que en lo que a ellos
concierne sólo están interesados en el proceso
del nacionalsocialismo, pero aprovecharán la acusación
contra Eichmann para meterse con Adenauer, diciendo que utiliza
en su gobierno a numerosos ex nazis, tales como su Secretario
de Estado favorito, Globke, apasionado comentarista de las leyes
raciales de Nuremberg.
En el curso de las sesiones, se espera que sean pronunciados centenares y centenares de nombres de personajes de mucho relieve actualmente en Alemania. Jueces, oficiales, diputados, altos funcionarios, profesores, etc., van a ser puestos en solfa.
A Bonn no va a faltarle propaganda. Algunos pesimistas opinan que Nikita aprovechará la ocasión para plantear de nuevo el problema de Berlín, en pleno proceso, en unos instantes en que la opinión pública mundial estará muy sensibilizada contra Alemania».
Dos semanas antes, el 29 de marzo, Le Canard Enchaîné habla ya escrito:
«Unos días después de su captura (la de Eichmann), Ben Gurion, que se hallaba conferenciando en los Estados Unidos, se enteró de que un tal Konrad había Ilegado a Washington para charlar con Ike. B. G. tomó el primer taxi que le salió al paso y voló a casa de Konrad.
Entró con una sonrisita de conejo y salió chupando ostentosamente su pipa. Buscando bien, se hubiera encontrado en un pliegue de su corbata (a pesar de que no la usa nunca) algo así como un cheque de 500 millones de marcos. Alemania volvía a pagar. ¡Por fin!
Los israelitas no se desconciertan lo más mínimo cuando se les recuerda ese detalle: hay que cubrir los gastos del proceso, murmuran socarronamente».
Si Adenauer entregó o no esos 500
millones de marcos, es cosa que no sé; las dos hipótesis
son igualmente plausibles. Pero, si los entregó, 500 millones
de marcos son poco más de dos anualidades. Mediante esa
suma, el Canciller habría obtenido la seguridad de que
ciertas cosas no serían dichas. En realidad, no se habló
de ellas 6.
[137]
Las cosas no han desaparecido.
Por lo que respecta a la reconducción de las anualidades más allá del 1 de enero de 1962, Alemania, una vez terminado el proceso, no parece dispuesta a aceptarla.
¿Cuál será la reacción de Israel? Existen todavía bastantes Eichmanns me refiero a personas susceptibles de ser acusadas de crímenes contra la humanidad y contra el pueblo judío, que se pasean por el mundo: tal vez el Estado de Israel planea ya el rapto de una de ellas para iniciar otra tentativa de chantaje en las mismas condiciones... Se habla mucho del SS. Obersturmbannführer Dr. Mengele, médico de Auschwitz, acusado de los más inimaginables experimentos sobre los detenidos judíos... En todo caso, se trata de un recurso sumamente ventajoso, que puede ser puesto en práctica casi indefinidarnente y capaz de asegurar, durante siglos enteros, el equilibrio de las finanzas del Estado de Israel. Cuando, en fecha tan lejana que no puede ser prevista, haya sido ahorcado en Israel el último de los nazis. podrá escribirse la música de esos... Nuevos Maestros Cantores de Nuremberg, ya que el libreto de esa nueva Balada de los Ahorcados habrá sido escrito bajo bajo el signo de los procesos de Nuremberg.
IV. -LA PALABRA FINAL
Si el lector alimentase alguna duda acerca del contexto político del proceso tal como acaba de ser definido en los párrafos precedentes y del antisemitismo que cultiva so pretexto de combatirlo, bastará añadir algunas opiniones que no pueden ser tildadas de parciales ni de sospechosas. En la propia radiodifusión francesa, al pasar revista a los comentarios de prensa aparecidos después de la primera sesión del proceso, se hizo evidente que en la mente de todos los periodistas presentes, sin excepción alguna, dominaba la idea de que se trataba, no de una obra de justicia, sino de una venganza de las más banales, y que, de todas formas, era un error político.
Y, ocho días más tarde, definitivamente ilustrados acerca de lo que podía esperarse de los debates, todos los grandes periódi-
[138] cos del mundo, que habían enviado al proceso a sus más famosos reporteros judiciales, les mandaban llamar para enviarles a otros procesos más importantes.
El 10 de abril, bajo el título «Este proceso es un error» y con la firma de un tal M. Alain Guinay, France- Soir no vacilaba en escribir:
«Existen numerosas personas que opinan
que todo este proceso ha sido un error. Que, lejos de desarraigar
el antisemitismo en el mundo, no hará más que atizar
sus llamas, que lejos de mostrar a la juventud israelita la tragedia
de sus padres, empujará a esa juventud combativa a no
sentirse solidaria de aquellos seis millones de hombres que,
en su inmensa mayoría, murieron sin defenderse.
Esas mismas personas temen, también, que se agrien las
relaciones entre Israel, por una parte, y la Gran Bretaña
y quizás también los Estados Unidos, por otra,
como consecuencia de las revelaciones efectuadas por Ben Gurion,
en el sentido de que ni Londres ni Washington hicieron nada para
salvar a millones de personas a las que hubieran podido salvar».
Se ha demostrado (cf. p. 38) que, al tratar de incluir a Inglaterra y a los Estados Unidos en la tentativa de chantaje proyectada contra Alemania, Ben Gurion fracasó estrepitosamente.
Terminado el proceso, condenado Eichmann, el malestar anunciado por todas aquellas personas subsiste 7
. Las campañas de antisemitismo temidas por France-Soir toman cuerpo y se amplifican.
[139]
¿El boomerang? Tal vez.
Pero no cabe duda de que, para alcanzar
sus objetivos, Tel-Aviv necesita una pequeña ola de antisemitismo
de cuando en cuando. Aunque sólo sea para hacer acudir
a Israel a esos millones de judíos que se obstinan en preferir
las dulzuras de la vida occidental a los rigores de los Kibbutz.
En materia de justicia, existe una norma: la última palabra pertenece siempre al acusado. He aquí, pues, lo que, condenado a morir en la horca, Eichmann declaró ante los jueces de Jerusalén, el 13 de diciembre de 1961:
«He oído la dura sentencia del tribunal. He quedado decepcionado en mis esperanzas de que se me hiciera justicia. No puedo admitir este juicio.
»He comprendido que se exigía el castigo de los crímenes que han sido cometidos contra los judíos. Las declaraciones prestadas por los testigos ante este tribunal me han dejado estupefacto, casi tanto como el verme considerado responsable de las atrocidades.
»He tenido la desgracia de verme mezclado en aquellos horrores Pero aquellos horrores no se produjeron por voluntad mía. Mi voluntad no era la de matar a nadie. Aquellas muertes en masa fueron únicamente ccnsecuencia de la política del Führer.
»Traté de abandonar mi servicio, de marchar al frente para luchar de un modo honroso, pero fui mantenido en mi rutinario cargo.
»Deseo subrayar de nuevo:
»Mi delito ha sido mi obediencia, mi sumisión a mi tarea y a las exigencias de mi servicio de guerra. a las cuales estaba obligado bajo juramento. Desde el comienzo de la guerra, sólo pre-
[140] valeció la ley de la guerra. Aquella sumisión no resultaba fácil, y cualquiera que haya mandado y que haya obedecido sabe lo que puede exigírsele a un hombre.
»No perseguí a los judíos con avidez ni con placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, sólo podía decidirla un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia. En aquella época era exigida la obediencia, tal como lo fue más tarde de los subalternos.
»La obediencia se había erigido en virtud. A este propósito, os ruego que tengáis en cuenta que obedecí, y no a quién obedecí. Lo repito: las autoridades, a las cuales yo no pertenecía, daban órdenes; ellas me habían impuesto tareas atroces, las cuales iban a causar víctimas.
"Pero ahora, los subalternos son también víctimas. Yo soy una de esas víctimas. Y esto debe ser tenido en cuenta. Se dice que hubiera podido negarme a obedecer y que debí hacerlo. Es una opinión «a posteriori». En las circunstancias del momento, era una cosa imposible. Y lo hubiese sido para cualquiera.
»Sé por experiencia que es una leyenda sostener, como se ha hecho después de la guerra, que era posible negarse a obedecer las órdenes.
»Algunos pudieron escurrir el bulto secretamente. Pero yo no fui de los que consideraban concebible hacerlo.
»Es un gran error afirmar que yo pertenecía al grupo de fanáticos de la persceución de los judíos.
»Desde el final de la guerra, he quedado asombrado al comprobar que toda la responsabilidad de mis superiores y de los demás recae sobre mí. Es evidente que no hice nada que autorice a acusarme de fanatismo, y la responsabilidad de aquel sangriento crimen no me incumbe. Los testigos han aportado a este proceso una gran antífrasis. El conjunto de las declaraciones y de los documentos presentados al tribunal parece convincente, a primera vista, pero es engañoso.
»En los minutos siguientes voy a tratar de poner en claro esos errores. Nadie acudió a mí para ponerme en guardia contra mi conducta. Ni siquiera el testigo Probst Grüber podría sostener lo contrario. Me visitó con el fin de obtener cierto favor, sin censurar mi actividad profesional en sí misma. Ha confirmado ante este tribunal que no me negué a atenderle. pero que le expliqué que estaba obligado a solicitarlo a mis superiores, ya que no estaba facultado para tomar decisiones de motu proprio.
[141]
»A este propósito, debo citar al Director de Ministerio, Loesener, el cual era informador de los asuntos judíos (Judenreferent) en el Ministerio del Interior. Loesener está muerto. En unas memorias recientemente aparecidas, dice que estaba al corriente de las atrocidades y que informó de ellas a sus superiores. Debe admitirse, pues, que en el Ministerio del Interior todo el mundo tuvo conocimiento de aquellos métodos. Pero nadie se alzó contra mis superiores. El Director de Ministerio, Loesener, se atrincheró en una silenciosa oposición y sirvió a su Führer como un buen juez de la administración judicial del Reich. Así aparece bajo su verdadero rostro el valor cívico de una importante personalidad.
»En un informe redactado en 1950, Loesener remite un juicio a propósito mío según el cual fui una de las principales figuras de la persecución judía. Pero en medio de la violencia de sus apreciaciones no se encuentra nada que justifique sus alegatos. Y lo mismo ocurre con otros testigos.
»El juez me ha preguntado si quería declararme culpable como lo hicieron el comandante de Auschwitz, Hoess, y el gobernador general de Polonia, Frank. Los dos tenían el mismo motivo para obrar de aquel modo: Frank, como responsable de las órdenes que había dado, temía ser acusado por sus subordinados, y Hoess había sido ejecutor directo de los asesinatos en masa.
»Mi posición es distinta.
»Yo no tuve nunca ni la competencia ni la responsabilidad de alguien que da órdenes. Nunca tuve que ocuparme, como Hoess, de asesinatos. Si hubiera recibido la orden de llevar a cabo esos asesinatos, no me hubiese escudado detrás de falsos pretextos; lo he explicado ya en el curso de mi interrogatorio: si me hubiese encontrado en presencia de una orden que no podía obedecer, me hubiera disparado un tiro en la cabeza para resolver de este modo el conflicto entre mi conciencia y mi deber.
»El tribunal cree que mi actitud actual está dictada por las necesidades de mi causa en este proceso. Hay un conjunto de detalles que parecen confirmarlo. Las contradicciones aparentes proceden del hecho de que no pude recordar exactamente todos los detalles cuando tuve que contestar a los primeros interrogatorios de la policía. Durante este año he vivido demasiadas cosas.
»No me he negado a contestar: el sumario, con sus 3.500 folios, lo demuestra. Era mi deber aportar mi colaboración para la explicación de los hechos. Se produjeron omisiones o errores, que debo rectificar. Tales errores no pueden serme reprochados por cuanto se trata de una larga etapa de 16 a 20 años, y mi buena
[142] voluntad en el sentido de la colaboración no debe ser tomada por astucia ni por falsedad.
»Mi norma de vida, que me inculcaron muy pronto, era: la voluntad y la ambición de alcanzar una ética del honor.
»A partir de un determinado momento, la Razón de Estado me impidió continuar por aquel camino. Me vi obligado a renunciar a aquella ética y a comprometerme en otra, en la cual los caminos de la moral eran múltiples. Tuve que amoldarme a las exigencias de la inversión de todos los valores por la Razón de Estado.
»He hecho mi autocrítica personal, me he acusado ante mi conciencia, un dominio que es de la sola competencia de mi Yo interior. Considerándome como jurídicamente no culpable, he descuidado de un modo absoluto tener en cuenta ese punto de vista en este examen.
»Quisiera ahora pedir perdón al pueblo judío, confesar la vergüenza que siento al pensar en las injusticias y en los actos cometidos contra él. Pero, ello no impide que siga considerando como una impostura el fondo de este proceso. No soy el bárbaro que han presentado ante este tribunal. Soy la víctima de una argumentación: se apoderan de mí en Buenos Aires, me ataron a una cama y me retuvieron allí una semana entera, luego me condujeron al aeródromo de Buenos Aires; me sacaron de la Argentina en avión. Es evidente que se me consideraba responsable de todo.
»Todo se basa en el hecho de que algunos nacionalsocialistas de aquella época y otros han esparcido calumnias acerca de mí. Han querido eludir sus responsabilidades a costa mía o me han calumniado por motivos que no comprendo. Una parte de la prensa ha hecho durante quince años una propaganda sugestiva en torno a esas afirmaciones increíbles y falaces.
ȃsa ha sido la base de mi injusta condena.
»Ése ha sido el motivo de mi presencia aquí.
"Doy las gracias a mi defensor, el cual ha sabido sostener mis derechos.
»Estoy profundamente convencido de que pago por otros.
»Tengo que aceptar lo que la suerte me ha reservado.»
Esta declaración de inocencia no tiene nada de notable y no es aventurado afirmar que no pasará a la posteridad.
En el siglo pasado, condenado a muerte por error en el célebre caso del Correo de Lyon, el inocente Lesurques declaró:
«Apelo a la posteridad.»
Pero no todo el mundo puede ser Lesurques.
[143]
Eichmann, por lo demás, sólo era un simple teniente
coronel de una cultura rudimentaria, como otros millares y tal
vez decenas de millares de oficiales del ejército alemán,
como otros centenares de millares de los ejércitos del
mundo 8 .
Y, si se compara aquella explicación -- o aquella justificación -- con la que ha dado de una actitud parecida el distinguido Profesor Balachowsky (cf. p. 118), del Instituto Pasteur de París, hombre culto, o que por lo menos no tiene disculpa si no lo es, cubierto de honores, hay que convenir en que... no es tan mala como pudiera creerse: entre la Razón de Estado, a la cual se refiere la turbada conciencia del inculto -- o poco menos -- teniente coronel, y la única preocupación de salvar su pellejo invocada por el Profesor de inmaculada conciencia, las personas de recto criterio e incluso aquellas que, como yo, substituyen plenamente la Razón del Hombre por la Razón de Estado, no vacilarían en la elección que se impone.
No pediremos al lector que compare aquella declaración, ni con las acusaciones formuladas por el fiscal israelí, ni con las justificaciones jurídicas y morales del proceso formuladas por el Tribunal: de hacerlo, el contraste sería aún más desesperante.
NOTAS
1 El primer responsable de la Reichsicherheithauptamt fue Heydrich, eliminado por la Resistencia checa en junio de 1942. Su puesto fue ocupado por Kaltenbrunner.
2 Esa cifra sólo ha sido dada por la prensa y por los testigos: el Acta de Acusación redactada por M. Gedeon Haussner se limita a decir, como es sabido, «unos» millones, y es el primer paso en el camino de las retractaciones acerca de esa evidente impostura.
3 Incluidos los que lo afirman en la prensa y se muestran
mucho menos afirmativos en las conversaciones particulares.
4 Conviene señalar que esa cifra sólo
se apoya en dos testimonios: el de Hoettl y el de Wiscliceny (cf
p. 83). He aquí lo que declaró el primero:
«En abril de 1944 -- declara ante los jueces de Nuremberg
el Obersturmbannführer Dr. Wilhelm Hoettl, jefe de
la oficina adjunta a la sección IV de la Oficina Central
de seguridad del Reich -- sostuve una entrevista en mi piso de
Budapest con el SS Obersturmbannführer Adolf Eichmann, al
cual conocía desde 1938... Eichmann sabía que estaba
considerado como criminal de guerra por las Naciones Unidas, ya
que tenía millares de vidas judías sobre la conciencia.
Le pregunté cuántas tenía, y me respondió
que, a pesar de que la cifra era altamente secreta, las informaciones
que poseía le permitían afirmar que en los diversos
campos de exterminio habían encontrado la muerte unos cuatro
millones de judíos, y otros dos millones habían
muerto de otro modo» (Proceso de Nuremberg, C. R., Tomo
IV, pág. 657).
Y el segundo:
«El (Eichmann) decía que saltarla de júbilo
en la tumba ya que la sensación de tener a cinco millones
de personas sobre la conciencia sería para él la
fuente de una extraordinaria satisfacción» (Op.
cit.).
De esos dos testimonios, el propio M. Poliakov ha dicho:
«Sería posible objetar que una cifra tan imperfectamente
establecida debe ser considerada como sospechosa» (Revue
d'Histoire de la seconde guerre mondiale, octubre de 1956).
¡Evidente! Y si sabemos que, de esos dos testigos, uno era agente del Intelligence Service, en tanto que el otro, que vio la firma de Himmler al pie de una orden de exterminio (cf. p. 83) y que, para congraciarse con la justicia, se puso a su disposición para localizar a Eichmann, fue ahorcado por haber sido su cómplice.
5 Recordemos que el Estado de Israel fue fundado en 1948 y que las víctimas de los nazis pertenecían a diversos Estados, a excepción del de... Israel, ya que éste no existía. Aquellas indemnizaciones parecen, por otra parte, haber hecho soñar a los gitanos, hasta el punto que podría decirse que el Estado de Israel y el Sionismo han creado escuela: si hemos de creer a Le Monde del 29 de diciembre de 1961, he aquí que los gitanos se han dado a sí mismos un rey, el cual, bajo el nombre de S.M. Vaida Voievod III, se titula «Jefe supremo y espiritual del pueblo zíngaro» y trata de obtener de la O.N.U. un rincón del mundo para dar término al incesante vagabundeo de las caravanas, del mismo modo que, teóricamente, la creación del Estado de Israel debía poner término (?) a la Diaspora.Si se le pregunta qué rincón del mundo reivindica y donde se encuentra situado, responde que se trata del Romanestan, y lo sitúa, ora en una isla del Pacífico, ora en un país cercano a Israel. Afirma, además, que el número de súbditos suyos que deambulan por todas las carreteras de Europa se eleva a 12 millones y que, si no es más elevado, se debe a que los nazis exterminaron, desde 1939 a 1945, a tres millones y medio de gitanos. Su razonamiento se parece como una gota de agua a otra al del Profesor Shalom Baron, de la Universidad de Columbía (cf. p. 95). Pero en el caso de los gitanos existen estadísticas, las cuales cifran las víctimas zíngaras del nazismo entre 300 y 350.000, lo cual resulta ya suficientemente atroz. Como, por otra parte, no hemos llegado aún al extremo de ser sospechosos de antirromanestanismo con tanta facilidad como lo somos de antisemitismo cada vez que hablamos de las fantasiosas estadísticas del Centro de Documentación judía contemporánea, y que, en todo caso, no corremos el peligro de ser acusados de las mismas inconfesables intenciones si hablamos de los 3.500.000 víctimas del nazismo de S. M. Vaida Voievod III en plan humorístico, la gente no se priva de hacerlo. Por lo tanto, se dice, si la O.N.U. concediera un día a los gitanos el derecho a reagruparse en ese Romanestan del que sólo queda por concretar su situación geográfica, Alemania no tendría más remedio que atender a su subsitencia. Ya que, habiendo concedido al Estado de Israel una apreciable ysubstanciosa indemnización por las víctimas que el nazismo causó al pueblo judío, le sería difícil negarle otro tanto al Romanestan, cuyas reivindicaciones tendrían que ser sostenidas por la O.N.U. tal como sostuvo las del Estado de Israel. Los 3.500.000 gitanos exterminados por los nazis les disputarían entonces la primera página de los periódicos mundiales a los 6.000.000 de judíos. Pero el RP Fleury, Limosnero general de los Gitanos de Francia, advierte ya que S.M. Vaida Voievad III no es más que un impostor y muchas personas son del mismo parecer. Hay que convenir en que, hoy día, el número de personas que opinan otro tanto de los dirigentes del Estado de Israel y de sus valedores, cuya política es tan semejante, tan carente de base y tan poco seria como la del Rey de los gitanos, aunque haya triunfado, es mucho mayor. En la medida en que hace evidente que el Sionismo de a posguerra es pariente cercano de lo que podríamos llamar el Romanestanismo, la historia burlesca del héroe de aquella aventura merecía ser citado aquí.
6 La prensa alemana que refleja la opinión gubernamental (Die WeIt, Frankfurter AlIgemeine Zeitung, Süddeutsche Zeitung, etc.) se ha mostrado unánime al subrayar «el alivio que se experimenta retrospectivamente ante el desarrollo mismo del proceso». Antes de la primera sesión, nos explica Le Monde de París (16-12-1961), Bonn esperaba verse convertida durante semanas, e incluso meses, en el punto de mira de la curiosidad mundial, con la consiguiente explosión de sentimientos antialemanes. Nada de eso se produjo. El proceso Eichmann no derivó en proceso de la República Federal. Sin comentarios.
7 «La solución final del caso Eichmann,
a pesar del inatacable rigor del procedimiento seguido y del veredicto
pronunciado, está destinada a provocar un malestar... Que
Eichmann merecía la muerte es cosa de la satisfacer a todas
las mentes ni a todas las conciencias». Esta opinión,
cual no duda ningún alemán de buena fe. Que deba
recibirla, no parece formulada por Le Monde (16-12-1961),
concretando que está también muy extendida en
el público alemán, representa el tono general de
los comentarios al proceso aparecidos en la prensa francesa y
en la suiza. En la Argentina, en cambio, una noticia de agencia
del 16 de septiembre dice lo siguiente: «La condena
de Eichmann ha provocado vivas reacciones en los medios gubernamentales,
los círculos judiciales y la opinión pública
de la Argentina. Es sabido que después del rapto de Eichmann
en Buenos Aires en mayo de 1969 por un comando israelí,
el embajador de Israel fue declarado «persona non grata»
y la Argentina provocó un debate en la O.N.U. por violación
del territorio y de la soberanía argentinos.
La condena de Eichmann ha sorprendido a los medios gubernamentales,
los cuales recuerdan que, a pesar de la reanudación de
las relaciones diplomáticas con Israel a finales de 1960,
el sumario incoado por el juez Leopoldo Insaurraide a raíz
del rapto sigue su curso y que el fiscal general Francisco de
Albora solcitará a través de la Cancillería
argentina en Israel la extradicíón de Eichmann.
Los círculos judiciales rechazan la legalidad de la jurisdicción
israelí y señalan que Eichmann debe ser juzgado
por un tribunal del país donde ha sido cometido el delito
o por un tribunal internacional.
Después, la Argentina ha tenido otras preocupaciones más
absorbentes que aquella. Pero sería aventurado afirmar
que las cosas quedarán así, si no en la Argentina,
por lo menos en el plano mundial.
8 Nadie pede dejar de sonreír, creo, como escribí en «Ulises traicionado por los suyos», al enterarse ahora de que el responsable de todo lo que puede serle reprochado al nacionalsocialismo en materia de crímenes contra la humanidad es un simple coronel. Y, sin embargo, así es. En este sentido, M. W. Kempner, antiguo comisario de policía de Prusia y Procurador norteamericano en uno de los procesos de Nuremberg, ha llegado tan lejos que a su libro sobre la cuestión le ha dado el título, no de «Hitler y sus cómplices», sino de «Eichmann y sus cómplices», lo cual tiende a demostrar que Eichmann no fue cómplice de Hitler, sino todo lo contrario (!).