[175]
La Conferencia de la Paz se reunió en París el 18 de enero de 1919. En ella estaban representados:
1. Con cinco delegados: Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón.
2. Con tres delegados: Bélgica, Brasil y Yugoslavia 1 ).
[176]
3. Con dos delegados: China, Portugal, Rumania, Siam, Checoslovaquia 2, Polonia 3, Hedjaz 4 y Grecia.
4. Con un delegado: Bolivia, Cuba, Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú, Uruguay y Libería.
[177]
5. Finalmente, aunque formando parte del Imperio británico, Canadá, Australia, Africa del Sur y la India teníandos delegados cada una de ellas, y Nueva Zelanda tenía uno.
En total, 32 Estados representados por 70 delegados.
Suiza, Dinamarca, Suecia, Noruega y España no estaban representadas, así como tampoco la Rusia Soviética.
La Rusia Soviética había planteado un problema por cuanto que por una parte, era una antigua aliada, y, por otra, estaba involucrada en las decisiones a tomar respecto a la frontera que había que trazar entre Rusia y el nuevo Estado polaco, con el que Rusia estaba en guerra. Pero no habiendo sido reconocido su gobierno por ninguna representación diplomática, las opiniones acerca de la actitud a adoptar respecto a ella estaban divididas: Francia, por ejemplo, apoyaba oficial y militarmente a Polonia (Expedíción Weygand), en tanto que los demás mantenían posiciones menos rígidas y seguían más bien a Wilson, deseoso de restablecer las relaciones con Rusia y de asociarla a los trabajos de la Conferencia. El 22 de enero, a propuesta de Wilson, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón invitaron « ... a todo grupo organizado que pudiera existir dentro de los límites de la Rusia Europea 5, exceptuada Finlandia, o en Siberia, y que ejerciera o tratara de ejercer un poder político o militar, a enviar representantes (tres como máximo) a la Isla de los Príncipes, en las cercanías de Constantinopla, para reunirse allí con los delegados de los Aliados y decidir lo más rápida y equitativamente posible la suerte del antiguo Imperio de los Zares». El gobierno soviético respondió el 4 de febrero que aceptaba la invitación, siempre que no se tratara de un determinado número de problemas que no tenían por qué ser discutidos. Se le dio la callada por respuesta.
[178] Wilson trató después de enviar a Bullitt a Rusia, infructuosamente. El 26 de mayo de 1919, los principales miembros dirigentes de la Conferencia reconocieron al gobierno KoItchak en Siberia, al de Denikin en la Rusia Europea, y no se habló más del asunto.
Finlandia, Estonia, Lituania, Letonia, Rutenia y Georgia, que habían formado parte del antiguo imperio ruso, y sobre cuya suerte la Conferencia se proponía pronunciarse, no habían sido invitadas y no consiguieron hacerse admitir. Los armeníos, los judíos sionistas, los sirios, los libaneses, los habitantes del Slesvig y los de la isla de Alland, los alemanes de Bohemia hostiles a su integración en Checoslovaquia y que habían constituido un gobierno provisional tampoco fueron invitados, y mucho menos los egipcios y los irlandeses. Sí, en cambio, Hedjaz...
En suma, todo el mundo estaba allí, excepto los principales interesados, cuya suerte iba a decidirse, motivo por el cual, por otra parte, se les había mantenido cuidadosamente al margen. Desde el primer momento, la Conferencia de la Paz, a pesar de los esfuerzos del Presidente Wilson, se adentró por un camino que revelaba claramente que se haría caso omiso del «Derecho de los pueblos a disponer de sí mismos», principio fundamental de sus 14 puntos en lo que respecta a la reorganización política y territorial de Europa. Combatido en ese punto incluso por su Secretario de Estado para los Asuntos Exteriores, Lansing, el cual formaba parte con él de la delegación de los Estados Unidos, Wilson no renunció a su posición, pero no le fue posible obtener el menor éxito. La fórmula «sin vencedores ni vencidos» de su mensaje al Senado del 21 de enero de 1917, permitía, por otra parte, esperar que los vencidos serían más estrechamente asociados a los debates, que la Conferencia de la Paz, por ejemplo, sería una mesa redonda en la cual les estaría reservado un asiento: en la atmósfera de reconciliación general nacida de la confraternización de los soldados de los dos bandos, de trinchera a trinchera, durante el último año de guerra, aquella era la opinión de muchos espíritus de buena voluntad. Pero sé demostró que aquellas esperanzas eran ilusorias y, de acuerdo con la tradición, la paz que había de salir de aquellos debates no podía ser más que una paz impuesta a los vencídos por los vencedores, una sentencia dictada por unos jueces contra unos acusados ausentes, y no una paz de justicia, ya que se habla excluido la posibilidad de hacerla fratena al no querer discutirla en común.
En su composición, aquella asamblea apareció rápidamente como un coto cerrado de las cinco grandes potencias (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia y Japón), con sus satélites y
[179] sus futuros satélites, es decir, los Estados y los embriones de Estado que no tuvieran el deseo ni la posibilidad de poner en tela de juicio sus decisiones. En realidad, se celebraron muy pocas sesiones plenarias, y las que tuviexon lugar fueron siempre de pura fórmula: todo estaba decidido de antemano por un «Consejo de los Diez» (El presidente de los Estados Unidos y su Secretario de Estado Lansing, los jefes de gobierno, Clemenceau por Francia, Lloyd George por la Gran Bretaña, Orlando por Italia, Saïonji por el Japón, y sus Ministros de Asuntos exteriores respectivos. Pichon, Balfour, Sonino y Meakino), o incluso por un «Consejo, de los Cuatro» (los jefes de gobierno de los Estados Unidos, Francía, de la Gran Bretaña y de Italia).
Hay que añadir que lo mismo en el «Consejo de los Diez» que en el «Consejo de los Cuatro», los vencedores volvieron a encontrarse cara a cara, preocupados cada uno de ellos por sus propios intereses, opuestos a los de todos los demás, y en la imposibilidad, por lo tanto, de mantener entre ellos contactos mucho mejores que los que mantenían globalmente con los vencidos: Inglaterra y Francia chocaban acerca de la frontera franco-alemana, el desarme, el reparto del Imperio otomano; Italia chocaba con Inglaterra y con Francia acerca del Africa del Norte, el Oriente Medio y la Europa central; y Wilson, empeñado en hacer de árbitro o en defender lo que los otros llamaban sus quimeras, indispuso paulatinamente a casi todo el mundo.
El 18 de enero de 1919, Clemenceau, Jefe del gobierno francés, había sido nombrado Presidente permanente de la Conferencia: un humorista dijo más tarde que, de todas las decisiones tomadas, aquella fue la única adoptada por verdadera unanimidad, y no estaba demasiado lejos de la verdad. De sus contactos con Lloyd George, Premier inglés, el propio Clemenceau dijo: «En peligrosos debates, nunca dos hombres parecieron más indispuestos a devorarse mutuamente». El Primer Ministro italiano, Orlando, abandonó incluso la Conferencia dando un portazo, y fue necesaria toda la autoridad de Wilson para hacerle volver después de una ausencia de tres semanas.
Después de la firma de los Tratados de Paz con Alemania y con Austria, Inglaterra consideró que todo estaba arreglado y no participó ya en los debates más que de un modo nominal. Los Estados Unidos se negaron a tomar parte en ellos a partir del 19 de diciembre 6, cuando había aún dos tratados por firmar. Y en
[180] enero de 1920, después del fracaso de su candidatura a la Presidencia de la República en Francia, Clemenceau dimitió de todos los cargos que ocupaba para volver a la vida privada. La Conferencia fue disuelta y el arreglo de las cuestiones pendientes fue confiado al Consejo Supremo Interaliado, el cual estableció su sede en Londres, a una Conferencia de los Embajadores que estableció la suya en París, y a una Comisión de reparaciones, encargada de fijar el importe de las indemnizaciones que debía satisfacer Alemania
Un final poco glorioso. Pero, aunque muy laboriosamente, el Pacto de la Sociedad de Naciones tan querido de Wilson, redactado definitivamente desde el 28 de abril, había sido refrendado por Alemania con el Tratado de Versalles, al cual servía de Preámbulo (28 de junio de 1919), por Austria con el Tratado de St. Germaín (10 de septiembre de 1919) y por Bulgaria con el Tratado de Neuilly (27 de noviembre de 1919). Con Hungría, el Tratado de Tríanón no pudo ser firmado hasta el 4 de junio de 1920, y hubo que esperar hasta el 11 de agosto siguiente para firmar el Tratado de Sèvres con Turquía.
El Presidente Wilson se había mostrado irreductible en lo que se refiere a dos de sus catorce puntos: el Pacto de la Sociedad de Naciones (punto 9) y el desarme (punto 11).
En lo que respecta al Pacto, había querido que fuese elaborado en primerísimo lugar: sin duda creyó que le resultaría más fácil hacer pasar en los tratados en forma de medidas las ideas de justicia que contendrían entonces en forma de principios, que hacerlas admitir directamente si, por el contrario, se empezaba por discutir los tratados. Temía también, sin duda, que si se discutían en primer lugar los tratados, se producirían unos choques tan ásperos acerca de su contenido que, después de su firma, la creación de una Sociedad de Naciones aparecería como una utopía. Los acontecimientos demostraron que los temores del Presidente Wilson no eran infundados. El propio Wilson había querido también que el Pacto formara parte integrante de los tratados, de
[181] modo que fuese propuesto a la firma de los vencidos al mismo tiempo que los tratados y que, aunque mantenidos al margen de la Sociedad de Naciones hasta el cumplimiento total de sus cláusulas, los vencidos tuvieran la seguridad de que les estaba abierta, y no -- cosa que sólo sería momentánea -- la impresión de que estaban excluidos de ella para siempre.
En materia de desarme, si bien no obtuvo en el Pacto más que la fórmula de «reducción» para cada nación al mínimo compatible con su seguridad nacional, en la parte quinta del Tratado de Versalles, relativa a las cláusulas militares, consiguió hacer figurar un corto preámbulo que definía ese mínimo por correspondencia a lo que sería concedido a Alemania y que estaba concebido en los siguientes términos: A fin de hacer posible la preparación de una limitación general de los armamentos de todas las naciones, Alemania se compromete a observar estrictamente las cláusulas militares, navales y aéreas que a continuación se estipulan
Sin duda creía que, si no conseguía hacer triunfar el «Derecho de los pueblos a disponer de sí mismos» en todas las cláusulas territoriales de los tratados, los reajustes impuestos por respeto a la justicia podrían efectuarse pacíficamente, aunque a largo plazo, por medio de la revisión prevista en el artículo 19 del Pacto, si todas las naciones estaban tan totalmente desarmadas como Alemania.
Pero, una vez Alemania hubo cumplido sus compromisos, Francia se negó a acatar los que el preámbulo de la parte quinta del Tratado de Versalles señalaba para ella. Inglaterra trató en vano de conseguir que Francia se atuviera a lo pactado. Alemania protestó. Italia secundó la protesta, lo mismo que Inglaterra, la cual, además, apoyó a Alemania contra Francia, y... se produjo de nuevo la carrera de los armamentos, cuya iniciativa hay que reconocer corresponde por entero a Francia (cf. motivos de la actitud de Francia, 1a parte, pp. 75-76).
Por otra parte, el Pacto de la Sociedad
de Naciones no era exactamente lo que el Presidente Wilson hubiera
querido que fuese: el texto por él propuesto fue considerablemente
corregido en un sentido restrictivo. No podemos dar en un capítulo
de esté estudio un análisis exhaustivo que exigiría
todo un volumen. El resumen que sigue, y que tomo prestado del
historiador J. Isaac, permite, en mi opinión, hacerse una
idea bastante fiel de lo que era el Pacto:
EL PREAMBULO señalaba que el Pacto, «destinado a desarrollar la cooperación entre las naciones y a garantizarles la paz y la
[182] seguridad», estaba basado en los principios siguientes: aceptación de no recurrir a la guerra; desarrollo al máximo de las relaciones internacionales basadas en la justicia y el honor, observación rigurosa de las prescripciones del Derecho internacional y respeto escrupuloso de los tratados.
COMPOSICIÓN DE LA SOCIEDAD: Serían «miembros fundadores» todos los Estados signatarios del Pacto, así como los Estados neutrales que dieran su adhesión en un plazo determinado; todo otro Estado, Dominio o Colonia autónoma podría convertirse en miembro de la Sociedad, siempre que su admisión fuese aceptada por los dos tercios de la Asamblea y que hubiese dado garantías efectivas de su buena fe.
FUNCIONAMIENTO: La sede de la Sociedad se establecía en Ginebra. Su acción se ejercería: 1) a través de una Asamblea de los representantes de todos los miembros de la Sociedad, a razón de un voto por miembro; 2) a través de un Consejo de 9 miembros, 5 miembros permanentes delegados de las Grandes Potencias y otros 4 elegidos periódicamente por la Asamblea; 3) a través de un Secretariado permanente; 4) a través de un Tribunal permanente de Justicia internacional; 5) a través de las Oficinas internacionales de todo orden coiocadas bajo la autoridad de la Sociedad.
DISPOSICIONES RELATIVAS AL MANTENIMIENTO DE LA PAZ: El Consejo debía preparar la reducción de los armamentos «al mínimo compatible con la seguridad nacional», reducción que sería sometida «al examen y a la decisión de los diversos gobiernos» (art. 8). Los miembros de la Sociedad se comprometían mutuamente a respetar y a mantener contra toda agresión exterior «su integridad territúrial y su independencia política actual» (artículo 10). Todas las diferencias entre miembros de la Sociedad serían sometidas al arbitraje o al examen del Consejo. En ningún caso se recurriría a la guerra antes de la expiración de un plazo de 3 meses contados a partir de la sentencia de los árbitros o el informe del Consejo. Si el informe del Consejo era aprobado por unanimidad, todo Estado que no lo acatara y recurriera a la guerra sería considerado como en guerra con todos los otros miembros de la Sociedad. En tal caso, estos últimos deberían romper todas las relaciones comerciales y financieras con él, y contribuir, en la medida recomendada por el Consejo, a la constitución de la fuerza armada que aseguraría el respeto al Pacto (art. 16). La Asamblea podría, de cuando en cuando, invitar a los miembros
[183] de la Sociedad a proceder a un nuevo examen de los tratados convertidos en inaplicables, así como de las situaciones internacionales susceptibles de poner en peligro la paz del mundo (art. 19).
COMPROMISOS Y MANDATOS INTERNACIONALES: Los miembros de la Sociedad se comprometían a no contraer obligaciones íncompatibles con el Pacto y reconocían como derogados todos los tratados anteriores de aquella naturaleza. Sin embargo, las ententes regionales, tales como la doctrina de Monroe, eran reconocidas como válidas. El Pacto preveía que ciertos territorios, liberados por la guerra pero habitados por pueblos que no se hallaban aún en condiciones de dirigirsee a sí mismos, serían colocados bajo la tutela de los Estados mejor calificados a tal efecto, actuando como mandatarios y bajo el control de la Sociedad de Naciones.
Y Jules Isaac concluye:
Así constituida, la S.D.N. quedaba muy por debajo de las esperanzas que las declaraciones de Wilson habían suscitado. El recurso a la guerra no quedaba absolutamente prohibido; la limitación de los armamentos no era realmente obligatoria; no, se había previsto ningún medio eficaz para asegurar el cumplimiento de las decisiones adoptadas en Ginebra.
Es, en suma, lo que dijeron los alemanes cuando se les propuso la firma del Pacto, lo que pensó Wilson, decepcionado, lo que dijo en aquella época toda la izquierda europea, aunque en términos más vehementes, y lo que dijo también, en términos aún más vehementes, una pequeña formación política que empezaba a actuar en Alemania y que poco después se convirtió en la N.S. D.A.P. de Hitler.
Las cláusulas militares del Tratado de, Versalles sólo fueron respetadas por Alemania, y en 1925 hubo que completar el Pacto de la S.D.N. con el Tratado de Locarno 7 (Francia, Italia,
[184] Inglaterra, Alemania, Bélgica, Polonia y Checoslovaquia), y luego en 1928, con el Pacto de París (llamado de Briand-Kellog) 8 .
A pesar de esas dos disposiciones complementarias, la Sociedad de Naciones no tardó en ser una simple ficción: negándose a ratificar el Pacto, en marzo de 1920, por motivos y en condiciones que explicaremos más adelante, los Estados Unidos se habían negado a adherirse a la S.D.N.; en octubre de 1933, Alemania, que había sido admitida en 1926, se marchó dando un portazo, y lo mismo hizo Italia a raíz del asunto de Etiopía, en 1935; en 1939, después de la firma del Pacto germano-soviético, Rusia, que se había adherido en 1934, fue expulsada: en 1940, después de su hundimiento, Francia desapareció del censo de la Sociedad de Naciones como habían ido desapareciendo todas las pequeñas naciones artificiales de la Europa central, hasta el punto de que a partir de 1941 el único miembro permanente de la S.D.N. fue Inglaterra.
Entre las causas de aquel fracaso figuran,
desde luego, el desconocimiento total que el texto del Pacto
de la Sociedad dé Naciones había demostrado
de los 14 puntos del Presidente Wilson,en lo que respecta al recurso
a la guerra, así como al desarme, y, con sus consecuencias
en cadena, el no-respeto por parte de Francia de las cláusulas
militares del Tratado de Versalles, pero también añadida
a las draconianas cláusulas financieras para Alemania,
la crisis moral y económica sin precedente que provocó
en toda Europa el no-respeto al Derecho de los pueblos a disponer
de sí mismos en las cláusulas del propio Tratado
de Versalles y en de los otros cuatro tratados.
En el Oeste, el Derecho de los pueblos a disponer de sí mismos apenas planteó problemas: Alsacia y Lorena, en las cuales predominaba una fuerte corriente autonomista de opinión, fueron devueltas a Francia; Eupen y Malmédy fueron devueltas a Bélgica sin demasiado dolor; y la cuenca hullera del Sarre, reivindicada por Francia, recibió un estatuto especial 9 que la colocaba
[185] directamente bajo el control de la Sociedad de Naciones para un período de quince años, al término de los cuales sus habitantes serían llamados a manifestar a través de un plebiscito si deseaban pasar a formar parte de Francia, volver a ser alemanes o permanecer bajo el estatuto especial. Las minas eran entregadas a Francia en pleno dominio, y su valor debía serle reembolsado en el caso de que, al término de los quince años, perdiera el territorio, cosa que ocurrió después de que los habitantes del Sarre, el 13 de enero de 1935, se pronunciaron casi unánimemerite en favor de la reincorporación a Alemania, aunque Hitler estaba en el Poder y a pesar de que una propaganda desorbitada les había estado presionando para que se pronunciaran en sentido contrario.
En el Este, en la Europa central, en el Oriente Medio (desmembración del Imperio otomano) y en las colonias (reparto de las colonias alemanas), las cosas fueron mucho más delicadas. En primer lugar, no se tuvo en cuenta el Derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, ni en lo que respecta al reparto de las colonias alemanas, ni en lo que respecta a la desmembración del Imperio otomano, con excepción, enel segundo caso, del Hedjaz, del cual ya se ha hablado (cf. 176, nota 4), y donde el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos se había convertido en el derecho del Emir Hussein disponer de Siria con el apoyo secreto de Inglaterra y violando los acueros Sykes-Picot que la propia Inglaterra había suscrito con Francia. La suerte de los territorios del Oriente Medio desmembrados del Imperio otomano, y el de las colonias alemanas, fue decidida por el art. 22 del Pacto de la Sociedad de Naciones, mediante una especie de nueva forma
[186] de colonización: el Territorio bajo mandato 10 confiado a una u otra de las Potencias aliadas, especialmente a Francia e Inglaterra, sin previa consulta a sus habitantes. Pero, apenas firmado el Tratado de Sèvres, que consignaba todas las disposiciones relativas al Oriente Medio, donde Inglaterra se había reservado la parte del león, empezaron las dificultades entre Inglaterra y Francia primero, luego entre Inglaterra y los Estados Unidos (en cuanto estos últimos descubrieron petróleo en aquella zona), y finalmente entre las tres potencias y la Rusia Soviética, la cual se infiltró en el Oriente Medio a través de la propaganda, y con mucha más facilidad por cuanto aquella propaganda sostenía las aspiraciones a la independencia de los pueblos árabes. Entre las dos guerras, el Oriente Medio fue como una caldera mantenida en perpetuo estado de ebullición por cuatro potencias que excitaban a unas facciones contra otras, y las circunstancias hicieron que, prácticamente, las disposiciones del Tratado de Sévres resultaran letra muerta, en el sentido de que si Turquía había perdido toda influencia en la zona, las potencias que la habían despojado no
[187] pudieron asentar la suya. Después de la segunda guerra mundial, las luchas por la influencia han continuado a más y mejor entre ingleses, norteamericanos y rusos, los cuales han tropezado hoy con Nasser...
En Europa... Aquí, y particularmente en la Europa septentrional, central y balcánica, una multitud de grupos étnicos se afirmaron a consecuencia del hundimiento ruso (1917) y del de Austria-Hungria (1918). Integrados por la fuerza, sea a Rusia, sea a Austria-Hungría, aquellos grupos étnicos estaban caracterizados por dos grandes corrientes: sea constituirse en Estados independientes (finlandeses, letones, lituanos, estonianos, ucranianos), sea aglutinarse por afinidades (Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia) para constituir Estados. La política de resistencia a la presión eslava que, desde Carlomagno a Bismarck 11, fue tradición germánica y pasó a la historia bajo el nombre de Drang nach Osten, había sido tan acertada que en el interior de las fronteras de Alemania ninguno de los grupos étnicos absorbidos a lo largo de los siglos manifestó nunca la menor veleidad de independencia, al contrario: en el exterior de sus fronteras existía incluso una fuerte corriente filo-alemana. La Conferencia de la Paz se encontraba allí en presencia de un verdadero rompecabezas, y, de haberse inspirado en el Derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, hubiese tenido que desembocar en una Alemania de considerable potencia rodeada de una docena de pequeños Estados Independientes bajo su influencia, lo cual era todo lo contrario del objetivo perseguido. Por lo tanto, sólo se inspiró en aquel Derecho en muy raras ocasiones, cuando no rado dejar de hacerlo y falseando al máximo el sentido de las votaciones, mediante astutos recortes de las zonas sometidas a plebiscito 12. El Presidente Wilson iba de percance en percance.
[188]
Entre Eslavos y Germanos, la línea de demarcación que va casi en línea recta desde Petsamo (en el Océano Artico) hasta Lemberg (al sur de la actual Polonia), y luego más sinuosamente hasta Trieste, vía Praga y Budapest, está jalonada de grupos étnicos, los cuales, al amparo de las grandes migraciones humanas, cruzadas en oleadas sucesivas, ora con las poblaciones autóctonas que encontraban a su paso, ora con las que trataban de rechazarles, ora incluso con otras migraciones humanas llegadas del Sur, cuando ellas procedían del Norte o inversamente cuando ellas procedían del Sur, no eran a comienzos del siglo xx ni esclavos ni germanos, sino finlandeses, estonianos, letones, lituanos, carelianos, polacos, ucranianos, rutenos, checos, eslovacos, eslovenos, magiares, servios, croatas, moldavos, besarabios, etc. En el Norte dominaban los elementos germanos, en el Sur los elementos eslavos 13 y a veces incluso otomanos. Descuartizados por sus afinidades originales, reivindicados por los germanos y por los eslavos, conquistados, asolados y sojuzgados sucesivamente por los unos y por los otros, sus reacciones combinadas o contradictorias habían terminado por sublimarse en unas aspiraciones más o menos tímidas o más o menos pronunciadas a la independencia.
En el Norte, la Conferencia de la Paz no tuvo que intervenir en la fijación de las fronteras de los Países bálticos con Rusia. Las cosas sucedieron así:
1.-FINLANDIA
Definitivamente anexionada a Rusia (1809) por el zar Alejandro I, Finlandia, que había sido hasta entonces y desde el si-
[189] glo VII objeto de litigio entre Suecia y Rusia -- igual que la Lotaringia entre Alemania y Francia -- y que desde 1906 tenía un Parlamento elegido por medio del sufragio universal, aunque sometida a la autoridad del zar, aspiraba a la independencia. Los socialistas eran mayoría en el Parlamento desde 1907. A la caída de Nicolás II, el Parlamento proclamó la independencia del país, cosa que no fue del agrado de los Soviets, los cuales emprendieron la reconquista. Pero Mannerheim, apoyado por Alemania, acabó por triunfar sobre ellos en una guerra que duró desde enero hasta mayo de 1918. Elegido en mayo de 1919, un nuevo Parlamento proclamó la República y, el 17 de julio, le dio una Constitución mientras celebraba sus sesiones la Conferencia de la Paz, cuyo apoyo le había sido concedido. La paz con los Soviets no fue establecida definitivamente hasta el 14 de octubre de 1920, mediante el Tratado de Dorpat. Pero era una paz precaria, como se comprobó en 1939...
2. - ESTONIA.
Anexionada a Rusia por la paz de Nystadt (1721) bajo Pedro el Grande, después de haber sido sucesivamente conquistada a lo largo de los siglos por los daneses, los suecos, los alemanes y los rusos, Estonia era, en vísperas de 1914, un país fuertemente influido por los Barones bálticos (200 familias señoriales que poseían del 60 al 70 % de las tierras y las cuales, aunque de origen germano, hacían una política rusófila: el pueblo, por reacción, mostraba una acusada tendencia a la independencia o a la germanofilia). En 1914, por lo tanto, Estonia se encontró en guerra al lado de Rusia contra los Imperios centrales. El 12 de abril de 1917, el gobierno provisional ruso ordenó que se procediera a la elección de un Consejo nacional mediante el sufragio universal, Consejo que, en noviembre, los Soviets se negaron a reconocer. Pero los Barones bálticos, asustados por el bolchevismo, se habían cambiado la chaqueta y se produjo una guerra atroz entre los estonianos y el ejército rojo. El 24 de febrero de 1918, durante las negociaciones de Brest-Litovsk que habían consagrado la renuncia de Rusia a la soberanía sobre Estonia, el Consejo Nacional proclamó la independencia y la neutralidad del país. Pero, el 25 de febrero, retiradas las tropas soviéticas, las tropas alemanas penetraron en el país y lo ocuparon paulatinamente con gran alivio de las poblaciones, de los Barones bálticos y de las capas populares. Roto el Armisticio, el ejército rojo reanudó la ofensiva, pero
[190] esta vez chocó con las tropas inglesas y finlandesas y tuvo que renunciar a ella. Por un Tratado firmado en Dorpat (2 de febrero de 1920), los Soviets reconocieron la independencia de Estonia y, en mayo del mismo año el Consejo Supremo interaliado con sede en Londres la reconoció de jure.
3. -LETONIA.
Letonia formaba parte del Imperio russo desde 1721 y, al igual que en Estonia, los Barones bálticos de origen alemán llevaban a cabo una política rusófila, en tanto que el pueblo aspiraba más bien a la independencia, o, también como en Estonia, se mostraba germanófilo. Aquí, la influencia alemana se ejercía desde el siglo XII (caballeros teutones, orden del Porte-Glaive), y la corriente progermana en las capas populares era más acusada que en Estonia. Los alemanes entraron en Libau en mayo de 1915, y en Riga en agosto de 1917. Sin embargo, la corriente favorable a la independencia la arrastró inmediatamente después de la firma del tratado de Brest-Litovsk, el cual entregó Letonia a Alemania.Un Consejo Nacional que se había constituido clandestinamente en noviembre de 1917 proclamó la República en cuanto se hubo firmado el Armisticio (noviembre de 1918). Los Soviets trataron de reconquistar el país, pero no lo consiguieron: el ejército rojo fue rechazado por los ejércitos polaco-letones y los Soviets firmaron un armisticio con el Consejo Nacional, reconociendo la independencia de Letonia (22 de marzo de 1920), y más tarde, el 11 de agosto, un Tratado de Paz. El 26 de enero de 1921, aquella independencia fue reconocida de jure por las grandes potencias, que admitieron a Letonia en la S.D.N. el 21 de septiembre del mismo año.
4. -LITUANIA.
En el siglo XIV, Lituania, erigida en Principado, se extendía desde el Mar Báltico a Kiev, ciudad a la que había conquistado después de Minsk al rechazar a los tártaros. Desde el siglo XIII, Lituania estaba fuertemente impregnada de la cultura alemana que habían llevado hasta ella los caballeros teutones. En 1795 fue anexionada contra su voluntad a Rusia, la cual, ni siquiera por medio «del fuego y de la cuerda» bajo Muraviev (1863) consiguió esclavizarla. El 7 de agosto de 1915 las tropas alemanas entraron
[191] en Kaunas, siendo acogidas jubilosamente por los habitantes de la ciudad. En abril de 1917, se reunió en Wilno una comisión encargada de nombrar una Dieta que repudiaría toda relación con Rusia y colocaría a Lituania bajo el protectorado alemán. En julio de 1918, una comisión de aquella Dieta inició los trabajos destinados a elaborar una Constitución monárquica. La derrota de los Imperios centrales dio al traste con aquellos planes. Inmediatamente después del Armisticio, bajo la influencia del notable Smetona, la Dieta proclamó a Lituania república independiente. Aquella independencia fue reconocida por Inglaterra en septiembre de 1919, y por Francia el 11 de mayo de 1921, después de haberlo sido por Rusia el 18 de marzo de 1921 (Tratado de Riga). Con quien tuvo dificultades Lituania fue con Polonia, a propósito de las regiones de Sussalky, Grodno, Bialystok y Wilno, que los letones disputaban a los polacos, que a su vez se las disputaban a los rusos. La frontera entre Lituania y Polonia no pudo ser trazada hasta 1923, por la Conferencia de los Embajadores. Memel y su territorio, que habían sido desmembrados de Alemania por el Tratado de Versalles el 18 de junio de 1919 -- sin previa consulta a la población --, vivió como territorio autónomo, administrado por Francia, hasta 1923, fecha en que fue ocupado a la fuerza por Lituania: en mayo de 1924, una Convención de la Paz lo convirtió en una especie de territorio autónomo administrado por Lituania, en condiciones parecidas a las de Mónaco respecto a Francia y San Marino a Italia.
En los cuatro casos que acabamos de examinar, el Derecho de los pueblos a disponer de sí mismos se conquistó con las armas en la mano, y los mejores armados de los reivindicadores dieron cuenta, a su vez, de los peor armados.
En el sur, resultó fácil quitarle a Bulgaria la Tracia para entregársela a Grecía, y a Hungría la Transilvania, la Bukovina y una parte del Banato para entregárselas, a Rumania 14. Las difi-
[192] cultades empezaron con Albania, de la cual Grecia quería que fuesen desmembrados en provecho suyo los territorios de Argyro-Castro y de Kortcha (Koritza), cosa a la que se opuso Italía, a la cual se habían garantizado sus intereses en aquella región. Sin previa consulta a los habitantes, se entregó Argyro-Castro a Grecia y Vallona, en el Adriático, a Italia, a título de compensación. Tras la retirada de las tropas aliadas en 1920, estallaron sangrientos conflictos entre albaneses y griegos, albaneses y servios y albaneses e italianos. Finalmente, en agosto de 1920, los italianos renunciaron a las ventajas que les habían sido concedidas en aquella región, firmando un Tratado en ese sentido con los albaneses. Y Albania quedó indispuesta a la vez con Italia, Grecia y Yugoslavia. Los dos puertos austrohúngaros de Fiume y Trieste fueron concedidos a Italia (igualmente sin previa consulta a sus habitantes, lo cual se tradujo, hasta la guerra de 1939-1945, en una inagotable fuente de incidentes entre Italia y Yugoslavia).
Pero, con Fiume y Trieste llegamos al arreglo del problema austro-húngaro y a la fijación entre ellos primero, entre ellos y Alemania después, de las fronteras de los pueblos que constituían la doble monarquía: aquí es donde el Derecho de los pueblos a disponer de sí mismos sufrió los más graves atropellos y produjo las más nefastas consecuencias.
Austria-Hungría era la piedra básica de la Europa central.
[193] Estrechamente unidos, los diversos grupos étnicos que la componían habían paulatinamente rechazado a los turcos hasta los Cárpatos, después de que el príncipe Eugenio los hubo detenido un poco al modo cómo Charles Martel había detenido a los árabes en Poitiers, en el 732, es decir, cuando llegaban a las puertas de Viena, aplastándoles en Zentha en 1697. Muralla de Europa contra la invasión otomana a la que, mediante una política bastante inteligente con los moldavos-valaquios (rumanos) y los búlgaros,empujaba lenta pero firmemente hacia Asia, lo cual le permitía, por otra parte, asegurarse una salida al Mediterráneo que había fijado en Salónica, Austria-Hungría era también al sur de Europa una muralla contra los esclavos, como lo era Alemania al norte. Estando concebida para una germanización progresiva y pacífica de todos los grupos étnicos que englobaba, su organización política se hubiera prestado admirablemente a aquella doble misión 15 a
[194] no ser por la mezquindad de espíritu
de sus estadistas del siglo xx; el Conde Berchtold, por ejemplo,
Ministro de Asuntos Exteriores de Hungría, y el Conde Tisza,
Presidente del Consejo de Hungría, tuvieron, al día
siguiente del asesinato del Archíduque heredero y de su
esposa en Sarajevo (28-6-1914) por el estudiante Prinzip y su
cómplice, reacciones elementales de hombres de casta, no
de estadistas, que el Emperador Francisco-José, a sus 84
años, no estaba ya en condiciones de apreciar o de contrarrestar,
ni con la ayuda de los más sabios consejos del Emperador
Guillermo II, mucho más realista, y de su Canciller Bethmann-Hollweg
16.
El hundimiento de Austria-Hungria se apoya en algunas fechas:
13 de septiembre de 1918: El Emperador Carlos informa a Alemania que está decidido a pedir la paz.
23 de septiembre de 1918: Se ha visto ya cómo, a partir de un Consejo Nacional cuya iniciativa fue adoptada en Croacia (nota 1, pág. 175), el 1 de diciembre siguiente fue proclamado el «Reino de los Servios, de los Croatas y de los Eslovenos».
16 de octubre de 1918: El Emperador Carlos lanza un manifiesto anunciando que Austria se convierte en un Estado federal, en tanto que Hungría sigue siendo lo que era.
21 de octubre de 1918: Los 200 diputados alemanes del Reichsrat se reúnen, dan fe de la disolución del antiguo Estado austríaco y se constituyen en Asamblea Nacional provisional, la cual, el 30, proclama una República que engloba a todos los territorios de lengua alemana y forma parte integrante del Reich alemán 17..
[195]
28 de octubre de 1918: Un Comité Nacional checoslovaco
toma el poder en Praga y proclama la República. Para respetar
las formas, el Comité se declara Asamblea Nacional el 9
de noviembre, y, el 14, proclama oficialmente la caída
de los Habsburgo, denunciando el acta de unión de 1526,
etc. 18..
1 de noviembre de 1918: En Budapest, donde se había producido una crisis ministerial el 23 de octubre, el nuevo Ministerio, presidido por Karolyi, anunció el final del régimen de 1867 (doble monarquía). Un Consejo Nacional de origen popular presionó a Karolyi para que rompiera con el Rey: el 13 de noviembre, este último renunció a ocuparse de los asuntos del Estado y, el 16 de
[196] noviembre, el Consejo Nacional, que
se había declarado Asamblea Nacional, proclamó la
República, cuya presidencia confió a Karolyi 19.
La Conferencia de la Paz consideró a todos esos comités o consejos nacionales como a otras tantas expresiones de la voluntad popular y, en la mayoría de los casos, creó los nuevos Estados y repartió los territorios entre ellos de acuerdo con las decisiones adoptadas por los que se habían dado abusivamente a sí mismos el título y las atribuciones de Asamblea Nacional. Desgraciadamente, no eran más que la expresión de minorias activas de carácter insurreccional, cuyas empresas, de no ser por las circunstancias creadas por la guerra, estaban condenadas al fracaso por cuanto los grupos étnicos o sociales que agrupaban no tenían en común entre ellos más que su hostilidad, sea a la doble monarquía, sea a las tendencias germanizantes o magiarizantes. Desaparecido el aglutinante de la asociación con el hundimiento del sistema, la propia asociación desapareció inmediatamente: la historia de los checos y de los eslovacos, de los servios y de los croatas, de los galitzios o de los silesianos y de los polacos entre las dos guerras fue una cruel demostración de ello.
En el propio Budapest, proclamada la República el 16 de noviembre de 1918, tuvo que eclipsarse, una vez restablecida la calma, ante la Monarquía, proclamada de nuevo en mayo de 1921: la corona quedó provisionalmente sin titular y el Poder Ejecutivo fue confiado interinamente a un Regente (Horthy). En Rumania donde la superficie pasó de 137.000 kilómetros cuadrados a 304.000, y la población de 7 a 17 millones de habitantes, la vida política quedó irremediablemente desequilibrada por la asociación contra su voluntad de grupos étnicos sin afinidades en un mismo Estado.
Además de los que han sido citados, hubo algunos otros plebiscitos: para atribuir la región de Klagenfurt, a Austria, aunque por otro lado no se arregló el problema del Tirol entre Austria e Italia; para atribuir el Burgenland, parte a Austria, parte a Hungría; para fijar las fronteras occidentales de Polonia se celebraron
[197] otros tres plebiscitos semejantes, según el método aplicado a Sleswig (cf. pág. 187, nota 12), los cales afectaron a la regiones de Allenstein, de Marienweder y de la Alta Silesia, y desembocaron en repartos arbitrarios... Entre Alemania y Polonia no hubo nunca la posibilidad ni de declarar a Danzig ciudad libre, ni de dar a Polonia 20 kilómetros de costa, ni de crear el corredor polaco (que separaba a la Prusia oriental del resto de Alemania, por cuyo motivo fue una de las principales causas de la guerra de 1939-45), ni de desmembrar a Memel de la Prusia oriental. Tampoco fue posible integrar en el nuevo Estado checoslovaco a los tres o cuatro millones de alemanes de Bohemia, los cuales constituían 1/3 de la población. El nuevo Estado, con 1/3 de checos y 1/5 de eslovacos, sin contar a otras tres o cuatro tendencias étnicas de menor importancia, emparedados entre ese 1/3 de alemanes, estaba prácticamente condenado a muerte desde su nacimiento. Pero, para los políticos de las potencias aliadas o asociadas 20, el sistema tenía lo que ellos consideraban como inapreciable ventaja de sustraer a Alemania 84.000 kilómetros cuadrados (casi una sexta parte de su superficie), y a Austria y a Hungría casi un tercio de lo que hubiese sido la suya caso de aplicarse correctamente el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos. Para Europa, el sistema creó la trágica e insuperable díficultad derivada del hecho de que aquel reparto arbitrario de territorios equivalía al reparto a la buena de Dios, sin consultarles y contra su voluntad -- tal como más tarde quedó demostrado --, de más de 10 millones de alemanes auténticos y de alemanes austríacos, principalmente entre Polonia y Checoslovaquia. En el terreno económico, al privar a Alemania de las materias primas indispensables a su vida industrial y de los recursos agrícolas correspondientes al nivel de su población, privó a Austria de sus salidas marítimas; y, si bien enriqueció a los nuevos Estados con lo que tomó de una y de otra, no les ofreció más que la insuficiente vía comercial del Danubio, en virtud de lo cual toda la Europa central se halló condenada a la asfixia económica, a menos que prestara acatamiento incondicional a las potencias aliadas y asociadas.
Aquellas absurdas disposiciones se vieron agravadas aún por las cláusulas financieras de los tratados. A decir verdad, esas cláu-
[198] sulas financieras no pudieron ser incluidas en los tratados en cifras concretas: se convino fácilmente en el hecho de que, para fijar exactamente su volumen, haría falta un plazo mucho mayor que el que separaba al Armisticio de las fechas previstas por las firmas. Y se nombró una Comisión de reparaciones que se encargaría de ese trabajo y presentaría su informe en cuanto hubiera terminado sus tareas 21; el plazo que se le concedía para terminarlas expiraba el 1 de mayo de 1921. Hasta entonces, Alemania debía entregar en tres veces una suma de 20 mil millones de marcos-oro para permitir a Bélgica y a las regiones devastadas el iniciar sin pérdida de tiempo las tareas de reconstrucción. En cuanto a las reparaciones, los tratados se limitaban a exponer los principios que debían servir de base para calcular su importe.
Recordemos que, acerca de este punto, las declaraciones del Presidente Wilson habían sido muy claras: una paz «sin victoria», es decir, «sin vencedores ni vencidos» (Mensaje del 21 de enero de 1917 al Senado), y que sobre aquella base, que la declaración de los Soviets de fecha 20 de febrero de 1928, interpretando su mensaje del 8 de enero de 1918 (los 14 puntos), traducía «sin anexiones ni indemnizaciones», había conducido personalmente las negociaciones de armisticio con los Imperios centrales.
«Sin indemnizaciones ... » En los 14 puntos, al referirse a la evacuación de los territorios ocupados por Alemania, el Presidente Wilson había concretado que dichos territorios debían ser, además, reconstruidos, lo cual se infería por sí solo. Se ha visto ya (cf. pág. 170) cómo, al interpretar aquella disposición, los anglofranceses la concretaron del modo siguiente en su nota del 4 de noviembre de 1918, aceptando las negociaciones de armisticio con los imperios centrales:
«Los Aliados creen que no hay que
dejar subsistir ninguna duda acerca de lo que será aquella
condición. Los Aliados entienden por ella que Alemania
tendrá que compensar todos los daños sufridos por
las poblaciones civiles de las naciones aliadas y por
[199] sus propiedades, a consecuencia de la agresión de
Alemania, sea en tierra, sea en el mar, sea como resultado de
operaciones aéreas.»
Era hacer pesar sobre Alemania el costo
total de la guerra. No era eso lo que había querido el
Presidente Wilson, ni era tampoco una paz «sin indemnizaciones».
Para llegar a ello había que declarar a Alemania única
responsable de todo lo que había pasado, lo cual no resistía
al análisis, y, por otra parte, no siendo ya una paz sin
indemnizaciones, aquella paz no era ya una paz «sin vencedores
ni vencidos», sino una paz de acuerdo con la tradición
de la guerra, con los vencedores imponiendo, por irrazonables
que sean, sus condiciones a los vencidos. Era comprensible que
las reparaciones alemanas alcanzasen a Bélgica y al Norte
de Francia, dejando a los demás el cuidado de restañar
sus propias heridas. Lo incomprensible, al menos para toda la
izquierda europea, que en aquella época se mostró
unánime en este punto, era la rabia con que los vencedores
se encarnizaban en los vencidos. Tampoco en Norteamérica
se comprendió. Pero, en Inglaterra, en Francia y en Italia,
las derechas ocupaban el Poder y, a pesar de todos los esfuerzos
del Presidente Wilson, prevaleció su punto de vista: el
artículo 231 del Tratado de Versalles declaró que
Alemania era la única responsable de la guerra.
El 20 de abril de 1919, el gobierno alemán fue invitado a enviar representantes a Versalles para ser informados de las condiciones en las cuales las potencias aliadas y asociadas estaban dispuestas a negociar. No estando admitida ninguna discusión verbal, el gobierno alemán respondió que juzgaba inútil el envío de plenipotenciarios y que el asunto podía resolverse por correspondencia: pura lógica. Pero tuvieron que acudir a Versalles...
Llegaron el 30 de abril. El jefe de su delegación era el Conde Brockdorff-Rantzau. El 7 de mayo, en el curso de una reunión plenaria de la Conferencia de la Paz, les fue entregado el borrador del tratado. Además de las disposiciones que han sido ya señaladas, incluía algunas otras: la cláusula de nación más favorecida reconocída a las potencias aliadas y asociadas en sus relaciones comerciales ulteriores con Alemania, la internacionalización de ciertas vías férreas de interés europeo y de las grandes vías fluviales (Elba, Oder, Danubio, Rin, Mosela, Canal de Kiel), el estatuto de ocupación temporal de determinadas zonas de territorio alemán
[200] y la delimitación de esas zonas, etc. Como ya se ha dicho, el Pacto de la Sociedad de Naciones servía de Preámbulo al tratado. El conjunto formaba un volumen de 436 páginas: el 29 de mayo llegaron al Secretariado de la Conferencia las contrapropuestas alemanas contenidas en un volumen de 443 páginas...
En mayo de 1919, Alemania tenía un gobierno legal de tipo republicano. El 19 de enero se habían celebrado elecciones para designar una Constituyente, y fue un milagro quo, en un clima social donde el descontento general resultante de las restricciones alimenticias y del paro obrero derivado de las condiciones del armisticio (mantenimiento del bloqueo, desorganización de los transportes interiores, embargo sobre las exportaciones e importaciones, etc.), había hecho surgir por doquier consejos de obreros y de soldados en el seno de los cuales las tendencias sovietizantes del socialismo alemán (Independientes y Espartaquistas) ejercían una influencia preponderante, el Directorio de los Seis que había surgido de ellos por vía de elección tuviera la idea de organizar aquellas elecciones y la posibilidad de hacer que se desarrollaran casi correctamente. Aquel éxito, que nada permitía esperar en tal coyuntura, se debió a la coincidencia de dos factores puramente subjetivos nacidos del azar y que habían actuado en el mismo sentido:
1. La falta total de sentido político o de espíritu de decisión, o de las dos cosas 22, de Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo, Ledebour, etc., cabecillas de las tendencias sovietizantes.
[201]
2. El espíritu de decisión y la falta total de escrúpulos políticos de Noske, socialista de tendencia parlamentaria y Comisarío de Defensa Nacional, que no había vacilado en apoyarse en el ejército para ahogar en sangre las tentativas insurreccionales de las tendencias sovietizantes 23..
He aquí cuáles fueron los resultados de las elecciones, apenas restablecida la calma:
......................................................................Votos ........Elegidos
Socialdemócratas (Ebert)...................11.500.000 ......163
Catolicos del Centro (Erzberger) .........6.000.000........88
Democratas..............................................5.600.000........75
Conservadores........................................3.200.000........42
Independientes y Espartaquistas........2.300.000........22
Partido Nacional......................................2.300.000........22
Aislados, varios..........................................800.000..........9
..................................................................31.700.000........421
[202]
Habiendo obtenido tan pocos votos (poco más del 5% del
total), Independientes y Espartaquistas tenían que haber
reconocido la legalidad de la Constituyente, o, cuando menos,
que esta última representaba mucho más la voluntad
popular que los Consejos de obreros y de soldados. Por añadidura,
entraban en ella decapitados, ya que sus jefes más destacados
habían sido, o condenados a largas penas de prisión,
o asesinados (Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo, etc.), en el curso
de la implacable lucha que les había librado Noske. Pero
los socialdemócratas, cuyos jefes eran Ebert y Scheidemann,
no estaban menos decepcionados que ellos: lejos de haber alcanzado
la mayoría absoluta que esperaban obtener con suma facilidad,
se hallaban condenados a un gobierno de coalición en el
cual tenían que ceder un lugar a los católicos del
centro y a los Demócratas.
A ese gobierno, presidido por Scheidemann, con Herman Muller en el puesto de Ministro de Asuntos Exteriores, Noske en el Ministro de la Reichwehr (Ejército) y Ebert en el de Presidente del Reich 24 desde el 11 de febrero, le fue sometido el borrador del tratado de armisticio. Sin embargo, a primeros de mayo se encontró enfrentado con las peores dificultades. Los Aliados habían declarado el embargo sobre toda la producción industrial de Alemania como garantía del pago de la indemnización que sería condenada a entregarles, y por el mismo motivo habían limitado al máximo su facultad de utilizar sus propias materias primas. Por otra parte, sólo permitían la entrada en Alemania de un contingente también muy limitado de productos alimenticios y de materias primas de urgente necesidad, contra transferencias de oro del Reichsbank, bajo el control de un Consejo supremo de ayuda y de asis-
[203] tencia presidido por Herbert Hoover 25. Se había creado una extraña situación, en la cual no era posible reintegrar a la clase obrera al trabajo, ni donde había trabajo porque no podía alimentársela suficientemente, ni donde hubiera querido reintegrarse al trabajo para ser alimentada porque las fábricas no podían ser aprovisionadas de materias primas... Explotando el descontento nacido de aquella situación, Independientes y Espartaquistas habían conseguido, desde mediados de febrero, hacer renacer de sus cenizas un movimiento insurreccional que a partir de mediados de marzo fue sostenido y estimulado por la toma del Poder en Hungría por Bela Kun: había sido necesario reconquistar por segunda vez Berlín, con las armas en la mano, luego Magdeburgo y Brunschwig, luego Munich. El 7 de mayo se estaba a punto de poner en condiciones el dispositivo de ataque que permitiría reconquistar Dresde y Leipzig...
Nada más natural, porque nada era más cierto, que tras la lectura de las condiciones de paz de los Aliados, todos los políticos alemanes, cualquiera que fuera el partido a que pertenecieran, tuvieran la sensación de que aquellas condiciones no tenían más objetivo que renovar, legalizándolo, un estado de cosas que les había producido tantos quebraderos de cabeza a partir del armisticio y que les condenaba, en el futuro, o a reconquistar eternamente por las armas a un pueblo eternamente empujado a la revuelta y a la insurrección por las insoportables condiciones económicas que se pretendía imponerle, o a abrir de par en par las puertas al bolchevismo.
Un viento de pánico empezó a soplar sobre los medios políticos: era el fin de Alemania, el triunfo del bolchevismo, en opinión
[204] de todos. El pesimismo era general, salvo entre los Independientes y Espartaquistas, los cuales creían que firmar o no firmar no tenía la menor importancia, ya que en cuanto triunfara la Revolución barrería el tratado, y entre los católicos del centro, los cuales compartían aquella opinión arguyendo que, dado que las cláusulas del tratado eran inaplicables, los Aliados se verían obligados, apenas firmado, a hacer concesiones. La extrema derecha hablaba de la movilización en masa para reanudar la guerra en el Este...
Walter Rathenau, espíritu moderado como el que más, y que no creía en la posibilidad de obtener un mejoramiento de las condiciones aunque opinaba que no se perdía nada con tratar de obtenerlo, escribió fríamente el 9 de mayo en Die Zukunft:
«Si no se consigue, el Conde Brockdorff-Rantzau tendrá que presentar a los gobiernos enemigos el decreto de disolución de la Asamblea, así como la dimisión colectiva del Presidente del Reich y de los Ministros, e invitar a los Aliados a que se hagan cargo del Poder en Alemania y a asumir sin dilación todos los derechos soberanos del Estado alemán. De este modo incumbirá al enemigo la responsabilidad de la Paz, de la administración y de todos los actos de Alemania, y tendrán, ante el mundo, ante la Historia y ante sus propios pueblos, el deber :le encargarse del destino de 60 millones de individuos. Esto sería un hecho sin precedentes la caída inaudita de un Estado, pero, al mismo tiempo, una decisión compatible con el honor y la conciencia. Por lo demás, habrá que remitirse a las leyes imprescriptibles de la humanidad y a la evolución de los acontecimientos. »
El 12 de mayo, Scheidemann, que no creía que una mano «y con ella Alemania, pudiera dejarse aprisionar por semejantes cadenas sin quedar deshonrada», obtuvo fácilmente en la Asamblea una aplastante mayoría en contra de la firma del tratado. Fue entonces cuando, estimulado por aquella votación, el Gabinete del Reich decidió presentar sus contrapropuestas a las potencias aliadas y asociadas.
La carte de envío decía:
«Mediante el intercambio de notas llevado a cabo entre el Presidente Wilson y el Gobierno alemán en el curso del mes de octubre de 1918, se adquirió un compromiso, un factum de contrahendo, válido desde el punto de vista del Derecho internacional. En virtud de aquel compromiso, Alemania depuso las armas el 11 de noviembre de 1918 sobre la base de los 14 puntos definidos por el presidente Wilson en su mensaje al Congreso norteamericano del 8 de enero de 1918 y en sus declaraciones posteriores, especialmente en su discurso del 27 de septiembre de 1918.
[205] Según los principios enunciados en esos diversos discursos, la paz debía ser establecida sobre la base del libre derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, y los tratados debían ser discutidos por todos, sin discriminación entre vencedores y vencidos. Imponer a Alemania un tratado distinto de los principios admitidos por una y otra parte equivaldría, pues, a una violación del pacto contraído anteriormente al armisticio. Sin embargo, no hay, por así decirlo, ni una sola cláusula que esté de acuerdo con los principios previamente convenidos.»
Era indiscutible.
El 16 de junio de 1919, los Aliados contestaron, a grandes rasgos, que ciertamente se había establecido un pacto antes de armisticio, pero que ese pacto no se apoyaba únicamente en los 14 puntos del Presidente Wilson contenidos en su mensaje al Congreso del 8 de enero de 1918, y en los principios contenidos en su discurso del 27 de septiembre de 1918, sino en aquellos 14 puntos sensiblemente modificados por los Aliados en su memorándum del 4 de noviembre, que a su debido tiempo había sido puesto en conocímiento de los alemanes.
Esto no era cierto más que acerca de un solo punto: la indemnizacíón de los daños causados por Alemania. En todo lo demás, era falso.
Pero no será ocioso saber lo que contenían las contrapropuestas alemanas:
1. Responsabilidades. -- La tesis sostenida era que Alemania, amenazada por varias potencias a la vez, no había hecho más que defenderse y, en consecuencia, no se la podía hacer responsabie de la guerra. Era una tesis bastante débil. Pero, si hubiese sostenido que todos los Gobiernos de la época tenían su parte de responsabilidad, habría sido muy fuerte.
2. Reparaciones. -- Aquí la tesis era que en virtud de la Convención de armisticio, Alemania no estaba obligada a pagar más que los gastos de reconstrucción de Bélgica, ya que sólo la violación de la neutralidad belga podía ser considerada como un atentado al derecho de gentes. De todos modos, Alemania accedía también a hacerse cargo de los gastos de reconstrucción del Norte de Francia, ya que aquella región había sido invadida y ocupada por tropas alemanas procedentes de Bélgica. Era muy razonable. Apoyado en la Convención de armisticio, sin embargo, ese punto de vista era muy débil, aunque habría sido tambián muy fuerte de haberse apoyado en la responsabilidad colectiva de todos
[206] los Estados complicados en el drama. Y si se hubiera apoyado en la obligación en que se había encontrado Alemania de firmar, con un cuchillo en la garganta, habría sido moralmente indiscutible.
3. Cláusulas territoriales. -- En este punto no había problema: los alemanes estaban en lo cierto al afirmar que el Derecho de los pueblos a disponer de sí mismos no habla sido respetado en ningún caso. Y lo estaban asimismo al afirmar que, privados de territorios vitales para sus industrias, obligados a entregar su marina mercante, la mayor parte de sus medios de transporte y una indemnización sin fijar aún, pero verosímilmente astronómica, en concepto de reparaciones, quedaban condenados a la asfixia económica y a un hundimiento susceptible de entregar la Europa occidental al bolchevismo.
4. Desarme. -- Acerca de este punto, a partir del momento en que se admitía que el de Alemania era considerado como un preludio del desarme general, las contrapropuestas aceptaban el que Alemania desarmara la primera. Sin embargo, protestaban contra el hecho de que los efectivos del Ejército alemán fuesen fijados a un nivel demasiado bajo para que pudiera contribuir eficazmente a librar a Europa del peligro bolchevique.
5. Garantías. -- El Gobierno alemán consideraba inútil la ocupación de su territorio nacional, ya que no se hallaba en condiciones de emprender una nueva guerra. La consideraba también gravosa y contraria a los propios intereses de las potencias aliadas, por cuanto las cargas que haría pesar sobre Alemania impedirían a ésta atender al pago puntual de las reparaciones, y, finalmente, la estimaba nociva para el retorno al buen entendimiento, por cuanto no cabía duda de que dificultaría la pacificación de los espíritus.
6 Castigo de los culpables. -- Los artículos 227 a 230, ambos inclusive, del borrador del tratado estipulaban que el ex emperador Guillermo II, considerado como reo. de un crimen de guerra contra la humanidad en concepto de principal responsable de la guerra, y cierto número de alemanes que durante la guerra habían atentado contra el derecho de gentes, cometido robos o actos de crueldad, serían, el primero presentado ante un Tribunal internacional de justicia, los segundos ante Consejos de Guerra aliados para ser juzgados. La contrapropuesta era la siguiente: todo lo
[207] que Alemania podía aceptar era la constitución de un Tribunal internacional, donde ella misma estaría representada en igualdad de condiciones con las demás potencias, y que tendría competencia para juzgar todos los atentados contra el derecho de gentes cometidos durante la guerra, incluidos los casos denunciados por la propia Alemania.
La respuesta de los Aliados no tuvo en cuenta esta última contrapropuesta, a pesar de que tenía en su favor el Derecho y la Moral.
Apresurémonos a decir que aquella cláusula no fue nunca aplicada. A excepción de las cláusulas territoriales, las otras tampoco lo fueron, desde luego, ya que eran prácticamente inaplicables. Pero las otras cláusulas merecieron algunos intentos de aplicación, en tanto que aquélla no fue objeto ni siquiera de una tentativa: en 1919, el mundo no estaba aún maduro para Nuremberg.
El Gobierno alemán protestó también contra algunas otras disposiciones del borrador del tratado: el estatuto de la S.D.N., el cual se negaba a firmar con el pretexto de que no era miembro de ella y no había tomado parte en la redacción del estatuto; la internacionalización de las vías navegables y ferroviarias de Alemania, que consideraba como un atentado a la soberanía y a la independencia, puesto que la medida no era reciproca; y numerosas disposiciones de tipo privado, tales como el pillaje, el robo, las deudas individuales, etc.
Esas cuestiones eran de menor cuantía
para la tesis mantenida en aquel documento, y no hablaremos aquí
de ellas.
Entregada el 16 de junio a la delegación alemana, la respuesta de los Aliados llegó a manos del Gobierno alemán el 17, provocando un torrente de indignadas protestas. Sólo los católicos del centro, con su jefe Erzberger al frente, encontraron absurda la tesis de no firmar el tratado. En los pasillos del Reichstag, el propio Erzberger se dedicó encarnizadamente a tratar de convencer a los diputados de que, por odiosas que fuesen las condiciones de los Aliados, no quedaba más solución que resignarse a aceptarlas, y que se trataba de una cuestión de pura fórmula, ya que nunca podrían ser aplicadas en lo esencial. Su punto de vista empezó a ganar terreno. El canciller Scheidemann se dio cuenta y, para salir del atolladero, recurrió a una treta: el 20 de junio, el Gabinete
[208] del Reich se pronunció unánimemente en contra de la firma del tratado y presentó la dimisión.
Al día siguiente, 21 de julio, se constituyó un nuevo gobierno presidido por Bauer, el cual obtuvo del Reichstag, el 22, la firma del tratado por 237 votos contra 138 y 5 abstenciones, en las condiciones siguientes: «El Gobierno del Reich alemán está dispuesto a firmar el tratado de paz, sin que por ello reconozca que el pueblo alemán es el autor responsable de la guerra ni se comprometa a entregar a las personas sefíaladas por los artículos 227 a 230».
El Conde Brockdorff-Rantzau se había negado a continuar siendo el jefe de la delegación alemana en Versalles, bajo pretexto de que su concepto del honor no le permitía dar su firma ni siquiera «por pura fórmula», y había sido reemplazado inmediatamente por un tal von Haniel, del cual la historia no parece haber conservado el nombre por ningún otro motivo: el 23 de junio, a las 4,40, von Haniel anunció, de acuerdo con el Gobierno alemán, que «Alemania se doblegaría a todas las exigencias de, sus enemigos: algunas de las cláusulas del tratado sólo han sido incluidas en él para humillar al pueblo alemán. Nos inclinamos ante la violencia de que somos objeto porque, después de todo lo que hemos sufrido, no disponemos ya de ningún medio para contestar. Pero este abuso de la fuerza no puede empañar el honor del pueblo alemán».
El mismo día, al amanecer, en la base de Scapa Flow 26, donde estaba prísionera la flota de guerra alemana, la escuadra británica de vigilancia, al mando del Almirante Freemantle, abandonó la rada y se dirigió hacia mar abierto para efectuar ejercicios de tiro. El almirante alemán von Reuter aprovechó aquella circunstancia inesperada para hacer abrir secretamente las compuertas, las escotillas y los tubos lanza-torpedos de todos los barcos. Luego ordenó arriar la bandera alemana de todos los mástiles...
«De repente -- cuenta Benoist-Méchin,
el cual, en mi opinión, es autor del relato más
impresionante del incidente --, se alza un ensordecedor estrépito.
Mugen las sirenas, suenan las campanas de alarma, son arriados
los botes... Y, ante los estupefactos ingleses, el buque-almirante
Friedrich de Grosse empieza a hundirse lentamente entre las olas.
A las 12,16, el enorme cascarón de acero desaparece bajo
el aguai,
[209] La escuadra inglesa abandona las maniobras y regresa a
la rada a toda maquina. Pero es ya demasiado tarde. Uno tras
otro, los acorazados König Albert, Kronprinz Wilhelm, Kaiser,
Prinz-Regent-Luitpold, zozobran en un hervidero de espuma. Luego
les llega la vez a los cruceros pesados Moltke, Seydlitz, von
der Tann, y a todos los otros navíos: 5 cruceros, 10 buques
de línea, 47 torpederos: un tolal de 70 barcos. A las
cinco de la tarde, el océano se cierra sobre el último.
superviviente, el crucero Hindenburg.
La orgullosa flota alemana reposa en el fondo del mar.»
El tratado fue firmado en Versalles el 28 de junio. En nombre de Alemania firmaron los ministros Hermann Muller y Bell.
La comedia había sido representada. ¿Qué pasó con los actores?
El Presidente Wilson regresó a los Estados Unidos profundamente lastimado. Allí, sus adversarios, los republicanos, que le habían arrastrado a la guerra, no habían cesado en sus campañas contra él: le acusaron antes de perjudicar a los Estados Unidos permaneciendo al margen del conflicto; le acusaron después de ineptitud en su conducción del mismo conflicto, de restringir demasiado la libertad del comercio y de la industria que les había obligado a supeditar a las necesidades de la guerra a la cual le habían arrastrado, de fijar unos impuestos demasiado elevados, de fabricar armamentos en excesiva cantidad, etc. Apoyándose en esos argumentos de evidente mala fe, aunque de eficaces efectos demagógicos, el 5 de noviembre de 1918 -- ¡menos de una semana antes del armisticio! -- habían conseguido la victoria en las elecciones para la renovación del Congreso cuyo mandato expiraba en aquella fecha. En enero de 1919, cuando el Presidente Wilson, cuyo mandato no expiraba hasta el siguiente noviembre, anunció su salida para Europa a fin de tomar parte en la Conferencia de la Paz, los republicanos, convertidos de nuevo en aislacionistas, pusieron el grito en el cielo diciendo que aquello era contrario a las costumbres de la Unión, que aquel asunto no les interesaba va, etcétera, y consiguieron impresionar a una importante fracción del Partido Demócrata.
A su regreso, pues, Wilson fue fríamente acogido: su secretario de Estado Lansing le dio el golpe de gracia declarando que durante todo el tiempo de la Conferencia se había visto «en la obligación moral de combatir casi todas las iniciativas del Presidente». Utilizando las declaraciones de Lansing, la prensa en manos de los industriales y de los banqueros norteamericanos a los cuales el Tratado de Versalles no beneficiaba de un modo inmediato,
[210] llevó a cabo una apasionada campaña contra el tratado y el Pacto de la Sociedad de Naciones. Finalmente, el 17 de noviembre de 1919, las decisiones de Versalles obtuvieron en el Congreso una simple mayoría de 55 votos contra 9: dado que la aprobación exigía una mayoría de los dos tercios, el Tratado de Versalles y el Pacto de la S.D.N. fueron rechazados. En las elecciones presidenciales siguientes, Harding, candidato de los republicanos, venció por más de 16 millones de votos contra 9 millones de Cox, candidato demócrata... Enfermo -- herido repentinamente por una enfermedad (septiembre, de 1919) que no tardó en revelarse como preludio de una dolencia mortal, Wilson no había podido defender por sí mismo la actitud que había adoptado en Versalles y que servía de plataforma a la política exterior de los demócratas -- y profundamente decepcionado, el Presidente Wilson se retiró definitivamente de la vida pública y murió desconsolado poco tiempo después (1924). Entretanto, había tenido la satisfacción, por amarga que fuese, de ver cómo su sucesor firmaba con Alemania (25 de agosto de 1921) un tratado de paz por separado que consagraba en gran parte el triunfo de sus principios.
En Alemania, sin embargo, sus temores no habían de tardar en encontrar abundantes justificaciones. Cuando se levantó el bloqueo (octubre de 1919, cf. 25, pág. 203), el extenuamiento era general: la escasez y el hambre se habían apoderado de Alemania.. especialmente de sus centros obreros. A la entrada del invierno, las huelgas alcanzaron un nivel hasta entonces desconocido, el paro obrero afectaba a más de un millón de trabajadores, el Reichsbank se agotaba adquiriendo víveres en el extranjero, el presupuesto nacional no podía soportar ya la carga de los impuestos... Privada de sus minas de carbón (Sarre), de sus minerales de hierro (Silesia), de su marina mercante y de sus ferrocarriles, en gran parte, por las estipulaciones del tratado, dotada únicamente de un agotado equipo industrial, Alemania heredó además de la guerra unas finanzas lamentablemente ruinosas. Desde 1914 hasta el armisticio, la deuda consolidada había ascendido de 5 mil millones de marcos-oro a 96 mil millones, la deuda flotante de 500 millones a 49 mil millones, la circulación fiduciaria de 5.500 millones a 29 mil millones...
Después del Tratado de Versalles, la inflación fue en aumento sin mejorar la situación material de las poblaciones: 34 mil millones de billetes en circulación en enero de 1919, 51 mil millones en enero de 1920... El marco fue depreciándose cada vez más. de 4,20 marcos en agosto de 1914, 4,86 en mayo de 1915, 552 en mayo de 1916, 6,01 al producirse el armisticio, el dólar pasó a
[211] 14,01 en junio de 1919, a 26,83 en octubre de 1919, a 47 en diciembre y a 84 en marzo de 1920...
La opinión pública alemana hizo responsable -- con entera justicia -- al Tratado de Versalles del empeoramiento cada vez más acusado de la situación económica, englobando en su acusación a los que lo habían firmado, es decir, a la coalición gubernamental de los partidos medios. El 6 de junio de 1920, los partidos en cuestión recibieron el primer palmetazo a su conducta política a partir del armisticio, con ocasión de las elecciones al Reichstag, cuyos resultados ofrecemos a continuación, comparándolos con los de las elecciones de 1919:
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Social-demócratas | 5.900.000 | 11.500.000 | -5.600.000 |
Católicos del Centro 27 | 5.700.000 | 6.000.000 | - 300.000 |
Demócratas | 2.200.000 | 5.600.000 | - 3.400.000 |
Independientes y Espartaquistas | 5.000.000 | 2.300.000 | + 2.700.000 |
Conservadores | 3.700.000 | 3.200.000 | + 500.000 |
Partido Nacional | 3.600.000 | 2.300.000 | + 1.300.000 |
Aquella fue la primera manifestación en Alemania del descontento provocado por las consecuencias económicas del Tratado de Versalles, que más tarde había de conducir a la opinión hacia los extremismos del comunismo, por una parte, y el nacionalsocialismo, por otra.
Todos sabemos lo que ocurrió después.
¿Y Europa?
Acerca de lo que costó la guerra a los Aliados europeos han sido publicadas las cifras más pesimistas. Deducción hecha de los gastos que hubieran tenido que hacer de no producirse la guerra, el historiador francés Pierre Renouvin ha retenido los que ha dado un economista norteamericano cuyo nombre no cita y el cual, des-
[212] pués de examinar los diversos estados de cuentas nacionales, los ha evaluado del siguiente modo, en francos de la época: 220 mil millones para Inglaterra, 125 mil millones para Francia, 60 mil millones para Italia. Para hacer frente a ellos, Inglaterra tuvo que pedir prestados al exterior unos 32 mil millones de francos de la época, Francia 33 mil millones e Italia 20 mil millones. De esos empréstitos, los Estados Unidos facilitaron 21 mil millones a IngIaterra, 14 mil millones y medio a Francia y 8 mil millones a Italia. Para calcular esas sumas en francos actuales le bastará al lector con aplicarles el coeficiente 400 de devaluación (multiplicar por 400).
Mientras Inglaterra, Francia e Italia se cargaban así de deudas, veían agotarse sus reservas de oro, su balanza comercial se hacía increíblemente deficitaria y su gastado equipo industrial no ofrecía perspectivas de poder ser renovado antes de un largo plazo, los Estados Unidos alcanzaban un extraordinario nivel de prosperidad: el superávit de sus exportaciones sobre sus importaciones, que había sido de 691 millones de dólares en 1913, ascendió a 4 mil millones de dólares en 1919; sus reservas de oro pasaron de 2.930 millones de, dólares a 4.283 millones; después de la guerra fueron los principales proveedores de Europa, y aquella situación, que se caracterizaba ya para ellos por un crédito (cf. más arriba) global de 8.750 millones de dólares, no cesó de mejorar 28..
Sin embargo, los Estados Unidos no renunciaron a pasar la factura a sus deudores europeos. La situación, por lo tanto, era la siguiente: una Europa arruinada, condenada a arruinar a Alemania para pagar a Norteaméríca.
En realidad, las cosas no ocurrieron exactamente así. Pero no es esto lo que importa. Independientemente de los factores de transacción que intervinieron para mediatizar el cumplimiento de las cláusulas financieras del Tratado de Versalles, entre Alemania y sus ex enemigcs europeos, por una parte, y en lo que res-
[213] pecta al pago de las deudas interaliadas a Norteamérica, por otra, lo cierto es que aquellos factores intervinieron demasiado tarde, y, sobre todo, demasiado parsimoniosamente, para evitar el hundimiento financiero de Alemania desde 1921 a 1923, y su hundimiento politico en 1933. Por otro lado, las cláusulas territoriales bastaban para provocar, en un plazo tal vez distinto pero igualmente seguro, aquella doble catástrofe. En la primera parte de este libro se ha explicado ya cómo en virtud de los obstáculos levantados ante ella por las cláusulas inadmisibles del Tratado de Versalles subsistentes en 1933, el deseo de recuperación de Alemania condujo a la guerra de 1939-45.
Pero, si el Tratado de Versalles fue causa
fundamental de aquella guerra de 1939-45, ¿quién
se atreverá a negar que hay que volver a examinar las responsabilidades
y a rehacer los 13 procesos de Nuremberg, sin olvidar el 14.o,
que tuvo lugar en Jerusalén?
NOTES
1 En realidad, Yugoslavia no llevaba aún este nombre, que no adoptó oficialmente hasta el 3 de octubre de 1929. En la época de la Conferencia llevaba el de «Reino de los servios, de los croatas y de los eslovenos», nacido en las circunstancias siguientes: el 23 de septiembre del año 1918 se constituyó en Zagreb un Consejo Nacional de la Croacia, el cual, el 6 de octubre siguiente, en una proclama pública, pidió la unión con Servía; al mismo tiempo, la Dieta bosniana y la Asamblea Nacional de Montenegro se pronunciaban en el mismo sentido y, el 1 de diciembre, el príncipe Alejandro de Servia había proclamado la unión de Macedonia, de Bosnia-Herzegovina, de Banat, de Batchka, de Barania, de Syrmia, de Eslavonia, de DaImacia, de Istria, de Croacia y de Eslavonia. antiguas dependencias de Austria-Hungría, con Servia y Montenegro, en un «Reíno de los Servíos, Croatas y Eslovenos; este conglomerado heterogéneo era el que había sido admitido a la Conferencia en calidad de Estado. Estaba representado en ella por los servíos. Sólo demasiado tarde se vio lo que valía el Comité Nacional como expresión de la voluntad popular. En realidad, los servíos no estaban de acuerdo con los croatas más que contra la doble monarquía y de un modo especial contra el gobierno «Magiar» de Budapest, pero en nada más. Entre las dos guerras, la historia de Yugoslavia fue la de los croatas anexionados y políticamente sojuzgados por los servíos. Todo esto terminó provisionalmente en 1934 con el asesinato en Marsella del Rey Alejandro de Yugoslavia (y del Ministro Barthou) por el croata Kalemen, refugiado en Francia.
2 La situación jurídica de Checoslovaquia no estaba más clara que la de Yugoslavia: el 3 de septiembre de 1918 había sido formado en París un gobernio provisional checoslovaco; el 18 de octubre, un Comité Nacional checosclovaco tomaba el poder en Praga, el 14 de noviembre, bajo el nombre de Asamblea Nacional que había adoptado el 9, había proclamado la caída de los Habsburgo y la independencia de Bohemia-Moravia y de Eslovaquia, cuyas fronteras no estaban definidas.
3 La situación jurídica de Polonia era aún más confusa que la de Yugoslavia y la de Checoslovaquia. En 1914, Polonia, que era entonces el Gran Ducado de Varsovia y formaba parte de Rusia, se dividió en dos corrientes de opinión: uno, el más importante, a cuyo frente estaba el militante socialista antírruso Joseph Pildsuski, se alineó al lado de los Imperios centrales a los cuales aportó el apoyo de una legión de voluntarios polacos (bajo el mando de Pildsuski); el otro, compuesto de los vacilantes y de los pro-rusos, tomó más o menos abiertamente y más o menos tímidamente el partido de los Aliados. El 9 de agosto de 1915 entraron en Varsovia las tropas alemanas. El 5 de noviembre de 1916, los Imperios centrales reconocieron la independencia de Polonia, cuyas fronteras estaban por definir, y establecieron un Consejo de Estado Provisional y más tarde, el 12 de septiembre de 1917, un Consejo de Regencia. En su mensaje al Senado del 8 de enero de 1918, El Presidente Wilson había proclamado la necesidad de una Polonia independiente, y, al mismo tiempo, el gobierno bolchevique de Moscú había hecho otro tanto.
El 14 de noviembre de 1918, el Consejo de Regencia se había retirado, traspasando sus poderes a Joseph Pildsuski. Pero, el 2 de octubre, los Aliados habían reconocido oficialmente a un Consejo Nacional que se había constituido, desde 1915, en París con destacados elementos representativos de la corriente polaca de opinión favorable a los Aliados. Aquella situación ambigua sólo terminó con la constitución de un gobierno de unidad nacional bajo la presidencia de Paderewski (cuyas tendencias pro-Aliadas se habían manifestado durante toda la guerra, que Paderewski vivió fuera de Polonia), aunque Píldsuski fue nombrado jefe provisional del Estado y de los Ejércitos. Los alemanes, los checoslovacos y los rusos reivindicaban partes de los territorios sobre los cuales aquel gobierno deseaba extender su autoridad, por lo que Polonia era un Estado a crear de arriba abajo, y sus representantes en la Conferencia de la Paz no representaban más que a una ínfima parte de lo que Polonia fue oficialmente más tarde (1923).
4 A orillas del Mar Rojo, Hedjaz era un villorrio del Imperio otomano. El 24 de octubre de 1915, mediante un acuerdo con el jefe árabe Hussein, emir de La Meca desterrado por el Sultán, Inglaterra reconoció la independencia de Hedjaz, independencia confirmada por Francia en mayo de 1916, mediante los acuerdos Sykes-Picot. No se sabe exactamente lo que entonces representaba el Hedjaz. Más tarde, en 1926, se convirtió en una dependencia del Nedjed, cuyo Sultán fue al mismo tiempo rey de Hedjaz, siendo representado por un virrey. En 1932 la unión de Hedjaz y del Nedjed constituyó el reino de la Arabia saudita. Hay que señalar que los acuerdos Sykes-Picot preveían, además, para después de la guerra, un reparto de influencia casi equitativa entie Francia e Inglaterra: Francia recibiría la Costa de Siria y una zona interior que llegaría hasta el Tíger, e Inglaterra St-Jean d'Acre y la parte de la Mesopotamia que se extiende desde Bagdad hasta el Golfo Pérsico. Las dos potencias se repartirían, además, a partes iguales, las vastas regiones situadas entre Siria y la Provincia de Bagdad.
5 Eufemismo -- o perífrasis -- para no invitar oficialmente al gobierno ruso, aunque nadie dudaba de que responderla a la invitación.
6 El 10 de septiembre anterior, los Estados Unidos habían retirado su delegado del Conseo Supremo Interaliado, el cual habla sido establecido el 11 de enero de 1919, para, velando por la ejecución de las condiciones del Armisticio, estudiar las medidas a tomar a fin de aliviar a las poblaciones de Europa abasteciéndolas lo mejor posible dentro del marco del bloqueo de Alemania en vigor, y definir la política a seguir por los Aliados en la cuestión.
7 Rubricado en Locarno el 16 de octubre de 1925, el tratado incluía dos grupos de acuerdos: 1.) Un tratado entre Alemania, Bélgica, Francia, Inglaterra e Italia, llamado Pacto renano (inviolabilidad recíproca de las fronteras entre Francia, Bélgica y Alemania, mantenimiento de la zona desmilitarizada en la orilla derecha del Rin, no recurrir a la guerra, etc.). Inglaterra e Italia sólo intervenían a título de fiadores. 2.) convenciones de arbitraje germano-belgas, germano-francesas, germano-polacas y germano-checas.
8 El Pacto Briand-Kellog era un compromiso de no recurrir a la guerra para arreglar las difeencias internacionales. Fue suscrito por casi todos los Estados del mundo.
9 El carbón del Sarre fue, desde finales del siglo XVIII a todo lo largo del XIX, objeto de disputa entre Francia y Alemania. Aunque alemán por su población, ese territorio fue anexionado a Francia por Napoleón en el momento de la creación, bajo su férula, de la Confederación germánica. Los tratados de Viena (1815) lo devolvieron a Alemania, de acuerdo con los deseos de sus habitantes. En 1919, los artículos 49 y siguientes del Tratado de Versalles, considerando que el colocarlo bajo soberanía francesa heriría demasiado el sentimiento popular, lo colocaron bajo la administración de un Comité de 5 miembros (1 francés, un representante del Sarre y 3 neutrales) nombrado por la Sociedad de Naciones. El hecho de que después de quince años de aquella administración de sentimiento claramente germanófobo, si no francófilo, los habitantes del Sarre se pronunciaran en favor de la reintegración a Alemania, a pesar de Hitler, el cual les era presentado con los más negros colores, es una prueba más que evidente de la profundidad de sus sentimientos nacionales. Después de la segunda guerra mundial se llevó a cabo una nueva tentativa en el sentido de una integración, al menos económica, a Francia: en menos de 10 años hubo que renunciar a ella.
10 El artículo 22 del Pacto establecía la siguiente distinción:
1. -- El mandato A: Pais en principio independiente y soberano,
pero incapaz de gobernarse sin ayuda, sin consejo y sin protección.
La potencia mandataria tiene en cuenta la opinión de los
habitantes... en principio también. Pertenecían
a aquella categoría: el Asia interior, Siria, Mesopotamia
y Palestina, cuyos mandatos se repartieron Francia e Inglaterra.
2. -- El mandato B: País totalmente incapaz de gobernarse
y de administrarse convenientemente. La potencia mandataria substituye
en autoridad a la voluntad popular indigena. Pertenecían
a aquella categoría: las antiguas colonias alemanas, igualmente
repartidas entre Inglaterra y Francia.
3. -- El mandato C: Países tan atrasados, de población
tan escasa, que en ellos resulta inconcebible toda organización
social. Pertenecían a esta categoria: el África
del Suroeste y ciertas islas del Pacifico, de las cuales se expulsaba,
como de otras partes, a los alemanes, esta vez en beneficio de
Australia, de Bélgica y de Inglaterra. El reparto del Oriente
Medio fue dificil. Además de los acuerdos citados de Inglaterra
con el Emir Hussein y con Francia, existían: un acuerdo
franco-anglo-ruso (mayo de 1915), un acuerdo franco-ruso (abril
de 1916) que garantizaba a Rusia Constantinopla, los estrechos,
la importante fortaleza de Erzerum y el puerto de Trebizonda;
un acuerdo anglo-franco- italiano (26 de abril de 1915) que reconocía
a Italia derechos iguales a los de las otras potencias en el Mediterráneo
oriental, la Provincia de Adalia y Esmirna, todo confirmado por
un segundo acuerdo firmado en abril de 1917 en St. Jean de Maurienne.
Sí no hubo problema del lado ruso en virtud de la situación
particular de Rusia, lo hubo por parte de Italia, a la cual se
habían hecho promesas desvirtuadas por los Tratados y que
tuvo que inclinarse después de haber intentado ocupar por
la fuerza Adalia y Marmaris, el 5 de mayo de 1919. Esmirna fue
concedida a Grecia, que no pudo conservarla.
11 En el año 800, los eslavos habían alcanzado el Elba y el Adriático, donde una población de origen mongólico, los Avares, acudió a reunirse con ellos. Carlomagno los rechazó hasta el Vístula y, para detener su emigración hacia el suroeste, había fundado en el Danubio Medio un Estado colocado bajo su protección, la Ostmark (Marca Oriental), la cual se convirtió en el Oesterreich (Reino del Este), una vez germanizado. La resistencia a los eslavos se transformó rápidamente en presión germánica y se ejerció hacia Pomerania, hacia Prusia y luego hacia Ucrania. Las guerras napoleónicas la debilitaron, y Bismarck se volvió desconsideradamente hacia el Oeste. En el siglo xx, Inglaterra y Francia impidieron sucesivamente a Guillermo II, a la República de Weimar y a HitIer, el volver a la tradición germánica del Drang nach Osten.
12 En Sleswig, por ejemplo, existían dos corrientes de opinión: una muy fuerte, filo-alemana, y otra débil, filo-danesa. Se crearon dos zonas y se efectuaron dos plebiscitos : uno el 10 de febrero de 1920, en la primera zona, dio 83.000 votos a Alemania y 18.000 a Dinamarca; el otro, celebrado el 14 de marzo en la segunda zona, dio 13.000 votos a Alemania y 51.000 a Dinamarca. De haber sido una sola zona, Sleswig se hubiera pronunciado en favor de Alemania por 96.000 votos contra 69.000 obtenidos por Dinamarca, y, en virtud del principio mayoritario -discutible, desde luego-, Sleswig hubiera sido atribuida a Alemania. Más aún: en la primera zona, la Conferencia de los Embajadores encargada de interpretar los resultados del escrutinio, entregó a Dinamarca los ayuntamientos de mayoría danesa, sin entregar a Alemania los ayuntamientos de mayoría alemana de la segunda zona. El trazado de la frontera germano-polaca por ese procedimiento dio unos resultados que envenenaron, por la injusticia que suponían, toda la diplomacia internacional hasta la segunda guerra mundial, en cuyo origen figuran merecidamente como una de las causas principales.
13 Literalmente, Yugoslavia es el País de los Eslavos del Sur.
14 Constituida en Reino en 1881 por la reunión de la Moldavia y de la Valaquia, al final de una lucha secular que recuerda la de los Armagnacs y los Borgoñones en Francia, tan pronto aliada de los rusos contra el Sultán, como de los austro-húngaros contra los eslavos, Rumania había permanecido neutral en 1914, aunque tenía establecidos acuerdos con los Imperios centrales. Cediendo a las instancias de los Aliados, sin embargo, el 17 de agosto de 1916 entró en guerra a su lado, pero, abandonada a sus solas fuerzas por los rusos, no tardó en ser invadida por los ejércitos de Falkenhayn y de Mackensen. En julio de 1917, Kornilov hundió el frente de los Imperios centrales en Galitzia y Rumania reemprendió la lucha al lado de los rusos. Luego, los rusos se hundieron: después de firmar la paz de Brest-Litovsk, que les dejaban las manos libres en Rumania, los Soviets invadieron el país y hubo que firmar con ellos el acuerdo de Bucarest (7 de mayo de 1918), anulado por el Armisticio del 11 de noviembre de 1918. El 1 de diciembre, el rey Fernando I entró de nuevo en Bucarest. Había que recompensar a Rumania: con el pretexto de que el mismo día una Asamblea de notables de Transilvania, del Banato y de la Crishana se había declarado Asamblea Nacional y había reclamado su integración en Rumania, se le hizo entrega sin plebiscito de unas regiones que indudablemente tenían más afinidades, al menos entre el pueblo, con Hungría. Se le hizo entrega también de la Besarabia y de la Bukovina, donde un comité semejante se había pronunciado en el mismo sentido el 9 de abril de 1918. También sin plebiscito. Finalmente, siempre sin plebiscito, se le hizo entrega de los dos tercios del Banato (el otro tercio correspondió a Yugoslavia), a pesar de que, desde siempre, el Banato, donde se ejercía una fuerte influencia latina, aspiraba a la independencia, aunque nunca hubiese hecho vehementes protestas en tal sentido. Finalmente, se le hizo entrega de la Transilvania, a pesar de que en una Asamblea celebrada en CarIsberg el 1 de diciembre de 1918, un Comité se había pronunciado en favor de Hungría.
15 El Imperio austro-húngaro era bicéfalo y se componía, según la ley fundamental del 21 de diciembre de 1867, de dos Estados separados por el Leitha, afluente izquierdo del Danubio: el Imperio de Austria (capital Viena) y el Reino de Hungria (capital Budapest). El primero incluía a 17 reinos o países, cada uno de los cuales tenía a su frente a un representante del Emperador y gozaba de una amplia autonomía: Baja Austria, Alta Austria, Estiria, Carintia, Carmola, Kustinland (Istria y Trieste), Dalmacia, Tirol, Vorarlberg, Salzburgo, Bohemia, Moravia, Silesia, Galitzia y Bukovina. Hungría estaba dividida en 63 comittats y 25 ciudades libres reales. Comittats y ciudades libres formaban municipios autónomos a la cabeza de los cuales se encontrala un Foïspan (gobernador). Los dos Estados eran independientes uno de otro salvo para los asuntos que les eran comunes: Asuntos Exteriores, Guerra y Finanzas. Había un Parlamento en Viena (Cámara de los Diputados y Cámara de los Señores), y otro en Budapest (Cámara de los Diputados y Cámara de los Magnates). En Hungría, la Croacia-Eslavonia había obtenido su autonomía (1868) salvo para para los asuntos comunes: una Dieta en Agram y 40 diputados en la Cámara húngara. Desde 1908, Bosnia y Herzegovina, administradas por un Condominio austro-húngaro (los Ministerios comunes) por cuenta del Sultán hasta entonces, formaban parte de la doble monarquía y gozaban en ella de un régimen análogo al de Croacia-Eslavonia, excepto por el hecho de que, si bien tenían una Dieta y un gobierno provincial, el poder supremo era ejercido por un gobernador militar en nombre del Emperador, lo cual le confería un indiscutible carácter arbitrario y opresivo.En el terreno de las nacionalidades o grupos étnicos, Austria era únicamente alemana, en tanto que Hungría estaba dividida en diversas corrientes de orígenes raciales Croatas, Sorabos (Servíos), Eslavones, Checos, Eslovacos, Moravos, etc., siendo la más importante la de los Magiares (Húngaros).
En conjunto (salvo para las sojuzgadas Bosnia y Herzegovina), esos 17 reinos, 65 comittats y 25 ciudades libres estaban articuladas entre sí por una especie de sistema federalista bastante flexible y bastante liberal. Además de las provocadas por los bosnianos y los herzegovinos, llegaban también algunas dificultades de parte de los checos, que habían encajado bastante mal la ley fundamental de 1867, de los eslovacos, apenas representados en el Parlamento de Budapest, de los galitzios, descuartizados entre magiares, rutenos y alemanes, de los croatas, siempre en guardia contra los magiares, etc. Pero esas dificultades eran creadas más bien por la «magiarización», que era la doctrina del gobierno autoritario y de casta de Budapest, que por la Corona imperial, mucho más liberal, aunque poco al tanto de los acontecimientos.
16 Recordemos que Guillermo II y Bethmann-Hollweg trataron inútilmente de contener a Austria-Hungría y de convencerla de que la respuesta servia al ultimátum austro-húngaro del 23 de julio era satisfactorio. El Conde Tisza se conformó, pero el Conde Berchtold consiguió vencer sus escrúpulos.
17 La República así concebida fue solemnemente proclamada el 12 de noviembre. La víspera, el Emperador Carlos había renunciado a toda participación en los asuntos del Estado y se había retirado a Hungría, sobre la cual pretendió seguir reinando bajo el nombre de Carlos IV. Las elecciones que tuvieron lugar el 16 de febrero de 1919 rubricaron la victoria del partido socialista. El 4 de marzo se reunió la Asamblea, pero de los 255 escaños previstos sólo estaban ocupados 157, ya que las potencias aliadas no habían admitido las elecciones en los territorios que pensaban desmembrar de la nueva Austria. Por otra parte, el deseo de esos 157 diputados que por boca de su decano habían reclamado unánimemente la integración en el Reich alemán, no fue atendido: el artículo 88 del Tratado de St. Germain (10-9-1919) declaraba inalienable la independencia de Austria y le prohibía incorporarse directa o indirectamente a otro Estado sin el consentimiento de la Sociedad de Naciones. El artículo 61 de la Constitución de Weimar (11 de agosto de 1919) preveía paralelamente la admisión de representantes de Austria en el Bundesrat cuando este último país fuese integrado en el Reich. El 22-10- 1919 se dijo a los alemanes que aquella disposición era contraria al articulo 88 del Tratado de Versalles, y los alemanes replicaron que no habían pensado aplicarla sin el consentimiento de la S. D. N., la cual no podía dejar de darlo por respeto al Derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, el cual era uno de sus principios fundamentales. Hubo que contentarse con aquella declaración: la Constitución de Weimar no fue modificada.
18 Los checos y los eslovacos habían entrado en guerra, en 1914, muy en contra de su voluntad, y el reclutamiento de las tropas había dado lugar a graves incidentes, lo mismo entre los checos que entre los eslovacos. Refugiados en los Estados Unidos, cierto número de dirigentes de los partidos oposicionistas se reunieron en Pittsburg el 30 de mayo de 1918 y firmaron una convención fundando un Estado checoslovaco en el cual los eslovacos tendrían su propia administración, su propio Parlamento, su propio idioma y su propia magistratura. Sobre aquella base (cf pág. 176, nota 2), el 3 de septiembre de 1918, se constituyó en París un gobierno provisional. En realidad, los checos invadieron Eslovaquia, se atribuyeron la primacía política y se limitaron a crear un «Ministerio para Eslovaquia» en Bratislava. En la Conferencia de la Paz, el nuevo Estado estaba representado por los checos y el derecho de los pueblos a disponer de si mismos se había transformado en derecho de los checos a disponer de los eslovacos.
19 Pero, en marzo de 1919, tuvo lugar bajo la dirección de Bela Kun una tentativa de subversión cuyo objetivo era la implantación de un régimen comunista y que hundió a Hungria en los horrores de la guerra civil hasta el mes de julio. Luego, por dos veces, en marzo de 1920 y en octubre del mismo año, el rey Carlos IV, ex Emperador de Austria-Hungría, intentó recuperar el poder. Entretanto, el Tratado de Trianón (4 de junio de 1920), había desposeído a Hungría de los dos tercios de su territorio.
20 Los Estados Unidos, desde que el Presidente Wilson captó la orientación de los debates, no quisieron ser considerados ya como potencia «aliada» sino únicamente como potencia «asociada», dejando a las otras potencias la responsabilidad de las decisiones y reservándose la posibilidad de adherirse o no a ellas.
21 La Comisión de reparaciones presentó su informe el 24 de enero de 1921: se ha visto ya (1.a parte) que Alemania fue condenada a entregar 132 mil millones de marcos-oro a los Aliados en concepto de reparación. Se querían exigir 210 mil millones, pero al término de discusiones que se prolongaron hasta el 27 de abril se fijó aquella cantidad, concretando que debía ser satisfecha en 42 anualidades. Los Aliados se la repartieron del siguiente modo: 52 % a Francia, 22 % a Inglaterra, 10 % a Bélgica, 8 % a Italia, y el resto (8 %) repartido entre Yugoslavia (5 %), Rumania, Japón, Portugal y Grecia. Los aliados de Alemania fueron condenados a entregar sumas mucho más reducidas.
22 Muy probablemente de las dos, ya que la falta de espíritu de decisión suele ser consecuencia de la carencia de sentido político. En primer lugar, mayoritarios en los consejos de obreros y de soldados, se habían dejado desplazar del Directorio de los Seis, donde habían sido reemplazados por socialistas de tendencia parlamentaria. Después, convencidos de que obtendrían fácilmente la mayoría, habían aceptado el principio de las elecciones sin darse cuenta de que, si bien la clase obrera representaba el número, los consejos de obreros y de soldados sobre los cuales tenían influencia no representaban, a pesar de todo, más que una minoría activa y que, por otra parte, concedian la palabra a la nobleza, a la grande y a la pequeña burguesía resueltamente hostiles a sus punto de vista pero condenados a callarse - mejor dicho, a esconderse como topos- con el sistema de los consejos de obreros y de soldados, y que no dejarían de aprovechar la ocasión que les brindaban aquellas elecciones. Finalmente, porque estaban comprometidos en las elecciones, el 6 de enero de 1919, cuando habían reunido en el Tiergarten a una enorme multitud armada que no esperaba de ellos más que una palabra para llevarles al poder en un impulso irresistible, no pronunciaron aquella palabra. «Si la multitud hubiese tenido jefes resueltos y lúcidos en vez de charlatanes, aquel día, por la mañana, habría sido dueña de Berlín», ha escrito Noske más tarde (Von Kiel bis Kapp).
23 Al ocupar su cargo, Noske había dicho: «De acuerdo, es necesario que uno de nosotros sea un Bluthund». Literalmente, Blut hund significa «perro sanguinario», pero en su sentido exacto debe traducirse por «verdugo», con el matiz peyorativo que más tarde se aplicó a la expresión «el carnicero de Albacete», con la cual se designó al comunista Marty durante la guerra de España. En todos los idiomas del mundo se tradujo: «De acuerdo, es necesario que uno de nosotros sea un carnicero». Lo cual dio pie, sin duda, a W. L. Shirer para referirse a Noske en su libro «El III Reich» diciendo que era carnicero de profesión. Sin embargo, era leñador: uno de esos autodidactas de finales del siglo XIX que, sin medios materiales y a base de perseverancia habían conseguido alcanzar un nivel intelectual muy superior al de muchos de los doctrinarios de cuna más elevada destinados a convertirse en auténticos intelectuales y que se quedaron en medianías. Esto debe ser dicho incluso cuando, como en mi caso, no se tiene la menor simpatía hacia Noske. Quiero aprovechar la ocasión para decir también que todas o casi todas las informaciones que se encuentran en el libro de W. L. Shirer son tan exactas como la que antecede. Otro ejemplo: en la página 371 (Tomo II de la edición francesa), puede leerse que: «El 1 de enero de 1943, en el Estado Mayor general, el Señor de la Guerra (Hitler), poseído de un frenético acceso de cólera, había ordenado el desarme de la flota alemana de alta mar» y que los barcos «fueran desguazados y convertidos en chatarra». También había vísto a M. Georges Bonnet, Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, en la célebre entrevista de Munich (octubre de 1938), el cual rechazó la guerra de un año. Sin embargo, M. Bonnet no se había movido de París, y obtuvo por vía judicial que aquella afirmación fuese suprimida del libro. Cuando todo el mundo haya rectificado todos los errores que contiene el libro de M. Shirer, quedarán muy pocas páginasEsto debe ser dicho incluso cuando, como en mi caso, no se tiene la menor simpatía hacia Noske. Quiero aprovechar la ocasión para decir también que todas o casi todas las informaciones que se encuentran en el libro de W. L. Shirer son tan exactas como la que antecede. Otro ejemplo: en la página 371 (Tomo II de la edición francesa), puede leerse que: «El 1 de enero de 1943, en el Estado Mayor general, el Señor de la Guerra (Hitler), poseído de un frenético acceso de cólera, había ordenado el desarme de la flota alemana de alta mar» y que los barcos «fueran desguazados y convertidos en chatarra». También había vísto a M. Georges Bonnet, Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, en la célebre entrevista de Munich (octubre de 1938), el cual rechazó la guerra de un año. Sin embargo, M. Bonnet no se había movido de París, y obtuvo por vía judicial que aquella afirmación fuese suprimida del libro. Cuando todo el mundo haya rectificado todos los errores que contiene el libro de M. Shirer, quedarán muy pocas páginas.
24 La Constitución no había sido aún promulgada: no lo sería hasta el 11 de agosto siguiente. La palabra República no figuraba en ella. El Dr. Preuss, jurisconsulto, que había sido encargado de redactar el borrador, lo desaconsejó formalmente y obtuvo el apoyo de la Constituyente en ese sentido: «La palabra Reich -- dijo -- resume tradiciones varias veces seculares y todo el deseo de unificación nacional del pueblo alemán partido en pedazos. Renunciar a esa palabra que expresa una unidad duramente conquistada y realizada a través de tantas dificultades y decepciones, sería herir inútilmente y sin motivo unos sentimientos profundamente arraigados en el alma popular». Se ha hablado mucho de la República de Weimar: lo correcto hubiera sido decir el Reich de Weimar. Hubo que esperar al final de la segunda guerra mundial para que la palabra República apareciera en las instituciones políticas de Alemania, y este hecho tiene un significado más hondo de lo que se cree, ya que la fórmula territorial del pueblo alemán sigue jurídicamente sin definir.
25 Sólo a finales de abril -- ¡8 días antes de que fueran entregadas las condiciones de paz a sus delegados! -- el Consejo supremo autorizó por primera la salida de 29 millones de marcos-oro como pago de víveres procedentes de los neutrales. En mayo, en el preciso instante en que sus delegados salían para Versalles, Alemania recibió autorización para entrar en posesión de las materias primas que había pagado anteriormente. Y hasta el siguiente octubre no fue autorizada a una nueva exportación de oro a cambio de 74.875 toneladas de víveres procedentes de los Países Escandinavos y de 130.909 toneladas de trigo argentino. También en este caso se trata de un fracaso del Presidente Wilson, el cual se había pronunciado en favor del levantamiento del bloqueo a partir de la firma del armisticio y que no dejó de combatir a todo lo largo de la conferencia por el retorno a la normalidad de las relaciones comerciales internacionales. Hasta que se levantó el bloqueo, en octubre, el Reichsbank tuvo que exportar más de mil millones de marcos-oro, sólo para obtener víveres con cuentagotas.
26 En las islas Orcaidas, al norte de Escocia.
27 Los Católicos del Centro no perdieron más que 300.000 votos, pero, en cambio, se habían escindido en dos partidos: los católicos bávaros habían formado por su cuenta el Partido popular bávaro, el cual había obtenido 2.200.000 votos con un programa monárquico para el interior, y, en el exterior, resueltamente hostil al Tratado de Versalles y a los que lo habían firmado. Los resultados que ofrecemos aquí son los obtenidos conjuntamente por las dos tendencias reunidas por la estadística, aunque artificialmente, ya que entre ellas no tenían en común más que la religión.
28 Se ha visto ya que los neutrales europeos sólo habían conocido una prosperidad relativa y pasajera. No puede decirse lo mismo de Argentina, Brasil y España. La primera se enriqueció con sus exportaciones de carne y de trigo. La segunda exportó en 1917 diez veces más azúcar que en 1912. España, cuyas exportaciones en 1913 representaban un déficit de 248 millones de pesetas sobre las importaciones, acusa en 1919 un superávit de 417 millones de pesetas en las exportaciones. En cuanto al Japón, desarrolló considerablemente sus industrias textil y metalúrgica sin mejorar mucho su balanza comercial, debido a su política de precios muy bajos, por una parte, y a lo extraordinariamente prolífico de su población por otra.
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